Las Coronelas (2)

Pedro, un chico con un dote especial, es entrenado para darle placer a 4 esposas de unos coroneles, el chico llega el regimiento a cumplir las ordenes de estas mujeres. 2da parte.

Las Coronelas 2da Parte

Llego el día esperado, Maria Elena estaba sentada enfrente al espejo de su cómoda. Peinaba su cabello con delicadeza mientras miraba su cuerpo desnudo. Ella pensaba que su cuerpo era maravilloso. El amarillo oro de su cabellera estaba más brillante que nunca. Una sonrisa se resistía a abandonar la boca de la mujer y los ojo mostraban vestigios de las copas de la anoche anterior.

Se vistió con un sujetador de hermosos detalles y una pantaleta que elaboro ella misma, tomando como modelo un bañador que aparecía en una revista de moda Francesa. Esta prenda era una tentación y había causado un revuelo en toda Europa. Era una mezcla entre pantalón corto y pantaleta que subía atrevida y vulgarmente en lo laterales, hasta bien iniciada la cintura. Así, se dejaba a la vista casi en su totalidad las piernas. Hacia mas de meses que la había elaborado, pero ahora y solo ahora tenia un motivo para colocársela.

Se colocó un vestido ligero de flores y los zapatos de tacón alto de patente blanco. Se dirigió hacia el carro sin identificación que había solicitado el día anterior y traspaso la vigilancia de la entrada del regimiento.

Las otras tres mujeres Anastasia, Teresa y Ana Maria, vieron desde la ventana de cada uno de sus cuarto, la partida de la Mujer de Pérez, con alegría y también algo de escepticismo.

Maria Elena llego rápido al Pueblo de ÑoCarlos donde está la casa de Eulasia. Volvió a detenerse al costado izquierdo de la casa y se asomo nuevamente por mismo portón de madera donde diez días atrás había dejado su gema para ser pulida. Llamo cuatro veces a Eulasia y al poco tiempo una mujer salió a la claridad del patio.

"Efectivamente es Eulasia" - pensó para si Maria Elena -" pero con un nuevo semblante". "Esta muergana coño de madre, tiene cara de haber comido bien en estos días".

  • ¿Cómo esta doñita?.- Dijo Maria Elena a Eulasia, haciendo hincapié en la ultima palabra, para recordarle su antiguo semblante.

-Bueno mijita, bastante bien, estoy contenta con él... con "él" trabajo que hice con ese carricito-. Mientras decía esto, Eulasia sentía aun las Penetraciones de Pedro.

-Bueno dile al muchacho que lo espero en el carro. Espero que se mejore Eulasia, pues tienes cara de enferma, si la veo algo demacrada. Si quieres le mando a buscar mañana con un soldado para que la vean en el dispensario del regimiento!!!

A lo que Eulasia Contesto – no mi Doña – haciendo énfasis también en la ultima palabra – eso es debido a la cantidad de trabajo que he tenido esta semana, pero gracias mi Señora, ya estaré bien.

Eulasia entro a la casa, busco a Pedro que aun se vestía en su cuarto y le dijo.

-Bueno mi amor, usted ya esta listo pá entrar en ese regimiento. Tal vez no le pongan de rapidito un uniforme, pero usted trabaje mucho, como lo hizo con esta casa y conmigo y así, dios por medio, será un hombre de bien y ayudara luego a su abuela. Llegaras a hacer un buen militar y de vez en cuando visíteme, no se olvide de su mujé que tanto lo quiere y lo aprecia.

Pedro se termino de vestir, le dio un beso en la boca a Eulasia y salió al patio. Se monto en el carro con la Señora de cabellos de Oro.

No deseaba volver la vista hacia la Casa Blanca, mantuvo su mirada hacia el frente. Luego de haber avanzado unos metros, se subió erguido sobre en el asiento, levantó su cara hacia la entrada principal de la Casa Blanca, de donde salían empujándose las mujeres para verlo marchar. Levanto su mano derecha y con una gallardía sin precedentes grito "las quiero a todas, adiós".

Pedro no habló en todo el camino, tampoco lo hizo la Señora. Traspasaron el umbral del regimiento, la mujer detuvo el vehículo al lado de la caseta donde estaba el General del Regimiento y se apeo del vehículo. Camino hacia la puerta de la caseta, mientras Pedro miraba con sumo detalle todo lo que componía el lugar.

No duro mucho la conversación con el general, La señora salió de la caseta y con una reverencia abrió la puerta del carro para que Pedro saliera. Se apeo el muchacho sin decir una palabra.

-Mire pronto vendrá un soldado y lo llevara a una cuadra, donde se cambiara de ropa y se aseara. Luego, bien arregladito te vas a aquella casa con las cortinas azules y yo lo estaré esperando allí.

Terminado de decir esto llegó el solado y se llevó a Pedro.

Maria Elena por su parte se dirigió hacia su cuarto y tomo un pequeño baño. Se volvió a colocar la misma ropa, pues ella pensaba que le daba aires de supremacía y erotismo, que según ella era una mezcla peligrosa para cualquier hombre. Salió del cuarto, no sin antes haber tomado sus dos whisky del medio día. Se dispuso a buscar a sus amigas para llevarlas a salón Azul del regimiento.

En el salón Azul, estaban las cuatro esposas de los coroneles. Teresa, Maria Elena, Anastasia y Ana Maria. El soldado que las vio entrar al salón, le pareció atrevida la vestimentas lucían cada una de ellas, pero igual sigui con sus tareas del día.

Adentro en el salón, estaba Maria Elena de pie al lado de la puerta, con el acostumbrado vaso de whisky en la mano. Caminó un poco hacia donde se encontraban las otras mujeres y les dijo con un tono de libertad – Amiga, amigas amiga – tomó un sorbo del divino licor, espero que bajara por su garganta y continuo diciendo – Este día será el inicio de lo mejor de nuestra vidas. Será el inicio de una liberación como nunca antes vista.

La sonrisa que tenia Maria Elena era envidiable

Mientras decía esto, el resto de las mujeres se estaba haciendo de una opinión sobre el atrevido traje de flores que tenia Maria Elena. A Teresa la pareció vulgar y simplón. A Anastasia lo juzgó atrevido, sexy pero demasiado para su gusto. A Ana Maria le dio rabia que Maria Elena tuviera un diseño parecido a su mejor vestido, Gracias a dios que el de ella no tenia flores.

  • Amigas, hoy fui a buscar a nuestro querido objeto liberador. Estuvo 10 días en la Casa Blanca. Si!, –dijo Maria Elena mirando a sus amigas- en esa famosa casa de citas que de tanto hablan los militares de este horroroso golfo. Para resumirles el cuento, lleve a Pedro a que lo prepararan en la Casa Blanca. Lo acabo de traer de Ño´carlos y ya lo presente al General Izquierdo, quien gustosamente atendió nuestro pedido.

-¡Cómo carajo que nuestro pedido! – grito Anastasia, colocándose de pie.

-Si mi vida- dijo agriamente- le dije al general que las cuatro deseábamos la presencia de este muchacho en el regimiento para atender algunas de nuestras cosas, que los soldados amargamente se habían negado a hacer.

-¿Cómo que cosas? – pregunto Anastasia, que permanecía aun de pie.

  • Bueno – contesto Maria Elena - como ayudar en la decoración de este salón, como ayudarnos en las compras en las mercerías de los pueblos, como sacar a pasear tu peaso de mascota, como.. Bueno, tu sabes las pendejadas de nostras mujer!

  • Bueno pero donde esta el bendito muchachito – dijo Teresa tratando de ocultar su incertidumbre con un tono de desdeño.

Maria Elena, se alisó la falda, se subió un poco el escote y dirigiéndose a la mesa donde estaban las botellas dijo.

– Estará aquí en 10 minutos, tiempo suficiente para planear nuestros encuentros con el muchacho. Así que para no perder mucho tiempo he hecho este pequeño cronograma de sexo – Ella hizo hincapié en esta ultima palabra mirando a cada una de las mujeres para así apreciar su reacción ante esta ya casi olvidada palabra.

Ana Maria se persigno.

Teresa se dijo a si misma – Carajo ya ésta metió a Dios nuevamente en este berenjenal.

Anastasia, dejando aun lado el temple y el talante, se sentó, con un aire de niña sumisa que espera impaciente un pedazo de torta en una fiesta de cumpleaños.

Maria Elena dijo sentándose en medio del sillón azul a la vista de todas sus amigas.

  • Bueno ya sabemos, que nuestros maridos se marchan los martes y viernes a donde sus amigas. Regresan bien entrada la noche, cansados y sin muestra alguna de arrepentimiento. Es mas vienen mas arrechos quel coño. Entonces esas noches, ahora, serán para que Pedro se quede acompañando a cada una de nosotras según este Cronograma, por supuesto que inicio yo la tanda, luego Teresa, Anastasia y por Ultimo Ana Maria.

Ninguna de las Mujeres puso resistencia a la oferta. Aunque Ana Maria pensó

"¿coño y por que yo de ultima?".

La mujer de los cabellos de oro continuo diciendo. – En horas del mediodía, de los lunes, martes y viernes, cuando las tropas y nuestros esposos estén en sus ejercicios físicos o de tiro, Pedro tendrá una sesión de sexo de 45 minutos con cada una de nosotras. Los lugares para esto pueden ser el baño de vapores o en la piscina. ¿qué les parece? – termino diciendo ella a sus amigas y llevándose el vaso de licor a su boca.

Las mujeres no opinaron de inmediato. Ana Maria, se levanto sé servio un vaso de Whisky puro, cosa que rara vez hacia.

Por su parte Teresa se vio las manos, reviso sus uñas, vio el techo y quedo a la espera de la siguiente palabra, sin importar de que boca saldría.

Anastasia solo se limito a decir – Esta bien-. Sin hacer preparo a las palabras de Maria Elena.

Ana Maria, de pie junto a la mesa de los licores, dijo – Bueno mujer y ¿donde esta el susodicho.?

Todas miraron a Ana Maria, pues pocas veces se le escuchaba tal seguridad y temple en sus palabras. Sin embargo ella, con un gesto común de recato, eliminó cualquier extrañeza de la cabeza de sus amigas.

En eso un soldado abrió la puerta del salón y dejo entrar a Pedro.

Instintivamente todas las mujeres posaron su vista dos segundos en el rostro del muchacho y los restantes minutos, con poco disimulo, trataban de escudriñar en los pantalones de Pedro.

Pedro observo esto. Ya sabia el poder que podía tener su pene sobre las mujeres, pero disimulo.

El muchacho luego de entrar pudo reparar unos segundos, en cada una de las mujeres que tenia al frente.

A la señora del cabello color sol, no hacia falta detallarla mas. Mientras venia por el camino hacia el regimiento, miro de reojo las fuertes piernas blancas de la Maria Elena y sus lindos tobillos. Pedro comparo el vestido Color crema de Eulasia con el de la Señora de los Cabellos color oro y para su pesar, mas bonito era el de esta ultima.

Luego miro a la mujer que estaba de pie al lado de las botellas, la vio unos 4 segundos pero luego se dio cuenta que no provocaba detallarla. Ana Maria era algo insípida.

Así que volteo su mirada hacia la que después conocería como Teresa. Era una Mujer elegante y mas refinada que Eulasia y que la Señora Cabellos de Oro. Prontamente detallo las bellas facciones y sus grandes ojos de un llamativo color extraño. El cabello de Teresa, como el resto de las mujeres de la sala, tenia una forma bella muy alejada a los pelos chicharrones de las mujeres de la Casa Blanca.

Cuando Pedro vio a Anastasia, vio en ella la mirada de las Madames. Una mirada de desenfreno de incontinencia sexual, escondida tras unos gestos de recato, decoro y pudor.

Anastasia era la que más miraba hacia las partes intimas de Pedro, tanto que la misma Maria Elena le dijo. – Mujer tienes los ojo puyuos y se te van a salir -.

Pedro pasó la tarde acompañada de las Cuatro Mujeres. Las cuatro se dedicaron a mostrarles cada rincón del regimiento, tanto los públicos como los destinados para los encuentros sexuales. Pasearon por el comedor, los cuartelitos, la playa y sus cocoteros. La piscina y la sala de Vapor, la sala de ejercicios. El tours fue extenso.

Los soldados que veían pasar el grupo, de decían "que bueno que ese carajito nos va a quitar a esas viejas ladillas de encima".

La primera noche Pedro durmió en la barraca principal, junto a los soldados. En las siguientes dormiría en una carpa especial que habían mandado a colocar, cerca de sus cuartos, las mujeres de los coroneles.

En la mañana siguiente al día de su llegada. Pedro estaba paseando las mascotas de Teresa y Anastasia. Luego limpio las mantas de las mascotas y por ultimo pinto el cuarto de Maria Elena y su marido. Allí ella aprovecharía toda la inversión que hizo en Pedro.

Maria Elena se vistió de forma seductora, con una pequeño pantalón que le llegaba a la mitad de las piernas. Esta prenda estaba causando furor en Europa y en Venezuela estaba prohibido por el régimen. Ademas se coloco una camiseta de tela delgada que dejaba ver sus medianos senos y sus grandes pezones.

Pedro ya tenia la mitad del cuarto pintado, según las especificaciones técnicas que la había dado el Coronel Pérez antes de marcharse a las practicas de ese día. Montado en una escalera hecha de madera, el muchacho realizaba sus labores mientras Maria Elena estaba en el pasillo tratando de averiguar como entrarle al muchacho.

-bueno, bueno bueno...- dijo la mujer al entrar a la habitación, tratando de dar su opinión sobre el trabajo de Pedro. Se sentó cruzando las piernas a la orilla de la cama y le dijo al muchacho.

-Que bueno que este cuarto va ha tener cosas nuevas. Es bueno que estés aquí pintando Pedro.-

Terminando la frase, Maria Elena no aguanta la tentación y trataba de mirar en Pedro más de lo permitido. Se levanto de la cama, dejo el vaso de whisky en la mesa de la cómoda. Paso frente al espejo y se miro, se dijo a si misma lo sexual y sensual que estaba esa día y se dio valor para iniciar lo impostergable.

Se acerco a Pedro y lo tomo por el muslo derecho. Podía sentir los músculos del muchacho bajo el pantalón. Le pidió que bajase de la escalera y que le diera un masaje en la espalda para aliviar un dolor intenso que tenia.

Pedro se bajo, tomó la mano de Maria Elena y la llevo hasta acostarla en la cama boca abajo. Sin mas preparo, Pedro le quito la camiseta a la mujer y poso sus manos en su espalda. Lentamente y recordando ciertas imágenes con Eulasia, Pedro acaricio la piel de Maria Elena. Podía notar como la respiración de la Mujer poco a poco se aceleraba igual que la suya. Esa piel era más suave que la de las Madames, pero menos fuerte. Sin embargo era una nueva sensación para el tocar una piel blanca.

Él se levanto del borde de la cama. Se mantuvo de pie al lado de Maria Elena por dos segundo. La miro con un sentimiento de admiración y de incertidumbre. La piel de esa mujer era blanca, blanca como ninguna otra que él halla visto. Se acerco a ella nuevamente y la volteo hacia él. Pudo detallar sus senos, sus grandes pezones, Y sin embargo no los toco.

Pedro deslizo sus manos hacia el broche del pantalón de la mujer y con poco tacto se lo quito.

Maria Elena estaba sumergida en sus pensamientos, tratando de no sentir ni vergüenza ni miedo ante esa experiencia. Ella mantenía los ojos cerrados. Sintió como Pedro le quito los pantalones y como su blummer dejaba ver parte de sus vellos. Para extrañeza de Pedro los pelos de esa mujer eran tan negros como los de Eulasia, no tan enrollados como aquellos, pero sí más largos y abundantes. Pedro no entendía por que los cabellos de la vagina de Maria Elena eran negros si los de su cabeza eran amarillos.

Se dejo de pensadera, hizo a un lado la pantaleta de ella y sumergió su cara en esos pelos negros y abundantes.

Ella jadeó instantáneamente, arqueo su espalda y abrió las piernas sin pedírselo. Tomo el cabello del muchacho, cosa que no podía hacer ya con su marido debido a la calva del mismo. Notaba como la cara del muchacho se movía desesperadamente entre sus piernas mezclada con una respiración semejaba a la de un toro salvaje.

Maria Elena se sentía mujer nuevamente. El hecho de pensar que seria cogida con pasión y lujuria la hacia sentir mujer, seductora e irresistible.

Luego de largos minutos, la mujer separa a pedro de su vagina con torpe agilidad, busca la cadera del chico y desabrocha su pantalón, para quedar así, ante el enorme miembro del chico, que ya presentaba una erección.

En eso todo se aclaro en su mente, recordó las miles de veces que había imaginado esa escena en los últimos días. Escena que ahora era realidad. Tenia la enorme manguera de Pedro en sus manos. Notó que la faltaba mas de dos manos para poder arropar toda aquel monstro. Pensó en sus amigas, pero solo con el fin de darles envidia. Pedro era de ella ahora.

Poco a poco lo empezó a masturbar. Se rió un poco del pelmazo de su marido y recordó que con tres dedos de su mano derecha podía masturbar y hacer volar al pendejo coronel. Recordo también los hombres que la habían llevado a su cama y comparándolos con Pedro, todos tenían unos pequeños sorbetes.

Su mente volvió al cuarto, El olor a pintura no le importaba. Por mas de 5 minutos masajeo, movió y avivo ese enorme pene. Luego miro la cara de Pedro, esperando que en ella existiese una ademán de excitación, cosa que no fue así. En cambio, ella vio como Pedro la observaba meticulosamente, sin gesto alguno y con una cara de dominio de la situación, que la sacó de su postura.

Pedro con una mirada le señalo el pené dándole una orden directa, el chico no deseaba mas masajes, pues para eso sus propias manos ya eran expertas. El queria que la Señora de los cabellos color sol abriera su boca y se lo introdujera adentro.

Ella, pensó, calculo y obedeció introduciéndose apresuradamente la punta del pene en la boca.

Maria Elena no podía creerlo, solo la punta del pene del chico le hacia suficiente presión en su lengua. Para ella eso era sorprendente algo inesperado. Tomo una bocanada de aire y se metió aun más el pene en la boca, sintió como sus labios se amoldaron al mounstro hasta que noto como se agrieto un poco el labio inferior luego de varios intentos forzados. Ella sentía como Pedro poco a poco y con algo de delicadeza empujaba su cuerpo hacia ella, a lo que respondía, Maria Elena, tirando su cabeza hacia atrás.

En una de esas embestidas, Maria cayo sobre su espalda tratando de respirar, tomando todo el aire del cuarto, el olor a pintura la amargo la garganta. Sintió el olor a pintura y sabor de las pequeñas gotas calientes que salían lentamente del pene del Pedro.

El chico sin mediar palabras, le abrió las piernas y se acerco.

Maria Elena sabia que él la penetraría en ese momento, así es que tomo aire, volvio a oler la pintura y la maldijo, relajo su cuerpo y cerro sus ojos.

Pedro por su parte, tomo con la mano derecha a pedrito y lo coloco entre la espesura los pelos negros de la señora. Ya el sabia donde debía colocar su pene para dar placer a las mujeres, pues Eulasia se lo había enseñado de las mil maravillas. Con un lento movimiento de caderas, Pedro frotaba su pene contra la parte intima de Maria Elena, mientras ella se revolvía en la cama de placer. Placer que no se explicaba pues aun no la habían penetrado. Su clítoris estaba por explotar, sus pezones un poco flácidos, repentinamente estaban erectos como nuca. Ni siquiera alcanzaban la mitad de la erección actual, cuando se masturbaba en la regadera.

María Elena con desespero tomó el gran pene de Pedro con la mano derecha para practicar una primera penetración. Con la mano izquierda levantada y posada sobre el pecho de muchacho, pensó que podía controlar la situación, como lo pensó también Eulasia en la primera noche.

Pedro al sentir lo caliente de la vulva de Maria Elena, rápidamente se dejo caer sobre ella, sin embargo la mano de la mujer en su pecho evito que la pudiera penetrar totalmente.

Maria Elena sintió un dolor nunca antes experimentado, sintió que las carnes de su interior se ensanchaban hasta mas no poder. Rápidamente apretó los músculos interiores de su vulva, pero los mismo no respondieron bien pues estaban domados por el pene de muchacho.

Pedro aun con la mirada retadora y con las manos llenas de salpicaduras de pintura recostó su cuerpo enteramente sobre Maria Elena y con un movimiento ágil se volteo dejando ahora a la mujer sobre él.

Muévete – le dijo Pedro.

Maria Elena quedo sorprendida. Estaba encima del chico y con parte de su pene adentro. Para comprobarlo bajo la cabeza con la finalidad de ver hasta donde estaba penetrada. Vio que aun quedaba mucho de Pedro afuera. Levanto la cara disimulando su pena, con un gesto de inmodestia.

Pedro al notar los gestos de la señora, levantó levemente sus cadera para que la penetración borrara esa inútil mueca de la boca de ella.

-Muévete – repitió Pedro o lo haré yo "mi señora". Dijo pedro afincándose en esta ultima palabra.

Al escuchar de los labios del chico la frase "Mi Señora", a Maria Elena le lleno el cuerpo de arrogancia. Su Mente se dio por enterada que, aunque estaba atrapada por el pene de Pedro, ella era la Señora y tenia el poder. Así que se relajo y conteniendo la respiración inició una serie de movimientos rítmicos con sus fuertes caderas, que poco a poco fueron incrementando la velocidad.

Maria Elena pensaba que estaba retomando el control, aprovecho y le dijo al muchacho

  • Me muevo cuando yo quiera!- mientras respiraba algo agitada. Luego miro fijamente a Pedro con ojos de dueña, pero el muchacho con una picardía recién adquirida, le elimino esta postura con un fuerte movimiento de su cadera. A lo que la señora respondió con un ¡hayyy coño me matas!

Maria Elena, sintió placer animal producto de la penetración. Pero este placer no fue controlado por ella, era una simple respuesta orgánica al esfuerzo de estar con Pedro. Un dolor la azotaba en sus extrañas. Dolor físico, producido tanto por la inactividad sexual y un dolor psíquico producido por el dominio que tuvo sobre ella el muchacho. Sin embargo estaba satisfecha de los dos orgasmos que obtuvo en la lucha.

Pedro llegó una sola vez, pues se sentía contrariado por el dolor de la mujer, no soportaba los gritos, quejidos, lamentos de la señora, por mas que esta tratara de disimularlo con sonidos de deseos sexual.

Pedro de levanto de la cama, se coloco el pantalón de mezclilla y volvió a sus labores en las paredes del cuarto. Maria Elena por su parte con gran esfuerzo, se levanto tomo su ropa y se fue al baño. El vaso de Wiskey estaba vació.

Pedro terminó los dos tercios de pared que le faltaba por pintar y se fue, pasando por el pasillo donde aun estaba Maria Elena encerrada en el baño.

Fue a desayunar algo, luego paso a cambiar las cortinas del Cuarto de Anastasia, siguiendo las ordenes que tenia par ese día.

Llego a la casa de Anastasia Figueroa de Castro. Las paredes del recibidor estaban llenas de viejas fotografías de un tal General Castro que había sido presidente de Venezuela, según le contaba Anastasia desde la cocina. Pedro había tomado asiento en el pequeño confidente francés que el coronel Castro había traído en unos de sus viajes de placer.

El muchacho podía ver, desde el raro mueble, como la mujer caminaba de allá pa´ca en la cocina. Pensó que estaba cocinando y no le dio importancia, asi tendría mas tiempo para ver las cosas guindadas en la pared.

Anastasia salió con una bandeja de mimbre y encima de ella un vaso con una bebida.

Ana se acerca a Pedro insinuándole que tomara el vaso de la Bandeja. Al acercarse Pedro el borde del vaso a la boca, sintió una picazón rara en la boca y un fresco no pudo determinar de donde procedía. Bruscamente se aparto el vaso de la boca, a lo que Ana respondió.

-¿Esta muy fría? – pregunto incauta Anastasia.

Pedro al probar del liquido se sorprendió pues jamás había tomado una bebida tan helada. Aunque había escuchado que en el pueblo de Yaguaraparo, en la botica de Ño´cacaseno, había un aparato que ponía el agua fría, mas fría que manantial en la madrugada, pero nunca llego a ver ese bicho ni a probar de esa agua fría

-¿Que es esta vaina? – pregunto rápidamente y viendo el vaso como si fuera el mismísimo diablo.

-Cocacola!!! – dijo asombrada Anastasia a Pedro, con un ademán de sorpresa al notar que el muchacho no sabia que era esa bebida. – Bebe, bebe que es divina, está de moda, es dulce y refresca la garganta. Algunos dicen que es hasta medicinal.

Pedro con cara de desconfiado, se acerca el vaso a la boca y sorprendido grita - ¡ coño pero esto si esta frió! La lengua me pica y el guerguero también – acompañando a estas palabras con una risa descomunal.

Anastasia lo miro y también sonrió con todas sus fuerzas. Se levanto de la silla del comedor, desde donde estaba observando a Pedro y se dirigió a la cocina mientras pensaba que tenia meses que ella no escuchaba una risa en esa casa, y pensó también que ella no había reído así desde hacia mucho tiempo. Entro a la cocina a suspirar por esa risa tan natural que aun tenia en su boca.

Luego de explicarle a Pedro, lo que era una nevera y el hielo. Anastasia fue a su cuarto para quitarse el fondo de la falda, así dejaría sus atractivas pierna a la vista del Pedro. Era una jugada arriesgada, pero no tenia nada que perder ante pedro, pero talvez podría ganar mucho. La falda de la mujer, es una pintoresca mezcla de flores sobre un fondo negro, la tela era totalmente transparente pero la misma mezcla de colores obligaba a cualquier observador a afinar la vista para poder detallar lo jugoso de Anastasia.

Anastasia era blanca, de enormes senos acompañado de una piernas fuertes de buenas carnes y tersas como pocas.

El juego del fondo de la falda, era el único método que conocía Ana para seducir a Castro, su esposo. A este le gustaba que ella simulara ser una sirvienta picarona que andaba por todos los espacios de la casa con las faldas sin fondo. Eso, dentro de la borrachera de Castro, lo excitaba hasta el delirio y ella le seguía el juego con tal de complacerlo y tener algo de sexo. Todo esto funciono bien hasta el día, hacia mas de un año, en que Castro practicaba el jueguito con una sirvienta de verdad y en su propia casa.

Ana salió nuevamente al recibo. Esta vez contoneando sus hermosas piernas al son de una música que llevaba en su mente.

Pedro no le presto mayor atención a la mujer, pues llevaba mas de 3 minutos viendo como los hielos del vaso se ponían cada vez mas pequeños. Anastasia volvió a sentarse en la silla del comedor cruzando las piernas de una forma muy atractiva. De verdad que aun le quedaban vestigios de una gran sensualidad. Pedro subió la vista al escuchar como Ana se aclaraba la garganta, dejando el vaso en la mesa de al lado del confidente.

-Señora de Castro – así debía llamarla – me puede decir ¿que es lo que hay que hacer con las cortinas del cuarto?.

Anastasia tomo la mano aun fría de Pedro y lo llevo hacia el cuarto. En trayecto del pasillo, ella le soltó la mano, acelero un poco el paso para así permitir que Pedro la pudiera apreciar a trasluz. Cosa que inmediatamente hizo el muchacho.

Él dio unos pasos viendo las piernas de la mujer. Se movían con gracias y sus glúteos, fuertes aun, daban eróticos saltos al compás de las pisadas de sus tacones.

La mujer entro al cuarto, al abrir la puerta una pequeña ventana dio paso a la luz del sol que repentinamente alumbró el pasillo y con ello la bella figura de anastasia. Pedro vio que la figura de la mujer era hermosa teniendo al sol como trasfondo. Pudo divisar sus enormes piernas y sus parados pequeños pechos a través de su camisa blanca de lino. Pedro estaba sintiendo un nuevo tipo de admiración, ver a Anastasia debajo el marco de la puerta le inspiraba mas allá de deseo sexual, una admiración por el cuerpo de una mujer. Las nalgas de anastasia estaban levantadas por el efecto de los tacones, sin embargo se podía precisar que estaban duras y grandes.

Pedro al ver hacia el rostro de Anastasia, puedo darse cuenta que la mujer en ningún momento lo había observado viéndole su cuerpo. La mirada de anastasia apuntaba hacia las otras ventanas del cuarto. Él aprovecho para detallarla un poco más. Vio que las piernas de la mujer eran fuertes y vein torneadas acompañadas de unos casi perfectos tobillos, como los de la Madame Luisa. Siguió observándola hasta que Anastasia aclaró la garganta dos veces, para llamar así su atención.

-Bueno Pedro, quiero que me descuelgues esas cortinas, le quites el polvo y las laves con lejía y jabón azulado. Luego las pongas al sol para que aclaren. Las vuelves a colgar en la tarde. ¿Quedó claro? – pregunto Anastasia levantando al máximo sus enormes y duras nalgas y apretando su abdomen. La mujer tenia otro talante.

Pedro, después de escuchar y revisar a Ana, procedió a salir de la casa en busca de la escalera que aun estaba apoyada aun lado de la puerta de entrada de la casa de de la Señora de cabellos color Sol. Maria Elena esperaba sentada en uno de los escalones de la entrada y al ver acercar a Pedro le pregunto.

-¿Ya? Mijo!!!. Pero ese polvo si fue rapidito. Esa Anastasia es una buena para nada o ¿se te apago el tizón?

Pedro tomó la escalera, vio por dos segundos a la mujer de cabellos color sol y se dio media vuelta sin pronunciar palabra y regreso a la casa de Anastasia con la escalera a cuestas.

Anastasia estaba esperando a Pedro con la puerta abierta y aprovecho de mirar retadoramente a Maria Elena. Luego se dio la media vuelta y entro tras el muchacho y dejándole ver a Maria Elena que ella no tenia fondo de falda.

Maria Elena se dijo a si misma. "La puta esa esta sin fondo, que puta es..." Dio media vuelta y entro a la casa caminando de una forma un poco incomoda.

Pedro entro por el pasillo, coloco la escalera contra la pared contraria a la cama, para poder desprender la cortina. No puso mayor reparo en la mujer.

Mientras tanto al trancar la puerta, Anastasia se dirigió a la cocina, tomo un envase metálico y lo lleno con hielo de la nevera. Tomo el primer hielo de se asomaba del borde del envase y se lo paso sensualmente por el cuello, por la frente y por la boca. Sintió la frescura de hielo mientras mantenía los ojos cerrados. Todo su cuerpo sé erizo, sentía una agradable excitación, y pudo advertir como poco a poco, tanto el muchacho como el hielo, hacían que su vagina se humedeciera.

Camino hacia en cuarto con el recipiente entre las manos, se sentó en una pequeña silla con posabrazos que estaba al lado de la cama justo en la entrada del cuarto. Pensó en algo un momento, su respiración se estaba acelerando, al igual que las imágenes en su mente. Se dio valor y levantó su pierna izquierda para dejarla caer suavemente sobre posabrazos del mismo lado de la silla. Se termino de levantar la falda. No tenia pudor y tampoco lo necesitaba. Estaba segura de si misma, o por lo menos la excitación le hacia entender eso. Tomo un nuevo hielo y continuo refrescándose el cuello. La frescura le llegó prontamente a la punta de sus senos pues sus pezones estaban erguidos. Anastasia estaba divinamente erótica.

No llevaba pantaletas y el sujetador lo había dejado en la cocina. Tomo otro hielo y con él se acaricio la parte interna del muslo derecho para pasar luego hacia el muslo izquierdo. No hacia ruido para no llamar la atención de Pedro. Anastasia dejó el envase a un lado de la cama, se levanto y toda húmeda se acercó a Pedro justo en el momento en que él bajaba la primera cortina.

El cuarto tomo una claridad mayor al faltar una cortina. Esta claridad elimino por completo cualquier vestigio de pudor que mantenía Anastasia en su mente y en su cuerpo. Ana le quitó la cortina de las manos a Pedro y la dejo caer al suelo. Sin mirar el rostro del muchacho, le quito también la camisa para así apreciar los bien definidos músculos y la suave piel del muchacho.

Anastasia, pensó en la gran diferencia que existía entre el cuerpo de Pedro y el de su esposo. Pedro no tenia vellos ni verrugas ni lunares con pelos como su marido. Ana vio que Pedro no tenia la barriga de borracho y sus músculos estaban bien definidos y adornados, bellamente, con diminutos vellos negros. Anastasia estaba entusiasmada con el bello varón que tenia al frente. Le retiro el pantalón y dejo al descubierto la gema de que tanto había hablado Maria Elena.

Ella, sin reparar en el inmenso pene del chico, lo acostó en la cama. Anastasia estaba decidida a dejar que sus impulsos sexuales la guiaran. Tenia la oportunidad y el derecho de tomar la iniciativa, de hacer sus sueños realidad y ese momento del día estaba destinado para ello.

No sabia realmente que iba hacer. Sobre sexo lo único que sabia era levantarse la falta para que su esposo la penetrara. Sintió temor de no saber que hacer. El ejemplar que tenia en cama era mucho pare ella, aunque sabía que Pedro haría todo lo que ella le pidiera,, pero no sabia que pedir realmente.

Ella se sentó en el borde de la cama y acaricio lentamente la espalda del muchacho. Tomo su tiempo en cada músculo, en cada centímetro de piel. Le gustaba la sensación de acariciar una hermosa y sana piel. Levanto su cara un poco y pudo apreciar que Pedro tenia los ojos cerrados y en su cara estaba asentada una tranquilidad sublime. Bajo ella sus manos y las deposito en las nalgas del él. Sintió, al igual que la espalda, una dureza extraordinaria sin signos de flacidez. Pensó " Castro es una mierda al lado de este chico".

Ana se dejo llevar, tal ves por los instintos, pensó ella. Así que acerco poco a poco su boca hacia el cuerpo desnudo de Pedro y con un gusto universal le mordió cada una de las nalgas. Luego como con una gran sonrisa se las lamió. Le pareció divino y juguetón ese atrevimiento.

Nuevamente levanto su cara para apreciar a Pedro y esta vez él estaba aun mas relajado. Anastasia notó como el chico levanto sus caderas, por unos instantes, para acomodar su pene contra el colchón.

Luego de esto, dejo a un lado sus nalgas y bajo hasta sus piernes fuertes y robustas. Estas piernas no tenían varices, ni vena brotadas ni la cacicatura de pelos que tenia su marido. Ana miro con placer, placer que ya le recorria el cuerpo entero, que las piernas del chico eran duras y los dedos de los pies eran bellos, no como las mostrosidades de pata de su marido.

Ella beso y acaricio las fuertes piernas del chico. Mas que acariciar, las agarraba para sentir su dureza. A los pocos segundos de esto, Pedro ya movía rítmicamente su cadera contra el colchón. Esto impactó a Anastasia. Estaba sorprendida que, de una forma básica y sin experiencia alguna, ella pudiera excitar a un joven como ese.

Estaba extasiada. Los niveles hormonales se le alteraron, se sentía una verdadera mujer, se sentía atractiva y Pedro con sus movimientos se los confirmaba. Sus pezones estaba tensos y con el roce de la blusa sentía una corriente de pasión. No se había percatado que su cadera y el vientre mantenían un ritmo capaz de ofrecer a su vagina una humedad estupenda.

Se sentó a un lado de Pedro y se dedicó a masajearlo en la espalda. Así podría ver como se masturbaba éste contra el colchón. Esto de verdad que la tenia excitada.

Tomo un hielo del envase y se lo coloco a Pedro en el cuello. Este respondió con un duro pero corto movimiento. Anastasia le dijo.

-Tranquilo esto es para que lo disfrutes.

Pedro se dejó acariciar con el hielo. Era una impresión agradable sentir como el frió del hielo, en la mano de la mujer, le recorría todo el cuerpo. Pedro sentía como, mas y mas, su pene se inflaba. Sentía el calor de su pene cada vez mas penetrante. Seguía aun moviéndose contra el suave colchón.

Anastasia, lo volteo y sin poner preparo alguno en el gran tamaño del pene de Pedro, tomo otro hielo y se lo coloco en la boca, para si deslizarlo en los abdominales del muchacho. Anastasia Tomo un tercer hielo y con un delicado beso, se le ocurrió pasárlo a la boca de Pedro, el chico hizo lo mismo y así el juego comenzaba. Ambas lenguas estaban frías, las saliva de ambos dejo de ser espesa para convertirse en un río fantástico de placer. Su vagina estaba tan húmeda que mojaba la falda.

La mano de Ana estaba sobre el pene de Pedro. Podía sentir el calor que emanaba de esa cosa, pero le era difícil calcular su tamaño. Anastasia se levanto de la cama sin quitarle la vista a los ojos de Pedro. Se quitó rápidamente la falda que estaba humeda de sus fluidos. Los ojos de pedro se apartaron de los suyos para detallarle sus firmes piernas y su vello abundante y negro.

Anastasia era hija de españoles y por ende poseía una piernas fuertes, con pocos signos de grasa o flacidez. Sus enormes nalgas siempre sobresalían de sus faldas y de los vestidos, cosa que en un principio volvió loco al Coronel Castro. La cintura de esta mujer era envidiada por muchas de las esposas de los coroneles.

En reuniones sociales en el Circulo Militar, sus amigas siempre le alababan su cintura el "el culo de negra" que ella tenia. Algunas mujeres llegaron a desechar su amistad a sabiendas de las ganas que le tenían sus maridos de cojerla.

Pedro estaba extasiado de lo grande y fuerte del cuerpo de Anastasia. La firmeza de sus pantorrillas lo agradable de sus muslos, la dureza de sus nalgas, lo bello de sus pies, lo claro y lacio de sus pelos y por supuesto lo blanco de su piel.

Anastasia se quitó la blusa. Esa blusa que tantas veces su esposo le había dicho que era horrenda. Se volvió a sentar al lado del muchacho, tomo el erguido pene de Pedro y lo metió en su boca. Con ambas manos lo apretaba y rítmicamente lo hacia entrar hasta lo mas cercano de su garganta. Anastasia estaba encantada de tener nuevamente un miembro en su boca. Como mujer estaba decepcionada de que Castro, su esposo, no le pidiera sexo oral que a ella, en los primeros años de su matrimonio, le encantaba hacer.

Sintió como su respiración se adecuo al esfuerzo que tenia que hacer para tener a Pedro en su boca. No había perdido sus cualidades ni disminuido su experiencia, solo estaban a la espera de esta ocasión.

Con habilidad Anastasia estaba ahora encantada saboreando el pene de Pedro con su boca. Jugueteaba con la punta de este con su lengua. Ana nuevamente volvió a reír.

Sonrió tanto que se tuvo que levantar de la cama para gritar de la exaltación.

-Por fin, por fin ¡estoy viva! Aun ¡estoy viva! Coño de la madre!!!!. - Grito a las cuatro paredes, a la cama y a la cortina que aun estaba en el suelo. Tomo el envase metálico y de una forma juguetona le echó encima el agua fría a Pedro. Este, sorprendido le sonrió.

Anastasia, cayo en cuenta del tamaño de la gema de Pedro. Era un monstruo como ninguno otro, Estaba perfectamente delineado y con hermosas venas hinchadas recorriendo todo su longitud. Unos pocos vellos poblaban la base de esa hermosura, pero ¿quien depararía en ellos ante semejante ejemplar.? Se dijo ella entusiasmada.

Se sentó nuevamente en la cama, con mucho tacto se coloco encima de Pedro y con la mano derecha haciendo un esfuerzo increíble, se introdujo aquello en su extremadamente húmeda vagina.

Pedro estaba totalmente excitado por la experiencia. Mucho mas que con las burra de los Pachecos y que con las Mujeres de la Casa Blanca, exceptuando claro esta a Eulasia. Pedro sentía que su pito estaba mas grande y rojo que de costumbre. Ese juego con el agua y las caricias de Ana, lo llevaron de la placidad a la excitación total, una mezcla muy peligrosa y efectiva.

Él apreció como penetraba a la señora, sentía su calor y su humedad. El roce era perfecto hasta el punto de producirle gratas sensaciones. Levantaba de ves en cuando su cabeza y miraba entre los finos seños de Ana como mas abajo, su pene entraba y salía húmedo de las entrañas de la mujer.

Anastasia apreciaba tener a Pedro en su vulva, pero esto le causaba un poco de dolor. Era lógico. Se dijo así misma. – Por dios mujer, demasiado estas haciendo, demasiado esta aguantado tu cosita, pero de que no sale no sale!!!.-

Pedro en el intermedio amoroso, tomó los pocos hielos que estaban aun en la cama para colocarlos, con mucho tacto, dentro de Anastasia.

Ana estaba acostada sobre su espalda con las piernas abiertas y un poco recogidas. Pedro sentado frente a ella y con las piernas abiertas, tomaba los hielos que estaban a los costados de Ana y se los introducía. Ella sentía un rico escalofrió en sus adentros, una mezcla de frió y excitación que nunca antes había sentido. Los hielos poco a poco sé iban convirtiendo en liquido dentro de su abertura.

Pedro tenia dos dedos de su mano dentro de Ana, luego fueron tres , que se movían con agilidad u firmeza. Recordó como le fascinaba esto a Eulasia. Poco a poco los hacia entrar y salir, miraba atentamente la cosa de Ana y como sus dedos se movían fácilmente dentro de ella.

Pedro tomó a Anastasia de las piernas y la acerco mas hacia él, la sentó en su regazo permitiendo que su pene estuviera listo para penetrarla. Con lentitud Pedro entro en Anastasia.

En su pene podía sentir tanto el calor y la humedad de la mujer, como el frío de los hielos. El muchacho sentía como un agua tibia salía lentamente de la vagina de Anastasia, tanto para humedecer su pene, sus muslos su ano y su entrepierna.

Los siguientes minutos fueron de un tanteo sexual excelente, tanto para Anastasia como para Pedro. El encuentro amoroso duró lo suficiente. Anastasia tuvo cuatro acalorados orgasmos y Pedro llegó en dos oportunidades también.

Anastasia se permitió probar en la piel de Pedro caricias que había olvidado. Se sentía liberada, realmente liberada y por un instante dio gracias a Maria Elena por la excelente idea de traer a Pedro al regimiento.

Amaneció en le golfo triste. El sonido de una trompeta, tocada por un soldado, rompió el dulce silencio del regimiento. Era día de practicas armadas y la emoción albergaba a todo el componente. En cada uno de sus cuarto, los cuatro coroneles se colocaban su intachable traje de campaña. Tres de las cuatros esposas estaban cocinando un desayuno especial, que sirviera de sostén al duro día de labores que sus esposos sostendrían hoy. La cuarta esposa aun dormida era Anastasia.

Castro al verla dormir placidamente y hasta con lo que él pensó que era una sonrisa en su boca, decidió dejarla tranquila, y salió con su fulgurante sonrisa al comedor del regimiento.

7 de la mañana. Tres de las mujeres ya estaban tomando un café en la soledad del comedor del regimiento. Todo el regimiento estaba en las practicas, a decepción de los 5 soldados que debían cuidar de las instalaciones. Hasta los cocineros sé habían alistado para ir a los entrenamientos, dejando en unos recipientes el café, galletas y almuerzo para las damas. La tranquilidad se podía escuchar y sentir.

-¿Y anastasia? - Pregunto Teresa a las dos mujeres que la acompañaban.

-Ni idea mi amor – respondió Maria Elena calculando si era muy temprano para un trago y acomodándose en el asiento para no sentir ese bendito ardor en su vagina.

  • Bueno – dijo Teresa – tal vez nuestra amiga esta aun en los brazos de morfeo, pues ahora si tendrá motivos para soñar, jajajaa.

  • ¿Que Motivos? Pregunto con ingenuidad Ana Maria.

  • PEDRO, PEDRO, PEDRO!- gritaron al unísono las dos mujeres. Soltando después una sincera carcajada. A la que acompaño después Ana Maria con una sencilla mueca para no delatar su incomprensión.

  • Pero bueno mujer ¿cómo te fue en tu primer día de liberada? – pregunto Teresa a Maria Elena.

Bueno déjame contarte. El muchacho se porta bien, tiene efectivamente un pipi enorme y duro. Lo único es que aun por mas pito enorme, sigue siendo un muchacho, sabes, un carajito-.

Maria Elena, llevo a su boca la tasa de café, mientras se levantaba de la mesa para así evitar que Teresa descubriera en ella la mentira que acababa de decir.

  • ¿Pero fue bueno? -Preguntó Teresa- eso es lo que me interesa saber, ¿fue un hombrecito? ¿Eulasia hizo bien su trabajo?.

Con algo de calma y pensando cada palabra, Maria Elena respondió

–Bueno, por supuesto es mucho mejor que estar con el marido de una. Es siempre mejor probar carne de ternera, que carne de toro viejo. EL pito de ese niño es enorme de verdad, las manos se te ven chiquitinas cuando lo agarras. Pero no sé, le falta algo que aun perdura en mi marido, es como ese don de mando, ese machismo que a una le gusta en el fondo.

Ana Maria no dijo mayor cosa. Sé mostraba abstraída haciendo girar el café dentro de su taza.

Teresa continuo diciendo – Si esta bien pero vale la pena el riesgo, ¿vale la pena hacer el amor con el muchacho?- Teresa algo incomoda esperaba la respuesta de Maria Elena.

  • Bueno en realidad...-

Cuando fue interrumpida por la sonrisa de Anastasia, al entrar al Comedor. Aun tenia la bata de dormir y encima de ella un chaquetón de su esposo.

-Buenos días – exagero al decir su saludo.

–¡ Bueno días, días días!... -sonrió la mujer.- Como amanecieron hoy mis inseparables amigas. Yo estoy magnifica, ayer hice el amor como dios manda, bueno si es que dios lo manda hacer de alguna forma.

Anastasia se quedó pensando en sus palabras y las comparó con las imágenes de Pedro en la cama y se dijo a si misma. – Caray yo creo que dios nunca mandaría a hacer el amor de esa manera.

-Lamento mucho el no compartir con ustedes en la tarde de ayer- continuo diciendo Anastasia con una enorme sonrisa en su boca- Pero es que quede tan fatigada y extenuada que me fue imposible levantarme de la casa. Además tenia mucho en que pensar y muchas cosas que recordar o tal vez desechar de mi mente.

  • ¿Cosas como que? – pregunto Teresa.

Anastasia tomo una taza de café, con paso sigiloso se dirigió a la punta de la mesa y se sentó, probo de la tasa, respiro y hablo con las tres mujeres por mas de 2 horas. Su primera frase fue "bueno me cogieron bien cogida..."

El baño de vapor del regimiento esta permitido a las mujeres 2 veces a la semana, así ellas podrían disfrutar del lugar a todas sus anchas. Teresa a eso de las dos de la tarde, estaba sentada en y disfrutado de la tranquilidad del regimiento. Tenia en mente las palabras que Anastasia había soltado en el comedor en la mañana.

Tenia los ojos cerrados tratando de recordar todo lo conversado con Anastasia, pero sin dejar de percibir la distensión que la producía el vapor. Todo su cuerpo estaba caliente, podía sentir como pequeñas gotas de sudor corrían por su nuca rumbo a la espalda.

Teresa es una mujer agradable a simple vista. Con buena figura, de carnes fuertes y una mirada cautivadora. Muchos hombres la comparan con la mirada de Ingrid Bergman pero endurecida por los años. Su cabello color oro es brillante, vivo, sano y ondulado. Su piel no da muestra de flacidez sino mas bien se ha robustecido y fortalecido con los años. Su piel es seca pero si dar muestras de los años. Teresa no oculta un mechón de canas que tiene en la sien derecha, es una herencia de su madre, sin embargo el color oro de su cabello le permite disimularlo.

Teresa es una mujer madura, de voluptuosas piernas brazos firmes. Los soldados de la tropa sueñan mas con ella que con el resto de las mujeres de los coroneles. Ella siempre camina con una elegancia perfecta y el glamour sale expedido por los poros de su piel envolviéndola como un perfume.

Sus senos son grades y firmes, gracias a que nunca ha amamantado, su vientre disimula los años y sus nalgas pequeñas casi no vibran al caminar. Ella sabe lo estupenda que esta, tanto que lo ha explotado al máximo con uno que otro amante que ha metido en su cama.

Teresa en las fiestas, solo se rodea de las esposas de los mas altos militares que acompañan al General en si travesía dictatorial. Se viste elegante y atrevidamente para bofetear tanto a mujeres como a los hombres con su sensualidad y belleza. Es una mujer segura de si misma con buen temple y de respuesta simples y directas. Ella es tan segura de si misma, que no le molesta estar casada con una marica. De verdad que Teresa es una mujer especial.

En el baño de vapor esta sentada Teresa. Una toalla envuelve cintura dejando libre los senos al calor del cuarto. Con sumo cuidado cada 10 min. coloca agua encima de las piedras caliente que están en la esquina derecha del cuarto, para mantener al máximo el calor del lugar. El azafran y la hierba buena acompañan el vapor con un olor divino. En su frente se deslizan con suavidad las gotas de sudor. Su cabello recogido, poco a poco, ha capturado la humedad de cuarto. Le luce un poco mojado. Sus pezones están erectos.

Se levanto de la banca central del cuarto de baño donde estaba, se dirigió a la puerta, no si antes tomar la bata de baño que había colgado al entrar. Salió al pasillo que comunica la sala de vapor con el salón de ejercicios internos. Miro el reloj de la pared que estaba al frente de ella y calculo el tiempo. Abrió un compartimiento donde tenia guardada una ropa y unos objetos, cerro al puerta de este y se volvió a internar a la sala de vapor.

Al finalizar los siguientes 5 minutos, tocaron la puerta de cuarto de vapor, a lo que Teresa contesto.

  • Adelante, Pedro, llegas a buen tiempo como todo un futuro militar de la republica.

Pedro al abrir la puerta, noto en su cuerpo la calidez del vapor, entro y se quedo al lado de la puerta, la cual se cerró rápidamente para evitar la fuga de la humedad y el calor.

  • Como esta usted – pregunto con algo de pena Pedro. Su cara estaba mirando el piso.

  • Bueno días Pedro. Acércate, vamos acércate y muéstrame lo que dejo tan loca a Anastasia. Teresa no estaba para rodeos, ella siempre era directa.

Pedro se acerca a la mujer que con la toalla alrededor de su pecho, dejaba claramente ver su vello púbico. Lo invito a sentarse.

  • Pero muchacho, no sea tonto muchacho, antes salga y quítese toda esa ropa y póngase esto al entrar – Le dijo esto Teresa a Pedro, entregándole una toalla blanca de mediano tamaño.

Pedro salió de la sala de vapor y en el pasillo se quito la ropa. La doblo de una forma ordenada y la coloco al lado de la puerta. Se coloco alrededor de su cintura la toalla y entro donde estaba la señora.

Teresa con cierta celeridad se había acostado ya en la banca central de la sala de vapor. Estaba acostada boca abajo y con las rodillas dobladas. La toalla la cubría desde los hombros hasta la mitad de sus firmes muslos. Su cabeza descansaba sobre dos toallas dobladas para tal propósito.

  • siéntese allí - le dijo a Pedro, señalándole con un gesto la banca ubicada a la izquierda.

  • ¿Sabes lo que es esto? – Le pregunto Teresa.

  • ¿Esto que? señora – respondió Pedro.

  • Este encuentro.

  • No lo sé. La señora Maria Elena me dijo que usted me esta esperando aquí.

Pedro sé sentó en una banca frente a Teresa, apoyo la espalda en la pared y poco a poco dejo abrir sus piernas. La toalla hacia gran esfuerzo para cubrir sus atributos.

  • Mire muchacho, valla a esa esquina y tráigame las cosas que están debajo de esa toualla.

Pedro regreso a la butaca ubicada al lado izquierdo, en su mano tenia tres cosas que nunca antes había visto.

-Dame eso – dijo Teresa reincorporándose de la banca central de madera y dejando aun lado la toalla que cubría su piel.

Pedro observó con detalle el cuerpo de Teresa. Le pareció bonito, tenia una excelente espalda y unos muslos grandes. Los senos, los vio, como dos enormes masas y sus brazos firmes pero sin dejar de ser delicados.

  • Venga para acá y siéntese aquí a mi lado. –Dijo Teresa con un cierto don de mando- Esto son unos juguetes míos, me los compre hace dos años en un viaje que hice a Francia con mi marido. Y sirven para las mujeres que no tienen marido. A esta punta le pones un poco de vaselina o saliva así!-

Teresa tomaba al falo de plástico duro, color crema, se lo muestro a Pedro, para luego llevárselo a la boca y poco a poco humedecerlo con los labios y la lengua. Se lo pasa por el cuello y lo baja hasta sus senos.

Pedro no entendía nada de aquello. Ignoraba para que la mujer tenia que chupar de esa cosa y pasárselo por las tetas. No entendía nada y para no complicar las cosas, solo se quedo en ver a la mujer calentándose ella misma.

  • Lo que sucede – comento Teresa con la respiración entrecortada- es que cuando una no tiene marido, se lo buscar o se lo inventar. A mi me resulta mejor y mas facil inventarlo, por eso, cuando mi cuerpo pide sexo, cuando mi cuerpo pide a un hombre, tomo este bello pito de plástico y pongo a volar mi imaginación. Me acuesto en mi cama o en un sillón de la sala, abro mis piernas así, mi querido muchacho, – Teresa se tumbaba de espaldas dejando abiertas las piernas abiertas ante la cara de Pedro – y luego lo froto contra mi clítoris. Es maravillosa la experiencia. Es la mejor experiencia, las autosatisfacción.

Pedro observaba como las piernas de Teresa y su cadera se contraían fuertemente cada vez que el objeto pasaba entre sus pelos. El objeto subía y bajaba gracias a los movimientos de la mano de Teresa. Una que otra vez, entraba la punta del bicho a su vagina.

El muchacho sentía una enorme erección, sin siquiera haber tocado a Teresa. Se quito la toalla y viendo a esa hermosa mujer masturbándose con ese objeto, comenzó a tocarse el mismo.

  • Dame ese otro... ese, ese – le señalaba con el dedo Teresa, un objeto pero mas pequeño y mas delgado, con muchas protuberancias redondas en su superficie.

Al entregárselo, Pedro vio como rápidamente se desapareció dentro de la boca de Teresa para luego introducírselo entre las nalgas. Pedro aun se preguntaba que hacia él ahí si la mujer no lo tocaba ni permitía que la cogiese. Pedro estaba extrañado pero excitado también.

Teresa por su parte, utilizaba ambas manos para introducirse con un ritmo apresurado los objetos, tanto en su vagina como en su ano. Dejo por unos segundos, el objeto mas pequeño metido en su ano para así con la mano derecha tocarse los senos con gran agilidad. La mujer estaba caliente, toda su piel estaba bañada de sudor. Su cadera sé movía con grandes espasmos y su cara era un repertorio de gestos y gemidos.

Pedro se levanto de la banca y con su pene en la mano, aun masturbándose, se puso a un lado de Teresa. Estando allí de pies junto a esa mujer de fuego, podría examinar por completo lo que hacia la señora.

Poco a poco Pedro fue incrementando el ritmo con que meneaba su pene. Dio unos pasos hacia la cabeza de Teresa y con rapidez coloco su pene entre los labios de ella. Teresa lo probo una y otra vez. No estaba sorprendida en lo absoluto del tamaño de Pedro, sino más bien esta fascinada de hacer un enorme esfuerzo por meterse a pedrito en la boca.

Teresa se levanto de la banca. Un sudor intenso le recorría cada centímetro de su piel. Su cabellera estaba totalmente empapada. Sus firmes senos reflejaban la luz de los dos bombillos del lugar. Al levantarse dejó ambos objetos en sus entrañas. Sé voltio para colocarse sobre sus rodillas y sus manos a la vez que le decía a Pedro... -

-Ponte atrás!, saca el que tengo en mi concha y deja el otro donde esta y penétrame muchacho, ¡penétrame!.

Pedro obedeció a Teresa, tomo el objeto de su vagina y lo saco rápidamente. Estaba envuelto en un delicado liquido que provenía de sus interior. Se lo acerco a la nariz y le óleo. El perfume de la mujer le fascino. Pudor detectar destellos entre amargo y ácido. Entre suave y penetrante. El olor lo volvió loco.

A Pedro, debido a sus experiencias desde la casa blanca hasta justo ese momento cuando estaba con Teresa, se le metió en la cabeza la idea que mientras mas penetrante y agradable fuera el olor que saliera de adentro, mas lo amaba y deseaba esa mujer.

Pedro recordó, aun oliendo el objeto que le extrajo a Teresa, a Virginia. Virginia era una de las chicas de la Casa Blanca. En dos oportunidades pudo estar con ella. Cálida, suave y con los senos un poco caídos pero grandes. Virginia le vino a la mente, las mujeres de la Casa Blanca la llamaban "EL Río".

Virginia, la primera Vez que estuvo Pedro se sorprendió, como era de esperarse, del tamaño del pene. Largos besos, agarrones y caricias toscas antecedieron al encuentro amoroso. Pedro quería lucirse frente, pero ella le dijo que le podía mostrar algo igual de sorprendente que el tamaña de su pene.

Virginia jocosamente le dijo a Pedro que si él era una "Buena Cama", mas allá del tamaño de su pipi, ella le mostraría el RIO.

Ambos se entregaron a la pasión en uno de los cuartitos reservados de la Casa Blanca. Las mujeres que estaban libre, se asomaban por la cortina para ver a Pedro dentro de Virginia. Luego salían y les comemntaban a las demas como se desarrollaba la tirada!!!.

Luego de unos 15 minutos Virginia empezó a gritar, cosa a la que Pedro ya se había acostumbrado.

Los gritos eran eso, gritos. Virginia no pronunciaba palabra alguna sino alaridos y chillidos. Las mujeres que estaban en la sala corrieron al cuarto para ver a Virginia, la cual con un esfuerzo tremendo se quito de encima a Pedro para sentarse en el borde de la cama con las piernas suficientemente separadas y a la vista de todas las presentes. La entrada al cuartito, estaba poblada de mujeres observando a la Virgina.

Pedro trato de retomarla, pero las mujeres espectadoras lo tomaron de los brazos y le dijeron – Espera espera, que la Virgina te va a mostrar el Rio –

Una de las mujeres que tenia a Pedro por el brazo, al ver su miembro erecto y venoso, se arrodillo y con no poco esfuerzo se lo introdujo en la boca. Acción que ligeramente llego a sentir Pedro pues toda su atención estaba en Virginia.

-Virginia sentada en el sillón, hecho hacia atrás su espalda y con rapidez su mano derecha se poso en su clítoris. Movía sus dedos desaforadamente apretando y estirando su vulva, mientras sus senos eran acariciados por la otra mano. Todos estaban emocionados, tenían mas de 4 meses que no veían a Virginia así y era un espectáculo.

Virginia levanto la cabeza y rápidamente dio una mirada a todas, grito para luego morderse los labios. Fué así como Pedro presencio el Rio.

Virginia tenia gracias a Pedro un verdadero y potente orgasmo. sus dedos eran infatigables jalando su clítoris hacia arriba y hacia abajo. Su jadeo contagió al resto de las mujeres que aun permanecían el al puerta. Sofía aun tenia a Pedro en su boca.

De su vulva salía un pequeño liquido, que lentamente empezó a gotear hacia el piso del cuartito débilmente iluminado. Luego a medida que la rapidez de los movimientos de los dedos de Virginia se acelero, enormes chorros de liquido salía de la vulva de Virginia.

Pedro pensó que se estaba orinando, pues había visto varias veces a las mujeres orinar paradas a petición de uno que otro morbos cliente. Pero cuando sintió el olor penetrante de Virginia, en el ambiente cayo en cuenta que era liquido de amor.

Virginia movió sus dedos mas rápido para hacer que su liquido llegara hasta donde estaban ubicados sus espectadores. Mas de uno recibió las dulces gotas de Virginia. La mujer que mantenía en su boca a Pedrito fue la que mas lluvia dorada recibió. Pedro quedo fascinado de Virginia.

Al terminar el "espectáculo" Pedro se aproximo uno de sus brazos a la cara, para oler la cantidad de gotas que tenia de virginia en el. Aspiro cada gota y luego las lamió. Se levanto del piso y se dirigió a donde estaba la Virginia. Se inclino delante de ella para probarla y chaparla hasta dejarla totalmente seca.

Pedro aparto el objeto de sus nariz, sintió como varias gotas de sudor rodaban por su frente debido al calor del baño de vapor. Volvió otra vez al lado de Tersa, poco a poco virginia y su río se fueron desvaneciendo en su mente.

-Anda muchacho anda entra, entra, penétrame ya!!!- gritaba Teresa mientras fuertemente sujetaba sus pezones con ambas manos y permanecía con la cabeza reposando en una toallas, aun en posición de perrito.

Pedro, al escuchar salir la ultima palabra de la boca de la mujer e inspirado por el recuerdo de Virginia, la penetro bruscamente. No tuvo contemplación con la mujer y dejo que su abdomen chocara con las nalgas de Teresa.

La mujer sintió una explosión en su ser, era la marea alta de pasión del Muchacho. Teresa sentía como cada parte de su vulva se estiraba para acoger a Pedro. Los consoladores que tenia ella era simples pajiilas al lado de él. Lo del muchacho era bestialmente placentero. En su ano aun están alojado el otro aparato pero sumamente apretado por el esfuerzo de aguantar las embestidas del chico.

Pedro tenia agarrada a Teresa por la cadera fuertemente. El sudor le bañaba el cuerpo y la pasión el alma. Estaba disfrutando el simple hecho de estar con Teresa. Estaba disfrutando el sexo, la penatracion los jadeos y la pasión con aquella mujer. Para no maltratarse las rodillas con la banca, coloco una toalla de el y prontamente volvió a penetrar a Teresa.

Ella estaba fascinada de su propia resistencia. Se vio que poco a poco era capaz de aguantar las embestidas del chico, ya estaba tomando control de su propio cuerpo. Tanto así que pudo liberas una de sus manos para masajearse lo senos. Luego la misma mano bajaba hasta si clítoris para tocarlo. De vez en cuando abría suficientemente sus entrededos para meter allí parte del pene de Pedro y apretárselo. Tenia que morderse los labios por instantes para evitar dejar salir sonidos que no fueran de placer. Teresa aparte de controlar sus entrañas para aguantar a Pedro, tenia que controlar sus nalgas y su ano, pues aun tenia insertado su otro juguete. Juguete con el cual Pedro tenia minutos jugando mientras la penetraba.

Lugo de unos minutos, el chico tomo el objeto del culo de Teresa y lo saco de un solo intento.

En ese instante sintió escucho el gemido de la mujer así que decidió insertarlo de nuevo, obteniendo como respuesta un nuevo gemido.

Recordando las palabras de la señora de la Casa Blanca, el muchacho tomo con su mano derecha el objeto para continuar introduciéndolo y retirándolo varia veces del ano de Teresa. Al sacarlo Teresa sentía una pequeña explosión de pasión.

El sentía la suavidad con que Teresa recibía tanto el objeto en su ano como su pito en su vagina. Podía ver como la cintura y la espalda de la Mujer se unían en un movimiento rítmico y controlado. Pedro esta fascinado de lo cómico que se veía teresa con dos cosas metidas. Notaba que la mujer soltaba constantemente pequeñas gotas de liquido por su vajina, las cuales recogía con el objeto para incrustarlo nuevamente en el orificio.

A Pedro se le prendió la malicia. Estiro la mano y volvió a coger el otro objeto de Teresa, sin perder en ningún momento el ritmo de la doble penetración. Saco el pequeño objeto del ano de su compañera para luego meter el grande.

Teresa no se sorprendió, pues había observado al muchacho agarrando el objeto. A si que antes de recibir la penetración, tomo una esquina de la toalla y la mordió así pudo aguantar a los dos grandes pitos adentro.

Teresa quedo agotada. Tanto su Ano como su vulva tenían serios desgarres y sangraban, pero a ella eso no le preocupaba pues el cansancio había tenia un efecto sedante en todo su cuerpo. Se acostó boca abajo, aun teniendo el objeto en su ano.

Teresa no pudo aguantar el intento que realizo Pedro para penetrarla en el ano, esa demasiado para su aun esbelto cuerpo.

Acostada llevo su mano derecha hacia su espalda para liberar a su ano del yugo del objeto. Pedro ya no estaba en el sauna, se había marchado mientras ella aun reposaba el cansancio.

Continuara...