Las consecuencias de la crisis

Una mujer se ve obligada a ceder al chantaje de un antiguo compañero a cambio de que de trabajo a su marido.

María y Pablo eran una joven pareja que llavaban pocos años casados. Ambos trabajaban y llevaban una vida más o menos cómoda, pero la crisis económica que azotaba el país terminó por afectarles, como a tantos otros. A él le despidieron de su trabajo y a ella poco después le rebajaron el sueldo. Al principio aguantaron con los ahorros que habían ido acumulando desde que se casaron, pero la situación se fue complicando al cabo de los meses porque a Pablo no le salía ningún empleo.

Un día llegó a casa y le dijo a su esposa "hoy he estado en una entrevista y ¿sabes quien me ha atendido? ¿Te acuerdas de Rodrigo, el que fue compañero tuyo en aquella empresa en la que trabajaste hace algunos años? María enseguida le puso cara pero el recuerdo que le vino a la cabeza no le agradó. Era un tipo que en el corto tiempo que coincidieron trabajando le tiró los tejos alguna vez y a ella no le agradaba nada, hasta el punto de que fue bastante borde con él para dejarle claro que no estaba interesada.

"Ah si, que casualidad...¿y que te ha dicho?" le contestó ella".

"Pues que dentro de unos días, cuando haya visto a todos los candidatos tomará una decisión pero que en principio le encajo en el puesto. Ojala me salga porque está muy bien pagado y así terminarían nuestros problemas. Por cierto, me ha dicho que te saludara de su parte, que guarda muy buen recuerdo de tí".

"Siii bueno, era simpático pero tampoco tuve mucha relación con él", contestó para salir del paso mientras empezaba a dudar de si realmente quería que a Pablo le saliera aquel empleo a pesar de la necesidad que tenían.

Pasaron unos cuantos días sin que se tuvieran noticias del tema hasta que una mañana sonó el teléfono en casa de María y Pablo. El había salido a un recado así que ella contestó y enseguida reconoció la voz que le hablaba al otro lado: "¿María?", "si", contestó. "Soy Rodrigo, tu antiguo compañero de trabajo". "Ah si, cuanto tiempo ¿cómo estás?", le replicó ella intentando disimular su nerviosismo. "Bien, la verdad es que no me puedo quejar de como me han ido las cosas últimamente. Supongo que tu marido te comentaría que tuvo una entrevista de trabajo conmigo ¿no?"

"Sí, estaba muy ilusionado con la posibilidad de trabajar ahí, ¿llamas para decirnos que le vas a contratar?

"Bueno, María -afirmó Rodrigo- la verdad es que es un puesto muy goloso y tengo a varios candidatos que podían encajar perfectamente en él pero la decisión es competencia mía y podría decantarme por Pablo siempre y cuando pusieras algo de tu parte".

"A qué te refieres?" contestó María con voz temblorosa empezando a temerse lo peor.

"Mira, no me voy a andar con rodeos. Tu me has gustado desde que te conocí pero siempre me trataste con altanería y desprecio. Ahora se me presenta esta oportunidad y quiero aprovecharla. Si estás dispuesta a tener una sesión de sexo especial conmigo el puesto es de tu marido".

"Tú estás loco, por nada del mundo tendría sexo contigo, eres un cerdo", afirmó con contundencia María.

"Sé que estáis pasando por un momento económico muy delicado. Tu marido me lo dijo. Yo no te estoy obligando a nada. Sólo te ofrezco un intercambio. Trabajo a cambio de sexo. Si quieres lo tomas y si no lo dejas. Pero sólo te doy tres días para que me des una respuesta. Si cambias de opinión llamamé. Tu verás".

María colgó el teléfono y se echó a llorar. Tener sexo con Rodrigo era lo último que deseaba pero el dinero se les estaba acabando y de no surgir alguna solución en poco tiempo no podrían pagar alguna de sus facturas. No hacía más que darle vueltas a eso que le había dicho de una sesión de sexo "especial". ¿A que se referiría?

Al día siguiente Pablo se enteró de que un familiar que vivía en otra ciudad había fallecido y le dijo a María que tenía que acompañar a su madre el fín de semana para estar presente en el entierro. "¿Te importa si no te acompañó?" le dijo María. "Prefiero quedarme y así aprovecho para adelantar trabajo en casa, que estoy muy agobiada".

"Como quieras" le contestó su marido. "Casi mejor porque no va a ser muy agradable y sólo estaremos fuera día y medio".

María entendió que era el momento idoneo para ceder a las pretensiones de Rodrigo. Lo había pensado mucho y no encontraba otra salida. Pablo no hacía más que decirle que no se preocupara, que encontrarían una solución, pero la realidad era que las cosas cada vez estaban peor y que apenas tenían dinero para acabar el mes.

Cogió el auricular y llamó a Rodrigo. Este no pudo disimular su alegría al oírle decir a María que aceptaba su propuesta, "pero antes quiero saber a que te referías con lo de sexo especial".

"Ah eso, bueno pues en concreto a que pases conmigo una sesión de sado. Tu serás mi esclava durante dos horas y no podrás negarte a nada de lo que te proponga".

A María se le cayó el mundo encima. No sabía ni que decir. Alguna vez había experimentado algún juego con su marido, como dejar que le atara las piernas, pero nunca había ido más allá y ahora se enfrentaba a esta situación. Pero ¡que iba a hacer! ya lo había estado pensando y no había otra solución.

"¿Y cómo sé que al final vas a cumplir tu palabra y le darás el trabajo a mi marido o que no me harás chantaje en el futuro?" le preguntó María.

"Tendrás que fiarte de mi palabra. Te lo repito, lo tomas o lo dejas", le contestó Rodrigo con contundencia. Tras decirle la dirección donde debía dirigirse y ordenarla que se vistiera con ropa sexy, colgó el teléfono.

La cita era al día siguiente en una calle céntrica de la ciudad. Era verano así que María abrió el armario y se puso a pensar como se vestiría. A sus 30 años, conservaba un cuerpo bien formado. No era muy alta, medía 1,60, pero tenía una preciosa cara, con unas dulces facciones que le hacían aparentar menos edad y una larga melena rubia. Sus pechos eran de tamaño mediano y tenía un precioso culo. Primero eligió la ropa interior y se puso un conjunto que le encantaba a Pablo, formado por unas pequeñas braguitas de esas que se unen en los costados por una fina tira y un sujetador de triángulos a juego. Tras mucho mirar decidió ponerse un minivestido que se compró durante unas vacaciones en Ibiza y que le llegaba por la mitad del muslo. Unas sandalias de tacón completaron la indumentaria. Se miró al espejo, cogió aire y pensó "sólo será un rato y nuestros problemas se habrán acabado".

Cogió un autobús y durante el trayecto notó como los pasajeros la miraban. La verdad es que estaba preciosa y muy sexy.

Llegó al destino indicado y en la calle ya estaba esperándola Rodrigo. "Muy guapa, veo que me has hecho caso. Empezamos bien", le dijo él a modo de saludo y acercó su cara para darla dos besos. Ella la retiró, contestándole "dejémonos de saludos hipócritas y vayamos al grano".

"Uhhh, esta es la María orgullosa que conocí. Te recomiendo que guardes tus humos porque hoy no te van a servir si quieres que todo vaya bien", le respondió Rodrigo.

Ambos entraron al portal y subieron en el ascensor mientras él no le quitaba ojo y practicamente la desnudaba con la mirada. Llegaron a la planta y Rodrigo abrió la puerta de un piso. Casi no había muebles dentro pero se dirigieron a una habitación que a su vez estaba cerrada con llave. Entraron y tras encender una tenue luz que iluminaba sólo la parte central, María no pudo reprimir una exclamación. Allí vió unas cadenas que colgaban del techo y diversos aparatos de tortura desperdigados por el suelo y las paredes.

Rodrigo le dijo: "Mira, aún te puedes ir pero si te quedas, ten claro que a partir de este momento soy yo el que da las órdenes y que harás todo lo que yo te diga. Estas son las condiciones y si te portas bien, el lunes tu marido tendrá trabajo ¿entendido?

María no dijo nada. Se limitó a asentir de forma leve con la cabeza resignada a su suerte y a que este trago pasara lo más rápido posible.

Rodrigo la situó en el centro de la habitación bajo la luz y se retiró hacia una esquina. Con voz firme le dijo "ahora desnúdate por completo pero dejate las sandalias"

María empezó lentamente a quitarse el vestido que llevaba y lo dejó en el suelo. Después se desabrochó el sujetador y se bajó las braguitas. Con la cara baja por la verguenza esperó la siguiente orden en silencio durante unos segundos que se le hicieron eternos. Entendió que Rodrigo estaba disfrutando de ese momento. La mujer que le había tratado con despreció un tiempo atrás ahora la tenía desnuda delante de él. Pero esto era sólo el comienzo...

Rodrigo salió de la oscuridad, alzó las manos de María y las ató de forma tirante a las cadenas que colgaban del techo. Después cogió una larga barra que tenía unas argolas en los extremos. Le ató los tobillos a cada una de esas argollas dejando las piernas bien separadas. Con su víctima completamente inmovilizada, Rodrigo comenzó a cobrarse su venganza. Lo primero que hizo fue sujetarle la cara con sus dos manos y darle un fuerte beso en la boca. Después bajó a los pechos y empezó a mordisquearlos y a lamerle los pezones con un deseo exacerbado. María aguantaba la situación con los ojos cerrados y sin decir nada. Pensaba en su marido y en cuanto le quería.

De repente un fuerte dolor le devolvió a la realidad y le hizo abrir los ojos de golpe. Rodrigo le había colocado unas pinzas unidas por una cadena en sus pezones. "Nooooo, por favor me duelen muchooooo".

"Callaté" le dijo Rodrigo. "Ya te he dicho que no podías negarte a nada". A continuación se puso de rodillas entre sus piernas y separando sus labios vaginales con los dedos empezó a lamerle el clítoris. María comenzó a sentir una sensación inesperada. A pesar de la rabia que sentía por verse en esa situación, su cuerpo estaba empezando a reaccionar a las caricias, los besos y los lametones que le estaban dando en una zona tan sensible. Mucho más cuando Rodrigo introdujo uno de sus dedos en la vagina y empezó a juguetear dentro de ella. El notó que ella estaba empezando a ponerse cachonda y le dijo:

"Ya no te muestras tan altiva ¿eh zorra? ¿Ves como yo te podía hacer disfrutar? Pero aún no quiero que te corras. Antes tienes que sufrir un poco más".

Dicho esto se puso detrás de ella y tras coger una pala parecida a las del tenis de mesa empezó a azotarla en el culo con fuerza. María perdió la cuenta de cuantos golpes le dio. Notaba como su culo ardía y tras aguantar un buen rato le suplicó que parara.

Rodrigo le hizo caso y tras unos segundos de descanso le decolgó de las manos. María pensó que la tortura ya se había acabado pero nada más lejos de la realidad. El la dejó en el suelo pero la colocó una cadena en una argolla ubicada en el centro de la barra a la que tenía atada los pies. Tras quitarle las sandalias le ató fuerte los brazos a la espalda. María se preguntó que vendría ahora y pronto lo supo.

Rodrigo empezó a darle vueltas a una manivela instalada en una pared y para sorpresa de ella vio como sus pies se elevaban hacia el techo, de tal manera que poco después estaba boca abajo y colgada del aire. En ese instante oyó un pequeño zumbido pero desde su posición no acertaba a ver de donde provenía. Rodrigo le facilitó el trabajo. "Mira, esto es un vibrador. No me digas que nunca lo has utilizado. ¿No? pues agradéceme que lo vayas a descubrir ahora". Y con ese aparato le empezó a masajear su zona íntima. María volvió a notar como el deseo crecía dentro de ella. Le avergonzaba notar como se estaba poniendo cachonda pero la realidad es que el vibrador estaba haciendo su efecto.

"¿Te gusta, verdad puta? ¿quieres que siga o paro? Me parece que voy a apagarlo porque no te mereces disfrutar de esto".

"Nooo, no lo apagues por favor", respondió María, quien ya se había abandonado al momento hasta el punto de que poco después sus jadeos llenaron la habitación al venirle un gran orgasmo.

Rodrigo disfrutaba de su victoria. Todas las fantasías que había tenido con María desde que la conoció las estaba haciendo realidad. Pero su ansia de gozo aún no había acabado.

Descolgó a María y la ayudó a ponerse en pie pero a continuación la tumbó boca arriba sobre una mesa con las piernas abiertas y dobladas sobre las rodillas. Le ató las pantorrillas a los muslos de forma que no pudiera separarlas y le sujetó los brazos por las muñecas con unas esposas a la parte de atrás de la superficie. A continuación acercó otra mesa sobre la que había algo tapado por una sábana. Cuando Rodrigo la retiró, María pudo ver con estupor una especia de máquina que en uno de sus extremos tenía una fina barra que acababa en un gran pene de plástico. Rodrigo lo colocó entre las piernas de María y accionó la máquina. El funcionamiento consistía en hacer mover el pene con un ritmo continuo. Rodrigo lo introdujo en la vagina de María y le dio a un botón para que fuera más rápido.

María no se podía creer que estuviera viviendo esa situación. Todo aquello había superado cualquiera de sus peores temores, que todavía se hicieron mayores cuando en un extremo de la sala acertó a ver entre la penumbra algo que hasta ese momento no había apreciado. Una leve luz roja, ¡¡¡procedente de una cámara de video!!! Rodrigo estaba grabando toda la sesión. Iba a protestar cuando de repente se encontró con que Rodrigo le cerraba la nariz impidiéndola coger aire, por lo que se vio obligada a abrir la boca lo que aprovechó su captor para introducirle su pene.

"No se te ocurra hacer nada extraño guapa. Si no quieres sufir más, ya puedes hacerme una mamada en condiciones", le dijo.

Atada de pies y manos, con una polla mecánica en el coño y una de verdad en su boca, María estaba obligada a ceder a los deseos de Rodrigo aunque odiaba las mamadas y de hecho a su marido casi nunca se lo hacía a pesar de sus peticiones. Pero el trabajo que hacía el artefacto mecánico dentro de ella la estaba poniendo nuevamente a tono, hasta el punto de que su succión sobre el miembro de Rodrigo empezó a ganar ritmo. Poco después, María noto como le venía otro orgasmo casi al mismo tiempo que Rodrigo descargó sobre su cara toda su leche.

Pasados unos minutos, Rodrigo soltó a María y le entregó su ropa. Ella le pidió que por favor le diera la cinta de video pero él se negó. "Considéralo mi salvaguarda para evitar que hagas alguna tontería, como contarle nuestra "aventura" a alguien. Si no quieres que se la haga llegar a toda tu familia y amistades es mejor que te quedes calladita".

María volvió a su casa exhausta y con una mezcla de sentimientos: rabia y verguenza por haber tenido que ceder a los bajos instintos de Rodrigo pero al mismo sorprendida por el placer que había sentido.

A los dos días, Pablo entró en casa radiante de felicidad y le dijo a María "no sabes lo que me ha pasado. Resulta que hace un rato me han llamado de una empresa a la que fui hace tiempo para una entrevista y que en un primer momento no me cogieron, pero se les ha ido la persona que eligieron entonces y como yo era su segunda opción me han ofrecido el puesto. Y poco después me ha llamado tu antiguo compañero, Rodrigo, para decirme que me había elegido y que el puesto en la empresa era mío pero como pagaba menos le he dicho que muchas gracias pero que ya me había salido otra cosa. Es increible ¿no? Después de tanto tiempo esperando y en el mismo día me salen dos cosas. ¿Estás contenta mi amor?...