Las colinas de Komor XXXIII
Cuando se sentó sobre la silla un relámpago de dolor le recordó la noche de sexo brutal con un poco de nostalgia. No sabía cómo sería la vida de una concubina, pero no se imaginaba follando salvajemente con Manlock todas las noches hasta el punto de que le resultase difícil sentarse.
XXXIII
A pesar de que le hubiese gustado pasar la noche con Monique y ella intentó por todos los medios que le acompañase, tenía que ocuparse de la primera guardia así que le dio a la doctora un largo beso y se dirigió a su campamento.
—Ya creí que pasarías la noche con ese chochito francés. —dijo Oliva a modo de saludo.
—No me toques los cojones, Oliva, sabes que fui a ver al anciano para ver si podía tener información útil.
—Y por eso te llevaste a la doctora.
—Es la única que sabe pastún. La necesitaba como intérprete. ¿Se puede saber qué te pasa? —preguntó Ray irritado con aquella situación que parecía no terminar nunca.
—¡Pasa que yo creí que teníamos algo especial y esa furcia lo ha jodido todo! —estalló Oliva por fin.
—Pues a mí me parecía que estabas empeñada en demostrarme todo lo contrario. Que yo sepa follarse a un compañero no es la mejor forma de demostrarle a un hombre que estas interesada por él.
—Bueno , es que ... Es complicado.
—Las mujeres sois complicadas, dime algo que no sepa, ¿Por qué ese empeño en ocultar cualquier sentimiento que no sea el odio furioso a todo lo que te rodea? —le preguntó Ray decidido a que aquella vez Oliva se dejase de rodeos y fuese totalmente sincera.
—Es este lugar. Lo odio. Me enerva. Si yo estuviese al mando ya hubiese acabado con todo esto; un par de pepinos nucleares y todos los talibanes a criar malvas.
—No todos los afganos son talibanes. Y muchos de los que lo son no saben por qué o lo hacen por pura desesperación. —replicó el recordando al muchacho que había abatido Oliva sin misericordia.
—Eso es mentira...
—Si te hubieses molestado en intentar socializar un poco, verías que la mayoría son personas normales en circunstancias excepcionales... —trató de insistir él.
—¡Eso es mentira! —gritó Oliva con desesperación— Todos y cada uno de los jodidos habitantes de este país son responsables de lo que pasó en las Torres Gemelas. Cuando me vaya me aseguraré de que no quede uno vivo.
Un interruptor hizo clic en su cerebro y Ray entendió todo súbitamente. A pesar de que estaba casi seguro, tenía que preguntárselo, tenía que ser ella la que lo dijese.
—Perdiste a alguien en las Torres Gemelas, ¿Verdad? ¿Algún familiar? —aventuró.
Oliva le miró y un reguero de lágrimas de rabia corrió por sus mejillas. Apretó los labios como si estuviese dispuesta a morir antes de hablar de ello, pero Ray no estaba dispuesto a dejarlo pasar y la abrazó fraternalmente. Ella se agarró a él con desesperación y sollozó convulsivamente unos minutos antes de controlarse lo suficiente para poder hablar.
—Mi padre y mi hermano mayor eran bomberos en Nueva York. —dijo ella sin soltarse— Yo apenas tenía trece años, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Mi padre estaba aquel día de descanso y me había llevado a clase. Habíamos discutido porque no le gustaba como me iba en el colegio y porque estaba empezando a salir con chicos mayores que yo.
—El caso es que yo estaba en clase enfadada con él, sin saber que en ese momento se estrellaba el primer avión en una de las torres. Evidentemente, a pesar de que no tenían turno, mi padre y mi hermano se dirigieron a sus puestos antes de que la ciudad los reclamase y entraron en la torre norte cinco minutos antes de que colapsara...
—¡Dios, lo siento mucho! —dijo Ray estrechándola aun más entre sus brazos— No puedo imaginarme el dolor que debiste sentir.
—En cuanto se enteraron de lo sucedido los profesores nos reunieron en el salón de actos y nos dijeron lo que pasaba. —dijo ella con voz mecánica— Yo, en mi inocencia estaba tranquila pensando que mi padre y mi hermano estarían en casa tranquilos sin saber que en esos momentos estaban atrapados bajo miles de toneladas de escombros, probablemente muertos.
—Poco a poco los padres fueron llegando para recoger a sus hijos y yo estaba cada vez más nerviosa al ver que mi padre no llegaba y cuando la que apareció finalmente fue mi madre, pálida y con la cara desencajada, no hizo falta que me dijese nada. Algo se me rompió por dentro. En aquel mismo momento me juré a mí misma que los vengaría y que no descansaría hasta ver a todos esos cabrones muertos.
—Te entiendo, ¿Pero en serio crees que eso es lo que querrían tu padre y tu hermano? Que te convirtieras en una asesina de niños para vengarles.
—¡No era un niño, joder! Llevaba un AK. —dijo poniéndose rígida.
—Sabes tan bien como yo que un niño de su edad no sabe qué es lo que hace con un arma, solo hace lo que le ordenan. —replicó Ray intentando hacerla razonar— Lo que tu padre querría es que tuvieses una vida buena y feliz con un marido e incluso hijos. Sin embargo cada vez que alguien se te acerca tú te las arreglas para alejarlo de ti y mejor si puedes echarle la culpa de lo ocurrido. —continuó Ray sin acritud.
—Yo... es tan complicado... Estamos en una guerra y tu puedes morir igual que ellos, no quiero, no quería volver a perder a nadie.
—Ya sé que es una perogrullada y que lo habrás oído mil veces, pero haber tenido y haber perdido es mejor que no haber tenido nunca. ¿O no me digas que no hubieses deseado conocer a tu padre?
—¡Oh Dios! —dijo ella relajándose en sus brazos— ¿Y qué hago con este dolor?
—Cualquier cosa menos tragártelo. En el cuerpo hay psicólogos que nos ayudan a pasar estos problemas. Habla con ellos o si no quieres que el ejército lo sepa habla con uno privado. Están obligados a mantener el secreto profesional.
Oliva no respondió, simplemente se limitó a abrazarle, reflexionando. Cuando al fin se separó le miró. Sus hermosos ojos ya no estaban furiosos, solo reflejaban una tremenda tristeza.
—Ahora ya no podemos volver atrás. —dijo ella al borde de las lágrimas de nuevo— ¿Verdad?
—Me temo que no. Han pasado demasiadas cosas entre nosotros, pero si necesitas a un amigo con quien hablar, mi hombro siempre estará disponible.
—Gracias, —dijo ella besando su mejilla— Monique es una chica con suerte.
—Y una cabezota que me va a dar mil dolores de cabeza. Tengo malas noticias. Creo que los talibanes se dirigen hacia aquí por cavernas subterráneas para evitar nuestra vigilancia. Mañana mismo voy a pedir la evacuación del puesto de MSF y me juego lo que quieras a que esa testaruda me va a dar problemas.
—Es lo malo que tenemos las mujeres, que cuando nos implicamos en una misión lo hacemos con toda el alma. Aunque la odie, en el fondo la admiro. —dijo ella con toda sinceridad.
Ray miró a Oliva sintiendo como se le partía el alma. Al darse cuenta ella sonrió y le hizo un corte de mangas.
—¿Estás bien? Ahora te necesito centrada más que nunca.
—Tranquilo si hace falta nos llevaremos a esa niñata a rastras de aquí. —respondió ella mientras se tumbaba en su catre— Ahora por qué no me lees un rato, aunque sea solo por los viejos tiempos
Capítulo 45. Al filo del abismo
Enarek
Tal como había imaginado se alejó de la ciudad sin ningún problema. Amul quedaba a apenas seis o siete horas de viaje a pie así que una vez dejó lo suficientemente atrás la forja de Aselas, —no se fiaba del poder de aquel viejo mago— se sentó en el suelo, escondida en los arbustos. No quería llegar a Amul antes de que se hiciese de noche.
Sacó un par de nueces kota y las comió mientras trataba de no pensar demasiado en el riesgo que corría. Aquello no sería tumbarse a esperar a que aquellos patanes abriesen la boca. Tenía que apresurase y obtener toda la información que pudiese en una noche antes de desaparecer a la mañana siguiente.
Había conseguido toda la información que había podido de Albert y sus hombres y el capitán había sido automáticamente descartado. Era probablemente el mejor soldado de Komor y un superviviente nato, tendría que tener mucho cuidado con él.
Gazsi, el joven hijo de Orkast, parecía tener esa mezcla de orgullo y bisoñez necesarios para que con unos pocos halagos pudiese sacar la información que necesitaba. Solo tenía que pensar en una excusa creíble para aparecer en Amul después del atardecer.
Miró hacia el camino embarrado y se le ocurrió una idea. Calculando la hora por la altura del sol pensó que tendría el tiempo justo.
Sabía que la hacienda del capitán estaba al oeste del camino, así que camino hasta que estuvo a unas pocas millas y se desvió a la izquierda del camino, dirigiéndose campo a través hacia la hacienda, procurando evitar los grandes charcos y pequeñas lagunas típicas de aquella época del año en la zona.
Tal como esperaba llegó a las inmediaciones de la casa poco después de que anocheciera. Echó un rápido vistazo a su alrededor, se revolvió el pelo y se manchó la cara con unos ligeros toques de barro y salió al camino de acceso a la casa.
Estaba tan concentrada en su destino que la primera señal que tuvo del ónyx fue cuando se plantó ante ella con las orejas gachas y enseñando aquellos enormes dientes.
Por primera vez en mucho tiempo hizo un gesto totalmente sincero. Protegiéndose la cara con las manos, gritó con todas sus fuerzas.
En ese momento se oyó el ruido de una puerta que se abría seguido de una orden imperiosa.
—Cuchilla, alto.
Aun aterrada apartó los brazos y alucinada vio como el enorme gato se sentaba y se acicalaba tranquilamente, eso sí, sin quitarle aquellos ojos amarillos de encima.
—Perdónale. En realidad solo quería jugar, aun es un macho joven. Jamás mataría a un humano sin que yo se lo ordenase. —dijo el hombre que había salido de la casa.
—Soy Albert de Amul, —se presentó—y él es Gazsi. —dijo Albert a medida que salía otra figura por la puerta— Estábamos cenando, si quieres acompañarnos, será un honor.
—Querrá jugar, pero a mí me ha dado un susto de muerte. —dijo Enarek — Hola, me llamo Airin. Iba camino de la hacienda de Horsar. —dijo recordando el nombre de un cliente que vivía rio Brock arriba a unas pocas horas de Amul— Ya sé, no hace falta que me digáis que no es buena época para viajar con el camino encharcado, pero creí que saliéndome de él y caminando paralelamente evitaría atascarme en el lodo. Al principio pareció funcionar pero empezaron a aparecer pequeñas charcas que tenía que rodear, cada vez más frecuentes, hasta que al evitar media docena que estaban casi enlazadas perdí la referencia del camino y me perdí. Afortunadamente encontré este camino y lo seguí. ¿Estoy muy lejos de la casa de Horsar?
—Me temo que no llegarás hoy, será mejor que pases la noche con nosotros y reemprendas el camino mañana. —dijo Albert— Nerva te preparará una habitación. Mientras tanto únete a nosotros en la mesa.
Deshaciéndose en agradecimientos, Enarek se adelantó y entró en la casa. En ese momento se quitó la capucha. Tal como esperaba Albert no pareció excesivamente impresionado, pero Gazsi abrió mucho los ojos sorprendido por lo que veía.
Sonriéndole dejó que le quitase la capa y se sentó a la mesa.
Gazsi
Aquella mujer lo dejó impresionado con su belleza desde el momento en que retiró su capucha y la hermosa melena rubia cayó como una cascada sobre sus hombros. Aun vestida con un sencillo traje de viaje y una pequeño collar de perlas al cuello, estaba impresionante.
Intentando que no se lo notase demasiado le dio un repaso a aquel cuerpo rotundo de pechos firmes y culo respingón mientras le ayudaba a deshacerse de la capa.
Una vez se le hubo pasado el susto de encontrarse con Cuchilla, la mujer se mostró alegre y habladora. Les contó que era amiga de una de las hijas de Horsar y que iba a ayudarles en la granja, ya que muchos de los hombres que normalmente se ocupaban de esas tareas, ahora estaban en el ejército.
En esos días la guerra parecía ser el único tema de conversación, pero la mujer pronto cambió de tema y habló con Nerva, preguntándole por la receta del guiso y por las tareas del campo ya que, según ella era la primera vez que salía de la ciudad.
Gazsi sonrió y no pudo evitar imaginar aquellas manos finas primorosamente arregladas con las uñas perfectas escarbando en el suelo en busca de nabos. El calor de la cocina arreboló sus mejillas haciéndola más atractiva a sus ojos y ella pareció darse cuenta de la atención que estaba despertando en él y echándole la culpa al calor se desabotonó dos o tres corchetes del traje de viaje permitiendo a Gazsi observar un generoso escote.
La cena terminó pronto y Albert se excusó y se retiró rápidamente a sus habitaciones. Airin sin embargo dijo que aun estaba nerviosa por el encontronazo con Cuchilla y le preguntó si podían dar un paseo.
La noche era fresca y fragante y las estrellas brillaban en el cielo iluminando tenuemente el camino. Gazsi la llevó rodeando la casa en dirección a la Laguna Esmeralda. Airin caminaba a su lado pegada a él, al parecer un poco intimidada por el ónyx. El perfume que exhalaba entraba directo en sus fosas nasales aumentando su deseo.
La Fiesta de la Primavera quedaba lejos y hacía casi dos meses que no había estado con una mujer. El deseo de arrancarle la ropa allí mismo y follarla hasta dejarla seca era tan fuerte que se dedicó a lanzar piedras a la laguna para no tener que pensar.
—Es un paisaje precioso. —dijo Airin mirando los retazos de bruma flotar sobre la superficie estática de la laguna, arrastrados suavemente por una brisa del sur.
—La verdad es que es mágico. —dijo él volviéndose— Hasta ahora nunca había vivido fuera de las puertas de la ciudad y reconozco que podría acostumbrarme a esto.
—Ah, ¿Pero no vives aquí?
—No, solo estoy aquí por razones militares. —respondió él intentando disimular su orgullo— Albert es el capitán de un regimiento acantonado cerca de aquí y yo soy el segundo al mando.
—¿Eres soldado? —preguntó ella sorprendida.
—Sí, ¿Acaso no se nota?
—No sé, la verdad es que los que conozco suelen ir siempre de uniforme, sueltan tacos, se emborrachan y se dedican a perseguir a las mujeres.
—No todos somos así. —Gazsi no pudo evitar reír— A mi no me gustan los tacos, no suelo emborracharme a menudo y solo persigo a las mujeres cuando se dejan.
En ese momento desvió la mirada de la laguna y centró su atención en Airin que sonrió y entreabrió la boca.
Gazsi se lo tomó como una invitación y enlazándola por la cintura le dio un beso. La mujer pareció sorprenderse y le puso las manos sobre el pecho en posición defensiva, pero al palpar sus pectorales optó por acariciarlos en vez de rechazarle.
Desplazando las manos hacia arriba las hundió en su suave melena y cogiendo a Airin por la nuca alargó el beso hasta que se vio obligado a separase para coger aliento.
En ese momento la imagen de Nahir se le apareció ante él desnuda y con aquella sonrisa inocente. Amaba a la joven, y deseaba que ella fuera la que estuviese allí.
Airin pareció percibir su duda y le besó en la oreja antes de susurrarle.
—¿Tienes otra mujer en la ciudad? —preguntó ella.
—Sí —respondió el deseando apartar las manos del cuerpo de la mujer, pero incapaz de hacer que sus músculos respondiesen a aquella sencilla orden.
—Esto es la guerra. —le susurró ella— Mañana podrías estar muerto. Tu chica lo entendería.
Un nuevo beso y una nueva caricia acabaron por convencerlo. A pesar de sus remordimientos estaba tan excitado que ya no podía parar, cogiendo a Airin en brazos la llevó a su habitación.
Cerrando la puerta de una patada, la acorraló contra la puerta y le dio un largo beso. Sus lenguas pelearon con intensidad mientras se arrancaban la ropa el uno al otro.
Totalmente desnuda, salvo por un collar de perlas que rodeaba su cuello, Airin le dio un empujón y exhibió su cuerpo ante él. Sus pechos eran más grandes de lo que pensaba y deliciosamente redondos y tiesos y sus caderas anchas, junto con el collar de perlas rodando y acariciando su piel morena, le daban un aire excepcionalmente voluptuoso.
Al observarla no pudo evitar compararla con Nahir. Parecían los polos opuestos de un imán; la inocencia frente a la lujuria, la esbeltez frente a la voluptuosidad y él se sentía como un pedazo de hierro irremisiblemente atraído por cualquiera de ambos.
Airin pareció percibir sus dudas y decidió pasar al ataque. Ante sus ojos avariciosos la mujer se acarició los pechos y se pellizcó los pezones grandes y oscuros cerrando los ojos y soltando un gemido.
Gazsi se quedó helado viendo como las manos de Airin descendían y se enterraban entre sus piernas acariciando su sexo y penetrando en su vagina. Ella le sonrió un instante y se dio la vuelta. Sin dejar de acariciarse, se puso de puntillas y separó las piernas proporcionándole una espléndida vista de su sexo.
Girando la cabeza le lanzó un beso y sacándose los dedos del coño los usó para separarse los labios del la vulva. La visión del interior de su coño húmedo y rosado lo sacó de su inmovilidad y acercándose le estrujó los glúteos con fuerza.
Airin gimió y separó un poco más las piernas. Gazsi se aproximó aun más, dejando que su polla rozase el sexo de la mujer. Ella respondió retrasando sus caderas intentando que él la penetrase, pero a cada intento Gazsi se retiraba volviéndola frenética de deseo.
Ignorándola se dedicó a acariciar su espalda y sus muslos y agachándose continuó por sus pantorrillas y sus tobillos. Inmune a los insultos de la mujer se dedicó a hacer dibujitos con sus dedos y su lengua durante lo que le pareció una eternidad hasta que no pudo contenerse más y se lanzó sobre su coño como una bestia hambrienta.
Cogida por sorpresa Airin estuvo a punto de caer. Temblorosa recibió los besos y lametones de Gazsi en su sexo, acompañándolos con sonoros gemidos. La mujer finalmente reaccionó y comenzó a presionar su sexo contra la boca de Gazsi ansiosa mientras le tiraba del pelo loca de placer.
Ahora era él el que estaba ansioso. Irguiéndose, cogió a la mujer y de un empujón la lanzó contra la pared. Airin reaccionó rápidamente y tras amortiguar el golpe con las manos se giró y le miró mientras se mordía el dedo índice. Era la viva imagen de la lujuria.
Gazsi no perdió el tiempo observándola y acercándose levantó una de sus piernas hasta la altura de su cadera y la penetró. La mujer gimió y separó un poco las caderas de la pared para facilitarle la maniobra mientras le desafiaba con los ojos.
Caliente como un perro Gazsi comenzó a darle duro levantándola del suelo con cada empujón fuerte y seco. Airin gemía y frotaba la pierna contra su cadera contrayendo todos sus músculos. Con un movimiento rápido le cogió la pierna y se la puso sobre el hombro a la vez que seguía follándola sin tregua.
Deseoso de demostrarle su fuerza paso las manos por debajo de la otra pierna y la levantó en el aire. Airin sonriendo y agarrándose a él por el cuello comenzó a mover sus caderas con desesperación ayudada por los empujones de Gazsi.
Aquella mujer era una diosa. Incansable se agitaba en torno a su polla con aquel espléndido cuerpo brillante de sudor, retorciéndose y apretujando su miembro con los músculos de su vagina y volviéndolo loco de placer.
A punto de correrse se separó y lanzó a la mujer sobre la cama. Airin lo cubrió de insultos antes de darse la vuelta y ponerse a cuatro patas. Gazsi se acercó y se frotó contra aquel culo redondo y tembloroso y la penetró de nuevo.
Airin, sorprendiéndole, le empujó y le obligó a separarse. Cuando intentó volver a entrar en ella le agarró la polla y tras masturbarla unos instantes la dirigió hacia su culo. Él no se hizo de rogar y atravesó poco a poco aquel estrecho esfínter mientras la mujer ahogaba sus gritos mordiendo su collar de perlas y enterrando la cara en la almohada con fuerza.
Una vez pasados los primeros momentos de incomodidad aceleró sus acometidas. La mujer reaccionó separando un poco más las piernas y masturbandose hasta que sus quejidos se convierten en gemidos de placer.
Enloquecido, agarró aquella preciosa melena rubia y tiró de ella obligando a la mujer a erguirse y así poder acariciar sus pechos sin dejar de sodomizarla.
Airin gimió y le dio un beso largo y sucio mientras dejaba que le metiese los dedos en el coño. Llevado por un oscuro instinto, soltó la melena y sujetó a su amante por el collar de perlas sin dejar de sodomizarla ni masturbarla. Las perlas se clavaron en su cuello dificultando la respiración de la mujer e intensificando su placer.
Asaltada por ambos lados la mujer comenzó a soltar gemidos ahogados y a estremecerse con fuerza hasta que un monumental orgasmo la paralizó. El collar se rompió y Airin cayó sobre la cama desmadejada, rodeada de una lluvia de perlas. Gazsi, aun hambriento, se tumbó sobre ella dándole una larga serie de brutales empujones antes de separarse y eyacular sobre su culo y su espalda.
Jadeante se tumbó boca arriba al lado de la mujer que aun se estremecía ligeramente. Tras unos segundos Airin se inclinó sobre él y le acarició el pecho con la punta de las uñas.
—Ha sido el mejor polvo de mi vida. —dijo ella halagadora— Eres el hombre más fuerte que he tenido entre mis piernas. Dioses si eres tan bueno peleando como follando, esos hijos de puta no tienten ninguna oportunidad.
—Supongo que me limitaré a hacer lo que me ordenen lo mejor posible. El que va a detener a los samarios es Albert.
—¿Con solo un destacamento? ¿Cuántos sois? ¿Mil? ¿Mil quinientos? —preguntó ella.
—Doscientos ochenta.
Ella se incorporó estupefacta.
—No me malinterpretes, no los vamos a derrotar en una batalla, simplemente los retrasaremos en el Paso de Brock unos días, no mucho, para que no desistan y luego nos retiraremos al Bosque Azul.
—Unos pocos días de retraso no pueden influir tanto en la guerra. —apuntó ella.
—Es cierto, pero si van justos de víveres y nos dejamos sobrepasar para atacar luego sus columnas de abastecimiento se verán obligados a recurrir a sus reservas para defenderlos y llegarán cansados y desmoralizados a Komor.
—Eso es una tontería, este valle es el más fértil del continente, podrán alimentarse a medida que avanzan.
—Eso es lo que ellos piensan, pero por eso se ha adelantado la cosecha. No les dejaremos nada, ni siquiera forraje para las monturas. Cuando se den cuenta estarán a medio camino y no podrán echarse atrás.
Enarek
Las palabras del joven cayeron como un mazazo. Ahora lo entendía todo perfectamente, incluso algo más que la joven se le escapaba. Si Manlock recurría a sus reservas incluso la propia Samar estaba en peligro.
Ahora entendía las palabras del general Aloouf cuando decía que aquella probablemente sería la última batalla entre las dos ciudades y cada vez estaba más convencida de que Samar tenía todas las de perder.
Conteniendo un escalofrío de terror y la casi irresistible necesidad de salir corriendo, sonrió, acarició el vientre del soldado y sopesó sus huevos con la punta de sus dedos, haciéndole olvidar la conversación mientras su mente era un remolino.
¿Qué debía hacer? Ahora ya no estaba convencida ni mucho menos de la victoria de Samar. De haberlo sabido antes no hubiese abandonado el prostíbulo y se hubiese quedado a regentarlo. No amaba tanto a su ciudad como para sucumbir con ella.
Sin embargo ahora volver a Komor estaba descartado y casi no le quedaba dinero para ir muy lejos y proporcionarse una vida desahogada. Ya era demasiado tarde para rectificar, había quemado sus naves. Sería difícil, pero si llegaba a tiempo y advertía a Manlock aun tenía la oportunidad de cumplir sus sueños.
Tal como esperaba, el miembro de Gazsi comenzó a crecer de nuevo. Con una sonrisa se inclinó y se metió aquella polla dura y palpitante en la boca. Ahora lo importante era ir por partes y su primer objetivo era reventar a aquel chico a polvos de forma que durmiese varias horas mientras desparecía amparada por la oscuridad de la madrugada.
Capítulo 46. La caza
Neelam
El viaje, de unas pocas horas había resultado agotador. Consciente de que los caminos aun estaban algo embarrados había descartado el carro y decidió ir hasta la herrería montando al viejo Temblor a pesar de que su embarazo ya estaba bastante avanzado.
Albert había insistido en que por lo menos llevase una montura mejor, pero confiaba y conocía a aquel jamelgo, con él se sentía más segura aunque no fuese tan rápido como uno de aquellos impresionantes caballos de batalla que ocupaban el viejo establo.
Sin apresurase, procurando que el paso del animal fuera lo más suave posible y evitando los grandes charcos enlodados tardó casi el doble de lo que lo hubiese hecho en circunstancias normales, pero finalmente el pequeño desvío y las chispas emergiendo del tejado de la forja se le aparecieron. Sin poder evitarlo sonrió y emitió un suspiro de alivio. No le gustaba nada alejarse de Albert, pero sabía que él necesitaba saber que estaba a salvo y que tendría a mano toda la ayuda posible si algo iba mal con el niño.
Aselas salió inmediatamente con una sonrisa pintada en la cara y el guardapolvos tan impoluto como siempre. Tenía que preguntarle cómo se las arreglaba. Sin ceremonias, el anciano se acercó y alargó una mano para ayudarla a desmontar.
Neelam vaciló, la barriga ya bastante abultada le impedía descabalgar con comodidad, pero dudaba que el anciano tuviese fuerzas suficientes para evitar que diese con sus huesos en el suelo.
—Tranquila, pequeña. Estos brazos son más fuertes de lo que piensas. —la tranquilizó.
Aun no convencida del todo pasó dificultosamente las piernas a un lado de la montura y se dejo resbalar poco a poco. Justo en el momento que perdió el contacto con el animal Aselas la cogió por la cintura con facilidad y no la soltó hasta que hubo afirmado los pies en el suelo.
—Bienvenida a mi humilde morada, querida Neelam. Es un placer tenerte conmigo. —dijo el anciano herrero con una reverencia.
—Gracias, Aselas. Yo también estoy contenta de estar aquí. Perdona que no corresponda a tu reverencia pero probablemente caería de morros —dijo ella acariciando su abultado vientre.
—¿Has tenido un buen viaje?
—A estas alturas hasta ir a hacer mis necesidades es un penoso viaje. —respondió ella— Pero no puedo quejarme. Odio las guerras. La primera me exilió de mi hogar y obligó a mi padre a entregarme a un hombre al que apenas conocía y está va a evitar que el hombre al que amo sea testigo del nacimiento de su hijo e incluso que lo llegue a conocer alguna vez.
—Tranquila, —dijo el anciano agarrando los hombros temblorosos de la joven— todo saldrá bien.
—No sé. Albert es lo más bueno que me ha pasado en la vida. No sé qué haría sin él. —dijo ella pugnando por contener las lágrimas.
—Tú no lo sabes, pero tu hombre es especial. Está destinado a hacer grandes cosas. Lamento decirte que probablemente esta no será la última vez que se vea obligado a separarte de ti. —dijo Aselas— Pero si algo te puedo asegurar es que por muy lejos que vaya y por mucho que tarde, siempre volverá a ti, tú eres el eje alrededor del que gira su vida. No lo olvides nunca.
—Lo sé, lo que me preocupa es que los samarios no lo saben. —replicó ella con una sonrisa torcida mientras se dejaba llevar al interior de la casa de Aselas.
—Entiendo tus dudas, pero Albert es un luchador formidable, sin él no tendríamos ninguna oportunidad. Y todo te lo debemos a ti, y a la casualidad.
—Sabes perfectamente que no fue tanta casualidad, tú me guiaste. Recordé tus palabras cuando le vi aparecer con el águila tatuada.
—Yo solo vi las posibilidades y me limité a echarte una mano, pero tú hiciste lo importante. Recuperaste a ese hombre que bien podía haber muerto en una mina o apaleado por su amo. Tú le elegiste y le diste un motivo para vivir y luchar por nosotros y eso solo yo soy consciente de ello, nunca te lo agradeceré lo suficiente.
Neelam se sentó a la mesa y cogió la infusión entre sus manos confusa. Se sentía orgullosa de que su esposo fuese un pilar importante en la defensa de su ciudad y ahora le parecía natural aquella decisión, en gran parte caprichosa, en el mercado de esclavos.
Era consciente de que si se hubiese equivocado el esclavo podía haber huido o haberla matado, sin embargo había confiado en su instinto y en las palabras de Aselas. Así que ahora su instinto le decía que confiase de nuevo en las palabras del anciano. Albert volvería y lo haría victorioso.
Enarek
Durante cuarenta angustiosos minutos observó al joven sin atreverse casi ni a respirar. Finalmente, segura de que estaba totalmente dormido, escribió apresuradamente una nota y la puso sobre la cama. Sabía que aquel burdo engaño no duraría mucho, pero todo el tiempo que le ayudase a ganar sería oro puro.
Vistiéndose en silencio se acercó a la puerta y vio la daga de combate de Gazsi. La cogió y la sopesó un instante entre sus manos. Se tomó unos segundos para pensar si debía matar a aquel cabrón. Al final llegó a la conclusión de que si lo hacía se descubriría inmediatamente y no merecía la pena el riesgo, aquel joven no era más que un mandado. Probablemente cuando su jefe se diese cuenta de que había metido la pata lo echaría, lo que venía a ser lo mismo.
Ya tenía suficientes muertes en su conciencia, no añadiría ninguna más y menos gratuita, así que se conformó con llevarse la daga para defenderse y como trofeo y salió al establo. Le hubiese gustado ser una entendida y elegir el mejor animal, pero como no tenía mucha idea optó por el que parecía más fuerte y lo ensilló a toda prisa ansiosa por dejar atrás aquella casa y el peligroso gato ónyx que probablemente seguía merodeando por allí.
Cuando se sentó sobre la silla un relámpago de dolor le recordó la noche de sexo brutal con un poco de nostalgia. No sabía cómo sería la vida de una concubina, pero no se imaginaba follando salvajemente con Manlock todas las noches hasta el punto de que le resultase difícil sentarse.
Procurando tocar la silla con el culo lo menos posible salió del establo a un trote ligero. La noche aun era oscura, debían quedar al menos cinco horas antes del amanecer. Cuando se diesen cuenta sus perseguidores tendría casi medio día de ventaja. No había muchas dudas de hacia dónde se dirigiría, así que se lanzarían a tumba abierta por el camino de Samar, pensando lógicamente que sería el camino que ella seguiría.
Pero solo avanzaría por él algo más de un día. En cuanto superase la Laguna Esmeralda se dirigiría hacia el Oeste entre las colinas. y las atravesaría por un antiguo paso que usaban los contrabandistas. Era tan estrecho y traicionero que tendría que abandonar el caballo, pero aunque eso la retrasase, en cuanto llegase a la llanura de Samar no le costaría reemplazarlo y podría llegar a tiempo para informar a Manlock.
Con una sonrisa se embozó la capa para protegerse del frescor nocturno y se lanzó a la carrera por el camino.
Gazsi
Cuando despertó, el sol ya estaba alto en el cielo. Gazsi se giró y alargó el brazo. Airin ya no estaba a su lado. En lugar de su cuerpo había una escueta nota:
"Gracias por una noche increíble. Tardaré en olvidarla. Me gustaría encontrarme contigo a la vuelta, siempre que estés por aquí y no salvando al mundo. Te quiere:
Airin "
Se volvió y aspiró el aroma que aun emanaba de las sábanas allí donde su cuerpo había descansado. Una perla solitaria descansaba sobre las sábanas. La levantó hacia la luz recordando una noche de sexo y lujuria como no recordaba en mucho tiempo.
Cerró los ojos y se imaginó el cuerpo de Airin retorciéndose sobre él mientras mordisqueaba aquel collar de perlas que la pasión había destrozado. En ese momento abrió los ojos de golpe y un escalofrío recorrió su columna. Las palabras de su padre comentando la forma en que mordía la nueva madame de la ciudad mientras la follaba le hicieron levantarse de la cama como un resorte. Una mujer, venida de nadie sabía dónde, había llegado justo antes de la guerra y había montado un prostíbulo y a base de mentiras ahora se había colado en Amul. Si de algo estaba seguro era de que aquella clase de mujeres hacían muchas cosas, pero no ayudaban en la cosecha.
Vistiéndose apresuradamente se dirigió hacia el establo, esperando que sus presagios fuesen equivocados. Pero siempre que algo podía ir mal, seguramente iría mal. Renegando y soltando tacos salió del establo, uno de los mejores caballos había desaparecido.
Su primer instinto fue el de un niño malcriado. Hacerse el tonto y simular que no había pasado nada, pero sabía que esta vez era distinto, el futuro de la ciudad estaba en juego. Ahora era un soldado. Tenía una responsabilidad y había fracasado. Se había dejado sonsacar como un colegial. A todo esto se unió la sensación de haber traicionado a Nahir, solo por una noche de sexo salvaje, como si no hubiese tenido suficientes. Podía haberse pasado el resto de la mañana autoflagelándose, pero aun no estaba todo perdido si reaccionaban rápidamente. Armándose de valor se lavó en el río a toda prisa y fue a ver a Albert inmediatamente.
Manlock
Por fin había terminado la espera. Desde lo alto de las murallas, con el visir Arquimal a su lado en la puerta oeste de la ciudad observaba su ejército formado en perfecto orden de revista. Orgulloso observó aquella máquina perfectamente engrasada, con la infantería y los arqueros y ballesteros en el centro, flanqueados por la caballería y los batidores.
Las máquinas de asedio desmontadas ocupaban la retaguardia, esperaba tener que usarlas solo para intimidar y forzar la salida del ejército de Komor. Cuando las fanfarrias dejaron de sonar, saludó a los soldados y tomó la palabra.
—¡Soldados del ejército de Samar! Vosotros sois la élite de la juventud samaria. Habéis sido entrenados desde vuestra juventud para este día. ¡Para el día en el que acabemos de una vez con los malditos komorianos! ¡Ellos quieren acabar con nosotros matándonos de hambre, nosotros pasaremos sus cuellos por el acero!
—¡Disponéis de las mejores armas y los mejores oficiales y además tenemos a los dioses y la justicia de nuestro lado! Pelead duro y no dudéis en arriesgar vuestras vidas porque nuestros antepasados, los que pelearon y batieron al ejército de Komor hace veinte años a las puertas de esta ciudad nos vigilan y velan por nosotros. ¡Por una batalla gloriosa! ¡Por un gran botín! ¡Por la victoria!
La llanura se convirtió en un gran clamor cuando los soldados empezaron a golpear sus escudos en un staccato que fue aumentando en intensidad hasta convertirse en un clamor.
Manlock se asomó de nuevo a las almenas con su armadura de acero bruñido reluciendo al sol vespertino. Tras pensarlo detenidamente había decidido acompañar a la expedición y dejaría a Arquimal al frente de la ciudad. No es que pensase que el ejército necesitase de su genio militar, de hecho no pensaba intervenir, dejando todas las decisiones al general Minalud, pero sabía que al acompañar al ejército les confería un extra de moral y cuando obtuviesen la victoria su nombre perduraría en el tiempo como el hombre que esclavizó al peor enemigo de Samar.
—¿Hay novedades de nuestros espías? —preguntó Minalud adelantándose y poniéndose a su altura.
—De momento no. —respondió con su mente puesta en Enarek.
Sabía que la mujer había partido de Komor hacía unos días y ahora, si todo había ido bien estaría de camino. Aun había tiempo. De momento solo partiría la porción del ejército que se encargaría de flanquear las tropas komorianas que bloqueaban el paso de Komor. De todas maneras ahora que había puesto en marcha aquella maquinaria no podía pararla. Con la ayuda de Minalud se limitaría a modificar los planes si la información que traía Enarek lo hacía necesario.
—¿Está todo preparado?
—Sí, mi señor. Mañana con el alba, el capitán Kermash partirá con un par de destacamentos. Atravesarán las montañas por los senderos de los pastores. Lo más duro será recorrer esos senderos estrechos y traicioneros, pero una vez en el Bosque Azul no creo que tengan problemas para estar en el paso en la fecha convenida. Pillaremos a esos capullos por la retaguardia y los destrozaremos. —le informó el general confiado.
—Más te vale que sea verdad, porque una vez mueva todo esto, —dijo el barón abarcando la llanura con un gesto de los brazos— no habrá marcha atrás y cada minuto de retraso disminuirá nuestras posibilidades de victoria.
Albert
Con todo preparado, no quedaba mucho que hacer salvo repetir los mismos ejercicios hasta la saciedad. Por eso aquel día, sospechando que Gazsi había tenido algo más que palabras con la desconocida, le había dejado dormir hasta el mediodía.
Sin embargo cuando le vio aparecer, solo por su cara supo que pasaba algo grave, así que se dejó de saludos y le preguntó directamente.
—¿Cuál es el problema? —le preguntó.
Gazsi bajó inmediatamente la cabeza, era evidente que se sentía culpable. Solo podía ser una cosa:
—La mujer, resultó no ser una chica perdida. —se adelantó Albert.
—No estoy totalmente seguro, pero casi. —respondió Gazsi— Pasamos la noche juntos y...
—Dime todo tal como pasó. —le animó.
—Bueno, cuando terminamos de hacer el amor hice algunos comentarios sobre la guerra, señor y nuestro papel en ella. Ella no parecía especialmente interesada, pero me sacó bastante información. Soy un puto gilipollas....
—Ahora no es el momento de los reproches, continúa. —le exhortó Albert— ¿Por qué sospechas que puede ser una espía?
—La última vez que estuve con mi padre me habló de la madame de un nuevo prostíbulo y de un gesto que hacía con los collares de perlas cuando follaba con los clientes y esa mujer hizo exactamente lo mismo. Ante la sospecha me pregunté qué es lo que haría yo si estuviese en su lugar. Fui al establo y comprobé que faltaba uno de los caballos.
—Ya veo. —dijo Albert— Has metido la pata. Creí que había sido suficientemente claro cuando dije que no se hablaba con nadie de lo que hacíamos. Nunca debes hablar con nadie de lo que hacemos sea conocido o desconocido. Esto es lo que pasa cuando uno se va de la lengua.
—Lo siento, señor. Asumo toda la responsabilidad. Admitiré cualquier castigo que me imponga. —dijo mirándole a los ojos con firmeza.
—Ahora no es el momento de castigos. Ya me ocuparé de ti. Ahora tenemos que detener a una espía. Por lo menos has sido lo suficientemente inteligente para sumar dos más dos y apenas nos lleva poco más de media jornada de ventaja. También valoro que no hayas dudado y hayas acudido inmediatamente a mí. Podías haberte hecho el loco. Eso me dice que has madurado. Ya no eres el muchacho idiota que vino aquí. Has aprendido lo que significa ser soldado.
Gazsi asintió agradecido por las palabras de Albert y se giró dirigiéndose a las caballerizas.
— ¿A dónde vas? —le preguntó Albert .
—A por un par de caballos, tenemos que seguirla inmediatamente. —respondió.
—No te apresures. Nos lleva más de doce horas de ventaja una hora más no resultará decisiva y nos dará tiempo parar prepararnos. Desayunaremos, prepararemos comida y un odre de esencia de nella para mantenernos despejados. ¿Se ha dejado alguna prenda esa mujer para que podamos seguir su rastro?
—No, señor. Pero puedo arrancar un retal de las sábanas. Cuchilla podrá seguir el rastro sin dificultad. —contestó el joven adivinando sus intenciones.
—Muy bien, pues empecemos con los preparativos.
Comieron rápidamente y tomaron la primera dosis de esencia de nella. Aquella droga despejaba la mente y permitía mantener despierta a una persona varios días, pero debía usarse con cuidado o podía matarte, por eso no se empleaba nada más que en situaciones de máxima necesidad.
A continuación mandó un mensaje por cuervo a los pasos para que detuvieran a cualquiera que intentase atravesarlos en dirección a Samar fuese quién fuese. A pesar de que pensaba atraparla antes de que llegase tan lejos, no quería correr riesgo.
Mientras Albert llamaba a Cuchilla y le ponía la armadura que había hecho Aselas para él, envió a Bulmak al campamento para decirles a los soldados que tendrían dos o tres días libres. Gazsi se apresuró a coger un trozo de la sábana sobre la que había follado con Airin. En cuanto la olfateó, el ónyx miró primero a Gazsi, pero ante una seña de Albert pareció entender que era el otro aroma el que tenía que seguir y tras olfatear unos minutos en los alrededores del establo encontró el rastro y salió disparado tras él.
—No te preocupes, no llegará muy lejos. —dijo Albert a Gazsi mientras arreaban a las monturas y salían galopando tras el gato.
Sardik
El cuervo llegó poco después del mediodía. La brevedad del mensaje no le permitía conocer todos los detalles, pero por lo que entendió una peligrosa espía se dirigía en su dirección e intentaría atravesar el paso en dirección a Samar con información importante.
Con el ejército de Samar a punto de presentarse en el paso no era una buena noticia. No se le ocurría peor momento. Si llegaba en plena batalla podría filtrase o esperar tranquilamente a que ellos se retirasen para reunirse con los samarios.
Cogió un mapa y echó un vistazo a la zona. Si había llegado hasta allí tenía que suponer que era una mujer astuta así que inmediatamente descartó la posibilidad de que se dirigiese directamente al paso.
El Bosque Azul era bastante tentador, pero por propia experiencia sabía que se necesitaban meses de entrenamiento para orientarse en aquella espesura umbría. Si se dirigía a las colinas se podría orientar por las estrellas, pero aquello también era un laberinto lleno de callejones sin salida.
—Vaya, las Colinas de Komor —dijo Umag uno de sus mejores arqueros a verle recorrer el mapa con los dedos— Me recuerda a mi época de contrabandista. Pasé mis mejores tiempos allí hasta que me pescaron.
—Parecen difíciles de atravesar. —comentó Sardik sin dejar de observar el mapa.
—Si no sabes cómo son un puto laberinto de estrechos valles y cañones que terminan en abruptas paredes y te obligan a dar la vuelta. Pero una vez que has hecho el camino por primera vez nunca te volverás a perder. —dijo el hombre señalando el arroyo que alimentaba la Laguna Esmeralda— Si lo sigues hasta su nacimiento hay una ruta. Es difícil y estrecha. No es apta para mover un ejército si es lo que te preocupa, pero para un par de personas con unas pieles o un poco de oro de Skimmerland es bastante sencillo si sabes reconocer las señales. Un árbol caído, un par de piedras misteriosamente alineadas... Ya sabes, esas cosas.
Sardik le miró un instante y dudó. ¿Debía quedarse allí esperando un ataque que probablemente se demoraría aun más de un mes o era mejor intentar capturar a la espía? Para bien o para mal él era un hombre de acción y no se lo pensó durante mucho tiempo. Rápidamente tomo una decisión. Con todo preparado cualquiera podía detener allí un ejército, pero si la mujer llevaba información sensible y llegaba a su destino, podía significar la derrota. Así que tras devolver el cuervo a Albert en el que le indicaba sus intenciones echó un último vistazo al mapa y le dio una palmada a Umag en la espalda.
—Prepara tus cosas Umag, vamos a encontrarnos con Amara. Me gustaría ver ese sendero.
—No sé en qué está pensando, señor. Pero por ahí no va a infiltrarse ningún ejército.
—Ya te he oído la primera vez, pero no vamos por un ejército, vamos en busca de una rata.
Esta nueva serie consta de 41 capítulos. Publicaré uno más o menos cada 5 días. Si no queréis esperar o deseáis tenerla en un formato más cómodo, podéis obtenerla en el siguiente enlace de Amazón:
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Un saludo y espero que disfrutéis de ella.
Guía de personajes principales
AFGANISTÁN
Cabo Ray Kramer. Soldado de los NAVY SEAL
Oliva. NAVY SEAL compañera de Ray.
Sargento Hawkins. Superior directo de Ray.
Monique Tenard. Directora del campamento de MSF en Qala.
COSTA OESTE DEL MAR DEL CETRO
Albert. Soldado de Juntz y pirata a las órdenes de Baracca.
Baracca. Una de las piratas más temidas del Mar del Cetro.
Antaris. Comerciante y tratante de esclavos del puerto de Kalash
Dairiné. Elfa esclava de Antaris y curandera del campamento de esclavos.
Fech. guardia de Antaris que se ocupa de la vigilancia de los esclavos.
Skull. Esclavo de Antaris, antes de serlo era pescador.
Sermatar de Amul. Anciano propietario de una de las mejores haciendas de Komor.
Neelam. Su joven esposa.
Bulmak y Nerva. Criados de la hacienda de Amul.
Orkast. Comerciante más rico e influyente de Komor.
Gazsi. Hijo de Orkast.
Barón Heraat. La máxima autoridad de Komor.
Argios. Único hijo del barón.
Aselas. Anciano herrero y algo más que tiene su forja a las afueras de Komor
General Aloouf. El jefe de los ejércitos de Komor.
Dankar, Samaek, Karím. Miembros del consejo de nobles de Komor.
Nafud. Uno de los capitanes del ejército de Komor.
Dolunay. Madame que regenta la Casa de los Altos Placeres de Komor.
Amara Terak, Sardik, Hlassomvik, Ankurmin. Delincuentes que cumplen sentencia en la prisión de Komor.
Manlock. Barón de Samar.
Enarek. Amante del barón.
Arquimal. Visir de Samar.
General Minalud. Caudillo del ejército de Samar.
Karmesh y Elton. Oficiales del ejército de Samar