Las clases de Irene (2)

Los descubrimientos marcarán este capítulo.

—¿Lo besaste? ¿En serio?

—Sí, y su pene me dijo que le ponía a cien.

—Es genial dejar a los chicos con el calentón. Yo a veces lo he hecho con amigos míos. - dijo Marta entre risas- Y más tú que estás tan buena...

—¿A ti también te gusto? A ver si voy a empezar que vestirme de manera más recatada...

—No que va. A mí me van los penes, ya he visto varios en Internet. Pero me da miedo que cuando me penetren me haga daño.

—No te preocupes, que es más o menos como cuando te masturbas, pero con un chico.

—Yo nunca me he masturbado.

—¿En serio?

Y terminaron la clase hablando de temas poco importantes. Irene se fue penando que tenía que enseñarle a Marta el placer de meterse un consolador en el coño. Y también tenía que conseguir que Quique aprendiera lo que es una mujer de verdad...

En la clase siguiente, Irene no se lo pensó demasiado. Se preparó para ir primero con Quique y luego con Marta. Puso en su mochila todo tipo de dildos, consoladores y otros juguetes sexuales, y se vistió más provocativa que de costumbre.

—Hola Quique. ¿Has pensado en mí durante el fin de semana?

—Sí, bastante.

—Seguro que tu pene también -le susurró al oído mientras pasó su mano por la entrepierna, notando el firme bulto del chico. - Veo que él también se alegra de verme.

El chico, rojo como la sangre y nervioso como nunca no sabía cómo salir de aquella situación. Irene le ponía a cien, pero por otro lado se sentía incómodo. Finalmente, unas palabras salieron de sus labios.

—Te… te… tengo deberes - dijo tartamudeando.

Y con ello se pasaron el resto de la hora. Bueno, con ello y con algún que otro roce entre sus cuerpos que hacía que los huevos de Quique parecieran granadas a punto de explotar.

Después de la clase, Irene volvió a besarlo y le dio un apretón en el paquete, dejándolo totalmente atónito, y se fue a casa de Marta. Sabía que sus padres no estarían en casa durante la tarde por causa del trabajo y que podría darle su clase tranquilamente a la muchacha, bastante alta para su edad, con unos senos de buen tamaño y cuyo culito respingón pedía guerra a todo aquél que lo miraba, rubia y con ojos verdes.

—Hola Marta.

—Hola Irene. Hoy no tengo muchos deberes, así que supongo que hay terminaremos pronto.

—Perfecto, porque te he traído una sorpresa para después.

Y en efecto, en diez minutos habían terminado. Fue entonces cuando Marta preguntó:

—A ver, ¿qué me has traído?

—Abre la mochila y saca lo que hay dentro - contestó con una sonrisa pícara.

Los ojos de Marta no daban crédito a lo que estaban viendo. No se esperaba para nada encontrar todos esos juguetes.

—¿Son todos tuyos? ¿Te caben ahí abajo?

—Sí - dijo con una risita - y creo que tú no tendrás problemas para usarlos tampoco.

El corazón de Marta latía con un ritmo cercano al infarto. Vio que Irene se quitaba la ropa y ella con rapidez se desnudó completamente y se tumbó en su cama de matrimonio a la espera de ver cómo avanzaba aquello.

—Tranquila, Marta. Ya verás que lo pasaremos bien.

Irene tomó entonces unas cadena de bolas que iban creciendo de tamaño y se las metió en su vagina mientras estrenaba el clítoris de su alumna, haciendo círculos con la mano para que empezara a sentir el placer de su sexo. Cuando las notó bien lubricadas, las introdujo, entre gemidos de placer, en la virgen vagina de Marta, poco a poco, una a una, abriendo lentamente el orificio que tanto placer le daría a la joven. Le cupieron todas sin problemas, así que fue sacándolas y metiéndolas mientras el flujo de la chica fluía poco a poco de su vagina. Entonces, Marta tomó la iniciativa y devolvió las bolas al lugar del que habían salido, la vagina de Irene, y repitió lo que la profesora había hecho con ella. Luego, optó por el dildo más grande de Irene: veinte centímetros de largura y cinco de grosor, y se lo metió para dentro sintiendo el placer de semejante juguete dentro de su cuerpo adolescente a la vez que su delicada vagina se dilataba para aceptar ese tamaño. Gemía cada vez más alto y lubricaba más por el placer que sentía metiendo y sacando el juguete de su cuerpo.

Irene entonces suguió masturbándose por su cuenta viendo que la chica progresaba adecuadamente en sus clases. Sacó las bolas de su vagina y se las metió poco a poco en su ano, mientras ambas gemían del enorme placer que sus cuerpos estaban experimentando.

Irene percibió que el orgasmo de Marta se acercaba y decidió ayudarla metiendo un dedo en el ano de la chica, que explotó en un orgasmo tal que la hizo chillar hasta cerca de la afonía mientras chorros de flujo salían de su coño en la cúspide del placer sexual.

—¿Quieres subir de nivel, Marta? Creo que estás más que lista...

—Vale - dijo entre jadeos por el orgasmo que acababa de sufrir -. Esto vale la pena.

Irene entonces le dijo que siguiera con su vagina, y Marta cambió el dildo por un gran consolador con múltiples velocidades que Irene le encendió dentro de la vagina. La vibración hizo chillar a Marta, que no se lo esperaba. A la vez, empezó a dilatarle el ano con un globo anal. Empezó hinchándolo y deshinchándolo dentro del cuerpo de Marta, hasta que su ano creció de tamaño y pudo sacarlo entre los gritos de placer de la niña y volverlo a introducir para repetir, mientras Marta gemía cada vez más, hasta que, cuando Irene había hinchado al máximo el globo en el culo de la adolescente, y empezaba a sacarlo, explotó en un segundo orgasmo, gritando como la primera vez.

Entonces, se abrió la puerta

—¿Qué ha pas… ado?

—¡Helena!

Era Helena, la hermana pequeña de Marta, tapada por su toalla pues taba en la ducha cuando oyó el grito. Para sus catorce años, la chica tenía los pechos más grandes que su hermana, era solamente un poco más baja y compartían el mismo color de pelo y ojos. Su culito, más redondito la hacía aparentar una mayor edad.

—Veo que por fin te has corrido. ¿Te está gustando, eh, guarra? - hizo un pequeño silencio y siguió - ¿Puedo jugar con vosotras?

Y se unió a la fiesta. Irene no había visto nunca un coño tan joven. Aprovechó para meterle mano, y a Helena parecía que le gustaba. No tuvo problemas para meterle el mismo dildo que su hermana había usado antes como si nada. Entraba y salía sin problemas; se notaba que ya no era virgen y que se masturbaba. Mientras, la joven jugaba a su justo con el dilatado ano de su hermana mayor, lamiéndoselo mientras metía su mano entera, dilatándolo aún más si se podía, hasta poder meterle el puño entero. Marta tuvo su tercer orgasmo mojando a su hermana por completo.

Irene no se había corrido aún, así que Helena le enseñó a su hermana cómo se come un coño: empezó besándolo como si de una boca se tratara, y siguó dando pequeños mordisquitos en los labios inflados por la excitación de la maestra. Marta practicó aquello con el coño empapado de Irene, que mostraba que ese regalo era de su agrado. Terminó con un orgasmo fuerte y se corrió empapando la cara a Marta, que se tragó todo el jugo de su profesora.

Irene recogió todo y se despidió de las hermanas. Ellas decidieron continuar los juegos en su ducha. Sus padres aún tardarían en llegar, pero tenían que limpiar la sala de juegos para cuando volvieran. Su hermandad había crecido en aquella tarde de forma exponencial, y marcaría el futuro de ambas en adelante.