Las clases con Marta (2)

Continuación de la clase particular con Marta, su culo quedó a mi merced.

Mordí uno de sus glúteos mientras mis manos los amasaban. Era un culo increíble, no me cabía duda que si algo podría ser popular era por esas maravillosas posaderas. Su piel lisa y tersa se fundía con mis labios, que no querían dejar ni un solo rincón sin babear. Agarré sus "mofletes" y los separé para contemplar con más detenimiento su coño empapado y su agujerito negro. Me acerqué para embriagarme con su olor y empecé a pasar mi lengua lentamente, desde el clítoris hasta el culo. Así pude saborearla entera y mi polla empezó a responder otra vez a tantos estímulos.

Le seguí dando lentas y profundas lametadas, deleitándome con su sabor y sus gemidos.

Al contrario de lo que imaginaba, su coño estaba más bien peludito, aunque con la línea del bikini bien definida. Me encantaba notar las cosquillas de sus ensortijados pelos sobre mi barbilla. Quería devorar completamente a mi alumna, no me importaba estar así durante horas. El sabor de su coño me estaba volviendo loco y despertaba un irrefrenable deseo de follármela sin descanso.

Mi lengua se centró entonces en ese pequeño espacio que hay entre la entrada del coño y el culo. Mi labio superior estaba posado en un agujero y el inferior el otro. Apretaba con fuerza mientras saboreaba ese pequeño y recóndito lugar de su cuerpo. Después mi boca comenzó a bajar y se recreó con su clítoris, palpitante y duro como una piedra. Lo chupaba y apretaba entre mis labios al tiempo que introducía dos dedos en su coño.

Repentinamente ella alcanzó con un brazo la minicadena y le dio al "play". Al sonar la música ella por fin pudo empezar a soltar verdaderos gemidos. Se retorcía y contoneaba sus caderas mientras yo aceleraba mi ritmo con los dedos. El ruido de chapoteo de su coño fue desplazado por una pequeña sucesión de gritos que me hicieron pensar que tal vez sus padres se mosquearían. El interior de su coño comenzó a palpitar y dejé de chupar, con el corazón en un puño temiendo que se avecinara lo peor.

Después de unos segundos de incertidumbre y de espera, ella volvió su cara hacia mi y me dijo que la follara. Así que con algo de miedo aún, me puse de pie y coloqué mi miembro en la entrada de su coño. Restregué la punta un par de veces y empujé definitivamente clavándole toda mi polla hasta el fondo. Esta vez dejé la minuciosidad y cuidado de la anterior ración de sexo oral y empecé a darle caña. Mis embestidas eran rápidas, acompañadas de algunos azotes y amasamiento de pechos. De vez en cuando daba alguna estocada más profunda lo que le provocaba algún gemido más alto que otro.

Después de un buen rato de cabalgarla, se dio la vuelta quedando boca arriba. Aproveché para lamer de nuevo esos pechos que tanto me gustaban y con los que no pude recrearme tanto antes. Pero mi boca se perdió más allá de los pechos, estaba eufórico y loco por su cuerpo, quería comérmela entera. Ella hizo amagos de que siguiera penetrándola así que obedecí fielmente y seguí introduciéndole mi polla.

Mientras follábamos nos besábamos o a veces le ponía un dedo en la boca para que chupara. Aún tenía gotas de semen salpicadas por su barbilla, sus mejillas e incluso alguna en su pelo. Pero poco a poco se iban mezclando con el sudor que emanaba de nuestros cuerpos y que estaba cargando aún más de sexo el ambiente.

Marta volvió a tener un orgasmo que logró tapar mordiéndome la mano. Me tenía apresado fuertemente entre sus piernas y sus brazos, tanto que casi me costaba respirar. Después de unos leves espasmos volvió a relajarse. Mi polla disfrutaba aún más en esos momentos sintiendo las contracciones de su coño. Decidí que era buen momento para sacarla y proponerle meterla en su culo. Me moría por dar por el culo a esa puta pija.

Así pues puse la punta de mi polla en su culo y empecé a rondar haciéndole saber mis intenciones.

  • ¿Puedo?

  • Sí, soy tuya, fóllame por todos lados. Pero primero abre el primer cajón de la mesilla.

Ahí estaba un buen tubo de lubricante casi por la mitad. Me moría por preguntarle cuántos tíos le habían roto el culo, pero preferí dejarlo para cuando tomáramos un café. Me embadurné la polla con ese fluido y puse un poco en su agujerito. Pude comprobar que dejaba un ligero sabor dulce cuando introduje la lengua dentro. Separe bien sus glúteos para poder lamer y abrir bien su culo antes de penetrarla. Mientras tanto me masturbaba, con cierta dificultad pues mi polla ahora estaba empapada no sólo de su flujo sino también del dichoso lubricante.

Al cabo de un rato en el que parecía que su culo estaba listo, coloque mi polla en posición y empecé a presionar. Entraba despacio y con mucha presión. Volví a sacarla e introduje otro poco más. Así hasta que ella empezó a acostumbrarse y sentir placer. Mi polla se abría paso entre sus nalgas cada vez a más velocidad. Creía que me moría de gusto cuando logré meterla entera. Subió el volumen de la música y subió el tono de sus gritos. Justo en el momento en que empecé a correrme llamaron a la puerta.

Por fortuna mi orgasmo ya había tenido lugar en el momento de llamar y no se me cortó, pero mi cara se horrorizó en cuanto imaginé la puerta abriéndose y su madre entrando para ver a su hija sodomizada por su profesor particular, corriéndose dentro de su ano.

  • ¿Chicos?

  • Sí mamá, ¿qué pasa?

  • Nada que es que ya ha pasado hora y cuarto, por si Yoel no lo sabía.

Marta me miró como para incitarme a decir algo. Así que contesté.

  • ¡Gracias por avisar! ¡No me había dado ni cuenta! Enseguida terminamos.

  • Vale.

Y después unos ruidos de pisadas alejándose nos devolvieron la calma. Marta alzó el brazo para cortar la música, que por suerte era en inglés y nos servía como coartada. Los dos estábamos empapados de sudor. Ella sonrió y gimió levemente mientras sacaba mi polla de su culo.

  • Mmmm, ven aquí.

Y, como ya hizo antes, me limpió y exprimió las últimas gotas de leche con su boca. Le dije que había sido la ostia y que follaba como nadie. Ella lo agradeció, aunque no hacía falta decírselo, lo sabía de sobra. Quería decirla algo, pero me vestí rápidamente y me apresuré en salir de la habitación.

  • Bueno, nos vemos pasado mañana, ¿no? – Dijo ella

  • Claro, claro. Oye mira, me llevo tus ejercicios, los corrijo en casa y te los explico el próximo día, ¿vale?

  • Bueno… ya veremos.