Las circunstancias me llevaron a ser infiel 3

Continúo la saga de mis aventuras e infidelidades extramatrimoniales. Esta vez en un cine porno.

Hola de nuevo a todos y todas. Voy a continuar de nuevo con algunos de los relatos de mis infidelidades. Ahora ya daré un salto en mi vida puesto que no es mi intención contar todos ya que hasta de escribir se cansa una. He elegido para esta ocasión uno que tuve en un lugar en el que Nuria y yo nos salimos de lo habitual, que es el lugar de gente madura donde vamos a bailar para que no todos sean los mismos y no resulte cansado. Ya no haré descripción física de mi ni de mi situación, de cómo soy y cómo me gusta el sexo. Tampoco de las circunstancias que me han llevado a convertirme en una infiel a mi esposo. Todo eso está en mis anteriores relatos, los dos con el mismo título que este. Quienes ya me leyeron ya los saben o los conocen y supongo los recuerdan. Si no es así, que vuelvan a leerlos. Y quienes no me han leído, pues que lo hagan, sobre todo el primero para que puedan situarse de por qué las circunstancias me llevaron a ser así.

Este fue una tarde en que Nuria y yo salimos, con intención de ir como tantas otras veces al lugar de baile y nuestro territorio habitual de "cacerías". Como era demasiado pronto, nos detuvimos en una cafetería a tomar algo y sentándonos estuvimos un buen rato de charla. Observamos como siempre como había algunos hombres que nos comían a miradas, pero no hubo ninguno que se atreviera a dar el paso decisivo, como también sucedía en la mayoría de las veces.

Al salir, como todavía íbamos muy bien de tiempo y tampoco estábamos tan lejos, decidimos irnos un poco caminando. Al llegar a una calle estrecha que cruzamos para acortar el camino vimos de repente un cine porno, en el que estaban entrando hombres, alguno de los cuales nos echó una mirada que a mí me puso húmeda sólo de verlos. A Nuria le debió de pasar lo mismo porque agarrándome del brazo me detuvo y me dijo:

  • ¿Por qué no cambiamos hoy de sitio?

No hacía falta que me explicara a qué se refería. Enseguida capté que se estaba refiriendo al cine porno que habíamos dejado tras nosotras. Sonreí y le dije con toda naturalidad:

  • La verdad es que, aunque he visto varias veces películas porno en el vídeo de mi casa, nunca he entrado a un cine de estos.
  • ¿No has entrado a ninguno?, me preguntó ella como si no acabara de creérselo.
  • Nuria, hasta conocerte a ti, yo era una mujer normal. Primero una jovencita normal, luego una esposa normal, después una esposa insatisfecha pero normal y…. bueno, para qué tantos rodeos. No, nunca he entrado a uno de estos.
  • ¿Y te gustaría?, me preguntó con esa sonrisa medio pícara, medio viciosa que sabe poner como nadie.
  • Pues no sé qué decirte. Por un lado me atrae la idea de conocerlos pero por otro lado, me los imagino así como sucios, como un sitio de mal ambiente.
  • Pero vamos a ver –me dijo ella- ¿No venimos buscando viciosos que nos alegren el cuerpo? ¿Y dónde vamos a encontrar a más viciosos que en un sitio así?
  • Pues sí, Nuria pero
  • Vamos, vamos… Además, te diré algo. No suele haber mujeres, si hay una aparte de nosotras ya sería mucho. Estaremos rodeadas de viciosos que no quieren más que ver guarrerías, salidos como burros y que sólo vernos entrar en un sitio así ya pensarán que vamos buscando guerra. Ni miraditas necesitaremos.
  • Pues no, Nuria. Pero a oscuras, tampoco creo que pudiéramos echar muchas miraditas. En fin, vamos.

Realmente me picaba la curiosidad por ver cómo era un cine porno. Y también me había picado Nuria con lo de viciosos salidos como burros y con lo de que pensarían que vamos buscando guerra. El solo hecho de pensar en hombres que me mirarían como si fuera la más zorra de las zorras sólo por el hecho de estar en un sitio como ese, ya de por sí me excitaba.

Entramos, no sin antes ver perfectamente la mirada de vicioso guarrón que nos echaba el tipo que vendía las entradas. Al entrar en la sala todavía no había empezado la película y todavía había luz. Había tres filas de asiento con dos pasillos en medio separando unas de otras y Nuria y yo nos sentamos en la del medio.

Como ella dijo, no vi mujeres. Sólo hombres, no es que demasiados, pues no vi que hubiera más de veinte. Pero en algo sí tenía razón, eran veinte salidos que sólo vernos entrar nos comieron con los ojos, lo cual, me hizo sentir muy puta y muy bien al mismo tiempo.

Tardaron unos diez minutos en apagar las luces. Aún entraron cinco o seis hombres más, pero seguíamos siendo las únicas mujeres allí. Y seguían las miradas de los tipos hacia nosotras. Los que estaban a una distancia o posición con mejor visibilidad no dejaban de mirarnos, supongo que devorando con sus ojos nuestras curvas y comiéndose con la mente nuestros muslos expuestos a la vista con nuestras minifaldas y nuestras piernas cruzadas.

Las luces se apagaron y empezó la película. Sentí que a pesar de todo, las miradas de muchos de los hombres hacia nosotras seguían. La película no tenía nada de particular. Era una de esas clásicas películas porno sin tema ni guión que a los cinco minutos de película con cualquier disculpa ya están follando.

No tardaron mucho. No es como en el sitio de baile que los hombres tardan más en decidirse a venir. Supongo que en un cine porno, dos mujeres solas y juntas, los hombres deben pensar que van buscando que les den buena caña, así que, no tardó mucho en venirse el primero para donde nosotras y sentarse a la derecha de Nuria. En la oscuridad, no pude ver muy bien como era. Tendría que haber echado mi cabeza hacia delante y haber mirado descaradamente pero no lo hice porque no era algo que me preocupara. Estaba al lado de Nuria y por tanto, era Nuria la que tenía que examinar el material.

Unos cinco minutos después, quizá alguno más, vi que el tipo había puesto su brazo rodeando el cuello de Nuria con su mano descansando sobre su hombro. Nuria no perdió el tiempo y vi como se giraba hacia él y le decía algo al oído. No sé lo que le diría pero debió de ser algo eficaz porque menos de medio minuto después, el tipo estaba besándola y dándole lengua con ganas.

Continué viendo la película. Bueno, mejor dicho, las tres películas. Porque era la primera vez en mi vida que tenía una peli porno en una pantalla, mientras a mi lado un hombre y una mujer se andaban besando y dándose sus primeras caricias y, por otro lado, veía la película de los hombres de la sala, muchos de los cuales, atendían más hacia donde estaban Nuria y el otro que a la película. Hubo un momento que me pregunté si estarían mirando a Nuria y el otro o mirándome a mí para estudiarme.

Cuando el acompañante de Nuria la tenía con la blusa desabrochada y andaba tocando y chupando sus tetas, me sentí incómoda. No porque lo estuvieran haciendo, que eso no me incomoda en absoluto, pero sí en estar tan cerca de ellos. Pensé que quizás en situaciones así, viene bien algo de distancia, de intimidad, no sé. La cuestión es que me desplacé dos asientos más hacia mi izquierda donde continúe viendo la pésima película sin ningún argumento cuyo atractivo para mí era ver los enormes penes que tenían los protagonistas.

No llevaba ni cinco minutos desde que me había distanciado dos asientos cuando alguien apareció a mi izquierda y se sentó a mí lado. ¡Al fin!, pensé. Parece que alguno se ha decidido a tomar la iniciativa.

Le miré un poco de reojo. Se le veía un tipo de más o menos cincuenta años. Permaneció en silencio a mi lado. Yo no dije nada tampoco. Sencillamente pensé que en ese sitio, el procedimiento era distinto, obviamente y que si el tipo se había sentado allí es porque habría pensado (sin equivocarse) que era una calentona que venía buscando. Así que, me imaginé que no iba a haber diálogo, que cuando el tipo se decidiera, se lanzaría a empezar a acariciarme.

Pasados dos o tres minutos, decidí ayudarle a animarse. Yo llevaba una blusa blanca y una falda de tela un poco por encima de las rodillas pero de las que están abiertas por uno de los lados. No me refiero a abiertas en la pierna, sino a las que están abiertas pero a la altura del muslo pero por delante. No sé si me entienden a lo que me refiero. La cuestión es que al cruzar yo mis piernas, si lo hacía de la derecha hacia la izquierda, se me veía un poquito el muslo justo por encima de la rodilla. Pero si lo hacía de izquierda hacia la derecha, entonces, mi muslo quedaba perfectamente expuesto a él.

Se tomó su tiempo, no crean. Rozó con su brazo el mío que estaba apoyado en el posadero del asiento. Comprobó que yo no hacía nada ni huía ni lo retiraba. Volvió a esperar un ratito y movió su pierna poquito a poquito, con mucho disimulo hasta tocar un poco, muy levemente la mía, que no retrocedió ni lo más mínimo.

  • Si el tipo no se da cuenta de que trago, es que es tonto, pensé.

Aunque fue un pensamiento tonto. Estaba claro que si se había sentado a mi lado y andaba con pequeños roces era porque estaba probándome para atacar y esa era su idea. Si tuve ese pensamiento, evidentemente fue porque yo ya estaba muerta de ganas. Miré un momento hacia Nuria que estaba en esos momentos haciéndole una buena mamada a su acompañante, mientras la mitad del cine estaba más disfrutando del espectáculo de ellos que el de la película.

Al fin mi acompañante se decidió. Su mano con todos sus dedos, se posó sobre mi muslo. Miré un poco de reojo y él seguía mirando la película. Sonreí pensando en cómo son los hombres a veces, con su mano en mis muslos y mirando la película como queriendo disimular. Pero en fin, así actúan.

Subió un poquito su mano. Todo lo hacía a poquito. Pero yo quería que me diera un buen masaje en mis tetas antes de pasar a lugares más prohibidos. Así que, cuando me acariciaba suavemente el muslo subiendo poco a poco su mano, yo le hice ver que estaba caliente y quería que me tocara las tetas.

Supongo que se estarán preguntando cómo. Pues muy fácil. Mientras él me tocaba el muslo, yo emití un profundo suspiro y desabotonándome el tercer botón de mi blusa (llevaba dos desabrochados) empecé a acariciarme yo misma las tetas para que él lo viera.

Claro que lo vio. Eso ya terminó de decidirle del todo. Dejó mi muslo y rodeó mi cabeza con su brazo derecho. Me miro durante unos segundos. Debió de notar aún en la oscuridad la cara de deseosa que debía tener yo en ese momento porque enseguida me besó. Su mano izquierda, mientras, se deslizó por dentro de mi blusa empezando a acariciar mi sujetador. Yo retiré la mía y le correspondí al beso dándole lengua con ganas, por si todavía le quedaba alguna duda de que quería marcha.

Al terminar el beso y el masaje en mi sujetador, me miró y me dijo que estaba muy buena. Yo no le respondí. Sólo alargué mis labios para buscar su boca nuevamente. En este segundo beso, ya levantó mi lado derecho del sujetador, agarrando con ganas mi teta derecha.

Cuando terminó se puso a besarme el cuello mientras seguía apretando mi teta, dando de cuando en cuando algún roce con sus dedos a mi pezón y soltando a ratitos un pellizco en mi pezón, que supongo le debió encantar por lo duro que estaba.

Su boca se deslizó hacia la teta que me había masajeado y empezó a chupármela, recreándose con su boca y su lengua en mi pezón. Mientras, su mano izquierda empezó a desplazarse hacia abajo, colocándose de nuevo sobre mi muslo, acariciándomelo.

  • Mmmmmm… síiii… chúpame las tetas…. me gusta que me coman las tetas, le dije yo mientras mis manos empezaban a acariciar su pelo.

Al decirle eso, su mano empezó a introducirse más adentro, buscando mi almejita. Yo descrucé las piernas haciéndole saber que tenía el camino libre. Cuando su mano llegó a mi almejita y tocó mis braguitas pudo comprobar lo húmeda que yo estaba. Mientras, su boca seguía chupándome y comiéndome mi pezón derecho.

Yo, mientras acariciaba su pelo, pude ver perfectamente como Nuria y su acompañante se levantaban y se iban. Supuse que se iban a echarse un buen polvo en algún lado. No había problema. Nuria y yo tenemos claro que cuando una agarra algo interesante, se va y no necesita despedirse.

El tipo con el que yo estaba, dejó mi pezón para volver a besarme. En ese momento, su mano empezó a introducirse dentro de mi braguita, lo cual hizo que yo volviera a darle lengua con ganas para que supiera que sí, que quería que siguiera.

Empezó a darme dedo en mi almejita como un loco. Después del beso, volvió a la chupada de mi pezón mientras su dedo, me estaba masturbando a fondo. Yo emitía pequeños gemidos, que si no eran aullidos era porque estábamos en un cine y porque ya bastante tenía sintiéndome (como Nuria antes) observada por la mitad del cine.

  • Asíiii… ahhhh… mmmmmm… sigue… me gusta… síiii…. Le decía yo suavemente intentando pegar mis labios a su oído.

Al cabo de diez minutos de chuparme y hacerme la masturbación que me estaba haciendo, sentí que me venía, que el orgasmo era inminente. Mis suspiros y gemidos seguían siendo lo más débiles que podía, pero tenía unas ganas locas de gritar. Mi boca se puso sobre su hombro mientras él me chupaba para así poder chillar y tener la boca tapada cuando me vino el orgasmo y me corrí como una loca.

El quiso seguir chupándome y tocándome, pero yo le retiré y, sonriéndole le dije que ya, que me había corrido y me había gustado mucho.

Le eché hacia su asiento y sonriéndole, le dije que ahora me tocaba a mí devolverle el favor. Eché su espalda hacia atrás y empecé a besarle mientras mis manos buscaban el modo de desabrochar su pantalón y sacar su pene fuera.

Cuando lo tuve en mis manos empecé a masajeárselo. Primero le besé. Luego, abrí su camisa y empecé a chuparle el pezón izquierdo, como el había hecho con el derecho mío, mientras mis manos seguían masajeando su polla o verga que estaba ya bien dura.

No tardé mucho en bajar y empezar a mamársela con ganas. Mi táctica de hacer detenciones de la mamada para mirar como una perra viciosa al hombre para excitarlo más, no valían en la oscuridad del cine. A pesar de la iluminación que daba la película en la pantalla, lo cierto es que no se veía mucho. Así que, me dediqué sólo a mamársela con ganas.

Él seguía sin pronunciar palabra. Con su mano derecha sobre mi pelo, suspiraba, gemía y jadeaba con la mamada que le estaba dando. Hay cosas que no hace falta hablar para saber que él estaba disfrutando con ganas de mi boca.

Noté perfectamente el momento en que le iba a venir porque su presión sobre mi cabeza se hizo mayor, con fuerza. No me dejaba levantarla. Pero no es la primera vez que me tragaba el semen de un hombre, así que no me importó y recibí sus descargas en mi boca.

Volví a incorporarme a mi asiento. Acomodé un poco mi blusa y entonces, él agarrando mi brazo, me besó suavemente en los labios y me dijo: ¡Gracias!, dejándome sola y marchándose.

¡Vaya!, pensé yo. Creí que después del buen rato que nos habíamos dado los dos, nos iríamos a darnos una buena follada o cogida y el tipo se va. En fin.

De todos modos, como había tenido mi orgasmo, mi corrida y mi momento de placer, decidí que era el momento de marcharse. Pensé en que si venía otro, haría lo mismo y yo, ya no soy quinceañera que se conforme con pegarse tocamientos todo el día sin nada más.

Me levanté de mi asiento, pero antes de salir, decidí ir al baño para mirarme en el espejo y comprobar que no había algún resto de semen por algún lado, que no me había despeinado demasiado. En fin, para comprobar que al salir a la calle no pareciera una cualquiera con solo verme.

Estaba en el baño de mujeres arreglándome un poco cuando al girar la vista hacia la puerta vi mirándome a un muchacho joven, de unos 22 o 23 años. Parecía cualquiera de mis alumnos, o de algunos de mis alumnos porque también los tengo más maduros.

  • Este es el baño de mujeres, le dije.
  • Lo sé, me contestó él.

Sonrió con una sonrisa de vicioso que está seguro de que va a conseguir la pieza y se acercó a mí colocándose detrás de mí viéndome a través del espejo del mismo modo que yo lo veía a él.

Sus manos se posaron en mi cintura, pegándose a mí con fuerza. Sentí su polla o verga pegada a mí.

  • Estás en el baño de mujeres, volví a decirle, lo cual era una estupidez que aún hoy no entiendo por qué lo dije. Parecía como si lo estuviera echando cuando realmente la cara de la mujer que se veía en el espejo y los pequeños movimientos de mis caderas, decían todo lo contrario.
  • Mejor, me contestó él. Como no hay mujeres en el cine nadie vendrá a molestarnos, me dijo mientras sus manos ya tocaban mis nalgas, mis muslos y mis tetas descaradamente.

Me dejé tocar. Mis nalgas y caderas se movían, mi brazo echado hacia atrás intentaba rodear su cabeza mientras él empezaba a desabotonar todos los botones de mi blusa.

Me agarró y me metió dentro de uno de los baños donde están los W.C cerrando la puerta al meternos.

Empezó a besarme con ansia y con la misma ansia le respondía yo mientras sus dos manos levantaban completamente mi sujetador y agarraban mis tetas (esta vez eran las dos) a fondo.

Comenzó a chupármelas mientras sus dedos se internaban por dentro de mi falda y mi almejita, que volvía a estar super mojada volvió a ser acariciada a fondo.

No sé si por qué no estábamos en la sala, porque no veía a nadie mirándome (quien sabe si estaban todos escuchando del otro lado de la puerta pero yo no los veía) o cuál fue la razón, el caso es que mis gemidos y palabras empezaron a salir con más tono que antes.

  • Ahhhhh, síiiii… mmmmmmm….

Se agachó, subiéndome la falda para arriba, mientras mis manos la agarraban para que no cayera facilitándole lo que yo sabía perfectamente que me iba a hacer. Me quitó mis braguitas y empezó a comerme la almeja a fondo. Su lengua se movía a mucha velocidad, quizás por la fuerza de la juventud, no lo sé. Me daba en todos los lados, la metía, la sacaba, me daba en el clítoris, más adentro, en los labios. Yo estaba como loca. Cuando me la comen bien me pongo desenfrenada.

-Ahhhhh… ahhhh… Sigue.. sigue.. más…más… mmmmmmm… ahhh….

Mi segundo orgasmo de la tarde fue espectacular. Sentí que no paraba de correrme durante medio minuto o más. Y ya no sé si me estaría oyendo todo el cine pero aullaba como una auténtica loba.

El me miró y entonces bajó la tapa del W.C. sentándose encima. Vi perfectamente como bajaba la cremallera y desabrochaba su pantalón sacando a mi vista una buena polla o verga. Como siempre, no me fijé para nada en el tamaño, simplemente capté que estaba bien levantada y bien dura.

  • Ven, quiero follarte, me dijo mirándome fijamente.

Recogí mi bolso del suelo. Saqué un preservativo de los que llevo y le miré mientras intentaba deshacerme del envoltorio. Sonrió. Fue una sonrisa de aprobación pero al mismo tiempo, del que tiene claro que estaba con toda una putita que ya iba preparada para lo que surgiera.

Coloqué el preservativo en su pene mientras le miraba con mis caras de viciosa pervertida. Pude notar que no me había equivocado. Estaba bien dura. Al terminar, me puse encima de él introduciendo su miembro en mi almejita. Empecé a moverme sobre él y a gemir mientras sus manos agarraban con ganas mis tetas a ratos y otros mis nalgas, sobre todo cuando era su boca la que se comía mis tetas.

-ahhhhh…. Ahhhhh… tienes una buena polla, cabrón… me gusta… ahhhh.

-Y tu tienes unas tetas estupendas, me decía él. He venido varias veces a este cine y nunca me había encontrado con una golfa tan buena como tu.

-Sí… síiii… soy muy golfa… muy viciosa… más de lo que te imaginas… le decía yo mientras seguía cabalgando sobre su miembro. Quería también que así supiera que me excitaba que me dijera golfa y todas esas cosas.

Pero no hubo mucho tiempo de que me dijera nada. Empezó a gemir con más fuerza y a agarrarme las nalgas haciéndome subir y bajar con fuerza. Me di cuenta que el muchacho iba a venirse y aunque me sentí algo frustrada de que la cosa terminara pronto, en una mujer puede más la excitación que sentimos cuando vemos que estamos a punto de hacer que el macho se corra. Así que empecé a gemir con fuerza también, a cabalgarle al ritmo que sus manos en mis nalgas me marcaban y a disfrutar con todo el vicio de aquel miembro que estaba a punto de correrse.

Tuvo un orgasmo grande. Su boca se echó sobre mis tetas y estuvo dando jadeos cada diez segundos más o menos. Calculo que debió de soltar tres o cuatro descargas pero como digo, separadas por unos diez segundos más o menos.

Se quedó echado hacia atrás con la respiración fuerte del que intenta recuperarse del esfuerzo. Yo me levanté, agarré mi bolso y me puse mis braguitas y volví a ir al espejo a arreglarme.

Cuando terminé, él ya estaba de pie detrás de mí. Como tantos y tantos otros, me pidió el teléfono. Me volví y le sonreí.

-Soy casada, le dije. No puedo darte mi teléfono ni nada. Lo siento.

-ok…ok… me dijo él. Lo entiendo.

Le di un suave beso en los labios y me salí del cine, no sin antes sentirme mirada por todos los hombres cuando recorría el pasillo hacia la salida.

Una vez en la calle busqué un taxi y volví a casa. Ese día era de los que regresaba satisfecha porque un hombre, mejor dicho dos… me habían dado mi buena ración de sexo que necesitaba.

Espero que les guste. Seguiré contando según el tiempo me lo vaya permitiendo.