Las circunstancias me llevaron a ser infiel 2

Continúo contando algunas de mis infidelidades a las cuales me he visto obligada por las circunstancias.

Hola a todos. En este relato no necesito tener que volver a explicar la situación y las circunstancias que me han llevado a ser la infiel que soy. Quien no las sepa y quiera saberlas, no tiene más que leer el primer relato y ya.

Gracias por los comentarios al relato. Casi todos han sido buenos y, no puedo menos que agradecerlos. En cuanto a las personas que me han escrito mails pues, creo que he ido contestando a todo mundo. A unos más, a otros unas pocas líneas, pero en eso ha tenido que ver lo largo o no del mensaje de ellos puesto que lo que yo hice fue eso… responder. Creo que he contestado a casi todo el mundo a pesar de la sorpresa de muchos pero… creo que es una cuestión de cortesía contestar a quien escribe.

Y por último, algunas personas me han dicho que me he descrito poco. Mejor que vuelvan a ver mi relato, mi situación y mis circunstancias y comprenderán que… cuanto menos me describa es mejor para mi seguridad ¿no creen?

Dicho todo esto, diré que, a partir de aquella primera infidelidad, como ya dije antes, no he parado. Evidentemente, no voy a contar todas aquí y, aunque algunos digan que no, creo que llegará un día en que, me canse de escribir, escriba el último y no escriba más porque sé que de todo nos cansamos los seres humanos. Por tanto, iré contando algunas de mis infidelidades, aquellas que recuerde más, que estén más en mi memoria o que por una circunstancia u otra, me sean más fáciles de recordar. Conté la primera, hoy contaré la segunda y la próxima pues no será la tercera y daré un pequeño salto.

Tras aquella experiencia, quedé esperando la llamada de Nuria para repetir "cacería". Se metió el fin de semana por medio, que solemos pasar con nuestros esposos y el martes de la semana siguiente, volvió a llamarme y quedamos para el día siguiente. Nuevamente, volvimos a repetir el local de baile al que fuimos cuando cometí mi primera infidelidad. Siento defraudar a los que quizás esperaban una historia diferente pero es que, la segunda también fue ahí.

Me vestí apropiada para la ocasión. Un sujetador beige clarito, muy clarito casi rozando el blanco, con dibujo de flores pero totalmente transparente, que dejaban ver totalmente la aureola de mis pezones y unas braguitas haciendo juego, con una leve cinta estrecha (muy estrecha) a los lados, algo más extensas atrás tapándome la mayor parte de mi trasero y un pequeño triangulo adelante, mucho más pequeño que la parte de atrás y, al igual que el sujetador, totalmente transparente por delante.

Elegí una minifalda negra, bastante corta, nueve dedos por encima de la rodilla (la medí para el relato) de una tela muy suave, excesivamente suave al tacto. Arriba me puse una blusa azul claro, totalmente normal por delante, pero algo más transparente por detrás, en la que se podía distinguir bastante tanto los tirantes como la abrazadera horizontal de mi sujetador.

Por último, puse en mis largas piernas unas medias que llegaban hasta mis muslos unos tres dedos más debajo de mis braguitas con liga incorporada. Son esas medias que no son pantys que llegan hasta arriba y tapan las braguitas. Tampoco es un liguero. Son medias que tienen liga incorporada para sujetarse al muslo. Como el 90 por ciento de mis medias, eran negras, con un pequeño dibujo en los lados imitando a unas ramitas de un árbol. En fin, me miré al espejo y sonreí. Estaba bien golfa. Jamás me vestiría así para ir a mi trabajo pero… no iba a mi trabajo así que pensé para mí misma: Si con mi cuerpo y esta ropa, no encuentro tipos para ligar es que el mundo de repente se ha vuelto loco.

Llegué con Nuria al local en la tarde. Era un local que habría pronto, quizás porque era un local cuya clientela eran, como ya dije en el otro relato, mayoritariamente divorciados, personas ya no tan jovencitas y algún que otro casado buscando un ligue pasajero pero que (al igual que yo o que Nuria) tienen que regresar a casa a una hora prudente.

Las dos pedimos un cubalibre y nos sentamos haciendo algún comentario de cómo estaba el ambiente esa tarde. Poco después, un hombre se acercó y saludó a Nuria, la cual se levantó correspondiendo a su saludo con dos besos en su mejilla. Le hizo un par de preguntas de esas que se hacen cuando no tienes nada de que hablar ni que decir, a las que ella le contestó. Luego le pidió salir a bailar a lo que Nuria le dijo que OK.

Los observé un rato, el tiempo suficiente para un poco por los gestos o los movimientos, ver como que él estaba interesado en algo y ella, parecía no estar interesada. Pensé que quizás por el saludo, la sonrisa, los dos besos y los gestos de ahora, podría ser un tipo con el que Nuria habría tenido algún rollo y, conociendo sus normas, sólo en muy raros casos suele repetir. Miré al tipo durante un par de minutos por si me pudiera interesar a mí pero… no sé por qué pero… no sentí ninguna atracción por él.

Mi vista se desvió hacia el local. Quería ver el "ganado" que había ese día en el local. Como muchas otras veces, noté perfectamente la mirada de algunos hombres, percibí las conversaciones de algunos de ellos mientras me miraban, lo que delataba que debían estar diciendo algo de mí pero… no percibí en ninguno esa mirada de lobo hambriento, de vicioso loco de agarrar hembra para pasar un buen rato fuese quien fuese con tal de que tuviera dos tetas y una almeja. No, no sentí ese sexto sentido que tengo para percibir un tipo que no es que me esté desnudando con los ojos, es que me está taladrando con el pensamiento.

En los asientos del lado opuesto a nosotros, vi una pareja de hombre-mujer charlando. Me di cuenta de que acababa de verles bailar en la pista y se habían retirado justo cuando Nuria y su acompañante entraban. Les miré un buen rato porque me di cuenta de que él estaba echado hacia delante intentando poner sus ojos o su boca delante de los de ella, con la mano en la rodilla de ella. De vez en cuando, su mano parecía subir un poco mientras la hablaba, pero entonces, notaba perfectamente como ella con su mano, se la retiraba. La misma operación se repitió dos o tres veces. En otro de los momentos, él echó la cabeza más hacia delante lo que me pareció que debía ser un intento de beso, pero una vez más… ella poniendo sus manos en su cara, volvía a rechazarlo. Así estuvieron un rato en el juego del gato y el ratón hasta que en un momento determinado vi como él, antes de que ella pudiera reaccionar deslizó uno de sus manos pasándola con toda el disimulo por la blusa de ella a la altura de sus tetas. Eso, produjo su enfado, se levantó le dijo algo (supongo que le llamaría de todo) y se fue. Sonreí y pensé…. ¡Lastima para ti… has ido por la mujer equivocada!

Nuria regresó de su baile. Como yo había supuesto, el tipo con el que bailó había sido un anterior polvo de ella pero… fiel a sus principios, no tenía ganas de repetir. Siempre ha pensado que follar más de dos veces con un hombre, es correr el peligro de "encoñarse" con él, como dice ella y quizás tiene razón. Al menos, yo le he hecho caso hasta ahora en eso.

Llegó otro tipo y con una sonrisa me dijo a mí si me apetecía bailar. Ok, le dije y me fui con él a la pista. Nos pusimos a bailar. El me agarró por la cintura sin apretarme en exceso, digamos que bailando cortésmente con una mujer a la que posiblemente quiere ligarse pero a la que no conoce y con la que no quiere perder al primer baile por propasarse.

¿Cómo te llamas?, me dijo.

Elena.

¿Elena qué?

Elena.

¿Y a qué te dedicas, Elena?

En estos momentos, a bailar contigo. Le sonreí intentando que no se sintiera excesivamente rechazado.

¿Divorciada?

Prefiero no contestar a eso.

¿Por qué?

Porque no quiero contestar a eso ¿ok?

El tipo continuó bailando conmigo. Creo que después de mi rechazo, se le quitaron las ganas de seguir con preguntitas intentando averiguar sobre mi vida.

Al terminar, le sonreí con una sonrisa como de "gracias" y me volví hacia donde Nuria. Él me siguió.

¿Os apetece tomar una copa?, nos dijo con su sonrisita que ya me empezaba a caer mal.

No, gracias, ya tenemos… gracias.

Ok. Mucho gusto en conocerte, Elena. Volvió la cabeza hacia Nuria, haciéndole un gesto como de adiós y se fue. Supongo que se dio cuenta de que… no había conseguido para nada ganar mi interés.

Nuria y yo continuamos con conversaciones sin importancia, tan sin importancia que ahora mismo, después de cuatro años, ni recuerdo de qué fueron. De cuando en cuando, volvíamos a fijarnos en los hombres que había en el local comentando entre las dos sobre unos y otros. Pero no acabábamos de ver a ese lobo hambriento, vicioso, guarro, con unas ganas de sexo que se le ven nada más mirarle. Yo vi al tipo que antes, había intentado sobrepasarse con la otra mujer y que solo había conseguido enfadarla en la barra, tomándose algo mientras observaba y le expliqué a Nuria lo que había visto.

Creo que hoy, nos vamos a ir sin pescar nada, me dijo Nuria.

Sí, le contesté yo. Por más que miro, no acabo de ver "caza".

Bueno Elena… ya te dije que esto pasaría muchas veces. Que muchas tardes saldríamos, lo pasaríamos bien pero… no encontraríamos algo de nuestro gusto. Así sucederá muchas veces.

Lo sé, Nuria, lo sé… no te preocupes. No voy a suicidarme, jajajajaja.

Cinco minutos después, apareció otro hombre.

Hola, nos dijo.

Hola, le respondimos.

¿Os apetece una copa?

Miré mi cubalibre. Estaba prácticamente a punto de acabarse. Y además, la tarde de pesca estaba siendo muy mala así que… no tenía nada que perder.

Es posible, le contesté.

Bueno, estoy con un amigo ahí y si queréis podríamos invitaros a una copa.

Recordé que era uno de los dos que había visto hablando entre ellos mientras me miraban antes. Miré a Nuria. Hizo un gesto con su cabeza que yo entendí como un "bueno… ok".

Ok, le dije. Trae las copas y a tu amigo.

Unos minutos después estaban allí los dos. Uno, sentado en el lado de Nuria. El primero en aparecer se sentó conmigo.

Su inicio de conversación me demostró que el tipo tenía de todo menos originalidad. Como el que no es capaz de decir algo que te llame la atención. Y además, el pobre encima pegó con una Elena que estaba algo malhumorada de que, ese día no estuvieran saliendo las cosas tan bien como el primero.

¿Y qué hacen dos bellezas como vosotras estando solitas?

No estamos solitas. Vinimos con el general Custer y todo el séptimo de caballería. Lo que pasa es que se fueron a combatir a los de Caballo Loco y estamos esperando a que vuelvan.

La carcajada del tipo se la pueden imaginar.

Me ha encantado tu sarcasmo, me dijo sonriente.

Ah… vaya. ¿Y tu pregunta no fue sarcástica?, le contesté yo sonriente, pero con la misma sonrisa que le pongo a mis alumnos cuando creo que les he metido en un aprieto.

No quiero extender el relato más de lo debido. No nos duraron demasiado. Ni él tenía originalidad para la conversación ni yo tenía un día bueno. Ni una insinuación, ni un amago por su parte, nada. Sólo estaba interesado en parecer amable y, sobre todo, gracioso. Pero evidentemente, nosotras buscábamos viciosos, no graciosos. Yo buscaba sexo, un buen rollo. Había probado la infidelidad una vez, había probado el buen sexo después de mucho tiempo de abstinencia y en esos momentos era una golfa deseosa que necesitaba que me quitaran la calentura.

Quizás no actuaba bien, quizás era injusta y debía darle al tipo una oportunidad. Quizás no debía contestar y comportarme tan arisca y tan poco receptiva pero es que me consumían las prisas. Miraba el reloj, veía que llevábamos más de una hora allí, que el tiempo pasaba y que luego, ya no habría tiempo para hacer nada porque tendría que volver a casa a una hora prudente. En otras circunstancias, quizás me hubiera reído, le habría seguido las gracias, le hubiera sonreído por su amabilidad pero… el tiempo corría. Así que, les dijimos que no queríamos más charla y que preferíamos estar solas.

  • Va a haber que irse, le dije a Nuria.
  • Sí, esto no funciona bien, hoy.

Decidimos esperar media hora más. Y entonces sucedió el milagro. Apareció un hombre de poco más de treinta años, bastante joven para lo habitual en ese lugar. Traía las manos bastante ocupadas al sujetar tres vasos. Llegó, sin decir palabra, los colocó sobre la mesa y se sentó a mi lado, bastante pegado a mí. Antes de que me diera cuenta, su brazo estaba por detrás del sofá y aunque su mano al final del brazo estaba en el aire, su brazo estaba apoyado la mitad en el sofá y la mitad en mi espalda. Me miró y sonrió con una sonrisa de hombre seguro de sí mismo.

Le miré y durante diez o quince segundos no dije absolutamente nada. Pensé para mí que bueno, que al fin un tipo que no llega con preguntas tontitas, ya fabricadas y habituales queriéndose hacer el amable o el gracioso.

  • Hola, le dije. ¿Y esos vasos?
  • Son para vosotras, me respondió. Pregunté al de la barra qué habían pedido y les pedí otras copas.

Vaya… gracias, fue lo único que pude responder.

  • ¿Cómo te llamas? me preguntó.
  • Elena, le respondí. En ese momento pensé que ya se había acabado lo bueno. Que seguiría con lo típico de a qué me dedico, si soy separada, soltera o casada y demás preguntas habituales, pero no… me equivoqué.
  • Elena, dijo él repitiendo mi nombre. Suena interesante….
  • Pues yo lo veo muy normal, le dije.
  • A mí me parece muy interesante. Y la mujer propietaria del nombre me parece más interesante todavía, me dijo mientras puso uno de los dedos de su mano derecha en la rodilla de la pierna que tenía cruzada encima de la otra haciendo pequeños círculos sobre ella con el dedo.

Por otro lado, la mano izquierda que estaba en el aire con el brazo mitad apoyado en el sofá y mitas apoyado en su espalda, estaba en ese momento encima de mi hombro, sin que yo me hubiera dado la más mínima cuenta del momento en que la había puesto.

Quizás en otras condiciones, si hubiera sido el primero de la tarde, le hubiera dado alguna respuesta irónica, como queriendo jugar al gatito y al ratón para estudiar hasta dónde podía llegar a ser de cachondo. Pero había sido muy mala tarde, nada bueno o aprovechable había salido, el tiempo se echaba encima y era…. o ese….o para casa. Así que dejé a un lado las ironías y me lancé directamente al ataque para que tuviera claro que estaba pidiendo guerra desde el primer momento. Era el único que había llegado, que no se había puesto con preguntitas a resultar amable o graciosito y había iniciado un ataque (aunque fuera pequeño) desde el primer momento. Así que le miré con una mirada de esas que el hombre que no sea capaz de entenderla es que es tonto y mientras dirigí mi mirada a mi rodilla en la que su dedo seguía jugando haciendo círculos, le dije:

Bueno, hay cosas aún más interesantes pero... están escondidas (estas dos últimas palabras se las dije con el tono de voz más vicioso que pudo salirme en ese momento).

Sonrió. No dijo nada. Realmente, no necesitaba decir nada. Después de lo anterior, estaba claro (salvo que hubiera sido idiota) que la mujer con la que estaba era de las que tragaban. Así que, con una sonrisa como la de un leopardo que acaba de descubrir a una gacela herida, facilita de cazar, acercó sus labios a los míos, mientras sus dedos, muy despacio, sin prisa, empezaban a subir a la parte que está encima de mis rodillas sin sobrepasar todavía mi minifalda.

Le correspondí al beso. Con deseo, con ganas. Mi lengua jugueteó con la suya. Era otro modo de decirle que tenía unas ganas locas de que me dieran una buena ración de sexo.

Se detuvo un momento y mientras su mano seguía acariciando mi muslo, todavía sin llegar a la entrada de mi minifalda, me miró. Su mirada fue mitad de triunfo por encontrar una mujer hermosa dispuesta a lo que él quería o buscaba y la otra de sorpresa, como si no se acabara de creer que fuera tan fácil.

Yo ya no iba a perder un segundo más. Era o ese o…. me iba para casa sin caza esa tarde. Así que me acerqué a él y poniendo mis labios en su oído le pregunté:

  • ¿Sabes de algún lugar donde pudiera enseñarte las partes escondidas? Y tras hacerle la pregunta le di un suave lametón con la lengua en su oreja.
  • Bueno, me dijo él… Aquí a la vuelta está el Hotel RRRRR (perdonen que no escriba el nombre pero para el lector no tiene importancia pero a mí podría perjudicarme el ponerlo).
  • Bien, le dije yo. Pues entonces no perdamos tiempo.

La verdad es que ya se me había ido bastante tiempo aquella tarde. Y aunque mi esposo es difícil que llegue antes de las once, mejor prevenir. Claro que si un día llegara antes, yo siempre podría decir que estuve con Nuria. Y por otro lado, además de eso, tenía prisa también porque estaba ya muerta de ganas después de haber creído que esa tarde… me iba a quedar sin nada.

Al girarme para decirle a Nuria que me iba, vi que no estaba. Pensé que, bueno… es posible que al vernos besarnos, ella se hubiera retirado para dejarnos campo libre. Sin embargo, al salir, la vi en la barra charlando con el tipo que antes había intentado sobrepasarse con aquella mujer y que ella lo había echado enfadada. Sonreí a mi amiga de pasada y le eché una mirada. Entre nosotras dos la complicidad ha llegado a un punto que, no hace falta que nos digamos nada.

Al llegar a la habitación del hotel, mi acompañante me agarró y me dio un beso casi nada más cerrar la puerta de la habitación. Digo mi acompañante porque prefiero no dar nombres porque todo lo que sea guardar estos detalles es mejor para mí. ¿Cómo le llamamos a este? ¿Les parece bien Alberto? Pues Alberto. Pero es inventado el nombre. Así haré con todos mis amantes en todos mis relatos.

Alberto me besó como digo nada más cerrar la puerta. Yo andaba caliente, así que le agradecí que lo hiciera. La habitación tenía dos partes: una era la parte de la cama y la otra como una pequeña salita o recibidor donde estaba la televisión y un sofá. Entre ambas, un pequeño y cortísimo pasillito donde estaba el baño. Nada más terminar el beso, yo agarré sus manos y me di la vuelta, pegando mis nalgas a él y colocando sus brazos rodeando mi cintura.

Cuando veo que tengo oportunidad de elegir, me gusta empezar así, con el hombre detrás de mí, pegado a mí, que empiece a acariciarme y (si puede ser) a decirme cosas calientes, mientras yo como una perrita cachonda empiezo a mover despacio mis caderas y mis nalgas para sentirle pegado a mí y para ir sintiendo como su entrepierna va creciendo y poniéndose dura.

Bajó sus brazos y empezó a tocarme los muslos, todavía por encima de mi minifalda. Luego, empezó a subir y llegó pronto a mis tetas (recuerden que así me gusta llamarlas). Me las tocó por encima de la blusa pero apenas quince o veinte segundos. Enseguida, sus dedos empezaron a desabotonar los botones dejando mi sujetador al aire, sobre el que se cerraron sus manos apretándomelas con fuerza. Todo eso lo hizo sin hablarme, sin decirme nada. Y a mí me pone mucho que me hablen.

  • ¡Qué bien me tocas las tetas! ¡me gusta que me toquen las tetas!, le dije yo mientras movía un poco más mis nalgas rozándome a fondo con él. Dije eso por mi calentura, pero también y sobre todo, para conseguir que él hablara y me dijera algo vicioso.
  • Es que tienes unas tetas fantásticas, nena... me dijo Alberto. Me desilusionó un poco por lo de nena. Esperaba un viciosa, golfa, zorra, putita o algo así en lugar de un "nena". Me fastidia cuando me dicen "nena" o "bebé" porque ni soy nena ni mucho menos bebé. Soy una mujer caliente, que vibra con el sexo, viciosa, bien golfa cuando estoy en el vicio, pero una mujer, no una nena. Pero en fin, no le dije nada porque el placer y la calentura que sentía pegada a él sintiendo crecer su cosa y tocándome las tetas, podía más que esas tonterías sin importancia.

Giré mi cabeza buscando comerle la boca con la mía mientras Alberto seguía masajeando a fondo mis tetas, ya con el sujetador completamente levantado. Una de mis manos se echó hacia atrás empezando a acariciar su polla, su pinga, su verga o como cada quien quiera llamarle por encima de su pantalón.

Él me dio la vuelta y apretándome con fuerza contra él empezó a chupármelas y mordisquearlas suavemente mientras sus manos se iban a mis nalgas y, ahora sí, ya por dentro de mi minifalda, que había subido al meter sus manos.

Yo mientras, desabrochaba su pantalón para sacar su miembro, él cual no tardé en conseguir. Lo noté a mi gusto. Como siempre, no me importaba la largura y si me apuran, quizás tampoco el grosor. Pero la noté bien dura… levantada y bien dura y… créanme los caballeros que me estén leyendo… eso es lo más importante.

Lo agarré y me lo llevé al sofá. Le senté poniéndome a cuatro patas con mi cabeza entre sus piernas. Antes, le desabroché su camisa y mientras mi lengua empezaba a recrearse comiéndole sus pezones, mis manos empezaron a acariciar su miembro. No tardé mucho en bajar, estaba loca por llevármelo a mi boca. Pero como siempre, como lo hago siempre, empecé con suaves pases de mi lengua por la cabecita de su miembro. Me pone muy cachondita las cabecitas de los miembros masculinos. Y, como siempre, intentaba levantar la mirada dándole el gusto de ver mi cara de golfa y viciosa disfrutando de su miembro.

Mi boca empezó a introducirse en su miembro, con chupadas aún cortas, sin llegar ni a la mitad de su miembro, pero lo suficiente para arrancarle los primeros jadeos

Aggg aggg aggg

Después, volvía a sacar mi boca y me pasaba su miembro por mis tetas mientras seguía poniéndole la cara y sobre todo los ojos, cada vez de más zorra, cada vez de más vicio, cada vez más cachonda.

Perdonen si alguno o alguna piensa que no estoy siendo nada de original porque estoy describiendo la mamada igual que en mi primer relato pero, de verdad, quiero contar las cosas como fueron y el problema es que siempre hago las mamadas igual. Así que si es cansado leer siempre lo mismo, agradecería que me lo dijeran en los comentarios y así, en los siguientes relatos, mencionaré que se la mamé como hago siempre y así no les canso.

Bien, después de pasar su miembro por mis tetas y mirarle con esa cara de puta viciosa con la que miro a los hombres cuando hago eso, ya mi boca se lanzó a comer, a devorar, a tragarse con ansia esa polla, pinga o verga dura.

Al medio minuto de empezar a comérsela a fondo, él (por fin) empezó a decirme cosas:

  • Aggg Agg aggg… cómo la comes, nena… me la estás poniendo como una piedra… eres adorablemente viciosa.

Bueno, al menos hubo un viciosa. Yo seguí comiéndome su miembro, el cuál notaba cada vez más duro. Estuve como unos quince minutos, haciendo también paradas para rozarlo con mis tetas y provocarle con mis miradas y de paso, darle unos segundos de descanso a mi boca.

Al rato, sentí que sus manos apretaban mi cabeza y mi pelo, que sus jadeos eran más sonoros y profundos y más continuados y supe que iba a correrse. En condiciones normales, la hubiera sacado, se la hubiera masturbado un poco más y hubiera derramado su semen sobre mis tetas. Pero él me tenía agarrada la cabeza y hacía la propia fuerza que le hacía tener su excitación. Así que, cuando su miembro empezó a soltar chorros de semen, los recibí todos en mi boca. No tengo inconveniente en ello, ni es algo que me resulte desagradable.

Le dejé hacia con su cabeza echada hacia atrás en el sofá, recuperándose de la mamada, de la excitación y de la corrida. Pensé que, esperaba que no fuera como mi esposo, que necesita después de una corrida una o dos horas para poder volverse a poner dura.

Pasados unos minutos, se incorporó y me incorporó a mí, llevándome hacia la cama. Me desnudó completamente y me echó sobre ella diciéndome que ahora me tocaba disfrutar a mí. Terminó de sacarse también su ropa.

Empezó con otro beso, mientras me daba un par de pellizcos en mis duros pezones que andaban como piedras. Enseguida, su boca bajó hacia ellos y empezó a chupármelos con ansia mientras su mano y sus dedos empezaban a acariciar mi almejita, principalmente mi clítoris arrancándome mis primeros y suaves gemidos. Estuvo un buen rato chupándome las tetas mientras su mano iba cambiando de caricias en mi almeja, tanto en los labios como en el clítoris a otros ratos en que me introducía el dedo lo más adentro que podía.

Yo me sentía bien zorra y bien caliente. Mis gemidos iban subiendo tanto en tono como en volumen

Ay… ay… ay… así… asíii… ayyy.

Su boca empezó a bajar. No se recreó demasiado por el camino dirigiéndose rápido a mi almeja. Empezó a darme lengua, a darme los primeros chupetones y a pasarme lengua por mi clítoris. Mi calentura iba en aumento. Era lo que había ido a buscar, lo que busco siempre cuando voy de "cacería"

Ayyy…….ayyyy… síiii…. Cómemeee…. Cómemelo todooooo… ayyyyy.

Su lengua se iba moviendo con más velocidad con mis gemidos y mis palabras. Y cuanta más velocidad le daba, más gemidotes y palabras le decía yo. De mi boca empezaron a salir mis primeros "insultos" si es que se le puede llamar insultos a decirle esas cosas a un hombre en un momento así

  • Cabrón… cómo me gusta… sigueee.. sigue vicioso… no pares… comémelo

En ese momento, me había metido un dedo hasta el fondo. Y mientras su dedo jugaba a moverse dentro de mi vagina, su lengua seguía dándole placer a mis labios y mi clítoris. Yo ya estaba que me moría de gusto, de placer. Cuando un hombre me la come a fondo y estoy a punto de correrme, creo que si entrara un batallón de hombres en ese momento, me follarían todos, o al menos, los que aguantara.

Sentí que me llegaba el orgasmo, que estaba a punto, que un poco más y mi cuerpo reventaría con esa explosión profunda que sentimos la mujer en esos momentos. Ahí ya estoy con el control perdido totalmente y cuando ya estoy casi a punto no paro de pedir más, que siga, que no pare, y mil cosas más porque el vicio y la calentura de ese momento me vuelve loca. Exploté… exploté arqueando mi cuerpo hacia arriba, como si quisiera aún en ese momento ofrecerle que me la comiera ya del todo y aullando como una perra en celo.

En menos de medio minuto, estaba recuperada y lista para continuar, una de las pocas ventajas que nos dio la Naturaleza con respecto a los hombres. Miré curiosa a su miembro para ver si había recuperado y sí, lo vi allí bien levantado y duro de nuevo.

  • ¿Tienes preservativo?, le pregunté.
  • No, no lo tengo. Me pillaste desprevenido.

Me levanté dirigiéndome a mi bolso. Siempre llevo dos o tres preservativos conmigo por si, como en este caso son necesarios. No es que no me guste sentir una pija al natural pero… con el Sida hoy en día hay que tener mucho cuidado. Así que suelo ir preparada. Sólo en un par de ocasiones (no sé si entre mis aventuras elegidas para contar aquí estará una de ellas), la calentura fue tan grande que me dejé penetrar a pelo porque en ese momento no pensé en nada más que en que me la metieran. Afortunadamente, por suerte, no tuve ningún contagio ni problema.

Le di el preservativo y volví a echarme en la cama. El se lo puso. Con él puesto, volvió a besarme y luego me preguntó si había alguna postura que me gustara más que otras. Le dije que mis favoritas eran la de ponerme yo encima o bien, la de perrito. El dijo que entre esas, prefería hacérmelo a lo perrito. Así que me puse a cuatro patas ofreciéndome.

Me penetró fácil. Mi vagina seguía húmeda y caliente y no tuvo problema. Empezó a bombearme, al principio con movimientos suaves, luego ya con más y más fuerza según iba creciendo su excitación.

Yo volvía a estar cachonda con su penetrada. Mis tetas se movían arriba y abajo según sus huevos iban golpeando mis nalgas o la iba haciendo retroceder. Gemía como perra caliente que está disfrutando. Estaba dura, era lo que me importaba, que estuviera dura. Siendo así, el placer está garantizado. Me agarró las tetas y seguía dándome con fuerza. Lo único que le faltaba era hablar, decirme cosas, hacérmelas decir a mí y hacerme sentir bien puta y bien perra pero no era muy hablador. Al cabo de un rato, volví a tener un segundo orgasmo con él agarrado a mis tetas y apretando su pene hasta el fondo de mí.

Me preguntó entonces si me gustaba el sexo anal. Le dije que sí, que no había problema. La realidad es que nunca he sentido el mismo placer por el ano que por la vagina, pero también entiendo que para los hombres es estrecho y apretado y eso les da mucho placer. No era mi primera vez porque lo había practicado con el novio que tuve antes de mi esposo (con mi esposo es imposible por razones obvias). Lo suficiente para saber que, aunque siempre es algo doloroso para nosotras, si nos acariciamos el clítoris mientras nos penetran por ahí, el placer de la caricia y el propio deseo y la excitación del momento, acaban primando sobre el pequeño o gran dolor que se sienta. Y como él me había dado ya dos orgasmos, consideré que sí, que se merecía que yo le diera anal si es lo que necesitaba él para disfrutar.

Me dio saliva en las nalgas, tanto con sus dedos como con su lengua para irme luego poco a poco penetrando. Obviamente no entraba con la misma facilidad que por mi vagina pero pronto consiguió tenerla toda dentro. En esos momentos resoplaba a fondo y jadeaba como potro encendido. No necesito mucho tiempo. En unos cinco minutos taladrando mi culito noté que su ritmo se incrementaba y sus jadeos y resoples eran muy profundos. Supe que la descarga volvía otra vez y unos segundos después sentí en mi culito los chorritos calientes de su semen.

Descansé unos minutos. Luego me incorporé y empecé a vestirme. Él me preguntó por qué pero le dije que debía irme. Me pidió que no me fuera pero le dije que lo sentía, que no podía quedarme. – Dame tu teléfono al menos, me dijo, cuando vio que yo había terminado de vestirme.

3256845, le dije. Lo anotó. Sonriéndole, le guiñé un ojo y salí de la habitación.

Espero que este teléfono no exista y, en el caso de que sí y que sea de alguien que me está leyendo, le pido perdón por las molestias que le hubiera podido ocasionar.

Un beso para todos y hasta la próxima que seguirá contando algunas de mis infidelidades.

Espero les guste.