Las cinco amigas (29)
¿Qué tengo que hacer para tener relaciones sexuales? Eso fue lo primero que pregunté a Agustín a primera hora de la mañana. Él estaba con su sonrisa encantadora sentado detrás de su funcional mesa de metacrilato...
***Vigésimo novena parte*****
¿Qué tengo que hacer para tener relaciones sexuales?
Eso fue lo primero que pregunté a Agustín a primera hora de la mañana. Él estaba con su sonrisa encantadora sentado detrás de su funcional mesa de metacrilato. El sol que entraba por el ventanal que tenía detrás le seguía dando esa peculiar aura de magnificencia casi divina que tan bien le sentaba.
Es fácil, Laura dijo, sin dejar de sonreír. No tienes más que encontrar a un hombre y llevártelo a la cama.
Eres muy gracioso respondí con media sonrisa forzada y la voz cargada de ironía. Curiosamente, la mención a acostarme con un varón no me había molestado en absoluto. De hecho, ya me parecía "lo correcto". En primer lugar, dado lo que me habéis hecho, no puedo acostarme con cualquier hombre, o me arriesgo a que me de una paliza... o incluso algo peor. Después, no tengo nada claro lo que debo hacer cuando llegue el momento. Agustín le miré a los ojos fijamente, para que viera mi total sinceridad. Te lo estoy preguntando en serio. Aunque suene doloramente adolescente.
No te avergüences. En muchos sentidos, eres como una recién nacida y en otros muchos una adolescente empezando a descubrir su cuerpo y su sinceridad. Sobre el primer punto que me planteas, no puedo hacer nada. Tendrás que vivir con ello y utilizar las técnicas que te parezcan más adecuadas empecé a poner gestos de incredulidad: me sentiría terriblemente humillada contándole a mi ligue ocasional que, en realidad, tenía un pene entre las piernas, aunque no sirviera, literalmente, para nada. Laura, porque vas a necesitar y recalcó esa palabra acostarte con gente. Necesitas satisfacer tus necesidades sexuales y sólo lo puedes hacer a través del orgasmo de otros.
Eso es terriblemente retorcido se escapó de mis labios.
Quizá. Pero ni tú ni yo podemos hacer nada al respecto. Es algo que vas a necesitar, ya te darás cuenta.
De todas formas, no me has dado ninguna respuesta...
¿Pero qué quieres saber exactamente?
Respiré hondo antes de contestar. Me había mentalizado toda la noche para contárselo. Aún así, me costaba mucho soltarlo. Después de todo, era mi mayor intimidad.
Tener relaciones sexuales implica que un pene va a entrar dentro de mí. No soy tan tonta como para obviar ese hecho. De los escasos recuerdos que me habéis dejado de mi anterior persona tengo una idea más o menos de cómo se hace. Al menos, los rudimentos. Por no hablar de las películas porno de transexuales que hay en la tele por las noches...
Agustín sonrió. Le había dado a entender que sabía perfectamente que esos vídeos los emitían ellos. No conocía ninguna cadena centrada en algo tan especializado. Dudaba de hecho que la mayoría de la población lo viera interesante.
No te estoy pidiendo técnicas para seducir continué. Pero mi cuerpo no es como el de las actrices. Ni siquiera responde como cuando era un hombre en nada. Si un pene debe de entrar en mi ano, no sé cómo lo va a hacer. Perdona la franqueza pero hizo un gesto casual con la mano como diciendo "no importa, sigue" cuando voy al servicio me cuesta mucho evacuar. No dilato apenas. Eso por no hablar de que no puedo apenas introducir un dedo en mi interior A pesar de mis intentos de aparentar normalidad, estaba roja como un tomate. Esperaba que el maquillaje me ayudase a disimularlo algo. En cualquier caso, el psicólogo no hizo ni un solo gesto. De hecho, hasta había dejado de sonreír y me escuchaba con atención.
Me alegra que en tan poco tiempo te hayas decidido a abrirte a mí dijo, entrecruzando los dedos al hablar, de manera profesional. Te voy a responder de manera tan honrada como tú conmigo. Laura, tu ano está diseñado para ser más estrecho que la mayoría. Además, a menos que hagas alguna auténtica barbaridad, seguirá siendo así siempre. Eso quiere decir que cuando te penetren, no importa cuánto te relajen, te va a doler. A veces más, a veces menos, pero los primeros instantes de una relación sexual te serán fisicamente dolorosos, aunque psicológicamente los desearás mucho. No, no temas continuó, rápidamente, al ver mi cara de angustia, a medida que tu culo se acostumbre, el dolor cederá. Te resultará placentero se detuvo un momento, como reflexionando. Bueno, de nuevo más mental que físico, pero te aseguro que te va a gustar.
Pues no veo cómo contesté, de manera sombría. No es suficientemente degradante lo que me habéis hecho, que además me tiene que doler cada vez que me acueste con alguien. ¿Por qué?
Porque de esa manera tu principal organo sexual sujetará mucho mejor el pene de tu pareja y proporcionarás mucho más placer se encogió de hombros. No hay nada que puedas hacer. Te acostumbrarás.
Como a todo, al parecer...
Hay algo más que creo que te gustará saber.
Pues como sea como lo anterior...
No... sonrió brevemente. Tiene que ver con tu otra manera de dar placer y añadió, por si no había quedado claro: tu boca.
¿Qué pasa con ella?
Tu no notas nada, pero estás preparada para realizar lo que se conoce como "garganta profunda". Ya sabes... asentí con la cabeza. No quiero decir que sea fácil, ni que no te vaya a cansar, pero con práctica podrás introducir un pene hasta tu esófago, por grande que sea. Naturalmente, no podrás respirar mientras esté ahí, pero ya desarrollarás tus trucos.
Oh, sí. Me encantaba la noticia. ¡Qué feliz me hacía que un gañán con un rabo de medio metro me lo metiera hasta asfixiarme y me usara como si yo fuera una vagina en lata! ¡Creo que nada me hacía más feliz en esta vida!
¿Qué había pasado la tarde anterior? Bueno, después de aguantar a Mercedes (a la que, naturalmente, le parecieron poco adecuados mis pendientes de aro), decidí buscar a Dalia y hacerle una pequeña encerrona. No le iba a dejar que se fuera de mi lado sin explicarme su extraño comportamiento.
Después de la cena acudí a su habitación. Sabía que tenía que estar ahí. Tenía la puerta entreabierta y había luz dentro. Así que me asomé. Lo de espiar a mis compañeras de infortunio se estaba convirtiendo en una costumbre poco edificante.
Estaba mirando por la ventana, aunque en el exterior todo fuera oscuro. Y lloraba. La tenía de espaldas, pero no me cabía ninguna duda. Sus suspiros, sus movimientos de hombros...
Me arriesgaba a otro de sus secos desplantes, pero Dalia era mi amiga y no iba a dejarla sola. Si encima de los que nos han hecho, nos alejamos las unas de las otras... ¿qué iba a ser de nosotras?
Respiré hondo y entré en la habitación. Una vez dentro, golpeé suavemente con los nudillos y cerré la puerta detrás de mí.
¿Se puede? pregunté con la voz más dulce que pude poner.
Vete, Laura dijo, secamente, dejando a duras penas de llorar. Prefiero estar sola.
No le hice caso y me acerqué hasta la ventana. Apoye cariñosamente una mano en su hombro.
***Fin de la vigésimo novena parte*****