Las chicas rollizas del gym - 2° parte

Las dos mujeres, frustradas y enardecidas, luchan con un instintivo y salvaje ardor.

Y ambas, se empujaron, con las manos en la cintura y los pechos pegándose por el sudor de sus cuerpos.

El combate era muy parejo y tanto una como la otra siseaban al sentir los espolones clavándose en sus areolas. Rocío pareció tomar la delantera, pero Marisa contraatacó y la hizo retroceder un paso. La mujer de cabellos enrulados tambaleó y se agarró de la cintura de su némesis para evitar la caída, pero no pudo evitar que su espalda diera contra uno de los casilleros y ambas gruñeran por el impacto.

La dama de cabellos castaños la tomó de idéntica manera y ambas, como impulsadas por el instinto, comenzaron a mover los hombros para que sus grandes pechos se golpearan de lado a lado. De derecha a izquierda y viceversa.

Tras casi cinco minutos de cruentos intercambios, las lágrimas no paraban de saltarse en ambas y, cansada y adolorida, Marisa abrazó a su contendiente en un intento por imponerse.

El vaivén de sus cuerpos las hizo tambalear nuevamente y por un momento parecieron estar bailando en el medio del vestuario, hasta que ambas dieron con sus hombros contra uno de los casilleros, estrujándose mutuamente en un abrazo de oso, con las frentes pegadas y los ojos clavándose millones de lanzas invisibles. Los alientos se mezclaron y ambas sintieron una oleada de asco unida a un desconocido hormigueo que las recorría por dentro.

Marisa sintió que el dolor la quemaba por dentro y sus pechos estallarían de un momento a otro y estrujó a su rival, así como le tironeó del cabello a la altura de la espalda, para hacerla arquear y tratar de empujarla.

Rocío chilló de dolor al sentir el tirón, que le devolvió en el acto y, así como los gordos pechos de ambas se aplastaban juntos, sus barbillas se tocaron y les provocaron hondos escalofríos.

_Soltame, hija de puta! O te dejo pelada! _protestó la mujer de cabellos castaños, con los pezones doblándose dolorosa y deliciosamente contra los de su enemiga.

_Soltame vos, yegua. ¿Mis tetas son mucho para las tuyas?

La provocación tuvo como respuesta un nuevo tirón de cabello y una escupida que dio de lleno en los carnosos labios de Rocío, quien se retorció con asco y la devolvió.

Ambas gimieron y sus rostros se contrajeron en una mueca de desagrado para apretar las nalgas de la oponente con una mano y con la otra repetir el tirón de cabellos y la escupida.

Se insultaron y se maldijeron sin dejar de tambalear y sin que su abrazo se debilitara.

Finalmente, Marisa trastabilló y quedó aplastada contra uno de los casilleros, con Rocío empujándola y atacando sus pechos sin piedad. Una y otra gruñían con cada nuevo embate y la mujer de cabellos castaños era quien llevaba la peor parte, por lo que, desesperada, soltó la cabellera de su rival y apretó su entrepierna, sintiendo la humedad y calor del lycra en la palma de la mano.

Rocío siseó y se estremeció, aflojando la presa levemente, lo cual le dio la oportunidad a Marisa para empujarla con los pechos y ganar terreno. La réplica no se hizo esperar y ambas rollizas guerreras se aferraron mutuamente del cabello con una mano, mientras con la mano libre masajeaban la entrepierna enemiga, buscando debilitarla.

Sus rostros volvieron a encararse y cada una pudo respirar el aliento de la otra.

Los escalofríos y el golpeteo de sus pechos sudorosos y adoloridos las estaba llevando a umbrales desconocidos.

Rocío le clavó la mirada en los ojos, llenos de odio. Se sentía sucia y humillada al estar casi desnudas, en tan íntimo contacto, metiéndose mano y ahora, como movidas por un instinto morboso, cada una había logrado colar la mano entre el lycra y la mata de vello púbico de su némesis, temblorosas, para penetrarse con los dedos y buscar un desequilibrio en su empatado duelo.

Marisa experimentaba sensaciones similares y sus ojos claros se clavaron en los oscuros de Rocío sin disminuir la velocidad en el movimiento de sus dedos, mientras se sentía taladrada por los ataques de su odiada enemiga.

Ninguna de ellas había sentido atracción por otra mujer. Pero esto era diferente. Era una lucha y en la guerra cualquier recurso es válido. Aún si tenían que sufrir la humillación de sentir los pechos desnudos de su odiada némesis contra los propios, o el asqueroso toqueteo al que se estaban sometiendo.

Rocío pareció atinar el delicado botoncillo de placer de Marisa, quien jadeó y se tambaleó al doblársele las rodillas. El vaivén entre sus cuerpos y la vacilación la colocaron nuevamente con la espalda contra el casillero. Rocío aprovechó para golpearla con sus pechos y aumentar la velocidad de sus dedos. Sus narices se tocaron y los insultos que se prodigaron casi pusieron sus labios en contacto. Cada una se estremeció y sintió asco, pero fue la morena de cabellos negros quien escupió primero en la boca abierta y jadeante de su oponente, quien se atragantó y la insultó al devolvérsela, acompañada de un tirón de cabellos.

Marisa agregó un segundo dedo y fue la mujer de ojos oscuros quien sintió debilitarse sus piernas y retrocedió, intentando evitar la caída, para ser aplastada contra el casillero.

La mujer de cabellos castaños sintió que la sangre le hervía y su cuerpo parecía comenzar a traicionarla. No paraba de temblar y había cruzado el punto sin retorno. Los dedos de su rival la estaban volviendo loca y tuvo miedo de ser derrotada y humillada. Pero, apretó los dientes e intentó aguantar al sentir la humedad y palpitaciones en el sexo rival.

_¿Estás disfrutando esto, tortillera? _siseó la mujer de negros cabellos.

_No tanto como vos... puta....

_Cuando te...mmm... derrote... me vas a...chupar la....argolla...._jadeó entrecortadamente, sintiendo que el final se aproximaba.

_Ah....vos mmmmmee....la vas...mmm a chupar.... tor...tillera...calentona... _gimió en un susurro enronquecido por la excitación

_¡TE ODIO, HIJA DE PUTA! _gritó Rocío y le dio un tirón de cabello para arquearla hacia atrás y morderle la barbilla.

_¡YO TE ODIO MÁS, YEGUA! _chilló Marisa al sentir la mordida y los dedos que taladraban su entrepierna.

Pero, los pezones clavándose en las areolas y el peso de sus grandes pechos aplastándose entre sí, más el sudor y el aroma a hembras, sumado a los indecentes ataques mutuos en las entrepiernas fueron mucho para la mujer de negros cabellos, quien comenzó a temblar y abrió la boca, dejándose caer contra el casillero mientras sentía que un poderoso orgasmo la recorría de pies a cabeza.

_NOOOOOO HIJA DE PUTA!!!!!!!! _chilló mientras se desbordaba a mares contra la mano de su enemiga.

_Siiii! ¿Quién es la mejor? _jadeó Marisa, eufórica por su victoria y le dio un tirón de cabellos para escupirle en la boca abierta y aullante.

Rocío tosió con la escupida y negó con la cabeza sin detener su ataque y fue Marisa quien aulló de placer, temblorosa y ambas se fundieron en un torpe abrazo para caer y rodar juntas, fuertemente estrechadas mientras las lágrimas liberadoras regaban sus mejillas. Durante casi dos minutos se revolcaron hacia uno y otro lado mientras se unían en un llanto histérico para, una vez liberada la tensión, quedarse quietas y lamerse las lágrimas, para enredar las lenguas en un rápido y vicioso latigazo que antecedió a un beso francés que pareció prolongarse durante una eternidad.

Cuando regresaron a la realidad, se separaron como si estuvieran agarradas a una brasa y cada una se puso de pie, lentamente.

Marisa había vencido, pero fue la primera en cubrirse los desnudos pechos, con los brazos cruzados, cohibida. Rocío hizo lo propio y no pudieron evitar sentir que las mejillas ardían de rubor al advertir el lamparón que habían dejado en sus entrepiernas.

_Dale, hija de puta. Apurate con la ducha, que me tengo que ir. _protestó Rocío.

_¿Estás apurada? ¡Vení, yegua! _la invitó Marisa, quien había colgado la toalla y se metía bajo el chorro de agua caliente con el jabón en la mano y el shampoo sobre el borde de la pared más pequeña.

Los ojos oscuros de la derrotada la miraron buscando cualquier atisbo de burla, pero la vencedora repitió la invitación y, tras un instante de duda, Rocío se acercó.

Marisa levantó las manos en son de paz y ambas sonrieron para abrazarse bajo la ducha. Temblorosas, y algo cohibidas, descansaron la cabeza sobre el hombro de la otra, mientras las manos acariciaban las espaldas y sus pechos, otrora en combate, parecían saludarse.

Ambas rivales parecieron estremecerse al sentirse nuevamente, con los pezones en contraste que se doblaban juntos y los turgentes orbes aplastándose juntas deliciosa y dolorosamente.

Las manos de ambas acariciaron las espaldas con suavidad para posarse con firmeza en las nalgas de la enemiga y estrujarlas mientras no dejaban de restregarse como gatitas mimosas y enredaban las lenguas fuera de sus bocas, jadeantes y abiertas.

Rocío tomó la nuca de Marisa y acercó su rostro aún más para morderle el labio inferior con suavidad haciéndola gemir quedamente y estremecerse. La mujer de cabello castaño atrapó el suyo superior y lo succionó, devolviéndole la gentileza y ambas se enredaron en un vicioso y lascivo intercambio de besos y caricias, en silencio, mirándose a los ojos con hambre y algo desconocido.

Rocío sintió que las piernas le temblaban y le latía el coño, al igual que a su enemiga, por lo que, fuera de sí, apoyó la palma en la mata húmeda y comenzó una deliciosa y suave fricción que no tardó en tener su réplica y ambas se unieron en un concierto de suspiros, jadeos y gemidos, con los labios fundidos y los dedos acariciando sus delicados botoncillos de placer.

_No pares, gorda hija de puta.... Cogeme.... _jadeó Marisa entre besos húmedos y suspiros.

_MMM síiii, cerda...Dame más.... _replicó Rocío de igual manera, con mordiscos y jadeos.

_MMmmm Sos una hija de putaaaaa!!! _Chilló la mujer de cabellos castaños al sentir que veía las estrellas y las piernas comenzaban a debilitarse.

_Aahhhh..mmm Yegua mal parida.... Noooo! _Jadeó temblorosa la hermosa Rocío, corriéndose casi al mismo tiempo que su némesis, empujando el coño contra la mano lasciva que la había llevado al paroxismo del placer.

Diez minutos había pasado enjabonándose en silencio, entre caricias, tiernos besos y mordiscos, mientras intercambiaban encendidas miradas con las pulsaciones aceleradas.

_Chicas... Por favor, que tenemos que cerrar. _Se asomó la recepcionista, ajena a lo que estaba ocurriendo.

Las rollizas mujeres del gym se separaron, como si regresaran a la realidad de una manera incómoda y se secaron separadas, para vestirse sin atrever a mirarse.

Rocío se puso el jogging con el que había llegado y se dirigió hacia la puerta, casi al mismo tiempo que Marisa, quien sonrió torpemente cuando coincidieron. Antes de abrir, la mujer de negros cabellos extendió la mano, a modo de saludo y susurró.

_Fue intenso... Por cierto... Me llamo Rocío.

La hermosa y franca sonrisa que le dedicó pareció sorprender a su rival, quien le estrechó la mano y respondió, también con un susurro.

_Encantada. Soy Marisa.

Ambas se miraron a los ojos por un segundo y fundir sus labios en un beso de agradecimiento.

Minutos más tarde, cuando la recepcionista regresó para reclamarles que debían retirarse, Marisa abrió su bolso y le dio su tarjeta, ante la sorprendida mirada de su acompañante.

_Creo que podríamos ir de compras para reponer los lycra que nos rompimos.

Rocío sonrió y la abrazó, para sentir nuevamente sus pechos y sus barrigas tocarse y susurró.

_¿Te quedaste con ganas, mal cogida? _Le guiñó el ojo.

_Me quedé con ganas, pero gracias a vos ya no estoy mal cogida. _Le devolvió el gesto y se mordió el labio, con gesto intencionado y tímido a la vez, mientras el rubor subía a sus mejillas.

_Yo también... Te llamo y nos vemos mañana... Nos debemos una revancha.

_Te voy a dejar seca, gorda...

_Ni lo sueñes, ballena...

Al llegar a la esquina, cada una había agendado el número de la otra y habían quedado para la tarde del sábado en la puerta del shopping. La luna llena parecía bendecirlas con una mirada cómplice, como la que intercambiaron cuando se saludaron con un beso en la mejilla, torciendo la boca para casi tocarse la comisura de los labios y partir en direcciones opuestas, con el corazón latiendo aceleradamente y un hormigueo interno que las recorría en lo que prometía ser el inicio de una gran amistad.