Las chicas dominan en la facultad. Parte V (Final)

En una universidad estadounidense todos los alumnos y alumnas están obligados a ir desnudos.Cada año uno de los sexos es el dominador y tiene derecho absoluto sobre el otro.Este mandan las chicas, por lo que Haley y su novata prima Chloe junto al resto de chicas causan estragos en los pobres varones

PARTE V: INTERVIENE LA POLICÍA

Cuando los chicos que consiguieron escapar denunciaron lo que sucedía en la facultad, las autoridades enviaron una patrulla de policía para controlar la situación. Los cuatro policías, que no tomaron demasiado en serio las advertencias y testimonios de los chicos, se adentraron en el edificio central con tranquilidad.

La facultad parecía desierta, ya que los trabajadores y trabajadoras habían huido cuando la situación se descontroló. Los policías decidieron separarse en parejas para saber rápido lo que sucedía.

Una de las parejas pronto se cruzó con un grupo de cuatro chicas que se acercaban caminando hacia ellos.

  • Que hombres tan apuestos.- dijo una con voz seductora mientras seguían acercándose.
  • Venimos a comprobar si es cierto lo que dicen que pasa aquí.- dijo uno de los hombres con voz insegura.

Estaban informados sobre las peculiaridades de esta facultad, pero tener a cuatro chicas espectaculares desnudas ante ellos era bastante incómodo.

  • Aquí el único problema es que no hay hombres de verdad.- dijo una de las chicas a escasos centímetros de uno de los policías. La situación de su compañero no era muy distinta.
  • No se acerque tanto señorita. ¿Dónde está todo el mundo?- dijo sin saber por donde tocarla y sin poder evitar mirarla de arriba a abajo.
  • Me llamo Ashley y lo que está buscando está justo aquí. Te presento a mis dos amigas.- le susurró la chica cogiéndole una mano y llevándola hasta su seno izquierdo, sin ninguna resistencia del hombre, que apenas podía pensar con claridad.

Acto seguido agarró la otra mano y la llevó hasta su otro seno.

  • Veo que os habéis caído bien.- dijo la chica con una sonrisa, mirando el marcado bulto en la entrepierna del pantalón.

Ashley acarició su dura poya por fuera del pantalón y comenzó a besarlo en el cuello, mientra él tocaba con descaro su perfecto cuerpo. Sabía que no debía hacer eso pero estaba poseído. Sin parar de besarlo, introdujo la mano en el pantalón y continuó con las caricias. Su pene era grueso y estaba duro como una piedra y sus testículos, pegados al cuerpo preparados para descargar, eran enormes, de los más grandes que la chica había sujetado.

Su coño chorreaba flujo vaginal y le hubiera encantado ser penetrada por ese semental y sentir el golpeteo de sus enormes huevos. Pero sus intenciones eran otras desde un principio. Lo miró a los ojos con una sonrisa y luego apretó sus grandes testículos con todas sus fuerzas.

El agente despertó violentamente del sueño que estaba viviendo. Su reacción fue empujar a la chica para quitársela de encima, pero Ashley apenas se separó de él, ya que estaba bien sujeta al hombre por cierta parte, una parte que recibió toda la fuerza de su empujón en forma de tirón hacia delante.

Para alegría del policía, que estaba a punto de echarse a llorar suplicando por el terrible dolor, su compañero acudió en su ayuda. Había sido acosado por las otras tres chicas, aunque estas estaban alargando el juego algo más que Ashley, por lo que aún estaba bien, solo un poco confuso y empalmado.

Sujetó a Ashley por detrás, con una mano en el pecho y otra en su cuello.

  • Suéltalo, zorra, si no quieres queOHHH!!

Sus palabras pasaron a ser un gemido agónico cuando una de las otras chicas le pateó los huevos desde atrás. Ashley aprovechó la ayuda y dio un cabezazo hacia atrás que casi le parte la nariz al policía e inmediatamente echó el puño que tenía libre hacia atrás para machacarle la entrepierna. Luego sacó la mano de los pantalones del primero y, para no darle opción alguna, lo remató con un rodillazo en los huevos que segundos antes apretaba.

Finalmente se giró para terminar con el otro, pero comprobó que ya estaba en el suelo con la cara ensangrentada y agarrándose sus partes. La patada por detrás de la otra chica y el puñetazo de Ashley fueron suficientes para dejarlo fuera de combate.

En otra parte de la facultad, la otra pareja de agentes había sido abordada por un numeroso grupo de chicas que intentaron una estrategia parecida a Ashley y sus amigas. Pero en este caso los hombres fueron más cautos.

Uno de ellos no dudó en apuntar con el arma a la chica que intentaba seducirlo. Las armas eran de bolas de goma comprimida, muy utilizadas en disturbios. No eran mortales, pero si hacían bastante daño, sobre todo a cortas distancias.

Como la chica ignoró sus advertencias, el hombre apretó el gatillo. La goma fue a parar justo al seno derecho de la chica, que cayó de espaldas por el fuerte impacto, con un dolor terrible en la teta.

Al ver eso, el resto de chicas se abalanzaron sobre el hombre, que se abrió paso a bolazos. Todos sus tiros impactaban deliberadamente en los senos o en la vagina de las chicas, que caían totalmente destrozadas.

  • ¡Venid hijas de puta, tengo bolas de sobra para todos vuestros coños!- dijo el hombre sin ninguna intención de huir y disparando a cualquiera chica que se le acercaba.

El otro agente era incapaz de disparar a las preciosas chicas desnudas, por lo que intentó inmovilizarlas con sus propias manos. La chica con la que lo intentó era Haley, a la que no le imponía ningún miedo el fornido hombre. Él no sabía cómo sujetarla sin tocar una zona íntima de la chica, ya que su caballerosidad se lo impedía.

Haley aprovechó su inseguridad para clavar su rodilla en las partes nobles del hombre, éste, con su mentalidad de policía, en vez de defenderse continuó sujetando a la chica y pidiéndole que se calmara, pero lo único que consiguió fue llevarse un segundo y fulminante rodillazo. Haley le quitó su arma y lo dejó a merced de varias chicas.

Luego se tumbó en el suelo y, con tranquilidad, apuntó al otro agente, que seguía allí postrado apuntando e insultando a las chicas.

  • En el blanco.- dijo Haley nada más apretar el gatillo.

La bola de goma comprimida viajó a cientos de kilómetros por hora hasta estrellarse con los testículos del agresivo agente. En ese momento el mundo se paró para el hombre, ni siquiera se dio cuenta de que había dejado caer su arma. No pudo evitar recordar cuando propusieron incluir en el uniforme una taza o suspensorio para proteger de golpes o agarrones una zona tan delicada.

Él fue uno de los muchos que se opusieron alegando que no era necesario, aunque en realidad lo hizo porque la propuesta generó bromas y comentarios burlescos entre las mujeres del cuerpo, las cuales siempre han sido rechazadas y en esa ocasión sintieron que tenían una ventaja sobre sus compañeros masculinos. No podía estar más arrepentido de rechazar la protección.

Cuando sus pensamientos volvieron al presente, estaba en el suelo y su cuerpo empezaba a convulsionarse. El dolor era tan grande que sentía que le habían roto los huevos, y así era, la bola le había fracturado ambos testículos.

Un grupo de chicas se abalanzó sobre él para reducirlo, sin saber que el trabajo ya estaba hecho.

  • Desnudad a este cabrón.- dijo Haley con el arma todavía en sus manos.

El policía, aunque consciente, estaba en estado de shock y ni siquiera se resistió.

  • ¿Qué se siente al recibir tu propia medicina?- le dijo una de las chicas que lo sujetaban.

Cuando sus genitales quedaron a la vista de todas, las chicas felicitaron a Haley por su perfecta puntería, ya que los testículos estaban en un estado lamentable, aunque pronto estarían mucho peor. Las chicas lo tenían tumbado en el suelo, sujetando sus brazos y manteniendo sus piernas separadas.

  • Te gusta jugar con pelotas de goma ¿eh? A mi me gusta más jugar con pelotas de hombres.- le dijo Haley disparando por segunda vez al mismo punto de su anatomía, aunque esta vez el tiro fue mucho más sencillo.

El segundo disparo rompió completamente sus desprotegidos huevos, pero aún así Haley siguió disparando hasta vaciar el cargador del arma. Las chicas observaron impresionadas como los testículos perdían su forma con cada impacto, hasta terminar siendo un amorfo trozo de carne que colgaba entre las piernas del varón.

El hombre estuvo consciente el tiempo suficiente para escuchar reír y celebrar a las chicas, pero sobre todo para asimilar que por culpa de un grupo de chicas ya no era hombre.

Su compañero, que había sido testigo de la macabra escena, fue desnudado y puesto en libertad para que contara lo sucedido. Cuando la jefatura de policía quiso enviar un nuevo grupo de asalto, todos los hombres se negaron a participar, ya que sentían auténtico miedo de sufrir el mismo destino que sus compañeros. Los policías son conscientes de que pueden morir cualquier día estando de servicio, pero ser castrado por un grupo de chicas es algo con lo que ningún hombre cuenta ni está dispuestos a sufrir. Muchos comprendieron por primera vez el miedo que sienten muchas mujeres a ser violadas.

Finalmente fueron un grupo de mujeres las que se ofrecieron a solucionar el problema.

Cuando las cuatro mujeres se adentraron en las instalaciones, nada más llegar se encontraron al policía al que Haley había machacado los huevos. Estaba sentado en el suelo, apoyado en una columna con las manos atadas a esta y totalmente inconsciente.

Las mujeres se acercaron y lo observaron unos segundos, en silencio. Luego una dijo en voz alta lo que todas estaban pensando: “¿Qué le pasa en los huevos?”. Las cuatro policías tenían la vista clavada en el extraño escroto que colgaba bajo un pequeño pene en reposo. Las chicas le habían depilado toda la zona para que se apreciara perfectamente el destrozo.

La policía que estaba al mando, aprovechando que estaba inconsciente, se puso en cuclillas y hizo algo que estaba deseando hacer: llevó su mano a los genitales del hombre.

  • Oh my god!- exclamó la mujer al mover la bolsa de piel entre sus dedos.
  • ¿Qué ocurre?- preguntó otra con curiosidad.
  • Es muy extraño, no noto los testículos, pero el escroto está lleno, por lo que no se le han subido.- respondió la mujer mientras seguía palpando el blando escroto.
  • Es difícil de explicar, es mejor que lo comprobéis ustedes mismas.- continuó la mujer al ver las caras de incredulidad de sus compañeras.

Otra de las policías tomó el relevo y comprobó que su compañera estaba en lo cierto.

  • Los huevos están aquí, pero ya no tienen ninguna forma de huevo. Se los han hecho papilla.- explicó la agente.
  • Más que papilla han hecho una tortilla.- bromeó la que lo había tocado primero, provocando las risas de las demás.

  • No deberíamos estar haciendo esto, le estamos tocando los huevos a un compañero, literalmente.- dijo la novata, a la que se le escapó una pequeña risa al decir la última palabra.

  • Conozco a este tipo, es uno de los que se oponen a que haya mujeres en la policía. Más de una vez lo he oído hacer comentarios machistas para incomodarnos.- dijo la que todavía tenía los restos de sus genitales en la mano.
  • Es una bonita metáfora que le haya pasado esto.- intervino otra.
  • ¿Cómo lo habrán hecho? Me encantaría que me enseñaran la técnica.- bromeó otra.

Tras unos segundos de diversión femenina, las cuatro mujeres volvieron a su deber y continuaron su camino dejando a su compañero atrás, pues poco podían hacer nada por él en ese momento.

Continuaron su inspección pero seguían sin encontrar a las chicas, tampoco a los chicos. Por fin encontraron a alguien, aunque no era ningún estudiante, era otro de los policías convertidos en víctimas de las chicas. Igual que el anterior, estaba atado a una columna, aunque en este caso estaba de pie, atado de brazos y piernas, y consciente.

Cuando el hombre vio a las cuatro mujeres acercarse a él le pareció estar viendo ángeles. En el fondo que cuatro mujeres compañeras del cuerpo lo vean en estas circunstancias era muy vergonzoso para él, pero necesitaba ayuda urgentemente.

Al llegar junto a él las mujeres se sorprendieron al ver su estado, pero sobre todo por lo que le colgaba entre las piernas, no por sus genitales, sino porque tenía una pesa de cinco kilos atada a los testículos. Ninguna de las mujeres había visto nunca unos testículos tan separados del cuerpo, el escroto no daba más de sí. El pobre hombre sentía como si estuviesen tirando de todas sus entrañas hacia abajo y que los débiles conductos que sujetan los testículos estaban a punto de cortarse.

  • Bueno, al menos este aún tiene los huevos.- rompió una de las agentes el silencio.
  • Ayuda...- dijo el hombre con un hilo de voz muy forzada.
  • ¿Sabes donde están los estudiantes?- preguntó la que estaba al mando.
  • Desatadme, por favor...- pidió el hombre, que en ese momento solo quería salir de allí.

  • No tenemos tiempo, tenemos que continuar con la misión.- intervino otra con frialdad.

Las mujeres quedaron en silencio sin saber qué hacer, hasta que la novata se pronunció:

  • Un poco de compasión que tiene una pesa atada a los huevos. No soy hombre, pero debe ser terrible.
  • Está bien, le quitaremos la pesa al menos ¿Alguna voluntaria?
  • Eh... yo es que falté a la academia el día que explicaron cómo desatar unos testículos.- bromeó una de ellas.

Finalmente fue la novata la que se ofreció. Se colocó frente al destrozado hombre y, tras pensar unos segundos como “meterle mano”, agarró los genitales del hombre buscando el nudo. Cuando lo encontró, la joven empezó a forzarlo. Lo hizo con cuidado, pero el mínimo movimiento o contacto aumentaba el terrible dolor. El hombre aguantó el tipo sin gemir ni quejarse, aunque la expresión de su cara y el abundante sudor evidenciaban su sufrimiento.

  • Es la primera vez que toco un paquete sin que el tío esté empalmado.- dijo la agente pensando en el raro tacto del pene flácido sobre sus manos.
  • Que alguna sujete la pesa, por favor.- dijo el hombre al ver que la chica no conseguía deshacer la atadura y que la pesa seguía tirando de su virilidad.
  • ¡Cierto! No nos hemos dado cuenta.- se disculpó la agente al mando apresurándose a coger el disco de metal.

El policía gimió de alivio al dejar de sentir el peso en su escroto.

  • Gracias.- dijo con una voz mucho más normal.

  • No puedo desatarlo, estos nudos están muy apretados.- dijo la chica impotente por no conseguir liberar a su compañero.

  • A ver, déjame a mí, que no tienes ni idea.- dijo una de las que miraba prácticamente empujando a la novata.

Pero ésta al apartarse tropezó con la que sujetaba la pesa, haciendo que se le escapara de las manos. El tirón hacia abajo cuando los cinco kilos tensaron la cuerda fue tremendo. La boca del hombre se abrió exclamando un agudo gemido de agonía. Sus ojos parecían salirse de sus órbitas mientras se llenaban de lágrimas y sus piernas se quedaron sin fuerza, haciendo que quedara colgado únicamente por los brazos.

La pesa rebotó varias veces contra la columna a la que estaba atado el hombre antes de que la agente volviera a cogerla mientras se disculpaba. Las otras dos lo levantaron para que volviera a apoyarse sobre los pies. La cuarta mujer, la que estaba más separada y en principio no quiso ayudarlo, no pudo evitar echarse a reír.

  • No te rías, joder.- le recriminó una compañera.
  • ¿Y qué quieres que haga? Si al final vais a castrarlo ustedes en vez de esas chicas.- respondió sin parar de reír.- es mejor que lo dejemos aquí, no podemos hacer nada por él.- continuó poniéndose seria.
  • Ahora no podemos irnos, le hemos dejado sus cosas peor que antes.- dijo la novata, que se sentía culpable por lo ocurrido.

Tras unos segundos de incómodo silencio, la policía que insistía en marcharse se colocó frente al hombre y llevó las manos hacia los genitales ante la sorprendida mirada de las demás. A diferencia de la delicadeza de la novata, ésta agarró los testículos como si fueran cualquier cosa. El hombre, que desde la caída de la pesa sentía más dolor que nunca, se echó a llorar ante el brusco trato de la mujer.

  • Se me ha ocurrido una idea, ya que no podemos desatarlo tal vez podamos sacar los huevos por el círculo de la atadura. Dos dos juntos no caben, pero tal vez de uno en uno...

Al hombre no le convenció demasiado la idea, pero tampoco estaba en posición de discutir. Simplemente tomó aire y confió en que la mujer supiera lo que hacía.

La mujer sujetó el testículo derecho con firmeza y lo subió dentro del escroto hacia el anillo que formaba la cuerda alrededor del escroto. Pronto se dio cuenta de que el inflamado órgano era demasiado grande, pero la agente no estaba dispuesta a perder más tiempo con el patético hombre, así que presionó el testículo intentando hacerlo pasar.

El hombre empezó a gritar agónicamente, llorando y retorciéndose sobre si mismo, con las piernas temblando. Dos de las otras policías le dieron la mano en compasión como si de una mujer dando a luz se tratara.

  • ¡Para! ¡Por favor! ¡Paraa!- suplicaba desesperadamente.
  • Ya casi está, aguanta un poco.

La mujer apretaba con fuerza el testículo entre sus dedos para evitar que se le escapara a la vez que empujaba con fuerza para liberarlo.

Finalmente, el testículo se escurrió hacía el otro lado y quedó arriba de la atadura. Mientras pasaba, los dedos de la mujer pellizcaron con enorme fuerza toda la parte baja del testículo.

El hombre se moría del dolor. Respiraba acelerado recuperando el aliento.

  • Vamos con el otro.- dijo la mujer sujetando ahora el testículo izquierdo, impaciente por repetirlo.
  • Espera un poco por favor, no puedo más....- dijo el hombre entre lágrimas en busca de un pequeño descanso.
  • No hay tiempo.- dijo ella tajante.

Esta vez, consciente de la dificultad, comenzó directamente con todas sus fuerzas. Pero la mujer no contaba con una cosa, que, como en la mayoría de los hombres, el testículo izquierdo es ligeramente más grande que el derecho. El hombre gritaba suplicando que se detuviera y ella estuvo a punto de hacerlo, ya que el hombre empezaba incluso a convulsionar.

  • Si lo dejamos ahora, todo el peso quedará sobre un solo huevo.- dijo una de las que miraba.

La mujer hizo un último esfuerzo a la desesperada. El testículo empezó a ceder y la mujer pensaba que iba a romperse entre sus manos, pero finalmente subió y pasó al otro lado. La mujer miró al hombre con una sonrisa para felicitarlo, pero este acababa de perder la conciencia, su cuerpo no aguantó más.

  • Típico de los hombres, dormirse nada más terminar.- bromeó la mujer.

Con el hombre inconsciente las cuatro mujeres dejaron de sentirse obligadas a ser políticamente correctas, por lo que se echaron a reír a carcajadas por el comentario y por la ridícula situación en general.

  • ¿En nuestro expediente pondrá a partir de ahora que salvamos unas pelotas de la horca?
  • Esto lo cuento y no se lo creen.
  • Ha sido muy absurdo sí.

Comentaban las mujeres entre risas mientras se alejaban para continuar con su misión.

Pero con lo que las agentes de policía no contaban es que las estudiantes lo habían presenciado todo a través de las cámaras de seguridad. Así que, por el lado contrario del que se fueron las policías, apareció Haley, que se puso frente al desmayado hombre.

Para despertarlo empezó a darle palmaditas con los dedos en la parte baja del escroto. Las daba cada vez más fuerte, pero el hombre no reaccionaba, por lo que tuvo que recurrir a su técnica favorita: rodillazo directo a la huevada. Como si hubiese usado un desfibrilador, el policía se despertó con un profundo quejido. Esta vez ni siquiera disfrutó de los pocos segundos hasta recordar donde estaba.

  • Hola. Todas nos hemos divertido mucho viendo como liberaban tus bolitas, pero creo que esto está mejor donde estaba.- dijo Haley levantando la pesa del suelo.
  • No por favor.- dijo él echándose a llorar inmediatamete.

No podía creer que todo el sufrimiento que había soportado para ser liberado vaya a ser para nada. Pero así fue, Haley volvió a anudar la cuerda en su escroto, justo encima de los testículos. Luego agarró la pesa y la elevó hasta la altura del pecho.

  • ¿Qué pasará si la dejo caer desde esta altura?- preguntó con una sonrisa pícara.

Él aumentó la intensidad de sus súplicas y lloriqueos.

  • No te pongas así, si tener huevos no te ha traído más que problemas últimamente. Si no fuera por ellos no serías nuestro rehén.

  • AYUDAA!!- gritó el hombre con la esperanza de que las policías lo oyeran.

Pero sus pulmones se quedaron sin aire milésimas después de que Haley soltara la pesa. Se oyó un leve chasquido que no era otra cosa que los conductos espermáticos cortándose al instante.

Por último, se oyó una sinfonía muy conocida en esta facultad: la risa de una chica mezclada con el lamento de un hombre.

Luego Haley reunió a todas las chicas en un gran pabellón deportivo donde tenían recluidos a los más de cien chicos capturados, todos con las manos atadas a la espalda para que no den problemas.

Los chicos no sabían qué sucedía al ver a todas las chicas, unas doscientas, entrar en manada.

  • ¿Qué coño lleva esa en el cuello?- dijo uno al que estaba a su lado, refiriéndose a Chloe.
  • No sé, parecen unos... oh dios mío!- dijo asustado al darse cuenta de que Chloe se había hecho un colgante con los testículos de Paul, al que castró con sus propias manos como venganza por violarla.

Todos los que lo veían juntaba las piernas y gemían estremecidos temiendo que le hagan lo mismo. Tampoco pasó desapercibido entre las chicas, que mostraban su deseo de hacerse con el mismo trofeo, más aún cuando Chloe les explicaba la satisfacción que sentía al notarlos entre sus tetas y lo que le gustaba tocarlos cuando quisiera.

Por fin Haley llamó al orden y informó a sus compañeros y compañeras.

  • Chicas, chicos, como muchas sabéis hace poco nos asaltó una patrulla de la policía. Por suerte eran hombres y los reducimos con facilidad, pero ahora han enviado una patrulla de mujeres con las que no será tan fácil y a las que no tenemos porqué hacer daño. Por lo que propongo poner fin a esto y huir antes de que nos encuentren.- informó Haley.

Las chicas estaban de acuerdo con su líder, pero claramente los más contentos con esta decisión eran los chicos, que veían que su calvario llegaba a su fin.

  • Pienso dedicar el resto de mi vida a buscar a estas putas para violarlas hasta matarlas.- susurró un chico con mucho rencor.
  • Está claro, van a pagar todo el sufrimiento que me han hecho pasar.- le respondió otro.
  • Tarde o temprano los hombre siempre ganamos.- sentenció un tercero que oía la conversación esperando ser liberado.

Pero para su desgracia Haley continuó hablando.

  • Antes de irnos creo que debemos darles la despedida que se merecen a nuestros queridos compañeros ¿No creéis? Así que si alguna quiere llevarse un bonito recuerdo como mi prima Chloe, este es el momento, pero recordar que somos más chicas que chicos, por lo que las de primer año tendrán que compartir. Por suerte cada hombre viene con dos bonitos huevos.... Las que no quieran llevarse un recuerdo que se despidan como quieran.

La sed de venganza de los varones pronto se convirtió en terror, muchos, al no estar atados por los pies, se pusieron en pie e intentaron huir. Pero las puertas estaban cerradas y las chicas les superaban en número.

  • Al que oponga resistencia o haga daño a una chica le corto la poya y dejo que se desangre.- dijo Haley con tono firme.

Los pobres chicos pedían clemencia e intentaban forzar las ataduras de sus manos mientras las chicas se acercaban con cara de sádicas, pensando en cómo lo harán. La primera en hacerse con una víctima fue una de las veteranas.

  • Yo no quiero llevarme tus asquerosos huevos- le dijo cogiéndole los testículos con una mano- solo quiero sentir como se rompen en mi mano.

Inmediatamente cerró su mano con todas sus fuerzas sin dudarlo un segundo. Él gritaba y lloraba sin poder hacer nada por evitarlo y sabiendo que esta vez la chica no parará hasta que sus testículos estallen. Por suerte para él perdió el conocimiento antes de que la chica sintiera el primer crujido.

A su lado, un par de novatas que tenían que repartirse el botín, le dan un rodillazo en la cara a un chico para noquearlo y que no oponga demasiada resistencia. Una vez aturdido, cada una agarró un testículo y, a la de tres, tiraron con fuerza hacia abajo. Su víctima se quedó sin aire, pero para sorpresa de los tres los testículos seguían en su sitio.

  • Son más resistentes de lo que parece.- dijo una entre risas.
  • ¿Cómo lo haría Chloe?- preguntó la otra ignorando la rabia con la que Chloe castró a Paul.

  • Tal vez haya que ablandarlos un poco.- dijo la primera sujetando el escroto con una mano y dándole un fuerte puñetazo con la otra.

El chico gemía para deleite de las chicas, que rápidamente volvieron a contar hasta tres.

  • Probemos hacia arriba.- sugirió una justo antes de decir “tres”.

Y hacia arriba fueron los testículos, tan arriba que se separaron de su cuerpo. Él se retorcía esperando despertarse de esa pesadilla mientras las chicas sacaban los testículos del escroto y se los repartían.

Uno de los chicos, al ver la barbarie, ignoró la amenaza de Haley y comenzó a patear la puerta para intentar escapar. Dos chicas intentaron reducirlo pero lo impidió dándole un cabezazo en la cara a la primera y una fuerte parada en la vagina a la segunda. Tuvo que ser Haley la que lo detuviera, agarrando su pierna cuando el chico intentó otra patada y, a continuación, pateando con fuerza sus expuestos testículos.

  • Aquí tenemos a todo un machote, tendremos que demostrar con él lo que sucede al saltarse las normas.- dijo Haley dispuesta a darle un castigo ejemplar.

Luego ordenó a varias chicas que lo inmovilizaran mientras ella le ataba una cuerda a las pelotas.

  • ¿Qué vas a hacerle?- preguntó Chloe a su prima.
  • Vamos a colgarlo, ayudadme a levantarlo.- respondió Haley.

Las chicas obedecieron, llevaron al chico hacia una espaldera del gimnasio, donde Haley ató el otro extremo de la cuerda. Finalmente soltaron al chico, dejándolo colgando por los huevos, que soportaban todo su peso. Gritaba como un cerdo al ser capado, llorando como un loco mientras las chicas disfrutaban de la maravillosa escena.

Los demás chicos solo pudieron llorar de impotencia mientras las chicas los castraban uno a uno antes de irse.

Cuando las cuatro agentes de policía llegaron encontraron a más de cien veinteañeros llorando o inconscientes, castrados o con los huevos reventados.