Las chicas del dragón tatuado.
En lo único que se parece a la película es en el título.
Esta es la historia de cómo conocí a Berenice, mi actual novia, a quien amo con toda mi alma.
Me presento, me llamo Andrea, trabajo en un local de tatuajes, tengo un colega amigo mío que me ayuda en los días que tengo mucho clientela, y como debe ser, estoy tatuada hasta los pies. Nada de estrellitas, ni corazoncitos ni nombres de novias, aunque con Berenice planeo hacer un ecepción. La conocí un sábado a la tarde, en pleno otoño, unos días de lluvia y humedad tremendos que me dejaron sin clientes una semana, los muy cobardes creen que la lluvia y la humedad les va a joder el nuevo tatuaje pero no es tan así, mientras no se lo hagan en una parte del cuerpo que vayan a dejar descubierta todo sale bien. En fin, ese día anunciaron una tormeta tropical para la tarde, y al parecer Berenice, o se hizo la tonta o no estaba al tanto y se vino a mi local en jeans y zapatillas con una sudadera tan gris como las nubes. Ya había venido un par de días antes, pasó a ver el local, se quedó coqueteando conmigo, pues no hacía más que halagar mis tatuajes y tocar la zona de mi cuerpo donde se hallaba, y yo estaba que me ponía roja como un tomate, pero no le decía nada, la dejaba hacer. Tardó una hora en decirme que se quería tatuar un diamante en medio de los senos, me entusiasmó su idea, y un dragón chino como el que tenía yo en mi espalda baja, rojo con alas de fuego y escupiendo llamaradas por la boca. No me molestó que quisiera hacerse un tatuaje parecido al mío, al contrario, me sentí halagada. Se despidió de mi con un beso en mi mejilla y antes de atravesar la puerta, me guiñó el ojo. Esperé con ansias a que fuera sábado.
Aquél sábado Berenice ingresó a mi local sin anuciarse, se quitó la capucha de la sudadera gris dejando caer su melena turquesa por sus hombros hasta su cintura. Hoy en día está de moda teñirse el cabello de ese color, pero yo me mantengo fiel a mi negro dark. Nos saludamos como si fuéramos dos amigas que no se veían en mucho tiempo. Habíamos acordado empezar por el dragón chino, ya que iba a tomarme más tiempo, una hora, hora y media, y en cambio, el diamante no sería tan complicado, en menos de 20 minutos estaría listo. Berenice se quitó la sudadera, debajo llevaba una blusa negra con tachas en los hombros, se sentó en la silla, se arremangó la blusa, y yo comencé a trabajar en mi obra de arte. Le tatué tal cual mi dragón chino, mi colega lo calcó a la perfección, a propósito, él no se encontraba ese día, los fines de semana son sus días de descanso, así que Berenice y yo estábamos solas, y eso me ponía nerviosa. Por suerte no me tembló el pulso y Berenice me entretuvo hablándome de su vida y me pidió consejos para gustarle a una persona que la tenía loca, al final termino siendo mejor psicólaga que las que me mandaban mis padres porque según las autoridades de mis escuelas yo era "anti-social." Berenice se puso a saltar de alegría cuando vio terminado el dragón chino, y comenzamos a bromear con que parecíamos hermanas gemelas, aunque no tenemos ningún parecido físico.
Berenice me recordó que debía tatuarle el diamante que tanto deseaba, (ella, no yo, o puede que ambas) y yo le dije que se quitara la blusa y estaba por decirle que tenía un armario donde se podía cambiar tranquilamente, pero no me dio tiempo porque se quitó la blusa allí mismo y yo casi me quedo babeando. Un sostén negro de encaje cubría sus senos medianos, y se quedó allí parada ante mí con las manos en sus caderas, inflando el pecho, provocándome. No podía apartar mi vista de ese escote. Berenice me volvió a la realidad al preguntarme si creí necesario que se quitara el sostén también, pues con la prenda puesta me sería imposible tatuarle bien el diamante. Yo le dije que sí, titubeando, acto seguido, su sostén fue a dar a la mesa de utencillos y sus senos quedaron libres. Firmes, blancos, pezones morados. ¡Qué belleza, por Dios! Me contuve de tocarselos, no quería ofenderla aunque sus intenciones conmigo eran bastante claras. Le dije, titubeando como si me hubiese dado un golpe de frío, que se pusiera cómoda y ella se recostó con sus brazos estendidos sobre los de la silla. Mi cuerpo temblaba, sentía deseos de tirármele encime y hacerla mía allí mismo, pero primero debía hacer mi trabajo. No sé cómo logré tatuar ese diamante a la perfección, la muñeca me temblaba como si tuviera parquinson, y Berenice ni se inmutaba, me decía "¿todo bien?" y yo "sí, sí, todo bien, linda" y paraba unos segundos para recuperarme de la libido que provocaban en mí esos senos que se endurecían con los pezones erectos. Berenice me hacía ojitos, sonreía para no reír sino el tatuaje saldría mal.
Cuando terminé respiré aliviada, fui a buscar las gasas y Berenice me esperó en su sitio, le puse las gasas y la cinta para que no se salieran. Inevitablemente, froté la piel de sus senos, y cuando quise darme cuenta, Berenice me cogía la cabeza con las manos y me estampaba un beso pasional. Su lengua se enterró en mi garganta, besaba como los dioses, casi me deja sin aire, se apartó de mí sin soltar mi cabeza y yo la volví a besar más apasionada, subiéndome a la silla, quedando encima suyo, arrodillada sobre su pervis. Sus manos acariciaron mi nuca y mi espalda, metiéndose bajo mi blusa, me la quité a tirones y Berenice se reía porque se me atoraba y me dio una mano. La abracé con fuerza, hundiendo mi cabeza en su hombro, besando su cuello, sus mejillas, sus labios uno por uno. "Me estabas volviendo loca" le dije manoseando sus senos al fin. "Valió la pena, ¿no crees?", dijo ella presionando mis manos con las suyas. Le di un beso por respuesta, y acaricié esos senos deseperada, ansiaba tanto tenerlos en mis manos, más bien a Berenice. Me puse a lamerlos, chuparlos y morder esos pezones morados arrancándole más de un suspiro. Ella acariciaba mi cabeza y se sacudía de placer, gimiendo. ¡Oh, era tan bello oírla gemir! La volví a besar, sus labios son tan jugosos que me los comería. Sus manos acariciaban mi culo por encima de mis jeans, subieron y me quitó el sostén de una, sin inconvenientes, y yo elevé el pecho para dejarlos a la altura de su rostro, me los acarició y los lamió gustosa,haciéndome gemir como loena en celo. Chupaba mis peones como una bebota, era tan tierna. Después de varios minutos de besarnos y acariciarnos por todas partes, comencé a batallar con el cinto y el cierre de sus jeans, me puse de pie para quitárselos a tirones, ella sacudía las piernas para ayudarme y los tiré al piso. Me arrodillé a sus pies, literalmente, para lamer su largo abdomen, le bajé las bragas de encaje begro como el sostén hasta los tobillos, metí mi cabeza entre sus piernas, y lamí dulcemente su coño, tan rosado y oloroso a mujer excitada, chupé su clítoris hasta hincharlo, logré penetrar su vagina con mi lengua, y Berenice comenzó a jadear diciendo mi nombre, ¡cómo me encendía! y presionaba mi cabeza con su mano contra su coño. Yo, totalmente agradecida. Berenice se corrió con un largo gemido orgásmico y sus jugos fueron a parar en mi boca ¡deliciosos! Volví a subirme sobre ella para abrazarla y besarla dulcemente. Afuera llovía a cantaros así que nos quedamos en el local por horas. Berenice se arrodilló a mis pies, yo parada desnuda ante ella, y me chupó el coño con una maestría de no creer. Me corrí varias veces antes de que se detuviera, estaba tan entusiasmada que ya se me había pasado el orgasmo y seguía chupando mi clítoris que ya estaba cansado. Tuve que decirle basta, nos ayudamos a vestirnos y la llevé a mi apartamento, donde venimos conviviendo hace 6 mese desde aquél memorable sábado.
Espero que les guste este relato, otra vez la inspiración tardó en llegar pero bueno, las Suicide Girls me inspiraron para esto :3
¡Has el próximo relato!