Las chicas del cable (Presentación)
Primera entrega de la historia de Blanca, una joven curiosa con mucho por aprender. Trabaja como ayudante en un local nocturno y dará mucho que pensar al resto de chicas cuando la tensión sexual que tiene con Aurora se resuelva.
Al abrir la puerta, entró la música. Y también Aurora, una de las chicas que allí trabajaba. Prácticamente se desplomó sobre una de las sillas de aquella especie de camerino improvisado. Seguro que estaba cansada, aquel día lo que no faltaba era público.
Blanca se levantó de la silla en la que pacientemente esperaba cada noche, cogió un cepillo del neceser de Aurora y empezó a peinale su melena corta y pelirroja. Primero pasaba los dedos entre los mechones y luego el cepillo, poco a poco. No quería hacerle daño y que después le fuera con el cuento a Octavia, la dueña del local. Aurora miró a Blanca de arriba a abajo. Era una adolescente flacucha, pero tenía unos ojos verdes prácticamente hipnóticos. Por un segundo, casi sentía envidia de la cara bonita de la pequeña.
-¿Tienes fuego? - Preguntó la bailarina.
Blanca fue corriendo hasta el otro extremo de la habitación a coger un mechero.
-Buena chica... ¿Quieres un consejo?-Preguntó Aurora, encendiendo un cigarrillo.
La joven asintió, algo insegura. Aquellas mujeres le imponían mucho respeto. Para ella no era un gran misterio lo que sucedía tras las paredes del club, pero si lo era como aquellas chicas conseguían mantener el tipo de esa manera cuando terminaban su jornada. Blanca a menudo pensaba que estaban hechas de otra pasta.
-¿Te ha comido la lengua el gato, o qué te pasa?-Le espetó Aurora
-No señora. - Respondió Blanca al segundo. - Me gustaría escuchar su consejo.
Aurora sonrió, pero no parecía aquella una mueca feliz. Era un gesto casi perverso. Ahora prácticamente se la estaba comiendo con la mirada.
-Como Octavia te pille con esa ropa... Te echará a los leones. - Tras decir esto, Aurora imitó el rujido de un león, para luego hacer estallar una carcajada.
Blanca tragó saliva. Aquella semana apenas había ganado nada. Llevaba la falda ajustada que llevaban el resto de chicas del club que no bailaban, pero sabía que Aurora se refería a su blusa blanca, tan desgastada y dada de si que un visitazo bastaba para saber que no llevaba ropa interior. Además, era un par de tallas más grande que la suya, por lo que constantemente tenía que recolocarse la manga si no quería que se le bajase y dejase sus pechos al descubierto... ¿Pero ella qué podía hacer? No tenía dinero suficiente para comprar una nueva, y cualquiera que encontrara por allí sería igual o más sugerente. Miraba a su figura en el espejo como intentando encontrar una solución que no existía.
Aurora hizo un gesto para que dejara de peinarla. Se levantó y se desabotonó la camisa. Mirándose al espejo la tiró al suelo. Luego dirigió su mirada a Blanca a través del espejo.
-Puedes quedarte con ella. Yo tengo más.
Blanca sonrió y casi se le echa encima a darle un abrazo, pero el miedo que también sentía hacia aquella mujer se lo impidió.
-Muchísimas gracias Aurora. ¡Es usted muy generosa!
Aurora no pudo evitar reír. Se quitó la falda y la dejó en el armario. Blanca intentaba en vano no fijarse en el cuerpo de Aurora. Sus pechos perfectos, su piel lisa y su culo... Su cuerpo era una serie de curvas perfectas.
-No te queda mucho para ser como yo. ¿Ya has sangrado?
Blanca negó con la cabeza. ¿Tanto había notado su pequeño vistazo?
-Me miras igual que ellos. - Dijo Aurora, algo más seria.- Ya te has empezado a desarrollar, dentro de poco tendrás un cuerpo como el mio, pero ten cuidado.
Aurora dejó el cigarrillo en el cenicero y se acercó, aún desnuda, a ella. No llevaba ya ningún tipo de ropa interior, así que Blanca podía observar todo su cuerpo. Aurora cogió a Blanca por la cintura y la llevó hasta la pared. Le tocó un pecho con rudeza y le besó el cuello. Blanca no salía de su asombro, e, inmóvil, sentía un fuego hirviendo en lo más hondo de su ser. Aurora no paraba, como si estuviera poseída iba manoseando todo el cuerpo de Blanca y bajaba con su boca desde su cuello hasta sus pezones, aún pequeños. Los mordió, los chupó, los besó. Les dio también un par de cachetadas. Blanca gimió cuando sintió que castigaba sus pequeñas tetas. Una de las manos de Aurora bajaba hasta el coño de Blanca cuando se escuchó la puerta. Se apartó rápido y sonrió, mirándola. Mientras se alejaba desnuda, de camino al vestuario, Blanca pudo escuchar que le decía:
-Ten cuidado, todo el mundo quiere algo a cambio de lo que te da.
Blanca miró la camisa que aún seguía tirada en el suelo y la cogió antes de que la chica que acababa de entrar pudiera acercarse.
De mil anécdotas más como aquella se acordaba Blanca cada vez que recorría de nuevo aquellos camerinos. Pero tras la muerte de Octavia las cosas habían cambiado mucho. Cinco años habían pasado ya de aquella vez y ella ya era alguien muy diferente a la chiquilla que peinaba a las bailarinas. Subió las escaleras para llegar a una puerta grande lacada en rojo, donde una placa decía "Doña Octavia". La retiró, limpió el soporte con un paño y colocó una nueva. Aurora apareció justo en aquel instante.
-¿Te vas a quedar todo el día mirando un nombre, Palomita?
Blanca negó con la cabeza y sonrió. Aurora abrió la puerta con llave y ambas pasaron al despacho de la que era su jefa.
-Es increíble. El primer día que entré aquí tenía tanto miedo... Y ahora es el lugar que más me gusta. - Dijo Blanca
Aurora la miró, divertida. Se sentó en el borde del enorme escritorio sin apartar su mirada de Blanca.
-¿Y qué te dijo después? ¿Siéntate aquí abajo y veamos qué sabes hacer? ¿O fue más romántica? - Soltó Aurora entre risas
-Fue muy amable. Dijo que yo era todavía muy pequeña y que era peligroso que estuviera por aquí. Pero le supliqué que me diera un trabajo.
Aurora, algo asombrada por la bondad nunca vista en Octavia, asintió apretando los labios.
-Pues cuando yo llegué por primera vez a este despacho mandó entrar a dos hombres.-Aurora fijaba ahora la mirada en un sofá de terciopelo de la habitación.- Siempre has tenido suerte, Palomita.
-¿Y qué te hicieron que no hayas hecho ya?- Dijo Blanca acercándose a ella, chinchándola.
-¿Sabes? Me ponías más cuando me tratabas de usted y no eras una niñata insolente.-Bromeó Aurora.
Blanca se apartó las tiras del vestido muy poco a poco, captando toda la atención de Aurora. La seda resbaló por sus curvas hasta llegar al suelo. Dejó al descubierto sus pechos de considerable tamaño, con los pezones apuntando hacia Aurora. La miraba desafiante, para que ella no pudiese apartar sus ojos de ella. Su piel suave, cubierta de lunares brillaba bajo la luz que entraba por la ventana, abierta. Pero lo que a todo el mundo más le llamaba la atención era aquel culo prieto que sobresalía en la figura de Blanca, que desde aquella posición Aurora no podía más que intuír. Sin quitarse los tacones, avanzó lentamente hasta Aurora, que seguía sentada en el escritorio. Pasó un dedo por los labios de Aurora, y lo bajó por su mentón, dibujando una línea hasta sus pechos, recreándose en sus pezones y bajando hasta su coño. Con el pulgar, empezó a masajear el clítoris de ella, que ya no podía esconder sus gemidos y abría la boca ante las caricias de su Palomita. Sin apartarse un milímetro, con la mano que tenía libre Blanca abrió un cajón y sacó una especie de dildo de madera barnizada. Aquel instrumento brillaba en la mano de Blanca. Manteniéndole la mirada a Aurora, que seguía disfrutando de la joven pero experimentada mano de ella, se metió aquel dildo en la boca, empapándolo con su saliva. Estuvo así un buen rato hasta que practicamente chorreaba el artilugio de madera y se lo metió a Aurora con un suave movimento de vaivén.
-Pa... Palomita... - Gimoteó.
Blanca sonrió. Aquella mujer le parecía tan seria y fuerte siempre, excepto cuando estaban a solas. Sentía que todo lo que le hacía derretía esa coraza y en sus momentos a solas era tan inocente... Pero Blanca no tenía clemencia ante aquella actitud de colegiala. Siguió metiéndole el dildo hasta que desapareció por completo. Aceleró el movimento de su pulgar y Aurora no tardó en llegar.
-Joder... Palomita... Estoy.... Ya... AAAAAH - Aurora no paraba de chillar.
Satisfecha, Blanca sacó el dildo y lo limpió con su lengua sin apartar la vista de Aurora. Ella se había tumbado en el escritorio, exhausta.
-Octavia te quería solo para ella... - Articuló la joven cuando recobró el aliento.
-Ella no me tocó un pelo, nunca. A diferencia de otras.-Susurró Blanca, irónica.