Las chicas de la clase de francés (7)
Paró un segundo y levantó la vista hacia los ojos de su chica, que le brillaban de la emoción.
Bueno gente! Espero que hayais tenido un buen año nuevo, que la resaca no haya dado mucho por saco y que ya estéis quemando todas las calorías, aquellos que las hayais ingerido... He tardado un poco en subir esta parte porque me pilló un bajón y mi inspiración estaba bloqueada jejeje, pero ya está bien.
Mi querida Adi, me alegro de que te haya gustado la escena de celos, jajaja , y sobre si habrá otra... todo se verá, pero dejales unas semanas que se quieran completamente sin peleas absurdas, que como dice zoe8, muchos celos son malos...
Y a todos los demás que comentais y valorais, muchísimas gracias, me siento presionada y a la vez halagada con tanta gente que espera la continuación! :-).
Estuvieron haciendo planes para la noche, resulta que los padres de Raquel estaban de viaje, y su hermana iba a pasar la noche a casa de su novio, así que disponían de la casa para ellas solas…
Después de comer Marian se tuvo que ir a estudiar a la biblioteca así que Raquel aprovechó para hacer alguna compra en el supermercado y quedar con algunas amigas de la facultad… aunque estuvo de cuerpo presente y de mente ausente, ya que sólo tenía cabeza para las horas que le esperaban con Marian en su casa. Como sus amigas se percataron de que no les estaba prestando mucha atención, quisieron saber qué se adueñaba de sus pensamientos, y Raquel les contó quien era la culpable. No lo hizo de buenas a primeras nada más verlas porque a pesar de congeniar muy bien con Raquel, no les caía bien Marian, por lo que les había ido contando su amiga el año anterior. Marian era una chica de familia más bien adinerada y tradicional, con amistades de las mismas características y aparentemente muy superficiales y, porqué no decirlo, bastante pijas; las amigas de Raquel eran todo lo contrario en ese aspecto, no se interesaban nada por la moda (mucho menos que Raquel), y pensaban que sólo era un sacacuartos y una pérdida de tiempo, pero como no habían conocido nunca a nadie como Marian, no pensaban que una chica pija podía ser un encanto e igual de inteligente y culta que ellas.
Como era de esperar, no se lo tomaron muy bien, pero se alegraron por Raquel porque la veían muy feliz, así que prefirieron no comerle la cabeza.
A eso de las nueve, cuando Raquel estaba en su casa acabando de poner un poco de orden, recibió un "wasap" (sé que se esxribe whatsapp, pero me encanta usar esa abreviatura xDD) de Marian: estoy en tu portal, traigo cena
Raquel le abrió la puerta del portal y poco después la de su casa.
M: Hola amor
R: Hola hermosa… ¿soy yo o estás más guapa que hace unas horas? –acercándose y sonriéndole a Marian, y entrelazando sus dedos con los de ella-
M: Eso es por todas las ganas acumuladas que tengo de verte, se me debe notar en la cara.
R: ¿Has estudiado mucho?
M: No he podido… tenía la cabeza en otro lado –se acercó ella esta vez a Raquel, quedando ya sus bocas a un par de centímetros-
R: Entonces igual que yo
M: Entonces hemos perdido cinco preciosas horas
R: Que dentro de poco recuperaremos…
Llevó sus manos a la cara de Marian y la fue acariciando mientras se juntaban en un beso muy pasional. La capacidad pulmonar de Marian era inferior , así que le costó pero consiguió separarse de Raquel:
M: Algún día me vas a ahogar
R: Tranquila que ya te haré una reanimación cardiopulmonar.
M: ¿El boca a boca?
R: Jajajaja sí, más o menos.
M: Entonces te dejo que me ahogues las veces que quieras.
Siguieron besándose por un rato hasta que un estómago rugió
R: Ups, creo que aquí hay alguien que quiere comer
M: Pues cenamos. Traje comida japonesa… te gusta, ¿verdad?
R: Mmm… nunca he probado, pero me da asquillo el pescado crudo.
M: -arqueando una ceja y poniendo cara de incredulidad- Vaya topicazo… va, déjame que lo ponga en platos y lo pruebas, ya verás como te gusta. Lo que no les quedaba era Sake, así que será una cena abstemia.
R: Tú tranquila que yo pongo el alcohol.
M: Uuhh!! Miedo me das! –mientras empezaba a sacar envases de las bolsas para ponerlos en los platos que le había facilitado la anfitriona -
R: En realidad la que me asustas eres tú, todavía recuerdo las consecuencias de la última vez que bebiste… aunque creo que prefiero arriesgarme –Marian estaba de espaldas y Raquel le rodeó la cintura con sus brazos mientras le daba pequeños besos en la nuca y el cuello-
M: Raqueeeel… no molestes, que tu estómago tiene hambre.
R: Mmm… cierto, pero es que con esa camisa me vas provocando y claro, no me puedo quedar quieta.
M: Pues ves a poner la mesa y así no tienes tentación.
Raquel se encargó de poner la mesa, dejó encendidas sólo alguna luz del comedor de manera que quedaba poco iluminado, excusa perfecta para encender una vela en la mesa. Puso copas de vino y abrió una botella de tinto.
M: Esto ya está – mientras llevaba concentrada los tres platos a la mesa, para que no se le cayeran. Cuando levantó la vista y vió las copas y la vela se quedó sorprendida – Ooooohh!! Pero qué bonito!!!
R: ¿Qué te crees? Ya te dije que era una romántica…
M: Tienes razón que me lo dijiste, y lo eres!! Ahora no tengo ninguna duda…
Se pusieron a cenar el sushi y toda la demás comida; Raquel, como buena principiante en la gastronomía japonesa, tuvo serios problemas con los palillos; Marian le intentó enseñar pero fue inútil, se le caía la mitad de la comida en el camino entre el plato y la boca, así que sólo le quedaba reírse a carcajadas e imitarla para burlarse.
R: Oye tú, menos risas no? A este paso voy a acabar la noche con más hambre de la que empecé
M: Pero si es muy fácil, mira sólo tienes que cogerlo así, como yo.
R: Sería más fácil si me dieras tú la comida…
M: Ah así que va a ser eso! Vale venga, a ver, esta por mamáaa!!
R: Mmm… así sabe mejor. Oye, está muy bueno el pescado crudo eh!
Al rato acabaron de cenar y se fueron al sofá a ver lo que dieran por la tele. Raquel dejó un programa de cotilleos puesto de fondo - de hecho la programación de la tele era lo que menos les interesaba- y se acercó al mueble bar. Sacó de ahí dos vasos de chupito y una botella de tequila, fue a la cocina y al salir llevaba un limón, un cuchillo y el salero.
M: ¿Tequila?
R: Aha…
M: Pero si no me gusta!
R: Ya claro, no te gusta como a mi el pescado crudo. Verás que rico te sabe… -poniendo una sonrisa traviesa-
M: Bueeeno, si me lo dices con esa cara…
R: Ya sabes como va, no? Lo de la sal y el limón, digo.
M: Sí sí, sal, tequila y limón.
R: Pues venga… uno para ti… y otro para mi…
Se tomaron el primer chupito. Sus caras eran un poema, ese tequila estaba realmente fuerte, pero Raquel sirvió otro. Aprovechó para quitarle el sonido a la televisión.
R: Éste lo vamos a hacer distinto… dame tu mano
Le lamió un poco el dorso de la mano a Marian mientras le miraba a los ojos lujuriosamente; le puso la sal encima y le colocó una rodaja de limón en la boca, haciendo que la agarrara entre los dientes. Marian sólo se dejaba hacer, entre el vino de la cena y el primer chupito ya empezaba a perder la cordura. Raquel cogió otra vez la mano de Marian, le lamió la sal, se tomó su chupito y cogió el limón de sus labios, de tal manera que los rozó con los suyos durante unos segundos. A Marian eso le supo a gloria y se le escapó un suspiro. Pero tomó fuerzas y esta vez atacó ella.
En vez de ir a por la mano de Raquel, fue a por su cuello, se lo besó justo encima del chupetón usando la lengua para humedecérselo y de paso excitarla más, y le puso la rodaja de limón en la boca como había hecho con ella. Se tomó su chupito y cuando acabó, Raquel estaba tan excitada que decidió que era el momento perfecto para dejar de beber. Se echó despacio sobre Marian y le empezó a besar el cuello con mucha suavidad y fue bajando hasta que se encontró con el primer botón de la camisa. Fue desabotonándola muy lentamente, dándole besos en el pecho y el vientre cada vez que quitaba un botón. Al tener la camisa fuera, Marian le sacó la camiseta a Raquel, también muy lentamente. No perdían el contacto visual en ningún momento, estaba siendo un momento muy íntimo. Poco a poco Raquel se recostó del todo sobre Marian, dejando sus piernas entrelazadas, de manera que el muslo de Raquel daba de pleno en la entrepierna de Marian. Sus vientres estaban en pleno contacto y sus pechos, aunque cubiertos todavía con los sujetadores, también. Marian apartó un mechón de la cara de Raquel y aprovechó para acariciarle la frente y la cara. Estaba muy seria, no estaba segura de si era el momento de decirlo, pero era lo que sentía,
M: Te quiero
Raquel la miró, le sonrió con ternura y se fundieron en un beso. Como cada vez que la besaba, Marian sintió un cosquilleo en la entrepierna –esta vez acentuado por el contacto físico que estaban teniendo- y le recorrió un escalofrío. Esta vez no hubo lugar para la pasión, sólo querían inmortalizar ese momento y no dejarse llevar más que por la calma. Marian acariciaba la espalda de su chica mientras jugaban con la suavidad de sus labios. Pero el sofá se les iba a quedar pequeño, así que Raquel tomó las riendas, sintiéndolo mucho se separó de Marian para cogerla de la mano y llevársela a su habitación. Una vez allí, encendió una luz de poca intensidad, de manera que quedó la habitación semi a oscuras, se sentó en el borde de su cama y le hizo un gesto a Marian para que se sentara sobre ella, que así lo hizo, pasando una pierna a cada lado y quedando de rodillas sobre la pelvis de Raquel. Ésta vez era ella la que provocaba un ligero movimiento de vaivén mientras se besaban de nuevo. Mientras, Raquel le quitó el sujetador, que tiró hacia atrás haciendo que cayera en algún lugar de la habitación, y dejó los labios de Marian para seguir por su oreja, su cuello y finalmente uno de sus pechos. Cuando llegó a la cima Marian no pudo evitar emitir un discreto gemido, cosa que dio alas a Raquel para que siguiera en ese punto durante un tiempo más. Jugó con los dientes y la lengua sobre el pezón de Marian, que atraía la cabeza de Raquel más hacia ella, a causa de la excitación y las ganas de sentir todavía más. El balanceo que provocaba era cada vez mayor, no se pudo controlar y tuvo el primer orgasmo de la noche.
Se incorporó de las piernas de Raquel, la empujó para que se estirase sobre la cama y quedaron otra vez la una recostada sobre la otra, piernas entrelazadas, pero esta vez Marian estaba encima. Le quitó fácilmente el sujetador a Raquel, ya que tenía el cierre delantero, y se fue a su boca para rozar fugazmente los labios con los suyos; bajó por su barbilla, su cuello y sus pechos, todo rozando con los labios. Le dio un pequeño beso a cada uno de los pezones erectos de Raquel y siguió su camino hacia abajo. Raquel suspiraba con los ojos cerrados y de vez en cuando se mordía el labio inferior. Cuando llegó al bajovientre, Marian alternó el roce de labios con la punta de la lengua, cosa que hizo que Raquel soltara un leve gemido, miró a Marian y la vió concentrada en su tarea; la notó algo nerviosa, y con razón, era la primera vez que iba a practicarle sexo oral a una chica, y no estaba segura de si iba a hacerlo bien.
Empezó desabrochándole los vaqueros negros ajustados que llevaba, se los quitó con algo de dificultad y descubrió el tanga negro que llevaba Raquel. Paró un segundo y levantó la vista hacia los ojos de su chica, que le brillaban de la emoción.
M: ¿Tú con un tanga?
R Sí… ¿te gusta?
M: Me encanta, pero pensaba que no llevabas
R: Estaba segura de que te pondría mucho, y ya no me parece tan incómodo.
M: Me pone un montón no, lo siguiente… pero ahora te lo quito vale?
Mordió el borde del tanga y entre los dientes y las manos lo fue arrastrando hasta los pies de Raquel, y se lo quitó del todo. Ya estaba completamente a su merced. Vió que su entrepierna le brillaba ya a causa de los flujos –ella debería estar igual a esas alturas-, y no pudo esperar más a probarlos, así que pasó su lengua lentamente pero introduciéndola bien, desde abajo hasta arriba de su vagina, para saber a que sabían. Esto pilló de sorpresa a Raquel así que gimió fuertemente mientras agarraba con fuerza las sábanas y alzaba ligeramente su trasero de la cama. Marian aprovechó esto para agarrarle las nalgas y rodeó su clítoris con los labios mientras con la lengua se lo lamía con suavidad. Cuanto más hacía, más fuerte gemía Raquel, los vecinos debían de estar contentos por semejante banda sonora, o poniéndose tapones para los oídos… Marian sentía como latía el clítoris, debía estar cerca del orgasmo, y se separó un momento de ella.
R: NOOOOO!!!!!!! Sigue por favoooooor!!!
Marian soltó una carcajada, lo había hecho a propósito para ver la reacción; se volvió a acercar, le sopló muy suavemente en la zona de la entrepierna y siguió con lo que había dejado a la altura del clítoris. Apenas bastaron unos segundos para que llegara el orgasmo. Marian recorrió todo el vientre y el pecho de Raquel a base de besos, hasta que llegó a sus labios y se los recorrió con la punta de su lengua… con esto Raquel se volvió a estremecer; su respiración todavía estaba agitada y acabaron fundiéndose en un suave beso en el que poco después empezaron a participar sus lenguas también.
A Marian le sabía a delicia el sabor de Raquel, le encantaba darle placer a una mujer, ahora se confirmaba a sí misma que tenía mucha más química con ella que con todos los chicos con los que había estado juntos.
En ese momento en el que estaban una sobre la otra, con las manos a ambos lados de ellas y entrelazadas con firmeza, sólo se oía en la habitación el sonido producido por sus besos y los suspiros, y olía a felicidad y a algo más por parte de ambas. Sus cuerpos estaban tan pegados y se movían tan sincronizadamente que parecían uno solo, y así estuvieron por un rato hasta que Raquel dio la vuelta a Marian e intercambiaron la posición, para seguir con otra sesión de orgasmos.
Estuvieron entre besos, caricias, lenguas, abrazos, jadeos y orgasmos durante varias horas hasta que sus cuerpos dijeron basta. Quedaron abatidas en la cama con sus cuerpos sudorosos así que se quedaron dormidas sin taparse, Marian pasándole el brazo por encima de la espalda de Raquel.
Unas horas después, la puerta del piso se abrió, entraba Patricia, la hermana menor de Raquel… vió la mesa con los restos de la cena, algunas ropas al lado del sofá y empezó a atar cabos; se dirigó a la habitación de su hermana y, como se habían dejado la puerta abierta, no pudo evitar ver a las dos chicas tumbadas, durmiendo desnudas y abrazadas.
P: ¿¿¿Qué significa este momento??? –dijo con la voz lo suficientemente alzada como para despertarlas.