Las chicas de la clase de francés (3)

Sus narices se rozaban y tenían una sonrisa muy amplia, se les veía encantadas la una con la otra, disfrutando de esa tarde de domingo, así que decidieron apagar la tele e irse a un lugar más cómodo como la cama de Raquel

Hola amigos!! Vengo con nueva parte del relato... estoy poco inspirada!!! Estoy un poco de bajón sentimental estos días, que te den calabazas aunque ya te las esperases nunca sienta bien...!! Pero bueno, voy escribiendo y vuestros comentarios me animan para seguir, así que espero que os guste esta parte!! Muchas gracias por las felicitaciones!! :))


M: Ya te estaba echando de menos… ¿puedo? –hizo un gesto con la mirada pidiendo entrar-

R: Por supuesto… -dandole la mano y atrayéndola hacia dentro del piso y cerrando la puerta con un golpe. No le soltó de la mano sino que la empujó contra la puerta y se la empezó a comer a besos por la cara y el cuello mientras le acariciaba el pelo y la cara- Yo también te echaba de menos…


M: Waww!! Qué recibimiento, no? Si salgo y vuelvo a entrar me vas a hacer lo mismo?

R: O incluso más!!

M: Vale, pues entonces dejame abrir la puerta –seguía retenida entre la puerta y los brazos de Raquel-, que coja la maleta y vuelvo a entrar.

R: ¿Traes maleta? Mira que esta casa sólo puede tener un inquilino!

M: Tranquila, no te asustes, mañana por la mañana me voy.

R: -con sonrisa de sorpresa y los ojos como platos- ¿Te vas a quedar hasta mañana por la mañana?

M: Mañana tengo la primera clase a las 12 así que me puedo ir de aquí mañana temprano … les he dicho a mis padres que prefería irme pronto hoy para hacer cosas en mi piso de allí, pero en realidad tenía pensado venir aquí a pasar la noche contigo… sólo si tú quieres claro! –Dijo esto jugando con un un mechón de su pelo y poniendo cara de niña buena.

R: Por supuesto que quiero!! Tenemos que recuperar el tiempo perdido y cuanto antes se empiece mejor!

M: Jajaja, ¿Tú siempre piensas en lo mismo?

Raquel eliminó la poca distancia que la separaba de Marian y le robó un beso corto pero cargado de lujuria en el que jugaron con sus lenguas por unos segundos. Ella misma lo paró y se le quedó mirando a los ojos con un deseo que ni ella había sentido nunca ni Marian había visto nunca.

R : Sí, cuando estoy cerca de ti. Pero no malpienses, estoy pensando simplemente en pasar todo el tiempo del mundo a tu lado, sea de la manera que sea, vestidas, sin ropa o con un traje de astronauta.

Una sensación de cosquilleo recorrió el estómago de Marian después de ese beso y esa declaración, y no pudo evitar que le saliera una sonrisa tonta.

R: ¿Te traigo un babero? –Marian le dio un golpe en el brazo- Auu!!

M: Eso por graciosa! Y ahora venga, déjame abrir la puerta o algún vecino tuyo me robará la ropa.

Marian entró en el piso ya con la maleta, la dejó en el recibidor y se fue al sofá donde Raquel ya se había acomodado en su esquina favorita. Era un sofá chaise-long (de estos en forma de L) y Raquel siempre se ponía en la esquina para poder estirar las piernas. Marian se quitó las botas y se sentó con las piernas cruzadas a lo indio, pero tardó poco en irse acomodando más y quedar un poco recostada sobre el regazo de Raquel. Mientras miraban una película que daban por la tele, ésta le iba acariciando el brazo arriba y debajo de una forma muy relajante, y de vez en cuando subía al cuello, momento en el que a Marian le entraban escalofríos, tenía esa zona muy sensible. La película que estaban viendo era un poco aburrida a decir verdad, así que Marian decidió pasar a la acción para que la tarde fuera un poco más entretenida. Poco a poco se fue incorporando y Raquel se la quedó mirando,

R: A dónde vas?

M: Tranquila, no muy lejos – Le dijo con mirada penetrante y poniendo voz sensual. Raquel se quedó extrañada pero no tuvo tiempo de reaccionar. En un abrir y cerrar de ojos Marian se le montó a horcajadas y le robó un beso como el que antes le habían robado en la puerta de casa.

R: Uff, tú no habrás ido muy lejos, pero yo acabo de llegar al cielo.

M: ¿Sólo con esto? Pues entonces no sé donde vas a llegar dentro de un rato… -Puso una sonrisa triunfal y siguió con su tarea, esa vez mordiéndole y dándole besos en el cuello. Al tiempo que hacía esto, se empezó a mover con un ligero balanceo que excitaba todavía más a Raquel, que para sentirla más la atrajo hacia ella agarrándola con las dos manos por las caderas; en poco tiempo Raquel soltó un par de gemidos, que fueron la señal para que Marian volviera a su boca para deleitarle con otro beso quita-alientos, que esta vez duró más. Sus lenguas se confundían la una con la otra de la pelea que llevaban, y el balanceo que Marian provocaba con su pelvis se iba acentuando. Sus manos se metieron por debajo de la camiseta de Raquel y fueron subiendo por los costados hasta llegar al sujetador, el cual desabrochó y se alegró porque era sin tirantes, así que sólo con desabrocharlo ya quedó aflojado y con la vía libre. Con una de sus manos le acariciaba suavemente un pecho, estimulándole a la vez el pezón, que estaba completamente erecto desde hacía un buen rato. La otra mano le acariciaba la espalda y a la vez la atraía hacia ella. En el momento en que Marian se separaba de ella para volver a su cuello y su clavícula, Raquel soltaba gemidos cada vez más fuertes, cosa que impulsó a Marian a ir bajando peligrosamente la mano que tenía sobre el pecho de Raquel por el abdomen y al llegar al borde del pantalón Raquel pudo hablar algo entre gemido y gemido

R: Ma..rian… eres una diosa… no sé si lo sabes… pero me estás poniendo.. muy… cachonda…

M: -con una sonrisa triunfal y mirada de lujuria- sí, algo he notado.

Sin que diera tiempo a nada, le metió la mano por el pantalón y le pasó la mano por toda la zona, por encima de las braguitas. El gemido de Raquel se debió oir en el edificio de enfrente. El espectáculo que podrían estar viendo desde ahí era para cobrar entrada, porque estaban dando un show de pasión y lujuria digno de ver. Raquel empezó a perder el sentido y tenía los ojos fuertemente cerrados, apretándole cada vez más la piel a la altura de las caderas. Marian siguió dándole besos y pequeños mordiscos en el lóbulo de la oreja y en una de estas aprovechó para susurrarle,

M: Y ahora ponte el cinturón porque si que vas a ir lejos –

Metió su mano por dentro de las braguitas de Raquel. Tenía la zona empapada y el clítoris hinchado en su máxima expresión, lo acarició circularmente con mucha suavidad y Raquel volvió a gritar intensamente; Marian siguió un poco más abajo y al ver sus intenciones, Raquel recolocó sus piernas de manera que quedaran semiflexionadas, para que Marian tuviera más facilidad de penetrarla con sus dedos. Marian accedió a la vagina de Raquel con dos dedos, con mucha facilidad puesto que estaba muy muy lubricada, y empezó a meterlos y sacarlos. Era la primera vez que estaba con una mujer, así que era la primera vez que metía los dedos en una vagina ajena, y eso le estaba excitando mucho. Empezó con miedo, pero los movimientos de su mano eran cada vez más firmes; la cara de placer que estaba poniendo Raquel y las contracciones que le oprimían los dedos le daban la señal de que lo estaba haciendo bien, así que intensificó el movimiento y en unos pocos segundos, mientras le estaba besando el cuello, Raquel soltó el gemido del orgasmo en su oído. Poco a poco fue sacando los dedos de su vagina y volvió al clítoris, a acariciarlo, con lo que Raquel todavía daba pequeños espasmos y grititos que no podía contener. Al poco tiempo Marian sacó su mano de la entrepierna de Raquel y se la llevó a su boca, se chupó los dos dedos mientras sonreía y se acercó a Raquel para darle un beso mucho menos pasional esta vez, más tierno, primero jugando sólo con sus labios y después también con sus lenguas, pero todo mucho más suave que antes.

Unos minutos después pararon para tomar aire y se miraron a los ojos. Las dos tenían una mirada muy intensa hacia la otra, pero a la vez llena de ternura. Sus narices se rozaban y tenían una sonrisa muy amplia, se les veía encantadas la una con la otra, disfrutando de esa tarde de domingo, así que decidieron apagar la tele e irse a un lugar más cómodo como la cama de Raquel. Marian se puso sólo una camiseta interior y Raquel se quitó la parte de arriba y se quedó sólo con el pantalón. Se metieron las dos en la cama; sólo eran las ocho de la tarde, pero en ese momento no tenían ni ganas de cenar, sólo de estar juntas. Estaban estiradas con sus frentes pegadas, dándose pequeños besos por toda la cara y acariciándose todo el cuerpo con mucha ternura. Estuvieron así algunas horas, pero para ellas no pasaba el tiempo, estaban como en una nube y nadie les hacia bajar de ahí. Al final se quedaron dormidas abrazadas la una a la otra, como en la noche anterior.