Las chicas de la clase de francés (14)

. Pero hace poco vi una estadística … un porcentaje muy alto de la población le sería infiel a su pareja si estuviera seguro que no iba a enterarse

Ey!!! Disculpad la tardanza, tengo todo el tiempo en mente que debo continuar el relato pero la verdad que a veces cuesta avanzar...no sabes como seguir, no te acaba de gustar y decides añadir algo más asi que ya publicarás mañana, o pasado, o al otro... en fin, que así pasan los días. A ver si este fin de semana le pego un empujón a la historia.

Agradezco los comentarios, las lecturas y las valoraciones :).

Después de esa cena, las dos chicas cogieron el coche y volvieron a la ciudad, cada una a sus casas no sin antes despedirse con un beso. Faltaba poco más de una semana para que Marian cogiera el avión y tenía que hacer trámites de esos que tienen que hacerse a primera hora de la mañana.


El avión tenía prevista su salida muy temprano, casi de madrugada, así que Marian, después de pasar unos días con sus padres, pasó el día anterior al vuelo con su novia. Raquel se quedó a dormir a su piso, aprovechando para despedirse durante horas en la cama, durmiendo y haciendo otras cosas que no son dormir. Antes de caer rendidas estuvieron hablando relajadamente mientras jugaban con sus dedos:

R: Prométeme que si algo empieza a fallar lo hablaremos.

M: Te lo prometo, pero no tienes que preocuparte por nada, nada va a cambiar.

R: Nunca digas “de esta agua no beberé…”

M: Vaaa, no te pongas pesimista ahora, si ya lo hemos hablado mil veces…

R: Ya ya, ya lo sé… pero es que me pongo a pensar y… no me gustaría nada perderte.

M: Pues no pienses tanto, ¿quieres? Y venga, vamos a dormirnos ya que sinó mañana no va a haber quien nos levante.

R: Vaaale… siempre te sales con la tuya eh! –con una sonrisa acercándosele para darle un beso corto en los labios-

M: Lo sé, lo sé. –Le devolvió el beso y la abrazó más fuerte- Venga, a dormir.

Cuatro horas después sonó el despertador. Estuvieron holgazaneando en la cama unos minutos, regalándose sus últimos besos y caricias, pero enseguida se pusieron en marcha. Al equipaje de Marian no le faltaba de nada, parecía que se llevaba la casa encima… como buena chica presumida, tenía montones de ropa y si iba a vivir tantos meses en otro sitio, no podía dejarse nada.

Raquel acompañó a su chica al aeropuerto, y después de muchos besos, muchos “te quiero mucho” y muchos “hablaremos cada día y sinó nos enviaremos emails”, Marian cruzó el control de seguridad y desapareció entre la zona del Duty free. Habían estado hablando sobre cómo iban a hacer para verse a lo largo de esos meses… Navidad era seguro, ya que a Marian le iban a dar vacaciones en el máster y seguramente bajaría, y en Semana Santa también era bastante seguro… y entre medias, Raquel sacaría el dinero de debajo de las piedras si hacía falta para poder coger un vuelo para ir a verla y a la vez no tener problemas para llegar a fin de mes.

Las semanas fueron pasando. Raquel había vuelto al trabajo después de sus vacaciones. Trabajar le iba bien, pues estaba ocupada y no pasaba todo el día pensando en su novia, en que si en ese fin de semana o el próximo día que librase no la vería, aunque de momento iban hablando por skype cada día. Ese era el momento más feliz del día para ambas, pero sobretodo para Raquel. Marian había hecho bastantes amistades en el frío país y muchas veces que hablaban Marian se estaba preparando para alguna fiesta, para simplemente reunirse tranquilamente con un grupito de amigas o sinó estaba en una pausa de su estudio. A pesar de tanta vida social, Marian era una chica muy aplicada y cuando había que ponerse en serio con los estudios, se ponía, así que la universidad era lo primero, pero con su eficacia y su inteligencia siempre conseguía acabar a tiempo para socializar.

En definitiva, que a la que parecía que le había cambiado la vida era más a Marian que a Raquel; aunque a veces la echara de menos y la cama se le hiciera grande, estaba completamente ocupada con su nueva vida, formándose en lo que era su vocación y viviendo una segunda “juventud”, dentro de su ya juventud, aprovechando la experiencia. Mientras, Raquel se había quedado en la pequeña ciudad con la misma vida de siempre pero sin novia a la que ver cada pocos días. Así que la enfermera decidió cambiar también ciertos hábitos, gracias su ex, Lucía, que por esas fechas ya se habían vuelto a hacer grandes amigas. Muchos fines de semana que libraba, en vez de ir a su gran ciudad  a ver a sus amigos, a los que por su puesto seguía queriendo y recordando, se quedaba y salía de fiesta o a tomar copas con Lucía y sus amigas.

Un jueves de finales de noviembre, poco antes de acabar su turno, Raquel recibió un whatsapp de Lucía,

L: Hemos quedado en el bar de siempre a las 10, ¿te vienes?

R: Me encantaría, pero mañana trabajo.

L: Vaaa, sólo un ratito!! .. Hace ya días que no nos vemos! Y yo este fin de semana me voy de fin de semana romántico con mi novia y no nos veremos!!

R: Bueno, luego cuando salga te digo algo…

L: Ok, eso es un sí :)

R: Jajaja, eso es un luego te digo algo…

L: Vale… :)

Raquel se fue hacia su casa rápido al salir de la clínica, tenía prisa por hablar con Marian, había días que se levantaba melancólica y la echaba aún más de menos, y ese era uno de esos días. Así que lo primero que hizo al llegar fue encender el ordenador. Ahí estaba conectada, así que la “videollamó” y en seguida obtuvo respuesta. Marian no lucía la sonrisa de cada día al llegar este momento, una de esas sonrisas amplias como las que te salen cuando quedas con alguien y la ves llegar y no puedes evitar sonreir. Esta vez era un gesto forzado.

M: Hola amor!!

R: Hola… cariño, ¿te pasa algo?

M: Joder, ¿tanto se me ve?

R: Tu cara es como un libro abierto. Dime, ¿te ha pasado algo? ¿Te has discutido con tu compañera de piso?

M: No, no es eso…

R: ¿Me tienes que contar algo?

M: Sí… -Raquel se empezaba a temer lo peor, con lo atractiva que era Marian estaba segura que pretendientes no le faltarían, y con tanta fiesta o tantas horas haciendo trabajos en grupo para el máster, era muy probable que hubiera conocido a alguien-

R: Ay…

M: No no no, tranquila, no es lo que piensas. No es una buena noticia, pero no hay nadie más.

R: ¿Ah, no? –con una media sonrisa que le salió inconscientemente. Vivía con ese miedo en todo momento, sabía que era algo totalmente factible, y que si sucedía iba a ser un duro golpe, otra relación maravillosa rota por la distancia- ¿Entonces?

M: Bueno es que… yo pensaba que nos iban a dar vacaciones en Navidad… -La cara de Raquel volvió a cambiar. Ya le había costado mucho aceptar que no la iba a poder ver hasta las fiestas navideñas, como para que ahora…-

R: ¿Pero?

M: Bueno, es que nos dan muy pocos días, y justo al volver tengo entregas y algún examen….

R: Pero puedes estudiar aquí!!

M: Sabes que no lo haría… entre comidas familiares y estar contigo y con mis amigas y todo pasarían los días y no abriría ni un libro.

R: -Que estaba perdiendo la paciencia- Entonces, ¿qué propones, a ver?

M: Raquel, no te pongas así por favor, lo he pasado muy mal hoy pensando como iba a decirte esto.

R: No no, si no me pongo de ninguna manera… Pero no habíamos quedado así.

M: ¿Ah no? Ya, es verdad, habíamos quedado que yo bajaría sí o sí en Navidad y en Semana Santa, y que tú lo intentarías si encontrabas el chollo del siglo… vaya, y resulta que yo no puedo y tú en vez de proponer alternativas me montas un numerito.

R: Bueno, y si…. ¿subo yo en Navidad?

M: En Navidad mejor que no, ya van a subir mis padres unos días, bastante tiempo perderé ya viéndolos a ellos.

R: Claro, como para perder más tiempo estando conmigo.

M: Noooo…!! Está visto que no se puede hablar contigo hoy, eh!

R: Bueno, da lo mismo… El caso es que no nos vamos a ver en Navidad, ¿no?

M: Lo siento mucho Raquel…

R: No pasa nada. –Con la voz muy apagada y casi a punto de llorar- Oye… me voy a ir, que he quedado.

M: Pero no llores..!!

R: No lloro, pero he quedado. Pásalo bien.

Rápidamente cerró la ventana de la conversación y se desconectó. Cogió el móvil y le habló a Lucía.

R: Oye, que voy tarde, pero voy.

Lucía no contestó, pero no le hizo falta, Raquel ya sabía donde tenía que ir. Necesitaba tomarse una copa o unas cuantas cervezas. Desde que se había ido Marian había añadido a su lista de la compra botellines de cerveza, siempre tenía unos cuantos de reserva en la nevera para cuando le daban “ataques de inseguridad” como lo llamaba ella, y estos se habían acentuado desde que Marian estaba en Finlandia. Así que después de la conversación por skype y mientras se arreglaba para reunirse con Lucía y sus amigas, se abrió uno y bebió medio de un trago; le ayudaba a relajarse. Cuando ya estuvo vestida y con algo de discreto maquillaje salió de su casa y diez minutos más tarde ya estaba en el bar con Lucía y sus amigas, que ya eran amigas de ella también. Nada más entrar se pidió una cerveza.

Marta (una de las amigas de Lucía): Hombreee!! La que faltaba!! Lucía me ha dicho que al final vendrías, sabía que acabarías cayendo!!

R: No iba a venir en realidad, pero es que me he puesto nerviosa y he preferido salir un rato y airearme.

M: ¿Y eso? ¿Qué ha pasado?

R: Marian dice que no va a bajar en Navidad, que tiene mucho trabajo y poco tiempo y además, que mejor que no vaya yo en Navidad porque ya van a ir sus padres y perdería mucho tiempo…

M: Vaya, qué putada… -frotándole el brazo como gesto de apoyo- Bueno, a ver si te consigues coger un vuelo barato para poco después y la puedes ir a ver.

R: Sí… -Le dio un trago a la cerveza- Pero bueno, hoy he venido a pasármelo bien. ¿De qué estabais hablando?

Mientrastanto en Finlandia, Marian daba los últimos retoques a un trabajo que tenía que entregar el día siguiente. Su compañera de piso, Carmen, entraba en ese momento por la puerta del apartamento.

Carmen tenía 28 años, era arquitecta y trabajaba de ello. No le gustaban las ataduras, había tenido una relación duradera con un buen chico que acabó de forma trágica y desde entonces no había querido comprometerse con nadie. Vivía de flor en flor disfrutando el momento, tenía una personalidad arrolladora digna de admirar y era muy difícil verla de mal humor o enfadada con alguien, pero a veces dejaba entrever un fuerte carácter, que sacaba sólo muy de vez en cuando. Sabia consejera, había sido un gran apoyo para Marian en Finlandia en lo que llevaban viviendo juntas, apenas tres meses. Muchas noches se habían quedado las dos en el piso sin plan y habían pasado el rato hablando con alguna cerveza en la mano, contándose la vida; en apenas tres meses habían conseguido conocerse muy bien.

C: Hola guapa!!

M: Ey!! justo a tiempo!! Estoy acabando esto y me apetece un poco de noche de chicas…

C: ¿Pasó algo?

M: No, sólo que me apetece estar hablando con alguien en tranquilidad… había una fiesta en casa de uno, pero no me apetece ir.

C:-Abriendo la nevera para coger dos cervezas- Discutiste con tu chica, ¿verdad?

M: Bueno discutir lo que se dice discutir… no me dejó, se fue. –Coge una cervezas que le ofrece Carmen- Gracias. Siempre tiene estos arrebatos cuando está contrariada, se va pero luego se arrepiente, y la verdad es que yo se lo perdono todo.

C: ¿Qué le contaste para que se pusiera así?

M: Lo de Navidad, que no voy a poder ir…

C: Ah, ya… la entiendo un poco porque te debe estar echando un montón de menos, pero claro también te entiendo a ti… esto es sólo por un año y si tienes que sacrificarte por sacar el master, eso también es importante…

M: Sí, y además sé que ella en realidad lo comprende. Me ha apoyado siempre mucho con este master. Pero claro, pensándolo bien… es que yo también tengo muchas ganas de estar con ella!

C: Claro, pero bueno, tranquila que si viene a verte, os dejaré el piso para vosotras solas, jajaja.

M: Uff, sí por favor, eso o te insonorizas bien la habitación!! –Dijo esto con una cara de “va a temblar de todo en cuanto nos metamos en la cama!”-

C: Jajaja, tendrías que haberte visto la cara tía, me has dado un miedo…!

M: De eso precisamente quería hablar contigo, me quería desahogar un poco porque hay algo que llevo unos días que no paro de darle vueltas y como no se lo cuente a alguien reviento.

C: A ver hija mía, ¿qué mal tienes?

M: Jajaja, me encanta cuando te pones en plan madre. Pues resulta que… -jugaba con la etiqueta de la botella, estaba a punto de arrancarla del todo-

C: Uy… diez minutos hablando y ya la has arrancado. Tú lo que tienes son unas ganas de echar un polvo!!

M: ¿Eeehh?? ¿De qué hablas??

C: ¿Sabes que dicen que arrancar la etiqueta de las botellas es un indicador de tu deseo sexual?

M: Vaya… ¿sí? Pues debe ser cierta la teoría… Tía es que no sé que me pasa. Que voy por la calle y no puedo parar de mirar a la gente. Quiero a Raquel a morir, pero es que yo no sé si son los tres meses sin acostarme con ella que tengo la lívido por las nubes…

C: Bueno Marian, eso suele pasar eh! Y más con nuestras edades, que aunque digan de la adolescencia, las veinteañeras también tenemos derecho a ser hormonas andantes.

M: Jajajaja. Ya tía, pero es que… -dio un trago a la cerveza para contar esto, que realmente le avergonzaba, y bajó el tono de voz- que a veces estoy en la biblioteca o en clase y me quedo embobada mirando a alguien y empiezo a imaginar cosas… y cosas… bueno ya sabes. Y luego me siento fatal por Raquel, pero es que no lo puedo evitar!! Cuando me quiero dar cuenta ya estoy con la mente sucia otra vez.

C: Pero cariñooo…!!! –Acercándose a Marian para cogerle de la cara haciendo que quedaran mirándose a los ojos- eso es normal, ¿entiendes?? No eres la primera persona a la que le pasa eso. Eres humana y tienes necesidades, así que no te culpes… Y oye, si quieres yo te presto pilas que las de tu vibrador se deben estar acabando, porque sí que es verdad ahora que lo dices que últimamente le das mucha caña eh!

M: -poniendose colorada- ¿se oye mucho?

C: Mujer, intentas ser discreta, pero hay veces… que no se puede.

M: Jajaja, ay qué vergüenza…

C: No te preocupes…

M: Es que a veces he pensado en… bueno, si pasara algo aquí con alguien, que llegara más lejos de lo correcto, ya sabes, y Raquel no se enterase…

C: Uy, pero eso es muy peligroso!! Nunca sabes si va a enterarse o no. Pero hace poco vi una estadística … un porcentaje muy alto de la población le sería infiel a su pareja si estuviera seguro que no iba a enterarse…

M: Ya, pero conociéndome lo pasaría fatal después por Raquel…

C: Siempre puedes echarle la culpa al alcohol –con una media sonrisa como quien piensa en una travesura-

M: El fin de semana que viene hay montada una excursión en un barco, y me apunté.

C: Ah sí, ese viaje lo hice yo una vez cuando vine con una beca, en mis tiempo universitarios. Está muy bien. Pero… ¿qué insinúas con eso?

M: Bueno… ahí la gente suele ir muy borracha…

C: ¿Y crees que te quedarías a gusto echando un polvo borracha con alguien borracho así sólo por quitarte el calentón que llevas encima?

M: Ay, no sé… igual no, ¿verdad?

C: Mujer, no sé… al día siguiente sólo te sentirás diferente porque tendrás una buena resaca causada por vodka del malo, y seguramente sentirás asco contigo misma.

M: ¿Crees?

C: Estoy bastante segura, la verdad…

M: Pero entonces, ¿qué hago? En serio, es que no puedes ni imaginártelo, que voy fatal…

C: Mmm… no sé, a ver, yo, si fuera como eres tú, creo que no me arriesgaría, acostarte con alguien y que Raquel se enterase podría herirla… aunque bien es verdad que ella puede estar pasando por lo mismo que tú y haber hecho lo mismo que te estás planteando tú.

M: No, ella no lo haría, es un sol de niña, confío plenamente en ella.

C: Pues entonces…

M: Ya, es que no se lo merece….

C: Además, por lo que he podido oir… tú solita tampoco te lo montas tan mal eh!!

M: JAJAJA!!! Basta de cotillear con eso!!

El tema quedó zanjado ahí, Marian estaba segura de que pensar eso había sido una tontería, no valía la pena hacerle esa putada a Raquel sólo por el calentón. Las compañeras de piso siguieron hablando de trivialidades hasta que se hizo una hora prudente para irse a dormir.

Mientrastanto, la noche de Raquel se había animado tanto que las chicas acabaron yéndose a la hora que cerraban el bar, las 3 de la madrugada, después de varias cervezas y alguna que otra copa. Raquel tenía que despertarse a las 7 de la mañana para ir a trabajar; no era la primera vez que hacía eso, sobretodo en las últimas semanas, en las que le había cogido el gusto a salir de vez en cuando incluso entre semana.

Cuando el despertador sonó y se medio incorporó, una sensación en la cabeza la hizo volverse a acostar, tenía una resaca de mil demonios que no le dejaba ni moverse. Como pudo fue a la ducha y estar bajo el agua unos minutos le ayudo a despejarse un poco, pero aún así necesitó una pastilla para rebajar el dolor de cabeza. Al llegar a la clínica con gafas de sol, se encontró a Pedro entrando por la puerta.

P: Qué, ¿otra noche loca?

R: Mm… bueno, hasta las 3, no es muy loco, podría haber sido peor…

P: Sí ya claro, podrías haberte quedado bebiendo después en tu casa.

R: Pedro, ¿ya vas a pegarme el sermón?

P: No, pero déjame decirte sólo que últimamente te estás pasando… una cosa es que te tomes una cerveza y punto, pero trabajas de cara a gente que te necesita al 100% de tu rendimiento, no puedes venir con esta cara y un dolor de cabeza que te llega a los pies.

R: OK “Mr perfect”, mensaje captado. Me voy a cambiar.

Realmente, cada vez que Raquel hacía estas salidas en medio de la semana, acababa arrepintiéndose. Aunque en voz alta no le gustaba admitirlo, Pedro tenía razón, no podía ir en ese estado a trabajar, pero eso es algo que no piensa por la noche mientras está bailando y pasándoselo bien con sus amigas para olvidarse de sus inseguridades con respecto a Marian.

Ese fin de semana, Raquel libró y aprovechando que Lucía estaba con su novia de fin de semana romántico, se fue a su ciudad a ver a su familia y amigos, a los que hacía ya varias semanas que no veía. Estuvieron, como de costumbre, cenando en el restaurante chino de siempre. Raquel le había estado dando vueltas a algo y se lo comentó a sus amigos para ver que les parecía:

R: Nuestro aniversario es dentro de dos fines de semana.

G: ¿Ya un año??

R: Sí tio… quien me lo iba a decir, un año!! El tiempo pasa rápido cuando estás bien…

G: Dímelo a mi…

R: ¿Perdón?

G: Nada nada, luego os cuento algo.

A: Yo ya lo séeee!!! –Con tono divertido-

R: Es lo que me puedo imaginar??

G: Síiiiiii pero sigue con lo tuyo, ya habrá tiempo para mí.

R: Pues eso, que nuestro aniversario es dentro de dos semanas, y es poco antes de Navidad, así que… podría hacerle una mini-visita sorpresa!! Tengo que mirar vuelos…

S: ¿Y tu trabajo?

R: Bueno, puedo mirar a ver quien libra en la clínica el viernes anterior y el lunes siguiente y pedir a ver si me puede cambiar… y sinó, pedir días de vacaciones, aunque no sé si me los darían con tan poco tiempo.

G: Puedes probar a ver que te dicen!!

A: A mí me parece superbien. Seguro que está deseando verte.

R: Yo a ella sí, ¡¡es que cuando la vea me la como!! Mañana mismo miro vuelos para esos días, tengo muchas ganas de verla y no puedo esperar a febrero que es cuando que tenía pensado ir …

Lo primero que hizo el lunes en el trabajo cuando tuvo un rato libre fue mirar el planning del mes y fue a hablar con quien le podía cambiar el turno. No le costó mucho conseguirlo, así que esa misma tarde y sin decirle absolutamente nada a Marian, sacó el billete para ir el viernes y volver el lunes. Sabía que aunque era peligroso no avisar, porque Marian solía hacer excursiones de fin de semana para conocer el país, había que correr el riesgo. Tenía muchas ganas de celebrar el aniversario con ella.

Al siguiente fin de semana, el sábado por la mañana, un pequeño barco zarpó desde Finlandia en dirección a Suecia; en él iban estudiantes que querían pasar un fin de semana diferente. Marian estuvo con sus amigos en las distintas areas del barco. Estas cosas se organizaban para conocer a gente, y aunque en un principio Marian iba con amigas de su máster, éstas introdujeron al grupo varias personas que conocían de otros entornos: sus residencias de estudiantes, amistades hechas en alguna otra fiesta… vamos, que ahí acababas manteniendo conversación con el amigo del amigo del amigo, como se suele decir. El barco contaba con sala de juegos, una minisala de cine, discoteca, una pista de bolos… En fin, diversión sin parar.

Después de la cena, Marian estaba jugando al billar con una amiga de su master, Alicia. Había bebido un poco pero no tanto como para ir borracha. Simplemente tenía el puntillo, así que sus jugadas al billar eran un poco torpes, no conseguía dar taco con bola. Desde un rincón de la sala, un chico la miraba con gracia.

A: Vaya paliza que te estoy pegando!!!

M: No es para tanto… sólo tengo… cinco bolas más en la mesa que tú!!

A: Jajaja casi nadaaa!! Anda que… ¿Quién te enseñó a jugar al billar??

Marian hizo un gesto de falsa burla y se puso seria para seguir jugando.

M: ¿Qué quien me enseñó? Te vas a enterar…

En pocas jugadas acabó igualándose con Alicia. Había tenido un déjà vu; esa misma pregunta se la hizo Raquel el primer día que jugaron juntas al billar, y como no había jugado nunca y no sabía ni coger el palo, la enseñó. A eso se debió el cambio de actitud en la partida, rememoró esos momentos con Raquel y se puso melancólica. Al acabar la partida, Alicia propuso que fueran a la discoteca para reunirse con las demás, pero Marian prefirió ir un rato a la cubierta del barco, le dijo a Alicia que luego las buscaría.

Una vez allí y después de haber pasado por la habitación para coger algo de abrigo, Marian estaba apoyada en la barandilla, mirando a las estrellas. Se acordaba de una de sus últimas noches con Raquel, aquella en el yate identificando las estrellas. Sin que se diera cuenta, el mismo chico que la había estado observando mientras jugaba al billar se estaba acercando hasta ponerse casi a su lado en la misma postura que ella, con los antebrazos apoyados en la barandilla.

Toni: La Estrella Polar está hacia allí –señalando a la dirección contraria hacia donde miraba Marian.

M: Es probable. Soy pésima con la astronomía.

T: Ni astronomía ni billar. Seguro que con algo eres buena…

M: -girandose a ver quien le hablaba- ¿Nos conocemos? – Toni era un chico alto, corpulento pero no gordo, con el pelo castaño y los ojos verdes. No sería el más guapo de su pandilla pero no era feo. No se le veía maldad alguna en su cara.

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