Las chicas de la clase de francés (13)

L: Tranquila, es que tenía que decirte el motivo real de mi vuelta… no me lo quería quedar para mí… Espero que no te incomode.

Hola gente, esta vez intenté tardar un poco menos... (Adi no te indignes!! jajaja) . Espero que os guste, muchas gracias por los comentarios de nuevo, se valoran mucho ^^. Al final he tomado la decisión que creo que es más justa para la historia...jajajaja. Aviso que ya queda poco para el final...

La evolución de la mentalidad de Raquel a lo largo de la historia sobre las relaciones a distancia ha sido paralela a la que he tenido yo. A veces conoces a alguien que irremediablemente está lejos pero acaba haciendose la protagonista de tu vida. No sé que haría sin hablar contigo cada día, y no sé si podría aguantar mucho más de siete dias sin verte... tengo muchísimas ganas de estar contigo, a pesar de nuestros piques tontos, tu pasotismo, mi indecisión y todos los defectos que tenemos pero que nos hacen ser lo que somos... que todavía no lo sé, jajaja.


L: ¿Ya estás? Se me pasó rápida la espera.

R: Sí, ya sabes que cuando me lo propongo soy muy eficaz… -con una sonrisa nerviosa en la boca- ¿por qué me siento como si fuera la primera cita? Ay dios, qué mal me siento…

Lucía asintió con una sonrisa amplia y agarrándole por la cintura con un brazo con total confianza le dio dos besos muy cerca de la comisura de los labios.

L: ¿Vamos?

R: Eh… sí, vamos.


Cruzaron la calle y entraron en aquella cafetería que Raquel visitaba con su compañero de trabajo favorito casi siempre que acababan un turno juntos. Con la camarera ya tenían bastante confianza.

Camarera: Buenas Raquel, ¿Dónde has dejado a Pedro?

R: Pues ahí está levantando el país un rato más

C: Qué rápido te has buscado substituta eh! Como se entere Pedro…

R: jajaja, él ya lo sabe. Es Lucía, una amiga  -Lucía carraspeó notoriamente- bueno, mi ex.

Las otras dos chicas soltaron una carcajada mientras Raquel se ruborizaba.

C: Bueno, ¿qué os pongo chicas?

R: A mi ponme una caña

L: Para mí un té con leche.

C: Muy bien, ahora os lo traigo.

R; ¿Té con leche? Sales del hospital y te pides un té con leche?

L: Ya ves, hay que cuidarse.

R: Bueno, tampoco estás tan mal…

L: Vaya, si no fuera porque creo que tienes novia, parecería que me estás tirando los tejos.

R: Vaaa, no exageres, sólo era un comentario objetivo.

L: Jajaja, claro claro, tú y tus comentarios objetivos.

R: Si, oye, y tú como sabes que tengo novia?

L: Bueno, ya sabes, facebook… una tiene sus vías…

R. –medio sonriendo- ya veo ya… vaya cotilla estás hecha.

L: Sí, ya lo sabes. Bueno, ¿y cómo la conociste?

R: Pues en las clases de francés, el año pasado. La verdad es que nos pasamos todo el curso hablando y gustándonos la una a la otra pero ninguna se atrevió a dar el paso. Y meses después de dejar las clases, al acabar una noche de fiesta vino a mi piso y... bueno… se me declaró.

L: Ohhh! Se te declaró?? Qué bonito, no?

R: Sí, la verdad es que me pilló muy de sorpresa pero… no pude decirle que no.

L: ¿Y es guapa?

R: Mmm… -poniendose roja- mucho, demasiado, a veces pienso que no pego nada con ella.

L: Tonta! ¿Por qué??

R: Es que ella es tan… guapa, tan elegante… si no la conociera y me la cruzara por la calle diría que es una pija, pero luego la conoces y no, es supersencilla, detallista y muy muy tierna…

L: Vaya, tus puntos débiles… -bajando la mirada y con un tono de tristeza en su voz-.

C: Aquí tenéis chicas.

R: Muchas gracias Noe.

Justo en ese momento el teléfono de Raquel empezó a sonar… lo cogió pero no descolgó, dudó unos momentos si responder o no, con el dedo encima de la tecla verde. Finalmente pulsó la tecla de silenciar el timbre y lo dejó sobre la mesa.

R: Luego la llamo

L: ¿Es …. ella?

R: Sí. Se llama Marian

L: Bonito nombre…

R: Sí… -Se le dibujó en la cara una sonrisa bobalicona-

L: Uuuuy vaya carita, aquí veo amor eh!

R: Sí… pero bueno, basta de hablar de mí. ¿Qué es de tu vida?

L: Bueno! Ya te conté cuando nos vimos la otra vez, vine de Los Ángeles hace unos meses y encontré trabajo aquí… y mira! El destino nos ha vuelto a unir!

R: Pero, ¿porqué viniste?

L: Ya te dije, echaba de menos esto. –Su mirada estaba perdida en algún punto de la mesa y sus dedos jugaban con el sobre de un azucarillo-

R: ¿Sólo por eso? Pero el trabajo no era tan bueno?

L: Bueno, echaba de menos a ciertas personas… -Levantó la vista y la dirigió hacia Raquel, mirándola fijamente dando a entender que ella era básicamente a quien echaba de menos.

R: Lucía, yo estoy…

L: No, ya ya, tú estás con Marian, y os queréis mucho

R: Lo siento… -El corazón le latía fuerte y le sudaban las manos, se sentía realmente incómoda y apurada-

L: Nooo!! No lo sientas!! Si es culpa mía nena! Desde que hemos vuelto a vernos no he hecho más que tirarte los tejos e intentar reconquistarte, pero un día en el hospital aburrida miraba el facebook en el móvil y empecé a imaginar cosas sobre tu relación… me empecé a desilusionar. De hecho cuando lo dejamos estaba segura que en seguida encontrarías a alguien porque un corazón como el tuyo es difícil no verlo, es demasiado grande y sabía que pronto volvería a estar ocupado, te mereces lo mejor con Marian …

A mitad del discurso, a Raquel se le empezaron a humedecer los ojos, y después de oir todo lo que le dijo su ex, no pudo evitar soltar una lágrima, y luego otra, y otra… tenía, según ella el defecto, de no poder controlar el llanto y llorar como una magdalena cada vez que se emocionaba, como en esta ocasión.

L: Pero no me llores boba!!

R: Ay Lucía –sacándose un cleenex de su bolsillo y secándose las lágrimas, hablaba entre sollozos- perdona por este numerito, es que… no me esperaba lo que me has dicho.

L: Tranquila, es que tenía que decirte el motivo real de mi vuelta… no me lo quería quedar para mí… Espero que no te incomode.

R: Que va mujer! –con la voz más clara y las mejillas un poco más secas- Al contrario, me alegro de que estén las cosas claras. ¿Sabes qué? La verdad es que noté tus intenciones de volver a ligar conmigo, por eso dudaba de apuntarme a tu gimnasio… pero ahora que está todo claro, creo que sí me voy a apuntar. No me vendrá mal… Y a ver si te puedo hacer de celestina con alguna chica que ande suelta por tus clases…

L: Jajaja, por eso no te preocupes, me llevo un tonteo con una compañera de piso, no sé si será algo serio pero quiero ver qué pasa.

Siguieron charlando mucho más relajadamente de lo que lo habían hecho en cualquier momento desde su reencuentro. Hacia la hora de comer le pagaron a Noe y se fueron cada una a su casa. Por el camino, Raquel sacó el móvil de su bolso y llamó a Marian.

M: Bueno!! La desaparecida!

R: Perdona por no cogerte el teléfono, estaba ocupada.

M: Vaya, ¿era importante?

R: Sí, pero ya sabes que nada es tan importante como tú.

M: Vaya, y ese arrebato? –Raquel no solía demostrar sus sentimientos con palabras, le daba mucho corte, prefería directamente demostrarlo con actos o gestos-

R: Mira, no sé, me ha dado… tengo el día sensible.

M: Vaya que bien! Y yo a 200 km…

R: Ya… te echo de menos cariño, ojalá pudiera estar ahí…

M: Ya, pero bueno, pasado mañana ya nos vemos.

R: Te quiero mucho Marian…

M: Uy, esto ya roza lo paranormal, ¿te ha pasado algo Raquel?

R: No, estoy bien, sólo quería decírtelo. Y también quiero decirte que quiero y, es más, te obligo, a que pidas ese master, voy a hacer todo lo que esté en mi mano por que nuestra relación no se acabe mientras estés en Finlandia. Te iré a ver cuando pueda, nos escribiremos por mail, o por whatsapp o por lo que sea. Pero no quiero ni que se trunquen tus sueños ni que acabe nuestra relación, ¿entendido?

M: Entendido… Cariño, te tengo que dejar. Entro ya a clase. Hablamos luego, ¿vale?

Pasaron los meses. Su relación seguía siendo igual de idílica que al principio. Haciendo planes, viéndose siempre que podían. Marian se había confesado de una vez con sus padres después de ver su reacción ante una amiga de la familia que había iniciado una relación con una mujer después de estar casada varios años con un hombre. Como reaccionaron mucho mejor de lo esperado, Marian reunió valor y salió del armario en su casa, y la reacción fue similar: lo aceptaron sin problemas, aunque bastante sorprendidos. Raquel también acabó por decírselo a sus padres, que enseguida mostraron sus ganas de conocer a su nuera.

Marian había solicitado la plaza para el máster y la beca para poder costearse una parte de su estancia en Finlandia, y unos meses después le concedieron la plaza y la ayuda económica, cosa que dado su expediente académico era más que evidente que conseguiría. Como Raquel se esperaba que sucedería eso, ya estaba mentalizada así que no hubo un ápice de tristeza en su reacción.

Raquel se apuntó al famoso gimnasio y llevaba una relación puramente amistosa con Lucía, hasta a veces salían junto con Pedro y las compañeras de piso de la monitora, de copas por la ciudad, se habían hecho una pequeña pandilla. Raquel decidió contarle todo sobre Lucía a su novia, ya que Marian sabía de la existencia de la chica pero no sabía que se habían vuelto a reencontrar, Raquel había preferido mantenerselo callado durante las primeras semanas. Marian no dudó en ningún momento de Raquel, de que le pudiera ser infiel; la conocía muy bien, y era una chica transparente, sabía que si la engañara o dudara de sus sentimientos lo notaría.

Llegado el verano, quedaba poco tiempo para que Marian se fuera a Finlandia, y Raquel quería darle su regalo de despedida. Raquel estaba de vacaciones así que estaba en casa de sus padres, y Marian estaba también en la gran ciudad asistiendo por las mañanas a un curso intensivo de finés. Un viernes por la tarde, Raquel se pasó por el piso de Marian y tuvieron una conversación por el interfono:

M: ¿Quién es?

R: Soy yo

M: ¿Qué vienes a buscar? –entonando la famosa canción de Pimpinela-

R: A ti… -Las dos rieron a carcajada limpia después de este … raro momento- Ahora en serio nena, que estoy en público. Vengo a buscarte. Cógete algo de ropa fresca, y sobretodo toalla, chanclas, biquini y crema solar.

M: ¿Mucha ropa o poca ropa?

R: Jajaja, realmente poca, te la pienso quitar en cuanto pueda.

M: Raquel, nena, que estás en público.

R: Jajaja, como te las guardas. Venga rápido haz la maleta que te esperan unos días inolvidables.

Una vez juntas cogieron el coche de Raquel, y pusieron rumbo a su destino, un pueblo costero a menos de una hora de la ciudad. Se dirigieron al pequeño puerto deportivo que había en él, donde había amarrados diferentes tipos de embarcaciones. Aparcaron al lado del puerto y salieron del coche, iban las dos con mochila, vestidas muy veraniegas y las gafas de sol puestas. Raquel le dio la mano a su novia y la condujo por uno de los muelles.

M: Nena, ¿dónde me llevas?

R: A unas pistas de esquí chulísimas, ¿no lo ves? Lo que sí que igual vamos un poco frescas… –mirándola con sonrisa burlona-

M: Déjate de guasas, ¿qué significa esto?

R: ¿A ti no te gustaba tanto el mar y el rollo este del barquito en alta mar en verano?

M: Sí pero… -Llegaron a casi el final del muelle, donde había un chico de unos 30 años que parecía el encargado del puerto-

R: Juaaaan! –saludó con gran complicidad, como si fueran amigos - Marian, te presento a mi primo. Es el jefe de todo este cotarro, heredado de mi tío. Él me ayudo a sacarme el título de patrona de embarcación de recreo… Juan, esta es Marian, mi chica.

M: -Que no salía de su asombro- Encantada Juan… -dirigiéndose a Raquel- ¿Cómo no me habías contado todo esto?

R: Aaahh!! Ases en la manga que se guarda una…

J: Chicas, yo tengo cosillas que hacer, ya sabes como se pone esto en verano. Cuidadme bien al bicho eh! Marian, un placer. Nos vemos a la vuelta!

R: De acuerdo, muchas gracias Juan, te debo una!

J: Nahh, tranquila, todo por mi prima favorita!!

R: Que no te oiga mi hermana!

J: Ya ya, esto entre vosotras dos y yo. Venga chicas, a disfrutar!! –Mientras ya estaba a unos metros de ellas-

R y M: Chaaaooo!

El barco tenía de todo pero sin ser ostentoso, era como un miniyate. Una minicubierta para tomar el sol, un minicamarote y hasta una minococina con neverita la cual Juan se había encargado de llenar. Cuando soltaron el amarre y Raquel empezó a dirigir la embarcación hacia lejos de la costa, Marian se quedó a su lado, observando asombrada como Raquel dirigía el timón.

M: Todavía no me lo creo…

R: Pues creételo, vamos a pasar tres días en alta mar tranquilitas y lejos de todo.

M: Pero… ¿desde cuando sabes conducir barcos?

R: Jajaja, tengo el carné desde hace tres años, en verano siempre cogíamos este barco con la familia y ya antes de tenerlo me dejaban dirigirlo un rato de estrangis. Me gusta mucho.

M: Vaya vaya vaya, las aficiones ocultas de mi novia… -mientras se acercaba y le daba un beso en el cuello a la vez que se pegaba a ella y le rodeaba la cintura con los brazos-

R: Mmmm… no me desconcentres… que me salgo del carril.

M: Jajajaja, qué tonta…

R: Va, ves a ponerte cómoda y sal a la cubierta a tomar un rato el sol, que estás muy blanca. En un rato echaré el ancla e iré a hacerte compañía.

M: Mmm… bueno vale.

Estuvieron navegando un rato más hasta que Raquel paró y echó el ancla. Marian se había relajado tanto que estaba medio dormida tomando el sol. Raquel se quedó también en biquini y se acercó a ella despertándola con un beso en los labios. Marian se despertó rápidamente y siguió el beso, que se hizo cada vez más apasionado. Raquel estaba recostada sobre su chica y cada vez estaban más concentradas. Hasta que Marian paró y habló susurrando al oído de Raquel:

M: ¿Sabes que una de mis fantasías es hacerlo en alta mar?

R: Sí, lo sabía…

M: Ya te preguntaré luego como lo sabías. Pero ahora me gustaría cumplirla.

R: Tus deseos son ordenes, -Aprovechando que también le estaba hablando al oído, dicho esto le lamió con suavidad el lóbulo de la oreja y luego le fue besando el cuello, el pecho y toda piel que se le ponía por delante. La pasión se adueñó de ellas otra vez y empezaron a amarse como si fuera la última vez que iban a estar juntas. Estuvieron así hasta que se hartaron, no tenían obligaciones que hacer, ni vecinos delante de los que disimular, pasaron ese y el resto de días queriéndose a sus anchas y navegando por las aguas del mar que bañaba su tierra.

La última noche, Raquel preparó una sencilla pero suculenta cena con vino tinto del bueno y unas velas, en la miniestancia que hacía las veces de comedor.

R: Qué majo es mi primo que nos ha dejado tanta comida.

M: Sí, y hasta vino!!

R: Aprovecho hoy que no voy a conducir.

M: Jajaja, tú siempre tan graciosa.

R: ¿Brindamos?

M: Brindemos. ¿Por qué brindamos?

R: Mmmm…. por tú y yo, por estas minivacaciones, por tu estancia en Finlandia, por la vida y por todo lo que no vamos a poder brindar este año.

M: Te voy a echar de menos.

R: Yo también cariño… salud! –Brindaron mirándose a los ojos como hacían siempre… creían en la teoría de que si no lo hacían tendrían siete años de mal sexo, y por nada del mundo querían eso.

Después de la cena se fueron a la cubierta y se tumbaron boca arriba, una al lado de la otra y cogidas de la mano.

M: Me encanta mirar las estrellas. Me relaja un montón.

R: ¿Te das cuenta de todas las que hay y las pocas que vemos cuando estamos en casa?

M: Sí… y yo que no sé ni cual es la Osa Mayor.

R: Jajaja, sí, mira, es aquella de allí –señalando a un punto en el cielo-

M: Cariño, no lo intentes, hay tantas…

R: La que más brilla está a mi lado.

M: Ooooh, ya tuviste el momento moñas del mes.

R: Jajaja, con lo que me cuesta decir estas cosas y tú te cachondeas.

M: Perdóname, no volveré a hacerlo -Se giró y le besó inocentemente en la mejilla.

Raquel se giró también y quedaron frente a frente durante unos segundos en silencio, hasta que Marian dio el paso y volvió a besar a su novia, esta vez en los labios. Poco a poco se fue incorporando para recostarse sobre ella entrelazando sus piernas. Así estaban más comodas. El beso duró un largo rato, estaba siendo muy tierno, muy suave, sin rastro de pasión acelerada, todo muy inocente y muy tranquilo, les gustaba disfrutar de la humedad y calidez de sus lenguas pausadamente, de la suavidad de sus labios, del sonido de sus respiraciones, del rubor que emanaba su piel con ese simple gesto de cariño que tantas calorías dicen que quema. No es para menos, el corazón les iba a mil por hora, como si fuera el primer beso que se daban. Como en aquél primer beso que tuvieron, en el piso de Raquel después de las fiestas locales, había algo de alcohol de por medio, pero ahora había más experiencia, más confianza, más complicidad y mucho más cariño. Estuvieron haciendo el amor de mil maneras esa noche, hasta que empezó a clarear; les pilló dándose un beso como el que había iniciado la noche. Hasta que fueron parando poco a poco.

R: Amor, está amaneciendo.

M: Qué bonito, vamos a ver un amanecer en alta mar.

R: Sí… Ya debe quedar poco para que salga el sol…

Efectivamente, en pocos minutos un sol enorme y naranja apareció por su izquierda a lo lejos, en el horizonte. A los pocos minutos ya se veía el círculo entero a unos centímetros por encima de la línea del mar. Raquel se levantó y se fue hacia la cocina a preparar el desayuno. Mientras desayunaban viendo como se seguía haciendo de día, se lamentaban, aunque contentas, del final del viaje.

R: No me puedo creer que ya se acabe, han sido los mejores días de mi vida, no lo voy a olvidar nunca.

M: Yo tampoco. Me voy a Finlandia con el mejor recuerdo que me puedo llevar.

R: Tenemos que ir volviendo ya cariño, esta tarde tenemos que estar en el puerto.

M: Jo… ¿no podemos secuestrar el barco e irnos hasta el horizonte tu y yo y mandarlo todo a la mierda?

R: Estaría tan bien…

Hablando hablando fueron navegando hasta que llegaron al muelle del puerto y aparcaron el barco. El primo de Raquel las esperaba para preguntarles qué tal les había ido en alta mar. Muerto de la envidia, pero ansioso por cenar con ellas, las invitó al restaurante del puerto. Juan y Raquel habían pasado muchas temporadas juntos durante la infancia así que a pesar de la diferencia de edad de seis años, se llevaban muy bien. Además, hizo muy buenas migas con Marian, a quien deseó mucha suerte en su aventura finesa.

Después de esa cena, las dos chicas cogieron el coche y volvieron a la ciudad, cada una a sus casas no sin antes despedirse con un beso. Faltaba poco más de una semana para que Marian cogiera el avión y tenía que hacer trámites de esos que tienen que hacerse a primera hora de la mañana.