Las chicas de la clase de francés (12)

Debo confesarte algo… por tu culpa esto no es sólo de ahora… voy todo el día así.

Madreeeee sí que tardé en escribir esta parte, lo tenía todo el rato en mente pero me ha costado bastante ponerme en serio a escribir, escribía a ratos y tal y hacía superpoco... Pero hace unos días pillé al toro por los cuernos y me puse más en serio... a ver si no tardo tanto hasta la próxima!!

Muchas gracias por vuestros comentarios y vuestras valoraciones!! Seguid así porfa!! ;)


Luego pasaríamos de hablar por skype cada día a hablar dos  veces por semana, … por no hablar, claro, del “Amor a distancia, felices los cuatro”.

M: ¿Qué insinuas? ¿Qué te pondría los cuernos? Así es como confías en mí?

R: No, no es eso… ay no sé, mira, haz lo que quieras, es tu vida, yo no te voy a impedir que mejores tu currículum.

M: Pero Raquel…

R: No Marian, déjalo, no estoy de humor… -Se dio la vuelta y apagó la luz de su mesilla- Buenas noches.

M: Buenas noches…

………………………….

Por la mañana Raquel se despertó pronto para ir a trabajar, ni despertó a Marian, no le apetecía hablar con ella… necesitaba pensar. Durante el día en el trabajo se dedicó, en los momentos que podía, a eso, a pensar en posibles soluciones, no quería terminar su relación con Marian, pero su novia tenía razón, ese máster era una buena oportunidad para ampliar conocimientos, y no la podía atar de esta manera…. La mañana separada de su pareja le había ayudado a despejarse y volvió a casa de mucho mejor humor. Se encontró la mesa puesta y a su novia en el sillón viendo la tele.

R: Hola cariño, ¿ya has comido?

M: Sí, después de preparar tal manjar no me pude resistir a comer mi parte… está buenísimo!

R: Jajaja, qué modestia la tuya eh!?

M: Ya… pero es que cuando lo pruebes me entenderás, no es por nada, pero está muy rico.

R: Muy bien, pues voy a probar tu manjar… -después de meterse el primer bocado a la boca-: Dioss!! Esto está buenísimo!! ¿Pero como que sabías cocinar tan bien y no me habías dicho nada? Y además… mi nevera está vacía!

M: Ah... ya no!! Me dio pena verla y fui al super y al mercado y compré cosas buenas… y no tan buenas, alguna guarrada también compré…

R: Ay... miedo me das… define guarrada por favor!

M: Pues… algunas pizzas, un bote de ketchup y chocolates varios.

R: Madre mía… mi figura… se va a ir al traste…

M: Anda, no dramatices y come, que se te enfría.

R: ¿Qué estás mirando?

M: Friends…

R: ¿No te cansas? Son capítulos repetidísimos.

M: Jajaja no, me río como el primer día… ¿te vienes al sofá a verlo cuando acabes de comer?

R: Vaaaale.

Ambas estaban felices de ver que no quedaba ningún resquemor del pique que habían tenido la noche anterior, aunque sabían que el tema tendría que volver a salir en un momento u otro. Cuando Raquel hubo acabado de comer dejó los platos en la cocina y fue corriendo a sentarse al sofá, a una distancia de Marian lo suficiente como para que ésta, que estaba recostada sobre el brazo del sofá, pudiera apoyar los pies sobre el regazo de su novia. Poco a poco y disimuladamente se fue desplazando hacia Marian, pero todavía seguida sentada, y cuando llegó al alcance de sus brazos los empezó a acariciar con un dedo, simplemente un roce suave, mientras seguían viendo relajadas la televisión. De repente apartó si vista de la tele, la posó en la cara de Marian y poco a poco se fue recostando sobre ella, hasta que a sus caras les separaban escasos centímetros; le paseó el índice por su frente y su mejilla

R: Perdóname por ser tan borde.

M: Sshhhh, déjalo, está olvidado.

Raquel se acercó todavía más a su novia hasta que se unieron sus labios y empezaron un beso sólo con los labios, aunque poco a poco fueron dando paso a sus lenguas para acabar en un beso muy apasionado que poco después les empezó a entorpecer la respiración. Las manos de ambas ya recorrían sus cuerpos a sus anchas, reconociendo todas las curvas que ya conocían, por encima y poco después por debajo de las camisetas. La pasión y las ganas de sentir sus pieles hicieron acto de presencia, así que rápidamente se quitaron mutuamente las camisetas, que fueron a parar a algún lugar del comedor. Raquel le arrancó de un tirón los pantalones a Marian de forma que se quedó sólo con su ropa interior, y ella también se quitó su pantalón, habiendo quedado las dos rápidamente en igualdad de condiciones. Raquel se sentó a horcajadas sobre la pelvis de Marian, la cual pensó que el sujetador de su pareja estorbaba demasiado, así que disimuladamente le fue subiendo las manos por la cintura, llevándolas luego a la espalda para buscar el cierre del sujetador, y se lo quitó, dejándolo caer al lado del sofá con una mano; con la otra, aprovechando un despiste de Raquel, la atrajo de golpe hacia ella y le empezó a besar un pecho por toda su superficie, de la parte más externa hacia el centro, hasta que llegó al pezón y se lo empezó a chupar con mucha suavidad. Raquel sólo se movía rítmicamente sobre su novia y con los ojos cerrados empezaba a jadear, yendo a parar su aliento al cuello de Marian mientras recorría su piel de los costados y la espalda con sus manos. Tardó también poco en desabrocharle el sujetador y aprovechó que habían dejado de jugar con su pezón para bajar ella desde el cuello hasta los pechos de Marian para hacer lo mismo que habían hecho con ella. Marian, realmente excitada debido a la presión que su novia estaba ejerciendo sobre su pelvis y el juego de su lengua y sus labios sobre lo alto de su pecho, bajó la mano derecha hasta la entrepierna de su novia, por encima de la tela de las braguitas.

M: Uuufff, estás realmente mal eh?

R: -dejando por un momento los besos por el pecho y el cuello de su novia y hablándole al oído entre suspiros- debo confesarte algo… por tu culpa esto no es sólo de ahora… voy todo el día así.

A Marian esa confesión le hizo sonreir triunfalmente y sintió un cosquilleo en el estómago y en su propia entrepierna, más acentuado de lo que estaba sintiendo hasta ahora, así que le echó una mirada a Raquel como queriendo decir “La has cagado diciendo eso, te vas a enterar”, y sin dejar a Raquel ni respirar, le pasó la mano por dentro de la braguita y con dos dedos le empezó a acariciar un clítoris húmedo e hinchado haciendo círculos poco a poco. Raquel iba teniendo pequeños espasmos, jadeándole y empezándole a gemir al oído a Marian.

M: Shhh nena, no hagas ruido, que se van a enterar de todo los vecinos y en esta ciudad la gente es muy cotilla, así que sé silenciosa por favor…

Raquel tuvo que callar sus sonidos siguiendo los besos por el cuello y la clavícula de Marian, que seguía con sus movimientos circulares en el clítoris de su pareja, cada vez más rápidos, alternándolos ya con movimientos de arriba abajo. Con estas variaciones y el aumento de velocidad el clítoris de Raquel latía cada vez con más fuerza hasta que llegó a un orgasmo justo cuando le estaba besando a Marian en el hombro; en ese momento de clímax, al no poder o querer gritar, descargó toda su energía en forma de mordisco, dejándole la marca de sus dientes en la piel del hombro.

Después de tal derroche de pasión pasaron las siguientes horas en el sofá con más muestras de cariño, amor y otra vez pasión. Ya en la cama a la hora de irse a dormir y con la luz apagada, hablaban en voz baja debajo del edredón cara a cara y cogidas de la mano, como tanto les gustaba hacer siempre.

R: No tengo derecho a pedirte que no te inscribas al máster

M: Ya, pero no quiero perderte… Y sé que si me voy, no podremos seguir.

R: O sí…

M: Pero  tú quieres que lo dejemos si me voy…

R: No hace falta… he estado pensando… podemos seguir con la relación mientras tú estés allí, haciendo lo posible por no enfriarla…

M: Bonita paradoja, teniendo en cuenta que voy a una tierra donde el invierno dura medio año

R: Jajaja, qué ocurrente… Pues eso, que haremos lo posible por que no se enfríe el asunto… pero si vemos que se enfría tenemos que hablarlo… prefiero quedar como amiga contigo que acabar discutiendo por tonterías sólo por la falta de comunicación.

M: Me parece bien… pero bueno, estamos hablando por hablar. Ni siquiera he solicitado la plaza.

R: Venga ya… seguro que te la dan, con las notazas que tienes y la de inglés que sabes…

M: Ya, pero no sé finés

R: Bueno, ni yo cantonés.

M: Jajaja, no te cachondees…

R: Es verdad!! No pasa nada porque no sepas finés, sabes inglés, y français !!

M: Mmmm oui!!!

Entre mimos, caricias y besos se quedaron dormidas. Una nueva semana les esperaba y Marian tenía que volver a su piso y Raquel quedarse en el suyo, para volver a la rutina después de las fiestas de Navidad.

Una fría noche de enero, la guardia en urgencias estaba siendo poco fructífera, así que Raquel aprovechó para echar un sueño en la habitación para el personal. De repente notó una mano en su hombro y una voz…

P: Raquelita, despierta

R: Qué pasa! Qué pasa!

P: Tranquila, pero tendrías que levantarte.

R: Sí, claro! Hay algo nuevo?

P: Bueno, sí, ha entrado alguien con dolor abdominal muy intenso y fiebre alta…

R: ¿Me has despertado por una apendicitis?

P: No es una apendicitis cualquiera… creo que le puedes sacar mucho jugo…

R: Dios Pedrín… a ver cual es ese caso que no me puedo perder…

Raquel todavía iba maldiciendo a su amigo Pedro cuando al abrir la cortina del box vió a quien menos se esperaba encontrarse en esa noche.

R: Lucía! ¿Qué haces aquí?

R: ¿Te ha visto algún médico?

L: Todavía no. Me podrías curar tú… -con voz melosa-

R: Vaya, a mi no parece que estés tan mala…

L: Es broma mujer, me encuentro fatal, pero ya sabes que yo siempre he sido de tener sentido del humor…

En ese momento Raquel recordó los principios de su relación, como la conquistó a base de bromas e indirectas cargadas de ironía. Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras la miraba fijamente a los ojos vidriosos, consecuencia de la fiebre, que miraban hacia otro lado, ajenos a la enfermera que los observaba. Raquel estaba tan absorta en sus pensamientos que tardó en percatarse de la presencia del médico que había aparecido para hacerle una exploración abdominal y hacer un primer diagnóstico.

Médico: Señorita, me temo que tiene usted una apendicitis de manual. Raquel por favor, sácale sangre para una analítica y contrólale el suero. Y cuando las analíticas estén listas que avisen al anestesista de guardia que le quitaremos ese apéndice.

Raquel obedeció y con un pulso tembloroso le empezó a buscar la vena en el brazo a Lucía; le estaba costando encontrarla, le pinchó varias veces hasta que dio en el punto clave.

L: Menos mal, pensaba que me ibas a pinchar en todo el brazo.

R: Todavía no tengo mucha práctica.

L: Así que me ha tocado la novata eh?

R: Como sigas así voy a liar un desastre.

L: Vaaale vale, ya lo dejo, si era para destensarte un poco mujer, que te veo nerviosa.

Raquel acabó de recoger el instrumental después de extraerle la sangre a Lucía y antes de irse le dijo algo sin mucho sentido, culpa de los nervios.

R: Quédate aquí.

L: ¡¡No pensaba moverme!! –Alzando la voz ligeramente ya que Raquel ya se había alejado unos metros.

Pasaron unos días y Raquel había intentado evitar a Lucía por el hospital, pero al final fue inevitable encontrársela en administración, firmando los papeles del alta. Realmente le sabía mal haberla estado evitando estos días, había sido por puro egoísmo, se le revolvía algo en las entrañas cada vez que la veía. Su presencia le hacía, no sabía por qué, dudar de cosas. Quería evitar sentir eso, así que había pensado que la mejor manera era evitarla. Pero realmente no le parecía bien portarse así de cortante con la que había sido su primera novia, su primera relación, algo que no se olvida, y al fin y al cabo nunca habían tenido una mala palabra la una hacia la otra.

R: ¿Ya te vas?

L: Sí, estoy ya perfectamente –algo seca, ya que había echado en falta que le hiciera algo más de caso durante su estancia en el hospital-

R: Vaya…

L: Pero bueno, ya sabes donde está mi gimnasio, así que cuando quieras ya sabes.

R: ¿Haces algo ahora?

L: Mmmm… no, me iba a ir a casa, ¿por?

R: Acabo mi turno en quince minutos. ¿Me esperas y vamos a tomar algo y nos ponemos al día?

L: De acuerdo… -sonriendo y olvidando la sensación agridulce que la invadía hace unos minutos-.

R: Cruzando la calle y un poco hacia arriba hay un bar que está muy bien. Si quieres ir tirando y me esperas allí.

L: No importa, me quedo en la sala de espera y vamos desde aquí. Total, ya no me vendrá de un cuarto de hora dentro de este hospital…

R. Cualquiera diría que te hemos tratado mal.

L: ¿Tú no tienes trabajo? Va, ves, que dentro de nada nos vemos.

R: OK; hasta ahora…

Raquel dio media vuelta y se fue dirección al ascensor. Mientras, Lucía se quedó en su sitio viendo como se alejaba la figura de su ex, analizándola con la mirada desde la cabeza hasta el trasero, que casualmente se le veía resaltado con los pantalones del pijama que llevaba por uniforme. Pedro, que estaba a unos metros había observado toda la conversación y este momento “repasón”. Cuando Lucía se fue hacia la sala de espera, se fue hacia donde sabía que se había ido su compañera de trabajo para hablarle.

P: ¿Y bien?

R: ¿Y bien, qué?

P: Vamos cari, dame un poco de cotilleo que este hospital es muy aburrido. ¿De qué has hablado con Lucía que te has ido tan contenta y te ha pegado ese repasón?

R: ¿Perdona??

P: Aha baby, yo mismo he ido a buscar el cartel de “wet floor” después de que se fuera de ahí.

R: No exageres…

P: Ay, ya sabes que me gusta adornar un poco las historias. Pero el repasón no es inventado. ¿De qué habeis hablado que te has ido así?

R: No, nada… hemos quedado ahora cuando acabe el turno…

P: Aja…

R: En nuestro bar, para hablar y ponernos al día y tal.

P: Ya, claro… ¿Y se puede saber porqué ahora sí, si estos días has pasado de su cara?

R: Ppffff, estaba rara, y prefería evitarla, pero hay que afrontar las cosas, no podía retrasarlo más.

P: Estás en lo cierto. Te deseo mucha suerte en tu cita!

R: Que no es ninguna cita!

P: Vale, como quieras…

Poco después acabó el turno de Raquel. En el vestidor se peinó un poco el pelo, se puso el perfume que guarda allí y se dirigió a la sala de espera. Al verla aparecer por la puerta, Lucía se levantó y se dirigió hacia ella

L: ¿Ya estás? Se me pasó rápida la espera.

R: Sí, ya sabes que cuando me lo propongo soy muy eficaz… -con una sonrisa nerviosa en la boca- ¿por qué me siento como si fuese una primera cita? Ay dios, qué mal me siento…

Lucía asintió con una sonrisa amplia y agarrándole por la cintura con un brazo con total confianza le dio dos besos muy cerca de la comisura de los labios.

L: ¿Vamos?

R: Eh… sí, vamos.