Las chicas de la clase de francés (11)
Undécima parte... la noche de fin de año con fuegos artificiales incluídos...
Hola gente!! Ya volví con otra parte... la verdad es que últimamente me cuesta más escribir, acumulo mucho sueño al madrugar cada día y por la noche no estoy demasiado inspirada ni motivada para escribir, y voy muuuuy lenta!!! jajajajaja. En fin, espero que disfruteis del capitulo, comentad porfa!! ^^
R: ¿Y esto???
M: Sube preciosa, y con mucho disimulo para que no te vean desde fuera ponte lo que hay en esa bolsa que está a tus pies…
R: Te quiero mucho Marian … -se le acercó y le dio un suave roce de labios para que no quedara ninguna duda de lo que acababa de decir- Vámonos.
Después de arrancar y tomar rumbo hacia su destino, Raquel seguía un poco en estado de shock, así que Marian volvió a hablar:
M: ¿No me has oído? Ponte lo de la bolsa!!
R: Ah sí sí… qué misterios nena! Pero donde me llevas?
M: A celebrar el fin de año…
R: Hombre, a juzgar por el día que es, algo de eso me olía…
M: Jajaja, venga no te distraigas más y ponte eso.
R: Vaaaale vale, ya voy… - Abrió la bolsa de cartón que tenía entre sus piernas y descubrió un vestido negro muy corto con escote en palabra de honor – OHH!!! Es como el que vimos en el centro comercial!!
M: Aha… ¿te gusta?
R: Me encanta!!! Ahora que lo veo detenidamente es todavía más precioso, y me encanta el tejido!! No tendrías que habérmelo comprado…
M: Si venga! Y perderme tu cuerpo envuelto en un vestido tan sexy,…
R: Igual no te gusta tanto cuando me lo ponga
M: Cariño, te he visto con mucho menos que ese vestido y me encantas, no digas chorradas…
R: Touché… –Bajó su cabeza avergonzada y cogió lo que quedaba en la bolsa…- Anda, y unas medias y todo, que chica más preparada… Y ahora quieres que me ponga esto aquí en el asiento y disimuladamente, no? –Mientras se quitaba las deportivas y los pantalones-
M: Aja… Oye, ahora que te veo, vas a quedar muy mona con tus deportivas gastadas y ese vestido tan… nuevo.
R: Jajaja, es verdad… Oye mira para adelante que nos damos una piña
M: Es que tus piernas me dejan, mmmm qué no te haría ahora mismo!!
R: Uy!!! Como nos hemos levantado hoy eh!!
M: Es que amor, casi dos semanas sin ti… estoy hambrienta.
R: Tranquila que vas a tener Raquel para rato, pero te advierto que … espera – paró un momento para subirse el vestido, que en esa postura evidentemente le costaba y necesitaba concentración- ya, pues eso, que te advierto que yo también traigo hambre.
Marian miraba por el rabillo del ojo y podía entrever que Raquel estaba guapísima con ese vestido, dejando ver el hueso de su clavícula que tan marcado tenía y que tanto le ponía. Aprovechó que paró el coche en un peaje para girarse hacia ella y mirarle de arriba abajo.
M: Waoooo!!! ¿Por qué no te has puesto vestido antes?? Estás muuuyyy sexyyyyy!!!
R: Ayyy no me digas eso que me haces poner colorada. Oye, falta mucho? A donde vamos?
M: Bufff qué intensa eres, no te lo voy a decir!! Y no, no queda mucho, veinte minutos y llegamos.
Cuando Marian paró y bajaron del coche, tenían delante de ellas una casa con las paredes de piedra y el tejado de pizarra. Estaban en la montaña, y era un lugar muy frío, donde en invierno solía nevar. La casa contaba con dos plantas y un altillo, y tenía un jardín delante de la entrada, además de la parte ajardinada lateral que llevaba a la parte trasera de la casa. Corriendo por el caminito de la entrada llegaron a la puerta y entraron a la casa. Al encender la luz, Raquel alucinó con todo aquello, la casa estaba iluminada con luces pequeñas, del estilo de las que se usan en Navidad para adornar, pero con mucha más clase. Se dirigieron hacia la cocina pero Marian paró antes de abrir la puerta.
M: No, tú no entres. Tú ves al comedor, que es aquella puerta de allí y... –Raquel no pudo más y la calló con un beso, la fue arrinconando hacia la puerta y pasó un brazo a cada lado de su cara apoyándolos en la pared, para dejarla retenida. Con ese beso cargado de pasión se estaban demostrando todo lo que se habían echado de menos. Unos minutos después y tras tomar aire, Marian retomó su discurso- … mmmmm estaba empezando a olvidar lo bien que besas… esto…por donde iba…
R: El comedor. Me encanta tu vestido –dijo estando todavía a dos centímetros de sus labios pasándole un dedo por la tela del escote y rozándole la piel con la punta del dedo. Marian logró resistirse a pesar de lo que le excitó ese gesto-
M: Eso, eh… que entres por esa puerta y vayas eh… encendiendo el fuego, tienes leña al lado de la chimenea. Ponte música si quieres, yo voy a preparar la cena.
R: ¿Te he puesto nerviosa? Es que te queda tan bien el vestido … -El vestido de Marian también era corto pero de color burdeos y un tirante que le pasaba por detrás del cuello.- Es mi color favorito. Hoy pienso hacerte de todo.
M: No tan deprisa forastera, antes voy yo – y después de robarle un beso fugaz en los labios se escondió rápidamente en la cocina.
Raquel entró por la puerta que le habían indicado y se quedó asombrada con la sala… era un lugar que transmitía mucha calidez, con una mesa grande preparada ya para dos comensales, con mucha clase pero muy sencillo. Fue recorriendo la sala y se dio cuenta de que el cuadro que había en el recibidor de los Jardines del Trocadéro con la Torre Eiffel al fondo no era gratuito. La sala estaba llena de posters enmarcados y cuadros con diferentes sitios y monumentos de París. Al llegar a la mini-cadena vio que encima de ésta estaba el CD de la banda sonora de Amélie.
R: Ya te vale Marian… -Dijo para sí misma con una media sonrisa.
Se puso manos a la obra con las leñas que había al lado de la chimenea y en unos minutos logró encender un tímido fuego que poco después se avivó y daba la sensación de que llevara horas encendido.
M: Curranta!! estás muy sexy encendiendo ese fuego con ese vestido tan tan corto. Te ves muy… caliente!!
R: ¿Cuánto hace que estás ahí? No te he oído… estaba en mi mundo mirando el fuego.
M: Nada, lo justo para llegar y dejar los platos en la mesa.
R: ¿Ya está la cena? Me muero de hambre…
M: Sí, pon algo de música y siéntate
Raquel dio al play con el disco que había dejado Marian encima de la minicadena y se pusieron a cenar.
R: ¿Cómo se te ha ocurrido todo esto?
M: Me acordé de aquel día en la clase de francés, en el que nos tocó hablar de cual sería nuestro fin de año ideal
R: Aaahh, ya me acuerdo, y yo dije que me gustaría pasarlo con mi pareja en París, paseando a la orilla del Sena… Qué memoria tienes!!
M: En aquella época ya me fijaba en todo lo que decías, y al decirme tú que no solías tener planes definidos para la noche, decidí secuestrarte con todo esto, no es París, pero ya sabes qué dicen de Mahoma, que si no va a la montaña… ¿Te gusta?
R: Me encanta… es lo más bonito que han hecho nunca por mí. Aunque contigo pasaría el fin de año hasta debajo de un puente… ¿La casa es tuya?
M: Es de mi familia, suelen venir aquí los fines de semana y yo cuando era pequeña también venía, me encantaba bañarme en la piscina…
R: ¿Tiene piscina?
M: Aha… en la parte de atrás… climatizada… -Hizo un arqueo de cejas muy sugerente con el que Raquel entendió que no se irían de esa casa sin bañarse-
Siguieron hablando durante la cena de todo, de cómo se conocieron, de lo que pensaba la una de la otra durante ese año que estuvieron haciendo el tonto, de Tati y su decisión, de sus anteriores relaciones, del futuro laboral que le esperaba a Marian… y a eso de las diez y media ya habían acabado de cenar. Se acabó la conversación que estaban teniendo en ese momento y se quedaron en silencio mirándose penetrantemente a los ojos, muy fijamente, la mirada de cada una invadiendo la de la otra.
M: Creo que no me aguanto a las uvas. –Se levantó y fue hacia un cajón del comedor, cogió un pañuelo negro, le cubrió los ojos, y le dio la mano – Levántate y ven conmigo – Al llegar a la puerta de la cocina paró un momento – Espera aquí – Entró a la cocina y cogió un par de bolsas de la nevera – Ahora sí, acompáñame.
Subieron las escaleras y llegaron al piso de arriba, donde estaban las habitaciones. Entraron a la más grande y Marian encendió la luz. Era una luz halógena de muy baja intensidad, pero lo suficiente como para poder ver con claridad.
R: Mmmmm!!! Qué bien huele…
M: A vainilla.
R: Me encanta, estás en todo mi amor.
Marian abandonó las bolsas en una mesita y llevó a Raquel al borde de la cama, hizo que se sentara a la vez que ella y empezaron un largo y suave beso en el que sus lenguas jugaban entre ellas y también con los labios y paladares ajenos. Raquel, al tener los ojos cerrados, estaba sintiendo todo eso multiplicado por mil, ya estaba empezando a sentir la calentura en sus partes. Llevó sus manos al costado de Marian y le buscó la cremallera, cosa que le costó poco y empezó a bajársela. Ésta al mismo tiempo hizo lo mismo con Raquel, cada una se quitó sus medias y Marian condujo a Raquel a tumbarse en la cama, quedando ella recostada sobre Raquel, sólo llevaban puestas las braguitas, y empezaron a besarse de nuevo, moviendo las piernas y las caderas a un ritmo acompasado; Marian tenía las manos de Raquel entrelazada con las suyas una a cada lado de su cabeza, no la dejaba que la tocara, sólo que la besara. Estuvieron largo rato así, sus corazones ya latían a mil así que Marian decidió parar para bajar un poco el ritmo, y se levantó a coger lo que había en esa mesilla. En una bolsa había fresas, en la otra una botella de cava (para los que no sepan y resumiendo, algo como el Champagne, pero hecho y con denominación de origen en una zona en concreto de España), hielos y una cubitera. Puso la botella en la cubitera y se entretuvo con las fresas. Cogió una con las manos y se sentó de rodillas en la cama a un lado de Raquel.
M: Ponte boca abajo
R: Qué vas a hacer?
M: Tú ponte… -Raquel obedeció, y Marian se puso a horcajadas sobre sus muslos, y después de llevarse la fresa a la boca y ponérsela entre sus dientes por la parte ancha, se inclinó hacia Raquel apoyando sus manos en la cama y le empezó a subir rozándole con la punta de la fresa por el surco que formaba la columna de su chica, como si le estuviera lamiendo con su lengua. A Raquel se le erizó la piel, el corazón le volvía a ir a mil, sabía que algo había sacado su novia de la bolsa pero no sabía qué era. Cuando llegó a la altura del cuello, Marian introdujo la fresa en su boca y la empezó a masticar y a tragar al lado del oído de Raquel – Mmm… riquísima…
R: ¿Qué es?
Marian hizo caso omiso a la pregunta de Raquel, y volvió a alejarse del cuello de ésta, pero esta vez con sus pechos rozando su espalda, para que sintiera como de duros estaban sus pezones. Al llegar al trasero de su chica le dio un leve mordisco en una nalga… Raquel se había aficionado a los tangas así que todavía no hizo falta que le quitara nada más. Ante esto se le escapó un suspiro, casi gemido. La chica se lo estaba currando para calentarla con suma delicadez y lo estaba consiguiendo. Marian subió la espalda de su chica recorriéndola con besos, hasta que llegó a la nunca y le robó otro mordisquito y el consecuente gemido ya nada disimulado. Ahora estaba totalmente recostada sobre Raquel, pubis sobre culo, pechos sobre espalda, piernas entre piernas, y brazos sobre brazos, las manos unidas de nuevo. Marian se movía lenta y rítmicamente y besaba el cuello y la oreja de su novia, sabía que eran sus puntos débiles. El peso y el movimiento de Marian sobre Raquel hacía que el pubis de ésta estuviera presionado contra el colchón y estaba consiguiendo estimularla a más no poder. Estuvieron unos minutos así y Raquel tuvo el primer orgasmo de la noche, el primero de tantos otros que estarían por venir.
Marian la incorporó y alargó el brazo para coger la bandeja de fresas y dejarla al lado de ellas, cogió una, se la volvió a poner entre los dientes, y la paseó por los pechos y los pezones de Raquel, que parecían a punto de estallar, y fue subiéndola por el cuello y la barbilla hasta que se la paseó por sus labios, y se la comió ella sola pero a pocos milímetros de la boca de Raquel.
Con la siguiente hizo un camino parecido, pero al llegar a la boca de Raquel, ésta se le avanzó y fue a darle un beso cuando entre sus labios se encontró el obstáculo, sonrió, y con sus dientes se la robó y se la acabó comiendo ella.
Desde ese momento estuvieron jugando con todas las fresas que quedaban, paseándolas por sus cuerpos, compartiéndolas con sus labios, pasándoselas de boca a boca mientras se fundían en besos eternos. Una noche que acababa de empezar. De repente, y gracias al silencio que reinaba en la calle, entreoyeron las doce campanadas que venían de la iglesia del pueblo más cercano…
M: Feliz año cariño
R: Feliz año nuevo mi amor, me estás dando la mejor entrada de año de mi vida.
Sonrieron las dos y se volvieron a fundir en un beso.
M: Permíteme que te regale el primer orgasmo del año
R: Te dejo…
Marian condujo a Raquel para que se volviera a poner boca abajo pero con las caderas en el aire, sin apoyar el vientre en la cama. Le quitó el tanga que ahora sí que iba a molestar y pasando una pierna a cada lado de las caderas de Raquel y apoyando su cuerpo sobre la espalda de Raquel y las rodillas en la cama, empezó a bajar sus dedos por el costado, apenas rozándolo, cuando llegó al trasero se los pasó por la línea divisoria y al llegar al punto caliente localizó la vagina, totalmente lubricada y con los labios completamente hinchados, y le metió primero un dedo, y al ver que tenía total facilidad, se decidió con otro más… Así empezó un movimiento de mete y saca lento, acompañado de besos cortos y seguidos por el cuello
R: Mmmmm…. como me gusta Marian.
M: ¿Te gusta?
R: Sí… mucho… no pares por favor
La respiración de Raquel era entrecortada, jadeante, y estaba empezando a gemir cada vez más seguido. Marian aprovechó eso para acelerar el ritmo de sus dedos, cada vez más, y con el pulgar inició un roce muy leve en el orificio anal, con lo que Raquel vió la luz y aumentó la frecuencia y el volumen de sus gemidos, hasta que por fin estalló en su segundo orgasmo y cayó rendida en la cama, su cuerpo brillante de sudor y su respiración muy muy agitada.
Esa noche siguieron dándose muestras de amor en todas las formas posibles; por suerte esa casa estaba aislada y prudentemente lejos de cualquier forma de vida humana, pues sinó habrían tenido espectadores mirando por la ventana o escuchando el espectáculo visual y sonoro, faltaron los fuegos artificiales. Estuvieron así hasta que sus cuerpos dijeron basta, cosa que fue bastantes horas después.
Ese fin de semana lo pasaron entre la habitación, el sofá y la piscina, demostrándose todo lo que se querían y no podían hacerlo entre la semana. Sólo salieron un rato a pasear y disfrutar de la montaña pero no duraron mucho porque las ganas de estar juntas ganaban de largo a las de ver paisajes de invierno.
El domingo por la tarde recogieron la casa y tomaron el coche para volver al piso de Raquel, que trabajaba el lunes; Marian, aprovechando que sus padres habían ido a celebrar el fin de año a Canarias, se quedaría en el piso de su novia durante esos días previos a la vuelta a clases.
Marian estaba en su último curso de magisterio y en ese momento las cosas para encontrar trabajo de maestra estaban realmente mal, así que un día en el piso, mientras Raquel trabajaba, empezó a mirar por internet alternativas para hacer el próximo curso escolar, para seguir formándose, y acabó en una web de la universidad de Finlandia que ofrecía becas para cursar un máster sobre educación infantil. El programa era muy apetecible para cualquier maestro con un mínimo interés y vocación en su oficio, así que la idea de cursar ese máster el próximo curso quedó latente en su cabeza.
Uno de esos días, Marian planteó como si fuera algo fortuito el tema de mantener la relación a distancia durante un tiempo.
M: Pues te acuerdas de Carol? La de francés… al final se fue de Erasmus a París y lo ha dejado con su novio…
R: Se veía venir
M: ¿Cómo?
R: Que eso de mantener una relación a distancia… yo no lo veo.
M: ¿Por qué no?
R: Pues porque hay días que sólo necesitas estar con la pareja, que te den cariño, de hacer planes… y si sabes que esa persona existe pero no la puedes tener, yo creo que es mejor directamente quedar como amigas. Además que con el tiempo la relación se enfría, cada una va haciendo su vida,… no sé, que no lo veo. Igual es un comportamiento egoísta, pero yo no podría.
Una lágrima empezó a recorrer el rostro de Marian
M: Entonces, si yo me fuera a estudiar fuera, preferirías que cortásemos? –Raquel se giró repentinamente hacia ella-
R: ¿Qué estás diciendo? ¿Te quieres ir a otro país?
M: Bueno, he visto un máster…
R: No me lo puedo creer, otra vez no, ¿pero qué he hecho yo? En otra vida me porté mal y me la están pagando con esto…
M: Pero… sería muy poco tiempo, un curso académico, e iría viniendo…
R: Eso de que irías viniendo lo dices ahora… una vez allí con la gente que conocieras dirías “me apetece disfrutar este año aquí que luego ves a saber cuando volveré… ya iré a España otro mes”. Luego pasaríamos de hablar por skype cada día a hablar dos veces por semana, … por no hablar, claro, del “Amor a distancia, felices los cuatro”.
M: ¿Qué insinuas? ¿Qué te pondría los cuernos? Así es como confías en mí?
R: No, no es eso… ay no sé, mira, haz lo que quieras, es tu vida, yo no te voy a impedir que mejores tu currículum.
M: Pero Raquel…
R: No Marian, déjalo, no estoy de humor… -Se dio la vuelta y apagó la luz de su mesilla- Buenas noches.
M: Buenas noches…