Las cartas de Mia II.
Una segundo crimen azota otra ciudad y nuevamente aparece una carta. Aun así la policía se niega a pensar de que se trate de un posible asesino en serie. Pero una periodista decidida no piensa igual que ellos.
7 de Septiembre, 2.020
Santa Fe, Caseros.
La policía de Caseros fue alertada del hallazgo de un cuerpo en un complejo de departamentos de la ciudad. Por lo que se trasladó rápidamente a la escena.
Al llegar encontraron en la puerta a dos hombres totalmente descompuestos. Eran el dueño del edificio y el conserje, los que habían encontrado la escena y habían quedado un poco alterados por lo que apenas pudieron decir mucho a los policías.
Apenas entraron al lugar tuvieron que taparse la boca y la nariz pues el hedor que emanaba ese sitio era inmundo. Había un cadáver sentado en una silla con una soga alrededor del cuello que estaba lleno de gusanos al igual que los ojos y la boca. El cuerpo estaba completamente desnudo por lo que muchas partes estaban cubiertas por esos bichos rastreros.
Pero una parte de esa deteriorada anatomía fue la que llamó la atención de los presentes.
En su lado izquierdo, entre medio de las costillas se notaba la punta de lo que pacería ser una bolsa hermética rodeada de gusanos. El cabo primero, Hernán Castillo, procedió a intentar sacarla lo más despacio posible para evitar mover el cuerpo o romper la bolsa. Y luego de unos minutos logró sacarla por completo.
Extrañados notaron que dentro de la misma había una carta.
30 de Agosto, 2.020
Algún recóndito lugar, Argentina.
Querido destinatario:
No todo es lo que parece.
Sé que creen que es una escena de lo más común y evidente, pero no.
Hombre caucásico, de unos veinte y tantos, alrededor de un metro setenta de altura, noventa kilos. Aparente suicido, sin evidencias de maltrato o claras señales de defensa. Vivía solo. Su departamento es una verdadera pocilga como habrán notado, pocas cosas, poca limpieza y muy poco orden (como odio eso). Cortes verticales en ambas muñecas, post mortem. Ahorcado.
Notaran que no presenta señales de arrepentimiento ya que no intento en ningún momento sacarse la soga, ni siquiera le dio desesperación.
¿Qué cómo sé esos detalles? Se preguntaran.
Pues bien, resulta que esto no fue ocasión de una mala racha ni a causa de la depresión. Todo fue a causa de una serie de eventos desafortunados planeados con mucha minuciosidad hasta el más mínimo detalle.
Os contaré una historia.
Había una vez un chico muy estúpido, que vivía por la lastima de otros. Le gustaba la atención constante que provocaba al hablar sobre su triste vida de Anita La Huerfanita. Pero más aún le gustaban los beneficios que eso le daba; ingresar a la Universidad, conseguir un empleo, “credibilidad”, un novio - sí, señoras y señores, era toda una florecilla de campo, y no, no lo digo con desprecio, solo digo la verdad – y por supuesto un par de tontos que le seguían en todo. Como un dato extra les diré que el Sr. Obra de arte en la cocina era uno de sus compinches.
Este individuo creyó que podría llevarse la vida por delante, pero no.
Más bien intento llevarme por delante y terminó siendo el ahorcadito en mi pequeño juego.
Era irrespetuoso, asqueroso, con poca higiene personal, un energúmeno. La vida imagen del porqué algunas mujeres preferimos la bisexualidad, o el lesbianismo o directamente la asexualidad completa. Sinceramente no entiendo esa manía suya por no cuidar su apariencia personal en lo más mínimo.
Don Ahorcado solo tenía tiempo para él y su victimismo. Así era como conseguía lo que quería. Tampoco le gustaba que otra persona destacase, por lo que solo buscaba a otros mediocres como él, solo que más débiles y gente de lo más manipulable. Así se aseguraba de que solo brillará él. Una luz bastante desagradable por cierto.
Tenía dos monitos copiones, de uno ya me encargue y al otro aún no logro localizarle, es un monito muy escurridizo – les propongo algo, si lo hallan antes que yo, vive, sino... bueno, tendrán otra carta -. Puedo facilitarles un pongo su trabajo y decirles que no busquen a estos seres ya que el occiso se encargó de jamás dejar que le vean en su compañía, aparte de mosquita muerta se preocupada mucho del que dirán, por lo que no los veía en lugares públicos. Estas dos personas eran vitales para él, pues mantenían su ego a flote y lo llenaban de importancia, algo así como dos perritos falderos que le seguían y hacían todo lo que el otro les decía.
Luego de reunir todo lo que necesitaba saber sobre él, procedí con mi plan. Solía frecuentar muchos bares de ambiente con su pareja, lugares donde bebía de más. Aproveche esa tendencia adictiva en él e hice que un dealer empezará a venderle y a regalarle muestras. Como imaginaran no fue difícil hacer que se enganchará de eso, y como bonus extra, su patético amorcito también cayó. Admito que fue muy bello ver como ya no solo tenía a mi pajarillo, sino que tenía dos por el precio de uno.
Las drogas y el alcohol se apoderaron por completo de ambos. Ya no comían, no salían, no cogían – pues al señorito no se le paraba -, pero lo que si seguían haciendo era asistir a sus trabajos, por lo que me toco coordinar con el vendedor para que empezara a ofrecerles más. Obviamente cayeron. Al poco tiempo se endeudaron, y mi estimado cómplice empezó a acosarlos en todos lados. Perdieron los empleos, se distanciaron y mi capricho empezó a consumir más, a veces alucinaba. Y ahí es donde yo entre. Interpretando a Verso empecé aparecerme por su vida, ahora me ves y ahora no me ves. Fue fácil, pues la mayor parte del tiempo andaba ebrio u colocado y eso me facilito el hecho de aparecer y desaparecer a mi antojo. Con el tiempo estaba muy convencido de que Verso era su conciencia. Su martirio. Su karma. Estaba seguro de que yo estaba ahí para redimirlo de sus pecados y sacarlo del oscuro abismo donde se había metido. Iba a salir, iba a encaminar su vida e iba a recuperar a su hombre.
Cuan equivocado estaba…
Le gustaba tanto manipular a otros más débiles que nunca se ocupó en verse a sí mismo y notar lo voluble que era. Lo inútil que era.
Fue tan fácil que me tome mi tiempo para manejarlo a mi entero antojo. Dejé qué pensará que todo estaría bien. Lo convencí de ir a buscar a su amor. Pero paralelamente arreglé que ese chico se empezará a costar con el dealer (ja, ja, ja), fue sencillo. Él debía dinero – uno imaginario ya que yo me encargaba de pagar todas las consumiciones -, y el otro solo quería sexo a toda costa. Una tarde el Ahorcado fue decidido al departamento del otro, y para su infortunio y mi regocijo los encontró en pleno acto.
Se rompió, y yo lo vi y disfrute en primera fila.
Lloró, le reclamó e hizo una rabieta digna de un niño de cuatro años. Pensé y en ese momento estallaría, pero no. Su novio le imploró y lo buscó hasta el cansancio. Se resistió un poco, pero le convencí de que debía perdonarlo.
Obviamente saque mucho provecho de la situación.
Era la ocasión perfecta para empezar con lo que realmente me interesaba: su destrucción. Le taladré la cabeza cada que podía diciendo una y otra vez que su noviecito le engañaba. Que era obvio y aún consumía y de seguro pagaba las drogas en especias. Que debía controlarlo más. A ese tipo de perras hay que controlarlas siempre, no soltarles la correa o corren con otro dueño. Otro dueño que si lograra tener una buena erección para que le cojan bien.
Y con eso di en el clavo. Tocando su frágil hombría conseguí lo que deseaba, que al fin sacará su verdadero yo. Ese hombrecito lleno de complejos que solo podía usar la fuerza para obtener lo que quería.
Ahora sí, llegando a lo que queremos, la noche pasada llego a casa muy borracho – cortesía de mi parte al encargarme de que le sirvieran tragos toda la noche – y al llegar arremetió contra su pareja. Lo obligó a drogarse con él al punto de estar totalmente perdido. Lo forzó a tener relaciones una y otra vez. Lo golpeó.
Puedo darles estos detalles pues lo presencie todo, si van a la habitación encontraran a otro caucásico de metro ochenta en sus veinte. Totalmente desnudo, con múltiples golpes y marcas. La causa de la muerte fue asfixia. Ya que Don Ahorcado, por orden mía, lo asfixio mientras le repetía una y otra vez que ya no sería la perra de nadie más. Lo ahorco mientras yo estaba a su izquierda, diciéndole al oído que si no se deshacía de él ahora pronto volvería con el vendedor y lo dejaría totalmente humillado. Y él no debía dejar que nadie más le pasará por encima.
El pobre chico murió mirándome a mí, pude ver como se apagaba de a poco y eso me lleno de gozo. Aclaró que aún lo estaba embistiendo a lo bestia cuando acabo con su vida. Por lo que encontraran semen relativamente fresco cuando le hagan la autopsia.
Una vez alcanzado el clímax se dio cuenta de lo que había hecho. Quiso llamar a la policía y decir que era un accidente, el inepto hasta intento revivirlo. No se imaginan lo cómico que fue y la fuerza de voluntad que tuve que tener para no romper a reír en ese momento. Por el contrario tome su hombro e hice que me mire. Le dije que no había vuelta atrás, que tal vez lo mejor era acabar con todo.
Había matado al único que lo amaba y ya nadie lo amaría.
Tenía muchos más argumentos convincentes para persuadirlo de que acabase con su vida, pero solo me basto eso poco. Fue a su ropero y saco una soga, la colgó y preparó en uno de los barandales de la cortina de la sala y puso una silla debajo. Me pareció muy poco, por lo que saqué mi daga y se la di, quería asegurarme de que realmente se muriese esa noche. No se gasten en buscar la daga, es mía así que no la iba a dejar por ahí tirada, además, me toca hacerle una limpieza profunda luego de que sus manos inmundas la tocasen.
Prosigo. Se cortó ambas muñecas, luego puso la soga a su cuello y se sentó.
Aquí entre nos, les diré hasta que me dio cierta excitación ver como moría de a poco. Y más aún el ver como no hacía nada para evitarlo, la pérdida de sangre lo debilitaba y ya no había vuelta atrás. Antes de perder la conciencia abrió grandes los ojos, creo y me reconoció como esa a la que una vez trato de imponer su asquerosa manipulación victimista. Eso definidamente me provoco un pequeño orgasmo mental.
Me leerán pronto mis queridos, a menos que hallen a mi premio número tres antes que yo.
Mis más cordiales saludos.
Mía.
Posdata: Al cantinero que lo embriagó ayer, no lo busquen. Siempre he pensado que los muertos son mejores ya que no hablan.
El cabo sacó disimuladamente su teléfono y tomo fotos de la carta mientras sus compañeros estaban en la habitación continua viendo el otro cuerpo. Luego volvió a meterla en la bolsa hermética y la dejó encima de una mesa. Se alejó un poco buscando algo de privacidad y mandó esas fotos a su contacto de la prensa.
Jujuy, Capital.
Paz se encontraba sentada frente a su computadora escribiendo sobre el atroz crimen ocurrido hacía un mes en Buenos Aires cuando su celular sonó. Lo tomó algo extrañada puesto que nadie solía molestarla luego de las 8 de la noche ya que era su momento personal con su escritura, su trabajo y ella misma. Pero al ver el nombre iluminado en la pantalla sonrió, era Hernán, un policía santafesino y amigo de ella que solía informarla de cosas fuera de lo común para que ella pudiera escribir sobre el tema y tener la primicia.
Empezó a leer las imágenes y su sonrisa se fue haciendo cada vez más grande. Esto respaldaba su primera teoría, el asesinado de hace unas semanas no era un caso aislado como la policía había informado a la prensa cuando tuvieron que hablar del tema unos días luego del hallazgo.
Claro que no.
Esto era es inicio de una asesina en serie en el país, y ella se iba a encargar de informarlo.
Sin duda aquel mensaje había alegrado su estresado día, por lo que primero le transfirió una buena suma a Hernán por su buen trabajo y después se preparó un café. Tal vez no dormiría esa noche pero sin dudas tendría una buena noticia para publicar por la mañana. Así que empezó por el titular.
“Un nuevo crimen escabroso se cierne sobre otra ciudad del país. ¿Acaso Argentina se enfrenta a un nuevo Robledo Puch?”
Por Paz Lehner.