Las caridades de la sole i

Anécdotas recordadas por la protagonista del relato, haciendo partícipe de ello a su marido ya mayor y jubilado.

El relato de su esposa le dejó perplejo. Pero, ¿pudo experimentar cierta excitación al escucharlo? Cierto es que intuyó un principio de erección bajo los pantalones. ¡Qué milagro a sus casi setenta! Aún así tenía sus dudas, ¿y si ella mentía? ¿podría haber inventado aquella historia? Resultaba no obstante que la Sole había carecido siempre de cualquier chispa de imaginación, o de malicia para mentir. A lo largo de todos sus años de matrimonio él experimentó distintas emociones en cuanto a la confianza depositada en su esposa; durante algunas etapas la consideraba fidelísima y otras veces le daba por pensar que era una embustera que le ponía los cuernos con el primero que pillaba. Sin embargo jamás había encontrado indicios, ni había llegado rumor que la calumniase a sus oídos, quizá le mosqueó siempre el parecido de su segundo hijo a aquel vendedor de cupones que treinta y tantos años atrás repartía la suerte en la esquina de la calle; por lo demás pareció siempre una mujer de actitud intachable.

Pero la Sole llegó a sus sesenta y ocho con una historia apenas creíble, a pesar de que conservaba una figura que aún atraía más de una mirada masculina cuando iba por la calle. Es verdad que el sexo entre ellos ya no era algo demasiado importante, pero él se hacía muchas preguntas cuando veía a su esposa pasear por la casa en bata y mover su hermoso culo al realizar las tareas domésticas. Se preguntaba si otros hombres la desearían, si ella desearía a otros, si sus problemas de impotencia ya manifiestos la conducirían a ella a soñar con pollas erectas apuntando a sus agujeros corporales...

Aquel día, como tantos otros la Sole salió de casa para dirigirse al comedor social donde colaboraba como voluntaria. Días como aquel él comía solo en casa, sentado frente a la tele y viendo un insulso programa concurso, hasta que minutos después se quedaba dormido para despertar solo cuando la puerta de su pisito se abría con el regreso de su esposa. Aquel día no escuchó la puerta, lo despertó la sintonía estridente con la que empezaba otro programa de televisión. Miró la hora y no era normal que ella se demorase ni tan siquiera quince minutos. Pensó que el autobús de la linea 12 se habría averiado esa tarde. Tres cuartos de hora después de la hora habitual la Sole apareció por la puerta.

-¡Hola! -dijo él-. Empezaba a preocuparme por tu tardanza.

-¡Uff! Perdona -dijo ella sin dirigirle apenas la mirada-, el comedor estaba hoy a tope, ha faltado una de las voluntarias y encima hemos tenido un corte de luz en la cocina. Todo nos ha retrasado sirviendo los menús. Iba a telefonearte pero imaginaba que estarías durmiendo la siesta y no quise molestar.

  • Mmm...-gruñó él indiferente-, planeando ya su salida al parque para la partida de petanca.

De repente se dio de bruces frente a frente con su mujer, a la que vio las mejillas encendidas como cuando..., como cuando..., ¡¡¡eh!!!

  • ¡Tú has follado Sole! -dijo él.

-¿Qué dices?

  • ¿Que si has follado?

-¿Lo preguntas? Pues si, me han follado.

-¡Lo dices así!

-¿Cómo quieres que lo diga? No sé mentir.

-Pero Sole, que tienes casi setenta años, tenemos tres hijos...

-No me recuerdes la edad y no metas a los chicos en esto.

-Pero, ¿por qué? ¿y cuántas veces más me has engañado?

  • Es la primera vez, te lo juro. En cuanto al porqué, creo que resulta obvio: hace más de dos años que no lo cato.

-¡Joder Sole! -dijo él como abatido y sentándose en una butaca. Se sentía como su polla, cansado hasta para reprocharle algo a su esposa.

-Lo siento. La verdad es que no ha sido algo planeado. Ha surgido.

  • ¿Con quien te has liado? Si se puede saber.

La Sole se lo pensó dos veces antes de responder. Se sentó en otra butaca del comedor y miró al cielo a través de los visillos de la ventana. Quería a su marido y llevaba a su lado desde que era adolescente. Sentía lástima al tener que mentirle y ocultarle que a lo largo de su vida en pareja hubo un par de escarceos sentimentales a espaldas de él. Escarceos o sexo por sexo, ni ella lo tenía claro. Uno de ellos de fatales

consecuencias ya que de hecho se quedó embarazada. Menos mal que su marido jamás sospechó, y fue mejor mantenerlo en secreto, incluso al verdadero padre de su hijo, aquel vendedor ciego de cupones tan tierno y amable que aquel día de primavera en el que se desató una gran tormenta le pidió ayuda a la Sole para que le echase una mano para guarecer su puesto de venta en el interior de un oscuro portal. Luego, el que echo mano a la Sole fue él, y ella, con ese espíritu tan servicial y de

ayuda

a los demás casi ni se resistió, dejándose llevar

y ofreciéndose de espaldas al ciego, que a tientas levantó su falda, bajó sus bragas y con la punta de su polla erguida buscó la entrada a la deliciosa cueva de la por entonces atractiva treintañera, que disfrutó de una manera nueva, distinta y furtiva. Y cómo no intuir que aquel era el padre de su hijo, con el río de leche que sintió en sus entrañas cuando el tío eyaculó. Ella siguió comprando cupones después de aquella experiencia, que no se volvió a repetir entre ambos, dándose cuenta de que él ni supo a que mujer transeúnte se folló aquel día, o al menos lo disimulaba bien porque ella, por ejemplo, usaba siempre la misma colonia y de una marca poco común,

algo que le hubiese servido de sobra al ciego para identificarla.

Durante los minutos que permaneció en silencio el matrimonio ella rememoraba aquella ocasión de la que nació el favorito de sus hijos. Después se puso a recordar otra situación que para ella fue más allá de la anécdota y que de igual modo se produjo en un contexto de ayuda a un necesitado. Fue en un hospital, cuando operaron a su marido del apéndice. La Sole tenía los cincuenta cumplidos y hacía compañía a su marido durante los días que duró el ingreso. Junto a él había un compañero de habitación, un

hombre que podía rondar los treinta y que tenía una pierna y un brazo escayolados debido a una caída de un andamio y que buena parte de la hospitalización la pasó sin compañía dado que su mujer tenía ocupaciones como el trabajo, los hijos, etc. La Sole le daba charla, le prestaba ayuda si lo precisaba, en fin se ofrecía por si requería algún tipo de apoyo. Una noche, ya tarde y con la habitación en penumbra y habiéndose dormido ya su marido, la Sole escuchó a Tomás, que asi se llamaba el accidentado, requerirla para que por favor le acercase un vaso de agua. Ni corta ni perezosa ella se aproximó a la cama donde yacía el accidentado, en tan lamentable estado, para ayudarle a beber agua. Tomás bebió y le dirigió a la mujer emotivas palabras de agradecimiento...

-Lo que haga falta hombre...-se prestó ella.

-Que mal estoy Señora Sole -dijo él- ni rascarme puedo con el brazo derecho escayolado.

Ambos susurraban, pues era de noche y el marido dormía; el hospital dormía.

-¿Dónde te pica? -preguntó ella.

  • Señora Sole, me pica todo..., me da vergüenza decirlo, pero siento un picor insoportable en los testículos.

La Sole dio un respingo y Tomás empezó a arrepentirse de haberlo dicho.

  • No me haga caso señora, tendré que aguantarme-.

La Sole no podía soportar ver a nadie desamparado y haciendo acopio de fuerzas para vencer el pudor buscó el calzoncillo de Tomás para bajarlo y dirigir las yemas de sus dedos a los cojones del paciente, cuya piel escrotal se erizó al sentir las benditas uñas rascar en el envoltorio de sus bolas. Tomás casi lloró al sentir aquel alivio, aquel sincero alivio, lo que sucedió es que no pudo reprimir una descarada erección.

-Le pido disculpas, no era mi intención que "eso" sucediese, créame -dijo él-.

  • Te creo Tomás. Ya te he dicho que lo que hiciese falta...

  • ¿Lo que haga

falta

? ¿Y si le pidiese el favor de que aliviase de algún modo

esa dureza?

Es tan insoportable o más que ese picor de antes se lo juro.

-Lo que me pides es demasiado, aquí, con mi marido a menos de tres metros.

Pareces tan desvalido...

  • No le llevará demasiado tiempo, se lo aseguro. Los huevos me van a reventar.

-¿Y qué quieres que haga?

-Échele imaginación, seguro que algo se le ocurrirá.

Tomás le hubiese pedido una mamada, pero no sabía como iba a reaccionar a aquello la madura mujer. La Sole dirigió sus manos al pijo de aquel tío, el cual encontró duro y gordo; lo acarició y lo masajeó y no bastaron más que unas pocas sacudidas de su piel hacia arriba y hacia abajo para que Tomás se corriese de gusto. Inmediatamente después, él con la respiración totalmente agitada aún quiso besarla en los labios, pero ella apartó su cara. Lo último que hizo por él fue prestarle ayuda para limpiar el desparrame de semen. A los pocos minutos el aliviado semental

se quedó dormido

y ella miraba el cielo a través de la ventana de la habitación del hospital. Su ánimo no estaba en calma.

Miró hacía una de las mesitas de noche de la habitación y vio el mando a distancia de la pequeña tele con una forma idónea para... Después en el aseo, se sorprendió a ella misma introduciéndose en la vagina aquel mando, aquello que primero pilló con forma alargada y no muy cilíndrica que le ayudase a tener un orgasmo tal como nunca hubiese imaginado tenerlo y todo ello imaginando que aún masturbaba a Tomás, que se atrevía incluso a chupársela -lamentando en su fuero interno no haberlo hecho de verdad- y por qué no imaginando que follaban a escasos tres metros de su marido dormido.

Continuará...