Las buenas hermanitas

Tras encontrar a su hermana hipnotizada por un oscuro ritual que salió mal, Marcos decide aprovecharse de la situación.

Marcos abrió los ojos. Todo estaba oscuro y cómo no iba a estarlo si según el reloj en la pantalla de su teléfono que descansaba en su mesa al lado de su cama era casi media noche.

Se levantó y se sacudió  el cabello, dándose cuenta de que la casa estaba inusualmente en silencio, incluso para la hora que era, pero tampoco era para menos; sus padres habían salido de viaje por su aniversario y los habían dejado a él y a su hermana solos y si la casa se encontraba a oscuras, seguramente sería porque Elizabeth había aprovechado para escaparse a alguna fiesta, ella siempre había sido la sociable de la familia mientras que él, el pringado que prefería quedarse en casa jugando videojuegos o viendo anime.

En ese momento, al reparar en que se encontraba a solas en la casa, una idea cruzó por su mente. Casi, casi desde que su hermana había nacido, Elizabeth y él no se habían llevado bien, pero desde que ella había alcanzado la pubertad hasta él tenía que aceptar que se estaba poniendo sabrosa, muy acorde a sus gustos, siendo una chica delgada y de senos chicos, pero aún así con un trasero algo grande, de piel güera, un cabello lacio, sedoso y negro y unos ojos café oscuros preciosos. Era un poco alta, alrededor de 1.72 de estatura, lo que le hacía un poco difícil conseguir pareja, pero eso a Marcos no le importaba, junto con su lunar en la muñeca de la mano derecha, él lo consideraba parte de su atractivo.

Y así, pensando en su sensual hermana, su polla terminó de ponerse dura y pensando más con ella que con su cerebro, se decidió a hacer lo que se le había cruzado como una idea loca: entrar a la habitación de Elizabeth y hurgar en su cesta de ropa sucia y tal vez encontrar algunas pantis usadas.

Aunque no había nadie en la casa, decidió ir hasta el cuarto de su hermana cobijado por la oscuridad de la noche para mantener la ilusión de que era un habilidoso ladrón. Salió de la cama, abrió la puerta, cruzó el pasillo y al llegar a la puerta de Elizabeth se detuvo por lo que vio debajo de esta: una luz naranja bailaba por la rendija inferior.

Eso no solo le indicaba que Elizabeth estaba en la casa, sino que también…

—Eli —llamó tocando la puerta—, ¿se fue la luz?

Pero no obtuvo respuesta.

Contrariado, se acercó a la puerta del baño y presionó el switch y para su sorpresa, la luz de este encendió.

Con la erección bajando por la presencia de su hermana en la casa, su cerebro empezó a trabajar en una explicación racional: de seguro mientras él se había quedado dormido, la luz se fue y Eli se fue a su cuarto iluminada por velas, se quedó dormida y mientras tanto, la luz regresó.

Viendo que su plan se había arruinado, se limitó a suspirar, pero entonces recordó que dentro de la habitación de su hermana había velas encendidas, lo que podría significar un potencial riesgo de fuego. Lo normal sería tocar para despertarla y que ella las apagara, pero ahora se le presentaba una nueva oportunidad: efectivamente entrar a la habitación con el pretexto de “te toqué y no despertaste y me preocupaba que quemaras la casa” y si se daba la situación, ver a Eli dormir, e incluso quién sabe, chance podría verla en ropa interior o hasta desnuda como en esos videos que pululan en internet tipo “follé a mi hermana dormida y borracha”.

Con toda la confianza del mundo, tomó el pomo de la puerta, lo giró y abrió, pero nada lo preparó para lo que vio dentro.

En efecto, Elizabeth se encontraba dentro de la habitación, pero ni estaba en paños menores y mucho menos estaba acostada en su cama durmiendo; estaba de pie, en medio de un pentagrama, el cual tenía toda la parafernalia de las películas que iban sobre brujería: en cada una de las puntas había una veladora encendida, lo bastante derretida para indicar que ya había pasado un buen rato, había hierbas sobre cada una de las puntas y además había un extraño olor a incienso.

No había que ser un genio ni ver el libro de brujería tirado en el piso al lado de los pies de Elizabeth para saber qué ocurría ahí, pero de todas maneras Marcos quería explicaciones:

—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó.

No hubo respuesta, Eli se quedó quieta mirando hacia el horizonte sin inmutarse.

—¿E-Eli? —preguntó Marcos pasando saliva, pero todo siguió igual.

Se apuró a encender la luz de la habitación y apagar las velas para luego ir a sacudir a su hermana, pero esta siguió tan quieta como siempre. Luego, como impulsado por una fuerza misteriosa, su mirada bajó al suelo, al libro de brujería, que estaba abierto en una página en específico. Lo tomó y leyó justo esa página, abriendo los ojos por lo que estaba leyendo: esa sección del libro explicaba cómo llevar a cabo un ritual que tenía por objetivo controlar la voluntad de una persona. Pero si eso era lo que había ocurrido, ¿por qué era Eli la que estaba como ida? Solo había una explicación plausible: de alguna forma, el hechizo se le había rebotado a ella, ¿pero cómo?

—¿E-Eli? —le llamó con calma.

—Sí… —respondió la muchacha con un tono casi adormilado, confirmando las sospechas de Marcos.

—¿Qué tratabas de hacer? —preguntó.

—Estaba haciendo un hechizo para controlar la mente de tu amigo Roberto —explicó Elizabeth y esta parte le hizo torcer la boca a Marcos, de por sí Roberto ya traía detrás de él a las chicas más guapas del curso, ahora también tenía a su querida hermanita babeando por él. Ya se preocuparía por eso después:

—¿Pero por qué eres tú la que parece estar bajo el hechizo? —preguntó.

—El hechizo indica que la última parte del ritual es pensar en la persona a la que queremos someter, justo estaba en esa parte cuando se me ocurrió pensar en lo feliz que iba a ser con Roberto como mi novio… y creo que el hechizo me tomó a mi misma como su objetivo.

Marcos no pudo evitar reír por lo absurdo de la situación, pero en ese momento una idea se le ocurrió para aprovecharse de ese pequeño error de su hermana.

Esa noche pintaba a ser mejor que solo revolviendo el cesto de la ropa sucia de Elizabeth…


Elizabeth abrió los ojos, se encontraba en su habitación, de pie en medio del pentagrama. Se talló los ojos y parpadeó un poco, no podía recordar qué había pasado, ¿había funcionado el hechizo? ¿Y por qué estaba dormida en medio de su dormitorio?

—Bienvenida de vuelta —dijo alguien detrás de ella.

Elizabeth se giró y vio sobre su cama a su hermano, sonriéndole con burla.

—¡Cabrón! —gritó molesta—. ¡¿Qué carajos haces en mi cuarto?!

Y pronto se dispuso a ir con él para sacarlo con lujo de violencia, pero su rostro enojado no menguó la sonrisa de Marcos y este solo respondió con un:

Las buenas hermanitas no deberían golpear a sus hermanos .

Ocurrió de repente, el cuerpo de Elizabeth se quedó tieso justo ahí donde había escuchado la frase de su hermano, siendo incapaz de moverse. Marcos sonrió; la frase gatillo que le había implantado a Elizabeth mientras seguía en aquel trance había funcionado: no podría negarse a cualquier orden que siguiera después de la frase “las buenas hermanitas…”.

—¿Q-qué…? ¿Qué es esto? —preguntó mientras tanto Elizabeth asustada, sentimiento que no hizo más que aumentar al ver como la sonrisa de su hermano se ensanchaba y este levantaba el libro de brujería con el que ella había estado trabajando.

—Sé lo que estabas haciendo, hermanita —dijo Marcos con un tono burlón de voz—, querías hechizar al pobre de Roberto para hacerlo tuyo, ¡pero qué mal! El hechizo te salió por la culata y te lo lanzaste a ti misma y ahora estás bajo mi control. El karma es una perra.

La respiración se le cortó a Elizabeth por esa revelación. El hechizo que estaba intentando como un estúpido juego infantil, ¿no solo era real sino que ahora le afectaba a ella?

—¡Eso no puede ser! —gritó la muchacha negándose a aceptar la evidencia.

Marcos rio con burla y dijo:

—Vamos a darte más pruebas entonces —miró a Elizabeth y dijo—. Las buenas hermanitas deben mostrarles su ropa interior a sus hermanos .

Nada más escuchar la orden, Elizabeth dejó de sentir tensas sus extremidades y recuperaron su movilidad, pero ella no las controlaba; alguna fuerza oscura hacía que sus brazos se movieran por sí solos para comenzar a quitarse la blusa, los jeans, los tenis…

—¡No! ¡¿Qué es esto?! —gritó aterrada mientras eran sus propias manos la que la dejaban al final en calzones frente a su hermano.

Llevaba un par muy poco atractivo, unas bombachas blancas y un sostén liso de color blanco. Y Marcos se lo hizo saber:

—Joder Eli, con tu personalidad de perra uno esperaría que usaras ropa interior más sexy.

Con lágrimas en los ojos, la muchacha le hubiera respondido que no iba a usar lencería si iba a estar en la casa, pero había temas más importantes que tratar.

—¡Ya te divertiste! ¡Ya déjame en paz! —gritó, pero la sonrisa de su hermano le indicó que él todavía no estaba satisfecho.

Las buenas hermanitas posan desnudas para sus hermanos —dijo.

Una vez más, el cuerpo de Elizabeth empezó a moverse por sí mismo, para quitarse el sostén y luego las bragas, quedando ahora sí completamente desnuda frente a su hermano. Intentó cubrirse sus partes íntimas, pero la parte de “posan” de la frase le hizo llevarse una mano a la cintura, dejar la otra a su costado y torcer un poco la cadera para hacer una pose sugerente, dejando la vista de sus pequeños pechos de pezones rosados y su coño cubierto por una fina mata de cabello castaño a la vista de Marcos.

Ahora sí las lágrimas se salieron de los ojos de Elizabeth, quien sollozando llena de miedo e impotencia, dijo:

—¡Ya basta! ¡Por favor déjame ir!

Pero Marcos acababa de empezar a divertirse.

Las buenas hermanitas desean con desesperación chupar el pene de sus hermanos .

El terror que Elizabeth ya sentía no hizo más que aumentar al escuchar esas palabras y más cuando su cuerpo reaccionó a la orden: sintió como sus pezones se endurecieron, su coño empezó a humedecerse y su boca a salivar por sentir el sabor de la verga de su hermano en la boca.

Cayó de rodillas sintiendo la desesperación de no tener ese pene en la boca y entonces, rindiéndose a sus deseos, exclamó:

—¡Marcos! ¡Por favor! ¡Déjame chuparte el pene! ¡Lo necesito!

Ebrio de poder, Marcos soltó una carcajada y dijo:

—Adelante.

Aunque odiaba lo que estaba ocurriendo, Elizabeth no pudo evitar sentir un golpe de felicidad en el pecho por el permiso recibido, así que se lanzó a sobre su hermano, le desabrochó el pantalón y sacó su pene erecto. La sola vista de ese pedazo de carne le aceleró el corazón y sintió un pequeño orgasmo una vez que se lo metió a la boca, sintió su sabor y comenzó a chuparlo como una bestia hambrienta.

Marcos por su parte se puso a disfrutar de ese gran servicio, quizá demasiado bueno, por lo que se inclinó un poco hacia su hermana y dijo:

Las buenas hermanitas le dicen a sus hermanos si ya han chupado otros pitos antes .

Elizabeth se sacó el pene de la boca para responder:

—Sí, se la he chupado a mis últimos tres novios.

La chica se quería morir por revelar esa información tan privada, pero no podía hacer nada ante el hechizo que la gobernaba, salvo soltar un par de lágrimas más por la humillación.

Marcos se limitó a seguir disfrutando del servicio de Elizabeth, pero no quería que la fiesta terminara con una corrida en la boca de su hermana. Una vez más se inclinó para decir:

Las buenas hermanitas les gusta ser cogidas como las perras que son .

La orden tuvo efecto de inmediato. Elizabeth dejó de chupar el pene de Marcos y se trepó en la cama poniéndose en cuatro, bajando el pecho lo más posible para levantar el culo y así la penetración fuera más fácil.

Con horror, Elizabeth contempló como Marcos empezaba a sacarse la ropa y miraba ese pene erecto que no tardaría en metérsele por detrás.

—Marcos, no por favor… —rogó con el poco libre albedrío que logró juntar— Somos hermanos… no lo hagas.

Pero Marcos no escuchó razones, se trepó a la cama detrás de ella y desde ahí, primero Elizabeth sintió como ese glande caliente le acariciaba los labios vaginales y después cómo se abría paso dentro de ella, sin poder hacer algo más que sentir cómo le recorría todo el camino hasta la entrada de su útero y después, una vez que toda la longitud de él entró, como la tomaba de las caderas y empezaba a embestirla, escuchando como sus nalgas aplaudían cuando chocaban con la cadera de él o este le soltaba una fuerte nalgada.

El vaivén continuó por largos minutos que a Elizabeth le parecieron horas hasta que escuchó que Marcos gruñó un poco y eso le indicó lo que estaba por ocurrir, pero aún así el muchacho se lo confirmó cuando se inclinó sobre ella y dijo:

Las buenas hermanitas tienen orgasmos explosivos cuando sus hermanos se corren dentro de ellas .

Elizabeth abrió los ojos con horror: ¿de verdad se iba a correr dentro de ella? Y la respuesta le llegó de inmediato, cuando Marcos se enterró en lo más profundo de ella, soltó un sonoro gruñido y ella empezó a sentir como un líquido espeso le llenaba las entrañas.

El efecto fue inmediato: su coño se contrajo en un poderoso orgasmo que mandó oleadas de placer por todo su cuerpo, más grandes que las que nunca en su vida había sentido. El placer era tanto que incluso su rostro se descompuso con ella rodando sus ojos casi hasta detrás de su cabeza, sacando la lengua, gimiendo como perra en celo y cayendo boca arriba sobre su colchón, mientras que su coño se convertía en una fuente por la cantidad de fluidos que estaba expulsando con violencia.

Marcos miró complacido la escena, como el coño de su hermana había quedado lleno de semen y sus propios fluidos y como su cadera se seguía convulsionando por ese devastador orgasmo.

Sonrió, más ideas se le habían ocurrido.


Elizabeth abrió los ojos y se encontró en su habitación, ya era de día. Se levantó y se talló los ojos; no se acordaba de cuándo se había ido a la cama, pero de seguro estaba muy cansada y por eso no recordaba nada.

Sintió un poco de hambre así que salió de la cama para bajar a desayunar y ahí se encontró con su hermano, disfrutando de un plato de cereal y viendo algo en su teléfono.

—Buenos días dormilona —le dijo Marcos con una sonrisa burlona una vez la vio bajar por las escaleras.

—Buenos días tarado —le respondió Elizabeth mientras continuaba bajando para también ella prepararse el desayuno.

Si bien antes ese pequeño “tarado” hubiera bastado para provocar una discusión entre los hermanos, Marcos lo dejó pasar al recordar la foto que estaba viendo en ese momento en su teléfono: Elizabeth, acostada en su cama, desnuda, con los ojos llenos de lágrimas y la cara y las tetas llenas de su semen. Esa foto la había tomado antes de ordenarle que limpiara el cuarto y se aseara, para después ir a dormir y olvidar todo lo que había ocurrido esa noche.

Marcos soltó una pequeña risa. No podía esperar a que volviera a anochecer, después de todo, las buenas hermanitas adoran follar con sus hermanos al ocultarse el sol .

Afterwords: El relato de hoy fue una comisión de uno de mis lectores. Si tú también quieres que vuelva relato tu idea, ponte en contacto conmigo mediante los links en mi perfil y nos ponemos de acuerdo ;)