Las bragas de Kassandra

Cuando invadí la intimidad de Kassandra y comenzó nuestra relación tomó un rumbo muy excitante.

Cuando Kassandra se quedaba a dormir en casa, cuando se dormía, yo me escabullía hasta su habitación y me masturbaba viéndola dormir. Con el tiempo fui cogiendo confianza y una noche, después de masturbarme con el contorno de su cuerpo cubierto por las sábanas; cogí su muda de bragas de su mochila y al volver a mi cama me masturbé mientras las olía. Las guardé en mi mesilla de noche y lo repetía cada vez que me iba a dormir.

Cuando volvió a venir a las varias semanas, repetí mi costumbre, me colé en su habitación y volví a masturbarme frente a Kassandra dormida. Esta vez su vientre estaba completamente al descubierto, y lleno de confianza eyaculé sobre su piel. Instintivamente ella puso su mano encima y sin ser consciente esparció todo mi semen por su estómago. Yo salí corriendo de allí con miedo de que se despertara, y ya en la intimidad de mi habitación volví a pajearme con lo que acaba de hacer como musa. El día siguiente transcurrió con normalidad, aunque yo estuve nervioso por si sabía lo que había hecho.

La siguiente noche volví a su habitación, y mientras me pajeaba, me puse a mirar su rostro, tan sereno, con una tenue sonrisa en la boca. La imaginé diciendo “correte en mi cara”,  me acerqué a ella y eso hice, sobre su mejilla su nariz y sus labios. Entonces me volví a mi habitación y volví a masturbarme pensando en la cara de Kassandra cubierta por mi semen.

A la mañana siguiente, nos sentamos en la mesa de la cocina para desayunar. Kassandra aún llevaba la cara cubierta por mi corrida. Me puse extremadamente nervioso, ¿de verdad no se habría dado cuenta? Al rato interrumpió:

-¿No tienes nada que decirme? -dijo mirándome fijamente.

Al principio no dije nada, tampoco sabía que decir, pero cuando fui a abrir la boca me interrumpió diciendo:

-Sé todo lo que has hecho, y si haces lo que yo te diga no se lo contaré a nadie -hizo una breve pausa y luego continuó señalándose el rostro- lámelo.

Hice lo que dijo. Y al terminar dijo:

-Muy bien, ahora vamos a tu habitación.

Una vez allí siguió dándome directrices.

-Bájate los pantalones.

Y quedó a la vista mi pene erecto.

-Pajéate delante mío.

Mientras lo hacía empezó a desvestirse. Y al final se quedó completamente desnuda delante mío, sentada al borde de mi cama.

-Puedes correrte sobre mi si quieres, siempre y cuando lo limpies luego.

Y se quedó allí mirándome mientras me masturbaba, hasta que exploté sobre sus pechos. Seguidamente me agaché frente a ella y empecé a lamer toda mi corrida de su piel, y aproveché para manosear y chupar sus pezones, que estaban duros como mi polla.

Luego ella fue conduciendo mi cabeza hasta su entrepierna, y yo seguí lamiendo, ahora su coño húmedo. Reclinó su torso sobre la cama e hizo presa de mi con sus piernas alrededor de mi cabeza, sin permitirme separarme de su pelvis. Entonces empezó a orinar. Mi primer instinto fue alejarme, pero oprimió más fuerte mi cara contra su vagina. Después de la sorpresa inicial volví a mi labor de lamer, mi pene se irguió y me corrí sin tocarlo. Aquello me excitó.

Cuando hubo disfrutado suficiente, se reincorporó y me despegó de sus muslos.

-¡Vaya!, se suponía que no tenías que disfrutarlo- dijo sorprendida.