Las aventuras sexuales y cotidianas de messalina
Messalina es una chica promiscua, adicta al sexo desde muy joven. Trabaja para una Editorial y su cartera de cobros, llena de clientes adictos a ella, le sirve para dar rienda suelta a su pasión por estar siempre en compañía masculina y la femenina, si se tercia también. Está casada con un buen chico de corta inteligencia. Su estado social no le afecta para nada, cuida, eso sí, de que su promiscuidad pase inadvertida para su consorte. Como buena liberal no quiere atarse a nadie, ni siquiera a su jefe, de la que es amante fija desde hace más de tres años. Ahora, fuera de su domicilio, le espera otras aventuras de interés.
Messalina se encuentra en la cama matrimonial, con sus largas piernas rozando los lados de ésta y recibiendo de su marido, quien se encuentra debajo de ella, la enorme polla de venas inflamadas. Ésta se hunde con desespero sintiéndola llegar al cuello uterino y tocar su saco vaginal. Esta forma de follarla la ha vuelto loca de satisfacción desde que se conocieron. El hombre está en un histérico coito que, para cualquier otra mujer, pudiera ser una dolorosa humillación pero para ella, acostumbrada al coito diario, significa la gloria bendita por tener siempre a su lado un macho como el suyo. Las manos de su esposo la tienen bien cogida por sus más que medianas tetas, apretándolas aún más cada vez que le entierra el cilindro gordo, carnoso y duro hasta enviarla al éxtasis supremo del goce. La muchacha percibe en ese momento que tiene atrofiados sus sentidos por todo el placer que recibe.
-¡Más duro, amoooor…! ¡Dale más duro a la puta de tu mujeeeeeeeeeer…! ¡¡Aaaaaaayy Dios…!!
Eugenio queda estremecido completamente, sus piernas quedan rígidas apoyándose con fuerza tremenda en el colchón de la cama corriéndose copiosamente en aquel agujero femenino donde tantas veces la ha metido, ha gozado y sigue gozando. Según su mentalidad infantil le pertenece por completo, ya se lo dijo su padre cuando los dos contrajeron matrimonio, habiendo sido Mess, con anterioridad, la novia de su papá. Pero ahora tienes ciertas dudas. No le cuadra algo…
-¿Tú me engañas con otros tíos cuando sales a trabajar, mi amorcito? –Pregunta el chico con tono infantil, cogiendo resuello, temiendo después cuando la mira, oír una respuesta que lo puede confundir y dañar –Yo te quiero mucho, mucho, Mess ¡Así de mucho, mucho, mucho! –Y extiende unos brazos fuertes y atléticos en cruz para indicar hasta donde.
-¡Cariño mío! ¿Cómo puedes pensar semejante pecado mortal de tu mujercita? ¡Siempre te he sido muy fiel! –Ahora, que se ha podido sentar más tranquila sobre los muslos de él. Coloca los brazos a la espalda y cruza los dedos índice y corazón de ambas manos mientras se desplaza e inclina al llegar su culo a los pies masculinos, olisqueando semejante pene que destila flujos de los dos, abriendo la boca para introducírselo hasta donde puede –íoo unca de he ido indiel, dadiño.
¡Le encanta tenerlo en boca, degustar el semen del subnormal de Eugenio y el de ella misma! Se agarra a las caderas de él sin dejar de cruzar los dedos y para enterrarse aún más el pene en la garganta. Al rato lo saca arrastrando sus labios por el perímetro carnoso, rojo y de venas gruesas y moradas, dejándolo bien limpio, lustroso, brillante por la saliva, como le gusta a ella vérselo. Se pone de pie y besa la boca grande y sonriente del consorte, dejándole también el sabor que ha recibido de la mamada.
-Soy tu esposa, amorcito. No hay ni habrá jamás más marido para mí que tú –Habla con voz mimosa. Messalina, al decirle eso, no miente pero tampoco dice toda la verdad. La pregunta del simplón de su cónyuge la pone nerviosa. Le asalta una pregunta -¿Por qué me dices esos ahora? ¿Alguien o algún vecino de este edificio te ha dicho algo sobre mí…? ¡Dios mío, qué pecado más tremendo es la infamia!
Messalina, que tiene por norma siempre lavarse el chichi cuando folla, se limpia sus bajos con la toallita del bidet y varios clínex humedecidos en líquidos sanitario muy usados por las prostitutas. Se ajusta a las caderas la minúscula falda blanca con cuadros escoceses rojos que deja la base de su culo, respingón y ancho, a la vista de todos, al igual que su vulva, completamente señalada en la braga de nilón rojo, una talla menor, de encajes blancos y delgados. Usa un top blanco de tiros finos y de escote atrevido que deja a la vista de los demás parte de sus buenos senos. Unas medias brillantes con pespuntes atrás de color carne que termina en encajes ancho, también blanco y a mitad de los muslos. Calza unos zapatos de salón, descubiertos en la trasera, de color rojo, como los cuadros de la falda y las bragas de nilón, y con tacones de 8 centímetros de alto. Jamás ha sabido lo que es llevar sujetador, tampoco un tangas cuando sale a la calle, sólo bragas muy bonitas y ajustadas. Ella piensa que es la prenda idónea para cubrir sus nalgas y sexo, que las faldas clásicas hasta las rodillas le producen calor y claustrofobia. Tampoco le ha gustado las blusas de mangas y de cualquier estilo, las sustituye por camisetas o pullovers muy ajustados de tiros y de escotes generosos que le permiten respirar mejor y la ayuda a desprenderse rápidamente en las ocasiones propicias que, para ella, es a diario.
-No, nadie, amorcito, no te asustes. Pero si noto que tienes la vagina siempre muy abierta y el agujero del culo también. Mi gran polla casi baila dentro de tus agujeros y antes estaban mas cerraditos –Cuando habla se repite mucho y escupe más -No sé, pienso que cuando la gente te ven con esas faldas tan chiquititas enseñando el culo y el coño y tapados por esas bragas tan…, tan ajustadas ¡Me jode máaaas! Eres una mujer casada ¡Mi mujer! Y tienes que pensar más con el coco, tía.
-Eres un gran bobito y todo un primor, cariño mío. Primero: has de saber que tienes una polla muy gorda y, claro, mi coñito y mi culito, como los utilizas a menudo, se adaptan a ella lo quiera yo o no. Además, es mi deber de esposa atenderte debidamente ¿No? Segundo: ya sabes que visto así de toda la vida. Cuando nos conocimos hace seis años, en la casa de tu padre, ya vestía estas falditas tan cortas, los pullovers y las camisetas estrechas. Además, te dije cuando nos casamos, que no cambiaría mi forma de ser y de vestir porque cada uno es como es. Estuviste de acuerdo, celosillo míoooo.
-¿Cuándo eras novia de mi padre, también vestías así?
Mess no le contesta. Le pellizca el cachete izquierdo y lo mira conmiserativamente. Él se ríe como el niño pequeño que es y, agachando la cabeza la mueve afirmativamente. No se enamoró de él por su gran inteligencia, nunca fue un hombre de luces, va a cumplir treinta años y se desenvuelve como un chico de dieciséis, de dieciocho años a la hora de follarla de la forma como lo hace. Los estudios que tiene son adaptados a su capacidad y lo mejor que se le da son los trabajos manuales de electrónica e informática. Pero no le importó esa minusvalía cerebral cuando probó por primera vez su tranca, en la propia casa paterna, siendo, por entonces, la amante fija de su padre ¡El chico la hechizó por completo la primera vez que lo vio desnudo! Pero, esas ideas a su infidelidad no salían de él solito, no tenía capacidad para deducir la verdad de la mentira. Alguien está detrás, hablándole al oído, cuchicheándole lo puta que es. Estuvo pensativa un rato, de espalda a Eugenio, diciéndose que tenía que estar ojo avizor y averiguar quién podía estar informándole y metiéndose en su vida matrimonial, queriendo destrozarla. De momento lo dejó pendiente.
Tenía prisa por llegar a su primera cita.
–Bueno, cariño mío, tengo que irme al curro. Encárgate como siempre de la casa y la comida. Tenemos un problema en el grifo del fregadero. Tu mujercita te traer juegos de la Mega Drive, la Game Boy, la Wii y el sueldo a casa ¿No? No tengas esas ideas males de mi ¡Ciaooo!
-¡Jope, Mess! ¿Cuándo me vas a conseguir un curro serio, uno de verdad? Habla por mí a la empresa ¡Yo también quiero mantener a mi mujer! –Grita, dando patadas en el suelo, haciendo un mohín de rebeldía como lo hace un niño caprichoso.
-Pronto, cariño mío, muy pronto, te lo prometo –Huye de la cantinela diaria. Sólo le faltaba tenerlo en su mismo trabajo. Allí sí que se iba a enterar de verdad quien es su mujercita -¡Ciaooo!
Le da un beso volado y le guiña un ojo mientras corre hacia la puerta. De pronto, nota que le sale flujos nuevamente de la vagina que empiezan a humedecer las bragas. Se lamentó no haberse lavado más afondo pero tendrá tiempo de limpiarse con un clínex bajando en el ascensor.
Justo, cuando llega al ascensor, se encontró, de boca a manos, con el conserje del inmueble.
–“¡Qué fastidio!” –Dijo a media voz –“Ahora éste. Y mi coño que no deja de supurar lefa ¡Dios!”
-¡Hola, zorra! Estaba esperándote. Hoy vamos a follar de lujo y no en la portería, como en ocasiones anteriores. Disponemos de un apartamento para nosotros solitos. Quiero a ponerle los cuernos una vez más al subnormal de tu maridito. Me he levantado con unas ganas tremendas de follar ese trasero respingón que tienes. Hace días que no lo cojo, tía. Los de la puerta 515 están de vacaciones, me dejaron las llaves para su limpieza y podemos guarrear allí.
-Hoy tengo mucha prisa, Cucho. Dejémoslo para otro día o para esta tarde, cuando venga del curro –Se para en seco, pensativa (comete el gran error de perder la oportunidad de escapar del conserje), se vuelve rápida con gesto interrogante -Por cierto, tío ¿Tú le comentas de lo nuestro a mi Eugenio?
-¿Yo? –Se asombra de verdad el conserje -¡Qué va, mujer! ¿Cómo voy a jugarme el chollo de follarme casi todos los días al putón buenísimo de su mujer?
-¡Mira que si me entero que le dices algo de lo que hacemos…! –Amenazó levantando el dedo índice.
Pero el conserje Cucho no le hace caso y, cogiéndola con rapidez la muñeca izquierda, la arrastra con él al final del pasillo. Abre con el llavín a su cargo la puerta del apartamento vacío y la empuja violentamente entrando él a continuación. Cierra con cuidado de no hacer ruido, la toma entre sus brazos y empieza a morrearla amasando con sus manazas las prietas nalgas que se erizan al contacto y que tanto saben de ellas. Messalina no tiene más remedio que resignarse.
Cucho la empuja constantemente hasta apoyarla de cara a la pared, al lado de un enorme aparador de estilo clásico que tiene encima, colgado, un gran marco con la tela pintada de un venerable señor setentón y un poco mal encarado. El anciano parece que la mira con severidad y la chica, teniéndolo casi enfrente, siente la necesidad de mostrar desparpajo, morbo y el gustazo de que la vea como le van a follar el culo. El conserje, que no tiene necesidad de levantar la falda porque ésta no tapa nada, la apoya ahora de estómago contra el mueble palpando con devoción los prietos glúteos embutidos en las bragas rojas y de encajes blancos. Le hace sentir toda la fuerza de sus dedos en la unión de éstos y, redondeando el esfínter; se apodera de una vulva que se entrega dócilmente al abrir las perfectas piernas. Baja hasta las rodillas de la mujer la prendita de nailon, abre todo lo que puede las nalgas con las manos y contempla el ano rosado, limpio y una vulva recién abierta, humedecida por el coito anterior. De golpe, sin miramientos, introduce tres dedos taladrando el esfínter femenino totalmente flexible y, después de tres o cuatro embestidas táctiles, escupe en él, desenfunda su gran polla del mono de trabajo llevándola hasta el ojete para taladrarla sin que Messalina se queje. Lentamente la mete hasta rozarla con los escrotos. Acaricia la bonita espalda de la golfa sin subirle el top y se mete, por entre las axilas buscando los senos turgentes, apretándolos y jugando con ellos a placer. Al rato baja buscando el sexo femenino de labios gordos y depilados que se estremecen bajo los pellizcos salvajes del hombre. Cucho mete sus largos y trabajados dedos en medio de los labios gordezuelos tocando los menores, espoleándolos, buscando, siempre sin parar, el clítoris ya crecido que estimula y pajea constantemente con los dedos hasta dejarlo fuera de su maravillosa fortaleza, introduciendo nuevamente los dedos en la entrada vaginal que no hace otra cosa que destilar continuamente flujos - ¡Joder! –Se dice por lo bajo - ¡ Qué puta más orgásmica!
La chica goza y es feliz recibiendo el enorme pollón en sus entrañas. Para ella, es el complemento que le falta esta mañana de la follada anterior. Pero, mientras disfruta del momento, piensa:
-“Menos mal que hoy quiere darme por el culo” –Sonríe más contenta si cabe –“Aunque este tío folla de alucine, me dé por donde me dé”
Mess se ha olvidado ya de las sospechas lógicas de su marido y, mientras Cucho se ha echo con su ano intensamente, comienza a pensar en la agenda de trabajo que tiene para ese día. Antes de ir a la oficina tiene que visitar al abogado Aguado que tan bien se porta con ella a la hora de entregarle siempre generosas propinas… y cogidas. Al agente de bolsa, un vejete muy salido y adorable que siempre le asegura que ella le da mucha suerte mientras la folla y vende a la vez, con teléfonos conectados con otros agentes de bolsa, los paquetes de acciones que se observa a través de unos paneles de Tv. Al dueño de la gasolinera, un cerdo analfabeto y de manos brutas que la paralizan de gusto. Con él tiene buenos negocios. Cobrar múltiples facturas de libros inútiles a su entender viniendo de quien viene y que compra sólo por tenerla debajo de su polla casi todos los días. Y, por último, a la señora Maruja, caso aparte, enfermera del hospital general y una mujer que siempre la “entretiene con carantoñas lésbicas” que a ella no le desagrada en absoluto. Luego, en la oficina: el jefe, de quien se ha echo su amante fija, follándola de cualquier forma mientras ella, media desnuda, le da cuenta de las visitas y los cobros realizados. El contable, un cabrón que la acosa contra su mesa de trabajo tan pronto la tiene delante para al entregarle los cobros. Por último, están los compañeros de su sección, donde tiene un despachito coquetón, y pasan, uno a uno a “saludarla”. Bueno, no siempre de forma particular sino, mucha de las veces varios a la vez. Son ocho los varones que hay, sin contar, claro, con las dos mujeres aparte de ella misma. Éstas, que son unas perfectas zorras, suelen acosarla en el baño de señoras, solapadamente, a traición.
- “¡Jesús, María y José, los hombres no piensan más que en follar! ¿Y las mujeres? ¡Unas lagartonas! ¡Uf! Menudas jornadas tengo todos los días” –Se dice cuando siente que todo su ser se estremece por los embistes y manoseos que le da Cucho a sus tetas, a su coño y el orgasmos que le proporciona acto seguido –“¡Hay, Dios! ¡Un día voy a reventar como un globo de fiesta con la cantidad de lefa que recibo!”
Se corren juntos, jadeando los dos. Cucho, que no tiene el día a pesar de sus bravatas de macho bravío, tiene que apoyarse en ella cuando la saca. La joven, una experimentada, comprime varias veces el ano para luego dejarlo abierto expulsando, sin gran esfuerzo, todo el semen que se mezcla con el orgasmo que sale de su vagina. Y las braguitas, que están a medio camino de los muslos, reciben una parte de la fina cascada de flujos quedando hechas unos zorros. Menos mal que tiene la costumbre de llevar siempre varias de diferentes colores en el bolso grande de trabajo.
El viejo carcamal del cuadro colgado en la pared sonríe ahora socarronamente, con malicia. Parece que la felicita a través de sus pequeños y redondos ojos, su buen trabajo. Esa fue la impresión que recibió la chica.
Una vez más, Mess, sin que le dijera nada el portero del edificio, se arrodilla metiéndose aquella pinga en la boca para chuparla durante un rato dejándola lustrosa y dispuesta para la próxima vez que, seguramente, será cuando regrese del curro ¡Cucho es una cruz para ella!
Messalina acabó y tiene la oportunidad de ir al baño para su aseo profundo y cambio de bragas. Cuando sale encamina sus pasos a la salida. Se vuelve en redondo para mirar al vejete y guiñarle un ojo con picardía. Queda sorprendida, sin habla ¡El cabroncete le ha sacado la lengua moviéndola de forma obscena! ¡Será hijo de…!
- ¡Esta piso es una casa de fantasmas salidos! - Piensa la joven, asombrada, mirando el gran retrato
Cucho, que la tiene muy cerca, aprovecha el himpas para tocarla por todas partes, pero la deja en paz. No puede con su alma y se queda allí, en el apartamento 515, apoyado contra la pared y recuperándose. La chica, después de salir de su sorpresa, morrea la boca del amante al marcharse. Cuando el ascensor para al ser llamado, Mess se encuentra con otra sorpresa que no esperaba. Delante de ella está el enano asqueroso que vive en el octavo. Éste hace seis meses que la violaba sistemáticamente chupándole el coño todas las veces que se topan y dentro del edificio. No hace más de siete días, la invitó a su casa para tomar unas birras ¡Mentira cochina! Se encontró con cinco tíos que parecía la estaban esperando y, a la media hora, estaba haciéndole un favor gratuito al maldito enano atendiendo a los compañeros de él, con una borrachera de diez litronas cerveceras que le hizo tomar. Fue una encerrona por lo que comprendió más tarde, ya en sus cabales, estando tirada en el sofá de su casa y más despejada.
En realidad no le desagrada el encuentro, Sin embargo, ella tiene que cuidar de su sexualidad, procurar no agotarse. Está acostumbrada a tener muchas aventuras sexuales al día sin que le pase factura tal exceso al final de la jornada. Es joven y tiene una gran naturaleza. Además, ha de pensar también en su Eugenio que, con su retraso mental, es un salido permanente de siete pares de cojones persiguiéndola por toda la casa.
-“¡Vaya por Dios! ¡No contaba con el gnomo!” –El hombrecillo, no más alto de uno metro diez, tiene un tronco normal que mantiene un gran cabezón y los miembros superiores e inferiores son muy cortos. Apenas si le llega a la cintura, pero no es un inconveniente para el vecino del octavo. Tan pronto la ve, corre brincando hasta ella. Con sólo doblar un poco las rodillas se coloca con rapidez entre sus entrepiernas, debajo de la cortísima falda que apenas le roza el cabello. Comienza a tocar con manos pequeñas una vulva recién usada empezando unas lametadas maestras. De su boca aparece una larga lengua gruesa como un pene y que, dicho sea de paso, da la sensación que es más larga que él mismo a criterio de la mujer. Sin embargo, a Mess la vuelve loca esa forma de usarla el cabroncete del gnomo. Nuevamente resignada a los imprevistos cotidianos, aprieta el botón de stop, y el ascensor queda parado entre dos pisos. El hombrecillo le llena el coño de babas, y a través de sus bragas, con los lengüetazos bien distribuidos, satisfaciéndola, empezando a encenderla nuevamente, estremeciéndose con el puñetero órgano bucal de lagarto que tiene.
-¡Coño! ¿Vienes follada de tu casa, marrana? –Le comenta con voz chillona, apartando a un lado la braga, metiendo sus dedos diminutos y regordetes en los labios superiores que había succionado. Mess quiere apartarlo pero no puede y queda rendida al placer que le proporciona. Sin esperar más respuestas por parte de ella, pretende abrazarse a las nalgas respingonas y prietas con sus manitas fuertes, sobándola a medias (no llega a abarcarla del todo) haciéndole daño con las trincas de los cortos brazos –Sabes a puro macho nada más acercarse uno a ti, zorra.
-¿Y qué si vengo follada de casa? Tengo un marido ¿No? Si no quieres mamar la leche de los demás, cerdo enano ¡Déjame en paz! Salgamos de aquí cuanto antes, tengo mucho curro hoy. ¡Aaaa! Por cierto, tío ¿Comentas algo de esto con Eugenio cuando os encontráis para intercambiaros juegos de la Wii? Te mataré si me entero de que es así, tío guarro
-Eso es lo que tú quieres que te confirme y librarte de mí, zorra putona. Tú me gustas mucho, tengas o no el coño y el culo follado ¡Me gusta saber que eres una furcia y una perra! –Y el pequeño hombre, retirando aún más la braguita, comienza a meter su gruesa y afilada lengua por entre los pliegues de la vulva paladeándola, titilando al acercarse al clítoris, entre los labios menores, dejándola desmadrada por la necesidad de ser nuevamente poseída.
-¡Te he dicho que tengo prisa, elfo! ¡Termina pronto, me cago en tu madre! –Pero lo dice de mentirijilla. El enano no se da por aludido, la conoce muy bien y deja sentir la punta de la lengua en la entrada misma vaginal abierta por la polla marital, estremeciéndola toda, dejándole el largo cabello erizado. Y es que el extraordinario órgano de lagarto que tiene por lengua se mete de tal forma en ella que le da la sensación de que es un pene muy especial acariciando las paredes rugosas de su intimidad colosalmente. Éste, como leyéndole el pensamiento, se ríe de ella tocándole los labios mayores con sus paletas bien desarrolladas (tiene una buena dentadura) mientras sigue catándola, haciendo buches cuando sorbe con placer el pre orgasmos que la mujer deja escapar por la excitación del momento. Pero no para de excitarla el cuarto metro ese -¡Eres un asqueroso enano de mierda!
Messalina hace hociquito al mostrarse molesta pero es puro teatro. Las sensaciones de felicidad que la súper lengua del pequeño amante le produce sube por toda la columna vertebral hasta el cerebro para volver nuevamente a encenderla a pesar de que no ha pasado más de media hora que había sido follada a conciencia, primero por su marido y, a continuación, por Cucho en el apartamento 515. Sin embargo, el puñetero gnomo que tiene metido entre las piernas vuelve a excitarla de puro placer y, sin poderlo remediar, se corre a gusto en la boca de éste y por los efectos depredadores de aquella lengua tan grande que se mete materialmente dentro de su vagina derretida, creada por la Madre Naturaleza para recibir constantes placeres en cualquier momento del día y por muy seguidos que éstos fueren
La joven grita de emoción cuando su vagina se hace agua en la boca grande del pequeño hombre. Éste bebe sus orgasmos sin dejar caer una sola gota en el suelo del ascensor. Esos labios se pegan como ventosas en los labios verticales de su concha dejando la entrada vaginal en el centro mismo de ésta, recibiendo todo el líquido y paladeándolo al retirarse de la golfa. Mess, derrengada y vencida, pierde fuerza en las piernas y cae desmembrada al suelo de la caja valiéndose de la pared de madera que tiene detrás. Está despatarrada, apoyando la cabeza apoyada, el coño convertido en líquido y con su bonito rostro frente al enano. Éste aprovecha la ocasión y el abatimiento de ella, saca una poderosa tranca morada y llena de venas colocándosela en la boca. El hombre toma la cabeza femenina bien peinada y empieza un tremendo embiste de cadera al penetrarla descaradamente por una boca que no se resiste a pesar del agotamiento por los tantos orgasmos y en pocos tiempo. Todo a su alrededor se mueve sin parar y tiene que cerrar los lindos ojos durante un buen rato para estabilizar el equilibrio.
La chica se va recuperando poco a poco bajo los potentes golpes de pelvis en su boca y rostro. No se mueve del sitio y espera, sin remedio, que éste eyacule en el interior de su boca. Algo más de tres minutos después, el hombrecillo queda erizado, totalmente crecido y de su pene grueso y salvaje sale borbotones gloriosos de semen que la llenan obligándose a tragar y dejar que parte de éste salga por las comisuras cayendo lentamente sobre su barbilla.
Pero el enano no la saca hasta que su polla está completamente limpia por los chupetones posteriores. Entonces sí, dándole un besito en la punta de la naricilla de la mujer, se retira de ella abrochándose la bragueta del pantalón de su terno.
La joven continúa tirada, relamiéndose con la lengua las comisuras de los carnosos labios y evitando, ayudándose con los dedos, que caigan goterones sobre sus buenas tetas. Ella es egoísta y no permite que nada se le escape. No tiene fuerza alguna para levantarse y el vecino del octavo se acerca. Cuando llegan abajo Messalina está a cuatro patas, ayudada por el enano que la coge por las nalgas y la empuja hasta sentarla en uno de los sillones que hay a la entrada del edificio.
-Putita, recupérate pronto. Yo tengo que ir al curro. Nos volveremos a ver. Ciao.
Diez minutos después Mess pisa a la calle pimpante, adecentada la ropa, peinado el cabello y masticando un chicle. Sale airosa del edificio camino de la primera cita. Con su falda escocesa cortísima, por arriba de las bases de sus glúteos, muestran ahora a las claras el sexo bien demarcado por el culotte rojo y el bonito motivo de encajes guipur en la delantera. El top blanco completamente estrecho y de enorme escote donde parece que sus senos se van a salir no ha sufrido las manchas de semen. Camina erguida y orgullosa de sí misma calle adelante y bajo la mirada asombrada de la gente que pasa a su lado. Jamás ha sentido vergüenza de su vestuario. Está acostumbrada a que todos la miren, acostumbrada al asombro y la perplejidad de los demás que ya le es necesario sentir sobre ella. Su braguita roja es la que la tiene preocupada, vuelve a mojarse escandalosamente de camino al aparcamiento para recoger su scooter, una Piaggio 50 4T que usa para todos sus traslados. Para evitar el bochorno, pone por delante la gran cartera, dejando que el aire corra por los lados y seque el desastre que ha formado su potorro siempre calenturiento. Los piropos son de lo más variopintos: desde el más simpático y picaresco al más obsceno de ellos. Pero a la chica le resbala cualquiera de tipos de cumplidos despectivos.
Se acerca al aparcamiento y teme, como todos los días, la consiguiente violaciones a la que se ve sometida dos y tres veces al mes si no más.
Esta vez no ocurre nada y acaba llegando al despacho del abogado gentil que ella admira y aprecia mucho. La secretaria, una mujer cuarentona de buen ver, la mira con descaro y le hace muecas depravadas al morderse los labios y entrecerrar los ojos al sacar la lengua paseándola por todos los labios rojos y carnosos. La hace pasar al despacho sin pedir permiso primero al jefe, con una sonrisa maliciosa de zorra salida que le llega de oreja a oreja. Antes de entrar le da una sonora y fuerte palmada en el centro mismo de su culito redondo y respingón. Messalina, que pasaba de todos aquellas muecas elocuentes, queda sorprendida parándose en seco, aunque no comprende porqué, siempre hace lo mismo. Es una puta boyera.
-¡Eeeh! ¡Más respetito, señora! ¿Anoche nos hemos acostado juntas por un casual? –Y dirigiéndole una mirada de reproche entra en la gran sala -¡Hola, señor Aguado! ¿Cómo estamos hoy?
Aguado, detrás de una sobria y elegante mesa escritorio, se ha puesto de pie y la joven ve con agrado como el pantalón del abogado se altera debajo de la americana. Sonríe y se acerca mimosa por el lado mismo donde se sienta el señor.
-¡Que guapa vienes siempre y de qué forma tan zorra vistes, putita! –Es el eterno saludo que le brinda el letrado, sin dejar de mirarle el gran escote y el coño a través de la traviesa lencería.
-Su secre es una confianzuda, señor Aguado. Me ha dado una nalgada en centro de mi culito ¿Cree que me quedaré coja si sólo dejo que cada nalga se quede sin recibir el mismo trato? Tengo ese presentimiento. Yo creo que es mejor que usted, caballero donde los halla, las nalguee una a una con contundencia ¿Dice algo el hombre de leyes al abuso de confianza de sus empleadas? ¿Pondrá remedio siendo usted un hombre tan ilustrado en el código Laboral?
-De lo Social, putita, de lo Social. Pero da lo mismo, pondremos remedio a este asunto.
El señor Aguado, apoyándola contra la mesa, alarga la mano dejándola caer dos veces en cada glúteo y con más intensidad que la secretaria. Pero no se queda ahí y sigue castigando el contorno del hermoso culo de Mess que sonríe y se relame con el calor que siente bajo el castigo. De pronto, el abogado la abraza por la espalda y baja las manos hasta meterlas en el escote apoderándose de las golosas tetas que mueve en todas las direcciones por la necesidad que tiene de ellas. Las saca del top aferrándose a los pezones empitonados que parecen que crecen considerablemente con el continuo estímulo de sus dedos. La joven, entretanto, saca de su cartera un pliego que deja sobre la mesa, diciendo entrecortadamente, como si fuera parte de la estimulación, lo que representa el papelito.
-El recibo mensual de la Colección… de la Colección de la Enciclopedia y… Nomenclaturas de leyes ¡Ayyy Sr. Aguado!
El hombre no le hace caso, está en otros asuntos como quererla poseer toda. No deja un centímetro de su joven y bien formado cuerpo por palpar y, luego, su tranca, a través de su pantalón, acaricia las nalgas de la muchacha. Entonces ella, sabedora de otras muchas veces, se vuelve de cara a él, mirándolo complaciente, acariciándole la cara con sus manitas y poniéndose de puntillas para besar los labios trémulos del hombre. Acto seguido, se desliza lentamente por el cuerpo del hombre cayendo de rodillas frente a la bragueta alterada, bajando la cremallera, metiendo su mano derecha en ella y sacando la polla que no es muy grande pero gruesa, limpia y apetitosa. Le echa el glande para atrás y besa el rojo prepucio ensalivado. Se la mete en la boca y comienza a succionarla para desenfreno del pobre letrado.
A Messalina le gusta mamar la polla del Sr. Aguado. Que ella recuerde, es la única pinga que huele a colonia de macho y sabe a lo mismo, no como la mayoría de las pollas que huelen y saben a orín. Pasea aquel mediano y morcilloso miembro por toda la boca que crece más dentro de la misma y la hunde tanto que logra tocar su glotis. Acaricia los escrotos apretándoselos, sacándose el pene y empezando a chupar los huevos peludos uno a uno. Se han puesto duros, acartonados pero llenos de leche. Lentamente, si prisa, mirándolo directamente a los ojos, vuelve a introducirse la polla y, una vez bien ensalivada, la saca al rato brillante, humedecida, preparada para ser usada. Se pone de pie sentándose en el filo mismo de la mesa y, bajándose las braguitas, abre las piernas invitándolo a penetrarla. Lo que contempla con gusto el desesperado cliente es un chocho grueso, depilado y jugoso, húmedo todavía por los orgasmos anteriores.
-Señor Aguado… ¡Uuuum! –Y echa la cabeza para atrás dejando que su largo cabello deje libre los hombros ya desnudos para el placer del hombre. Le hace gracia el nerviosismo que siempre muestra al dirigir la polla a su vagina y la empuja tan pronto encuentra la entrada -¡Siiiii… señor Aguado… siiiiii! –Lo anima con alegría -Usted sí que sabe tratar a una mujer.
Ella misma da un empujón para alante ayudando la penetración. Para Mess, el abogado Aguado no es de los amantes que tiene el pene grande, le baila dentro de su vagina ensanchada de las tantas pollas que recibe diariamente, pero la sabe mover bien por toda su cavidad vaginal logrando estremecerla de gusto. Además, engorda cuando la usa acariciando sus paredes rugosas hasta lograr hacerla gritar de verdad. Tampoco es una polla que le llegue al cérvix y la estremezca de excitación al producirle dolor, nada de eso, pero la siente totalmente viva y las manos de él, grandes, finas y vigorosas, son auxiliares maravillosas, partes de ese placer al apretarle el culo o las tetas de tal forma que luego sale a la calle completamente marcada por aquellos dedos agradecidos. Aguado se estremece alarmantemente al recibir el clímax máximo de su excitación y es capaz de llenarle su cueva de su leche caliente y agradecida. Ella se aun más al cuerpo bien vestido del abogado y busca su boca abierta para plantarle un largo, húmedo y agradecido beso que suena por todo el despacho.
Messalina, una vez la tiene afuera, como es costumbre, vuelve a agacharse para comerse la polla. Le gusta hacerlo a la mayoría de sus hombres porque es sumamente agradecida. Durante un rato la marea con las lamidas tragando todo lo que ésta termina de echar. No la saca tampoco, espera porque es conocedora que el hombre, un poco guarro en sus fetichismos, le orine. No lo hace siempre pero esta vez ocurre y ella, al recibir la micción, empieza a tragar y a tragar con rapidez y veteranía hasta que acaba “galanteándola” con todas los nombres y adjetivos obscenos que le vienen a la boca y que ella admite entre sonrisa de agradecimiento verdadero. Él mismo la ayuda a levantarse acariciándole el pelo, sacando, a continuación, el dinero para pagar la factura y otro tanto más abultado que coloca entre las tetas bien sobadas de la chica, recostada sobre la mesa de su despacho y fingiendo que las fuerzas le flaquean. Con los ojos medio cerrados comprueba la cantidad enorme de dinero que le da. Su contento es mayúsculo. Tiene ganas de reír y brincar, pero ha de seguir con su teatro.
-No tiene obligación de darme propina, señor Aguado. Me encanta mucho hacer el amor con usted, pero se lo agradezco igualmente. Esta, su puta, es una currante del cobro a comisión y, claro, el dinerillo extra me viene a una muy bien. Muchas gracias, señor abogado.
-No hay de qué, las que tú mereces, golfita mía ¿Nos volvemos a ver el mes próximo?
-O cuando usted me diga, señor Aguado. Ya sabe… este body –Se señala toda entera -esta para servirle en todo lo que me pida –Le guiña un ojo pícaramente. Sin darle la espalda, mostrándole su casi completa desnudes, retrocede hasta llegar al baño del despacho y realizar el aseo pertinente. No cierra la puerta sino que se lava el chichi y la boca, recompone la ropa, se alisa el pelo delante del amplio espejo y, al final, pasa el lápiz labial, todo delante del señor Aguado que no puede dejar de admirarla. Messalina toma otro chicle y se prepara para salir del despacho no sin antes dirigirle una mirada llena de cariño y erotismo al amante que tan bien la trata –Ciao, señor mío. Hasta el mes que viene… o cuando quiera usted.
Al salir de allí, la secretaria la mira otra vez con la misma sonrisa de hiena con que la recibió. Antes de que la furcia traspase la puerta de la calle, le dice
-La próxima vez me vas a enseñar un catálogos de libritos que hable de cualquier cosa y me vas a cobrar las facturas de la misma manera que se las cobra a nuestro jefe, ramera
-Yo no soy una boyera como usted, señora mía. Además, no me gustan las mujeres.
-Tampoco yo me dedico a putear como tú. Y ya lo creo que te gustan las mujeres. Todo lo que huela sexo te encanta probarlo, zorra, venga de quien venga ¡Anda que no eres nada puta tú!
-“¡Cuanta razón tiene esa vejestorio, que está buenísima, dicho sea de paso! ” –Piensa Mess cerrando la puerta y sonriendo después –“Siempre que de sexo se trate, me viene bien con cualquier ser vivo: persona o animal, tanto me da.”