Las aventuras sexuales y cotidianas de messalina

Messalina es una chica promiscua, adicta al sexo desde muy joven. Trabaja para una Editorial y su cartera de cobros, llena de clientes adictos a ella, le sirve para dar rienda suelta a su pasión por estar siempre en compañía masculina y la femenina, si se tercia también. Está casada con un buen chico de corta inteligencia. Su estado social no le afecta para nada, cuida, eso sí, de que su promiscuidad pase inadvertida para su consorte. Como buena liberal no quiere atarse a nadie, ni siquiera a su jefe, de la que es amante fija desde hace más de tres años. Ahora, fuera de su domicilio, le espera otras aventuras de interés.

LAS AVENTURAS SEXUALES Y COTIDIANAS DE MESSALINA

Cuarta parte

Messalina tiene delante a seis hombres en posición de ataque. Le hace gracia verlos próximo a  ella para lanzarse en picado y, levantando los brazos al techo, espera que ellos, que están amenazadores, vayan acercándose para quitarle el top, la falda y bajarle las bragas de licra blanca con encajitos. Ocurre al momento y entre todos la dejan completamente desnuda, sólo con las medias sin llegarle a las ingles y los zapatos descubiertos de tacón alto.

Los leones empiezan acariciando sus tetas orondas y rectas que van y vienen en todas las direcciones bajo el poder de seis manos de distintos lados y otras seis apoderándose de su vulva que es materialmente masturbada. Su estómago y, en particular el ombligo, es otro rincón de pasión y deleite para ellos. También su culito respingón es un lugar por excelencia donde las manos, pelando por poseerla, se afanan buscando la entrada vaginal, los labios menores, el clítoris que es muchas veces estimulado, estirados, masturbado hasta que la hembra pierde la estabilidad debido a los orgasmos que le proporcionan los seis amantes completamente en acción. Lo mismo ocurre con su culo respingón, ancho, amanzanado, de piel brillante y tersa por su gran juventud y esplendor. Los hombres, que la mantienen de pie porque, como se ha dicho, es un mar de orgasmos, la van besando por turnos, restregando sus lenguas con la de ella. Messalina nunca ha sido pasiva, henchida por la pasión que la embarga un gang bang, va sacando y amasando una a una las pollas que aun continúan dentro de los pantalones, todas alteradas ante su cuerpo desnudo y hermoso de mujer atractiva. Utiliza las dos manos para aferrarse a todas ellas como si fuera lo último que va a hacer en la vida ¡Cómo le encanta tener muchos tíos arropándola y acariciándola! No le importaría tener varias sesiones con un personal como sus compañeros, disfrutar de tres pollas metidas a la vez y en cada uno de sus agujeros de zorra que tiene, perder el sentido disfrutando de las que tiene en sus manos ¡Y luego está la vuelta! ¡Esos cambios de posición! Oyéndoles jadear cuando se corren dentro de sus agujeros y hacer comentarios de intercambio de puesto –Me he follado su coño, ahora quiero metérsela por su culo- ¡Dios! ¡Así es como le gustaría morir si le llegara en ese mismo instante! ¡FOLLANDO! ¡FOLLANDO! Siempre en una sesión de gang bang

Cae de rodillas, completamente entregada y, desabrochando como puede el resto de las braguetas, empieza a comerse una a una cada polla que saca, degustándolas sin dejar de agarrarse con sus manos a las otras que ya están erectas, dispuestas, siendo pajeadas una espera que se hace larga para ellos, sin dejar de llenar siempre su boca cuando gatea por la fila de los machos que tiene delante. A todos los mira con sus ojos iluminados, sonrientes. A todos les muestra su agradecimiento por ser ella la elegida entre las dos restantes que trabajan en la sección de Distribución. No se cansa de succionar esos cilindros morcillosos de distintos calibres, de chuparlos, relamiéndolos, paladeándolos, de seguir sintiendo sobre ella seis pares de manos muy vivas y cada vez más, indagando por toda la geografía de su cuerpo llenándola de maravillosas sensaciones que la transportan al limbo del éxtasis supremo.

Pronto dos de ellos son los primeros que se separan del grupo para empezar buscando el puesto deseado. Uno se deja caer en el suelo y la arrastra con él, obligándola a montar sobre su pelvis al tiempo que apuntala la entrada vaginal. Messalina, preparada para recibir al primero, abre las piernas, se relaja dejándose caer sobre el cilindro grueso y carnoso que la espera. Queda espatarrada, completamente ensartada. Alguien, con prisa, la empuja por la espalda haciéndola caer sobre el primer compañero que la folla. Ese alguien que se acerca por detrás mete sus dedos pringosos de flujo tanteando su esfínter. Unos dedos hábiles que buscan su ano y comprobando que está a punto de ser usado. El que la va a sodomizar sabe perfectamente que el gran anillo de  entrada de su esfínter es muy flexible, adaptado ya a las distintas pollas que lo visitan a diario.

Sin embargo, la joven siente el agudo dolor cuando el compañero le penetra el culo. Al cabo, son dos pollas que se están alojando en sus cavidades a un tiempo y que no es moco de pavo. Pero para ella llega un momento que es pecata minuta. No deja de moverse buscando siempre más penes nuevos para metérselos en la boca. Messalina hace un alto en las felaciones y retrocede para clavarse adrede la tranca tan pronto como la tiene bien enfilada ¡Ya está, Dios! Ahora sí se encuentra en la gloria. Su boca continúa haciendo las delicias a los cuatro penes restantes, el culo y el coño están siendo utilizados a discreción y las manos no paran de acariciarla recibiendo algunas palmadas aquí y allá, Mess, en su frenesí al moverse por cada uno de los cuatro rebenques chorreantes al completo y con los escrotos hinchados... Su boca, viciosa al paladear el pre semen de esos compañeros que tiene de pie. No ceja de hacer ruidos con todos los jugos que traga y paladea. Tanto la vagina como su intestino parece que quieran fundirse a través de su pared nerviosa por la frotación produciéndole el conocido malestar del que disfruta muy a menudo. El cuerpo humano, se dice para sí, practicando a diario el sexo se acostumbra muy bien y permite disfrutar el momento. Lo sabe, y el de ella es especialista en sentir dos pollas rozándole insistentemente el tabique cartilaginoso. Su barbilla está rebosante de babas y flujos de lefa. Escupe en las cabezas continuamente y se quita vellos de la boca cuando se introduce los escrotos a mansalva.

El primero que la ha follado se ha estremecido contrayéndose, gritando, apretándole los costados de las nalgas y pronto percibe cómo su vagina se llena del semen caliente que se estampa contra el cérvix pretendiendo inundar los ovarios. El flujo caliente del macho le recorre las paredes rugosas sintiéndolo resbalar hasta la entrada vaginal completamente abierta por la penetración. Al momento, otro compañero ocupa el lugar del primero comenzando así otra nueva cabalgada. De pronto, el primero que la sodomiza calienta sus entrañas porque la embiste ya con tanta rapidez que le está quitando el aliento y la obliga a mirar para atrás.

Efectivamente, así ocurre. Messalina tiene su ano y las ingles tremendamente inundada, rebosantes de lefa, comprobando, al separarse el hombre, cómo le sale por sus agujeros pequeños chorros que van a caer sobre el pubis del amante segundo.

Va pasando el tiempo y, aunque siempre tiene su boca ocupada entre mamadas y limpiezas de quienes la han poseído, sus agujeros inferiores son intervenidos una y otra vez, vaciándose y llenándose sin parar por cualquiera de los seis hombres que la rodean. De repente, se da cuenta que la puerta de su despachito se abre y aparecen los dos restantes que entran rápidamente. Mess, sin dejar de chupar continuamente, sonríe –“Ahí vienen los primeros recambios del equipo que juega conmigo” –Piensa jocosamente –“Desnudaos ya, chavales, nos queda poco tiempo para marcharnos a casa a descansar ¡Es viernes! ¡Aprovechad, aprovechar!”

Messalina no ha perdido fuerza ni vitalidad en sus cometidos, todos ellos la observan admirados. Los nuevos se incorporan rápidamente en el paso obligado de las felaciones –Es una máquina perfecta de follar –Se dicen entre ellos por lo “bajini” pero que la joven escucha claramente. Y ese comentario los estimulan aún más y la obliga a que siga su ritmo desenfrenado.

Ahora, los hombres la han cambiado de postura. Está de lado, apoyada sobre el codo izquierdo y con la derecha agarrada las diferentes pollas y escrotos que nunca menguan. Los ocho hombres se han convertido en uno solo que la folla, magrea sus tetas y la baña al frotar su polla sobre distintas zonas de su cuerpo. Solo las dos mujeres, seguramente muy calientes, están afuera, trabajando o metiéndose los deditos en sus coños y en el baño de señoras. En ese momento tiene la pierna derecha en alto, la otra en el suelo, manteniendo el equilibrio. Ya empieza a dolerle el culo, el chocho y la boca. Pero a ella le da igual, es ninfómana por naturaleza, necesita más y más, ha de sentirse reventada y morir de agotamiento tirada en el suelo.

Y es lo que ocurre cuando una de las chicas abre la puerta, asoma la naricilla avisando, con voz precipitada, que terminen ya porque el Mudo va a bajar.

-El Mudo está a punto de aparecer de un momento a otro, chicos ¡Dejad a la puta!

Los últimos en llegar, que esperaban turno para follarla por cualquier parte, se echan para atrás metidos en un repertorio de maldiciones y vistiéndose rápidamente. Los que la empalan no están en condiciones de parar pero aprietan el ritmo derritiéndose y llenándola de nuevo. Se separan de ella como si fuera una apestada. Se ponen en pie vistiéndose también a toda prisa, maldiciendo entre ellos al puto jefe y saliendo en desbandada del pequeño cuarto sin una palabra de agradecimiento.

Messalina queda tendida cuan larga es en el suelo, las piernas completamente abiertas, sus agujeros abiertos, irritados y rebosantes, expulsando leche que moja sus piernas por los variados ríos que se han formado entre los muslos creando pequeños charcos a su alrededor. Tiene los ojos cerrados, controlando el gran placer interrumpido, mitigando el dolor que siente, recuperándose del gran esfuerzo que en ese ejercicio multitudinario desarrolla. Han querido pasar por ella ocho tíos pero no ha podido ser. Sus medias están embarradas, el rostro bañado de semen por la cantidad de veces que se han corrido, su boca tragando cada gota que aparece de su labio superior recogiéndola con los dedos e introduciéndolas. Tiene que levantarse, airear el lugar y limpiar deprisa el suelo antes que llegue don José. No quiere que la vea en semejante estado aunque supone que no lo molestará mucho porque lo pondrá aun más cachondo para el día siguiente. Pero ella desea ser una amante ejemplar, virtuosa. Se ríe de sí misma con ese pensamiento

-“¡Joder! ¡Hay jefes que son odiosos por sí solos!” – Piensa otra vez al levantarse con dificultad.


Es sábado. Eugenio ante el ordenador, sentado delante de su wii dándole marcha a todo gas a su último Soni, regalo de su esposa Mess que trajo el día anterior. Está tan ensimismado en el juego, dándole al mando ergonómico a tanta velocidad como corre por una interminable ciudad en tres dimensiones el personaje gallo Soni, saltando y recogiendo aros y premios importantes en el recorrido musical, que no oye que el timbre de la puerta suena varias veces. De pronto, aparece una figura femenina esbelta en la sala donde se encuentra. Es de lo más relevante. Viste un súper mini short vaquero que deja sus nalgas al aire. Es una prenda minúscula de cinturilla baja que más parece una bufanda azul desteñida y enrollada a unas redondas y respingonas caderas denudas. Sus pechos, anchos, altos y firmes, están también casi al descubierto por el exagerado escote de su camiseta blanca, casi transparente, cimbreándole los pechos alegremente cuando camina. Se ha dejado sentir con el taconeo de sus zapatillas de medio tacón corrido. Sobre su hombro derecho desnudo hay suspendido un paño de limpieza.

-Eu ¡coño! Están tocando a la puerta ¡Abre! Yo estoy con la limpieza

-¡Abre tú, carajo, que estás más cerca! –Se mueve todo en el asiento para no perder la partida.

-¿Quieres que me vean así, tal como estoy? –Se pone en jarra y, cuando Eugenio se gira un momento no puede remediar estremecerse de deseos ¡Es guapa la puñetera de su mujer! -¿Te parece bien que salga así?

-¡Joder! ¡Vale! ¡Vale, tía! Ya voy –Y se levanta de inmediato sin poder apartar sus ojos de la preciosa criatura que se aparta a su paso.

Cuando abre la puerta de entrada se encuentra que no hay nadie. Pero al seguir mirando ve al enano del octavo. Eugenio es un hombre alto, muy desarrollado su cuerpo por la gimnasia, el fútbol y las pesas que hace en el gimnasio. El enano y él, antagonista en lo físico, son buenos amigos desde hace mucho tiempo. Se intercambian juegos diversos de la Nitendon Revolution, PlayStation 3 de Sony, y de la X-Box 360 de Microsoft. Charlan mucho sobre fútbol y los dos son forofos al equipo local.

-¿Qué pasa, Ambros? Hoy no tengo nada que darte, tío. Ayer mi mujer trajo el último de Soni que está de puta madre, pero estoy en ello todavía, tío. Ya llevo tres etapas resueltas. Lo siento, maricón, cuando lo termine subo a...

-No, Eu, vengo a hablar con tu mujer sobre trabajo ¿Las puedes llamar un momento, golfo?

Eugenio queda desconcertado al mirarlo –“¿No quiere algún juego ahora?” – Dice para sus adentros. Se vuelve subiéndose de hombros y da un bocinazo que se oye en todo el bloque

-¡Messaaaa! ¡Ambrosio quiere hablar contigooo! ¡Ponte algo y sal, tía! –Mira al pequeño vecino. Tiene escrito en sus ojos el síndrome de la ludopatía informática –Está de faena casera ¿Sabes? Espera un poco, ahora vendrá –Y se marcha corriendo, sin despedirse.

Messalina aparece al poco y el enano está a punto de caer de culo: Sin quitarse el short ni la mini camiseta blanca, aparece deslumbrante ante los ojos de Ambrosio. Los pezones, gruesos y picudos, quedan casi al descubierto por la transparencia de la prenda.

-¡Hola, gnomo! –Se acerca lentamente, contoneándose como una buscona en celos -¿Qué se te ha perdido ahora por los pisos bajos?

Ambrosio no puede apartar la vista de la mujer. Su pinga, para, ser un enano, es demasiado desarrollada y no le cabe en los pantaloncitos que lleva. Su polla queda exageradamente erecta, visible y lo hace muy cómico. Messalina se ríe alegremente moviéndose de atrás para adelante sin parar. El hombre está corrido, incómodo y no puede taparse con las manos pequeñas semejante miembro desorbitado.

-¡Tío, estás empalmado como un burro! –Y la muy jodida sigue burlándose de él

-Si me dejaras metértela… -El hombrecillo, venciendo la turbación, se la coloca sobre su estómago que ahora se hace más ovalado -¡Joder! ¡Joder!

-¡Uyyyy! –Sigue riendo la joven -Mucha pretensión de un gnomo como tu para una cachorra tan buena como yo.

Le habla acercándose al oído. El escote de la camiseta se queda colgando y los hermosos pechos de la chica quedan desnudos y más grandes ante unos ojos desorbitados de hombre. Pero él,  recuperándose y sin hacer caso a las palabras ofensivas, le dice:

-Dentro de una hora, más o menos, van a venir cinco tíos a mi casa, como la semana antepasada. Son compañeros de trabajo… Les he hablado mucho de ti. Y esta vez les cobraré, pendón.

-¡Mira que bien! Porque la vez pasada me cogiste de pava y me emborrachaste, cabronazo –Messalina ha apoyado la espalda en la puerta. Tiene un pie encogido y se mira las uñas de la mano derecha - ¿Cuanto a repartir?

-Cuarenta, sesenta, zorra. La casa es mía. Tengo unos gastos…

-Y este cuerpo serrano, al que pretendes explotar, es mío, nene. Follo todos los días y tengo también unos gastos fijos para su cuidado: pastillas anticonceptivas, espermicida sanitario, enjuagues bucales especiales…, Porque esos tíos que van a venir a tu casa, como los de hace quince días, querrán que se las chupe ¿No? Querrán también follarme y correrse sin condón y todo eso ¡Ni hablar! El cuarenta por ciento no es negoció, gnomo ¡Uyyyy!... Menda pierde mucho.

-Bueno, el cuarenta y cinco y no se hable más.

-Sigue sin interesarme, enano proxeneta.

-¡Joder put…! –alzó la voz sin darse cuenta de que no estaban solos. Messalina sigue mirándose las uñas sin que le moleste los adjetivos despectivos de Ambros –Venga, ramera, el cuarenta y cinco por cien está de puta madre. No te voy a dar más.

-Pues quédate con tus amiguetes y que te follen ellos a ti. No os olvidéis de tomaros unas cervezas a mi salud. Pasadlo bien ¡Ciao!

Entró dando por zanjada la conversación. Iba a cerrar la puerta cuando Ambrosio, colocando uno de sus pies pequeños entre el bastidor de la puerta, bramó

-¡Venga, cabrona! ¡Fifty-fifty entonces! Pero, antes que vengan, quiero reventar ese coño de ramera que tienes.

-¿Cuándo dices que van a venir esos amigotes tuyos?

-Dentro de una hora, más o menos. Pero yo quiero…

-Espérame en tu casa. Dentro de diez o quince minutos estaré ahí ¡Ah! y me tienes preparada una birra fresca al menos –Messalina se agachó, le cogió el pene al enano apretándoselo con toda la mano, sobándolo, comprobando que los escrotos estaban duros, cargados para vaciarse en ella. Pícaramente le guiñaba un ojo –Más te vale que sepas como llegar a mi coño y a mi boca. No pienso ponértelo fácil ¡Jajaja! –Y cerró la puerta desternillada de la risa.

Messalina, aun sonriendo, se dirigió donde estaba su marido que no paraba de jugar.

-Eu, Ambrosio va a traer a unos amigos que están interesados en libros profesionales. Como te vas al club a jugar al fútbol cuando vengas, seguramente no estaré. Pero vendré lo antes posible para almorzar juntos ¿Vale, tesoro?

El otro, afanado en su juego, decía que sí a todo. Messalina, acostumbrada a la inocencia del cónyuge, salió de de la salita sin esperar a más. Se metió en el baño lavándose concienzudamente, higienizando el coño y el ano con espermaticida sanitario. Acto seguido se enjuagó la boca concienzudamente y volvió a llenar los pequeños frasquitos que estaban a medias. Al terminar, lo guardó cuidadosamente en el departamento secreto de su bolso de diario, también metió unas cinco tangas minúsculas para cada aseo y recreo visual de los machos y, a continuación, tomó una pastilla anticonceptiva. Sin más lencería que su desnudez, vistió un pantalón de licra roja a media pierna tan ajustado a sus caderas y muslos que parecían estar completamente enrojecida y en pelotas de medio abajo. No se molestó en ponerse otra camiseta que la que llevaba. Se miró al espejo, se atusó el pelo y se encontró bonita, muy deseable, contenta consigo misma.

En ese momento, suena su móvil. Lo coge y mira la pantalla llevándose una sorpresa.

-¡Buenos días, don José! Amor, ahora no voy a poder atenderlo, estoy con la limpieza de la…

-Hotel Concordia, la habitación de siempre, pequeña. Ven esta tarde y no te retrases, por favor.

-“¡Coño! Parece que voy a tener el sábado muy ocupado ” – Se dijo en voz alta cuando apaga el teléfono y levantando una de sus cejas finas –“Y este, como siempre, informando en plan telegrama”

Cuando llegó al octavo piso con su bolso de trabajo al hombro tocó en la puerta del piso de Ambrosio. Esta se abrió violentamente en el momento mismo en que empezaba a llamar al timbre entrando como una tromba.

-¡Vaya, gnomo! Parece que estás desesperado por follarme aquí… -Es lo único que alcanza a decir… ¡Ayyy, tío!

Se siente impulsada de golpe al interior de la casa y lanzada contra la pared donde tiene que apoyarse con rapidez y no darse de narices. La puerta se cierra con un portazo. El rostro del enano, de inmediato, se mete en medio de sus piernas que están abiertas por la respuesta del enano. Sus manos pequeñas se agarran a las nalgas con bríos, sobándolas repetidamente, moviéndolas en todas las direcciones. Ambrosio empieza a comerle el culo a base de hacerle sentir los dientes y la punta de la fuerte lengua, a continuación, se mete, como le hace en el ascensor, en medio de sus piernas dejándole sentir su potente órgano bucal en todo el chocho bien señalado por el apretadísimo pantalón rojo.

La lamida de la vulva a través de la lycra es de antología. Las caricias por los dos muslos, las nalgas, subiendo a continuación hasta la mitad de la espalda, hace que sus ovarios, siempre activos, se llenen de sensaciones agradables y en movimiento hasta dejarla encendida. Se queda allí, a merced del hombrecillo que ahora, de forma inaudita, se ha puesto delante de ella, empujándola para buscar espacio, tocándole el bajo estómago con su frente. Su lengua, picuda y muy particular, parece que quiere romperle la costura de la prenda de lycra e introducirla en su vagina, que empieza a humedecerse estrepitosamente.

-¡Ayyyy, gnomo mamón! ¿Por qué no me llevas a la cama y me haces todas estas costas desnuda? ¡Aaaaaah, cabróoooo!

-¡Me llamo Ambrosio, putaaa!

-Y yo Messalina, vicho raro –Replica apretándole con fuerza la cabezota contra su sexo.

Ambrosio, sin responder a más, tira de ella obligándola a colocarse a cuatro patas. El bolso queda a un lado, la chica no comprende qué la quiere hacer. Ya, en esa postura, es más alta que él, que tiene las piernas tan cortas que da saltos cuando camina. Él le dice que abra bien las piernas mientras. Con pericia le baja los pantalones hasta las rodillas al desabrochar la cremallera invisible del lado derecho aprovechando la ocasión para amasar las tetas de ella al ponerse debajo, pellizcando los crecidos pezones, estirándolos y acariciándolos como si quisiera ordeñarlos, chupándolos como si fuera un bebé al succionar en busca de la leche materna que pueda salir de ellos. A la joven le hace mucha gracia que la mame de esa forma y reconoce que la satisface mucho. El pequeño cabroncete sabe sacar partido de su cuerpo experimentado. De pronto, Ambrosio sale de debajo de ella y desaparece.

Se queda como está. No entiende nada de lo que está ocurriendo. Los gnomos son muy raros, se dice moviendo la cabeza de un lado a otro. Pero pronto lo comprende todo y eso le producirá un ataque de risa. Messalina reconoce que su vecino es un hombre de muchos recursos, tanto en simpatía como en inteligencia. Corriendo por el recinto con su forma tan peculiar, trae consigo un banco que coloca entre las piernas de ella que está mostrando una vulva fresca y depilada, brillante los labios por la humedad de la estimulación. El hombre se quita los pantalones y muestra un pene ancho y largo para su tamaño. Naturalmente, es una polla normal  en un hombre corriente pero que en el tamaño de su pequeño amante, no superior al metro diez, es demasiada, sobre todo ahora que está salido perdido. Se sube al banco con cierta dificultad y, colocándose a la altura de la entrada de su vagina, coloca el glande empujando con una fuerza tal que la va a obligar a gritar y maldecirlo. Pero, al tiempo, su culo es castigado con fuerza y las nalgadas resultan ser aún más dañinas que esa polla mediana pero brutal del hombrecillo.

Pronto Ambrosio empieza a bombearla sin dejar de nalguearla, acariciándola y a gemir pegando su pecho tembloroso a la cúspide del culo femenino. Messalina empieza a gozar. Se mueve más que un flan con los embistes. La polla la va llenando y empieza a gozar. Ya no se ríe de él, ahora se sabe llena, deseada y eso la inunda de gozo. El enano la penetra con más rapidez y ella quiere seguir su ritmo para correrse casi a la vez que él. Pero, el timbre suena varias veces. Ambrosio se para, mira al techo, pero continúa nuevamente. Y otra vez suena el timbre, ahora con más insistencia.

-¡¡Me cango en D…!! ¡¡Hijos de putaaaa! –Grita el hombre a todo pulmón, sabiéndose cortado en su excitación.

-Son ellos ¿Verdad Ambrosio? -  Pregunta la chica mirando hacia atrás. Pero sabe la respuesta –La verdad que son inoportunos, caramba. Pero tú sigue, macho, ya abrirás cuando acabes. No me dejes a media. Estoy caliente y muy salida, tío.

Ambrosio, escupiendo palabrotas altisonantes contra el Altísimo, salta más que baja del banquito al salirse de ese coño tan sabroso. Se pone con precipitación los pantalones y la camisa indicándole a ella, con una seña de la mano, que se prepare. Cogiendo el banquito desaparece del salón. Messalina se levanta de mala gana con sus pantalones caídos sobre las rodillas.

-¡Joder! Soy tu y los demás se joden, esperan por mí a que termine el polvo –Comenta en voz alta, molesta también cuando se dirige al baño. Oye las voces alborotadoras de los desconocidos. –La verdad que este puñetero gnomo tiene una pinga revoltosa, inquieta y juguetona. Habrá que volverla a probar cuando termine la bacanal que él ha liao.

Estaba saliendo de allí cuando se encuentra de frente con Ambrosio. Viene a buscarla. Le entierra la mano en medio del culo y hunde su boca en el coño que no hacía tres minutos estaba follando. Le entierra suavemente los dientes en los labios vulvales y los besa uno a uno sin dejar de palmearle con fuerza sus glúteos. Messalina reprime la emoción con las mordidas a los labios vulvales y lo despeina frotándole la cabeza. Éste, pegado a su vulva, le pide:

-¿Qué te parece si luego, cuando éstos se vayan, seguimos? –La manita de él parece ahora que quiere traspasarle la prenda. Messalina empieza a reírse alegremente.

-No sé si quedaré con fuerzas suficiente para otra ronda –confiesa ella agarrándole al gran cabezón y aplastándolo contra su pubis –Desperdiciaste una buena ocasión, hombrecito del bosque. Y la ocasión, dicen por ahí, la pintan calva. Jajajaja

La entrada de los dos es recibida con vítores y silbidos admirativos hacia ella. Ambrosio no le ha quitado la mano de su culo. Ahora lo aprieta con fuerza al presentarla.

-¡Compañeros! Aquí está la hembra de las que os he hablado en el curro –Palmea con insistencia las nalgas, mostrándoles a todos lo duras que están –Vale lo que vais a pagas por ella, amigos, os lo juro.

Todos lo afirman unánimemente, la planta y belleza de la mujer lo dice todo. Se van acercando y, poco a poco, empiezan a rodearla, a tocarla. Messalina se ha fijado en un negro retinto, alto y muy viril de la que queda prendada de inmediato. Éste se ha quedado un poco apartado del grupo. Le mira la entrepierna y reprime un gesto de admiración. El resto siguen tocándola, ahora con más familiaridad. Ella, mirándolos con lascivia y coquetería, rozándose el labio superior con la punta de la lengua, se deja hacer y va dando vueltas sobre sí misma para que las caricias sean completas y, lentamente, con disimulo, va acercándose al negro plantándole su culo en la bragueta y la espalda contra su torso ancho y fibroso.

Es Ambrosio quien pone fin a la previa y, llamando a la suerte a través de unos papelitos, anunciará quien será el primero en cogerla. Todos se hacen con una papelina y éste, enfáticamente, dice el número. Espera la respuesta. Le ha tocado al auxiliar administrativo de su empresa que brinca de alegría. El segundo, para contento de la chica, es el negro. Ella lo mira ofreciéndole su boca y picándole el ojo a él solo, procurando evitar a los demás.

El auxiliar administrativo es un hombre simple que, seguramente, sólo ha tenido escasas relaciones con mujeres ajenas a su pareja. Messalina, nada más ponerle el brazo derecho al hombro para llevárselo, se da cuenta de eso notándolo muy nervioso, sin saber qué hacer con sus manos. Y ella, comprensiva, se apiada de él. La chica camina delante de él dirección a la habitación, le coge la mano izquierda y se la pone sobre su culo obligándolo a sobarla.

-¿No te gusto, cariñito? –Le dice mimosa, colocándose de frente y caminando de espalda –No me tocas… ¿Por qué…? ¿Me tienes miedo? ¡Ummm! Eres todo un hombretón y a mi me gusta que me toquen el culito y la almejita ¡Toca! ¡Toca! –Le dice cogiéndole la otra mano y llevándosela su coño bien marcado. Se ríe cuando le dice -Qué puta soy, amorcito. Me va a gustar mucho follar contigo, ya lo verás ¡Lo vamos a pasar muy bien!... Pero… ¡Apriétame toda, coñoooo! ¡No me voy a romper si se te ocurre darme tortas en el culo, por ejemplo!

Ella no lo tiene seguro de si llegará entero a la cama. No quiere tocarle la polla porque entonces sí que se correrá y tendrá doble trabajo, limpiársela con la boca y lavarlo para hacer tiempo. El cabronazo no tiene fuerza ni experiencia para una segunda vez aunque esté con él una hora entera. Llegan a la habitación que Ambrosio ha dispuesto para el folleteo y, cerrando la puerta, le dice seca, sin la esperanza de pasar un buen rato con el primero de la lista.

-¡Desnúdate, compadre!

Ella, a su vez, y frente al hombre, se quita la camiseta saltándole las tetas ante los atónitos ojos del hombre. Su boca babea y Messalina tiene que contenerse a fondo para no burlarse del pobre. Se descalza, baja sus pantalones de licra roja quedando completamente desnuda, colocándose en jarra. Está asombrada, el auxiliar, contemplándola, se ha quedado paralizado y apenas ha desabrochado los botones de la camisa. La chica, sonriendo maternalmente, se acerca, le toca la bragueta y suspira. No se ha corrido, pero si no lo desnuda y lo apura, se correrá en los calzoncillos y eso sí que no, no le gusta lengüetear las miserias en la ropa de otro.

Por fin, con palabras cariñosas y de ánimos, consigue llevarlo a la cama. Nada más tenderse boca arriba, él se sube sobre ella y, en el colmo del chiste, el hombrecillo no consigue meterle su pollita erecta, algo bravía y a punto de explotar. Messalina, siempre melosa, lo toma del cuello y se arrastra lentamente hasta colocar su vulva al alcance del tímido amante, mete su mano derecha entre las piernas de ambos, coge su pene y ella misma se lo introduce apretándose contra su pelvis. Empieza a jadear, a moverse. Él también,  pero desacompasados los dos, la chica con intención de coger la batuta y enderezar el entuerto, el idiota, torpe entre los torpes, que no controla o no sabe. Es lo que entiende la mujer.

-Cariño, tranquilo. No pienses en mí sino que estás con tu mujer ¿La quieres, no?

-Si pienso en ella, chica, me levanto de la cama y me voy. Discúlpame.

La joven continua hablando, besándole el rostro y los labios, esta consiguiendo su objetico cuando la puerta que se abre silenciosamente. Messalina, gritando falsamente por no gritarle al intruso que está a punto de joder su trabajo. Se mueve más que una barca en alta mar. Los nervios la están atacando. No es que sienta vergüenza follar delante de otros, no era ni será la primera vez, está acostumbrada, pero no quiere que el tío que tiene encima se corte en la corrida, coja una perreta y se quede sin los doscientos euros que pagará por el polvo. Ella está completamente abierta, colocando sus piernas por encima de las nalgas del administrativo y, éste, que no sabe que tienen visita, haciendo amagos por follar a una hembra de su calibre. Le pregunta con un gesto de la mano y de sus ojos y Ambrosio, siempre en silencio, con un pliego con letras grandes, le comunica que afuera hay un par de gemelos que quieren follarla. Tiene ganas de tirarle algo a la cabeza por esa gilipillez pero, el enano le indica que detrás hay más. Los dos no se pierden de vista y, éste, zorro cloco, le deja el pliego debajo de la cama y, tal como entro sale, de puntillas, cerrando la puerta en total silencio.

Dicho y echo, el hombre, no ha pasado dos minutos de estar follándola cuando se derrite dentro de su vagina. Mess, gritando exageradamente pero sin apabullarlo, duplica sus embistes indicándole al hombre que ella también está a punto de correrse y que le está gustando. Cuando la saca, ella lo abraza, lo besa y, dejándolo debajo, se afana con rapidez en chuparle la polla para compensarlo y hacer más tiempo. El auxiliar no lo esperaba y se deleita con la felación pero, poco a poco, su polla vuelve a su estado normal, o sea, desaparece casi por entre los pelos de su pubis. Messalina no se desanima, es ducha en esto y, tomándolo de la mano, se dirige al baño de la habitación, abre el grifo del bidet y, al rato se sienta en él invitándolo para que la lave. Y éste lo hace tardando más tiempo de lo que es normal.

-¡Créeme de verdad, tío! Es verdad que has sido rapidillo echando el polvo ¡qué quieres que diga! Pero has conseguido que disfrutara ¡Te lo juro por esta! –Hace la cruz con los dedos índices de sus dos manos y los besa.

Al poco tiempo, cuando ella considera que ya está bien de tanto lavado y sobetes a su coño, se levanta y lo despide con un buen beso de lengua que el hombre agradece de corazón. Lo lleva hasta la puerta de la habitación y lo despide diciéndole que avise a Ambrosio ¡Ese se va a cagar en su puta madre!

Al cerrar la puerta, coge el papel escondido de debajo de la cama y lee:

“Mess: han llegado ahora mismo unos siameses, compañeros míos, que también desean follarte” –Por detrás seguía –“Pero lo quieren hacer juntos, como lo hacen todo en sus vidas, o sea, follando los dos a la ves… ¡TU VAGINA!”

-¡Quééeeeee! ¡¡¡CABRÓÓÓÓÓNN!!!