Las aventuras porno-galácticas de la Calípide 4-3

Tercera entrega de las fantásticas y eróticas aventuras del carguero espacial Calípide IV.

Alien, el octavo pasajero porno.

Diario de a bordo del carguero inter-espacial Calípide IV, fecha estelar: 2 de agosto de 345 de la tercera época.

"Siguiendo órdenes preestablecidas por la Compañía, la nave desvía su rumbo de vuelta al sistema Orión, dirigiéndose a un desconocido planeta de pequeñas dimensiones situado en nuestra ruta, a apenas 324 millones de kilómetros de las rutas comerciales habituales. Entraremos en su atmósfera, de acuerdo con las normas que la Compañía establece en estos casos, e investigaremos la señal inteligente pero primitiva que el ordenador central ha detectado en este deshabitado planeta…"

No me gusta nada tener que desviarme de las rutas comerciales, pero las órdenes de la Compañía son muy claras a ese respecto: cualquier señal de vida inteligente desconocida, debe ser investigada. Claro, a la Compañía le interesa encontrar nuevas especies para explotarlas comercialmente, eso puede generar mucho dinero para ese montón de babosas, pero yo tengo que preocuparme de la seguridad de mi tripulación y de mi nave, y no en ese orden precisamente.

Así que el ordenador se encargó de establecer el nuevo rumbo, dirigiéndonos a ese pequeño y deshabitado planeta, para identificar y encontrar esa fuente de vida desconocida, y, si era posible, recoger un ejemplar para su estudio y posterior transporte a la sede de la Compañía en el planeta Extrión. El trayecto duró poco, y en pocas horas nos encontrábamos descendiendo sobre la superficie del planeta más desolado e inhóspito que había visto en mi vida.

Organicé un equipo de exploración formado por cuatro miembros: un oficial científico proveniente del planeta K´grrel, una felina de Nurial, y dos kragarianos, todos ellos de confianza en misiones de este tipo. Yo misma me uní al grupo y nos dirigimos a ponernos el equipo; nos desnudamos los cinco, todos en la misma sala, y pude comprobar que lo que se decía de los kragarianos era cierto: tienen unas pollas enormes; me quedé mirándoles, relamiéndome y pensando que en el viaje de vuelta esos dos gigantones y yo lo íbamos a pasar muy bien; la felina también estaba muy bien, aunque de otra manera: su raza son como humanos con apariencia gatuna, con pelo suave por todo el cuerpo, una cola como la de los gatos, morro, bigotes y orejas y ojos de gato, tanto las hembras como los machos son fascinantes, pero esta nurialana era soberbia, con dos tetas puntiagudas coronadas por dos pezoncitos rojizos y un coño cubierto por un pelo suave y anaranjado. Todos nos mirábamos unos a otros, el deseo creciendo rápidamente dentro de nosotros mientras nos contemplábamos, pero la voz metálica del ordenador central nos recordó la importancia de la misión y terminamos de prepararnos. Tras ponernos los trajes y los cascos de gravedad cero, partimos hacia el origen de la señal que había captado el ordenador central.

Salimos de la nave y avanzamos con dificultad entre un viento terrible y una oscuridad casi completa. Los focos de los cascos iluminaban el camino, los miniordenadores que llevábamos incorporados en nuestras muñecas nos guiaban, y estábamos en comunicación constante con la nave gracias a los transmisores de los cascos. Por fin llegamos a nuestro destino, una construcción muy extraña. Entramos por una abertura pequeña, y en su interior nos dimos cuenta de que era una nave espacial, abandonada y muy antigua. Seguimos avanzando en dirección a la fuente de la señal de vida. La nave era muy extraña, nada que ninguno de nosotros hubiera visto antes. Por fin llegamos a una sala muy grande, con una extraña neblina casi a ras de suelo. La neblina parecía reaccionar a nuestro contacto, y cuando nuestros focos la atravesaron, descubrimos que el suelo estaba cubierto y lleno de unos curiosísimos objetos que no teníamos ni idea de lo que eran.

Eran ovalados, hechos de tejido orgánico, llegaban hasta nuestras rodillas y palpitaban ligeramente. Al iluminar uno de ellos con los focos vimos que algo se agitaba en su interior. Algo vivo.

K´rrse, el oficial científico, se arrodilló ante uno de esos objetos para observarlo más de cerca y de repente se abrió, como una concha que se abre mostrando al molusco que lleva dentro, quedando su interior al aire. Se asomó a su interior y entonces algo salió despedido y se pegó a su entrepierna. Nos quedamos todos horrorizados por el susto, y antes de que pudiéramos reaccionar, más objetos se abrieron y los seres que dormían en su interior salieron como rayos para pegarse a nuestras entrepiernas. Entonces todo se volvió oscuro y creo que me desmayé.

Me desperté en la enfermería de nuestra nave. Estaba desnuda, sobre una camilla de observación y a mi lado se encontraba el resto del equipo, todos como yo, desnudos y tumbados en camillas. Pero había algo más: los seres que habían salido de los extraños objetos estaban adheridos a nuestras entrepiernas, a nuestros órganos sexuales. Por lo que se ve, habían conseguido quitarnos la ropa sin poder desprender de nuestros cuerpos a estos extraños engendros. Más tarde nos explicarían que habían descubierto que esos objetos eran huevos, y que los seres que teníamos pegados a nosotros eran crías que buscaban calor y alimento mientras crecían y se desarrollaban. En ese momento a mí sólo me preocupaba cómo coño iba a quitarme a ese hijo de puta de alien de mi cuerpo.

Me fijé en el alien, era como una especie de araña grande y blancuzca, con grandes patas, pero sin ni un solo pelo, tenía las patas medio clavadas en mi carne, aunque no me dolía, y un tentáculo alrededor de mi cintura, para evitar que pudiera desprenderlo. Estaba pensando cómo demonios podría quitármelo, cuando de repente noté una sensación muy agradable en mi coño. Algo se deslizaba en mi interior, imaginé que era algún otro tentáculo de ese bicho, largo, ancho y viscoso, que se abría paso dentro de mi chocho, frotándose contra las paredes y provocándome un gusto enorme. Empecé a gemir sin poderme controlar, y vi que el resto de mi equipo se encontraba igual que yo: todos gemían o jadeaban de gusto y placer, en los hombres era como si les hicieran una paja o una mamada increíble, y en nosotras, los tentáculos nos masturbaban sin cesar, constantemente.

El goce que sentía era enorme, el tentáculo se movía dentro de mi coño proporcionándome un placer tan grande, que no creía posible tanto placer; tuve un primer orgasmo, agitándome frenética y gimiendo enloquecida, pero el tentáculo no paró, continuó moviéndose y masturbándome, casi como si me follara. Los orgasmos se sucedían sin parar, uno detrás de otro, ya no controlaba mi cuerpo, mi coño se había convertido en una máquina de producir orgasmos. Todos los fluidos que producía el tentáculo los absorbía, los ingería, y cuantos más jugos producía, más quería ese alien sexual y más me masturbaba para producirlos. Y los otros estaban igual, siendo ordeñados y exprimidos de todo su semen de la manera más lujuriosa. Miré un momento a mi alrededor y pude ver a los dos kragarianos sufriendo violentos espasmos de placer al correrse una y otra vez, con sus aliens chupándoles las pollas sin parar; K´rrse se aferraba con fuerza a la camilla, clavando las uñas en el metal, mientras se corría salvajemente, incapaz de parar o descansar; Mrrmmm, la felina, aullaba y maullaba de placer, lamiéndose las garras, mientras su alien la hacía correrse una y otra y otra y otra vez. La sala retumbaba con nuestros jadeos, gemidos, gritos y aullidos.

Fuera de la enfermería, protegidos tras un cristal protector, la tripulación nos observaba, reunidos alrededor del oficial médico. Más tarde me contaría todas sus conclusiones, que eran que esta raza de aliens se alimentaban del semen que generaban otros seres, y que lo necesitaban para sobrevivir los primeros días de vida, hasta crecer lo suficiente para desprenderse y vivir por su cuenta. Lógicamente, y a pesar del gran placer que nos estaban dando, los aliens lo que hacían era exprimirnos completamente, ordeñarnos como a ganado, hasta que ya no quedara ni una gota, no sólo de semen, sino de todo fluido interno. Nos correríamos sin parar durante esos primeros días de vida de los aliens, día y noche, hasta quedar completamente secos, exhaustos, seguramente perderíamos la cordura. Y todo para alimentar a esos cabrones chupasemen. El problema era su ferocidad, pues no se dejarían separar de nosotros sin luchar, eran mortalmente venenosos, y si eran apartados de nosotros, podíamos quedar en un estado de ansiedad catatónica y sexual permanente. Max, nuestro oficial médico, y el resto de la tripulación estaban muy preocupados y no sabían qué hacer, aunque luego me enteraría que disfrutaron lo suyo viéndonos en ese estado, más de uno se excitó y se corrió en los pantalones, y hasta se organizaron apuestas sobre el número de orgasmos que éramos capaces de tener.

Mientras decidían qué hacer, yo empezaba a sentirme agotada. Habían enviado un equipo de rescate al no recibir comunicaciones nuestras pasado el tiempo reglamentario, y consiguieron encontrarnos, aislarnos y traernos a la enfermería, donde llevábamos tres horas y media. Tres horas y media de placer ininterrumpido. Había tenido 26 orgasmos desde que el alien se pegara a mi coño, y necesitaba descansar, beber algo, pero no podía, el alien seguía masturbándome e ingiriendo todos mis jugos. Incluso desprendían algún tipo de hormona que excitaba a su víctimas, y así tenerlas más cachondas todo el rato. Si hubiera querido idear una nueva y terrible tortura, no se me habría ocurrido nada mejor.

Me dijeron que fue a Luga, uno de los oficiales, a quien se le ocurrió la idea. Propuso atraer de alguna manera a todos esos aliens y tenderles una trampa en la que pudieran caer. Nadie sabía cómo hacer esto, pero él tenía la idea: llamó a Luxuria, nuestra oficial cocinera, una enorme hembra del sistema Chochix, perteneciente a una raza famosa en toda la galaxia por sus cuerpos de matrona, con gigantescos pechos; Luxuria medía más de dos metros y pesaba cerca de 250 kilos, decían que follar con ella era toda una experiencia, aunque yo nunca lo había experimentado; por supuesto que me encantaba montármelo con otras hembras, pero a Luxuria aún no la había catado, sólo sus guisos, y tenía que reconocer que cocinaba de primera. En fin, la idea consistía en atraer a los asquerosos aliens con el cuerpazo de Luxuria, y atraparlos cuando se desprendieran de nosotros.

Y funcionó. Cuando los aliens sintieron la presencia del cuerpo gigantesco de Luxuria y las posibilidades de fluidos que había en su interior, no pudieron evitar la tentación de desprenderse de nosotros y arrastrarse hacia ella. La tripulación estaba preparada y los atrapó a todos antes de que llegaran a Luxuria, quien protestó al quedarse sin que uno de esos asquerosos seres la chupara el coño, dijo que hacía tiempo que no se lo comían en condiciones. Nos levantamos de las camillas con dificultad, a todos nos temblaban las piernas, estábamos casi deshidratados, y los coños o las pollas nos goteaban jugos o semen. Habíamos sobrevivido por los pelos, y sin embargo los cinco teníamos unas sonrisas en la cara que nos durarían mucho tiempo.

Atrapamos a los cinco aliens con vida, con lo que la Compañía estaría muy contenta, y eso se reflejaría en nuestras nóminas, seguro que nos caía una buena gratificación a todos. Aunque en un descuido del oficial científico, decidí alterar los datos y apunté sólo cuatro aliens capturados. El quinto decidí quedármelo para mí y guardarlo en mi cabina. Nunca se sabe cuando una comandante puede necesitar una buena comida de coño en esos viajes estelares tan largos y aburridos.