Las Aventuras Eróticas de Samantha: En el Avión
A mis 18 años era todo un reto dejar mi casa y marcharme a Milán para asistir a la Escuela de Arte, pero estaba decidida. Lo que no me imaginaba era el descubrimiento sexual que iba a realizar en esta aventura que comparto con vosotros/as.
Por fin llegó el día de partir rumbo a Milán. Iba a echar de menos a mis padres y a mi hermanita, pero, a mis 19 años, no podía rechazar ver mi sueño hecho realidad y asistir ala Academiade Arte.
El vuelo se haría eterno desde California, casi 14 horas ya que haría escala en París, mi otro sueño. Me entretuve escuchando música, leyendo mi novela y durmiendo a ratos. Mi libro era muy excitante. Una historia de amor juvenil con buenas dosis de sensualidad y erotismo. El protagonista, Jason, acompañaba a su pareja a casa después del baile del instituto y los besos en el portal eran cada vez más excitantes. Según iba pasando las páginas mi temperatura iba subiendo. Todo el mundo dormía, todos, incluido el chico que se sentaba a mi lado, alto, moreno y que se había pasado el viaje durmiendo.
Apagué la luz que iluminaba mi libro y me recosté sobre mi almohada para intentar dormir un poco. Pero los besos de Jason me tenían excitada y mi tanga se había humedecido mucho. Me tapé con la mantita y deslicé mi mano bajo mi falda, replegándola hasta mi cintura. Tuve que morderme el labio para no gemir al deslizarme bajo el tanguita. Mi sexo ardía y se deshacía en mi mano. Empecé a tener mucho, mucho calor. Me giré sobre mi asiento, dejando mi culo junto al chico dormido. Así podría meterme dos deditos más cómodamente. Las yemas de mis dedos separaban mis labios y frotaban mi perla un par de minutos y me decidí a penetrarme.
Mi calor se tornó en sofoco cuando, de repente, un dedo del chico acarició una de mis nalgas bajo la manta. Pensé que sería un desliz, que seguía dormido, pero empezó a acariciar mi culo más descaradamente, con la mano abierta. No lo pensé un segundo y me ofrecí abiertamente a él. Se metió bajo la manta y me abrazó encajando su sexo en mi trasero mientras una de sus manos me rodeaba para masturbarme. Me quería morir, a cientos de metros sobre el Atlántico, entregándome por primera vez a un desconocido que besaba y lamía mi cuello elevándome aun más alto. Su erección me tenía enloquecida y pensé en acariciarla, pero se me adelantó cogiendo mi mano y llevándola a su entrepierna. En cuanto la tuve desnuda en mi mano la froté despacio. Era bien grande, nada que ver con la de mi último novio. Era gruesa, venosa, con su glande hinchado. Levanté uno de mis muslos y separando el cordón de mi tanga la encaré en mi sexo. Nada más sentirla posarse la quise dentro, bien dentro y de eso se encargó él, a fondo, agarrando mis pechos bajo mi vestidito rojo, estrujándolos salvajemente. Pero así me sentía, salvaje.
Vi que al otro lado del pasillo un chico nos grababa con su móvil, pero no me importó, de hecho, si en vez de grabar se hubiera unido le habría hecho una buena mamada al mismo tiempo. Solo quería sexo, sentir las embestidas más fuertes. Me levanté sacándosela de mis entrañas y me fui al baño mirando a mi amante, rogando para que me siguiera.
Entré y al minuto entro él. Al segundo caí a su verga y me la metí en la boca, lamiéndola ansiosa, succionando cada vez más fuerte hasta que su leche brotó en mi boca, cayendo por mi garganta. Y seguí lamiendo hasta endurecerla de nuevo. Me apoyé en el mini-lavabo separando mis piernas y me la clavó sin dilación. Gemí. Fuerte. Pero ya no tenía pudor con su pene entrando y saliendo de mí. Me azotó las nalgas un par de veces mientras no dejaba de darme caña, sin descanso, sudando en un mar de jadeos. Alguien golpeó la puerta. Una azafata. Pero no se detuvo, aceleró hasta hacerme tener un orgasmo brutal adornado con su miel llenándome. Nos quedamos un minuto exhaustos, vistiéndonos...y salimos, empapados, ante la mirada crítica de toda la tripulación y pasajeros bien despiertos.
El viaje finalizó y no volví a ver a ese chico. Mi primera experiencia en un avión...y algo me decía que en Milán tendría muchas más.