Las aventuras de un galán conquistador (01)
Carlos no sabía en lo que se metía cuando "conquistó" a Clarisa. A pesar de parecer muy a gusto con los intentos de Carlos de "pasar a mayores", Clarisa mantenía una cierta ambigüedad y reticencia que Carlos no sabía como vencer.
Las aventuras de un galán conquistador 01
Por mazoqui.
Carlos no sabía en lo que se metía cuando "conquistó" a Clarisa. A pesar de parecer muy a gusto con los intentos de Carlos de "pasar a mayores", Clarisa mantenía una cierta ambigüedad y reticencia que Carlos no sabía como vencer.
Hasta que en el momento en que nuestro héroe estaba por pegarse un balazo en la sien, ella hizo una leve sugerencia, en el sentido de que a ella le gustaban algunas cosas "un poco raras", que no sabía si a Carlos le podían caer bien. Él se sintió algo desconcertado. Clarisa parecía una mujer perfectamente correcta, tanto por su modo de vestir como por sus gestos. Aunque un aire en ella decía que las cosas serían como a ella le gustaba, o no serían. Mientras él pensaba a todo trapo, devanándose los sesos para adivinar cuales serían las "cosas raras" a las que la hermosa mujer aludía, Carlos le tomó una mano a través de la mesa, que ella le permitió, pero sin reaccionar como si la cosa le importara, mientras él la interrogaba apasionadamente. Él no sabía como llevar ese interrogatorio, ya que las preguntas demasiado directas, al estilo de "por donde te gusta que te la metan" no condescía con el estilo de charla que, por su estilo sobrio, ella imponía.
- Hay ciertas cosas que son difíciles de explicar con palabras- dijo ella, con suavidad. Carlos no supo qué decir y se quedó con la boca abierta. Y ella, tomándose su tiempo, agregó: -quizá sea mejor que te muestre sin palabras - Y tomándolo de la mano lo condujo hasta la casa de ella, que estaba al lado de la confitería en la que se encontraban.
Una vez que se encontraron en el living de la casa, Clarisa le indicó que se tendiera boca arriba en el sofá. Y luego, moviéndose despaciosamente se sentó sobre el pecho de Carlos, acomodando, poco a poco, su cola hasta poner la bombacha que cubría su intimidad, sobre la boca del muchacho.
Completamente dominado por el peso y la seducción de la mujer, a Carlos no le quedó otra cosa que oler las intimidades de la dama, a través de la bombacha. Ella se quedó un largo momento disfrutando su situación de poder, y luego comenzó a darle leves contracciones de sus muslos, que hicieron los olores de su tierna intimidad invadieron sus fosas nasales, con el suave masaje que su bombacha hacía, debido a los movimientos de sus muslazos.
Demás está decir que Carlos, en breves momentos había desarrollado una erección fenomenal dentro de sus pantalones.
Ella pareció no advertirlo, pero sus frotaciones pélvicas fueron aumentando lentamente su frecuencia e intensidad. Y él no podía ni siquiera tocarse.
¿ves ahora cuales son las "cosas raras" que te decía que me gustan?-
mmmffff- gimió Carlos desde su total sumisión.
La bombacha de Clarisa estaba completamente mojada, y ella refregaba sus jugos sobre la cara de nuestro héroe, que sólo olía, lamía y chupaba.
Clarisa había comenzado a jadear, y lo hacía cada vez más fuerte, como sus restregadas al rostro de Carlos, que eran cada vez más violentas. Él estaba ya en estado de éxtasis y al sentir que ella iba camino a correrse, quedó completamente entregado a la paliza que ella, con su intimidad le estaba dando a su cara.
Sin que siquiera pudiera pensar en eso, su polla estalló dentro de sus pantalones, al tiempo que ella se corría escandalosamente, con una catarata de jugos en la cara de nuestro galán. Fue tan grande la acabada de ella, que Carlos pensó que le había meado la cara. Pero no, eso vino a continuación.
Con total tranquilidad, Clarisa, corrió su bombachita a un costado y le meó la cara con desenfado, sabiendo que él estaba a su merced. Pero tuvo la gentileza de embocar la mayor parte de sus chorros, que fueron muchos, en la boca de su, ahora, enamorado.
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