Las aventuras de un chico en una escuela católica
Andy se niega a ser la puta de Marcus, así que comienza a idear un plan para deshacerse del él. Capítulo 4: Aliados y victoria. FINAL.
N.A.: Esta historia es un producto de la imaginación del autor. Es una fantasía. Por lo tanto es completamente ficción. Nunca pasó. Eso no significa que apoye o condone los actos que aquí son descritos. El autor no quisiera que este tipo de situaciones ocurrieran en la vida real. SÓLO ES UNA HISTORIA, ¿VALE?
Agradecimientos: cokrin, Calisto, jadoy, 3dimension, tpnt12 y gatita1028 po sus comentarios en la parte anterior.
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Las desventuras de un chico en una escuela católica
Por Anna S.
Traducido por Nino Cloudz
Capítulo IV. Aliados
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Las sesiones de Andy con los ‘amigos’ de Marcus continúan de manera regular, todos los fines de semana. Después de la primera reunión, los rumores habían pasado de boca en boca, o quizás la publicidad de Marcus había dado resultados, porque para la segunda sesión se habían apuntado casi una docena de hombres. Después de aquella orgía, Marcus había limitado el número de participantes a ocho, porque una cantidad mayor era realmente imposible de contener en el sótano, y tampoco les dejaba mucho tiempo a todos para follar con Andy por lo menos en una ocasión. Andy siente genuina curiosidad por las excusas que Marcus le inventa a sus padres para meter a gente nueva en su casa cada fin de semana.
Y aunque era obvio que a Andy le seguía fascinando que lo penetraran mientras chupaba pollas hasta que le eyacularan en la boca, odia los fines de semana con toda su alma. Ya ni siquiera era follar por el placer; y lo que más le incomodaba era que no tenía ningún control sobre ellos. Era incapaz de detenerlos cuando empezaba a doler, o cuando se sentía abrumado; y lo peor de todo era cuando sentía muchas ganas de correrse, pero no podía.
Fiel a su palabra Marcus continuaba siendo el guardián de la llave. Era su rehén. Después de un mes de ser follado sin la capacidad de correrse, Andy finalmente se traga su orgullo y le ruega que lo libere, sólo para hacerse una paja rápida. Lo que sea.
El chico solamente lo mira de forma despectiva.
-No lo necesitas. Hace una semana te viniste mientras te la metían por el culo, ¿no? Escuché a uno de los chicos decirlo.
Era verdad. Andy estaba tan reprimido que había comenzado a correrse cuando tenía una verga entre las nalgas. Le había pasado por primera vez durante su tercera sesión; un repentino empujón por encima de su próstata había provocado que sus esfínteres se apretaran imposiblemente alrededor de la polla que tenía adentro, al mismo tiempo que su semen escurría a través de las barras de acero inoxidable, manchando las bragas que tenía envueltas alrededor de sus muslos. Como Marcus seguía negándole un orgasmo, había comenzado a suceder cada vez más seguido.
Correrse ni siquiera es lo que desea, no es lo que desesperadamente anhela, sino que el simple acto liberaría un poco del peso que se ha estado acumulando en su pecho. Había llegado al punto de meterse sus propios dedos de forma periódica para liberar un poco de esa presión.
Además, después de cada sesión, terminaba terriblemente adolorido. Al principio Andy había tratado de cancelar las reuniones con sus compañeros del colegio. Por mucho que amara complacer a los chicos de su escuela, y aparte también al señor Ramiel, simplemente se había convertido en algo difícil de tolerar. Pero después de dos días de evitar a los alumnos, había recibido un severo mensaje de parte de Marcus, en donde le advertía que debía seguir manteniendo las apariencias con los demás; y lo había amenazado con cosas horribles si no hacía lo que él decía.
Así que toda la semana se la pasaba complaciendo a todo el mundo.
Se trasero se ha ido acostumbrando a las penetraciones y a los diferentes tamaños de pollas, hasta el punto donde, si no tenía una erección enterrada en el culo, se sentía vacío.
-Dime lo que quieres que haga y no me negaré,- persiste, mientras Marcus abre la puerta de su sótano aquella tarde de sábado. Ha sido un mes demasiado largo.- Dijiste que te quedarías con mi llave como una especie de seguro. Creo que ya es bastante obvio que no huiré, y tampoco te delataré. ¿Qué debo hacer para que abras la cerradura? Si quieres quédate con la llave, sólo dame la oportunidad de hacerme una paja. Te lo ruego, por favor. Tenme un poco de piedad.
Marcus se da media vuelta para observarlo, y le dedica una mirada escéptica de arriba abajo. Frunce el ceño ligeramente, como si estuviera pensando.
-Está bien,- dice, después de un momento.- Si el día de hoy me demuestras que lo que estás haciendo en realidad sí te gusta, pero de verdad tienes que convencerme de que lo disfrutas, entonces lo consideraré. Algunos de los chicos se han estado quejando, y piensan que no te gusta lo que te hacen. A la mayoría no les interesa tu placer, pero no quiero perder clientes por tu culpa, solamente porque te duele o te sientes incómodo.
-Gracias,- dice Andy con los dientes apretados, aunque le irrita profundamente tener que agradecerle por ser menos cruel de lo que tiene costumbre.
Después de cambiarse en el baño Andy toma su posición habitual en la otomana, boca abajo y con la lámpara de luces tenues por encima de él; aprieta los dientes cuando Marcus lo penetra con el vibrador, el cual se ha convertido en una parte esencial en sus encuentros. Y entonces esperan a que todo comience. No dice ninguna palabra mientras el consolador se menea en su interior. Las últimas semanas la intrusión se había convertido en algo menos mortificante debido a que Andy se tomaba parte de su mañana para prepararse antes de ir a la casa de su compañero.
Cuando llegan los primeros adolescentes y van bajando por las escaleras del sótano, en lugar de quedarse quieto y esperar a que comiencen a penetrarlo, Andy mira por encima de su hombro con una sonrisa encantadora en la cara y les dedica un guiño, justo antes de llevar sus manos hasta el dobladillo de su falda y levantarla lentamente hasta revelar el bulto que hace la base del vibrador por debajo de sus bragas, dejando muy poco a la imaginación de que lo que hace entre sus nalgas. Se da una nalgada por encima de la tela y menea sus caderas de una forma sugerente.
-Por fin llegan,- dice con su mejor tono seductor.- Mi culito se estaba sintiendo impaciente con la espera. Por favor, no aguanto más… necesito que sus pollas estén dentro de mí.
Con un poco de vergüenza puede ver que en las caras de los chicos se esparcen sonrisas enfermizas y crueles. Uno de ellos estira una mano hasta tocar la base del vibrador y con la palma lo empuja de forma abrupta, tan profundo como puede dentro del trasero.
-¿Ah, sí?- pregunta. Andy suelta un gemido para alentarlo.
-Fóllame duro con el vibrador, si quieres. Honestamente, mientras más adentro me lo metas, más me gusta.
-Que guarro,- dice el otro chico.- Suena como a un reto.
Lo que le sigue es la sesión más agotadora que Andy haya tenido que soportar. Muchos de los hombres han llevado sus propios juguetes, y los gemidos los toman como una invitación para que penetren su trasero con tantos como puedan. En un punto uno de los hombres folla con Andy al mismo tiempo que tiene dos consoladores adentro. Siente que va a ser partido a la mitad. Pero no se atreve a hacer muecas de dolor o a demostrar que se siente incómodo. En lugar de eso, cierra los ojos y aprieta los dientes al tiempo en que dice:
-¿Y qué hay de mi boca? Por favor, mi trasero está muy lleno, por lo menos quiero tener una polla entre mis labios. Me fascina chuparla mientras me la meten.
La reunión se convierte en las más duradera de todas. Las palabras de Andy parece que excitan muchísimo a los hombres y muchos de ellos se corren en su trasero en más ocasiones a las que está acostumbrado. Cuando no le están metiendo la polla, lo penetran con los juguetes, le besan los pezones, el abdomen o el cuello, o le dan nalgadas hasta dejarle roja la piel
-¿Te gusta que te la meta?- pregunta uno de los hombres al mismo tiempo que empuja sus caderas contra el trasero del adolescente y le entierra su erección tan profundo como puede. Otro de los hombres le está separando las nalgas para que su compañero pueda ir aún más profundo.- Te encanta mi verga, ¿verdad, putito?
Andy no puede evitar soltar un grito involuntario cuando uno de ellos le muerde un pezón de manera suave.
-Por favor, dame más. Mi cuerpo es tuyo. Haz lo que quieras con él. Pero, por favor, no dejes de metérmela. Me encanta tu polla.
Eso, por supuesto, conduce a sexo más rudo: más mordidas a través de su cuerpo, más nalgadas, más penetraciones duras.
Cuando los hombres terminan y se cansan de usarlo, ya es muy entrada la tarde, y Andy se encuentra acostado boca arriba sobre la otomana. Su cuerpo está cubierto de semen. Respira profundamente, tratando de recobrar el aire y voltea su cabeza para mirar a Marcus, quien, como es costumbre, está leyendo en la pequeña sala.
-¿Y bien?- le pregunta para llamar su atención.- He hecho lo que me dijiste.
Marcus levanta la mirada de su libro y pone los ojos en blanco. Pone un separador de hojas en la página que está leyendo y lo deja sobre la mesita central.
-Está bien,- dice, a regañadientes.- Supongo que cumpliste tu promesa. Parece que mis clientes la pasaron muy bien. Les fascinó que les rogaras como una verdadera puta,- murmura, y se levanta de su asiento para dirigirse hacia la pequeña alacena. Andy suelta un suspiro de alivio y cierra los ojos, apenas es capaz de moverse.
Unos segundos después escucha que los pasos de Marcus caminan en su dirección, y Andy de repente abre sus ojos cuando Marcus lo agarra por detrás de las rodillas para levantarlas y separarlas en el aire, para después deslizar el vibrador morado entre las nalgas. Andy suelta un gemido, más de sorpresa que de dolor, cuando Marcus lo enciende.
-¡¿Qué demonios?!- grita Andy, pero Marcus, una vez más, regresa a su sillón. Una vez ahí voltea a mirar a Andy y sonríe mientras se encoge de hombros.
-Ya quedamos en que puedes correrte mientras te follan por el trasero, así que date. Ese fue nuestro trato.
Andy suelta un gruñido, demasiado encabronado como para maldecirlo en voz alta. Dirige una mano entre sus piernas y agarra la base de consolador, buscando a ciegas con sus dedos hasta que encuentra el interruptor que apaga los movimientos. Afortunadamente el juguete deja de vibrar, cesando la tortura que provocaba sobre su ano adolorido. Y entonces comienza a sacarlo poco a poco, pero la maniobra y el tamaño de objeto inducen un ligero roce por encima de su próstata y le provocan un gemido de placer de manera involuntaria.
Está a punto de correrse, y prácticamente puede saborear su orgasmo. Esa tarde ha sido follado tan duro que ya no puede soportarlo. Y casi en contra de su voluntad, vuelve a penetrarse con el consolador de manera suave, presionando su próstata durante el proceso una vez más. El placer lanza rayos de electricidad por todo su cuerpo; y su polla escurre preseminal inútilmente dentro de la jaula.
Dentro de su mente suelta varias maldiciones contra Marcus, al mismo tiempo que agarra firmemente la base del consolador y comienza a follarse a sí mismo. No le toma mucho tiempo; con movimientos rítmicos y delicados presiona su próstata con el juguete una y otra vez, retorciéndose de placer sobre la otomana, su cuerpo cansado. Cada vez que el consolador encuentra el punto exacto separa sus muslos, como dándole la bienvenida a ir más profundo. Andy cierra los ojos fuertemente y trata de fingir que Marcus no se encuentra ahí, quien seguramente se está riendo de él, por lo patético que es, ya que para correrse se tiene que follar a si mismo. Andy suelta un gemido.
Al menos su humillación es muy corta, tomando en cuenta lo estimulado que está. Después de unos minutos de empujones finalmente se corre, derramándose a través de las barras de su jaula, satisfecho, pero terriblemente frustrado al mismo tiempo. Con una mueca de dolor Andy desliza el consolador fuera de su culo, sintiendo cómo su ano se aprieta alrededor del juguete en protesta por su abandono. Finalmente, su cuerpo renuncia a regañadientes al juguete y Andy lo deja caer en el suelo. Abre los ojos y voltea a mirar a Marcus, quien le está mirando con una expresión burlona y condescendiente.
-Te odio,- le dice Andy.- Eres un puto bastardo, ¿lo sabías?
-¿Y qué piensas hacer al respecto?- se burla Marcus. Y como Andy no tiene ninguna respuesta se levanta de su asiento.- Ve a limpiarte. Te llevaré a casa.
*
Las palabras de Marcus hacen una cicatriz en su mente. ¿Qué piensa hacer al respecto? Las cosas no podían continuar de esa manera; no había forma en que fuera un esclavo sexual para siempre. Además, sólo era cuestión de tiempo para que los chicos comenzaran a pedirle cosas más extremas a Marcus, cosas que serían imperdonables.
Las vacaciones de navidad estaban cerca, y Andy había escuchado que Marcus estaba promocionando un maratón sexual de fin de año. Si Andy planeaba salir de esa situación, lo tenía que hacer pronto.
¿Pero qué podía hacer? Marcus lo tenía bien amenazado. Sabía cuál era su secreto. Tenía la llave en su poder. Tenía fotografías de él desnudo, con juguetes sexuales enterrados en su trasero. Todo lo guardaba en su celular y quién sabe en qué otras plataformas. En la escuela todos los profesores lo amaban.
La problemática rondaba en la cabeza de Andy incesantemente, sin solución. Hasta que finalmente, un día, la pequeña luz de una idea comenzó a brillar.
La primera chispa de inspiración sale de una fuente bastante inesperada. Andy está sentado en su clase de inglés, como siempre, cuando la profesora les pide que se emparejen con alguien para leer el capítulo asignado de su libro semanal y discutir cuál era significado que había querido expresar el autor. Andy camina por el salón para sentarse al lado de su compañero asignado y pone el libro entre los dos, abriéndolo y comenzando a leer en voz alta.
El chico con el que lo emparejan es un adolescente rubio, bastante atractivo, con el que casi nunca ha cruzado palabras. Aunque está bastante seguro de que su nombre es James, pero es lo único que sabe de él. James está sentado silenciosamente mientras Andy lee; acerca su silla para estar más juntos y finge estirarse para, casualmente, deslizar una de sus manos entre el respaldo de la silla y su espalda, posicionando sus dedos a unos cuantos centímetros del dobladillo de la cintura de la falda.
Andy tartamudea levemente en algunas palabras, pero continúa leyendo. James se inclina hacia adelante, aparentemente para mirar mejor las palabras que Andy está leyendo, y murmura en voz baja:
-Dime, Andy, ¿los rumores sobre ti son ciertos?
Andy deja de leer, pero no hace ningún movimiento. Sus dedos se aprietan en los bordes del libro hasta que sus nudillos se ponen blancos.
-¿Qué rumores?- pregunta, de forma muy calmada.
Se encuentran en la parte trasera del salón de clases; nadie está detrás de ellos para ver la forma en la que James mete su mano debajo de la ropa, hasta que sus dedos se sumergen por debajo del elástico de las bragas. Como están hablando muy bajito, nadie los escucha tampoco.
-Sí,- susurra el chico, mientras la punta de sus dedos se deslizan por la abertura entre las nalgas.- Los rumores que cuentan sobre lo que haces con algunos chicos después de clases, en el salón 402, ¿sabes? La mayoría de las veces los rumores que esparce Marcus son puras mentiras, porque la mayoría ni siquiera son creíbles, pero los tuyos los cuentan muchos de mis amigos más cercanos. Ellos dicen que…- Los dedos se entierran un poco más entre las nalgas, hasta estar peligrosamente cerca del ano.- … tienes la mente abierta, para hacer ciertas cosas que la mayoría de las otras chicas no se atreven.
Andy no le responde, y se muerde el labio inferior. James parece interpretar su gesto como un permiso para continuar, así que su dedo medio prueba a ir más profundo, abriéndose paso entre las nalgas hasta que encuentra la entrada, la cual sigue un poco húmeda por el lubricante y el semen del señor Ramiel. Con mucha facilidad el dedo se resbala al interior del ano, encontrando muy poca resistencia por parte de los esfínteres.
James sonríe y dobla sus nudillos, provocando que Andy suelte un pequeño gemido y se muerda el labio aún más fuerte. Su mirada se dispara frenéticamente hacia la aburrida monja que se encuentra al frente de la clase, pero al parece está enfrascada en la lectura junto con los demás alumnos. Nadie los está mirando. Ninguno de sus compañeros voltea para observarlos, provocando que James le entierre un segundo dedo, empujándolos tan profundamente como se lo permite la ropa y el ángulo de su mano.
Andy deja salir un gemido suave y apenas audible, pero es suficiente para provocar que la chica que tienen al frente voltee la cabeza sobre su hombro para dedicarles una mirada de sospecha, con una ceja levantada. James le devuelve el gesto y también levanta una ceja, antes de que la chica regrese la mirada a su libro y continúe leyendo con su compañero. Tan pronto como nadie los mira, James comienza a deslizar sus dedos hacia afuera y hacia adentro del agujero con movimientos suaves, pero firmes.
-Será mejor que continúes leyendo,- susurra James.- Si no la gente comenzará a sospechar que algo anda mal.
Andy traga saliva.
-¿Por qué mejor no lees tú?- Trata de que su tono suene molesto, pero le sale más como una súplica.
-Tú eres la que tiene el libro entre las manos,- le señala el otro chico.
Andy suspira profundamente, y entonces reanuda la lectura con voz más tenue. Su voz tiembla un poco cuando James se acomoda para meter su mano completa debajo de las bragas. No es demasiado; su mano no tiene el ángulo indicado, así que las penetraciones son pequeñas y poco profundas. Tampoco provocan que Andy suelte más gemidos involuntarios, así que no atraen la atención de más personas. Aun así, los dedos se frotan muy cerca de su próstata, lo que provoca que a Andy le sea muy difícil concentrarse.
-Aquella noche soñé que me sentía muy mal. Que me moría despacio, con cada fibra. Un horrible dolor en el pecho; y cuando respiraba, la cama se convertía en espadas y vidrios. Estaba cubierto de sudor frío, sentía ese espantoso temblor de las piernas que ya una vez, años atrás… Quise gritar, ¡para que me oyeran!- Andy jadea al mismo tiempo que James lo penetra con sus dedos de forma más brusca.- Tenía sed, miedo, fiebre; una fiebre de serpiente, viscosa y helada. A lo lejos se oía el canto de un gallo y alguien, desgarradoramente, silbaba en el camino. Debí soñar mucho tiempo, pero sé que mis ideas se tornaron súbitamente claras y que me incorporé en la oscuridad, temblando todavía bajo la pesadilla….
Antes de que Andy pueda continuar, James encuentra su próstata. Andy tiene que detenerse para apretar los dientes y evitar gritar de placer en frente de toda la clase. James sonríe de forma engreída, se ha dado cuenta de que ha encontrado el punto perfecto, así que vuelve a empujarse contra él. En esa ocasión Andy no puede evitar solar un gemido ante la sensación, pero milagrosamente el sonido es ahogado por la campana, que suena al mismo tiempo indicando que la clase ha terminado.
-Muy bien chicos,- dice la monja al frente del salón.- Recuerden en donde se han quedado. Continuaremos con este ejercicio el día de mañana.
Mientras sus compañeros se dispersan, los dedos de James desaparecen del culo de Andy tan suave y delicadamente como se los había insertado.
-¿Qué te parece si tú y yo continuamos con lo que estábamos haciendo esta tarde en el salón 402?- murmura James sobre la oreja de Andy.- Debo confesar que es un verdadero placer descubrir que por lo menos uno de los rumores de Marcus es verdad.
Andy siente un escalofrío recorrer su espalda, y da un trago de saliva antes de recuperar su voz.
-Ahí t-te veo.
*
El encuentro se queda grabado en la mente de Andy y no desaparece. No por lo prohibido de la situación, sino por lo que James le había dicho acerca de los rumores de Marcus.
Al día siguiente su compañero de lectura le vuelve a introducir los dedos entre las nalgas mientras ‘leen’ juntos, y Andy se siente complacido de que el chico vuelva a repetir, incluso después de habérselo follado muy duro la tarde anterior.
Las palabras de James le hacen pensar en todos los rumores que Marcus ha inventado de otras personas, y en lo que podría haber detrás de ellos.
Pero lo más importante de todo, es que le hacen pensar en Rachel, es una chica que se sienta a su lado en la clase de diseño gráfico, en donde es la mejor alumna por sus habilidades sin comparación en Photoshop. Pero más que eso, Rachel es la chica que le había advertido sobre Marcus en su primer día de escuela.
Hay un montón de rumores acerca de ella – muchos son perversos, pero la mayoría son contradictorios – los alumnos cuentan que es una lesbiana que abusa de mujeres, que ha quedado embarazada cinco veces y que todos los ha abortado, o que se la había chupado al director de la escuela para asegurarse el primer lugar de calificaciones en su grado.
Después de lo que James había dicho, era dolorosamente obvio para Andy de donde habían salido aquellos rumores. ¿Hasta qué punto había dejado que Marcus la tocara? Se pregunta. ¿Se había rehusado a tener sexo con él y había comenzado con esos rumores como venganza? ¿O se había acostado con ella y después había manchado su reputación de todas formas?
A pesar de la obvia falsedad de los rumores, la gente evita juntarse con ella. Parece que no tiene ningún amigo. Y considerando lo asqueroso de la situación, lo maneja bastante bien; siempre camina con la cabeza bien en alto y con un aire que hace dejar claro que no le importa una mierda lo que piensen los demás. Se pregunta por cuánto tiempo han existido sus rumores, y cuánto tiempo le ha tomado aprender a vivir con ellos.
Andy comienza con una pequeña sonrisa, un cumplido acerca del impresionante trabajo de Rachel en Photoshop en su clase de diseño gráfico. Al principio parece realmente sorprendida de que alguien le esté hablando, pero unos segundos después le devuelve la sonrisa. El gesto parece casi sarcástico en ella, como si estuviera esperando un insulto inminente, aunque, de una forma extraña, eso la hace aún más encantadora.
En el transcurso de los siguientes días, continúa hablando con ella. Lo suficiente como para llegar a la inevitable plática acerca de Marcus y para confirmar sus sospechas: había dejado que le metiera mano, después lo había rechazado cuando había querido ir más lejos y después de eso habían comenzado la marea de rumores en su contra.
Al principio, Andy cree que quizás ella sea la única que odie a Marcus tanto como él, pero conforme continúa la plática, se entera que la mitad de sus compañeras han tenido que lidiar con las asquerosas formas del chico en más de una ocasión. Y, aparentemente, incluso algunas lo habían reportado, pero nunca nada había avanzado en su contra porque todo se limitaba a rumores y la palabra de uno contra otro. Al parecer ninguno de los profesores se inclinaba a creer tales atrocidades de un ‘estudiante modelo’, todo eran reclamos injustificados. Especialmente cuando la mayoría de las chicas habían sido sometidas voluntariamente, antes de que todo se fuera a la mierda.
Un plan comienza a formarse en el fondo de su mente. Cuanto más habla con Rachel, se vuelve más sustancioso y práctico. Desafortunadamente, no es algo que pueda hacer él solo. Tiene que encontrar al menos a un aliado más para que su plan funcione. Y eso implicaría dar un salto de fe.
*
Es una fría mañana de diciembre, dos meses después de que Marcus hubiera descubierto su secreto. La escuela es cálida y calma. El señor Ramiel se abre paso a través de los pasillos en dirección a su oficina. Andy va detrás de él. Falta una hora antes de que comiencen las clases. Una vez adentro, el profesor cierra la puerta detrás de ellos, y le pone el seguro para tener mejor privacidad. Se sienta sobre su escritorio y le dedica una mirada expectante al adolescente.
-¿Te encuentras bien?- le pregunta.- Esta mañana te noto muy nerviosa.
Andy da un trago de saliva y envuelve sus manos en dos puños.
-Hay… hay algo que quiero confesarle, profesor. Que quiero mostrarle, quiero decir. Pero… estoy un poco asustada. Y necesito… necesito que me prometa que guardará mi secreto. De verdad necesito su ayuda.
El señor Ramiel le dedica una mirada dudosa, su expresión es inescrutable. Al final asiente con la cabeza.
-Muy bien. Es mi deber ayudar a estudiantes en problemas. ¿Qué es lo que pasa?
Andy toma un suspiro muy profundo y después deja salir el aire lentamente. Y entonces se levanta la falda.
Los ojos del señor Ramiel se deslizan inminentemente hacia el obvio bulto entre las piernas, el cual está acunado apretadamente dentro de las bragas. Incluso con la jaula conteniendo gran parte del volumen, se nota que no pertenece a los genitales de una mujer. Una de las cejas del profesor se levanta ligeramente. Y por si le quedaba alguna duda, Andy suelta la falda con una mano para bajarse la ropa interior, la cual resbala hasta sus tobillos, exponiéndose, completamente desnudo. Ante la vista de la pequeña jaula de metal que aprisiona la polla, ambas cejas del cura se levantan con sorpresa.
Andy espera a la reacción del hombre y no dice nada.
Como el señor Ramiel parece haberse quedado mudo, los nervios de Andy comienzan a electrificarlo, hasta que finalmente no puede soportar el silencio.
-¿Está sorprendido?
-Para serte sincero ya lo sospechaba,- contesta el señor Ramiel.- Desde hace varios días he estado recolectando pistas, sobre todo porque eras muy cuidadoso en ciertas posiciones. Aunque lo de la jaula debe tener una historia digna de ser contada.
Andy se muerde el labio inferior y deja caer su falda para después subirse las bragas.
-¿Entonces no le molesta?- pregunta, de forma nerviosa.- Es decir, al final de cuentas soy un chico y… ya sabe, eso significa que…
El profesor se levanta de su escritorio y da un paso adelante para estar frente a la cara de Andy. Pone unas manos consoladoras sobre ambos hombros del chico, acariciando levemente con los pulgares hasta que Andy finalmente levanta la cara para mirarlo a los ojos. El señor Ramiel le está sonriendo; es una sonrisa indulgente y paternal. Los hombros del adolescente se relajan.
-El hecho de que seas un chico solamente provoca que quiera tenerte de rodillas más seguido,- dice. Y utiliza sus manos para empujar a Andy hacia abajo. El chico casi pierde el balance, pero se las arregla para quedar arrodillado frente a su profesor. Se ve forzado a levantar las manos para agarrarse del cinturón del hombre y encontrar un poco de estabilidad. Una vez que se encuentra abajo, las manos del profesor se mueven de los hombros hacia su cabello. Y con el agarre de varios mechones empuja la cabeza hacia el frente de su pantalón, donde su polla se marca a través de la tela con una erección.
Incluso aunque no está desnudo, la verga desprende un olor a excitación y masculinidad. Andy no puede evitar inhalar el olor profundamente. El señor Ramiel retira una de sus manos del cabello para desabrochar su cinturón, desabotonar su pantalón y bajarse la cremallera. Andy no pierde el tiempo y levanta sus manos para ayudarle con la tarea, bajando el pantalón y la ropa interior al mismo tiempo hasta que la asombrosa polla del profesor es liberada. La tiene bastante dura.
Sin mayor preámbulo, el señor Ramiel lo vuelve a tomar de cabello y le empuja la cara contra la erección, deslizándola entre los labios de Andy como si ese fuera el lugar donde debe estar. Al adolescente apenas y le da tiempo de dar un trago de saliva cuando siente que la polla dura se entierra hasta el fondo de su garganta. Después de eso no le queda más remedio que agarrarse de los muslos del profesor como si su vida dependiera de ello mientras le penetra la boca con movimientos profundos y deliciosos de su cadera. La polla se siente larga y dura contra su lengua. El glande es aterciopelado y le provoca un maravilloso cosquilleo cada vez que resbala a través de su paladar.
Andy mueve su lengua alrededor de la asta y del frenillo del miembro intruso, lo que provoca que el hombre haga movimientos más bruscos y profundos dentro de su boca. Justo cuando Andy siente que se va a desmayar por la intensidad y por el sabor del sexo, el señor Ramiel detiene sus estocadas y entierra su polla, tan profundo cómo es posible entre los labios de su alumno; tanto que el labio inferior de Andy se roza contra los testículos, mientras la polla enorme palpita y bombea una gran cantidad de semen directo en la garganta. Andy tose un poco, y traga y traga hasta que comienza a ver estrellas e hilos de corrida le comienzan a escurrir de las comisuras de la boca. Y finalmente puede respirar.
Con un gemido de placer el señor Ramiel retira su erección de la boca, mientras le da unas pequeñas caricias sobre la mejilla. Da un paso atrás y se apoya contra su escritorio, con la polla semierecta expuesta al aire libre. Un segundo después le dedica a Andy una mirada evaluadora.
-Me encantas,- dice.- Y ahora, ¿te importaría decirme todo acerca de tu pequeña jaula? Me gustaría saber su historia en lo que me recupero para follarte el traserito antes de que entres a clases.
Andy siente un escalofrío de anticipación.
-¿No le contará a nadie mi secreto?
El señor Ramiel se encoje de hombros.
-Estoy más que seguro que sabes que yo tengo más que perder si nuestra relación se hace pública. Y debo decir,- su sonrisa es casi tímida,- ahora que sé que eres un chico esperaré con más ansias estas mañanas. Me gustaría mucho que las cosas continuaran así, siempre y cuando tú estés de acuerdo, por supuesto. Y bueno, ¿me puedes decir qué es lo que necesitas de mí?
Andy le cuenta todo. Le relata acerca de la confusión con su uniforme en su primer día de escuela. Le cuenta la historia de cómo Marcus lo había seducido, y lo que esa seducción había desencadenado. También le confiesa que había comprado la jaula para contenerse y evitar ser descubierto; le cuenta de los chantajes y lo que su compañero lo obligaba a hacer cada fin de semana. Y, al final, le explica al señor Ramiel su plan.
El profesor frunce el ceño cuando termina.
-¿Estás seguro de lo que piensas hacer? Me parece muy arriesgado. ¿Crees que puedes confiar en tu amiga?
-Estoy seguro de sus capacidades,- insiste Andy.- Es la única cosa que se me ocurre y sé que funcionará. Confío en ella.
-Si lo piensas bien,- continúa el señor Ramiel.- No saldrás bien parado de todo esto.
Andy se encoje de hombros.
-Mi reputación ya deja mucho que desear. ¿Me ayudará profesor?
El señor Ramiel asiente con la cabeza.
-Si tienes decidido echar a andar tu plan, entonces ten la seguridad de que haré mi parte. ¿Tienes planeado el día?
-Tengo que hacerlo antes de las vacaciones de navidad,- dice Andy.- No quiero ni imaginarme lo que tiene planeado hacerme en su maratón de fin de año. Dioses, si no sale como lo tengo planeado las cosas serán peores. Estoy seguro. Pero de una forma u otra, deseo que todo termine ya.
El señor Ramiel asiente con la cabeza.
-No te preocupes, sólo dame la señal cuando me necesites. Y ahora,- dice con una sonrisa esparciéndose por la cara. Un rápido vistazo a su entrepierna le indica que el pene de su profesor otra vez está erecto.- Acuéstate boca arriba sobre el escritorio y separa las piernas,- le instruye.- Y quítate las bragas. Hoy no las vas a volver a usar en todo el día.- Del bolsillo de su saco extrae una pequeña botella de lubricante la cual destapa con un movimiento de su pulgar.- Es hora de preparar tu culito, esta mañana tengo ganas de follarte muy duro antes de que comiencen tus clases.
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Capítulo V. Victoria
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Al final, espera más de tres días para que su agenda coincida con la del señor Ramiel. Y también para darle tiempo a Rachel con los preparativos. Cuando el día finalmente llega, la chica parece escéptica.
-¿Es de verdad que echarás a andar tu plan?- le pregunta.- No quiero sonar pesimista, pero escúchame, sabes que siempre seré la primera en ayudarte en tu venganza contra Marcus, pero creo que esto es demasiado arriesgado.
-Todo va a estar bien,- le asegura.- Estoy seguro de ello.
-Eso es obvio,- dice ella con un resoplido.- Soy muy buena en lo que hago. Es que estoy preocupada por ti, eso es todo. ¿Estás seguro de que puedes confiar en el profesor Ramiel?
Andy le dedica una sonrisa. Se siente muy extraño haber hecho una amiga en medio todo este desastre. No estaba seguro de cómo había sucedido, pero se alegra de tenerla a su lado.
-No te agites. Aunque tu preocupación me parece tierna.
Rachel se encoge de hombros.
-Bueno, supongo que es tu vida.
Para dar inicio a su plan, tiene suerte de que la clase del señor Ramiel la comparta con Marcus. Había considerado otras posibilidades, pero ese simple hecho le parecía muy conveniente para el desarrollo de la trama. Cuando Andy llega al salón de clases, y le entrega su tarea al profesor, le dedica una sonrisa. El cura le devuelve el gesto con un asentimiento de cabeza, y el corazón de Andy comienza a acelerarse.
Toma asiento en un pupitre en el lado derecho del salón y espera impacientemente la llegada de Marcus. El chico casi llega tarde, pero cuando finalmente entra por la puerta, los nervios están a punto de explotarle por la anticipación. Tan pronto como toma asiento la campana suena, indicando el inicio de la clase. El señor Ramiel comienza a repartir los exámenes que tomarán ese día.
Andy espera hasta que el salón está en silencio. Las cabezas de todos los alumnos están fijas en las hojas de papel sobre los pupitres, así que, discretamente, saca el teléfono que tiene escondido en el regazo. Con dedos muy temblorosos, le envía un mensaje de texto a Marcus.
‹Andy› tenemos que hablar
Esta parte del plan es como lanzar una moneda al aire; Andy tenía que confiar en que a Marcus se le olvidara apagar su teléfono antes de iniciar el examen. Con el corazón a punto de estallar, unos segundos después el molesto ruido de la alarma del mensaje emana del asiento del chico, provocando que toda la clase voltee a verlo.
-Marcus, ya sabes las reglas,- dice el señor Ramiel, y levanta la mano.- Me quedo con tu teléfono hasta el final del periodo.
El chico frunce el ceño, pero no hace un escándalo por el castigo. Andy está tan nervioso que no puede concentrarse en las preguntas, pero está seguro de que, si le ofrecía algo a cambio, el profesor le dejaría volver a tomarlo al final del día.
Con el paso de los minutos lanza una que otra mirada hacia el escritorio del señor Ramiel, pero el hombre es muy bueno fingiendo. Para todo el mundo lo único que está haciendo es estar escribiendo en su laptop, es tan bueno que llega un punto en el que Andy se preocupa de que se haya olvidado de su plan, pero toma un suspiro profundo y trata de calmarse hasta que la clase termine.
Cuando suena la campana, Andy se queda rezagado del resto del grupo, sólo unos cuantos alumnos se retrasan para entregar sus hojas de examen, pero sin mayor preámbulo salen del salón. Marcus es uno de los últimos en irse, pero se detiene un minuto más en el escritorio del señor Ramiel mientras este busca su teléfono para entregárselo. Finalmente, Andy y el profesor se encuentran a solas en el salón de clases, el hombre discretamente le entrega una pequeña tarjeta SD.
-Programé el correo electrónico para ser enviado en un rato, así que probablemente nada sucederá en los siguientes minutos. De todas formas, al sistema de la institución le toma bastante tiempo procesar los envíos locales. Eso hará que nadie sospeche de ti.
Andy asiente con la cabeza. Toma la tarjeta SD, aunque no está seguro de por qué se le devuelve, ya no la utilizará más.
-Muchas gracias,- dice.
-Todavía no me agradezcas,- le advierte el señor Ramiel.- Nos falta mucho camino por recorrer. Te veré muy pronto, estoy seguro.
Andy asiente con la cabeza y se dirige a su siguiente clase. Cuando llega a su salón revisa su correo electrónico. Nada. Casi tiene un ataque de pánico. Pero trata de calmarse, respirando profundamente una y otra vez. La campana suena, y la monja les pide a todos que tomen sus asientos. Antes de que comience la lección Andy refresca la pantalla de su correo una vez más.
Ahí está. Un correo electrónico, con el asunto en letras negras y remarcadas con la palabra ‘PUTA’. Se arriesga a abrirlo a escondidas de la profesora. La imagen que lleva adjunta es exactamente lo que había esperado: es una fotografía que ya conocía de él, con la falda subida, las bragas en los tobillos, con el culo apuntando a la cámara, y con una mirada de sorpresa por encima de su hombro. Aunque la fotografía original mostraba su trasero siendo penetrado por el consolador y sus genitales enjaulados por barras de metal, sin embargo, en esta fotografía todo eso había sido sustituido por partes femeninas.
Cinco minutos después de haber iniciado la clase, los altavoces de la escuela hacen un sonido de intermitencia antes de anunciar:
-Señor Ramiel y Andy Obedire favor de presentarse en la oficina del director inmediatamente.
Andy finge una expresión de sorpresa y se levanta de su asiento, recogiendo su mochila de suelo mientras se excusa con la monja para salir de la clase. Ella agita su mano de manera despectiva y continúa con su lección. Andy camina a través de los pasillos hasta llegar a la oficina del director, rogándole a dios que su plan funcione. Se pregunta como va a manejar el colegio toda la situación. ¿Hablarían con los dos juntos? ¿Separados? Aunque está sorprendido que el nombre de Marcus no hubiera sido mencionado. ¿Tenían planeado llamarlo después?
Cuando Andy llega, el señor Ramiel está esperando en una silla afuera de la oficina del director. Le dedica una sonrisa alentadora. Trata de devolvérsela, pero su pánico está de vuelta y está vez con más fuerza. Ya no se siente tan seguro, pero trata de lucir confiado.
El director, el Padre Leeren, es un hombre corpulento e imponente, con un bigote anticuado adornando su cara y una expresión permanente de seriedad. Abre la puerta y le indica a Andy que entre, cerrando detrás de él sin siquiera dedicarle un saludo al señor Ramiel.
El cura se toma un largo minuto para romper el silencio después de que Andy se sienta en la incómoda silla al frente del escritorio. Parece estar recuperándose, como si tratara de decidir qué es lo que tiene que decir. Andy no puede culparlo; ciertamente es una fotografía sorprendente. Al final, cuando el silencio es tan denso que puede cortarse, Andy se encarga de hacer la pregunta.
-¿De qué se trata esto, Padre?
El Padre Leeren toma un suspiro profundo.
-Señorita Obedire, ¿podría, por favor, explicarme cuál es su relación con el profesor Ramiel?
-¿Mi maestro de historia?- Finge una ligera sorpresa.- Um, supongo que es un buen profesor. Todas las mañanas pasa por mí a mi casa, y me trae al colegio. Así me da más tiempo de estudiar. Al principio tomaba el autobús escolar, pero el camino es demasiado largo y me mareo si trato de leer. Mi casa le queda de paso. Creo que es muy amable de su parte lo que hace.
El director frunce el ceño.
-¿Y él nunca… ha tratado de aprovecharse de ti?
Andy alza las cejas ante la pregunta.
-¡No, señor! Yo… no estoy segura de lo que trata de decirme. Comúnmente me trae al colegio y después estudio en su oficina. A esa hora todos los salones están cerrados con llave. ¿El profesor se… se encuentra en problemas?
-No exactamente,- corrige, y vuelve a suspirar.- Señorita Obedire, me temo que le tengo muy malas noticias. Esta mañana hemos recibido una… una fotografía de usted la cuál ha sido enviada a todos los alumnos y profesores a través del correo electrónico del colegio. No hay duda de que muy pronto usted la podrá ver por sí misma cuando entre a su cuenta, pero le hago la petición de que simplemente borre ese correo sin abrirlo. Me temo que es de naturaleza muy sexual.
Andy jadea y se lleva una mano a la boca.
El director continúa.
-Por defecto, cualquier correo electrónico enviado con las cuentas del colegio deben ser verificados con un código para poder ser enviados, para evitar abusos de este tipo, e identificar de manera inmediata al emisor. Nuestro sistema reporta estos códigos de manera automática. Al parecer este correo fue enviado utilizando la dirección del señor Ramiel. Ahora, el sistema también registra un expediente de dónde proviene el correo electrónico original. En este momento estamos recuperando la información para verificar si el señor Ramiel fue quien…
-No siga, por favor,- lo interrumpe Andy, mientras busca en su mochila su teléfono.- Si es la fotografía que creo que es, no fue él, creo que ya sé…
Andy abre rápidamente su correo electrónico antes de que el director pueda detenerlo; el hombre hace una mueca de dolor cuando Andy abre la fotografía, y sus ojos comienzan a anegarse en lágrimas. Aunque no es la primera vez que la ve, trata de que su actuación sea lo suficientemente buena como para que se la traguen. Al director parece no importarle porque luce muy incómodo y evita mirarlo.
-Por favor, padre,- dice Andy con lágrimas en los ojos.- Fue Marcus. Marcus Logan. Él… me obligó a tomarme esa fotografía. Nunca debí haberle permitido que me tocara, lo siento mucho. Pero me dijo que, si no me dejaba tomar esa foto, entonces esparciría rumores de que es secreto soy un chico, y que me estaba acostando con un profesor y con varios alumnos. Él dijo que haría que me expulsaran, y que nadie me iba a creer, como no les creyeron a todas esas chicas. Por favor, ¡lo siento! Sé que nunca debí haber llegado hasta ese punto, se supone que debo proteger mi virginidad hasta el matrimonio, pero no sabía qué hacer. Lo lamento, director.
El director frunce el ceño ante esta nueva información. Andy hace todo su esfuerzo para seguir llorando con un aire de humillación. No le resulta tan difícil; todo lo que tiene que hacer es pensar en todas las atrocidades que Marcus le había obligado a hacer, y en la frustración sexual que ha tenido que soportar por más de dos meses.
Sin embargo, antes de que el director pueda responderle, los interrumpe alguien que toca la puerta. Andy voltea sobre su hombro, esperando ver al señor Ramiel, pero sólo es la secretaría. Cuando conectan sus miradas le dedica una expresión de lástima; ya debe haber visto las fotos. En su mano tiene sujeta una hoja de papel.
-Aquí están los registros que me pidió, Padre,- dice bajito.
Antes de irse, le dedica a Andy una sonrisa de empatía. El director toma la hoja de papel antes de caminar pesadamente hasta su escritorio.
El cura se sienta en silencio por un momento. Lee detenidamente el documento que le acaban de entregar.
-MLogan,- termina por decir.- Parece que usted tiene razón, señorita Obedire. El correo original fue enviado desde la cuenta de Marcus.
-Por favor, no me expulse,- le ruega Andy. No era probable ese suceso, pero tampoco era imposible. Quiere estar seguro de que no tendrá problemas.
-No, no tengas miedo, Andy,- le asegura el director.- Es muy claro quién ha sido el culpable. Si te parece bien, me gustaría que el señor Ramiel entre en este momento.
Andy asiente con la cabeza, pero el director ya no le está prestando atención. El cura se levanta de su asiento y camina hasta la puerta para llamar al señor Ramiel, indicándole que se siente en la silla al lado del adolescente. El profesor tiene una expresión muy convincente de preocupación en la cara.
-¿Los puedo ayudar con algo?- les pregunta.
-Señor Ramiel,- comienza el director. Su voz suena pesada y agobiada. Andy no tiene duda que su cabeza también está en juego. Era inevitable que lo despidieran después de todos los reportes contra Marcus descartados. Andy no lo envidia para nada.- Desgraciadamente debo informarle que sus credenciales han sido utilizadas para enviar… un correo electrónico muy desafortunado a todos los alumnos y personal del colegio.
El señor Ramiel frunce el ceño.
-Pero el día de hoy no he enviado ningún correo a nadie, director.
El director asiente.
-Hemos revisado los registros de la plataforma, y al parecer, dicho correo electrónico, provino de la cuenta de un estudiante, y no del suyo.
-Ah,- el señor Ramiel hace una mueca de dolor.- Lo lamento, estoy seguro de que ha sido mi culpa. Guardo mis contraseñas y códigos en una nota sobre mi escritorio. Debo ser más cuidadoso con eso. ¿Espero que ese correo no haya sido muy disruptivo?
Le sigue un silencio corto. Para sus adentros, Andy siente genuina curiosidad para ver cómo el director manejará la información. ¿Le mostrará la foto al señor Ramiel? ¿Se la describirá?
El director le lanza una mirada.
-Señorita Obedire, ¿le importaría tomar asiento en la sala de espera por un momento, por favor? El profesor y yo tenemos que discutir el castigo para el estudiante infractor, me imagino que no quiere seguir escuchando más de este tema. Ya ha tenido que soportar bastante.
Andy asiente, y de alguna forma se siente decepcionado. Sale de la oficina para esperar en la sala.
Se toman un tiempo bastante largo para discutir. Andy los espera pacientemente. Con el tiempo la campana vuelve a sonar, las clases cambian, y él sigue esperando. Finalmente, la puerta se abre, y el señor Ramiel sale, tomando un asiento al lado de él. Toma ambas manos del adolescente entre las suyas y lo mira a los ojos con una expresión de pena profunda.
-Lamento mucho que mi negligencia te haya hecho pasar por esto,- dice, lo suficientemente alto para que las secretarias lo escuchen.- Te prometo que la persona que te hizo esto será expulsada. Aunque sé que no podremos hacer mucho para revertir el daño que se ha hecho a tu reputación, pero haré todo lo que esté en mis manos para que nadie te falte al respeto. En este momento el director está llamando a tu madre…- Andy se pone tenso. Esto NO era parte de su plan. Pero el señor Ramiel continúa:- Le he pedido que sea yo quien le explique lo que ha pasado. Y aunque no haya sido yo quien envió ese correo electrónico, siento que debo hacerme responsable y tomar cartas en el asunto. ¿Crees que puedas regresar a clases en este momento? Te haré saber cuando tu madre llegue al colegio.
Andy asiente con la cabeza. Esta es una situación que no había anticipado. Pero parecía que el señor Ramiel tenía todo bajo control, gracias a dios. Se levanta del asiento y deja que el profesor le de unos golpecitos de cariño sobre su hombro, antes de dirigirse a su salón de clases. Una vez que se encuentra en el pasillo, escucha un anuncio a través de los parlantes:
-Marcus Logan, favor de presentarse en la oficina del director inmediatamente.
Dentro de su pecho, su corazón comienza a cantar.
*
Cuando regresa a su salón, todos sus compañeros están hablando de lo sucedido. Ya había pasado bastante tiempo, entonces lo más seguro es que todos ya hubieran visto la fotografía. Los rumores estaban en llamas. Andy trata de ignorarlos. Los susurros son apenas audibles, así que no logra dilucidar lo que dicen de él. Las reacciones más interesantes emanan de los chicos con los que había cogido; algunos lo miran con inseguridad, otros con lástima, y otros le lanzan miradas lascivas. Andy no está seguro de cómo afectara su relación con ellos. Suponía que eso dependía de cuánto duraran los rumores.
Su penúltima clase es diseño gráfico, y Rachel, sin mayor preámbulo, se sienta a su lado a pesar de los susurros que lanzan en su contra. Cuando lo mira a los ojos le dedica una sonrisa, y un poco antes de que inicie la lección se inclina hacia adelante para platicar con él.
-Los rumores dicen que Marcus va a ser expulsado,- susurra.- Así que: buen trabajo.
-Gracias a ti,- le contesta sin hacer mucho ruido.- Aunque, por curiosidad, ¿de quién es la vagina que me pusiste?
Se encoge de hombros.
-De una estrella porno. Es una pose muy popular, además fue muy fácil encontrar alguien con tu color de cabello y el tono de tu piel.
-Um, pues es una estrella porno bastante peluda, ¿no crees?- pregunta Andy.
Rachel se vuelve a encoger de hombros y suelta una risa.
-Hay gente a la que le gusta eso, supongo. No tuve mucho tiempo para improvisar.
-Bueno, te lo vuelvo a agradecer,- lo dice en serio.- Tu trabajo de verdad es asombroso.
Rachel no parece muy conmovida por sus palabras, pero acepta el cumplido sin mayores discursos.
-Gracias a ti ese bastardo va a ser expulsado. Espero que esto no te cause problemas en casa.
-Yo también lo espero.
Entonces son forzados a dejar de platicar porque la monja empieza con la clase. A la mitad del periodo Andy, una vez más, escucha su nombre salir de los altavoces, le hacen saber que su madre ha llegado, pero esta vez lo llaman directamente a la oficina del señor Ramiel.
Cuando llega al lugar, se sorprende al ver al profesor a solas y su oficina vacía. Una vez adentro, cierra la puerta con seguro. Andy abre la boca para preguntar por su madre, pero el señor Ramiel levanta un dedo para sellarle los labios. El chico parpadea, e inclina su cabeza interrogadoramente.
Sin una respuesta verbal, el señor Ramiel le pone en las manos un par de pantalones escolares. Andy parpadea ante ellos por un momento antes de comprender lo que está sucediendo. Por supuesto. Estaba tan acostumbrado a utilizar la falda, que casi se olvida de ella. No puede ver a su madre mientras utiliza ropa de chica; habría sido un desastre tratar de explicar por qué iba vestido así. Rápidamente toma los pantalones y se los pone. Al final, le entrega su falda al señor Ramiel. El profesor esconde la prenda en uno de sus cajones antes de salir de su oficina y decir en voz alta:
-Ah, señora Obedire, que bueno que ha llegado. Por favor, entre conmigo,- le indica, invitándola al interior de la oficina.
Es muy raro para Andy verla sentarse en una de las sillas en donde su profesor le mete la polla todos los días, pero guarda silencio, y en lugar de eso toma asiento a su lado. Ella le sonríe, y le dedica una mirada cansada y preocupada.
-Señora Obedire,- comienza el señor Ramiel, tomando asiento del otro lado del escritorio.- Lamento mucho haberla convocado de manera tan abrupta. Pero el día de hoy ha habido un… incidente con su hijo.
Su madre frunce el ceño.
-¿Andy está en problemas?
El señor Ramiel niega con la cabeza.
-No, desafortunadamente su hijo ha sido víctima de acoso por parte de otro estudiante,- Andy se muerde el labio inferior ante la expectativa de lo que dirá su profesor, pero su madre no parece notar su nerviosismo.- Al parecer uno de nuestros alumnos ha esparcido rumores de que Andy se viste como chica, y ha compartido una imagen en donde la cara de su hijo fue sustituida en la fotografía de una actriz pornográfica.
La madre de Andy se queda atónita. Incluso suelta un pequeño grito. Abraza a su hijo. El señor Ramiel le explica que su dirección de correo electrónico había sido utilizada para enviar dicha fotografía a todo el personal y alumnos de la escuela. Su madre vuelve a gritar. Cuando finalmente se calma, el señor Ramiel continua.
-Le puedo asegurar que el estudiante en cuestión ha sido expulsado de la escuela de manera inmediata, sin lenidad. Sin embargo, al parecer el chico tiene un largo historial de acoso, y se ha determinado que es un alumno mentiroso y manipulador. Así que la instamos a ignorar cualquier rumor que llegue a escuchar sobre su hijo y su comportamiento en esta institución. Le aseguro que Andy es un estudiante modelo, y es muy querido y respetado por los miembros de la facultad. No tiene nada de qué preocuparse.
Después de las palabras su madre parece aliviada, y pone un brazo alrededor de sus hombros, apretando un poco para mostrarle su apoyo.
-Ese es mi niño,- dice tranquilamente.
-Si no tiene ninguna duda,- dice el señor Ramiel, levantándose de su asiento.- Está en todo su derecho de llevarse a Andy con usted a casa. O, si él lo prefiere, se puede quedar y terminar sus clases. Yo estaré más que encantado de llevarlo al terminar el día, si usted me lo permite. Es lo menos que puedo hacer por él.
La madre de Andy se pone de pie, y voltea a mirar a su hijo.
-¿Y bien, Andy?- le pregunta.- Depende de ti. ¿Te quieres ir conmigo o terminas tus clases?
Andy pone cara de valiente y le sonríe a su mamá.
-No te preocupes, me quedaré. De todas formas, creo que es mejor que regreses a tu trabajo. Me alegra que no estés molesta conmigo.
Ella le da un abrazo.
-Por supuesto que no estoy molesta contigo. Nada de esto es tu culpa.- Le da un beso en la frente.- Esta noche te veo en la casa, ¿vale?
Andy asiente con la cabeza y finalmente su madre sale de la oficina, no sin antes agradecerle al señor Ramiel. Tan pronto como la puerta se cierra detrás de ella, Andy se deja caer sobre su silla con alivio. No está seguro de cómo lo habían logrado, pero ahora todo había terminado, y estaba del lado victorioso. Levanta la cabeza para mirar al profesor, quien le está mirando con una sonrisa en la cara.
-Felicidades,- dice el hombre.- Todo ha ido estupendo.
-Me fue mejor de lo que esperaba, la verdad,- admite Andy.- Ahora, si alguien le dice a mi madre que me he estado vistiendo de chica tendré la excusa perfecta. Por cierto, que gran improvisación. Muchas gracias.
-¿Qué tal te fue con tus compañeros?- pregunta el señor Ramiel.
Andy suelta un suspiro.
-Me fue bien, aunque sólo me importa Rachel. Sólo desearía haber recuperado mi llave. Es el único cabo suelto que no pude resolver. ¿Supongo que tendré que encontrar a un cerrajero muy discreto? O invertir en unas pinzas, o algo así.
-No me lo vas a creer…- El señor Ramiel mete una mano en su bolsillo, y, para sorpresa de Andy, saca un pequeño tubo de metal.
Andy suelta un jadeo ante la vista.
-¿Cómo la ha conseguido…?
El señor Ramiel se encoge de hombros.
-Amenacé a Marcus de entregarlo a las autoridades. Sabe muy bien que la expulsión es el menor de sus castigos. Después de todo, las fotografías que tiene en sus dispositivos son pornografía infant*l. En este preciso momento su padre está revisando su computadora y su habitación. Seguro encuentra más material que, con suerte, arruinará su futuro. Pero, antes de que se fuera, le mencioné que él tenía algo tuyo, que yo no sabía qué era, y que tenía que devolverlo. Me funcionó bastante bien. Esta cosa no luce como una llave, es difícil determinar para qué sirve si no sabes de qué se trata. Supongo que tuvimos suerte de que la trajera con él el día de hoy.
Andy levanta su mano y toma la llave. Sus dedos tiemblan. El señor Ramiel le sonríe.
-¿Te parece bien si te hago los honores?
Andy asiente con la cabeza y, rápido como un rayo, se desabotona los pantalones, y los deja caer alrededor de sus tobillos, donde se los quita con todo y sus zapatos. Una vez que está libre, se baja las bragas hasta la mitad de los muslos, y se muerde el labio cuando el señor Ramiel se arrodilla ante él.
La llave consiste en un sencillo cilindro de metal, que en su superficie cuenta con unos cuantos rectángulos intrincados en un patrón específico. Encaja en una ranura pequeña a un costado de la jaula. Cuando el señor Ramiel la gira, permite que el aparato se separe en dos mitades de metal que se deshacen fácilmente.
Andy casi se echa a llorar cuando su polla comienza a llenarse de sangre después de un poco más de dos meses, hinchándose hasta quedar dura como una roca, tan rápido que se siente un poco mareado. Se tambalea un paso hacia atrás, colapsando en la silla que tenía detrás de él con un gemido.
Entonces, casi suelta un grito cuando el señor Ramiel se agacha entre sus piernas y toma la polla dentro de su boca. Andy se agarra tan fuerte de los bordes de la silla que sus nudillos se ponen blancos. El profesor se la chupa y la introduce entre sus labios hasta llegar a su garganta. La visión de Andy desaparece por un instante. Tiene la sensación de que su erección está a punto de derretirse dentro del calor. Se muerde el labio inferior fuertemente, en un intento desesperado para no correrse de manera inmediata, al mismo tiempo que suelta un gemido muy alto por los movimientos de la lengua del profesor.
Después de un minuto o dos, el señor Ramiel se aparta ligeramente, y comienza a revolotear su lengua alrededor del glande, el cual está imposiblemente lubricado con preseminal. Andy queda reducido a súplicas indefensas, y a gemidos que se repiten una y otra vez como si estuviera rezando.
Y entonces, el señor Ramiel se aparta completamente. Andy lloriquea patéticamente, con un sollozo siendo arrancado de sus pulmones, cuando siente la humedad de la saliva enfriarse con el aire libre. Pero la espera no es larga. Y el profesor lo agarra de un brazo y lo jala para ponerlo de pie, para después empujarlo sobre el escritorio.
Andy se tropieza y cae acostado boca abajo sobre la superficie del escritorio, con las bragas alrededor de las rodillas. El profesor está detrás de él, y tira de sus caderas para que el trasero se encuentre a la altura perfecta. Segundos después siente el tacto familiar de la polla empujándose contra su entrada, la cual sigue lubricada con el semen remanente de su cogida matutina. Mientras la erección se entierra entre sus nalgas, una de las manos del señor Ramiel lo rodea a la altura de su cadera y agarra su erección, masturbándolo al mismo tiempo que comienza a mover su falo en el agujero.
El placer es insoportablemente delicioso. El señor Ramiel sabe muy bien en dónde puede encontrar su próstata, así que Andy gime indefensamente cada vez que la verga se empuja contra ese punto. Al mismo tiempo, las caricias que le está haciendo a su polla son deslumbrantemente placenteras. Pocos minutos después de iniciado el encuentro se corre copiosamente, destrozado por las sensaciones de placer que lo atacan por todas partes. Su semen se estrella contra el frente del escritorio, creando un hilo de humedad que escurre hasta el suelo.
Sin embargo, el señor Ramiel no muestra señales de detenerse. Los ojos de Andy se humedecen por la sobreestimulación. El profesor lo penetra una y otra vez, con empujones largos y profundos, que lo inmovilizan sobre la superficie dura de madera. Aunque Andy ya ha eyaculado, el profesor no deja de acariciarle la polla. Así que no deja de estar dura, es como si anhelara tener un orgasmo más. Detrás de él las estocadas son implacables.
Al principio, Andy se siente sin aliento y abrumado; su cuerpo se retuerce bajo el peso del adulto. No ve el final de las penetraciones y la erección que tiene enterrada en el recto se siente imposiblemente grande. Pero conforme pasa el tiempo, se siente en el cielo. Andy jadea y gime de placer cuando el señor Ramiel vuelve a masturbarlo.
En esta ocasión Andy se las arregla para no correrse tan rápido, aunque se siente dividido entre el placer de la mano acariciando su erección, y el placer de la polla que se entierra entre sus nalgas. Se siente perdido entre las sensaciones, y apenas está consciente del mundo físico que lo rodea. Cuando se corre por segunda vez, las estrellas más brillantes explotan detrás de sus párpados.
Detrás de él, el señor Ramiel también suelta un gemido y la erección se introduce profundamente en el ano; finalmente la eyaculación es vaciada en el interior del adolescente. Cuando el señor Ramiel retira su polla, le da la vuelta al cuerpo de Andy y lo acuesta boca arriba, dejando que su propio semen escurra sobre la superficie del escritorio. El chico debajo de él es un desastre de gemidos y jadeos.
Un minuto después retira las bragas que Andy tiene envueltas en las rodillas, y se arrodilla entre los muslos del adolescente, separando las nalgas con ambas manos para limpiar con su lengua el semen que seguía escurriendo fuera del agujero rosado. Andy abre los ojos con sorpresa ante la sensación de la lengua revoloteando alrededor de su ano, pero no puede evitar soltar un gemido de placer.
Cuando el profesor termina de limpiarlo, Andy da un trago de saliva y se lame los labios. Una vez de pie, el señor Ramiel le da unos golpecitos de cariño en la cabeza.
-Eres un buen chico, Andy, no dejes que nadie te diga lo contrario- ronronea.
Da unos pasos alrededor de su escritorio y recupera la falda que tiene guardada en su cajón.
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FIN
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Y así llegamos al final de esta historia. Yo sé que Marcus merecía algo peor, pero este fue el final que decidió la autora, y hasta cierto punto me parece realista. Espero que les haya gustado tanto como a mí me ha gustado traducirla.
Las siguientes historias serán más ligeras y divertidas, es la primera vez que traduzco algo tan pesado, sobre todo porque hablamos de abusos y acoso. Gracias a las personas que me siguieron hasta aquí. Agradezco su apoyo. Nos veremos pronto.
e-mail: teenbb30(arroba)gmail.com
Abrazo y feliz 2021 para todos.