Las aventuras de un chico en una escuela católica

Andy es un nuevo estudiante en San Esteban, una escuela católica en un pueblo al que se acaba de mudar. Un pequeño error lo mete en situaciones en las que comenzará a descubrir el sexo. Capítulo 1. El estudiante.

Advertencia: contiene travestismo de manera no intencionada.

Nota del traductor: Este es el primer capítulo de 5. Espero que les guste.

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Las desventuras de un chico en una escuela católica


Por Anna S.


Traducido por Nino Cloudz


Capítulo I. El estudiante

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Cuando Andy se da cuenta de que le han enviado el uniforme equivocado, es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Es la mañana de su primer día en San Esteban, una escuela católica en el nuevo pueblo al que se acaba de mudar con su madre, la cual se ha levantado desde muy temprano para irse al hospital donde trabaja como enfermera. Esa mañana Andy se encuentra a solas en la casa, se estaba alistando para su primer día cuando abre el paquete que contiene su uniforme.

El día anterior su madre le había advertido que abriera el paquete para verificar que las tallas fueran las correctas, pero no le había hecho mucho caso y había dejado su consejo de lado. Y ahora, mientras mira con horror la falda y las largas calcetas blancas, desearía haberla escuchado. No es la primera vez que lo confunden con una chica, su nombre era neutro en cuanto al género; sin contar que la pubertad no había realizado muchos cambios en su cuerpo. La mayoría de los chicos de su edad había desarrollado músculos y pelo por todas partes, pero su cara parecía aferrarse a una redondez suave y juvenil, y también el vello en su piernas y brazos seguía siendo fino y pálido. Y aunque su cabello era corto, era lo suficientemente largo para recogerlo detrás de sus orejas, y en muchas ocasiones, un gran número de extraños, se referían a él como ‘señorita’ o ‘niña’.

Andy se debate en cuanto a lo que debería hacer con el uniforme. Por una parte, si no se viste pronto, llegará tarde a la parada de su autobús. Y si pierde el autobús se perderá de su primer día en la escuela, ya que le queda demasiado lejos como para ir caminando. Por otro lado, no cree que en su armario encuentre un atuendo lo suficientemente adecuado para una escuela católica, y menos aún porque lo más probable era que no le dejarían entrar si no iba vestido correctamente.

No está seguro de qué impulso se apodera de él para probarse la falda, quizás es la simple curiosidad. Se mira en el espejo, y admira la forma en que el dobladillo inferior cuelga pulcramente a través de sus pantorrillas, en ese momento toma la decisión de seguir la corriente. No veía nada de malo en ello. Además, los directivos eran los responsables de aquella situación. ¿Por qué no habría de llevarlo puesto?

De camino hacia la puerta coge el almuerzo que le ha preparado su madre y se dirige a la parada del autobús sin mayor problema. El conductor luce agotado, pero le dirige una sonrisa de todas formas y le da los buenos días mientras le indica que se dirija a uno de los asientos. Andy escoge un lugar junto a la ventana y se acomoda la falda debajo de los muslos antes de sentarse.

Cuando llega a las puertas del colegio una monja le entrega un folder lleno de papeles, entre los cuales se encuentra su itinerario del día y un mapa del edificio escolar. Están a la mitad del semestre, así que es el único chico nuevo. Se siente un poco incómodo mientras camina a través de los pasillos. De vez en cuando lanza miradas detrás de su hombro, y hacia ambos lados para ubicarse en el mapa y para verificar los números de cada salón de clase. Por todas partes está inundado de estudiantes, los cuales se ven más confiados mientras caminan hacia sus respectivas clases. Nadie le dedica más de una mirada. Andy se siente inesperadamente emocionado, como si se estuviera saliendo con la suya, como si fuera un espía secreto en un territorio hostil.

Cuando por fin encuentra el salón donde tendrá su primera clase del día, la monja que está a cargo le dedica una mirada extrañada. Se pone los anteojos para ver su nombre en la lista.

-¿Tú eres Andy?- le pregunta.

Andy asiente con la cabeza.

-Sí, hermana, - dice con voz bajita y suave. Esa también es un área donde la pubertad no ha hecho casi ningún cambio; su voz continúa siendo inusualmente aguda. Sin embargo, habla más suave de lo normal para no levantar sospechas.

-Tenía entendido que eras un…- comienza a decir, pero después sacude la cabeza.- Debe haber sido un error. Bienvenida, Andy. Toma asiento en la parte de atrás, hay un lugar vacío al lado de Marcus. Es el chico con cabello rubio.

Andy obedece las órdenes y deja caer su mochila al pie de su pupitre. Mientras se acomoda puede ver por el rabillo de su ojo que Marcus está sonriendo en su dirección. El chico hace un pequeño saludo con la punta de sus dedos, y Andy le regresa el gesto con timidez.

Cuando la monja comienza con la clase – hermana Gertrude, de acuerdo con su itinerario – lo hace con unas palabras para Andy.

-Atención, chicos, quisiera que le demos la bienvenida a Andy Green, a partir del día de hoy es parte de nuestro colegio. Confío en que todos la harán sentir bienvenida. Si creen que necesita ayuda con alguna de las materias confío en que serán leales a su fe, y que le ofrecerán su apoyo con amabilidad. Recuerden que ustedes son representantes de esta escuela, de su comunidad y de Jesucristo. ¿Entendido?

-Sí, hermana,- contesta al unísono la clase. La monja asiente con la cabeza antes de abrir su libro y comenzar con la lección.

El primer periodo es de matemáticas, es demasiado temprano como para pensar profundamente en números, pero Andy lo resiste. En este colegio van un poco retrasados y la clase va de algo que ya sabe, eso le hace sentir más tranquilo. Contesta todas las preguntas que le hacen, y cuando la alarma suena para indicar el final de la clase, le hace sentir optimista en su nueva escuela.

-Hola, Andy,- le dice una voz desde arriba, mientras empaca sus cosas antes de dirigirse a su siguiente clase.- ¿Ya sabes en donde queda tu siguiente salón?

Andy levanta la mirada y ve a Marcus, el chico que se encontraba sentado a su lado. Está parado demasiado cerca, y le hace sentir un poco incómodo. Andy comienza a sonrojarse, y abruptamente recuerda que está utilizando una falda; se había olvidado completamente de ella durante el transcurso de su primer periodo.

-Um,- dice Andy, y analiza nerviosamente su itinerario.- Creo que me toca inglés, ¿con la hermana Margaret?

Marcus le sonríe. Es muy lindo, de un modo adolescente; una cierta confianza arrogante prácticamente mana de su postura.

-¡Qué coincidencia! La mía también. ¿Quieres ir conmigo?

-Me encantaría,- dice Andy. Se siente feliz de tener un guía entre el laberinto de pasillos. Cuando se levanta y recoge la mochila sobre su hombro, Marcus levanta una mano para presentarse.

-Por cierto, mi nombre es Marcus.

-Eso escuché,- dice Andy, y eso sólo provoca que la sonrisa del otro chico se ensanche.

Cuando por fin salen al pasillo, Andy casi choca contra varias personas. Marcus le envuelve los hombros con uno de sus brazos y jala a Andy contra él.

-Ten cuidado,- dice.- Mucha gente no mira por donde va. Sería una lástima que alguien te lastimara.

Las cejas de Andy se levantan con sorpresa, pero no logra decir nada. Deja que Marcus lo lleve abrazado mientras caminan entre los pasillos. Cuando llegan a la clase de inglés, Marcus se queda de pie detrás de Andy cuando éste se presenta con la hermana Margaret. Cuando terminan las presentaciones, caminan por el salón para volver a sentarse juntos. Marcus le da un pequeño apretón sobre el hombro antes de tomar su propio asiento.

La lección de inglés no le parece tan fácil como la de matemáticas, pero aún así no es algo que no pueda manejar. Cuando Marcus le pregunta cuál es su siguiente clase su boca se tuerce en una mueca de decepción.

-¿Te toca estudios bíblicos? La mía es ciencias. Pues ni modo. ¿Crees que pueda verte más tarde? Búscame a la hora del almuerzo… ¡te puedes sentar conmigo!

-Oh, seguro…- dice Andy, mientras observa a Marcus salir disparado de la habitación a la vez que va agitando su mano en el aire a modo de despedida.

-No le des alas,- dice una voz detrás de él. Andy se da la vuelta para encontrarse con una chica de cabello largo amarrado en dos coletas.

-¿Disculpa?- pregunta Andy con confusión.

-A Marcus,- aclara la chica.- No caigas en su trampa. Sé que parece ser un chico encantador, pero ha jugado al mismo juego con casi todas las chicas de la escuela. Es un pervertido. Hará todo lo posible para tener sexo contigo, y una vez que obtenga lo que quiere, se alejará de ti como si nunca te hubiera conocido y esparcirá rumores asquerosos. No es la primera vez que lo hace. Sólo ten cuidado con él.

-Ok, gracias,- dice Andy.

Ya se había dado cuenta de que Marcus estaba coqueteando con él, pero la idea de tener sexo con ese chico no se le había pasado por la cabeza. La verdad era que hasta hacía poco había comenzado a notar que los chicos eran más interesantes que las chicas, en un aspecto sexual. El simple hecho de imaginar a Marcus desnudo provoca que un escalofrío le recorra el cuerpo. En su escuela anterior su aspecto suave y femenino había sido objeto de burlas, incluso en algunas ocasiones lo habían golpeado. Su cuerpo jamás había sido un objeto de deseo. El poder de ese acto le hacía sentir una emoción embriagadora.

La chica simplemente asiente con la cabeza y se retira, dejando a Andy a la deriva para encontrar su siguiente salón de clases. El día continúa sin mayores eventualidades. Cuando llega la hora del almuerzo, Marcus lo saluda desde la mesa que ocupa con el resto de sus amigos. Comen juntos, tal como lo había prometido. Después de la advertencia de aquella chica, Andy ahora tiene la guardia en alto. De vez en cuando descubre que Marcus le hace pequeños toques en los muslos y también nota la forma en que mira la poca piel que su falda deja al descubierto. Algunos de los amigos de Marcus también analizan a Andy, y les lanzan miradas como si quisieran descifrar el pequeño juego al que están jugando.

Su último periodo es métodos de estudio, en el auditorio de la escuela, y una vez más comparte esa clase con Marcus. El otro chico se sienta a su lado y tan pronto como la clase comienza le susurra algo al oído.

-Oye, ¿quieres ver algo genial?

Andy, con curiosidad, levanta una ceja mientras Marcus le guiña un ojo, antes de levantarse de las gradas y dirigirse hacia la mujer que se encuentra al frente de todos lo alumnos; no es una monja, seguramente se trata de una de las secretarias escolares, o algo parecido. Su única misión es mantener bien vigilados a los estudiantes. Marcus habla muy bajito, así que Andy apenas y puede escucharlo, pero está lo suficientemente cerca para poder distinguir las palabras.

-Señorita Enbach, la madre superiora me pidió que le mostrara a Andy el resto de la escuela, para que no tuviera ningún problema para encontrar sus salones por el resto de la semana. ¿Le parecería bien si tomamos esta clase para hacerlo?

La señorita Enbach apenas y levanta la mirada de unos papeles que estaba revisando en su escritorio, y solamente agita una mano en el aire como respuesta.

-Ajá,- dice.

Marcus sonríe y voltea hacia Andy para enseñarle un pulgar arriba. Le hace señas para que recoja su mochila, y salen juntos del auditorio.

-¿No te parece asombroso?- le pregunta Marcus cuando cierran la puerta detrás de ellos.- Básicamente me deja hacer lo que yo quiera. Durante esta clase siempre me invento una excusa y me deja vagar por toda la escuela. Incluso en algunas ocasiones salgo temprano. Sígueme.

Marcus lo guía con confianza a través de los pasillos, y Andy se siente obligado a seguirle los pasos.

Un rato después Marcus abre la puerta de un salón vacío que se encuentra bastante escondido de todo lo demás. Cuando Andy entra detrás de él puede ver que algunas de las lámparas no sirven y se encuentran casi oscuras; es claro que lleva mucho tiempo sin ser utilizado. Dentro del pecho de Andy comienza a formarse una sensación de nerviosismo que revolotea hasta su abdomen. Un segundo después Marcus lo lleva hasta el centro de la habitación.

Se detienen bajo una luz parpadeante que ilumina tenuemente un escritorio, en donde ambos se recargan mientras se miran a los ojos. Marcus no dice nada. Después de unos segundos Andy rompe el silencio.

-¿Este es tu escondite? ¿Qué es lo que querías enseñarme?

Marcus se inclina hacia adelante y comienza a besarlo. Es duro y demandante. Con ambas manos agarra firmemente las caderas de Andy. Las piernas le comienzan a temblar y su mente es invadida por una sensación aterrorizante de triunfo.

Cuando rompen el beso, Andy puede sentir que el cuerpo de Marcus lo está aplastando contra el escritorio, sobre su muslo izquierdo la erección del otro chico palpita y se frota suavemente.

-Eres una chica muy bonita,- susurra Marcus, su voz es rasposa.- ¿Tienes idea lo de bonita que eres?

-Um,- dice Andy, sin estar seguro de lo que debería de responder.

-Una chica como tú, tan linda y tan delicada… seguro que tienes a muchos detrás de ti. Apuesto a que sabes como complacer a un hombre. ¿O me equivoco?

Andy casi se suelta a reír con la frase tan ridícula que acaba de escuchar, pero el sonido se queda atrapado a la mitad de su garganta, y en sus oídos solamente puede escuchar los latidos de su corazón. Es una trampa. Toda la situación es disparatada. Pero si Andy no le contesta algo pronto, entonces lo más seguro es que Marcus trate de meterle mano y sentirá la erección que pulsa violentamente debajo de su falda.

Andy trata de apartarse del otro chico tanto como puede, pero Marcus lo tiene atrapado contra el escritorio. El único movimiento que puede hacer es llevarse las manos hacia el frente de su entrepierna, para protegerse de cualquier caricia que Marcus quisiera hacer, y también para ocultar su pene erecto que comienza a levantarse un poco contra la tela.

-Um, yo… me siento muy halagada, pero…- su mente trabaja rápidamente para inventarse una excusa que lo saque de esta situación.- Soy virgen, y me estoy guardando para el matrimonio, así que…

La sonrisa de Marcus no se desvanece. Una de sus manos se desliza lentamente hacia la espalda baja de Andy, peligrosamente cerca de su trasero. Un momento después Andy puede sentir que unos dedos curiosos se cuelan debajo del dobladillo de la cintura de su falda.

-Oh, comprendo,- dice Marcus.- No es necesario que tengamos sexo. Jamás me imaginaria quitándole la virginidad a una chica que se está guardando para su futuro esposo. Pero, no sé si sepas que hay otros lugares donde te la puedo meter. Ahí no vale.

¡Por supuesto que vale! Piensa Andy, pero no logra decirlo, porque los dedos de Marcus ahora se han metido debajo de sus calzoncillos y se deslizan entre las nalgas, dejando muy claro cuales son sus intenciones.

-Si quieres nada más te penetro,- continúa Marcus.- Ni siquiera es necesario que te desnudes. Es más, ni siquiera tienes que enseñarme el coño.

El dedo medio de Marcus encuentra el apretado anillo del ano y se empuja firmemente contra él. Ese simple movimiento envía un pequeño rayo de placer a través de todo el cuerpo de Andy y suelta un gemido. Marcus comienza a besarlo de nuevo, mientras entierra su dedo de una forma más violenta en el culo de Andy, quien se retuerce contra el escritorio.

Cuando rompen el beso, Andy se hace a la idea de que debe escapar de la posición en la que está atrapado; su erección está a punto de explotar, y en cualquier momento Marcus podría darse cuenta.

-Es que… me da miedo que me duela,- dice, su voz le sale como un gemido y es más aguda.

-No te dolerá,- contesta Marcus; y para alivio de Andy separa sus cuerpos, y da unos pasos hacia atrás. Se agacha donde se encuentra su mochila, y revuelve las cosas en el interior buscando algo. Cuando se pone de pie, en su mano izquierda tiene una pequeña botella de lubricante.- Siempre vengo preparado. Puedo dilatar y lubricar tu ano para que no sea doloroso.

La mente de Andy recuerda a la chica que le había advertido sobre Marcus. Tenía toda la razón; es claro que el otro chico se sabe de memoria su discurso. Trata de idear otra excusa.

-Um, pero, ¿no necesitas un condón?

Marcus sonríe.

-No es necesario, a fin de cuentas, no vamos a tener sexo, ¿cierto? No es como si fueras a quedar embarazada. Ahora, date la vuelta. Te prometo que no te voy a desvestir. ¿Vale?

Andy traga saliva. Sus piernas continúan temblando, al igual que sus manos, pero se da media vuelta y se agarra del borde del escritorio. Su piel se siente incandescente, es como si le hubieran prendido fuego. Sólo guarda silencio.

Detrás de él escucha como Marcus se acerca con pasos lentos, y también el pequeño sonido de la tapa del lubricante. Entonces, la mano regresa, serpenteando debajo de su falda y a través de sus muslos, debajo de sus calzoncillos. Y poco después vuelve a sentir el dedo, empujándose contra su agujero apretado, empapando el ano con lubricante. Andy suelta un gemido y aprieta los dientes cuando el dedo se introduce en su recto, y con cada movimiento se mete más y más profundo.

-Eso es,- dice Marcus.- Se siente rico, ¿verdad?

Andy no le responde.

Marcus menea su dedo por un buen rato, pero después lo saca por un segundo. La botella de lubricante hace un pequeño sonido húmedo. Entonces la mano regresa, pero esta vez son dos los dedos quienes lubrican el agujero de Andy, con un ritmo constante y suave. Andy no puede evitarlo así que mueve sus caderas hacia atrás, para que Marcus vaya más profundo. En su interior puede sentir un calor que se ha estado acumulando. Cada vez que mueve su cadera hacia atrás los dedos de Marcus se frotan contra algo dentro de su cuerpo, un punto que le hace sentir placer y con la polla a punto de estallar. Pequeños gemidos salen de su boca contra su voluntad, no los puede reprimir, Marcus ha encontrado el punto perfecto en su ano.

-Te encanta, ¿verdad?- La voz de Marcus suena a una mezcla entre divertida y engreída. Andy decide no contestarle, no confía en su voz y no puede controlar su tono. Marcus saca por completo sus dedos y un segundo después los vuelve a meter con un movimiento firme, frotando el punto mágico una vez más. El cuerpo de Andy tiembla por completo y suelta un gemido muy alto.

-Vale, es suficiente,- dice Marcus.- Ahora me toca a mí.

Los dedos desaparecen y Andy vuelve a escuchar la tapita del lubricante. También escucha el sonido de la cremallera de los pantalones de Marcus. Un escalofrío le recorre el cuerpo.

-Levanta un poco el culo,- ordena Marcus, y Andy siente sus manos nuevamente sobre sus caderas, el  agarre es firme y tira de él hasta que se encuentra sobre la punta de sus pies y con el abdomen completamente apoyado sobre el escritorio. De repente los pies de Andy dejan de tocar el suelo, el escritorio es demasiado alto. Las manos de Marcus se mueven a través de su cadera y tiran lentamente de la cintura de su falda y de la ropa interior, provocando que la ropa se deslice para exponer la piel desnuda de su trasero.

Tal como se lo ha prometido, Marcus le quita la ropa solamente lo suficiente para exponer el ano al aire libre. El lubricante que se encuentra esparcido alrededor de su agujero se siente frío, y eso provoca un escalofrío que se recorre desde su culo hasta la espalda baja. Detrás de él, escucha una pequeña risa de Marcus

-Parece que estás un poco impaciente, ¿no?- dice con tono de burla.- Desde el momento en que te vi supe que te encantaría.- Hace una pausa. Entonces, con ambas manos, toma las nalgas de Andy y se las separan, dejándolo completamente expuesto.- Aquí vamos,- dice Marcus, y Andy puede sentir que un objeto duro y largo se posiciona sobre su entrada.

Mientras Marcus se entierra dentro de su cuerpo, Andy se siente como si lo partieran en dos. La polla del otro chico es larga y gruesa, y con cada centímetro empuja las paredes internas con una demanda insistente y un poco dolorosa. La verga dentro de su ano se siente imposiblemente grande, pero se desliza con facilidad gracias al lubricante. Con cada segundo que pasa puede sentir como esa polla lo abre con una fuerza imperdonable.

Cuando Marcus se encuentra completamente dentro de su cuerpo, Andy juraría que puede ahogarse con la verga del otro chico, porque parece que se la ha metido hasta la garganta. La tiene muy grande. Andy gime muy alto, y Marcus comienza a moverse rápido y duro.

El chico regresa sus manos sobre las caderas de Andy una vez más, para mantenerlo estable mientras se la mete una y otra vez. Andy no puede evitarlo y cada vez que Marcus lo llena, suelta gemidos y jadeos de placer y dolor. No puede creerlo. Al mismo quiere que termine, pero también desea que Marcus se entierre en su recto una y otra y otra vez sin parar.

Marcus no dice nada, sólo de vez en cuando deja escapar un gemido. Algunas estocadas le provocan dolor a Andy, pero también permanece en silencio. Parece que su mente no puede concentrarse en otra cosa que no sea la polla que se encuentra dentro de él, de su implacable presión, y de las estocadas incesantes y frenéticas que estiran su recto cada vez más. Cada empujón es imposiblemente profundo, lo abre por completo, y Andy siente que podría morir. No hay manera en que pueda sobrevivir a esa sensación de placer y dolor, y a la manera en que Marcus se lo está follando. Morirá siendo empalado por la verga del otro chico.

Marcus, por suerte, sólo tiene dieciséis años, y no le toma mucho tiempo terminar. Menos de cinco minutos después de haber comenzado, Marcus se entierra muy profundo dentro del ano, y Andy puede sentir a la enorme polla palpitando dentro de su cuerpo, y también la sensación húmeda y cálida del semen llenando su interior. Unos momentos después Marcus se deja caer sobre la espalda de Andy, atrapando el pequeño cuerpo debajo de él.

Respiran al unísono en el silencio del salón, hasta que la erección de Marcus está lo suficientemente blanda como para abandonar el ano de Andy. Unas gotas de semen se escapan del interior y dejan una sensación de humedad alrededor de la entrada. Andy puede sentir unos pequeños golpes sobre su nalga derecha, como si Marcus le dijera ‘bien hecho’. Entonces el cuerpo del otro chico se levanta de su espalda, y un segundo después escucha el sonido de la cremallera cerrándose.

-Estuviste maravillosa,- dice Marcus. Andy sigue acostado boca abajo sobre el escritorio. Su cuerpo no se puede mover. Su erección está presionada dolorosamente contra el borde de madera.- Te dije que te iba a gustar.

Unos segundos después, Andy puede escuchar que Marcus levanta su mochila del suelo, y cuando por fin gira su cabeza para mirar sobre su hombro, puede ver que el otro chico sale del salón de clases. Ni siquiera se ha molestado en subirle la falda y la ropa interior para cubrirle el culo. Por lo menos había cerrado la puerta detrás de él.

Cuando por fin siente que tiene fuerza suficiente para moverse, se levanta del escritorio, pero su cuerpo entero comienza a temblar. Una caja de pañuelos se encuentra abandonada sobre un pupitre en mal estado, seguramente Marcus la había dejado ahí para que se limpiara. Toma unos cuantos, y los lleva hacia su culo, se empapan al instante con el semen que ha comenzado a escurrir fuera de su recto. Una vez que se encuentra limpio y seco, levanta su falda, se baja la ropa interior hasta las rodillas y comienza a masturbarse duro. Le toma menos de medio minuto correrse de una forma desesperada. Cuando termina se limpia la mano con un pañuelo.

Andy se toma los últimos minutos del día para ponerse presentable; alisa su falda y se asegura de que su cabello no luzca despeinado. Cuando por fin suena la campana, abre la puerta del salón abandonado y camina por los pasillos de la escuela para llegar a la parada de los autobuses. Desea con todo su corazón que nadie se de cuenta de como ha pasado su último periodo.

Cuando llega a su casa, mete a la lavadora su uniforme, junto con su ropa interior. Una vez que está seco lo plancha y lo mete hasta el fondo de su closet antes de que su madre regrese de su trabajo.

Al día siguiente, Marcus ni siquiera le dirige la palabra. Andy se siente asombrado de lo precisa que había sido la advertencia de aquella chica el día anterior. Se siente como si el otro chico se hubiera olvidado de su existencia. Andy no sabe qué es lo que debería sentir al respecto; se siente avergonzado de haber sido engañado tan fácilmente. Está seguro de que, si quisiera hablar con Marcus del tema, él simplemente lo ignoraría. Quizás lo mejor para ambos sería dejar toda la situación en el pasado.

Durante el almuerzo los amigos de Marcus le hacen señas para que se siente con ellos, pero Marcus evita su mirada. Los asientos a sus lados se encuentran ocupados, así que toma asiento al lado de unos de los otros chicos y trata de hacerles plática.

Los días pasan, y Andy comienza a preguntarse si quizás toda la experiencia había dejado marcado a Marcus. Tal vez ni siquiera le había gustado el culo de Andy. Podría ser que hubiera notado que en realidad era un chico, ¿cierto? Era imposible que no se hubiera dado cuenta.

Cinco días después del incidente en el salón abandonado, Marcus se sienta a su lado en la última clase del día. No han pasado ni cinco minutos, cuando Marcus le acerca la boca al oído y le susurra:

-Te veo en el mismo salón que la última vez.- Señala con su barbilla a la profesora.- La hermana Deneuve te dará permiso de salir si se lo pides.

El corazón de Andy comienza a palpitar con fuerza, pero de todas formas se pone de pie y camina hasta el frente de la clase. Le sonríe a la profesora.

-Disculpe, hermana, la madre superiora me pidió que fuera a su oficina durante este periodo,- miente.- ¿Le parece bien si me retiro?

La monja asiente con la cabeza y agita su mano distraídamente a modo de respuesta. Andy regresa a su pupitre y recoge su mochila del suelo. Mientras camina hacia la puerta se voltea sobre su hombro y ve que Marcus le sonríe.

Andy camina hasta el salón abandonado, y una vez ahí, espera al otro chico nerviosamente. No sabe qué hacer con su cuerpo, así que se sienta sobre el escritorio donde Marcus se lo había follado. Pasa mucho tiempo, y Andy se sobresalta un poco cuando la puerta se abre con cautela. Un segundo después una cabeza se asoma con curiosidad.

No es Marcus. Con un escalofrío, Andy recuerda que no había visto que el otro chico se levantara de su asiento para seguirlo fuera del auditorio. Se trata de uno de sus amigos; es alguien que recuerda del almuerzo, pero nunca había hablado con él directamente. Es un chico alto, bastante apuesto, con cabello desordenado, pero de mirada severa. Se mete al salón y cierra la puerta detrás de él.

Da pasos largos para llegar hasta donde se encuentra Andy, tiene un aire confiado, y se detiene justo cuando llega a su lado.

-Marcus dice que eres una puta,- dice abruptamente.- ¿Por qué no empezamos de una vez? Date la vuelta y déjame follar tu trasero.

Andy casi suelta una carcajada. Si algo bueno podía decirse de Marcus, es que era un seductor innato. Andy ni siquiera sabe cuál es el nombre de este chico. Levanta una ceja de forma dudosa, pero para su sorpresa el otro chico se baja la cremallera de los pantalones y se saca la erección. Al mismo tiempo, el chico más alto le hace señas con una mano para que se de la vuelta.

Andy se siente anonadado, así que ni siquiera sabe cómo reaccionar ante la orden.

-¿Y el lubricante?

-¿Cuál lubricante?- contesta el chico con el ceño fruncido.

Andy rueda los ojos.

-Sí, debes de tener uno. Marcus fue muy cuidadoso. No me la vas a poder meter sin él, genio.

El chico luce impaciente.

-Mierda. No sabía. Como sea, ven aquí.

A Andy no le da tiempo de reaccionar cuando el extraño lo baja del escritorio, lo toma de los hombros y lo empuja hacia abajo, para que se arrodille. Una vez en el suelo, el otro chico agarra un mechón de su cabello y empuja la cara de Andy contra su polla expuesta.

-¿Qué mierda estás haciendo?- trata de decir Andy.

-Chúpamela,- ordena el chico.- Ese será tu lubricante.

Y sin esperar respuesta empuja la cabeza de su verga contra los labios de Andy, quien se ve obligado a abrir la boca de forma repentina para que la polla dura se deslice entre sus labios. Casi se ahoga.

El agarre del chico sobre su cabello es firme, y mantiene su cabeza quieta, y Andy no tiene otra opción más que comenzar a chupársela. Trata de empapar el miembro erecto con movimientos de su lengua; decide que, si este chico tenía pensado metérsela, por lo menos lo haría con una lubricación adecuada. Después de unos segundos el agarre sobre su cabello se suelta y siente como ambas manos del otro chico lo toman de las mejillas; mientras, al mismo tiempo, mueve su cadera hacia atrás y hacia adelante para follar la boca.

Se siente humillado, no puede creer que esté de rodillas con la polla de un extraño metida hasta la garganta, pero de todas formas una erección comienza a formarse dentro de su ropa interior. Puede sentir como su polla comienza a ponerse dura, al mismo tiempo que la verga del otro chico se roza contra su lengua y contra el paladar de forma constante; ese simple movimiento envía una corriente de placer hasta su entrepierna. Andy encuentra difícil respirar por la nariz, y trata de concentrarse en lubricar la polla con su lengua tanto como puede.

Unos minutos después, el chico saca su polla de la boca de forma abrupta y le da tiempo a Andy de toser. Con voz raposa logra decir:

-Tienes que prometerme que no me desnudarás. Me estoy guardando para el matrimonio. Sólo puedes bajarme las bragas lo suficiente para que me la puedas meter, ¿entendido?

El chico suelta un bufido, y con un movimiento rápido levanta a Andy del suelo, le da media vuelta y lo empuja contra el escritorio, tal como había hecho Marcus la vez anterior. Al parecer, sabe seguir instrucciones, porque sólo baja un poco la cintura de la falda escolar y el elástico de la ropa interior. Lo suficiente para exponer su ano.

En esta ocasión el otro chico no lo dilata. Simplemente entierra su polla entre las nalgas. No es tan fácil como en su primera vez; la polla lubricada con saliva se siente enorme y áspera mientras se introduce en su recto. El roce de la asta le provoca ardor y suelta gemidos de dolor. Pero el chico no se detiene, y lo penetra poco a poco con pequeñas estocadas de su cadera. Andy jadea de alivio cuando el otro chico termina de enterrarse en su trasero.

-¿Ya ves?- le pregunta el chico.- Te entró muy fácil. No es necesario el lubricante.

Andy gime cuando el otro chico saca su polla unos centímetros y la vuelve a enterrar de forma abrupta, para después comenzar a follárselo. Sus estocadas son duras, salvajes, y la propia erección de Andy se frota dolorosamente sobre la superficie superior del escritorio, al mismo tiempo que el otro chico lo penetra una y otra vez. La saliva hace que el movimiento sea posible, pero no fácil. Andy aprieta muy fuerte los dientes con cada penetración.

Con una mano, el chico extraño le separa una nalga para ver como su pene se introduce dentro del culo, y con la otra agarra un mechón del cabello de Andy y tira de su cabeza hacia atrás, provocando que la espalda del chico forme un arco. El pene se entierra hasta los testículos dentro del agujero.

-Eres una putita,- gruñe.- Te fascina que te la meta, ¿verdad? Te encanta tener una polla grande y gorda dentro del culo, ¿no es así?

No precisamente de esta forma, piensa, pero no dice nada. Al igual que Marcus, el chico nuevo no dura mucho. Cuando se corre, tira fuertemente del cabello de Andy, y le llena el recto de semen. Suelta un gemido largo y alto, como si fuera un animal.

Finalmente saca su verga del culo, provocando que el ano comience a gotear semen sobre el suelo y a través de la falda. Andy puede escuchar que el chico suelta una risita.

-Tienes el culito tal como lo describió Marcus,- dice.- Oye, ¿te gustaría que la próxima vez traiga a un amigo? Podemos follarte por la boca y por el culo al mismo tiempo. La chupas muy bien, y no te preocupes, no tienes que preocuparte por tu preciosa virginidad.

Escucha que el chico suelta una risa al mismo tiempo que se sube la cremallera de su pantalón escolar. Unos segundos después oye sus pasos dirigiéndose hacia la salida.

Cuando se siente seguro de que el chico no volverá, Andy, con muecas de dolor, levanta su cuerpo del escritorio. Sobre el mismo pupitre de la vez anterior sigue la caja de pañuelos de papel, así que toma unos cuantos y se limpia el semen de las nalgas. Su erección ruega por salir de su ropa interior, y forma una tienda al frente de su falda.

Definitivamente, la próxima vez, él traería su propio lubricante.

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Nota final: ¿les gustaría que continuara traduciendo el resto de la historia? Andy tendrá muchísimas aventuras en esa escuela. ;)