Las aventuras de Tinín (2)
II. De Tal Palo, Tal Astilla.
Normalmente, en esos días en que estábamos solos, yo me ocupaba de las tareas de casa: hacer las camas, limpiar, poner lavadoras... Y, al día siguiente, decidí guardarme aquellos gayumbos. Ya estaban secos, pero el olor continuaba siendo muy fuerte, así que pensé en conservarlos para futuras pajas.
Pasaban los días; mi madre continuaba en el pueblo, y tendría que estar por allí al menos un par de semanas más. Yo seguía, cuándo podía, pillando calzoncillos de mi padre, aunque no conseguía ninguno corrido como el que guardaba; supongo que tenía cuidado y usaba kleenex. No importaba, aún tenía el recuerdo de aquella imagen pajeándose, y guardaba en mi habitación los slips originales.
Era verano, y, siendo adolescente, la verdad es que me pasaba el día en la calle; playa, colegas.... Un fin de semana, decidimos marchar fuera, a un pueblo de la costa. Fue una buena salida: playa, risas, algo de alcohol, algo de porros... Estábamos en un apartahotel, y compartía habitación con Sebas y Antonio, dos buenos amigos. Ni que decir tiene que me calentaba el verles en calzoncillos por la habitación, al acostarse o levantarse, y que pensé en la idea de pillar unos calzoncillos de alguno de los dos, pero no me atreví. Y eso que el burro de Sebas sólo se había traído una muda, aparte del bañador, y el domingo, el slip debía cantar de la hostia... Antonio y yo nos metíamos con él, llamanándole guarro, pero...uf, yo sí que le hubiese metido otra cosa...
El domingo por la noche, volvimos a Madrid; tenía ganas de llegar a casa para pajearme bien, después de ese fin de semana sin hacer nada. Era de noche cuando llegué. Mi padre, como siempre en calzoncillos, estaba cenando, mientras veía la tele.
¡Papá, buenas!- saludé, contento.
Hola. Hola, hijo.-me extrañó que estuviese tan serio.
Bueno... Voy a hacerme un bocata, y me retiro. ¡Estoy reventado!
Eh... Muy bien, hijo.
Me escamaba esa seriedad, y el no preguntar cómo había ido; me hice un bocata, y me senté en la mesa, con mi padre. Los dos comíamos en silencio, y la expresión de él era de preocupación.
Papá...- empecé.- ¿te pasa algo?
No... Hijo, es que... no sé cómo decirlo- titubeaba él.
¿Le ha pasado algo a máma?- interrogué, preocupado.
No, no, Tinín, tranquilo... No es nada de eso.
Bueno... ¿entonces? Coño, estás muy serio, ni me has preguntado cómo ha ido el finde...
Tinín, verás... El sábado por la mañana, recogiendo la casa, y las habitaciones, encontré una cosa que no me gustó nada...
¡Mierda! De golpe, me puse rojo. ¡Qué idiota! ¡Qué poca cabeza la mía! Había hecho la maleta el viernes, tarde, a toda prisa, y había dejado el cuarto sin recoger. Seguramente mi padre, viendo el follón de ropa por la cama, el sábado habría hecho limpieza. Y, idiota de mí, guardaba aquellos gayumbos suyos en el cuarto, en una silla tapados por una camisa. Joder, joder, joder.... indudablemente, los tenía que haber visto. No sabía qué decir ni a donde mirar, y permanecía con la cabeza agachada, mirando la mesa.
Ya sabes a lo que me refiero, ¿no?- siguió mi padre.
S-sí - musité. -Papá, yo... no sé qu-qué de-de-decir... Por favor, no pienses que...- estaba al borde del llanto, en serio.
Tinín, hijo- mi padre apoyó su mano en mi antebrazo, tranquilizándome. - Es que... no sé, tampoco sé qué pensar...¿Qué hacías con unos slips míos usados en tu cuarto?
Papá...No sé; los cogí...y no sé...-seguía presionando dulcemente mi antebrazo, pero yo sentía que los ojos se me estaban llenando de lágrimas, y que seguía rojo como un tomate.
Hijo... Tranquilo, tranquilo. Eh....te...te gu-gustan las chicas, ¿no?
Pobre hombre; de verdad, también él estaba pasando un mal trago.
¡Papá, claro que sí! ¡No soy maricón! -repliqué, con las lágrimas ya rodando por mis mejillas.
¡Hijo mío, no llores! ¡Tranquilo, no pasa nada, sea como sea!
¡Pero es que no lo soy! No sé por qué los cogí, papá... Lo siento mucho...
Tinín... Yo te quiero mucho, soy tu padre, no importa, y te voy a seguir queriendo seas gay o no...
¡Que no lo soy! ¡Papá, te lo juro!
Está bien, está bien... Tranquilízate, hijo...
Seguimos sentados en la mesa; a pesar de estar medio llorando, me había tranquilizado un poco. Mi padre me había soltado el antebrazo, y comía con lentitud. Yo suplicaba que olvidásemos todo, y sólo tenía ganas de irme a mi habitación y estar solo. Cuando estaba a punto de levantarme, mi padre volvió a hablar.
- Hijo, siento mucho que te hayas puesto así. Mejor será olvidar todo esto-. "Ojalá", pensé yo. -Es sólo que... bueno, me ha sorprendido encontrarme esos slips en tu cuarto; además, son los de la...ejem, la otra noche, así que debían estar empapados de leche.
De golpe, pasé de estar rojo a estar blanco. Las palabras en boca de mi padre "empapados de leche" me habían hecho pasar toda la vergüenza, para quedarme helado.
Eh... sí, s-son esos, papá...- musité. No sabía ni lo que decía.
Ya, ya...-continuó él. - Debían apestar a semen, ¿no?
¡Ostiaaaaas! El rumbo que estaban tomando las cosas, no me gustaba nada. Todo era como irreal...salvo los latidos que notaba en mi bragueta cada vez que mi padre usaba una palabra como "leche" o "semen".
-Lo digo-continuó,- porque te hice caso, y acabé en los calzoncillos. Y como suelo correrme en abundancia...
¡Yo estaba alucinando!
¿Te has...ejem... los has..eh...olido? ¿Los cogiste por eso...? - habló mi padre, con voz ronca. ¿Era posible? Ostias, sonaba a que se estaba calentando con el temita...
Yo... Bueno, los cogí... y...- balbuceaba yo.
¿Y...? ¿Qu-qué hacías con e-e-ellos...?- uf.... mi padre casi jadeaba.
Bueno... Me...glups, me gusta...o-olerlos, papá....
Ya está; no había más salida, había confesado.
-¿Olerlos...? -repitió mi padre, en un jadeo.
Yo.... bueno, sí... me...me pone caliente.... - y en ese momento, sí que estaba caliente. Llevaba una camiseta y unos tejanos, y la bragueta me iba a reventar...
Pero, -siguió él, - ¿te gustan las pollas, hijo?
¡No, no! No, papá... Pero los gayumbos, bueno... me ponen.
O sea, que es sólo un fetiche...
Sí; sí, supongo que es eso...
Mi padre se me quedó mirando, con una mirada rara. Y entonces, dijo:
Hum... Lo supuse, cuando me los encontré el sábado... Y, hijo mío, la verdad es que esa idea...No sé cómo decirlo, me ha tenido todo el fin de semana excitado...
¿Excitado? - ¿qué coño estaba pasando?
Cachondo, hijo, cachondísimo.... No te has fijado, ¿verdad?
¿Fijarme...?
Mira...
Y se movió, tirando de la silla para atrás, apartándose de la mesa. Con todo barullo, no me había dado cuenta: ¡llevaba esos mismo gayumbos! ¡Joooder, me quedé aún más alucinado! Además, Dios mío... los huevos se salían por los lados. Yo no sé si se había puesto cahondo con la conversación, o ya lo estaba, pero tenía aquél pollón durísimo, tensando la tela.
- ¡Jooder, papá....! ¡Son los gayumbos famosos....!
-Sí, hijo, sí- contestó, acariciándose por encima, levemente. - Acércate, acércate un poco...
Lo hice; acerqué mi cara a la entrepierna de mi padre: ¡osstiaaaaasss! No estaba ni a 50 centímetros, y se me llenaron las fosas nasales de olor a lefa.
-¡ Jooder, papá....! ¡No los has lavado, pero, además...!
¡Sí! -me cortó él rápidamente, - los he usado todo el fin de semana, hijo mío, pensando en tí, oliéndolos...
¡Uf....!
Sí... Y la verdad es que me he pajeado no sé cuántas veces... ¡con ellos puestos!
Ahora entendía ese pestazo... Entre aguantar la polla, los cojones, los restos de meadas y vete a saber tú cuántas lechadas, estaban impregnados de olor de macho guarro. Y parecía ser que mi padre lo era.
¡Ostia, papá! Huelen que apestan...
Sí, hijo... Son para tí, son para tí... -decía él, acariciándose con más intensidad el rabote comprimido en los slips. -¡Uf....! Y espérate, que como siga así, los pringo una vez más....
¡Joder...! Se les ve hechos un ascazo, papá....
¡Oh...! Ja, ja, ja... están...uf, están acartonados...
No me jodas....
Uf.... Toca, tócalos y lo verás....- mi padre había perdido toda convicción, y se mostraba como un auténtico cerdako. Ahí, sentados, uno frente a otro: yo, con la bragueta que me reventaba, y mi padre, con las piernas bien abiertas y los huevos que se salían, pajeándose ese pedazo de tranca sobre la tela.- ¡Toca, toca, hijo...! ¡Me cago en la puta, parece que tenga la polla metida en un cartón, coño!
¡Espera, a ver si es verdad...!- y la verdad es que yo también había perdido toda conciencia y vergüenza: el latido de mi polla en los tejanos guiaba mis pasos. Estiré el brazo, y, con mucha lentitud, apoyé la mano en la tela, cuidando de no tocar los huevazos. ¡Coooño! ¡Ardía, estaba calentísimo y, tenía razón mi padre, tenía la textura del cartón! Continuaba acariciando la tela, sentía debajo la enorme polla palpitando, y la mano de mi padre chocaba con la mía, ahora acariciándose más rápidamente.
¡Guauuuu....! -gemía mi padre, - ¡así...! ¡Joder, puedes palparme el rabo, por encima de la tela, hijo!
¡Sí....! ¡Pero lo que me gusta, es que la vas a romper, al final...!
¡Ja, ja, ja....! ¡Uf...! ¡To-toca... toca la punta donde está el capullo, hijo....!¡Está dura..la tela...del puto..ah...del puto calzoncillo, ¿eh...?
A ver.... Deja, deja sitio, papá...-paró un momento de meneársela, con los brazos a los lados. ¡Qué situación! Ahí sentado, enfrente mío, quieto, con las piernas peludas abiertas de par en par, y todo aquél paquetón, con un pollón de caballo, palpitando...los cojonazos saliéndose, imposible de ajustar en la tela... el aroma a lefa inpregnando todo. ¡Uf....! No lo dudé un instante: apoyé la palma de mi mano justo en la puntita del rabo.
¡Aaaaahhhhhh!- gimió mi padre.
¡Ostias, ostias....! -gritaba yo, salidísimo; me dolía la polla de lo dura que estaba.
¡JOOOOODERR!- berreó mi padre cuando empecé a frotar la puntita con la palma, - ¡los voy a reventar, hijo! ¡Para tí, voy a reventar los putos gayumbos a manguerazoooos!
Dejé de jugar con la palma, y me dediqué a frotar la punta con los dedos. Mi padre dió un golpe de caderas, hacia arriba, apretando bien la polla contra mis dedos.
¡Papaaaaaaaaá...! ¡Estás empezando a pringarlo de nuevooooo!
¡Aahhhh! ¡Joooder...sí...! ¡Para tí, cabronceteeeeee....! ¡Toma babeo....toooomaaa...!
Y así era; una enorme mancha de precum se extaba extendiendo por toda la tela. Mis dedos estaban mojados, traspasaba el gayumbo acartonado, y me pringaba.
¡Papá! ¡Papá...! Uf.... no aguanto más... ¡córrete, córrete en ellos y pásamelos!
¡Hijoooooo! ¡Estoy a puntito... a puntitooooo....!- gemía. Seguía sin tocarse, disfrutando de mis fricciones en el capullo, que parecía una fuente.No pude más; de pronto, agarré con una mano todo lo que podía de polla, a través del slip y, con la otra mano, imaginando que así se correría de una vez, le amasé bien las pelotas que reposaban sobre la silla. El efecto fue inmediato:
¡AAAAAHHHHHHH! ¡HIJOOOOO MÍIOOOOOOO!! ¡ME CORRO...ME CORRROOO EN LOS PUTOS CALZONCILLOS....!!
¡SIII....! -contestaba yo, con la cara a un palmo de semejante entrepierna.
¡AHIIII VAAAAAA!!!!! ¡ME LOS CARGO... COÑOOO...ME LOS CARGO A LECHADAS!
Y, de golpe, empezó a manar leche... ¡Uaaaaaa! ¡Traspasaba la tela, me estaba pringando la mano, y resbalaba por todos los sitios!! ¡Ostias, en la silla se estaba formando un charco!!
¡JOOODER, PAPAAAAÁ!! ¡Asíi....!
¡CUIDAOOOO!!! ¡QUE VIENE LO GORDOOOOOO!!! -y, efectivamente; mientras miraba enlecharse mi mano, los gayumbos, todo, un par de chorros más salieron con tal potencia que, incluso a través de la tela, volaron hasta mi cara.
¡JOOOODER GUARROOOOOOO!!
¡JAJAJAJA! -reía el tío, perdida toda compostura, -¡TOOOMA...TE ESTOY REGANDO DE LECHE, CHAVAAAAAAL!!!!
Y era cierto; tan cierto como que, al sentir el impacto en mi mejilla, no había podido más, y me había corrido como un cerdo, sin tocarme, en los tejanos.
¡Oh....! ¡Joooder.... qué gustazo, coño....! -resoplaba mi padre, después de los cañonazos de leche. Aún le goteaba la polla, pero era evidente que el corridón había acabado.
¡Papá.....! Uf... qué fuerte....
Hijo, hijo.... Anda, anda... toma, toma.... para tí...
Y diciendo esto, se quitó los calzoncillos, entregándomelos. Chorreaban.
Oh.... Papá...
Hijo... qué bueno....
Nos levantamos, empapados, mi padre desnudo, con el rabo aún grande descansando sobre los huevacos.
Bueno...- dijo, - una buena ducha, es lo que toca ahora; y a dormir.
Oh... papá, qué heavy ha sido... no sé cómo agradecértelo...guauuuu...
Tranquilo, hijo, tranquilo... Aún quedan días para que vuelva tu madre, y tengo leche y calzoncillos de sobra para tí. Y para los dos -dijo, guiñándome un ojo.
¿Có-como...?- tartamudeé... con el rabo de nuevo despertando. Joooder, mi padre era un guarro de categoría. ¡Para que luego digan de la genética!