Las aventuras de Oscar y su hermana 3

“¿Sabías que por aquí cerca pasa el río Guadalquivir?, nos podemos poner el bañador debajo de la ropa para darnos un chapuzón cuando lleguemos!”

Era una bonita mañana del mes de Julio. Nos habíamos levantado temprano. Después de desayunar, mis abuelos se marcharon al campo (como cada día), y mi hermana y yo nos encargamos de recoger la casa un poco…aunque mi abuela siempre insistía en que no hacía falta. Tras haber terminado las pocas tareas que había por hacer, mi hermana ya estaba maquinando lo que podríamos hacer ese día, que rincón del pueblo podríamos explorar, y que aventura podríamos vivir por aquellos campos de olivos.

“Sabías que por aquí cerca pasa el río Guadalquivir?”

Me dijo mi hermana mientras secaba las tazas del desayuno con un trapo de cocina.

“que dices…si nunca lo hemos visto!”

Respondí yo con gestó de incredulidad. “En serio, me lo dijo ayer Maite. Dice que está cerca de aquí, que su padre la llevaba a ella y a sus primas a bañarse al rio cuando eran pequeñas, y a veces iban con la familia y hacían camping con sacos de dormir y todo!”, me dijo mi hermana de nuevo, “si…pero el abuelo no tiene coche. Como le vamos a decir que nos lleve?”, respondí yo. “Que no tonto…yo había pensado que podíamos ir andando…hoy, que hace buen tiempo…y nos podemos poner el bañador debajo de la ropa para darnos un chapuzón cuando lleguemos!”, dijo mi hermana. “Pero, que dices?....si eso tiene que estar muy lejos!”, volví a decir yo. “No, no, no…Maite me dijo que solo está a 10 kms. Eso no es muy lejos…además, por el camino que me explicó, es todo cuesta abajo. Y si luego estamos muy cansados a la vuelta, podemos hacer autostop…que la carretera llega justo hasta el antiguo molino. Podemos llevarnos una mochila pequeña con una toalla de playa, un par de bocadillos, y una botellita de agua…y podemos tomarlo como una excursión!”.

La palabra excursión hizo que a mi se me alegrase la cara, ya que me gustaba mucho ir por el campo (nosotros en Canarias estábamos acostumbrados a ir a la playa o quedarnos en la ciudad. Estar en el campo siempre era una grata novedad para mi hermana y yo), y mi hermana tomó el gesto como un sí. Así es que nos pusimos a preparar las cosas.

Con las mochilas a la espalda y con ropa cómoda para la larga caminata, mi hermana y yo salimos de la casa de nuestros abuelos (en zapatillas de deporte, pantalones cortos, y camiseta de manga corta) Mi hermana, como todas las chicas de su edad, le daba mucha importancia a lo que llevaba puesto cada día. Incluso en circunstancias como aquella, había elegido un modelito de mallas rosa fucsia por encima de la rodilla (lo que ahora llaman leggins), completamente ajustadas a su cuerpecito (en plena etapa de desarrollo) destacando las curvitas de sus caderas y su culito respingón, y un top blanco de manga corta que dejaba su ombligo plano al descubierto, realzando la firmeza de sus pechos y dibujándolos bajo la tela de la camiseta como limones cortados por la mitad. Y se había recogido el pelo en una coleta de caballo, lo cual le daba un aspecto de colegiala un tanto infantil, aún más si cabe).

Al estar la casa a las afueras del pueblo, el camino rural que tomaríamos, para bajar al rio, quedaba bastante cerca. Desde las afueras del pueblo, el cuál quedaba en lo alto de un cerro, se podían ver los interminables campos de olivos hasta donde alcanzaba la vista, y podíamos ver claramente la ruta que el camino de tierra seguía, serpenteando entre los olivos, y nuestro destino (el rio) parecía al alcance de la mano.

Tras pasar varías vaquerías (las cuales producían el suministro diario de leche para los habitantes del pueblo), y una antigua fábrica de cemento (que parecía haber sido abandonada años atrás), mi hermana y yo llegamos a campo abierto, donde tan sólo podían contemplarse olivos y más olivos a ambos lados del camino rural. Durante los primeros kilómetros del camino tan sólo nos cruzamos con un tractor, y un par de land-rovers que subían en dirección al pueblo, los cuales nos pitaron con el claxon varias veces para que nos apartáramos del camino y nos miraron con cara de extrañados (seguramente curiosos  por saber de quién eran  hijos los dos mocosos que iban solos por el campo a esas horas) o probablemente les llamó la atención ver a mi hermana con aquellas mallas fucsia, que con la luz del sol de aquella mañana de verano se podían ver a la legua como si de un semáforo se tratara. Las cuales, de frente, hacían que su rajita se marcase como la pezuña de un camello. Dibujando el perfecto contorno de los labios carnosos de su juvenil chochito), pero  siguieron su camino y nosotros el  nuestro.

Después de haber caminado durante una hora más o menos, llegamos a un tramo donde el camino se dividía en dos, como la lengua de un gran reptil. Una parte se dirigía hacia arriba, formando una pequeña curva que rodeaba un pequeño montículo de arena. La otra parte continuaba en línea recta cuesta abajo. Y justo en medio había una fuente de agua, con una pequeña alberca (la cual se usaba, como descubrimos mas tarde, para que bebiesen los rebaños de cabras que pastaban por las cercanías). Nosotros nos quedamos parados en mitad del camino, sin saber que dirección tomar. “Y ahora que hacemos?, por donde seguimos?”, pregunté a mi hermana con cara de preocupación. Mi hermana se quedó pensativa mirando al camino sin decir nada durante unos segundos. “Umm….Maite me comentó algo de la fuente, pero ahora no recuerdo bien si me dijo que había que seguir hacia arriba o hacia abajo”, dijo mi hermana con ambas manos en la cintura. “Mira, vamos a subir la curva a ver si desde ahí arriba podemos ver ya el rio…que ya llevamos caminando mucho rato, seguro que está cerca”, continuó diciendo mi hermana. Así es que nos pusimos a subir la pequeña cuesta del camino que rodeaba el montículo de arena, con la esperanza de que fuese lo suficientemente alto, como para ver el rio en el cercano horizonte. Pero nos quedamos sorprendidos cuando al rodear el montículo, el camino se volvía plano otra vez, quedando de nuevo rodeado de olivos a ambos lados, con lo cual no se podían percibir grandes distancias. Mi hermana se volvió a parar sobre sus pasos otra vez con una expresión de duda en su cara.

“Estas segura de que es por aquí?. A ver si nos vamos a perder!”, dije con el mismo tono de voz preocupado. “No empieces eh?…déjame pensar un momento”, respondió mi hermana con claros signos de irritación en el tono de su voz. “Venga…vamos a volver a la fuente, y cogemos el tramo del camino que seguía cuesta abajo esta vez, a ver si hay mas suerte y se ve mejor.”, dijo mi hermana, y con paso decidido se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección a la fuente que habíamos pasado. Yo la seguí. “Maite me comento algo de unos grandes árboles en una de las orillas del rio, que cuando se veían, indicaban que el rio estaba cerca”, siguió diciendo mi hermana, mientras caminaba, como para si misma.

Pasamos la curva del camino y volvimos a ver la fuente de agua. Pero mientras nos acercábamos, pudimos oír claramente unos cencerros en la distancia, y justo unos segundos después, aparecieron las primeras cabras de un pequeño rebaño, subiendo por el camino que mi hermana y yo pretendíamos coger, y tras ellas con un garrote de madera iba un hombre de mediana edad y aspecto desaliñado. Las cabras se fueron colocando alrededor de la pequeña alberca, hasta que ésta desapareció en su totalidad, y comenzaron a beber. El hombre se paró en medio del camino, y quitándose el sombrero, se apoyó sobre el garrote para descansar mientras vigilaba su rebaño. Al vernos a mi hermana y a mi, se quedó mirándonos descaradamente frunciendo el cejo, lo cual le daba un aspecto de desconfianza. “Buenos días”, dijo mi hermana mientras se iba acercando al pastor. Yo la seguía a varios pasos de distancia. “Creo que nos hemos perdido…y me preguntaba si usted sabría ayudarnos”, volvió a decir mi hermana acercándose al pastor un poco más. Aquel hombre sudoroso se quedó mirando a mi hermana de arriba a abajo, deteniendo su mirada varias veces en sus tetitas (las cuales, al llevar la mochila a la espalda, quedaban bien marcadas bajo la fina tela de su camiseta) y en el apetitoso bollo que se dibujada, bajo las mallas de color fucsia, en su entrepierna.

Y tras mirarla y recrearse con el cuerpo de mi hermana un buen rato dijo finalmente: “Que sois turistas?”. “No, no, no”, le respondió mi hermana mirando hacia abajo, “Nuestros abuelos viven en el pueblo, y nosotros venimos de vacaciones todos los años”. El hombre volvió a mirarla de arriba abajo sin decir nada, mientras seguía apoyado en su garrote. “Y que hacéis vosotros solos por aquí?, volvió a preguntar el pastor mirando la rajita de la entrepierna de mi hermana descaradamente. “Estamos intentando llegar al rio. Pero como el camino se divide aquí, no sabemos que dirección coger. Sería tan amable de decirnos como llegar?”, dijo mi hermana de nuevo mirando a la cara del pastor esta vez. El hombre la volvió a mirar un buen rato sin decir nada.“Y que me darías tu a cambio preciosa?”, dijo el hombre, con cara de vicioso, relamiéndose los labios. “Lo siento…pero no llevamos dinero”, dijo mi hermana con cara de inocente. “Jajaja….no estaba pensando en dinero precisamente…jajaja”, dijo el pastor mientras reía, dejando ver que le faltaban varios dientes, y subiéndose los pantalones con una mano, mientras que con la otra continuaba agarrando el garrote. “Y que quiere usted entonces?”, preguntó mi hermana con cara de asustada. “Jajaja…no temas preciosa, que no te voy a pedir nada que seguro no le hallas hecho ya a alguno de tus novios”, dijo el pastor acercándose aún mas a mi hermana y pasándole un dedo por la barbilla, mientras mi hermana miraba hacia el suelo como avergonzada. “Porque no me dirás que no te han metido mano ya alguna vez!”, volvió a decir el hombre con una sonrisa de picardía en la cara.

Mi hermana no respondió, pero noté como sus mejillas se enrojecían mientras su mirada seguía en dirección al suelo. El hombre se volvió a acercar a mi hermana, y rozándole ligeramente una teta con su mano derecha dijo: “Eh?...no dices nada?. Te ha comido la lengua el gato?, no te gustaría pasar un ratico conmigo detrás de ese olivo?”, le dijo el pastor. Y volviéndole a rozar la teta con sus largos dedos, miró a mi hermana sonriendo. Mi hermana se quedó paralizada en medio del camino, sin moverse y sin decir ni una palabra…no le decía que sí al viejo pastor, pero tampoco le daba a entender que no. Así es que el viejo siguió con sus comentarios obscenos, pasando esta vez el garrote por la entrepierna de mi hermana. Ella al sentir el duro garrote haciendo presión contra su bollo, separó un poco las piernas, y dejó seguir al pastor con sus rozamientos. El viejo al ver aquello sonrió, y levantándole la camiseta a mi hermana con la otra mano, dejo ver la parte de arriba del bikini naranja que se había puesto mi hermana, el cual no le fue difícil apartar por la delgadez de su tela dejando salir la teta izquierda. Mi hermana se puso roja, ya que sabía perfectamente que yo no estaba perdiendo detalle de lo que estaba ocurriendo, pero no le dijo nada al viejo, y siguió allí parada, en medio del camino de tierra, mientras el viejo pastor jugaba con su pezoncíllo.

“que pasa…te has quedao muda?, os es que te gusta lo que te estoy haciendo?, jajaja”, dijo el viejo pastor mientras seguía apretando el garrote contra el chochito de mi hermana. Mi hermana sólo agachó la cabeza y entornó los ojos (seguro por el gustirrinín que aquel duro garrote le estaba dando en la pipa de su chumino). “Te gusta frotarte contra el garrote eh guarrilla?”, dijo el pastor apretándole el pezón de la teta que mi hermana tenía fuera. “Yo tengo algo más gordo que el garrote aquí escondió, jajaja”, dijo el hombre. Y sin pensárselo dos veces, se abrió la bragueta del pantalón, rebuscó dentro con una mano, y sacó un hermoso trozo de carne morcillona en avanzado estado de erección. A mi hermana se le pusieron los ojos como platos al ver aquello (sinceramente, a mi también me sorprendió mucho. El viejo pastor era bastante flacucho, y nunca me hubiese imaginado que tuviera tremenda polla colgando entre sus piernas). El pastor se empezó a reír a carcajadas al ver a mi hermana con la boca abierta mirando aquel trabuco. “Ven…acércate mujer, y tócala…que no muerde jajaja”, siguió riendo el viejo dejando ver los huecos de los dientes que le faltaban. Mi hermana se acercó y la tomó en su mano, pero no podía abarcarla con sus dedos en su totalidad de lo gruesa que era. Empezó a acariciarla con una mano, bajando la piel y dejando el gran capullo al descubierto, y con la otra sopesaba los grandes testículos que colgaban libremente.

De repente, mi hermana dejó de tocar los huevos y la polla del viejo, y se separó de él rápidamente, mirando desconfiada a ambos lados del camino. “Que pasa niña…no te gusta o qué?, dijo el pastor con la polla al aire, ya tan dura y tiesa como el garrote. “Es que estamos en medio del camino…y podría venir alguien”, dijo mi hermana sin dejar de mirar a ambos lados del camino. “Jajaja, no temas preciosa si por aquí no pasa casi nadie desde que arreglaron la carretera principal. De vez en cuando pasa algún que otro agricultor en su tractor, pero si se acercara alguno lo oiríamos de lejos. Venga, no te hagas ahora la estrecha…que mira como me has puesto. Además, hace ya muchos años que no me toca una belleza como tu. Y dudo que aguante mucho sin soltar una buena descarga de leche jajaja”, dijo el viejo sobándose la polla, mientras se acercaba otra vez a mi hermana y le agarraba la teta que aún tenía fuera. “si te quieres quedar mas tranquila, podemos poner a este a vigilar”, volvió a decir el viejo mirándome a mí de reojo. Mi hermana me miró como suplicando…y yo me fui más abajo del camino, pasando al pequeño rebaño de cabras que aún seguían bebiendo el agua de la alberca.

Yo me quedé como a unos 20 metros de donde estaban mi hermana y el viejo pastor. Pero a plena luz del día pude ver claramente como mi hermana se quitó la mochila de la espalda, y poniéndose en cuclillas frente al viejo pastor, le agarro el pollón con una mano y empezó a cascársela. Desde donde yo estaba, no podía oír bien lo que el viejo le decía a mi hermana. Tan sólo veía como le acariciaba la cara y el pelo con una mano, mientras no perdía detalle de aquella joven angelical, la cual le estaba haciendo tremenda paja. Estuvieron así un rato. Hasta que el viejo agarro a mi hermana de la nuca, arrimando su boquita a la punta de aquella babeante verga. Mi hermana abrió la boca, pero por mucho que el viejo insistió solo le cabía el enorme capullo. Entonces oí como el viejo empezaba a gemir fuertemente, y agarrando a mi hermana de la teta con fuerza, le sacó la polla de la boca, se hizo a un lado, y empezaron a salir largos chorros de leche espesa que fueron cayendo sobre la tierra del camino.

Mi hermana se quedó a allí parada un rato, mirando con gesto de desilusión (seguramente por lo rápido que el viejo se había corrido) como salía la abundante descarga de leche de aquel capullo hinchado. Cuando la leche cesó de salir, el viejo se volvió a meter la polla en los pantalones, se subió la cremallera, y cogiendo su garrote que había dejado caer al suelo, se dirigió hacia la alberca (donde aún seguían las cabras) para lavarse las manos en el agua. Mi hermana se levantó, se colocó el bikini (escondiendo de nuevo su teta) bajando su camiseta, y cogiendo al mochila del suelo se dirigió hacia el pastor. “Entonces…sabría decirnos como llegar al río desde aquí?”, preguntó mi hermana al pastor mientras este seguía inclinado sobre la alberca. “Ah…si eso, está aquí mismo. Tenéis que seguir el camino cuesta abajo, y tras pasar el túnel con la antigua vía del tren, seguir recto y ya veréis el puente de la carretera que lo cruza”, contestó el hombre con tono de indiferencia, sin ni siquiera mirar a mi hermana a la cara, mientras seguía lavándose las manos en el agua.

Mi hermana y yo seguimos nuestro camino, sin ni siquiera despedirnos del viejo pastor. Seguimos caminando en silencio durante un buen rato, mientras mi hermana parecía estar sumida en sus pensamientos. Pero mientras pasábamos por el túnel de la antigua vía del tren, me di cuenta que mi hermana tenía la entrepierna mojada (al ser las mallas de un color rosa fucsia, la marca de humedad tenía un tono mas oscuro, con lo que era bastante fácil darse cuenta de que estaba mojada). “Anda…si se ha meao la guarrilla jijiji!!”, dije yo apuntando con el dedo hacia su entrepierna. “Ummm?, como?”, dijo mi hermana desorientada, como si se acabara de despertar de un largo sueño. Al verme a mí riendo y apuntando con mi dedo a su coñito, mi hermana se paró sobre sus pasos, agachando la cabeza, mientras separaba sus muslos con ambas manos para mirarse el manchorrón de humedad que llevaba en to el chumino. Se puso roja como un tomate al ver que yo me había dado cuenta y seguía apuntando con el dedo riéndome a carcajadas. Entonces mi hermana levantó su cara orgullosa, y se puso a caminar de nuevo a paso ligero, con cara de mosqueada, dejándome a mí atrás. Yo corrí tras de ella diciendo: “Marta se ha meado, Marta se ha meado!!!....jijiji”. “Tu que sabrás mocoso…eso no es una meada niñato!”, me dijo mi hermana con tono de ofendida. El resto del camino lo hicimos sin decir nada.

Finalmente llegamos a la carretera donde se encontraba el puente que cruzaba el río. Y mientras lo cruzábamos pudimos ver los árboles que la amiga de mi hermana le había comentado, y una amplia explanada con mesas de camping en la otra orilla. Al llegar a la explana, nos sentamos en una de la mesas de camping, a la sombra de un gran árbol, y nos quitamos las mochilas para descansar un rato. Mientras bebíamos agua de la botella que cada uno llevábamos, pudimos observar que no había nadie cerca del lugar, parecía desierto (seguramente porque al ser un día entre semana la mayoría de la gente estaría trabajando). Tan sólo podía apreciarse el cantar de los pájaros y el ruido de fondo de la corriente del río. Mi hermana se levantó y se acercó a la orilla, mientras yo la seguía. Estando en la orilla, pudimos ver que el agua del río bajaba bastante turbia, y con una fuerte y rápida corriente. “Aquí no nos vamos a poder bañar”, dije yo mirando aquel rio con aspecto peligroso, “Yo por lo menos no…tu puedes hacer los que quieras”. Mi hermana me miró con cara de paciencia, “pero mira que eres bruto…como puedes pensar que es aquí donde vamos a bañarnos?, dijo mi hermana resoplando. “No bobo…mi amiga Maite me dijo que su padre las llevaba a una pequeña charca, formada por un riachuelo, un poco mas arriba de las mesas de camping”, dijo mi hermana señalando un estrecho riachuelo (que desembocaba en la corriente del rio grande) que había a nuestra derecha, el cual rodeaba toda la explanada y se perdía en la distancia tras curvar unos grandes arboles. Mi hermana y yo volvimos a coger nuestras mochilas, y nos pusimos a subir por la orilla del riachuelo que rodeaba la explana. Al pasar la curva de los grandes arboles, dejando la explanada con las mesas de camping atrás, el terreno se volvía plano, provocando que la corriente del riachuelo se detuviese lo suficiente como para formar una gran charca a un lado de los arboles.

El sitio era ideal: una gran charla del tamaño de un piscina, escondida entre los arboles, rodeada de césped, florecillas, y pequeños arbustos. Mi hermana y yo nos quedamos sorprendidos por la tranquilidad que se respiraba en aquel lugar. Lo mejor de todo era que al estar entre los arboles, no corría nada de viendo, y no se veía nada alrededor. Dejamos las mochilas en el suelo, y sacando las toallas de playa las extendimos sobre la hierba. Mi hermana y yo nos miramos el uno al otro con una amplia sonrisa dibujada en nuestras caras. “Yo me voy a bañar!”, dijo mi hermana quitándose la ropa rápidamente y quedándose en bikini, “y yo…lo llevo deseando todo el camino jajaja!, dije yo con alegría dejando mi ropa tirada sobre la fresca hierba. Los dos nos zambullimos en el agua de un salto. El agua estaba limpia y templada, debido a la directa exposición a aquel sol radiante. Estuvimos un buen rato en el agua jugando y riendo, contentos por haber encontrado aquel lindo lugar, hasta que mi hermana dijo: “tengo hambre, y tú?”, “Yo también”, dije yo mirando a mi hermana mientras nadaba. “Venga…vamos a comernos un bocadillo, que tienen que ser casi las 2 PM ya, y luego seguimos bañándonos”, dijo mi hermana mientras salía de la charca. Después de secarnos un poco, nos sentamos en la hierba sobre las toallas, y sacando un par de bocadillos, y unos zumos que habíamos traído en la mochila, nos pusimos a comer, disfrutando del calor del sol. Tras comernos los bocadillos, los dos nos tumbamos sobre las toallas a tomar el sol. “Que bien se está aquí verdad?”, dijo mi hermana contorneándose sobre su toalla como una gatita remolona, “Con gusto me echaría una siestecita”. “Pues yo no…yo me quiero bañar otra vez”, dije yo dirigiéndome hacia la charca de nuevo. “Está bien…yo me quedo aquí, pero despiértame luego si me quedo dormida vale?”, dijo mi hermana tumbándose boca abajo y cerrando los ojos. “Vale!”, dije yo lanzándome al agua. Estuve allí jugando y nadando en el agua un buen rato, hasta que me cansé y salí a tomar el sol junto a mi hermana. Al llegar a la toalla, mi hermana estaba profundamente dormida. Así es que me tumbé boca arriba, y cerrando los ojos…yo también me quedé dormido.

Al despertarme, vi a mi hermana ya vestida, recogiendo su toalla y sus cosas, metiéndolas en su mochila. “A donde vas?”, dije yo mientras bostezaba. “Anda levanta y ve recogiendo tus cosas listillo…que ya son las 5 PM, y tenemos que volver al pueblo. Esperemos que pase algún coche por la carretera, porque de lo contrario tendremos que subir andando por el mismo camino por el que hemos venido, y no me apetece nada caminar ahora”. Yo me levanté y me puse a vestirme y a recoger. Me daba pena tener que irnos ya (me lo había pasado muy bien bañándome en la charca), pero mi hermana tenía razón…si no pasaba ningún coche, tendríamos que volver caminando, y eran dos horas de camino…sin mencionar que la vuelta sería cuesta arriba!. Tras recogerlo todo, nos echamos las mochilas a la espalda y nos dirigimos a la carretera que cruzaba el puente. Llegamos a la carretera, y sentándonos en unas rocas nos pusimos a esperar a ver si pasaba algún coche para hacer autostop. Mientras esperábamos me di cuenta que mi hermana se había soltado el pelo (dándole un aspecto un poco salvaje), y que bajo su ropa, se marcaban perfectamente sus pezones y la raja de su chocho (mucho más que antes). “que te has hecho?”, le pregunte yo a mi hermana mirándola descaradamente. “Por?”, respondió ella con cara de puzle. “Porque se te notan la tetas y el chocho…parece que vas desnuda!”, dije yo mirándola de nuevo. “Ah eso….jijiji. Que exagerado eres…seguro que no es para tanto jajaja!”, dijo mi hermana inspeccionando su delantera mientras se reía. “me he tenido que quitar el bikini, que aún estaba un poco húmedo, no quería que se me mojara la ropa al ir sentada en el coche”, continuó diciendo mi hermana. “Si hubieras metido ropa interior seca en la mochila como te dije esta mañana, no tendrías ahora ese problema. No me ves a mi?”, dije yo bajando un lado de mi pantalón corto, mostrando un par de calzoncillos blancos y secos. “Anda…cállate, que te pareces a mamá!. Además no me va a ver nadie!”. Pero yo no estaba exagerando… de frente quedaban marcados perfectamente sus pezones (e incluso sus morenas aureolas) bajo la fina tela de su top blanco, sin mencionar que las mallas rosa fucsia se le metían por toda la raja del culo y del bollo, dejando incluso ver la sombra del manojo de pelos negros que tenía en la vulva de su coño…era como si estuviera en pelota!!.

Justo en ese momento oímos el ruido de un coche en la distancia, aproximándose a nosotros por la carretera. “Quita, deja que me ponga yo a hacer autostop…que no me apetece nada volver andando al pueblo”, dijo mi hermana acercándose al filo de la carretera, esperando que apareciera el coche. En pocos segundos, apareció un todo terreno tras la curva, conduciendo a gran velocidad. Llevaba unas luces naranjas en el techo. Yo me asusté un poco pensando que sería la policía o la guardia civil, ya que aunque no habíamos hecho nada malo, no me apetecía que empezaran a preguntarnos cosas, o peor…que nos llevasen en el coche hasta la casa de nuestros abuelos. El todo terreno nos pasó…pero se paró a los pocos metros dando un frenazo. ”Corre…que nos lleva!!”, dijo mi hermana corriendo ya hacia el coche. Yo corría detrás de ella, viendo como se le metían aún más las mallas rosas por la raja del culo. Al llegar al coche, me di cuenta de que solo estaba el conductor dentro, y en la puerta del vehículo, había dibujado un gran logo que decía “Guardia Forestal. Junta de Andalucía”, aquello me dejó mucho más tranquilo. “Va usted para el pueblo?”, preguntó mi hermana al conductor a través de la ventanilla del pasajero que estaba abierta. “Si, si…subid!”, oí decir al hombre. “Sube tu atrás…que yo voy delante”, me dijo mi hermana abriendo la puerta del vehículo. Subimos y el coche reanudó la marcha.

El hombre tendría unos 40 años, algo canoso, fuerte, de tez morena, abundante pelo negro en el pecho (llevaba la camisa del uniforme medio abierta), con barba de dos días, y con una alianza de casado en el dedo (me fijé mientras conducía). “Que hacéis vosotros por aquí?”, preguntó el hombre a mi hermana mientras la miraba de reojo. “Hemos venido a bañarnos al río. Por cierto…muchas gracias por llevarnos, ya pensábamos que no pasaría nadie”, dijo mi hermana sonriendo al hombre mientras le miraba el pelo negro de su pecho que asomaba por la delantera de su camisa abierta. Yo me había sentado en el asiento de atrás justo en medio, entre los dos asientos delanteros, así es que podía verlos mientras hablaban. “Pues habéis tenido suerte. No pasa mucha gente por aquí entre semana”, dijo el hombre con su mirada puesta en la carretera mientras conducía. “Ya…nos lo ha dicho un pastor con el que nos cruzamos esta mañana por el camino de tierra”, dijo mi hermana agachando la mirada. El hombre la volvió a mirar, pero esta vez mas detenidamente. “Que habéis bajado andando?”, dijo él, cambiando de marcha, acercando la mano al muslo de mi hermana mientras lo hacía. “Si…pero no por la carretera, por el camino”, dijo mi hermana ajustándose el cinturón de seguridad. El hombre la volvió a mirar de reojo, ya que al moverse, mi hermana había dejado pillada su camiseta en el juste del cinturón, dejando ver parte de su teta izquierda por debajo de la manga de su top, ya que la tela quedaba muy estirada. Mi hermana pareció no darse cuenta de aquello, y siguió charlando con el hombre mientras sonreía. Yo no me atrevía a decir nada, solo veía como los ojos de aquel hombre se fijaban en la teta de mi hermana mientras ella le hablaba. “Y que dices que os habéis cruzado con un pastor por el camino?”, preguntó el hombre a mi hermana mientras volvía a rozar su muslo con su mano al cambiar de marcha. “Si…en la fuente, iba con un pequeño rebaño de cabras. Y nos indicó como llegar al río, porque no sabíamos como seguir”, dijo mi hermana estirando del top hacia abajo, dejando asomar aún mas su teta izquierda. “Ah…ese es Vicente. La gente dice que desde que se quedó viudo se volvió medio loco. Por lo visto dicen que se folla a las cabras y todo…jajaja”, dijo el hombre riéndose mientras colocaba su mano derecha sobre el muslo de mi hermana y lo palpaba. “Y no te ha dicho nada cuando te ha visto con lo que llevas puesto?, continuó diciendo el hombre mientras se reía y subía su mano, palpando el muslo de mi hermana, hacía su chochete. “No, no, no…ha sido muy amable”, respondió mi hermana agachando la mirada.

“Si si…jiji”, dije yo desde el asiento trasero, dejando escapar una risita y tapándome la boca con la mano. El hombre me miró a través del espejo retrovisor, sonriendo, y seguidamente volvió a mirar a mi hermana. “Te ha dicho algo malo?, no te habrá insultado verdad?”, siguió preguntando el hombre. Mi hermana agachó un poco mas la cara, poniéndose roja de la vergüenza, y no contestó. “No es tanto lo que le ha dicho…sino lo que le ha hecho jijiji”, volví a decir yo desde el asiento de atrás entre risitas. Mi hermana giró la cara de repente, mirándome con expresión amenazante. Al hacer el repentino movimiento, su camiseta se volvió a estirar…y su teta izquierda quedó finalmente al aire por completo. Al hombre se le abrieron los ojos al ver aquella hermosa teta tan cerca, pero mi hermana no parecía haberse dado cuenta, ya que seguía mirando de frente a la carretera con cara de mosqueada. “Que te ha hecho Vicente preciosa?”, dijo el hombre acariciando el muslo de mi hermana con delicadeza. “Nada”, respondió mi hermana con tono cortante. El hombre me volvió a mirar a mí por el retrovisor como esperando a que yo se lo contara, mientras sonreía. “Nada dice…pero si le has hecho una paja al viejo, que te he visto yo jijiji”, dije yo riéndome, “y por el camino se ha meado en los pantalones sin quitárselos jijiji”, seguí yo diciendo. “Calladito estás mas guapo no?”, dijo mi hermana bien cabreada esta vez, “Además, te dije que no eran meados, que era otra cosa…pero tu que sabrás si aún no tienes pelos en el pito”, siguió diciendo ella. “Anda mujer…no te enfades con tu hermano, que él es pequeño y no entiende!”, dijo el hombre sonriente, mientras le palpaba de nuevo el muslo a mi hermana, pero esta vez por la parte interna, muy cerca a su entrepierna.

“Coño…pero si estás empapada hija mía!!”, dijo el hombre de repente sacando su mano de la entrepierna de mi hermana, mientras rozaba su vagina con los dedos por encima de las mallas rosas. Mi hermana agachó la cara, cubriéndola un poco con su pelo, y se puso roja como un tomate. El hombre volvió a acercar la mano al bollo de mi hermana, pero esta vez la metió por encima del elástico de las mallas hasta llegar a su coñito. “Buff….lo tienes hinchado, y está muy caliente. El viejo Vicente te ha dejao a medias eh guarrilla?”, dijo el hombre entre risas, mientras yo veía como su mano hurgaba en el chocho de mi hermana por debajo de las mallas. El hombre me volvió a mirar a través del espejo retrovisor sonriendo, “y tu que estabas mirando mientras lo hacían?”, me preguntó el hombre con una amplia sonrisa mientras su mano derecha seguía metida en el coño de mi hermana. “Si…me pusieron a vigilar…como siempre!”, respondí yo entre risotadas. “Como siempre?....que la has visto haciéndolo con hombres más veces?”, me volvió a preguntar el hombre arqueando las cejas y sonriendo abiertamente. En el momento que yo iba a responder, mi hermana volvió a girar la cabeza hacia mí sin decir nada…y supe en aquel momento que era hora de cerrar mi bocaza, o tendría que atenerme a las consecuencias cuando llegáramos al pueblo. El hombre al ver aquello comenzó a reírse a carcajadas (sacando su mano del higo de mi hermana y colocándola de nuevo sobre el volante), ya que la sonrisa en mi cara valía más que mil palabras. De repente, el hombre se salió de la carretera, y se metió por un camino de tierra, conduciendo entre los olivos. Cuando se aseguró de estar bastante apartado de la carretera, detuvo el coche y apagó el motor. Se desabrochó el cinturón de seguridad y se acercó a mi hermana poniendo una mano sobre su muslo, mientras con la otra agarraba la teta que aún llevaba fuera (la cuál, hasta ese momento, mi hermana parecía no haberse dado cuenta). “Estás muy rica sabes?”, decía el hombre acercando su cara morena hacia la de mi hermana, metiéndole la lengua en la boca antes de que ella pudiese protestar (dudo mucho que lo hubiese hecho, ya que pude ver como ella misma agarraba la mano del hombre que tenia sobre su muslo y se la volvía a meter en el coño por dentro de la malla). Estuvieron besándose un buen rato, entrelazando sus lenguas, mientras yo oía al hombre gemir, al mismo tiempo que seguía metiéndole mano a mi hermana entre las piernas. “Estoy un poco incómodo aquí preciosa…pasémonos al asiento de atrás”, le dijo el hombre a mi hermana mientras le besaba las mejillas con delicadeza. El hombre me miró de nuevo a través del espejo retrovisor, “pásate tu aquí delante campeón…y echa un vistazo mientras yo estoy ahí detrás con tu hermana. Si ves a alguien me avisas, vale?”, me dijo el hombre a través del espejo guiñándome un ojo y sonriendo.

Tras cambiarnos de asientos, ellos se acomodaron en la parte de atrás, y yo me senté donde había estado sentada mi hermana unos segundos antes. El hombre se sentó en la parte izquierda, y mi hermana a su lado derecho. Él se abrió del todo su camisa (dejando ver su torso fuerte y peludo), y se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos sin quitarse las botas de campo que llevaba puestas. “Quítate la ropa preciosa…quiero ver como te desnudas para mi”, dijo el hombre mientras se sobaba la polla (ya bien tiesa) y los huevos peludos. Mi hermana no tuvo que pensárselo dos veces, se puso de pie, y sacándose por encima de la cabeza el top blanco que llevaba puesto y las mallas rosas que completaban el conjunto, se quedó completamente en pelota ante la mirada lasciva de aquel desconocido, dejando ver que no llevaba nada debajo!. “Sabía que eras una putita desde que te vi allí parada en la carretera…con tus mallas de zorra metidas por toa la raja del chumino. Anda agáchate y cómeme la polla…que se nota que lo estás deseando!”, dijo el hombre mientras la sentaba a su lado en el asiento, y pasándole una mano por detrás del cuello, acercó a mi hermana hasta dejarle la cara pegada a su entrepierna. Yo intentaba mirar hacia delante, mientras los oía detrás, pero de vez en cuando mi curiosidad podía más que yo y asomaba tímidamente la cabeza entre los asientos delanteros, pudiendo ver con claridad lo que ellos estaban haciendo. Después de que mi hermana estuvo mamándole la polla un buen rato, mientras él gemía y respiraba fuertemente como un toro desbocado, el hombre se tumbo de espaldas sobre el asiento, y cogiendo a mi hermana de la cintura, la sentó de frente sobre su cara comenzando una brutal comida de coño (yo no veía como lo hacía, ya que su cara quedó enterrada entre los muslos de mi hermana. Pero podía oír los lametones que seguramente tenía que estar dando al bollo de mi hermana), mientras mi hermana echaba la cabeza hacia atrás, apretándose ella misma los pezones con ambas manos. El hombre volvió a sentarse derecho, dejando al descubierto su tremenda erección. Mi hermana se colocó encima frente al hombre (dándome a mí la espalda), y abriendo sus muslos, agarró aquel falo expectante dirigiéndolo hacia la entrada de su vagina, sentándose sobre él centímetro a centímetro hasta quedar completamente empalada. Desde donde yo estaba pude ver como la polla de aquel hombre desaparecía dentro de mi hermana, hasta quedar su culo pegado a sus cojones. Mi hermana empezó a cabalgarlo, primero lentamente hasta ir cogiendo mayor ritmo (y yo veía como aquel gran trozo de carne entraba y salía de los labios del chumino de mi hermana, los cuales se iban abriendo a su paso como una gran boca hambrienta).

En una de esas veces que yo asomaba la cabeza entre los asientos para ver lo que hacían, el hombre inclinó el torso de mi hermana contra su pecho, y pasando el brazo de ella por encima, asomó la cabeza como queriendo buscar aire. Nuestras miradas se cruzaron, yo me quedé helado sin saber como aquel hombre reaccionaría al verme. Pero para mi sorpresa, el tío me sonrió abiertamente, poniéndose un dedo en los labios, para que yo no hiciera ruido y mi hermana no se diera cuenta…y agarrando a mi hermana del culo con ambas manos, continuó dándole embestidas de polla, mientras sus ojos seguían clavados a los míos. Al principio me dió corte, yo no sabía que hacer…debía seguir mirando o sentarme de vuelta en el asiento hasta que terminaran?. Pero el hombre siguió mirándome con su amplia sonrisa, y de vez en cuando le abría a mi hermana los cachetes del culo con ambas manos para que yo viera mejor como su gran pollón entraba y salía del coño de mi hermana (dejándome incluso ver su ojete estrecho y palpitante), mientras él me guiñaba un ojo, dándome a entender que no le importaba que yo estuviera allí mirando como se follaban a mi hermana (me miraba y sonreía como diciendo “mira que bien se lo pasa la putita de tu hermana”. Seguro que él también estaba cachondísimo viéndome a mi allí con la boca abierta…el mu cabrón, jajaja!). Entonces el hombre me hizo un gesto con su mano, apuntando a mi paquete. Yo no sabía que quería que hiciese, pero al hacerlo otra vez, entendí que lo que aquel hombre quería es que yo me hiciera una paja mientras miraba como él se follaba a mi hermana. Yo me puse un poco nervioso, porque nunca me había pasado algo parecido durante las experiencias que viví junto a mi hermana, pero sobre todo porque me daba mucha vergüenza que él viera mi pollita (que estaba completamente empinada ya),  ya que comparada con la suya parecía diminuta, sin mencionar que aún no me había salido ni un solo pelo en los huevos. Pero el hombre volvió a insistir varías veces más con su mano, sin decir nada. Así es que me armé de valor, me quité el pantalón corto y los calzoncillos, y poniéndome de rodillas entre los dos asientos delanteros, frente a ellos, me puse a meneármela mientras veía como el tío le abría a mi hermana el ojete con las dos manos, mientras su gran verga entraba y salía de su chumino. El hombre me volvió a mirar sonriente, guiñándome un ojo, mientras que levantaba el pulgar de su mano derecha gestionando un gran ok (como diciendo: “así se hace chaval…machácatela bien viéndole el culo a la guarra de tu hermana). La situación era muy morbosa, yo no sabía cuanto más iba a durar así, porque notaba un gran orgasmo inminente. El hombre tuvo que darse cuenta de mi reacción, porque aumentó la velocidad del mete-saca del coño de mi hermana, mientras le mordía una teta (sus ojos nunca se separaron de los míos). Justo entonces yo me empecé a correr…el hombre agarró a mi hermana de las caderas metiéndosela a toda velocidad…mientras veía como mi lechita goteaba sobre el palo del cambio de marchas y el freno de mano…el tío cerró lo ojos, parando en seco, y sentando a mi hermana fuertemente sobre su polla, empezó a correrse dentro de su coño mientras la abrazaba contra su pecho, y mi hermana temblaba seguramente teniendo un maravilloso orgasmo.

Estuvieron así abrazados un buen rato, mi hermana encima de él, con la polla aún dentro de su bollo. Yo aproveché para ponerme de nuevo los pantalones, y al darme cuenta donde había caído mi lefa, lo limpié como pude con mis calzoncillos. Me senté rápidamente en mi asiento mirando al frente, mientras oía como ellos se besaban, y tras un rato empezaban a vestirse. Cambiamos de nuevo de asientos, el hombre arrancó el todo terreno, sacándolo del campo de olivos, y volvimos a incorporarnos a la carretera. El resto del camino nadie dijo ni una palabra. El hombre y mi hermana se miraban de vez en cuando y sonreían, pero nada más. A los pocos minutos, ya se empezaban a ver las primeras casas del pueblo. “Os tengo que dejar aquí en el molino, porque yo voy hacia el pueblo de al lado”, dijo el hombre mirando a mi hermana. “Aquí está bien. De hecho pilla cerca de la casa de mis abuelos”, dijo mi hermana mirando al hombre directamente a los ojos. El hombre paró el coche al llegar al molino, y nosotros nos bajamos dándole las gracias y despidiéndonos de él. “El placer ha sido mío”, dijo el hombre sonriéndonos a mi hermana y a mi.

Cruzamos la carretera, y nos dirigimos en silencio hacia la casa de mis abuelos. Al llegar, nos dimos cuenta de que ellos aún no habían llegado, y eso que ya era bastante tarde. Así es que después de darnos una buena ducha, nos cambiamos de ropa y nos pusimos a preparar la cena. “Hoy casi metes la pata eh diablillo?”, me dijo mi hermana sonriendo, “pero te perdono, porque sé que siempre podré confiar en ti”, yo me quedé mirándola sin decir nada, ella se acercó y dándome un beso en la mejilla, siguió preparando la ensalada mientras sonreía.

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