Las aventuras de Oscar y su hermana 2
A mi tía no le hacia gracia ponernos a mi hermana y a mi solos en un tren nocturno que tardaría casi 8 horas en alcanzar su destino en un pueblo de Jaén, pero nos hacía mucha ilusión irnos al pueblo donde tendríamos mucha libertad.
Mis padres solían mandarnos a casa de mis abuelos (un pequeño pueblo de la provincia de Jaén), donde, como cada año, pasábamos los tres meses de verano después del curso escolar. Normalmente pasábamos unos días en Madrid visitando a nuestra tía (hermana de mi padre) y nuestros primos, los cuales eran más o menos de la edad de mi hermana..
Mi tía estuvo mirando los horarios de los trenes para ir al pueblo un par de días antes de la fecha elegida, pero había saturación de las líneas por problemas con la vías de Renfe (algunos tramos estaban en obras), y sólo consiguió billetes para un tren nocturno desde Madrid a Jaén, el cual nunca habíamos cogido porque tardaba casi el doble de tiempo en llegar (ya que paraba en todas las estaciones). Además a mi tía no le hacia gracia ponernos a mi hermana y a mi solos en un tren nocturno que tardaría casi 8 horas en alcanzar su destino. Pero mi hermana y yo ya teníamos muchas ganas de irnos al pueblo, donde teníamos mucha libertad para entrar y salir, y era mucho más tranquilo.
El día que teníamos que irnos, mi tía se paso un buen rato al teléfono con mi abuelo preocupada por dejarnos ir solos en un tren, de noche. Pero al final se quedó algo más tranquila cuando mi abuelo le comentó que uno de los vecinos del pueblo también regresaba de Madrid el mismo día, y le había confirmado que también vendría en el mismo tren, con lo que iría sentado con nosotros en el mismo vagón para atendernos en lo que nos hiciera falta, y mi abuelo iría a recogernos a la estación, por la mañana a la hora prevista.
Pasadas las once de la noche, mi tía ya se estaba preparando para llevarnos a mi hermana y a mi a la estación de Atocha (donde siempre se quedaba con nosotros en el andén hasta que el tren salía). Y nosotros terminamos de hacer la maleta, asegurándonos de que no se nos olvidaba nada. Al llegar a la estación de Atocha, me sorprendió la poca gente que había a esas horas, en comparación con la cantidad de personas que solía haber cuando viajábamos por la mañana o a primera hora de la tarde. Nos fuimos moviendo entre la poca gente, que ya esperaba en el andén con sus maletas, en busca del vecino del pueblo de mis abuelos, el cual nos acompañaría durante todo el trayecto.
Cuando lo vimos en el andén, el hombre estaba cerca de la vía fumándose un cigarro, esperando como el resto de la gente a que el tren llegara. Mi tía se acercó a él, y lo saludó dándole dos besos, mientras mi hermana y yo nos quedábamos detrás de ella con nuestras maletas. El hombre era alto y delgado, con el pelo corto y canoso, y un gran bigote negro. Tendría casi 50 años (lo cual me sorprendió ya que me lo imaginaba más o menos de la edad de mi abuelo) y vestía bastante elegante con chaqueta y pantalón de pinzas. Mi tía estuvo hablando un rato con él, mientras el hombre nos miraba de vez en cuando de arriba abajo…sobre todo a mi hermana, a la cual me di cuenta miraba con bastante intensidad, y cada vez que mi hermana le devolvía la mirada, el hombre emitía una amplia sonrisa y seguía hablando con mi tía. Pasado un rato el hombre se dirigió a nosotros, y dándole dos besos a mi hermana y un apretón de manos a mí, se presentó: “Hola…me llamo Sergio. Soy el hijo de don Manuel, amigo de vuestro abuelo. Parece que vamos a ir juntos en el tren hasta Linares…espero que tengan buena comida en el vagón restaurante esta noche jaja”. Mi tía, al oír aquello puso una cara algo más sería, y le preguntó al hombre: “Linares?, usted no va hasta el pueblo?...mi padre me comentó que iría con los niños todo el trayecto. Y ahora me da un poco de pena que al final se quedarán los niños solos en el tren”. “Ja, ja, ja”, se rió el hombre mirando a mi tía, y con una sonrisa en la cara siguió diciéndole: “no, no, no…yo vivo en Linares, pero viajo mucho por motivos de trabajo. Pero no se preocupe mujer, Linares es justo la parada anterior al pueblo, así es que los niños sólo estarán solos poco más de media hora. Además, yo no los veo tan niños…este está ya hecho un hombrecito (dijo mirándome a mí), y ella ya es toda una señorita (dijo mirando a mi hermana más detenidamente, incluso pude notar un brillo especial en sus ojos mientras recorría el cuerpo de mi hermana con su mirada).
"Estoy seguro de que ya saben cuidar de ellos mismos”, le dijo a mi tía con una amplia sonrisa. “Ya lo sé”, contestó mi tía agarrándome de la mano, “pero con todo lo que se ve en las noticias…una nunca se queda tranquila del todo”.
Justo entonces, el tren empezó a acercarse al andén, hasta que paró del todo y las puertas se abrieron. “Pues lo dicho, no se preocupe…yo cuidaré de ellos como si fueran míos”, le dijo el hombre a mi tía volviendo a sonreír. Mi hermana y yo nos despedimos de mi tía, y cogiendo nuestra maleta del suelo subimos por fin al tren. Al poco de subir al tren, las puertas se cerraron, y el tren empezó a moverse saliendo de la estación. Fuimos avanzando por un largo pasillo, hasta llegar a un pequeño compartimento de 6 asientos (3 asientos en una parte, y otros 3 justo en frente) que quedaba libre. “Venga, vamos a sentarnos en este, que queda cerca del bar y de los aseos”, nos dijo Sergio mientras dejaba su pequeña maleta en el estante que quedaba encima de su asiento, y nos ayudo a poner nuestras maletas arriba de nuestros asientos también. Al hacerlo noté como su mano rozaba levemente una de las tetitas de mi hermana. Pensé que fue un accidente, pero al dejar la maleta en el estante y bajar los brazos lo volvió a hacer…aunque esta vez mas lentamente, mirando a mi hermana a la cara con una sonrisa. Mi hermana solo bajó su mirada, y sin decir nada, se sentó junto a la ventana.
Yo me senté a su lado, y Sergio se sentó en frente…también junto a la ventana, lo cual provocaba que sus rodillas rozasen con las de mi hermana.
El tren empezó a coger velocidad, pero al ser ya de noche pude comprobar (con cierta desilusión) que no podría disfrutar del paisaje a través de la ventana, como otras muchas veces, ya que, al estar oscuro fuera y con las luces del interior del vagón, solo se veían nuestros reflejos en la ventana. Yo saqué un cómic de Spiderman de mi mochila de mano y me puse a hojearlo mientras Sergio empezaba a charlar con mi hermana. “Y como es que vais al pueblo tan tarde?”, preguntó Sergio a mi hermana mirándola de arriba abajo, “Mi tía estuvo mirando billetes desde hace dos días…pero le dijeron que todo estaba completo debido a las obras en las vías que están haciendo en algunos tramos cerca de Ciudad Real”, contestó mi hermana con la mirada agachada, mientras movía sus manos nerviosamente encima de su regazo”. “Siempre es lo mismo, jaja”, dijo Sergio cruzando las piernas y acomodándose en su asiento, “la de veces que he tenido que cancelar alguna reunión estas últimas semanas por no poder llegar a tiempo”. “Pero…vosotros no sois de Jaén verdad?”, siguió Sergio preguntándole a mi hermana, “no, no…nosotros vivimos en Canarias con mis padres. Pero en las vacaciones de verano, como no hay colegio, venimos a visitar a nuestros abuelos al pueblo”, respondió mi hermana estirándose la faldita hacia abajo, hasta que le tapó ambas rodillas. Por encima de mi cómic, pude observar como Sergio estaba bien atento a cada movimiento que mi hermana hacía, atusándose el bigote y volviendo a cruzar las piernas de vez en cuando.
“Así decía yo que teníais un acento diferente al de vuestra tía…pero no estaba seguro de donde era”, le dijo a mi hermana al mismo tiempo que sonreía. Mi hermana le devolvió la sonrisa, y poniéndose roja como un tomate volvió a bajar la mirada, y a estirarse más la falda. “Y qué, os gusta el pueblo o no?”, le preguntó Sergio a mi hermana. “Sí, es muy bonito y muy tranquilo…además mis abuelos nos dejan estar en la calle todo el rato que queramos…siempre que no nos metamos en problemas claro”, contestó mi hermana sin levantar mucho la mirada.
“jajaja…claro que si, eso es lo bueno de los pueblos”, dijo Sergio colocando sus manos entre lazadas encima de su entre pierna, “además, estoy seguro de que ya tendréis muchos amiguitos”. “Bueno…algunos. Venimos todos los años”, respondió mi hermana, “sobre todo tú….seguro que ya tienes a los nenes locos, jejeje”, dijo Sergio con una risita picarona. Mi hermana agachó la cara sonriendo, pero se puso roja como un tomate.
“No te preocupes mujer…no se lo voy a contar a nadie jaja”, le dijo Sergio a mi hermana mientras le daba palmaditas en una de sus rodillas. “O me equivoco Oscar?”, dijo Sergio mirándome a mi.
“como?”, respondí yo bajando el cómic y pretendiendo estar distraído. “Tu hermana, a que seguro que ya tiene muchos pretendientes?, me preguntó Sergio con una amplia sonrisa en la cara, “algunos”, dije yo inocentemente. Mi hermana se puso derecha de golpe, y me miro frunciendo el entre cejo, como diciéndome: “calladito estás mas guapo”. Sergio, que no perdía detalle de la reacción de mi hermana, empezó a reírse a carcajadas…como si le hubiésemos contado un chiste.
Justo en ese momento, la puerta de nuestro compartimento se abrió, dejando ver a dos hombres en el pasillo con sus maletas. “Disculpen la molestia, pero el tren se divide en dos en la próxima estación, y el revisor ha pedido a los pasajeros que vayan a Andalucía que se desplacen a los últimos vagones. Les importa si nos sentamos en este?, dijo uno de los hombres, “para nada…pasen a siéntense”, respondió Sergio muy amablemente. Al ser de noche, yo había perdido un poco la noción del tiempo, pero me daba la impresión de que hubiesen pasado ya un par de horas desde que salimos de Madrid. Los dos hombres entraron, colocaron sus respectivas maletas en los estantes, y se sentaron en los asientos que quedaban libres (uno en la parte donde Sergio estaba sentado, y otro a mi lado junto a la puerta). Los dos hombres serían mas o menos de la edad de Sergio. El que se sentó a mi lado tenía el pelo casi blanco, era regordete y con cara de bonachón. El otro, que quedaba enfrente, tenía el pelo más oscuro aunque también canoso, era más flaco (aunque con un poco de barriguita cervecera), y lo que más me llamó la atención de él fueron sus brazos peludos, ya que llevaba un polo de manga corta.
Estuvieron hablando un buen rato con Sergio de cosas que a mi me resultaron sin importancia: el tiempo, la duración de las obras de las vías del tren, política, y fútbol. Así es que me puse a mirar mi cómic con más atención, y mi hermana recostó su cabeza en el asiento, y cruzando las piernas se puso a mirar hacia la ventanilla del tren, dando cabezadas de vez en cuando. De repente, el hombre de los brazos peludos le preguntó a Sergio, “son tuyos?” (indicando con su mirada a mi hermana y a mí). “No, no, no…son los nietos de uno de los vecinos del pueblo. Los acompaño hasta Linares”, dijo Sergio sonriendo.
“La nena se ha quedado dormida”, volvió a comentar el peludo sonriendo. El gordito se inclinó un poco hacia delante mirando a mi hermana de lado, y sonriendo dijo: “anda…si se le ven las braguillas”. Al oír aquello, yo bajé un poco el cómic que hasta entonces me había estado cubriendo la cara, y pude ver como mi hermana, al moverse para ponerse cómoda en el asiento y cruzar las piernas para reclinarse de lado, había dejado subir su faldita por la parte de atrás, dejando ver a plena luz sus bien formados muslos y parte de sus braguitas blancas. Viendo las miradas de los tres hombres enfocadas al culito de mi hermana, y mi cara de sorpresa por la situación, los tres hombres se miraron el uno al otro…y empezaron a reírse: “ja, ja, ja, ja, ja”. Con el ruido de las carcajadas, mi hermana se despertó sobresaltada, y se volvió a sentar derecha. “Que pena…se acabó el espectáculo”, oí decir al hombre de los brazos peludos mientras guiñaba un ojo al gordito. Y los tres hombres volvieron a reírse. Mi hermana los miró con cara de puzle, sin saber que estaba pasando. Sergio, al verla ya despierta, se inclinó hacia ella, y colocando ambas manos sobre las rodillas desnudas de mi hermana le dijo: “no pasa nada preciosa…solo te has quedado dormida”, y sonriendo, volvió a reclinarse sobre su asiento.
Al poco rato mi hermana se puso derecha y le preguntó a Sergio en voz baja: “sabes donde están los aseos?...ya no puedo aguantar mas”. “Jajaja…claro mi niña, los aseos están a la izquierda de donde estamos, justo entre los dos vagones”. Mi hermana se levantó, dispuesta a salir a usar el baño. Pero justo cuando pasaba entre nuestras piernas, el tren dio un movimiento repentino, y mi hermana cayó sentada sobre el regazo del hombre de los brazos peludos, haciendo subir su faldita hasta las ingles y dejando ver la delantera de sus braguitas blancas, las cuales delataban la sombra oscura de la mata de pelitos que tenía mi hermana encima de su rajita. Gesto que el gordito pudo disfrutar en primera fila, provocando en él una sonrisa de oreja a oreja. “Nena…que te escoñas, jajaja”, dijo el hombre peludo a mi hermana, al tiempo que la agarraba de la cintura elevando su pelvis hacia el culito de ella. Ambos Sergio, y el hombre gordito volvieron a reírse por la situación. Mi hermana, avergonzada, por lo que acababa de pasarle, se levantó del regazo del hombre de un brinco, se bajó la falda rápidamente con la cara roja como un tomate, y dando un portazo, salió del vagón.
Los tres hombres volvieron a reírse, y de repente el gordito dijo: “anda…mira al menda este, si se le ha puesto morcillona con el culito de la nena, jajaja”. Bajé un poco el cómic, y vi a Sergio inclinado hacia delante riéndose y mirando hacia el lado donde el hombre de los brazos peludos estaba sentado, y al mirar yo al hombre de los brazos peludos, pude notar un bulto de considerable tamaño en la entrepierna de sus pantalones vaqueros. “Jajajaja…es que llevo toda la semana sin ver a la parienta, y ya sabéis….jajajaja”, dijo el hombre de los brazos peludos a Sergio y al gordito. Los tres hombres siguieron riéndose un rato más, y Sergio dijo: “Te entiendo perfectamente…es que la nena está para darle un par de achuchones jajaja. La he estado mirando desde que subimos al tren…menudo bollito tiene que tener ahí abajo jajaja”. “Ya te digo”, dijo el gordito, “cuando se le ha subido la falda, se le notaban los pelillos negros bajo la tela de las bragas, jajaja”.
Yo mientras tanto, subía mas el cómic escondiendo la cara, mientras ellos seguían haciendo comentarios vulgares sobre mi hermana, como si yo no estuviera presente. Entonces le dijo el peludo al gordito “me hace una cerveza…tu crees que estará el bar abierto todavía?”. “El bar está abierto toda la noche”, respondió Sergio, “Además, a mi también me vendrá bien estirar las piernas, jejeje”, siguió diciendo mientras se levantaba de su asiento. Los otros dos hombres de levantaron también, “ a mi me gustaría estirar otra cosa, jajaja”, dijo el hombre de los brazos peludos pasándose la mano por el paquete, “Tu siempre estas igual de salido jajaja”, dijo el gordito al tiempo que empujaba al otro hacia el pasillo riéndose. Desde la puerta del compartimento, Sergio se giró, y mirándome a mi me dijo: “Vamos a tomar un café, pero volvemos enseguida. Tú quédate aquí sentadito hasta que vuelva tu hermana, eh campeón?”, yo baje el cómic sobre mis piernas y asentí con la cabeza, “y cuando vuelva te traeré un Bollicao, vale?”, dijo Sergio sonriendo al tiempo que cerraba la puerta al salir.
Yo me quedé allí sentado, leyendo mi cómic de Spiderman…y sin darme cuenta, me quedé dormido.
Al despertarme, me di cuenta de que aún seguía sólo en aquel compartimento. Ninguno de los hombres había regresado de la cafetería….y, un momento, mi hermana tampoco había vuelto del baño!!!. Al principio me entró un poco de pánico al verme allí sólo, pero conforme me fui relajando, pensé que seguro que Sergio habría visto a mi hermana en el pasillo al salir, y la habría invitado a un Fanta o algo en el bar con los otros dos. Pero, de repente empecé a pensar en los comentarios que los tres hombres habían estado haciendo sobre mi hermana antes de salir del compartimento, y yo sabiendo que mi hermana era bastante facilona (siempre se dejaba sobar por cualquiera), y lo salida que había estado en casa de mi tía (tonteando todo el rato con mis dos primos)…intuí que estaría haciendo una de la suyas. Así es que cerrando el cómic sobre mis rodillas, y dejándolo sobre mi asiento, me levanté y me dispuse a ir en su búsqueda. Al salir del compartimento, pude ver lo desierto que estaba el pasillo…no se veía a nadie.
Cerré la puerta del compartimento, y empecé a caminar por el pasillo hacia la derecha. Estuve caminando un rato, pero al llegar casi al final del vagón me acordé que Sergio le había dicho a mi hermana que los aseos estaban a la izquierda del pasillo, entre los dos vagones, justo antes de llegar al coche-restaurante. Así es que me di la vuelta, y empecé a caminar en la dirección opuesta, aligerando el paso, ya que me daba un poco de miedo estar sólo en aquel pasillo largo y desierto. Pasé de nuevo nuestro compartimento, y miré hacia adentro a ver si ya había vuelto todos…pero no había nadie. Seguí caminando a la izquierda del pasillo, hasta llegar a una puerta de cristal automática (las que separan vagón con vagón), que se abría pulsando un botón.
Al abrirse la puerta, pude ver al gordito y al revisor del tren apoyados sobre el marco de la puerta del water, sonriendo y mirando hacía adentro. Me sorprendió, porque parecía que estaban viendo algo divertido que estaba ocurriendo dentro, y como parecía que no se habían dado cuenta de mi presencia, decidí acercarme más para ver que pasaba allí. Al ir acercándome a ellos empecé a oír gemidos y risitas que procedían de dentro. Y entonces el gordito dijo desde fuera: “venga Manolo…métesela en la boca, que esta putita tiene hambre. Dale el biberón, jajaja”, terminó de decir mientras codeaba al revisor del tren y ambos sonreían mientras seguían mirando. Yo me escondí detrás de la pequeña puerta del cubículo, la cual se abría hacia afuera, y seguí observando a los dos hombres, los cuales, pude comprobar, ya se habían sacado la chorra por la bragueta del pantalón y se la estaban meneando, dejando asomar un par de huevos colgantes y peludos.
Mientras tanto, por la rejilla de la puerta del cubículo, pude por fin ver con asombro, lo que allí dentro estaba pasando: Sergio estaba sentado en el water, con los pantalones y los calzoncillos bajados hasta los tobillos. Sus piernas peludas estaban abiertas, dejando ver su gran polla (gorda y venosa, tiesa como un palo) y un par de cojones como pelotas de tenis. Mi hermana estaba sentada encima suyo, completamente en pelotas (su ropa, pude comprobar, estaba cuidadosamente doblada dentro del lavamanos) dándole la espalda a Sergio, dejando ver a aquellos dos mirones con toda claridad el vaivén de sus tetitas, y el mete-saca de su coñito tragón, mientras se zampaba aquel trabuco por su jugoso chumino.
Y de pie, estaba el hombre de los brazos peludos, tenía los pantalones y los calzoncillos bajados hasta las rodillas, y el polo que llevaba puesto estaba subido hasta arriba, dejando ver su gran panza peluda. Tenía a mi hermana agarrada por el pelo, mientras la hacía tragar su gran polla, hasta que a mi hermana le dieron arcadas. Entonces oí decir a Sergio: “Manolo…no seas cabrón que si esta vomita me va a poner los pantalones perdidos, jajaja”. “Que va hombre…esta tiene pinta de tener aguante. Verdad putita?”, le pregunto el peludo a mi hermana al tiempo que le estrujaba una teta como si fuese de goma. Mi hermana solo podía emitir un “gruug grugg” al tener la boca llena. Los cuatro hombres empezaron a reírse, y el gordo se acerco a mi hermana, y de un pellizco, le retorció el pezón de la otra teta. Mi hermana se quejó un poco, pero el gordo le tiró del pezón más fuerte, y al soltárselo se le quedó rojizo y muy tieso. Sergio le levanto a mi hermana ambas piernas, colocando sus pies sobre sus rodillas, y abriéndole los labios del coño con ambas manos, siguió dándole fuertes embestidas hasta que sus gordos cojones rebotaban contra la vagina de mi hermana.
“Mira…a esta guarrilla le va la marcha, jajaja”, dijo el revisor del tren desde fuera, mientras se la meneaba. “Ya te digo, jajaja”, dijo el gordo riéndose mientras se acercaba a mi hermana, pero esta vez le retorció su clítoris de un pellizco tirando al mismo tiempo de los pelos de su coño. Mi hermana dio un pequeño gritito de rechazo “ayyy!!”. El hombre de los brazos peludos echó la cabeza de mi hermana hacia atrás tirándole fuerte del pelo, y le dijo: “tu calladita eh zorra….que no puedes ir por ahí calentando braguetas y esperar que no te den tu merecido”. Los cuatro hombres volvieron a reírse. Entonces el gordo dijo: “ya no puedo mas…quiero reventar a esta puta”, y poniéndose delante de mi hermana, sentada sobre la polla de Sergio como estaba, la abrió mas de patas y sin avisar le hincó la polla tiesa en to el coño también. “Ahhhh”, gritó mi hermana entre dolor y placer. El gordo empezó a follársela como un loco, muy rápido, mientras le estrujaba las dos tetas y le metía la lengua en la boca a mi hermana para cubrir sus gritos de dolor. “Este gordo es un bestia….la va a partir en dos, jajaja”, dijo el revisor mientras se la meneaba viendo como empalaban a mi hermana. De repente, el gordo empezó a bufar como un toro: “buff….argggg…..ahhhh”, mientras su culo peludo daba fuertes espasmos empujando en el coño de mi hermana. Cuando termino de dar el último empujón, se quedó quieto sobre mi hermana respirando fuertemente, y al retirarse pude ver como salía abundante leche blanca y espesa del coño de mi hermana…resbalando lentamente sobre la polla y los cojones de Sergio, la cual aún seguía bombeando el chochito de mi hermana con bastante frenesí.
“Jajaja…el gordo se ha corrido dentro del coño de esta guarra, el mu cabrón jajaja”, dijo el revisor del tren mientras seguía con su pajote. “Si…y mira como me ha puesto de lefa el maricón, jajajaja”, dijo Sergio mientras seguía metiéndosela a mi hermana por to el coño, el cual ya tenía que estar bien abierto. Y con esas, Sergio agarró a mi hermana de la caderas, y sentándola de golpe, la clavó sobre su polla tiesa y venosa y empezó a soltar chorros de leche dentro del chumino de mi hermana, “Ahhhhhhhhhhhhhhhhh….que gustooooooooooo”, suspiraba contra la espalda desnuda de mi hermana, mientras le estrujaba una teta. Justo entonces, el revisor se acercó un poco mas a mi hermana, y guiñándole un ojo al hombre de los brazos peludos, los dos empezaron a cascarse las pollas al unísono, dejando salir de sus enormes capullos chorros y chorros de leche blanca y espesa, que fueron a parar sobre la cara, pelo y tetas de mi hermana….quién los recibía sacando la lengua y relamiéndose los labios.
Cuando vi que los hombres empezaban a subirse los pantalones, y mi hermana se limpiaba como podía con papel higiénico, mientras ellos la miraban y le hacían comentarios vulgares. Yo me di la vuelta sin hacer ruido para que no me vieran, y saliendo por la puerta automática, me apresuré a volver a nuestro compartimento. Como a los cinco minutos, todos llegaron como si nada hubiera pasado. Mi hermana se sentó a mi lado, y poniendo un Bollicao en el asiento me dijo: “esto es para ti”. Los tres hombres cogieron las maletas y se dispusieron a salir del compartimento, despidiéndose de mi hermana y de mi, mientras se oían risitas por el pasillo. Sergio fue el último en salir, y mirando a mi hermana desde la puerta del compartimento dijo: “Linares es la próxima parada. Y el pueblo es la siguiente. Vuestro abuelo os estará esperando en la estación. He disfrutado mucho de este viaje jeje”, guiñándole un ojo a mi hermana y mirándome a mi con una sonrisa de complicidad, salió al pasillo cerrando la puerta tras de si.
Mi hermana se sentó junto a la ventana mirando el paisaje, ya estaba amaneciendo y podían verse los campos de olivos. Habíamos llegado a la provincia de Jaén. Yo miré a mi hermana, la cual tenía la mirada perdida en la distancia, y le pregunté: “Te invitaron a una Fanta?”. Mi hermana simplemente me miró y me dijo “anda, ponte a leer tu cómic que ya queda poco para llevar al pueblo”, y siguió mirando el paisaje dejando ver a través del reflejo de la ventana una amplia sonrisa.
----------------FIN------------------