Las Aventuras de Lorenzo (02: Diana)
Lorenzo estaba en su casa, solo y haciendo sus cosas, cuando llega de improviso Diana. Ella es como una tormenta que llega y lo revulevo todo, y luego se va como si nada hubiera pasado.
Las Aventuras de Lorenzo 02 (Diana)
Era una mañana de domingo, había amanecido con una tremenda erección, estaba entre dormido y despierto pensando en Diana, recordaba la noche en que habíamos estado practicando las posiciones del Kama Sutra y la cantidad de orgasmos que ella había alcanzado. Me parecía mentira que después de tanto tiempo, ella, de vez en cuando, aun ocupara mis pensamientos, y mientras recordaba alguien tocaba a la puerta.
Pero antes de continuar mi relato, me voy a presentar, mi nombre es Lorenzo y ya me conocen por mi relato anterior, en donde les narré la despedida que le dimos, mi amigo Adán y yo, a nuestra buena amiga Sheyla, quien se fue a vivir a Costa Rica por motivos de trabajo.
Este día quiero aprovechar para hablarles un poco más sobre mi persona, soy un hombre tranquilo, pacífico y me considero equilibrado, no me gusta estar metido en medio de problemas, pues siempre que lo he hecho me ha ido mal. Soy guatemalteco, trabajo como director de análisis de Mercados y supervisor de proyectos de Mercadeo, para una empresa multinacional. Me gusta hacer deporte y mantenerme en forma, pero no llego a ser un tipo "mamado", como decimos aquí, más bien soy normalito, delgado y algo marcado, pero muy normalito y bien parecido.
Como ya sabrán, estoy divorciado, un tema que no me gusta mucho tocar porque aun me duele, la verdad es que uno no sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, ni conoce el verdadero peso de la soledad, hasta que se halla solo. Yo una vez estuve casado con una buena mujer, con problemas y todo lo normal de un matrimonio, pero casado y feliz. Lo peor de todo es que no puedo culpar a nadie más que a mi mismo.
Mi esposa me dejó cuando supo que la engañaba, fue demasiado para ella, una mujer tan orgullosa nunca habría podido perdonarme. Fue con Diana, una hermosa mujer que conocí en un gimnasio al que asistía, gimnasio que también jugaría un papel fundamental en mi vida, un lugar que cambiaría mi vida.
Diana es una mujer divorciada de 28 años, madre de 2 niñas y abogada de profesión, con un cuerpazo cultivado a las largas rutinas del gimnasio, lo que sumado a lo lindo de su cara la hacen muy atractiva y deseable.
Aunque se graduó de abogada, en realidad no hace mucho de eso, ella vive de la pensión que el hijo de puta de su ex le da. Es una mujer despreocupada, la verdad, sumamente espontánea, no le agrada mucho eso de ser previsora, más bien camina tomando lo que llega a sus manos, sin pedir ni dar de más nunca. Si fueran los 60, sería una hippie sin duda.
Tenía sin verla ni saber de ella cerca de un año y medio, tiempo que me sirvió para reorganizar mi vida y salvar mi trabajo, que casi pierdo también a causa de nuestros continuos encuentros sexuales, que me mantenían fuera de la oficina buena parte del día casi todos los días.
"Ton, ton, ton", alguien tocaba a mi puerta sin que se hubiese anunciado primero desde la recepción, por el día y la hora que era asumí que era un vecino, así que voy y abro.
¡Hola Lorenzo, cuánto tiempo sin verte! era Diana.
Seguramente el tiempo que me tomó deshacerme de mi tremenda cara de idiota y recuperarme de la impresión fue lo que evitó que la pudiera detener de entrar a mi casa. Pero es que, sinceramente, no esperaba volverla a ver otra vez, pensé que sería solo una parte de mi pasado que había quedado atrás por fin.
No obstante, el verla en esos leotardos de gimnasia y recordar la sensación de ese cuerpazo, me inundaba una cantidad de sensaciones ambivalentes y pensaba dentro de mí: "que buena sigue estando" mientras la observaba de pies a cabeza, y a la vez sentía deseos de cerrarle la puerta en la cara.
Qué bonito tu apartamento me dijo, mientras se paseaba por la pequeña sala ¡Qué bueno que te ha ido bien!
"¡Me ha ido bien será la gran puta!" dije para mis adentros "¡La casa en donde vivía antes era más bonita que esta!". Yo sabía que la ruptura de mi matrimonio era culpa mía, pero no le podía perdonar a Diana que, una vez abandonado y en la calle, ella me tirara como cáscara de banano, "pues no quería tener nada demasiado serio". Aparentemente ver que deshizo al hombre con el que andaba era demasiado serio para ella.
Diana no te esperaba y a esta hora le dije, por no decirle "¿qué putas hacés aquí?".
Si esteeemmm como no sabía nada de ti desde hacía bastante pues quise pasar a ver cómo estabas y a invitarte a hacer ejercicio, ya que no te he visto por el gimnasio últimamente.
Pues estoy bien y no he tenido tiempo de hacer ejercicio. de hecho, ya ni voy a ese gimnasio por su causa.
Qué bueno, me da gusto por ti Lorenzo me estoy muriendo de la sed, ¿me ofreces un jugo o algo para tomar?
Bueno
Me dirigí a la cocina, que queda a pocos metros de la salita. Mi apartamento está ubicado en una zona de buena posición social en la ciudad, logré conseguirlo gracias a ayuda de mi amigo Adán. Ocupa uno de los pisos más bajos del edificio, por lo que se podría decir que es uno de los más sencillos.
Para mi está más que perfecto, no me puedo quejar. Cuenta con 2 habitaciones, una la utilizo como mi dormitorio y la otra es mi estudio. Un baño, espacioso y con tina, cocina/comedor y sala, lo indispensable para una persona sola.
¿Dónde está tu baño Lorenzo?
Allá adentro. le dije señalándole mi habitación, ella se puso de pié y entró en el.
Regresé a la sala con las bebidas, acaba de pensar en decirle que se fuera, que ella representaba un momento muy duro de mi vida que no quería recordar. Me senté en uno de los sofás, pero Diana no volvía, ya me extrañaba eso, era ya mucho tiempo de estar metida dentro del baño.
Me puse de pié y me dirigí a mi habitación, abriendo la puerta y diciendo su nombre estaba cuando me la encontré desnuda, de costado sobre mi cama, hojeando una revista. Descansando sobre su lado derecho, mantenía una pierna doblada, perpendicularmente a la línea del horizonte, con lo que me dejaba una vista casi inmejorable de su abundante y siempre desorganizado vello púbico, pues a ella no le gusta depilarse más que la línea del bikini y como no va mucho a la playa, pues
Su largo cabello castaño, que siempre lleva a la altura de la cintura, caía como cascada sobre sus senos, entre medianos a grandes. Diana es una mujer bellísima, la verdad, delgada y esbelta, con caderas anchas y un bonito culo. Cuando me vio parado frente a ella con cara de idiota, sus ojos avellanados se clavaron en mí, terminando de derretirme.
¡Diana! ¡Qué estás haciendo!
Leo una revista tuya desnuda sobre tu cama
¡¡¡OBVIAMENTE, NO SOY ESTÚPIDO!!! bueno, ya saben lo que dicen, a una pregunta estúpida, una respuesta más estúpida.
¿Entonces por qué me preguntás? me quedé callado y pasmado ante tan contundente demostración de desvergüenza y seguridad en si misma.
Dije seguridad en si misma, porque si algo tiene esa mujer es una pasmosa seguridad en sus encantos, no solo físicos, ella sabe muy bien que tiene una personalidad muy agradable. Me parece mentira que me hubiera dejado por el imbécil de Guillermo, un tipo muy rico que abusaba de ella y la golpeaba, sobre todo cuando andaba bajo efectos de la cocaína, por no decir del éxtasis y una gran diversidad de otras drogas (es un motero mierda).
Viendo que aun no alcanzaba a reaccionar, Diana se puso de pié y avanzó hacia mi como una tigresa. Se detuvo frente a mi, se puso a rozar suavemente mi rostro con la punta de su dedo índice, dibujando caminitos hasta llegar a mi cuello. Se aprovechaba de mi sensibilidad, sabe que soy cosquilludo y que eso me excita.
¿Qué estás haciendo? le pregunté casi en un susurro.
Tu sabés me contestó igual.
¿Pero por qué?
Porque no puedo dejar de pensar en ti
Pero me abandonaste por Guillermo
¡Y no sabés cuánto me arrepiento! Tu has sido el hombre más gentil en mi vida Lorenzo te extraño.
No dijo más, se fundió conmigo en un beso largo y apasionado, que empezó lento y tierno. Se me colgó del cuello, los 2 somos de la misma estatura. Sentía sus senos duros y grandes apretarse contra mi pecho, restregarse sobre el, mientras que mi pubis buscaba instintivamente el hueco entre sus piernas.
Me jaló hacia atrás y empezó a caminar conmigo hasta que llegamos a la cama. Allí me soltó, subiéndose sobre esta y retrocediendo hasta llegar a la cabecera sin dejar de estar de frente a mi. Mientras tanto comencé a despojarme de la ropa de dormir, ya saben como es cuando la excitación nos nubla la razón, hacemos las cosas por instinto además, un hombre no tiene suficiente sangre en el cuerpo para llenar "ambas cabezas" al mismo tiempo.
Me subí a la cama y avancé hacia ella, que ya me esperaba con las piernas separadas, mostrándome su vulva peluda, brillosa de sus jugos, ella se excita y moja con muchísima facilidad, estando lista para ser penetrada en cuestión de nada. Y cuando se halla penetrada, es capaz de mover sus músculos vaginales como si fuese una boca, ¡es delicioso! Eso si, todo tiene que tener un lado malo, no te mama la verga ni a patadas, y de sexo anal ni hablar, solo una que otra vez he logrado hacerle sexo oral.
Llegué con ella y me adherí a sus labios ¡Dios, qué labios tan sabrosos! Aun después de un año y medio no logro olvidar su sabor, ni su textura. Ella siempre besaba con el alma, Con mis manos la masajeé por todos lados, apretándole fuerte las nalgas, estrujándole los senos, pellizcándole suavemente los pezones, delgados, puntiagudos, con una aureola pequeña.
Sobre la punta de mi pene sentía el roce de su denso matorral y la calidez de su sexo, la forma con que ella movía las caderas para sentir el frote de mi sexo con el suyo. Mientras me besaba pujaba, cerraba los ojos y daba largos y profundos suspiros.
¡Dale ya amor, penetrame ya quiero ser tuya otra vez Lorenzo, cogeme de una vez!
Ya no la hice esperar, tomé mi pene y lo coloqué sobre su vulva, tan solo tuve que empujar suavemente para que mi glande se deslizara suavemente por todo lo largo de su cavidad vaginal. Empecé entonces un fuerte y vigoroso movimiento de émbolo, taladrándola sin compasión desde el principio. No sé qué me pasó, quizá eran deseos de vengarme de ella, de desquitarme por lo que me había hecho, no sé. De todas maneras a ella no le importó, y mientras yo más duro estrellaba mis caderas contra su pubis ella parecía disfrutarlo más.
¡¡¡AAAHHH!!! ¡¡¡AAAHHH!!! ¡¡¡AAAHHH!!! ¡¡¡MAAAHHHSSS!!! ¡¡¡MAAAHHHSSSDUROO!!! ¡¡¡AAAYYY!!! ¡¡¡AAAYYY!!! ¡¡¡DAME CON TODO AMOR!!!... ¡¡¡¡COGEME!!!! ¡¡¡¡COGEME QUE VOY A REVENTAAAARRRRRR!!!!
Y con todo le di, cuando me di cuenta ya la tenía sujeta de las nalgas, con los brazos tras de su cuerpo agarrándome firmemente de sus 2 grandes y carnosos glúteos. Ella me abrazaba, me clavaba las uñas en la espalda, me mordía los labios, estaba totalmente fuera de si, como nunca había estado antes.
¡¡¡¡¡AAAAUUUUGGGHHHHH!!!!! comenzó a rugir como una leona en celo, ya sabía bien que era uno de sus orgasmos, ella es impresionante, multi orgásmica por completo - ¡¡¡¡¡AAAAUUUUGGGHHHHH!!!!! ¡¡¡¡¡ME MUERRROOOOOOGGGGGG!!!!! ¡¡¡¡¡ME ESSSTAAAASSSSSMMMMAAAAATAAAAANNNDOOOOOOGGGHHHH!!!!!
Debo reconocerlo, yo no soy ningún Rambo en la cama, tengo que cuidarme de no acabar demasiado rápido, pero ese día no pude (suerte que ella se me adelantó) y acabé al poco tiempo de ella, inundándole las entrañas con mi espesa esperma. Supongo que fue por el grado de excitación, pero fue una considerable cantidad de semen el que se alojó dentro de su vagina.
Quedamos rendidos, agotados. No me quité de encima de ella, más bien la abracé y la comencé a besar. Y ella me abrazaba, rodeándome de la cintura con sus piernas evitaba que me pudiera ir, como tratando de fusionarse con mi cuerpo.
Descansé sobre ella, pero no por mucho tiempo, ella aun no tenía suficiente esa mujer nunca tiene suficiente
Dicen que después de la calma viene la tormenta, pero eso no se aplica con Diana. Poco me duró el descanso, luego de tan deliciosa cogida. Me excitó de nuevo su húmeda y caliente lengua en el oído y sus suaves manitas sobre mi pene.
Cuando me detuve a observarla a los ojos, me topé con sus luceros de miel, que me miraban como suplicándome algo. No sé, aquella mirada traía algo, una carga muy fuerte de, de de no sé qué, pero me cautivaron. Se veían felices y eufóricos, pero a la vez tristes y necesitados de afecto. Y claro, yo le iba a dar todo el afecto que ella pudiera necesitar.
Rápidamente mis manos fueron a dar a sus grandes senos, amasándolos y apretándole los pezones, jaloneándoselos un poco. Nuestros labios se fundieron en uno solo, así como nuestros cuerpo, pues ella empezó a pegarse cada vez más a mi, la sentía tratar de restregar su sexo peludo en uno de mis muslos. Estiré una mano y la metí entre sus piernas, separando sus pliegues íntimos y buscando su erecto clítoris, el cual me puse a restregar buscando arrancarle un orgasmo.
La maniobra se me hacía un poco difícil, ella no dejaba de moverse y revolverse como si fuese una lombriz de tierra, parecía como si quisiera ponerse a luchar conmigo, supongo que la calentura la ponía así. De repente me separó de un fuerte empujón, se deshizo de mi abrazo y se puso en 4, meneando su delicioso culito.
¡Penetrame duro Lorenzo! ¡Agarrame de las caderas y del pelo y dame con todo! no me tengás compasión
Aquellas palabras fueron como si alguien activara un interruptor en mi, antes de poder contestarle si, ya estaba yo de rodillas detrás de ella, con la verga como garrote y listo para partirla en 2. Con el glande busqué su raja, que encontré abierta y rebosante de humedad, no tuve que hacer esfuerzo para penetrarla, ni tener delicadeza ni nada, mi pene de deslizó como cuchillo en la mantequilla.
La tomé del pelo entonces, con la otra mano le agarraba las tetas, apretándolas, acariciándolas. Ella hacía todo el trabajo, estrellando con fuerza sus redondas caderas contra mi pelvis, enterrándose hasta el fondo mi verga.
Diana gemía y jadeaba roncamente, parecía una perra en celo gruñendo. Cada vez mis embates se hacían más fuertes, con más profundos, más violentos, y yo no cabía en mi de gozo. En cierto momento bajé la mirada y vi su agujerito posterior. Jamás me había dejado penetrarla por allá, ella nunca hacía sexo anal, decía que le repugnaba. Tampoco hacía oral, por lo mismo. Y yo, como un niño al que le prohíben algo, y que por eso mismo con más ganas lo hace, coloqué mi dedo índice sobre ese delicioso y cerradito esfínter y empujé despacio.
Contrario a lo que pensaba, ella no protestó, más bien empezó a empujar duro, buscando que ese dedo travieso se metiera más adentro. Y lo más raro, este entró como Juan por su casa, sin mayores problemas. Supuestamente ella era virgen de allí pero igual no le di importancia, llevábamos más de un año sin vernos, eran normal que hubiera probado cosas nuevas en ese tiempo.
Aun así, me pareció que su reacción era por demás extraña. Comenzó a bufar, a gruñir como una especie de animal. Lanzaba sus caderas hacia atrás con mucha brusquedad y las meneaba buscando un mayor contacto con mi dedo.
¡¡¡¡AAAAARGGGHH, AAAAARGGGHH, AAAAARGGGHH!!!! ¡¡¡¡MIERDA CON VOS LORENZO, ME VOLVÉS LOCA!!!! ¡¡¡¡OOOUUUHHHHMMMMRRRRGGGGGG!!!!
Una fuerte patada me separó bruscamente de esa mujer, haciéndome caer al suelo. Luego de sobarme y revolverme adolorido, escucho sus gemidos crecer en intensidad. Me incorporo y la veo sobre mi cama, boca arriba, en el medio, con las piernas abiertas a más no poder y ella masturbándose como una maniática. Con una de sus manos se restregaba toda la vulva peluda, asegurándose de abrirla lo más que podía, con la otra se metía 2 dedos y se sobaba el clítoris con el pulgar.
¡Qué vista, qué mujer, que bomba! Estaba a las puertas de un potentísimo orgasmo cuando me vio, y con un dedito me indicó que me acercara y me ocupara de su sexo, obedientemente lo hice (¿y qué más iba a hacer?). Su mano me agarró fuerte del pelo y me obligó a enterrar la cara en su matorral. No hago mucho sexo oral, la verdad, no porque me no me guste, sino porque no tengo mucha oportunidad mi vida sexual anda medio mala últimamente.
Comencé a lamerle la raja lo mejor que podía, le chupara cada pliegue, saboreaba cada gota de sus líquidos, prácticamente tenía la cara metida entre su sexo, así que también respiraba su penetrante olor a hembra excitada. Poco a poco, casi sin darme cuenta, se fue colocando en un ángulo de 45 grados con mi cuerpo hasta tenerlos al cómodo alcance de sus manos. Entonces, sentí que un dedo, lubricado con sus propios flujos, se incrustaba dentro de mi ano.
Jamás me habían hecho aquello, fue una sensación diferente a cualquier otra que hubiese sentido antes, y lo más raro es que me gustó mucho, a tal punto que sentí la verga a punto de estallarme. Notando la proximidad de mi clímax, soltó mi cabeza y llevó su otra mano a mi pene, poniéndose a frotármelo con fuerza.
Fue como si ella lo tuviera planeado de antemano, acabar los 2 juntos en un concierto de gemidos, gruñidos y alaridos.
¡¡¡¡OOOGGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡LORENZOOOOO!!!! ¡¡¡¡LORENZOOOOO!!!! ¡¡¡¡ME MATÁS, ME MATAAAAAAAAUUUUUUUUHHHHGGGGGGGG!!!! Diana estalló en un fuertísimo orgasmo que me bebí entero, era un caudaloso río el que me tragaba, me supo a gloria.
¡¡¡¡¡MMMMMMFFFFFFFFF!!!!! ¡¡¡¡¡MMMMMMFFFFFFFFF!!!!! ¡¡¡¡¡AAAARRFFFFMMMM!!!!! gruñí entre su sexo cuando el mío llegó, con 2 dedos suyos metidos en mi interior y derramándolo sobre su mano.
Quedé sin fuerza, tirado sobre la cama, jadeante, con la cara hecha un asco. Solo veía que ella esparcía mi semen sobre sus pechos como si se tratase de algún tónico capilar. Me sentía pleno, tranquilo, amado, y así caí rendido, con ella acostada a mi lado cuando abrí los ojos, eran las 11:30 de la mañana ella ya no estaba.
Diana vino a mi vida como el viento, como el viento siempre regresaba, en forma de un violento vendaval. Y como tal se fue con tal. Siempre era lo mismo, Diana no cambiaba, tan solo era una tormentosa bruma matinal, un violento chiflón, que una vez que pasa, desaparece como si nada, pero te deja sobresaltado y sin paz.
Garganta de Cuero y Lorenzo de Medicci.
Pueden enviarnos sus comentarios a nuestros correos electrónicos, nos interesa mucho saber cuáles son sus opiniones. El mío ya lo conocen, el de Lorenzo está abajo, besos y abrazos.