Las aventuras de Daniel. Capítulo 5. 7 corridas

Quinto capítulo de "Las aventuras de Daniel". Daniel se ha dado cuenta del éxito de las historias sobre el entrenamiento de su hermano, así que se ha decidido a contar cómo fue la segunda lección...

Hoy me apetece seguir hablando sobre las lecciones de Marcos. Estuve a punto de escribir sobre cómo siguieron mis descubrimientos sexuales con Carlos. Después de aquellas mamadas rápidas en los vestuarios nos pusimos muy cerdos. A Carlos se le ocurrían toda clase de locuras morbosas y yo le seguía siempre el rollo. En el instituto, en la calle, en casa con sus padres por ahí. En alguna ocasión, incluso follamos sabiendo que nos miraban en los baños de alguna discoteca, cuando ya éramos algo más mayores y salíamos por ahí de fiesta sin tener que rendir cuentas de a qué hora estábamos de vuelta. Y ya en Madrid (sí, Carlos se vino también a estudiar a Madrid), lo disfrutamos como nunca, aunque no siempre juntos. Pero esas cosas ya las contaré en otra ocasión.

Vengo de pasar un fin de semana en la casa familiar, en Galicia, y estuvimos viendo algunas fotos. Entre ellas, encontré unas de una escapada que hicieron mis padres un fin de semana. Como de aquella ya éramos lo suficientemente mayores (os recuerdo que Marcos tenía 18), pues ya andaban un poco más despreocupados por dejarnos solos. Ellos hicieron su escapada y Marcos planeó el siguiente entrenamiento. No es que no hubiéramos hecho nada entre medias desde la vez anterior… En realidad, Marcos se aseguró de que había captado bien la idea de pajearme. ¿Recordáis esas charlas nocturnas?

Un día, mientras ambos recogíamos la mesa después de la cena, se me acercó al oído:

—    Hey Dani, esta noche te voy a hacer una visita, pero no te toques hasta que aparezca eh, quiero que lo hagamos juntos tío.

—    Uff, ¿vas a hacerme lo del entrenamiento ? —dije, con emoción recordando el placer de llegar al límite una y otra y otra vez. Lo había vuelto a intentar por mi cuenta, pero mi calentorra polla no me dejaba aguantar demasiado y, llegado el momento, algo en mi cerebro no me dejaba parar de pajear.

—    Jaaaaa ya quisieras —dijo, guiñándome un ojo— Ya te decía yo que lo ibas a gozar… pero no tío, no podemos. Gimes como un cerdo cuando te pones tan al límite. Una paja y tal, ¿va? —me dijo, entre risas, por lo bajo.

—    Shhhh que nos están mirando —mi padre se nos había quedado observando con tanto cuchicheo.

—    ¿Qué estáis planeando vosotros dos?  —nos dijo desde la zona del comedor, mi hermano y yo no nos llevábamos muchos años y teníamos buena relación. Marcos se “escapaba” de fiesta a veces, y papá andaba bastante alerta de que no me acostumbrara a subirme al carro de las fiestas de verano…

—    Nada papá, sólo me estaba metiendo con el renacuajo este —le dijo Marcos con naturalidad, dándome una colleja a la que respondí con cara de ofendido, mirando luego a mi padre, pidiéndole socorro, que se acercó a meterse un poco con los dos.

Recogida la mesa, nos pusimos a jugar juntos al FIFA que había de aquellas. Marcos era un poco manco con esas cosas –quien lo diría, teniendo en cuenta a qué se dedica–. Se nos hizo tarde sin darnos cuenta, nosotros estábamos de vacaciones y no nos decían nada por acostarnos tarde, pero nuestros padres se iban para cama más o menos temprano. Mi madre ya se había metido al rato de cenar, solía madrugar bastante. Mi padre vino a despedirse de nosotros mientras jugábamos, llevando solo unos gayumbos. Normalmente usaba slips, como Marcos.

—    Buenas noches chavales —nos dijo, pasando por detrás del sofá, rascándonos la cabeza— no os paséis de hora eh, y no hagáis mucho ruido, que como se despierte vuestra madre la consola sale volando por la ventana.

—    Buenas noches, papá —le respondimos al unísono, bajando inmediatamente el volumen a la televisión mientras se iba por el pasillo.

—    Oye, menudo paquete tiene papá ¿eh? —le dije a Marcos por lo bajo cuando volvimos a quedar solos.

—    Y eso que no se la has visto animada, tío —susurró, sin apartar la mirada del juego.

—    ¿Qué? ¿Enserio se la has visto dura a papá? —pregunté curioso.

—    Un par de veces, tío. A veces sale de la habitación todavía duro y alguna vez en verano lo hace sin pantalones, una vez lo pillé marcando todo el rabaco… La otra fue en el baño. Creo que se estaba haciendo una paja en la ducha —nuestra mampara era totalmente transparente— pero no había cerrado la puerta, entré para mear y lo vi durísimo, se giró enseguida, pero joder, o nos espabilamos o no lo superamos chaval.

—    ¿Tan grande la tiene?

—    Si no me crees, ve y dile que te la enseñe.

—    Pero qué dices tío, no seas guarro.

—    Joder con el renacuajo, ¿yo, guarro?, ¿contra qué no te has frotado en esta casa? —dijo, sacándonos una risa a los dos.

Cuando nos aburrimos de la consola nos metimos directamente en mi habitación, ya que estaba más alejada de la de nuestros padres que el cuarto de mi hermano. Marcos empezó a desvestirse nada más cerrar la puerta, dejando toda la ropa tirada por el suelo hasta quedarse en slips, que ese día eran blancos, llevaba el rabo de lado, marcando todo el capullo. Yo también iba de blanco, solo que usaba boxers.

—    Bueno renacuajo, ¿cuándo vas a empezar a llevar la misma ropa interior que los hombres de esta casa?

—    Probé una vez, pero aprietan mucho tío.

—    Menuda excusa… será que tienes las pelotas pequeñas y no los llenas —dijo, agarrándome descaradamente el paquete— yo necesito llevarlo todo bien sujeto, o me roza…

—    Boh, eso es porque eres mayor, ya verás cómo acabo con la polla más grande —le dije, enfurruñado, apartándome para que no me siguiera sobando sobre los boxers, aunque ya me había empalmado…

Solo Marcos era capaz de hacer que me enfurruñara como un crío y que me empalmase a la vez. Supongo que son cosas de hermanos. Nos metimos juntos en cama, yo me despeloté directamente, comenzando a pajearme. Marcos empezó a sobarse mirando cómo me daba gustillo. En cuanto me había puesto la mano encima sobre el bóxer empecé a chorrear precum. A él le encantaba mirar cómo mi rabo echaba todo ese jugo como una fuente, le volvía loco, y me paraba para coger un poco de vez en cuando y llevárselo a la boca. A mí me flipó ver cómo se lo tomaba desde aquella primera paja. Mi hermano era un puto salido, y así terminé yo.

Empalmado y chorreando, aunque no tanto como yo, se sacó la polla de los slips blancos. Grande y gordita, con las venas bien marcadas y la cabeza rosada inflada de la presión de la tela. Comenzó a bombeársela despacio.

—    Oye, Dani —susurró— voy a usar tu pre para lubricarme tío, a ti te sobra y a mí me falta…

—    No has parado de cogerlo, ¿para qué me avi…

Marcos pegó su rabo al mío, comenzando a frotar nuestros capullos. Visto ahora es una tontería, los tíos lo hacemos cada vez que follamos, es como un saludo. Pero aquella fue mi primera vez, estaba siendo mi primera vez en todo, recordad que era un inocentón. Con esa tontería, comencé a correrme.

—    Oye Marcos pa-para, vas a hacer que me corra —le dije, sujetando mi rabo con una mano por la base mientras que con la otra me masajeaba los huevos, tirando un poco. Había descubierto que me gustaba hacerlos sufrir un poco en la sesión de edging, con los tirones que me había dado mi hermano.

—    Pero qué dices tío, si solo estoy frotando nuestros cipotes —estaba encharcando el suyo de mi pre, dándole un meneo de vez en cuando, haciendo chof chof. A Marcos le volvía loco todo lo que salía de mí.

No me hizo caso y empecé a correrme sujetando únicamente la base de mi polla. Los chorros no salieron disparados, fueron cayendo, abundantes y espesos, sobre su ya empapada polla. Por su parte, Marcos se esmeró en intentar que todos los trallazos terminasen sobre su rabo, que acabó pringado y goteando lefa sobre mi pubis. Marcos se recolocó en cama, haciendo que su polla mirase al techo mientras que con la otra mano comenzó a masajear mi pierna.

—Joer renacuajo, que me lo decías enserio. Dios, cómo me has llenado el rabo de lefa —dijo, comenzando a masturbarse usando mi lefa como lubricante, se la embadurnó por todo el tronco y todos los huevos, su pubis quedó totalmente empapado (debió costarle limpiar todo eso).

Esa fue la primera vez que vi a mi hermano tan guarro. Con toda la lefa extendida por su rabo, comenzó a pajearse como un animal, haciendo movimientos circulares con la mano, desde el tronco hasta su gruesa cabeza. Yo observaba atento, aprendiendo nuevas técnicas de masturbación en directo. Mi hermano tenía todos los músculos tensos y yo comencé a tocarle los abdominales. Ya los tenía impresionantes por entonces. No tardó en correrse del gusto, los trallazos le llegaron al pecho, y yo fui cogiendo los que tenía sobre los pezones con mi lengua. Eso le flipaba, y para mí su lefa era como un postre.

Cogió su camiseta y nos limpió a los dos. Luego, nos quedamos desnudos charlando. En algún momento me comentó que ese finde estaríamos solos, porque papá y mamá estaban planeando una escapada. Aún no era 100% seguro y por eso no me lo habían comentado, pero…

—    Ya tengo decidida la segunda lección, renacuajo —me dijo, mientras me acariciaba el pelo, enrollando algunos mechones en torno a sus dedos, con delicadeza. Siempre le había gustado tocarme así el pelo, desde que era un crío.

—    No irás a prohibirme correrme desde ahora, ¿no? —le dije, poniéndole cara de corderito degollado, sacándole una sonrisa, mientras le acariciaba el muslo.

—    No, hombre. En esta ocasión va a ser todo lo contrario. Haz lo que quieras hasta el día antes, pero que sepas que el sábado te vas a quedar seco.

—    ¿Uhm? No entiendo —le dije interrogativo, girándome un poco para mirar directamente a sus ojos.

—    Que vas a estar meneándotela desde la mañana hasta la noche, renacuajo. Quiero ver cuántas pajas aguantas antes de que te deje de salir lefa.

—    Buah tío, estás mal, no me hice nunca más de cuatro, y la última ya me costó.

—    ¿Y te salió lefa de la cuarta?

—    Sí tío, me salió en todas. ¿Tú cuántas te has llegado a hacer?

—    Yo seis, chaval, ¿cómo lo ves?

—    Lo veo jodido, pero da morbo. ¿Las harás conmigo?

—    Ehh renacuajo, que aquí el entrenador soy yo. ¡Manda la polla grande! No te preocupes, te ayudaré en las últimas pajas…

Empecé a empujarlo fuera de cama, no lo soportaba cuando se ponía chulito. El muy capullo era más fuerte. Solo me estaba dejando ganar mientras se caía de cama, despollándose. Se puso los slips y me dio un beso en la mejilla de buenas noches, como de costumbre. Yo me quedé pensando en si me saldría leche en la séptima paja… ¿Qué me ayudaría… cómo?

La semana pasó sin más. Era verano así que íbamos a la playa con los colegas, yo me divertía con Carlos y con los gemelos y mi hermano iba con su pandilla. Pensad que mi aventura en los vestuarios con Carlos aún no había ocurrido, así que no penséis que nos íbamos a follar entre las rocas ni nada por el estilo. Aunque todo llegaría. Alguna que otra noche Marcos y yo volvimos a hacernos una paja juntos, aunque no volvió a pegar nuestros rabos ni hicimos nada que merezca la pena contar. Bueno, en realidad, creo que todo lo que hemos hecho le daría morbo a cualquiera, pero vamos al grano, porque si me pongo a relatar cada pajote, nos dan las doce.

Finalmente llegó el sábado y mis padres se habían ido de escapada romántica. Marcharon muy temprano para aprovechar el día, yo ni me enteré de cuándo salieron de casa. No me pajeé el viernes para estar bien cargado, quería superar el récord de mi hermano. La tendría más grande, ¡pero no más potente! El día comenzó intensito. No sé qué hora era exactamente, cuando Marcos entró en la habitación y me despertó destapándome, yo estaba, como no, durísimo con el empalme mañanero, y él estaba con los mismos slips blancos de hacía unos días –lavados, ¡no penséis guarrerías!– que le marcaban un bultazo.

—    ¡Venga renacuajo!, la primera, antes del desayuno.

Me quejé medio adormilado, dándome la vuelta para que me dejase dormir más. Marcos brincó sobre la cama y empezó a hacerme cosquillas.

—    Venga pedazo dormilón, ¡que tienes mucha leche que sacar! —dijo entre gemidos, peleándose conmigo, haciéndome más cosquillas.

—    Eres un puto guarro tío —le dije, quitándomelo finalmente de encima y sacando mi rabo duro por encima del bóxer, que ya estaba mojado por los empalmes nocturnos. Siempre me despertaba algo húmedo, pero en cuanto me echo la mano encima, comienzo a chorrear como una fuente— ¿contento?

—    Dale a tu gusto, en esta te acompaño —dijo, quitándose los slips, mostrándome otra vez su gran paquete, que empezó a menear despacio y con fuerza, haciendo bambolear sus grandes huevos, que se veían pesados y cargados, mientras su rabo se iba endureciendo.

Con confianza, eché mi mano a sus huevos. No me la apartó, me dejó palpar y divertirme con ellos, parecía gustarle. Por aquel entonces, los empalmes mañaneros me hacían estar muy caliente. También era la primera vez que me atrevía a tocar así a mi hermano en sus partes, así que con tanto calentón fue una paja más bien corta.

—    Uff Marcos yo ya estoy a punto, ¿vamos a la vez?

—    Va dale, tío, ese masaje en los huevos me ha calentado que flipas —dijo, mientras usaba su mano libre para magrearse el pectoral.

Empezamos a corrernos casi a la vez, el muy cerdo la echó toda sobre mi abdomen, mientras yo me espatarraba en cama y gemía con los últimos espasmos.

—    Uhmmmmm que alivio tío —dije, dándole las últimas sacudidas, lentas, para escurrir toda la lefa— ¿No podías correrte en otra parte?

—    Jaja es que me apetecía regarte un poco, enano. Bueno, prepárate, porque después de desayunar tocará otra.

—    ¿Tan pronto? No sé si podré…

—    Tú verás Dani, pero como no te espabiles no te va a dar el día para vaciarte —me dijo, cogiéndome del rabo para torturarme un poco el glande, sensible después del orgasmo.

Realmente no tuve problemas para hacer otra después del desayuno, el vigor de la juventud supongo. En esa ocasión, la hice en el sofá. Marcos estuvo delante en todas y cada una de las pajas. A veces, se ponía a coger precum, otras veces, me acompañaba. En todas ellas, se le empalmaba. El tercer pajote fue un rato antes de comer, después de entrenar –si no recuerdo mal, ese día fuimos a trote hasta el club deportivo y allí hicimos algo de musculación–. Como ya empezaba a ser costumbre, una vez en casa nos metimos juntos en la ducha cuando sugirió que fuera a por la tercera. En esa paja también me acompañó. Mi hermano siempre se ponía cachondo después de hacer ejercicio, en ese detalle ya me había fijado antes de comenzar con nuestros jueguecitos.

Siempre que volvíamos de gimnasio, iba todo el camino ajustándose el paquete, que volvía a casa más abultado de lo que salía; y también era el que más enredaba en el baño. Me ponía muy cerdo ver el cuerpazo de Marcos brillante y enjabonado. Como tenía cada vez más confianza, me atreví a tocarle los músculos del cuerpo de forma especialmente sensual, lo que provocó, de nuevo, que mi paja fuera más bien corta. Marcos estaba flipando en realidad, tanto por mi capacidad para correrme tan rápido en la tercera como por estar atreviéndome a ser tan sobón, cuando hasta entonces, toda la iniciativa había sido siempre suya.

—    Joe Dani, que es la tercera y te corres como una flecha macho, y tú preocupado —para Marcos era la segunda del día, y ya necesitó machacársela un rato largo antes de correrse.

—    Es que… bueno, me gustan los músculos y tal… —le dije avergonzado, a pesar de todo lo que ya habíamos hecho juntos, se me hacía raro decir en alto que me calentaba todo de él.

—    De eso ya me he dado cuenta por cómo me estás sobando—dijo, frotándose el abdomen— pero tú vas por el mismo camino pillín —añadió, pellizcándome un pezón— en nada, te pones tan fuerte como yo.

Ojalá . Recuerdo haber pensado. Tras la ducha, Marcos me tiró los slips blancos que llevaba por la mañana.

—    Toma, póntelos, así ves si se te dan bien o qué.

—    Joe tío, podrías darme unos limpios por lo menos, estos los tienes currados del entreno.

—    No seas pedichón, además, te quedan unos cuantos meneos. Para cuando acabes apestarán a tu rabo más que al mío —me dijo riéndose, viendo mi cara de atontado.

Me los puse, a ver qué tal se daban. No es que nunca hubiera probado unos slips, pero en realidad hacía años que solo usaba boxers. A pesar de mis quejas por tener que ponerme unos gayumbos sudados, también me estaba dando morbo el hecho de ponerme algo que había estado toda la mañana pegado al paquete de Marcos y que, además, había llevado para hacer deporte en el gimnasio. Esa extraña sensación tan guarra provocó, para sorpresa de mi hermano, que me volviera a empalmar al instante.

—    Pues… no se me dan mal del todo…

—    No ya, joder, pero si estás duro de nuevo tío —me dijo, acercándose mientras se mordía el labio inferior. Marcos debía estar flipando por mi aguante. Llevaba tres pajas, la última, hacía diez minutos. Y ya estaba duro otra vez.

—    Pues ya ves tío, es que… —me puse rojo de nuevo, ¿cómo decirle que me ponía cachondo rozarme con sus slips porque estuvieron sobando su rabo mientras se lo curraba con las pesas?

—    No hace falta que digas nada renacuajo, todo el mundo se pone cachondo por esto —dijo, llevándose la mano al paquete. Marcos era muy consciente del porqué de mis reacciones, obviamente no era tan inocente como yo…

Me miró con cara traviesa y se acercó, me sacó poco más que el capullo por fuera de los slips y comenzó a esparcir mi pre por toda la zona que se asomaba. Ya me había corrido tanto que no me salía tanto jugo como de costumbre. Aun así, fabricaba lo suficiente como para no necesitar lapos. Me dijo que me sentase en el retrete y comenzó a trabajarme el capullo sin sacar el resto del rabo del slip. Primero, lo hizo pasando las yemas de los dedos por la rosada cabeza. Luego, lo agarró con el puño, exponiendo una parte del tronco, y comenzó a estrujarlo como un trapo. Gracias al precum, realmente la mano se escurría sobre la cabeza inflada y roja. Fue una paja larga, comparada con las otras. Marcos tuvo que mantener la intensidad unos 10 minutos, durante los que magreó mi cipote de múltiples formas. Me ordeñó como a una vaca, la trabajó como a un palo de billar, la estrujó entre ambas manos, estimulando la zona donde quedaba algo de frenillo con los pulgares… Como todo lo que me hizo se centró en el glande, se puso muy sensible y me costaba mantenerme quieto. Me recorría un cosquilleo incontrolable y cerraba las piernas sin pensarlo. Marcos usaba la mano libre para separar una de ellas, mientras que usaba el peso de su propio cuerpo para mantener mi otra pierna en su sitio.

—    Marcos pa-para un poco, me pica mucho.

—    Aguanta renacuajo, disfrútalo —respondió, aumentando la presión que ejercía sobre mi glande con su puño.

—    Buff para un poco o toca en otro sitio, pero no más la cabeza bufff —dije, mientras Marcos hacía cada vez más esfuerzos por detener los incontrolados impulsos de mi cuerpo, que trataba de zafarse de aquella placentera tortura. Finalmente, llegué al orgasmo, manchándole toda la mano y pringando un poco el slip.

—    Aleee, la cuarta. Joder Dani, eres la hostia —me dijo con cara de vicio— nunca he visto que alguien se recuperase en cinco minutos como si nada, solo por ponerse unos gayumbos usados.

—    ¿Me merezco un premio entonces? —le dije, respirando al fin tranquilo, con mi glande libre de sus manos.

—    ¡Pero qué descarado el renacuajo este! —dijo, relamiéndose mi lefa, si hubiera sido la primera paja, ver eso me habría provocado otro empalme— Bueno tío, llevas cuatro y aún te sale lefa… así que hay que seguir… vamos a comer venga, a recuperar fuerzas.

Lo cierto es que estaba agotado, cuando en la cuarta paja me empalmé, noté el tronco como dolorido. No solo me hice cuatro pajas a lo largo de la mañana, sino que la tercera y la cuarta fueron seguidas. Tenía un hambre voraz, recuerdo que Marcos nos preparó unas patatas con huevos. Casi nunca comíamos fritos en casa, así que aprovechó que estábamos solos para darnos el capricho. Me encantaban esos momentos con mi hermano, no por el morbo, siempre me gustó estar así con él. Me sentía protegido, y él me quería (quiere) con locura. Siempre me ayudó y siempre me acompañó en todas las etapas de mi vida. Por aquel entonces, yo solo quería ser tan cojonudo como él cuando creciera. Aunque solo nos llevábamos dos años, en mi cabeza él era ya un hombre hecho y derecho. Aún me quedaría un año con él antes de que se fuera a Madrid a estudiar.

A lo mejor os preguntáis por qué nos fuimos los dos a Madrid, si en Galicia hay sitios de sobra para estudiar. Marcos realmente se fue por capricho, es cierto que luego fue algo determinante, allí pudo estudiar algo que no se ofertaba en ningún otro sitio de España, lo que le llevó a dónde está ahora. Yo, en cambio, me fui porque el año que estuvimos separados me encontré bastante deprimido. Nosotros dos siempre hemos estado muy unidos, como si fuéramos gemelos. Básicamente estuve rompiéndole la cabeza a mis padres todo el año para que me dejasen ir allí.

Pero volviendo a lo que estaba contándoos… lo cierto es que, tras tanta caña mañanera, después de comer no me notaba con ganas de hacer una quinta, así que le dije a Marcos que me iba a echar una siesta y me fui disparado al sofá, dejándole el marronazo de la cocina a él solo. Me refunfuñó algo, pero me dejó hacer.

Lo interesante pasó luego. Me desperté con Marcos encima, yo me había quedado solo con sus slips blancos sobre el sofá, y a mi hermano se le ocurrió darme un masaje, según me dijo, para aliviar la carga de las piernas, ya que le hemos dado buena caña esta semana ¿eh?, las tienes fuertes . Lo cierto es que cada vez que subía por el cuádriceps, aprovechaba para sobar “sin querer” todo mi paquete. Poco a poco fue acercando su mano hacia la ingle, hasta que, finalmente, por cada apretón en el muslo me daba un apretón en los huevos.

—    Estás en la gloria, ¿no renacuajo?

—    Sí, sí… tú no pares… —le dije, con los ojos cerrados, concentrado en el masaje, no me había dado cuenta de que poco a poco me estaba poniendo algo morcillón, aún estaba somnoliento y Marcos da unos masajes de infarto.

—    Renacuajo, te voy a quitar el slip, para que estés más cómodo…

—    Uhm —le dije aturdido, dejándome hacer, levantando un poco el culo mientras me lo quitaba, de tal modo que mi rabo, ya animadito, se apoyó sobre mi abdomen. Instintivamente, puse una mano sobre él y comencé a acariciarlo.

—    Date la vuelta, te quiero masajear los muslos…

Le hice caso sin pensarlo demasiado, de tal modo que mi polla quedó aplastada entre el asiento y mi abdomen. Marcos comenzó a masajearme los gemelos, subiendo poco a poco hacia los muslos, donde se detuvo un poco más. Me encantaba cuando me masajean los muslos, me deja con una sensación de ligereza indescriptible. Luego, comenzó a alternar los muslos con las nalgas. Nunca me habían masajeado las nalgas, recuerdo haber pensado que era una gozada. Me habría quedado dormido medio empalmado por la sensación, si no fuera porque comenzó a juguetear en torno a mi ano y al perineo…

—    Uff Marcos, ¿qué haces?

—    ¿Quieres que pare?

—    No, no… da gustillo, pero no quiero que…

—    Tranquilo, no lo haré, déjate llevar de momento, ¿te gusta que presione aquí? —me dijo, apretando un poco más el perineo, estimulando la próstata desde el exterior.

—    Uff sí, ¿cómo haces eso? Da mucho gustillo…

—    Jaja, uno, que ya se sabe un par de cosas… Venga, date la vuelta Dani, toca la quinta…

Le hice caso, ya animado por esa nueva sensación. Lubriqué suficiente como para no necesitar nada más. Me estaba saliendo más jugo que en la anterior, sería porque tuve un rato de descanso más largo. A pesar de ello y de los masajes de Marcos por mis piernas, el ano y el perineo, me costó bastante llegar hasta el final.

—    Vamos, campeón, dale un poco más… —me animaba, pues me estuve quejando de que me empezaba a doler la muñeca— luego te ayudaré aún más…

—    Ya viene joder, uff —empecé a tener espasmos muy fuertes, llevaba como media hora dándole con bastantes ganas, el tronco de mi polla se resentía, dolorido por el esfuerzo acumulado, pero el orgasmo fue increíble, mucho más intenso que los demás que tuve el resto del día. Eso sí, la cantidad de lefa comenzaba a ser escasa— joder macho —dije mirando a Marcos, gimiendo— es alucinante, pero casi no me sale nada.

—    Es normal renacuajo, cada vez cuesta más, pero los orgasmos son más fuertes ehh.

Ya te digo . Dije, resoplando. La quinta, me quedaban dos para superar a Marcos, pero cada vez me costaba más. Después de esa, mi rabo ya se quejaba de la caña incluso blando. La sensación era como tenerlo mazado al tocarlo. Un dolor que pedía, irónicamente, un masaje que habría terminado por animarlo, causándole más dolor.

Pasamos la tarde como personas “normales”. Hacía calor y nos pusimos el bañador para ir a la playa. Ese día los colegas de Marcos se habían ido a una playa un poco más apartada, pero él puso una excusa cualquiera para poder quedarse conmigo, ya que sus colegas se iban a pasar el día. Por eso, Marcos se vino con mi pandilla. A pesar de que era algo mayor, encajaba muy bien. Jugaba con nosotros con las palas y la pelota, se metía con todos, cogiéndonos al vuelo y tirándonos al agua. Las chicas lo miraban descaradamente. Mis colegas estaban encantados, las tías buenas se acercaban solo para verlo de cerca, incluso tonteó con alguna, aunque no llegó a hacer nada en especial más allá de intercambiar los números. Recuerdo que luego siempre me preguntaban si Marcos no vendría con nosotros. Lo que querían era ver las tetas que mi hermano atraía como un imán.

Ir a la playa siempre me pone cachondo. El sol, el mar, el relax, ver tantos cuerpos lucirse… No sé muy bien por qué, pero me sucede desde que mi polla tiene uso de razón. Aquel día estaba realmente agotado de pajearme, pero por suerte para mí y para mi entrenador, la playa ayudó a recobrar los ánimos. Como ya era tradición, al volver, mi hermano y yo nos dirigimos juntos al baño. Me dijo que fuera calentando el agua mientras iba a mirar no sé qué al ordenador. Cuando llegó al baño, nos desnudamos y nos metimos juntos en la ducha.

—    Bueno renacuajo, te queda una para llegar a mi marca, según lo que te salga, habrá que seguir o no…

—    Ya verás como fabrico más lefa que tú, hermanito —le dije con tono chulesco, comenzando a enjabonar mi entrepierna, que se estaba comenzando a poner morcillona por la playa y por ver el cuerpo de mi hermano otra vez brillar bajo el agua.

—    Así me gusta Dani, ve calentándote, pero no termines… como te prometí, ahora te ayudaré…

Emocionado por la ocurrencia de mi calentorro hermano, casi no pude aguantarme. Lo cierto es que por aquel entonces tampoco era necesario hacer mucho para ponerme a tono, y apenas había que estimularme para hacerme llegar al límite. Muchas veces, simplemente pensando en el cuerpo de mi hermano o en las cosas que me hacía me corría en dos minutos.

—    Buff tío, no sé qué se te ha pasado por la cabeza, pero… —dije, acelerando el ritmo de la paja, mi rabo comenzó a inflarse y las venas se marcaban con fuerza, ignorando el dolor del tronco machacado.

—    Hey, contrólate torito bravo —susurró Marcos, quitándome la mano del paquete, sujetándome ambos brazos y acercando mucho su cara a la mía— te dije que con esta—añadió, dándole un tortazo a mi erección— te iba a ayudar.

No me esperaba lo que iba a pasar a continuación, bajo el agua de la ducha, Marcos se puso de rodillas, introduciendo lentamente mi polla en su húmeda boca. Era diferente a las tonterías que me hizo anteriormente para recoger mi precum, como aquellos lametones en los huevos en la sesión de edging.

—    Wow qué haces tío —“protesté”, sin tan siquiera resistirme— pa-para, UOHHH —en ese momento, se la metió hasta el fondo.

—    ¿Paro, renacuajo? —inquirió, con cara traviesa, sacándose durante un momento mi polla de su boca.

Ya iba aprendiendo, y decidí responderle sin palabras. Posé mis manos sobre su cabeza, guiándola a donde debía estar. Marcos sonrió, y volvió a meter mi polla en su boca. Primero, introdujo solo la cabeza, comenzó succionándola, con fuerza, parando de vez en cuando, haciendo que cada vez se hinchase un poquito más. Cuando ya estaba bastante grande, comenzó a jugar con su lengua alrededor de mi glande. Aunque ya era la sexta vez que le daba caña, aún generaba bastante pre…

—    De esta te estás dando un atracón ¿eh? Aunque tenías que haber hecho esto de la primera, ahí sí que estaba en plan fuente…

—    Uhm así también está buena renacuajo —respondió sin dejar de dar lametones— Además, ya tendré más ocasiones… mientras sea tu entrenador tienes que dejarte hacer, así que…

—    Uff calla y chupa —le dije, chuleándome por ver a mi musculado hermano de rodillas delante de mí. Me dio un mordisco en la punta como respuesta— ¡Ay, cabrón!, que me lastimas.

—    Por chulearte. Vamos mejor a mi habitación… tengo una sorpresa…

Emocionado por lo que pudiera tenerme preparado además de hacerme mi primera mamada, cerré el grifo a toda pastilla y cogí un par de toallas para secarnos rápidos, dando brincos con mi polla rebotando arriba y abajo. Marcos se estaba aguantando la risa por la ridícula escena que estaba montando en aquel momento. Como el tío simplemente se me quedó mirando mientras nos secábamos, lo cogí del brazo para llevarlo yo mismo a su cuarto. Una vez allí, no vi nada fuera de lo normal, no me iba a tocar otra sesión de edging y tampoco parecía que fuera a hacerme algo nuevo y extraño.

—    Túmbate en cama, así estaremos más cómodos —me dijo, dándome un pequeño empujón— y cierra los ojos…

Una vez me tumbé en cama, le hice caso y mantuve mis ojos cerrados, escuché a Marcos alejarse un poco y volver rápidamente, enseguida subió a la cama y me puso algo en la cara…

—    Uhm ¿qué haces? —le dije, girando la cabeza para deshacerme de lo que fuera.

—    No abras los ojos —respondió, cubriéndomelos con una mano y volviendo a llevar aquella tela a mi cara— huele…

Le hice caso y entonces lo supe, eran los slips. Olían a su rabo, currado de hacer ejercicio, y también un poco a mi semen, por haberlos manchado antes. Al principio me resistí ante la impresión, pero mi polla estaba reaccionando de otra forma. Marcos no dejó de restregarme los gayumbos por la cara, tratando de colocar la zona del rabo pegada a mi nariz.

—    Veo que te gusta renacuajo… abre la boca, vas a saborear y oler la polla de un macho mientras te hago la mamada.

Cachondo perdido a pesar de ser mi sexta paja, Marcos me puso los slips en la boca, impidiéndome hablar. El sabor era todavía más fuerte que el olor. Marcos los debió estar currando más de la cuenta planeando este momento, lo que, unido al olor de mi polla, que estuvo todo el día empalme tras empalme, hizo del slip un revoltijo de hormonas adolescentes. Mi saliva comenzó a empapar rápidamente el tejido, manteniendo húmedos mis labios. Intenté decir algo, pero Marcos introdujo los slips un poco más, indicándome que me dejase llevar. Enseguida volvió a la acción, esta vez sin remilgos y a toda velocidad. Metió todo mi rabo hasta el fondo de su garganta mientras me acariciaba los huevos. De vez en cuando se lo sacaba para lamérmelos mientras me pajeaba la zona del glande. Me flipaba cuando se los metía en la boca y tiraba ligeramente de ellos, estimulándolos para que produjesen un poco de semen. De vez en cuando relajaba la tensión y se dedicaba a dar lametones por mi tronco sujetando el rabo únicamente con la boca. Mientras tanto, los slips blancos sobados estaban totalmente empapados de saliva, que comenzaba a escurrírseme entre gemidos por las comisuras de mi boca. Mi polla estaba ardiendo en todos los sentidos.

Creo que nunca me había pasado tantas horas empalmado y dándole caña. A pesar de toda la intensidad, no notaba que estuviera próximo al orgasmo, pero Marcos no desistió. Consciente de que mis pezones son extremadamente sensibles, hizo que me incorporase un poco, apoyándome en el colchón sobre los codos y, sin dejar de chupar con suavidad, comenzó a masajearme el pectoral, estimulando despacio los pezones. Primero uno, luego el otro, se fueron poniendo rígidos y sensibles. Cuando estaban lo suficientemente duros, comenzó a sujetarlos entre la yema de dos de sus dedos, pellizcándome uno de los dos cada vez que metía mi rabo hasta el fondo. Con la mano libre, continuaba masajeándome los huevos y presionando mi perineo. Estaba a punto. Entonces, se detuvo, quitándome los slips de la boca, pero dejándolos sobre mi nariz para que continuase aspirando el olor de su rabo y mi lefa.

—    ¿Por qué paras? Estaba a punto… bfff —le dije, decepcionado, continuando por mi cuenta con la paja mientras me sobaba un pectoral.

—    Vamos a hacer una cosa nueva, pero te va a costar renacuajo, no sé si saldrá…

—    ¿Uhm? —farfullé, viendo curioso qué sacaba de uno de sus cajones de escritorio— ¿qué estás buscando?

—    ¡Esto! —respondió, sacando un cordel más bien corto.

—    Con eso no tienes para atarme como la otra vez…

—    No es para eso renacuajo… voy a hacer que te corras dos veces… y necesito esto para que lo aguantes…

—    Eso es imposible tío, llevas media hora haciéndome una mamada de puta madre y aún no me vine…

—    Jaja y tú qué sabes si es una buena mamada, si es la primera ehhh —añadió, burlón.

—    Boh, cállate —respondí, ruborizándome— ven aquí y sigue anda…

—    Ala, el niño se pone colorado por eso con la polla al aire —dijo, lo que hizo que terminase de ponerme como un tomate.

Cubriéndome un poco la cara para ver si se me pasaban los colores por las burlas de Marcos, noté como empezó a colocar la cuerda por debajo de mis huevos y sobre mi pubis. Estaba atándome con fuerza los genitales.

—    Uff aprieta mucho tío.

—    Es para que no se te baje el empalme cuando te corras. Por cierto, pon las manos detrás de la espalda y separa bien las piernas.

—    Vale… —respondí, haciéndole caso.

—    Después de correrte te va a costar renacuajo, intenta no quitarme de encima, ¿va?

—    Bffff, venga tío que me tenías a punto.

Marcos me respondió con un manotazo suave en la cara, en plan colleja, antes de terminar de apretar bien la cuerda. Estaba realmente ajustada y mi rabo comenzó a inflarse como nunca, las venas se marcaban y se notaban duras al tacto, parecía que iban a explotar en cualquier momento. El glande estaba rojo y parecía un globo, era la primera vez que lo veía así y realmente me preocupaba que pudiera romperse –ya sabéis, la inexperiencia–. Notaba la piel tensa, la cuerda tiraba de la piel del tronco y, los chavales circuncidados, no tenemos demasiado margen cuando tiramos de la piel desde la base del rabo.

Así de inflada, Marcos comenzó de nuevo su mamada, lamiendo primero mis pelotas, tersas en el escroto gracias a la cuerda. Cuando las metía a la vez en la boca sentía un ligero dolor, como cuando te dan un golpecito, estaban realmente ajustadas en su húmeda boca. Las sujetaba bien con sus labios y las separaba de mi cuerpo, dando tironcitos cada vez más fuertes. Mientras se curraba mis pelotas, me hacía una paja lubricando su mano con mi jugo, que, aunque ya no brotaba como de costumbre, era suficiente para una buena paja con la ayuda de algún lapo ocasional. La intensidad de la paja iba acorde a la intensidad de los tirones. Cuando estaba cerca del límite cambió de posición, comenzando a succionar mi glande mientras lo presionaba con la lengua a la vez que me pajeaba en el tronco.

—    Buff Marcos ya viene tío, estoy a punto… UHMM … no pares tío

Marcos añadió intensidad a la mamada al mismo tiempo que clavo sus ojos en los míos como respuesta. Empecé a gemir sin preocuparme por el ruido hasta que al fin llegué al éxtasis. Marcos no dejó en ningún momento de comerme la polla, así que realmente no sé cuánta lefa me salió. Fue un orgasmo muy intenso, pero por las sensaciones, bastante seco. Cuando se detuvieron mis espasmos, Marcos se incorporó sin detener la paja, incorporando mi glande a la acción, provocándome un horrible cosquilleo.

—    UFFF para tío, no aguanto para para —sollocé, retorciéndome, tratando de mantener los brazos bajo mi espalda, dejando caer los slips sobre el colchón.

—    Intenta aguantar Dani, vas a flipar si sale esto —me dijo, añadiendo velocidad y presión a la paja, lanzando un lapo junto a la poca lefa que me había salido, que al parecer no se había tragado. Eso, unido al olor que me quedó grabado en la nariz de tener los slips tanto rato en la cara me puso bastante cerdo de nuevo, aunque no estaba seguro de si aguantaría la erección y la sensación de cosquilleo era insoportable.

—    Buff por favor para, para, PARA —en ese momento, Marcos utilizó el peso de su cuerpo para mantenerme quieto, en una posición sin duda incómoda para él.

Mantenía mis piernas separadas con las suyas, él estaba de rodillas sobre la cama, desnudo y empalmado. Con su mano libre ejercía presión en mi pectoral, añadiendo el peso de su cuerpo, evitando que me incorporase. Todo ello mientras me miraba con expresión seria y viciosa, sin dejar de pajearme a toda velocidad.

—    Venga Dani, un poco más, no se te ha bajado el empalme, enseguida se te pasará el cosquilleo, confía, como cuando el edging… —tras lo cual, acercó sus labios a mi boca, dándome un beso apasionado, mordisqueándome el labio para acallar mis protestas.

Tenía razón, al rato el cosquilleo dejó de ser tan intenso, a pesar de lo cual seguía manteniendo mis músculos tensos, lo que obligaba a Marcos a mantener su presión sobre mi para evitar que detuviera la paja. Me dolían los huevos, totalmente exprimidos. Mi polla estaba roja y sin duda me dolería un par de días. A pesar de todo, en dos minutos volví a notar un cosquilleo por toda la entrepierna, que desembocó en un forzado orgasmo seco acompañado de un quejido silenciado por el morreo que me estaba pegando. Apenas salió una gota de líquido más bien transparente. Siete, superé a mi hermano, gracias a su ayuda. Él, por su parte, lo consiguió. Me vació los huevos.

—    Buah, enhorabuena, campeón. Me has superado… y has batido mi récord —dijo, desatándome y guiñándome un ojo.

—    Eres un capullo, lo último ha sido horroroso. Me duele todo el rabo…

—    Pues prepárate para las primeras agujetas de polla de tu vida chaval. Ya sé que cuesta… pero no sé si habrías podido correrte una séptima vez si no era así… y oye, no todo el mundo es capaz de mantener el empalme, ni con la ayuda de la cuerda.

—    ¿Lo dices enserio? —pregunté, sentándome en la cama, jadeando por el esfuerzo.

—    Sí, tío. Y tú lo has hecho después de correrte seis veces —dijo, más para sí mismo que para mí— eres la hostia, campeón. Voy a hacer de ti un crack en la cama.

—    Que salido estás tío —respondí riéndome— ¿No vas a bajarte ese calentón? —Marcos todavía estaba medio morcillón.

—    ¡Que el renacuajo tiene ganas de más! —respondió, tirándose sobre mí para hacerme cosquillas, metiéndose conmigo como de costumbre, como si no hubiera estado con mi polla en la boca hacía 5 minutos.

Luego, fuimos a darnos un agua rápida juntos… como siempre, terminamos nuestros entrenamientos duchándonos en compañía.

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Estimados lectores y queridos colegas, espero que os haya gustado este capítulo, aunque sea más largo que los anteriores. Tema aparte, me ha surgido una época de mucho trabajo, intentaré mantener el ritmo de publicación semanal para cada saga, aunque dependerá de lo cansado que me encuentre.

Como siempre, dejadme vuestras impresiones en los comentarios, me encanta leeros.