Las Aventuras de Adela 3

Por fin el esperado encuentro con su misterioso amante, pero ¿podrá verle la cara?¿sabrá por fin, quien es?

A oscuras

Traté de forcejear hasta que oí su voz diciéndome:

-

Tranquila, soy yo.

Enseguida le reconocí, era mi amante vouyer. Con sólo oir su voz empecé a sentirme excitada.

-

Me has pegado un susto de infarto – le dije cuando apartó su mano de mi boca.

Intenté darme la vuelta para verle la cara pero él no me dejó.

-

No señorita, recuerda que soy yo quien manda. Ahora voy a follarte, pero antes quiero ponerte esto – dijo, poniéndome un pañuelo oscuro en los ojos.

Luego me hizo entrar en el cuarto de contadores y allí dentro, apoyándome de cara a la pared empezó a masajear todo mi cuerpo por encima de la ropa. Sentí su mano sobre mi culo, y oí claramente como se bajaba la cremallera del pantalón. Acercó su sexo erecto a mi mano y me susurró al oído.

-

Acaríciamela, putita.

Hice lo que me ordenaba mientras sentía como me subía la falda y comprobaba que no llevara braguitas. Noté sus dedos hurgando en mi sexo, buscando mi clítoris y resbalando por mi humedad.

-

Ya estás húmeda, putita, sabía que eras toda un putita. Te pone saber que te voy a follar, ¿verdad?

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Sí, sí – gemí excitada.

Era lo que más deseaba desde que había recibido su primera llamada así que saber que iba a hacerlo hacía que todo mi cuerpo se excitará como nunca antes se había excitado. Masajeé su sexo tan bien como pude, mientras él masajeaba el mío, introducía sus dedos en él y me hacía estremecer, llevándome al borde del orgasmo varias veces.

Repentinamente me hizo soltar su pene y lo llevó hasta mi vagina, por donde lo restregó, haciéndome estremecer nuevamente. Mi sexo palpitó al sentir aquel rocé y no pude evitar gemir, luego sentí como lo restregaba por mi ano, yo estaba a mil y sólo deseaba que me penetrara. Noté como dirigía su glande hasta mis labios vaginales y de un solo empujón me penetró. Su sexo entró con fuerza e ímpetu hasta lo más profundo de mi sexo. Gemí al sentir como el glande chocaba con las paredes de mi vagina, luego mi amante me tomó por las caderas y empezó a empujar, primero lentamente, haciendo que su polla resbalara por mi vagina en un movimiento lento pero muy placentero. Luego, sujetándose con sus manos en mis senos y empujando más profundamente aumentó el ritmo de las embestidas. Yo sentía sus jadeos en mi oído lo que me hacía estremecer. Sentía sus manos grandes y poderosas masajeando mis senos por encima de la tela, luego una vez bien colocado y pegado a mí, moviéndose cadenciosamente, aprovechó para desabrocharme la blusa y acceder a mis senos sin el obstáculo de la ropa. Amasó mis pechos a su antojo, pellizcó mis pezones y los usó como quiso, mientras su polla seguía penetrándome una y otra vez, una y otra vez, en un delicioso vaivén que me tenía al borde del orgasmo, haciéndome gemir sin remedio.

-

Aaaaaahhhh.

Pero que él detenía cuando veía que yo estaba a punto para alcanzar el éxtasis, lo que hacía que mi placer aumentara más.

-

¡Uhm me encantan las putitas como tú! – me susurró al oido – capaces de dejarse follar por cualquier desconocido que las ponga a cien.

-

¡Ah, sí, soy una puta! – acerté a decir, presa del placer y la lujuria.

Ante aquella confesión, mi amante pareció querer castigarme, y empezó a empujar con más fuerza, haciendo que su verga entrara aún más profundamente en mí, más veloz y de modo que incluso sentía un pequeño y placentero dolor en el interior de mi vagina. Además sentía como su polla se hinchaba cada vez más, y como resbalaba en cada envestida por las paredes de mi vagina.

-

¡Aaaaahhh! – gemí, apunto de lograr el orgasmo. El primero con su polla dentro de mí, sintiéndome suya y sólo suya.

Y así fue no lo pude evitar ni retener por más tiempo, me corrí sintiendo como su polla me llenaba por completo. Mis piernas flaquearon con aquel intenso placer y sino hubiera sido porque él me sujetaba con fuerza, hubiera caído al suelo de rodillas.

Mi amante misterioso dio unos cuantos fuertes empujones más y sentí como su semen me llenaba completamente. Me sentí feliz y llena, mi amante había disfrutado conmigo y yo con él. Ambos estuvimos un rato jadeando, dejando que nuestros cuerpos se repusieran del maravilloso momento compartido. Sentí como el falo de mi amante disminuía poco a poco y salía de mí, como se subía la cremallera del pantalón y como luego, empezaba a hurgar en mi agujero anal.

-

¡Ah, ¿que haces? – pregunté sorprendida.

-

Trabajarte este agujerito, ya sabes que lo quiero para mí, pero antes de probarlo tengo que ensancharlo un poco, trabajártelo.

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¡Aaaahhh! – gemí al sentir su dedo penetrándome.

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¿Te duele? – me preguntó.

-

Un poco.

-

Bueno, eso tendremos que solucionarlo porque tu desvirgamiento anal tiene que ser sin dolor, placentero – me musitó al oído – Quiero que te sientas en las gloria la primera vez que te posea por ahí.

Sólo con oir esas palabras mi sexo palpitaba deseoso de él. Suspiré y sentí como mi ano cedía ahora fácilmente a la intromisión de un segundo dedo. Finalmente sentí como tras sacar sus dedos colocaba algo duro, como un pequeño pene.

-

Es un plug – me susurró al oído antes de que yo preguntara – Te ensanchará el agujero, deberás llevarlo durante unos días, sólo te lo quitarás para ir al baño – me indicó.

Afirmé con la cabeza y tras eso, mi amante me besó apasionadamente en los labios.

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Ahora cuenta hasta diez y cuando termines puedes quitarte el pañuelo y salir de aquí.

-

¿No puedo verte la cara? ¿No puedo saber quien eres?

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No, por ahora no, lo sabrás a su debido tiempo – me dijo – Ahora cuenta.

Hice lo que me ordenaba y mientras contaba oí como se abría la puerta y salía. Tras contar hasta diez me quité la venda y salí del cuartito. Salí corriendo a la calle para ver si podía verle, pero no vi a nadie, sólo un matrimonio que paseaba.

Luego me dirigí al ascensor y subí a mi casa, eso sí, vigilando y escuchando cualquier ruido que hubiera en la escalera y pudiera así tener una pista de mi misterioso amante.

Al abrir la puerta de mi piso oí el teléfono sonar, y corrí hasta él ansiosa y esperanzada, pero no era él, era mi madre que deseaba saber como estaba.

Durante los siguientes dos días no supe nada de mi misterioso amante, ni una llamada, ni una visita, nada. Pero yo mantuve el plug en su lugar como él me había indicado. Eso sí excitándome a cada paso que daba y sintiendo como mi culo se ensanchaba. Me excitaba cada vez que sentía el aparatito moverse en mis entrañas, pero la excitación aumentaba si pensaba en él y en lo sucedido en aquel pequeño cuarto de contadores.

Finalmente, cuando ya casi había perdido la esperanza de recibir una llamada suya... El telefono sonó a las ocho de la tarde y su voz me dijo:

-

Te espero dentro de una hora en el Hotel San Fernando, habitación 101.

Pretty Woman