Las aventuras de Adela 1

Una tarde calurosa, el aire que entra por la ventana, la excitación y la excitante llamada de un misterioso amante la ponen a mil.

TARDE DE CALOR

Era una tarde calurosa, demasiado calurosa, y a pesar de que llevaba un ligero vestido de gasa el sudor recorría mi piel descendiendo por mis curvas. Sólo frente a la ventana del salón que daba al patio interior del bloque entraba algo de aire y para colmo, el aparato de aire acondicionado se me había estropeado. Estaba cansada y no se me ocurrió otra cosa más que sentarme frente a la ventana abierta y disfrutar del aire fresco que entraba. Apoyé las piernas en el alféizar de la ventana y me arremangué la falda. No sé si seria por el calor o porque en una de las ventanas que tenía enfrente vi a un chico guapo y musculado que hacía gimnasia, pero empecé a sentirme excitada y no pude evitar meter mi mano entre mis bragas y empezar a acariciarme suavemente, todo mi cuerpo se estremeció y no tardé en bajarme las braguitas y mostrarme indecentemente abierta a mi vecindario. Aún así, no me importaba, estaba excitada, necesitaba calmar mi sed de sexo y además, el pensar que alguien podía estar observándome me excitaba aún más. Metí un dedo dentro de mi vagina, mientras seguía observando al hermoso Adonis que tenía enfrente, cuando repentinamente sonó el teléfono.

Como era inalámbrico lo había dejado en el suelo junto a mí, así que lo cogí.

-         ¿Diga?

-         Preciosa vista la que tengo desde aquí, puedo ver la humedad de tu sexo perfectamente – dijo una sensual voz de hombre.

Mi primer impulso fue bajar las piernas del alféizar y observar en el bloque de enfrente buscando al dueño de aquella hermosa voz.

-         No creo que me encuentres, a simple vista, no. ¿Por qué no sigues con lo que hacías? Me estabas poniendo a cien.

-         Porque no sé quien eres y... – no supe que más decirle.

-         Anda, preciosa, siéntate en la silla, abre de nuevo las piernas y déjame disfrutar de esa hermosa vista.

Sin saber porqué obedecí. Me senté en la silla, abrí las piernas y volví a acariciarme el sexo suavemente sin dejar de escuchar la dulce voz de mi desconocido admirador.

-         Muy bien preciosa, así me gusta, lo estás haciendo muy bien. ¿Por qué no te desabrochas la blusa y me dejas ver lo que hay debajo? – me propuso aquella sensual voz. Yo obedecí, me desabroché la blusa y dejé libres mis senos desnudos, ya que por casa y con aquel calor no solía llevar sujetador.

Me los acaricié sensualmente y le pregunté a mi improvisado mirón:

-         ¿Te gustan?

-         Me encantan – dijo- y me encanta que te los acaricies así, uhmm, es como si lo estuviera haciendo yo. Sigue preciosa.

Continué con aquellas sensuales caricias, esperando su siguiente orden. No sabía porque pero me sentía obligada a obedecer a aquella sensual voz que me estaba proponiendo aquella sesión de sexo vouyer.

-         Eso es, ahora vuelve a acariciarte el clítoris, quiero verlo brillante y a punto de explotar.

-         ¡Uhmmm! Sí, me estoy poniendo muy caliente – le murmuré a través del teléfono. Y era cierto, sus dulces palabras, su voz seductora, y todo lo que me estaba proponiendo que hiciera me excitaban como nada en el mundo.

-         Bien, me gustan las hembras calientes, voy a hacer que te corras como una perra en celo. Eso sé, masajéate bien el clítoris, te quiero chorreante de jugos antes de que te penetre.

-         ¡Aaaahhh! – Gemí excitada imaginando a mi misterioso amante masajeándose la polla.

-         Eso es preciosa, te quiero excitada y dispuesta a todo.

-         ¡ Aaaahhh! Lo estoy – gemí.

-         Muy bien, ahora introduce un dedo en esa chorreante vagina.

Obedecí y hice que mi dedo índice entrara en mí húmeda cueva, todo mi cuerpo se estremeció.

-         Ahora el otro.

Obedecí de nuevo.

-         Ahora muévelos dentro y fuera – me ordenó mi amante.

Yo lo hice y un sin fin de sensaciones placenteras invadió mi cuerpo. Trataba de imaginar a mi amante desnudo, tocándose la polla, excitado ante la visión de mi cuerpo semidesnudo y siendo penetrado por dos de mis dedos y todo eso hizo que poco a poco mi excitación aumentara y casi al borde del orgasmo mi observador me ordenó:

-         Detente. Ya es suficiente por ahora, seguiremos más tarde

-         ¿Qué? ¿Eso es todo?- pregunté sorprendida y decepcionada a la vez.

-         Sí, eso es todo por ahora. Pero no te preocupes, volveré a llamarte, te lo prometo y terminaremos está sesión de sexo, mientras tanto, no trates de satisfacerte de ninguna manera y no olvides que te estoy observando.

-         Bien, hasta luego – dije esperanzada.

Colgué el teléfono, me levanté de la silla y me abroché la blusa. Seguía excitada y necesitaba desahogarme así que pensé que podría hacerlo tomando una ducha fría con sesión de autosexo incluida y estaba ya metida en la ducha, acariciándome suavemente cuando el teléfono volvió a sonar.

-         Ni lo piensen, no lo hagas, ya te he dicho que no, que te estaba observando – me dijo la misteriosa voz de mi misterioso admirador – a partir de ahora soy yo quien controla tu placer y quien decide como y cuando – dijo, luego colgó.

No fui capaz de hacer nada más, obedecí, me tomé la ducha como una buena y modosa niña y luego me hice la cena sin dejar de preguntarme, cuando volvería a recibir una excitante llamada de mi misterioso vouyer.

Pretty Woman