Las avent. de Daniel. Cap. 7: el castigo de Marcos

Séptimo capítulo de las aventuras de Daniel. Daniel decide contarle a Marcos lo ocurrido con Carlos en el bosquecillo. Daniel ha desobedecido a su hermano mayor, lo que sin duda traerá consecuencias...

Sé que la última aventura del campo de fútbol os ha gustado y que querréis saber más sobre lo que empezamos a sentir Carlos y yo entre nosotros por aquella época, pero hoy creo que será más oportuno contaros cómo se tomó Marcos mi sesión de sexo en el bosque con mi colega… recordad que en una de las charlas nocturnas que tuvimos, Marcos me ordenó que no hiciera nada con Carlos que no hubiera probado antes con él. En el bosquecillo me lo seguía tomando enserio, pero no me pareció que Marcos fuera a darle demasiada importancia a que yo hubiera penetrado a Carlos, pues di por hecho que se referí a que no me dejase penetrar por Carlos sin haberlo hecho antes con él…

Aún estaba tratando de asimilar lo directo que había sido Marcos aquella noche, sopesando si debía seguir con el juego de los entrenamientos y la obediencia o si debía ponerle freno. Lo cierto es que hoy por hoy no me arrepiento de nada, pero por aquel entonces solían invadirme serias dudas de si era normal que mi hermano estuviera haciendo todo aquello conmigo. Por un lado, pensaba que me hacía disfrutar como nadie y estaba haciéndome descubrir cosas nuevas (¡que me pajeaba frotándome contra cosas hasta hacía unos pocos meses!). Pero por otro lado..., no tenía claro que todo aquello fuera normal. Realmente no creo que sea lo normal, pero fue normal para mí. Y muy placentero.

Tras llegar a casa después de aquel entrenamiento y saludar a mi padre, que estaba haciendo algunas chapuzas en el garaje, me fui a la ducha. Habíamos terminado el entreno sin ducharnos en los vestuarios y luego aún habíamos follado, así que imaginaos el aroma. Ya en el baño me quité toda la ropa, me miré en el espejo haciendo flexiones para presumir de músculos para mí. Lo cierto es que por aquella época me faltaba mucho para estar como estoy ahora o para equipararme a mi hermano, pero no podía evitar estar orgulloso de ese cuerpecillo fibradete con buenas piernas. ¡La envidia de la clase!

Recuerdo haber acercado mi nariz al sobaco y poner mala cara de mi propio olor, me metí en la ducha sin esperar a que se calentase el agua y empecé a enjabonarme el pelo mientras seguía debatiéndome sobre si debía contárselo a Marcos. Supongo que ahora os parecerá obvio que se lo iba a contar, pero realmente estuve a punto de callarme y hacer como que nada había pasado. Sea lo que sea que se me pasó finalmente por la cabeza, decidí decírselo en la charla nocturna de esa noche.

Como de costumbre, yo estaba en gayumbos en mi habitación, recordad que por aquel entonces usaba bóxers, aunque ya me había probado algunos slips de mi hermano. Juraría que aquel día llevaba unos verdes cortos algo apretados. Marcos no tardó en venir a mi habitación tras estar charlando un rato con mamá en la cocina. Recuerdo encontrarme un tanto nervioso por su reacción cuando le contase todo lo ocurrido. En el fondo, tomando sus palabras de forma estricta, había desobedecido sus órdenes…

—    Renacuajo, ¿se puede? —dijo, asomándose por la puerta vestido solo con una camiseta y unos slips blancos con dibujos naranjas, creo recordar que eran rombos o triangulitos.

—    ¿Desde cuándo preguntas? —respondí sonriente, señalándole un hueco en la cama para que se recostase a mi lado.

—    Bueno, ahora que te haces mayor, tengo que respetar tu intimidad, ¿no crees? —dijo, poniéndose a mi lado y pasando un brazo tras mi cuello.

—    Claro, tanto como en los entrenamientos…

—    Bueno, vale. Luego no te quejes cuando entre interrumpiendo tu paja por cam con Carlos…

—    Boh, ya estamos. No seas tonto.

—    ¿Sigues diciendo que no te gusta…?

—    Uhmm —ni que lo supiera de antemano el muy cabrón, recuerdo haberme puesto rojo como un tomate ante tanta insistencia.

—    ¿Qué?, no pasa nada si te gusta, solo lo digo por meterme contigo…

—    No es eso, es que…

—    ¿Uhm?

—    Me preocupa que te enfades si te lo cuento… —en ese momento puso cara de entenderlo todo, aunque en mi inocencia no me había percatado de ello.

—    Ya… bueno, dime. No me voy a cabrear salvo que hayáis matado a alguien…

—    Bueno pues ve-verás, estuvimos pintando la mona durante el entreno —comencé a contarle lo sucedido sin reírle la gracia, estaba muy nervioso—, bue-bueno, en realidad, llevamos un tiempo pajeándonos y mamándonos uno al otro. Pero la cosa es que hoy estuvimos pintando un poco la mona, nos pusimos cerdos de más y, de camino a casa, nos fuimos por el bosquecillo…

—    Ajá… —dijo Marcos tras una breve parada en mi relato— sigue, me imagino como sigue la cosa, pero quiero que me cuentes los detalles… —dijo, sobándose un poco el paquete, que comenzaba a abultar bajo ese slip blanco.

—    Bue-bueno, pues en el bosquecillo, Carlos me hizo una mamada cojonuda, casi me corro solo con eso y… y luego empecé a tocarle el culo… en ese momento no-no quería parar… —me detuve de nuevo para ver su reacción, seguía sobándose el rabo por encima del slip, totalmente duro, con el capullo marcándose bajo la tela— bue-bueno, la cosa es que terminé por follarme a Carlos…

—    Ajá…, bueno, ¿te gustó?

—    Ehh sí, claro. No veas que culito tiene. Notaba todo mi paquete apretadito dentro de él. Además, me dejó terminar dentro…

—    Con eso sí que debes tener cuidado… con Carlos no pasa nada porque es, bueno, era, un virgen; pero con cualquier otro tío más te vale usar condón… Bueno, sigue contando.

—    Eso es más o menos todo…

—    Venga, esfuérzate un poco más…

—    Bueno, ya estaba muy caliente cuando le metí todo el rabo, pe-pero me las apañé para aguantar un buen rato —me estaba empalmando mientras recordaba todo aquello— también empecé a pajearle el rabo mientras me lo follaba a saco —dije, animándome un poco más—, se corrió un poco antes que yo, ¡menudo estrujón me pegó al rabo! Luego fue cuando me dejó terminar dentro.

—    Cabrón, sí te que te lo has pasado bien y mira cómo me has puesto —dijo, sujetándose el empalme con la mano—, pero me has desobedecido… verás, por un lado, estoy orgulloso de que mis entrenos te estén convirtiendo en un semental, pero, por otro lado, te dije que no hicieras nada sin haberlo probado conmigo…

—    Lo-lo sé —conseguí decir, nervioso de nuevo— por eso decía que te cabrearías…

—    Uhm, no estoy cabreado. Te has atrevido a contármelo y me has puesto cachondo, pero tendrás un castigo… será como nuestro siguiente entrenamiento…

—    ¿Qué será…? —pregunté, preocupado de que quisiera reventarme el ojal en ese mismo instante.

—    Lo sabrás mañana o pasado, en el gimnasio. La primera parte del castigo será que no puedes pajearte más hasta después de ir al gimnasio. Y la segunda va a ser que vas a mirar cómo me marco un pajazo imaginándome cómo te zumbaste al Carlos…

—    Serás cabrón… —dije, llevándome la mano al paquete—.

—    Che, quieto ahí —dijo, apartándome la mano— nada de tocarse…

Me faltó poco para correrme mirando cómo Marcos se daba gusto a su zambomba, toda cubierta de pre (aunque no echaba tanto como yo). Empecé a recordar el día que me regaló la mejor mamada del mundo, aunque luego me hizo sufrir parar correrme dos veces seguidas… decidí devolverle el favor y me incliné torpemente hacia su rabo sobre el colchón. Marcos se detuvo y me sujetó cuando ya estaba abriendo la boca para introducirme su glande.

—    No, renacuajo. Eso no toca ahora. Una cosa es que tu hermanito mayor te haga un regalo de vez en cuando, pero hacerte comer esto —dijo, meneando su gigantesca polla— sería explotación infantil…

—    No seas tonto, ya tengo edad para trabajar, pero como quieras…

—    A ti lo que te pasa es que te estás poniendo burro viendo cómo me la meneo… pero vale, vale; seré compasivo… hoy. Me voy.

—    Bueno, haz lo que quieras.

—    Ala, ya estás haciéndote el ofendidito —dijo, poniéndose los slips blancos y rascándome la cabeza— descansa, si no surge nada mañana te haré pagar tu aventura con Carlos.

—    Venga va, dime qué va a ser.

—    Que no.

—    Dímelooo.

—    Que noo.

—    Vengaaaaaaaaaaaa.

—    Joder, no seas pesado —dijo, poniendo los ojos en blanco— mañana lo verás y yo me lo voy a pasar muy bien contigo, renacuajo. Tu, en cambio, vas a sudar la gota gorda.

No supe qué decirle, así que me limité a mirarlo con cara extrañada.

—    Bueno, pues vete, que tengo que hablar con Carlos por el msg —respondí, intentando ponerlo celoso sin éxito.

—    Vale, chao renacuajo —dijo, dándome un beso en la mejilla.

Quedé solo en la habitación pensando en qué podría estar pensando Marcos. Imaginaba que pocas cosas me podrían sorprender, pues ya me había hecho probar de todo, o al menos eso es lo que se me pasó por la cabeza en aquellos años de inocencia en los que pensaba que la mayor parte de las prácticas sexuales se reducían a chupar, meter y añadir pequeños juegos para hacerlo todo más interesante. Pensé que tal vez querría volver a atarme y calentarme a tope sin dejar que terminase, o que tal vez me mandaría hacer algunos retos. Incluso llegué pensar a que me ordenaría exhibirme en algún lugar público, salir a la calle desnudo o provocar que nuestro padre me pillase desnudo y empalmado, cosa que, de todos modos, ya había pasado con toda seguridad. Objetivamente, era imposible que no me hubiera pillado en alguna ocasión frotándome con algún mueble de la casa.

Por muchas ideas que me inundaron la cabeza aquella velada, ninguna se aproximó a la verdad. No quiero que penséis que mi hermano se convirtió en un depravado, pero nunca habría imaginado que llegaría a hacerme eso. Al final, el sueño me alcanzó. Me desperté la mañana siguiente con un calentón de tres pares de narices después de haber soñado con la follada de Carlos. De hecho, pensé que habría tenido una polución nocturna: recuerdo perfectamente haberme corrido en el sueño, seguro que os ha pasado en varias ocasiones. Enseguida recordé las instrucciones de Marcos, que hasta el momento decidí seguir ciegamente para evitar mayores repercusiones y retiré la mano de mi polla, dejándola tranquila, a ver si bajaba.

Durante el desayuno, nuestra madre nos comentó algo de pasar el día en familia aprovechando que libraban los dos, no recuerdo bien qué hicimos en especial además de terminar yendo a la playa, pero la cosa es que nuestro jueguecito tuvo que esperar al día siguiente. Esa noche no hubo charla con Marcos, solo vino a mi habitación a traerme unos slips rojos y azules, me dijo algo así como “mañana haremos lo que hablamos ayer, ponte esto en cuanto te despiertes, los usarás todo el día de mañana. So los que usé ayer, no te mereces otra cosa”, replicó al final, cuando vio que iba a quejarme. Realmente me iba a quejar por orgullo, pero la sola idea de ponerme los calzoncillos de mi hermano, con lo sudados que tenían que estar tras la excursión del día anterior, hizo que me costase pegar ojo aquella noche.

Seguía sin darme pistas de lo que iba a ocurrir, aunque no tardaría en descubrirlo. Pasé otro rato largo dándole vueltas a qué me pediría hacer, pero terminé cogiendo el portátil para escribirle a Carlos. Con lo cachondo que estaba se me había pasado por la cabeza contarle todo lo que ocurría entre mi hermano y yo para saber su opinión. También pensaba que le gustaría todo el juego y que me pediría unirse a nosotros, aunque luego una vocecita en mi cabeza me decía que era mejor estar callado. De un modo u otro, terminé escribiéndole para charlar sobre nuestro día, el también estuvo ocupado disfrutando del verano con sus padres. Una cosa llevó a la otra y terminamos charlando de nuestra follada después del entrenamiento de fútbol. Me dijo que quería verme pronto para hablar y estar conmigo, yo le dije que también.

Al final, mi hermano estaba tenía razón y me estaba pillando de Carlos. Dicen que el roce hace el cariño y, últimamente, no hacíamos más que rozarnos. Nos conocíamos de toda la vida y esa confianza facilitaba mucho las cosas entre nosotros. Aún hoy no sé si por aquel entonces Carlos y yo llegamos a ser novios o qué, pero fue una etapa maravillosa. Ya os lo contaré en otra ocasión.

Finalmente llegó el gran día del castigo de Marcos. Nada más levantarme, con la polla tiesa, quité mi bóxer y puse los slips azules y rojos. Me quedaban cojonudos, aunque cuando se me relajó el rabo me fijé en que no llenaba del todo la bolsa, menudo pollón se gastaba mi hermano en comparación –por aquel entonces, ahora otro gallo canta–. Sali de la habitación y fui a desayunar, en ese momento estábamos solos en casa, mis padres fueron a trabajar.

—    Buenos días, renacuajo, creo que estaremos solos todo el día. ¿Quieres tostadas?

—    Vaya, ¿no van a venir a comer?, sí porfa —contesté, yendo a la nevera a coger la mermelada y un poco de zumo.

—    Quítate los pantalones. Ahora te hago las tostadas.

—    ¿Cómo dices? —pregunté extrañado por la combinación de pantalones y tostadas—.

—    Que te quites los pantalones, hoy es el día del castigo, calla y obedece.

Era un tanto humillante que se dirigiera hacia mi de ese modo. No me hablaba enfadado ni de mal humor, pero parecía un militar. Mandaba como si simplemente esperase obediencia ciega. Pero por muy humillante que fuera, lo cierto es que mi hermano me tenía agarrado por los cojones, a veces literalmente. Me puse cachondo con solo quedarme en slips delante de él. Estábamos más que acostumbrados a vernos en ropa interior, desnudos, pajearnos juntos… pero que me viera con slips, con sus slips usados, me provocó un nuevo empalme. Empalme que mi hermano ignoró por completo.

—    Así me gusta, renacuajo. Ahora puedes sentarte a desayunar. Te quedan de puta madre, ¿se te dan bien?

—    Ehhh, sí, a ver qué tal se me dan hoy. A lo mejor le acabo pidiendo que me cojan unos cuantos para poner de vez en cuando…

—    De eso nada, de momento si quieres usar slips, usarás los míos del día anterior.

—    Bueno, como quieras —aunque el sentimiento de humillación aumentaba, también lo hacia mi excitación de imaginar que estaría noche tras noche esperando a que mi hermano se metiera desnudo en cama para ir a recoger mi muda del día siguiente.

—    No finjas que no te apetece hacerlo así, prácticamente estás tocando el tambor con la mesa.

Ciertamente, tenía una erección considerable, mi polla se asomaba por encima de la cinturilla del slip y Marcos lo veía todo desde la zona de la tostadora.

—    Bueno, ¿ya me vas a contar en qué consiste el castigo? ¿O será estar todo el día con tus slips currados?

—    No, eso es un extra. Los slips te vendrán bien para lo que vendrá. He pensado que te mereces un castigo físico. No, no voy a pegarte, que no soy un ogro —dijo, riendo y rascándome la cabeza al notarme cara de acojonado— pero hoy me vas a suplicar para en el gimnasio. Y no vamos a parar.

—    Estoy acostumbrado a hacer ejercicio cañero…

—    Ya veremos…

Por lo demás, el desayuno transcurrió como cualquier otro día. Al final, Marcos también se despelotó para hacerme compañía, ahí estábamos, dos hombrecillos desayunando tostadas, uno empalmado por la expectativa de lo que estaba por venir –en el fondo me ponía cachondo la idea de que me llevase al límite, en el sentido que fuera– y otro disfrutando de un momento de seminudismo familiar. La verdad es que estábamos para foto, ¡qué recuerdos!

Fuimos a pronto para el gimnasio, antes de comer. Marcos dijo que, si terminábamos pronto, podríamos ir luego a la playa a darnos un chapuzón, si es que me quedaban fuerzas, y luego comeríamos allí. Nuestros padres no llegarían a casa hasta tarde, así que tenía esperanza de que al final me hiciera algún jueguecito disfrazado de castigo para enseñarme alguna cosa más. Yo seguía llevando sus calzoncillos rojos y azules, una vez en los vestuarios me puse mi típica ropa de deporte para el verano: una camiseta de tiras deportiva y un pantalón de deporte corto y fino, no puedo recordar los colores, pero era el tipo de ropa que ponía siempre. Sí recuerdo perfectamente qué se puso mi hermano: una camiseta de tiras que dejaba poco a la imaginación, se le notaban perfectamente todos los músculos bien definidos; y unas mallas cortas que no disimulaban en absoluto su enorme paquete.

Me extrañó bastante que se pusiera esas mallas de tono verdoso. Normalmente las usaba por debajo de los pantalones deportivos, cuando salíamos a correr o cuando iba a competir a alguna carrera. Era lo normal, ya que parecían más un calzoncillo que una prenda deportiva por cómo lo marcaban todo. Seguidamente entramos en la sala de máquinas. Como esperábamos, había poca gente: en verano la gente prefiere ir a la playa y, en todo caso, suelen ir a primera hora de la mañana antes de que empiece a hacer demasiado calor. Además, era la hora de comer, los raritos éramos nosotros. Pero Marcos buscaba precisamente tener un poco de intimidad.

Empezamos la jornada con un poco de cardio suave, al menos fue suave los primeros 5 minutos…

—    Entonces, ¿el castigo es una jornada de entreno en ayunas…? –pregunté con tono burlesco.

—    ¿Qué dices? Renacuajo… sube la inclinación… más, más…

—    Joe, pero normalmente esto es lo máximo tío…

—    He dicho más. Vale, así está bien. Ahora, cuando aumente la velocidad, la igualas, cuando la reduzca, también lo haces. No te quejes.

Bufé como única respuesta, correr en pendiente siempre me pareció un horror. Por mucho que entrene, me agota bastante rápido y Marcos empezó a darle caña a la cinta enseguida. En menos de dos minutos me tenía chorreando como si estuviera terminando el entreno. A ello había que sumarle que no podía quitar ojo de su paquete bamboleándose ligeramente bajo las mallas. Aunque lo sujetaban todo bastante bien, era imposible mantener totalmente quieto el pollón de mi hermano. Terminado el calentamiento fuimos a la zona de musculación.

—    Bien hecho renacuajo, coge un poco de aire. Vamos a hacer un poco de todo. Empezaremos con pierna y abdomen. ¿Listo?

—    ¿Entonces cojo aire o no? —protesté— déjame un minuto que me va la patata a mil.

—    Te dejo un minuto mientras traes un par de discos de 20 kilos. Venga, ve —ordenó, quedando de brazos cruzados en una zona pensada para hacer ejercicio aeróbico — vale, vamos a empezar con unas sentadillas con peso. Yo hago 15 y tu haz 20, cuando termines contamos hasta 10 y otras tantas, 5 series.

—    Venga, ¡va! —dije animado, en el fondo me molaban los retos y esta era una buena oportunidad para demostrarle a mi hermano que tenía tan buena forma como él, aunque aún no tuviera esos musculitos.

—    Vale, ¿preparado? —dijo cuando le di el disco y nos colocamos en posición— venga, una… dos… ¡va!

Empezamos a realizar las sentadillas y, de nuevo, mis ojos se desviaron a su paquete. Como no llevaba calzoncillos debajo se le marcaba absolutamente todo: cada uno de los testículos cuando se agachaba, cómo se movían hacia los lados al ser aplastados por la tela y cómo volvían a su sitio al reincorporarse. Su glande, circuncidado como el mío, se hacía notar. Cuando completó sus 15 sentadillas dejó el disco en el suelo y comenzó a sobarse el paquete a pesar de que teníamos a un par de personas alrededor. Se le puso algo morcillona y, cuando terminé mi primera tanda de 20, yo también marcaba un buen bulto bajo el pantalón de deporte. En ese momento no creo que sobrase nada de tela en los slips de mi hermano. Pensar que estaba empalmado en sus gayumbos currados del día anterior me puso más a tono todavía. Las siguientes series fueron más una tortura por el calentón que me provocada ver la polla de mi hermano ajustarse continuamente en las mallas que por el esfuerzo. A las sentadillas le siguieron algunas series de zancadas con mancuerna, que no ayudaron a relajar mi propio calentón en absoluto. El turno de los abdominales no mejoró la situación en absoluto.

—    Vale, vamos a turnarnos para hacer abdominales. Empiezas tú. Hoy vamos a hacerlos así, mira —dijo, tumbándose en el suelo— te colocas así, y apoyarás tus pies en mis piernas formando un ángulo de 90—explicó, cacheteando sus cuádriceps y levantando sus piernas—, yo estaré de pie sobre ti y colocaré una mano sobre tu cabeza —continuó, incorporándose y señalándome que fuera poniéndome sobre la esterilla—, iré cambiando la altura de la mano para aumentar la dificultad, tienes que hacer abdominales estirando los brazos hasta tocar la mano.

—    Vale, creo que lo pillo, ¿hacemos una de prueba?

—    Venga a ver, me tumbo yo y hago una tanda de 20, ponte ahí, acércate más… vale, ahora voy a apoyar las piernas en tus caderas.

—    Vale, así, soportando el peso, ¿no?

—    Exacto, ahora pon una mano sobre mi cabeza, a la altura que tu quieras… joder, tampoco te pases —dijo riendo, cuando la puse a la altura de mi barbilla.

—    Valeee, ya lo pillo —decía mientras mi hermano comenzó a hacer abdominales estirando los brazos para tocar la palma de mi mano con la punta de sus dedos, iba variando la altura de mi mano para añadir o restar dificultad, cuando completó su serie de 20, nos intercambiamos.

—    Vale, así, ahora túmbate, apoya las piernas aquí… vale, bueno, 40 en la primera tanda, luego vuelvo yo, ¿listo?

—    Sí, venga —dije, empezando a hacer los abdominales. Estaba acostumbrado a hacer series largas de abdominales, lo complicado de esto era que estábamos encadenando ejercicios sin apenas descanso… y que mi hermano me empezó a putear enserio. Con la mano libre quitó mis tenis mientras yo seguía esforzándome por alcanzar su mano con las mías. Volvió a apoyar mis dos pies directamente sobre su paquete. No me atreví a decir nada por miedo a llamar la atención de las dos personas que estaban por el gimnasio, así que continué como si nada hasta que tocó cambiar puestos.

—    Vale, bien hecho, renacuajo. Me toca.

—    Vale, ponte. Oye —le dije al oído— eres un capullo, ¿no ves que hay gente?

—    Te dije que callaras y obedecieras —dijo sin bajar la voz— estás siendo castigado, ¿recuerdas? Si quiero que nos vean tu no tienes nada que replicar. Además, te está gustando —dijo, bajando su mirada hacia mi abultada entrepierna.

—    Boh, cállate —respondí con resignación—, ponte, que me voy a enfriar…

Marcos también se había descalzado, apoyó sus pies con fuerza sobre mis huevos, haciéndome dar un respingo por el dolor, que traté de disimular como buenamente pude para que nadie mirase hacia nosotros. Me había recolocado el paquete para disimular el empalme causado por estar rozando el paquete de mi hermano con los pies, por lo que mis pelotas recibieron de lleno los taconazos. Mientras hizo su tanda da abdominales, no dejó de frotar sus dedos contras ellas. Que lo estuviera haciendo en público hizo que mi cara se pusiera más roja por la vergüenza que por el esfuerzo.

—    Ahora no dices nada, ¿eh? Hay una parte de ti que no miente, renacuajo. Será un castigo, pero lo estás disrutando…

—    Uhm —alancé a roñar, no quería darle la razón.

Volvió a ser mi turno y la cosa no se relajó, en esta ocasión incluso Marcos se empalmó, y como os dije, sus mallas no disimulaban nada y una mancha de precum se marcó en ellas. Yo también notaba mi polla humedecida, ya sabéis que soy una fuente, pero por suerte llevaba sus calzoncillos. Cuando volvió a ser mi turno casi enloquecí, si antes estuvo frotando mis huevos con sus dedos, de esta metió uno de sus pies por la pata del pantalón deportivo, tratando de sacar mi polla tiesa del slip. Aunque no tuvo éxito, consiguió que empezase a chorrear pre como una fuente, incluso sacó su calcetín un poco humedecido. Terminamos la tanda da abdominales y volvimos a repetir los ejercicios de pierna.

Luego Marcos relajó un poco la tensión sexual, ya que las otras dos personas que estaban por el gimnasio se acercaron a la zona de musculación. Nosotros nos fuimos a hacer unas series en las máquinas de pierna mientras ellos hacían pesas. Lo cierto es que me estaba moliendo, me mandaba ir al fallo y, cuando no podía más, me exigía otra, y luego otras más, aunque fuera con su ayuda. Según la máquina y la postura, podía notar como rozaba su paquete sobre distintas zonas de mi cuerpo a pesar de que hubiera gente alrededor.

Por último, fuimos a hacer una serie de ejercicios pectorales. Me dijo que esos me tocarían solo a mí, él estaba todavía en reposo. Argumenté que yo también estaba –sabía perfectamente que hacíamos deporte juntos–, pero me respondió con un “shhh, que obedezcas renacuajo”. Estoy bastante convencido de que a estas alturas sabéis cómo terminó esa sesión de musculación, pero os lo contaré igualmente.

Yo ya estaba bastante cansado. Puede que no lo parezca por cómo lo he ido contando, pero fue una sesión muy intensa y manejando los pesos máximos que podía mover por aquel entonces, por lo que estuve constantemente en el límite de mis capacidades. La sesión terminó con unas cuantas series de press de banca. Para quienes no tengáis ni idea de deporte, básicamente la típica imagen de un tío tumbado en un banco de gimnasio levantando en paralelo una barra larga con discos en cada lado.

De nuevo, colocó el peso máximo que era capaz de levantar por entonces, en la primera serie se limitó a observar cómo lo hacia mientras recogía las demás cosas –discos, esterillas y gomas– que habíamos utilizado. En la segunda serie me metió 10 kilos más de lo que podía levantar.

—    Joder Marcos, sabes que no voy a poder…

—    Llevo toda la mañana diciéndote que no protestes, parece que te voy a tener que callar la boca… venga, ponte, yo te ayudo.

Dicho eso, se colocó detrás de mí, pensé que se limitaría a ayudarme a subir y a bajar la barra, pero en cuanto la levanté, se adelantó y colocó su paquete sobre mi cara. Seguidamente, dobló un poco sus rodillas y hundió todo el material sobre mi nariz, no me quedó más remedio que aspirar ese olor a macho que desprendía la polla de mi hermano al entrenar. No podía levantarme y quejarme con todo ese peso sobre mis brazos y, la verdad, tampoco quería. Me excité como un puto toro y mi polla se empalmó al instante en que sus pelotas tocaron la punta de mi nariz. No es que me estuviera colando por mi hermano ni nada por el estilo, era solo físico. Siempre lo he admirado en todos los sentidos y tener toda su virilidad sobre mi cara era un premio más que un castigo.

En la segunda serie Marcos repitió la jugada, esta vez restregándose un poco sobre mi cara. Ninguno de los dos dijo nada en ningún momento. Cuando terminamos, recogimos y nos fuimos a las duchas. Ambos íbamos con un empalme de narices, pero por suerte los otros tíos ya se habían marchado.

—    Bueno renacuajo, tu castigo aún no ha terminado. Cuando entremos en las duchas me vas a pajear. Pero tú sigues sin poder tocarte, ¿entendido?

—    Buff pero me van a explotar las pelotas —dije sin pudor, ya llevaba un par de días sin poder soltar añadiéndole los calentones que Marcos fue haciéndome acumular— ¿y si aparece alguien?

—    Si aparece alguien me imitas y punto, pero no creo que venga nadie a estas horas a las duchas, en todo caso entrarán para vestirse… y me da igual que nos vean salir morcillones de ahí —dijo, señalando a la zona donde estaban todas las duchas, que en este gimnasio eran abiertas.

—    Buf, venga, vamos —aunque hablaba con tono resignado, estaba deseando echarle mano a la polla de mi hermano. Hasta ahora se había dedicado a meneársela conmigo delante y a darme placer a mí, aunque fuera en forma de “entrenamientos sexuales”.

Nos quitamos toda la ropa dejando al aire nuestros rabos morcillones, cogimos el gel de ducha y nos fuimos a la zona de baño. Nos colocamos en una zona que nos permitiría escuchar fácilmente si alguien entraba al vestuario, pero que nos mantenía ocultos desde la entrada. También, si alguien entrase en las duchas, nos bastaría con ponernos de cara la otra pared para que solo vieran nuestros traseros.

Marcos se apoyó en la pared con la pelvis hacia delante, me miró y seguidamente bajó los ojos hacia su rabo. Luego volvió a mirarme, “¿a qué esperas?”, preguntó. Me acerqué a él relamiendo los labios y con el rabo duro. Marcos no hizo amago de tocarme en esa ocasión si quiera para coger de mi pre para lubricar su rabo, como hiciera en otras ocasiones. Yo tampoco me atreví a hacerlo después de que me hubiera repetido varias veces que no me tocase. Posé mi mano sobre su tronco, con un par de sacudidas ya estaba tan duro como el mío, pude apreciar con facilidad que, aunque seguía sacándome un buen pedazo de polla, me había crecido un poco más. Marcos también se dio cuenta, y me dijo algo así como “ves, empezamos hace nada con los entrenamientos y ya eres un poco más hombre”.

Ese comentario me encendió todavía más. Escupí sobre su rabo varias veces hasta dejarle todo el tronco y el glande cubiertos de saliva. Con mi otra mano comencé a acariciar sus grandes huevos y su pubis, bien recortado. Enseguida empezó a gemir, cuando quería que aumentase el ritmo movía su cadera hacia delante y hacia atrás, como si estuviera follando. Al rato, decidí torturarlo un poco del mismo modo que estuvo haciendo conmigo todo el día. Escupí una vez más, con una mano sujeté la base de su polla y con la otra empecé a frotar su glande. No es que hiciera falta sujetar la piel para dejarlo descubierto estando circuncidados, pero de ese modo se notaba mucho más tenso y sensible.

Al poco rato y con más saliva mi tortura empezó a hacer efecto, Marcos se retorcía de vez en cuando con las cosquillas causadas por mí, especialmente cuando presionaba la zona donde debería estar el frenillo. Me atreví a acercarme a él para jugar con mi lengua en sus pezones, tan sensibles como los míos. Marcos estaba con los ojos cerrados y pareció sorprenderse por mi atrevimiento. No se cabreó en absoluto, pero enseguida se le erizaron y comenzó a retorcerse, esa era otra de las muchas cosas en las que nos parecíamos. Pasé mi mano libre de sus pelotas a su pectoral, fuerte y con una fina capa de vello liso que le daba un aire muy masculino. Siempre me había gustado apoyarme sobre su pecho, resultaba reconfortante y protector.

Me sujetó la barbilla y levantó mi cabeza, “lo estás haciendo muy bien renacuajo. Ahora, ponte de rodillas”. Le hice caso sin rechistar, pensé que querría que le hiciera una mamada, pero no fue el caso. “Abre la boca y más vale que no desperdicies ni gota, sé que te gusta”. Se iba a correr en mi boca y yo casi me corro de la emoción. Ya había probado su leche, creo que os lo conté, y me había encantado. Abrí la boca y los ojos para prestar atención a su tensada musculatura. Con una mano se sujetó los huevos con fuerza, los estaba estrujando, con la otra empezó a darse caña como un puto animal, parecía que se iba a arrancar la polla del cuerpo. Volvía a sudar como cuando estábamos haciendo ejercicio y el pectoral se le enrojeció. Cuando estuvo a punto acerco su polla a mi boca.

—    Ahí va tu proteína, enano. Toma BUFFF … pásale la lengua alrededor… así… muy bien, Dani.

No sé cuantos trallazos de lefa soltó directos a mi boca, salía hirviendo, con fuerza. Tenía el mismo sabor que cuando la probé por primera vez. No la tragué enseguida, quería notar ese manjar en mi boca un rato más. Al relamer su glande se lo dejé teñido de grumos blancos que luego me ocupé de succionar. Cuando terminó de sacar toda su lefa –debió echar medio litro–, cogió su polla desde la base y escurrió lo que quedaba en su interior sobre mi lengua. Me levanté aún con la lefa en la boca, la abrí para que viera que la había recogido toda y luego me mandó tragarla.

El resto de la jornada transcurrió como estaba previsto. Tras la paja mi hermano decidió que no nos ducháramos, ya que íbamos a ir a la playa. Imagino que el paripé de entrar a las duchas con el gel era para disimular por si alguien entraba. Fuimos a la playa, por mi parte pasé el día más empalmado que blando, pero Marcos nunca fue un hermano exigente… a la noche me recompensó de sorpresa con una mamada por haberme portado tan bien durante el castigo… sobre lo que pasó con Carlos, tan solo me hizo prometerle que le contaría cualquier cosa nueva que hiciera con él.

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Esitmados lectores. No me he retrasado mucho en esta ocasión! Como siempre, espero que lo hayáis disfrutado. Es probable que vaya con bastantes erratas, pero en esta ocasión me daba bastante pereza releerlo (para qué mentir!)

Espero vuestros comentarios por la plataforma o por correo! Un besazo.