Las avent. de Daniel. Cap 2: mi mejor amigo Carlos
Segundo capítulo de "Las aventuras de Daniel". Daniel y Carlos pierden su turno en las duchas, teniendo que esperar a que el resto de maromos terminen antes de poder asearse después del entrenamiento. Tras un mes practicando con su hermano, a Daniel no dejan de venirle ideas morbosas a su mente...
Estimados lectores, muchas gracias por los comentarios y valoraciones de la primera entrega de esta saga. Tal vez no hay todavía un sexo cerdo y salvaje como el que os gustaría leer, pero todo llegará. En estos primeros episodios en los que Daniel es joven, todavía está aprendiendo de sus primeras experiencias.
Aprovecho para adelantarme a posibles comentarios respecto a la cronología. He decidido de antemano que sea Daniel quien nos cuente sus aventuras desde sus recuerdos, lo que me permite jugar con el tiempo, yendo adelante y atrás a medida que se me ocurren diversas ideas. Por ello, no os extrañéis en absoluto si no respeto la cronología de las aventuras sexuales de nuestro protagonista más mazizorro.
Si os apetece, dejadme en los comentarios vuestra opinión sobre el segundo capítulo y comentadme por dónde creeis que seguirá contándonos Daniel sus historias más morbosas. Un besazo, y a disfrutar ;) !
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Ya era bastante vicioso con el tema de los frotamientos, pero desde que mi hermano cumplió su palabra y empezó a enseñarme cosas empecé a fijarme en todos los tíos que tenía alrededor. Mi apetito sexual se desbocó. Ya os contaré en otra ocasión los “entrenamientos sexuales” que me hizo pasar mi hermano después de aquel primer pajote juntos, pero hoy me apetece hablar de mi mejor amigo Carlos. En realidad, hemos quedado para comer la próxima semana, que tiene que pasarse por Madrid por temas de trabajo (procuramos vernos mínimo una vez al mes) y me he acordado de lo bien que nos lo pasábamos juntos después de que yo hubiera descubierto las virtudes de hacerse una buena manola.
Creo que ya os dije que era un chaval bastante deportista, mi padre nos lo inculcó desde la infancia tanto a Marcos como a mí. Que si salir a correr, bicicleta, natación… toda la familia estaba anotada a un club deportivo en el que podíamos practicar casi cualquier cosa, así que cuando nos cansábamos de algún deporte, pasábamos a otra cosa. Es cierto que mi padre nos machacaba bastante con el tema deporte, pero gracias a eso hemos terminado con un cuerpazo de infarto. Además de todo aquello, también estaba en el equipo de fútbol local. Como os podréis imaginar, mi parte favorita era después de los entrenamientos y los partidos, en los vestuarios. Me tocaba ducharme no solo con chavales de mi edad, sino también con los mayores (de 17 a 20 años, según cómo coincidieran los entrenamientos). Me encantaba verles esos rabos peludos. Los había de todas las formas que os podáis imaginar, aunque lo mejor era el olor a macho salido que se acumulaba en los vestuarios justo después del entreno… demasiado chavales jóvenes y demasiada testosterona post entrenamiento.
Carlos y nuestros colegas, los gemelos Alejandro y Pedro, también estaban anotados al equipo de fútbol. Por supuesto, también me había fijado en sus rabos. Iban bien armados, aunque tan solo Carlos podía competir conmigo en tamaño. Los tres me parecían atractivos, pero desde aquel pajote con mi hermano y el morbo de compartir esas sesiones de placer con otra persona, empecé a fijarme en ellos de otra forma, especialmente en Carlos. Siempre tuvimos una relación muy íntima, nuestras familias se conocían desde antes de tenernos a nosotros, hasta el punto de que podíamos aparecer en casa del otro sin avisar. Carlos tenía un par de hermanas, una mayor (a la que sospecho que se trajinó mi hermano en más de una ocasión cuando nos juntábamos para alguna celebración…) y otra más pequeña. Desde que mi hermano me abrió las puertas del placer mutuo, se me ocurrieron un montón de fantasías con Carlos…y la facilidad que teníamos para vernos en cualquier momento solo prendía más fuego en mi imaginación.
En una de esas que estábamos en los vestuarios nos sentamos en los bancos esperando a que quedase hueco en las duchas, estuvimos charlando y al rato nos pusimos con los móviles. Los más mayores terminaron antes y todas las duchas estaban ocupadas. Además, como nos pusimos de charla con los gemelos, también se nos adelantaron nuestros compis del equipo. Al final, incluso los muy capullos se fueron corriendo y Carlos y yo tuvimos que quedarnos en los bancos, esperando.
Carlos estaba con los slips blancos que siempre se ponía para hacer deporte, espatarrado con una pierna a cada lado del banquillo, marcando un bonito bulto. Aunque no estaba circuncidado como yo, tenía un buen capullo que se marcaba a través del slip, que además era de lycra, así que no dejaba nada a la imaginación. Mi cabeza empezó a preguntarse cómo sería tocar ese paquete. ¿Estaría caliente? ¿Estaría sudado? ¿A qué olería? Estaba cansado de verle el rabo, pero… buff. Yo tan solo llevaba una toalla a la cintura ya sin nada debajo, para cuando me di cuenta tenía mi rabo montando una buena tienda de campaña…
— Hombre Dani —dijo Carlos, sacándome de mi ensimismamiento— ¿estás dándole al porno o qué tío? Déjame ver —añadió, acercándose como si nada y tocando su pierna con la mía, lo que puso mi rabo de lado. Aparté el móvil y disimulé como pude mientras me ponía rojo como la grana.
— No seas cotilla tío —le dije “tapando” mi empalme con el brazo, por si aparecía algún otro maromo del equipo— no estaba viendo nada, solo que…
— Que estabas pensando en las tetas de María, ¿no? Pedazo guarro, a mí también me la pone burra —dijo, echándose inconscientemente la mano al paquete, que comenzó a sobar sin pensar—, pero me han dicho que tiene novio… así que nos queda el porno. A ver tío, ¡déjame ver!
— Que no estaba viendo porno, y no me gusta María, en realidad… en realidad a mí me gus… —Carlos empezó a poner cara extrañada, pero justo en ese momento comenzaron a salir los demás tíos de las duchas.
Carlos dejó pasar el comentario y cogió la toalla para disimular la morcilla que tenía entre las piernas después de hablar de las tetas de María. Por suerte, a mí ya se me había relajado un poco y no era raro que se me notase un buen paquete bajo la toalla. Todo el mundo respetaba mi físico en todos los sentidos… Estaba a punto de decirle que me gustaban los tíos, estaba un poco cansado de no poder hablar con normalidad de lo que me ponía igual que él hablaba conmigo de tías, aunque me preocupaba que nuestra relación se enfriase por si empezaba a pensar que me enamoraría locamente de él por aceptarme, o cualquier parida por el estilo. Además, a pesar de toda la experiencia que estaba acumulando a marchas forzadas con mi hermano, continuaba siendo aquel tío inocentón que hasta hacía un mes solo se la frotaba contra los muebles.
Y es que lo cierto es que me ponía como un puto toro, no estaba tan fuerte como yo, pero igualmente tenía un buen cuerpo masculino, de pelo castaño y ojos miel, con bastante vello rizado que le daba un toque morboso y de machote empotrador. Llevaba el rabo sin recortar, decía que le gustaba el bosque y que a las tías les parecía “exótico”, ya que todos lleváis las pelotas como de bebé, pero las tías quieren un papi de verdad, ¡joder! , nos decía a los gemelos y a mi bromeando y marcando paquete siempre que salía el tema. Al llegar a las duchas ya se habían largados los demás hacia la zona de las taquillas, así que sin más me quité la toalla y me metí bajo una de las alcachofas. Me daba igual que Carlos me viera morcillón, siempre se me subía un poco de tono al enjabonarla, así que…
— Buah tío, me puse cachondo antes hablando de la María… y lo que fuera que estuvieras viendo también te debió poner bastante caliente a ti —dijo mirándome de reojo— ¡aún te dura el empalme!
Fuera se escuchaba bastante jaleo, por suerte no estarían escuchando nuestra conversación. También resonaban las puertas de salida, la gente ya estaba marchándose.
— ¡Tíos!, nos vamos que ya están esperándonos, hablamos mañana en clase —gritó uno de los gemelos desde la zona de los vestuarios, despidiéndose de nosotros.
— Solo está morcillona, ¿tienes envidia del tamaño, chaval? —dije cachondeándome, quitándole hierro al asunto a pesar de que estaba un poco incómodo y nervioso por haber casi salido del armario con él.
— Pero qué dices, mamón sin pellejo —dijo Carlos mientras se acercó como un rayo y me dio un golpe coñero en las pelotas.
Esa tontería hizo que se me pusiera como una piedra y Carlos se apartó mirándome con rostro pensativo y sin decir ni una palabra. ¿Mi calentorra polla la habría cagado? ¿Se estaría sintiendo incómodo? Una cosa era vernos morcillones hablando de tías o de porno y otra era que a su colega se le pusiera como una roca por tocarle las pelotas. Nos seguimos duchando en silencio, debimos quedarnos solos en los vestuarios ya que no se escuchaba ningún jaleo en el otro lado. A pesar de que estaba preocupado de que a Carlos le hubiera incomodado, no fui capaz de bajar el empalme. Estaba cachondo y Carlos estaba especialmente atractivo ese día, totalmente enjabonado y con los músculos tensos del deporte. Con su rabo peludo y su gran capullo luchando por salir de ese ajustado prepucio… buff, si la había cagado no tendría remedio, así que decidí no quitar ojo de ese monumento.
— Daniel —Carlos se giró mientras se quitaba el jabón— ¿Qué estabas a punto de decir antes, en los bancos?
Por un segundo me quedé sin palabras, me puse nervioso y mi empalme comenzó a ceder.
— Yo ehhh… nada, déjalo —Me giré y seguí duchándome a ver si se pasaba el marronazo.
— Dani, mírame —no le hice caso— ¡Daniel! —me dijo nervioso al oído, ¡se había puesto detrás de mí!— ¿Qué ibas a decir?
No tenía otro remedio, seguramente me había entendido perfectamente y quería que lo dijera en alto, me giré decidido y nada más hacerlo me echó la mano a los huevos.
— ¿Ibas a decir que te gustan los tíos? —me preguntó mientras empezó a masajearme las pelotas, las piernas empezaban a temblarme y mi rabo se puso totalmente tieso— ¿Uhm?
— S-sí —atiné a decir, atreviéndome a echarle mano a su peludo paquete, se puso duro al instante, se estaba dejando hacer.
— Joder tío, ¿por qué no me lo dijiste antes…? A mí… a mí me va de todo, ¿sabes? —Dijo, acercando lentamente su boca hacia mis labios— Me hago pajas como un mono pensando en ese pedazo cuerpo que te gastas, me extrañaba que con esos músculos y ese rabo no dieses palo al agua… pero eras tan inocentón que tampoco le daba mayor importancia… —me dijo entre susurros, sus labios ronzando contra los míos— Bueno, siendo honestos, lo llegué a pensar, pero nunca surgió preguntártelo…
No pude resistirme más. Con decisión, lo agarré por las nalgas y comencé a besarle despacio, jugando con mi lengua en su boca, mordiéndole los labios, magreándole el culo y el rabo. Fuimos así hasta los bancos, en ese momento nos daba igual si quedaba alguien por ahí (aunque menos mal que no había nadie) y nos tumbamos sobre unas toallas que dejaron por ahí tiradas, uno al lado del otro, cara a cara.
— Joder macho —le dije mientras empecé a comerle el cuello— me gusta todo de ti —bajé al pectoral— tu olor —pasé a lamerle con cuidado el pezón— tus pelos —añadí jugando con los rizos de su pubis— tu rabo…
— Vas a hacer que me corra sin nada… joder, inocente decía yo…
En realidad, era un inocentón, pero ese mes de entreno con mi hermano me dio práctica suficiente. Luego me enteraría de que Carlos presumía mucho, pero estaba tan a palo seco como yo hacía un mes.
— Uhm te recuerdo que te has lanzado tú, cabrón —dije mientras bajaba hacia su ombligo.
Su rabo, más corto que el mío, pero con sus buenos y gorditos 15cm estaba acumulando precum en el prepucio… ventajas de tener pellejo, supongo. No pude resistirme más y me lancé a comer esa gran polla con unas venas bien marcadas a cada lado del tronco y con unos huevos grandes y redonditos bien pegados al cuerpo, a punto de reventar. Le bajé el pellejo con la boca haciéndome con todo ese rico jugo, mientras Carlos sollozaba de placer…
— Tío no aguanto, me voy a corr-rrer JODER.
Una ola de lefa inundó mi boca, sus huevos desaparecieron en su cuerpo con los espasmos de placer que estaba sintiendo. Seguí chupando hasta que noté que empezaba a tener cosquillas. Tragué toda la lefa y me acerqué a su boca… quería que saborease el sabor de su lefa, que todavía impregnaba toda mi lengua. Carlos me besó con ternura…
— Pedazo mamada cabrón, la mejor que me han hecho… —Claro, era la primera…— Pero mira qué tenemos aquí aún —Dijo, dándole una bofetada a mi rabo— Siéntate ahí, aun no probé polla, pero joder, la tuya parece un grifo, y tengo mucha sed…
Carlos se puso de rodillas entre mis piernas y empezó a recoger todo el precum que chorreaba hacia el suelo (¿no os dije ya que soy una puta fuente?). También estaba a punto de explotar, el muy capullo me tuvo empalmado desde que estábamos sentados en los bancos… bueno en realidad fue culpa mía por fantasear con él. Empezó a jugar con su lengua en mi capullo, se vio que le gustó el sabor salado de mi jugo. Fue recorriendo todo mi tronco con su lengua hasta llegar a mis bolas. Aunque estaban muy pegadas a mi cuerpo, se las metió juntas en su boca y empezó a tirar de ellas. Eso no me lo había enseñado Marcos. “¡Jo-der!” recuerdo haber pensado…
— Tío… me voy a correr si sigues así… me viene, me vie-neeee
Sin decir nada y mirando para mí con cara de perro salido, empezó a darle caña con su boca a mi cipote, rojo e hinchado. Enseguida le llené la boca de lefa, no sé cuántos trallazos le solté directos a la garganta, pero no pudo aguantarla toda y se le empezó a escurrir por las comisuras de los labios… Cuando notó que terminé de correrme, sacó mi cipote de su boca y comenzó a tragar toda mi lefa… me acerqué a él y cogí con mi lengua la que se le salió por los lados, devolviéndola a su boca para terminar fundiéndonos en un cariñoso beso…
— ¿Quedamos mañana en mi casa? Estaré solo… —me dijo— Y joder, quiero repetir esto macho, tenemos que recuperar el tiempo perdido.
Le respondí con una sonrisa que no me cogía en la cara. Tenía razón, en mi inocencia había perdido mucho tiempo. Pero ya os adelanto que no tardé en recuperarlo...
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