Las apariencias engañan: La boda

Segundo ejercicio literario acometido por un grupo de autores de TR. Si en el anterior el argumento principal fue un naufragio, en este son las falsas apariencias de recato y castidad de mujeres y hombres antes de casados.

Segundo ejercicio literario acometido por un grupo de autores de TR. Si en el anterior el argumento principal fue un naufragio, en este lo son las falsas apariencias de recato y castidad de mujeres y hombres antes de casados.

Las apariencias engañan: La boda.

Por fin había llegado el tan esperado día. Gabriela vestida de blanco andaba hacía el altar del brazo de su padre; Rafael con traje y corbata le esperaba al final del pasillo. Gabriela estaba nerviosa, todo el mundo la miraba, de reojo miró hacía la izquierda, Mercedes la miró y le sonrió; era su mejor amiga y se conocían casi desde el día en que nacieron, a su lado estaba Vicente su novio, serio y circunspecto observando a Rafael. De nuevo aquel mal pensamiento pasó por su cabeza: ¿qué pasaba entre Vicente y Rafael? Por que algo pasaba. Intentó no pensar en eso, era el día más feliz de su vida y no debía pensar en esas cosas. Si se habían peleado ya lo arreglarían. Rafael la miraba sonriendo. Cuando por fin llegó se dieron dos castos besos, uno en cada mejilla y tras sentarse el cura empezó la misa. Cuando monseñor dijo: " Si alguien tiene algo en contra de este matrimonio que hable o calle para siempre". Toda la iglesia se quedó en silencio expectante, Vicente se levantó. Rafael se puso tenso, pero Vicente empezó a caminar en dirección a la puerta y salió de la iglesia, Rafael suspiró aliviado, y Gabriela sonrió a su novio.

Tras la misa vinieron las fotos frente a la puerta de la iglesia y seguidamente los novios se fueron con el fotógrafo a un parque cercano. Entretanto el resto de invitados se dirigió al restaurante. Estaban tomando el aperitivo cuando Mercedes le preguntó a Vicente:

¿Se puede saber que te ha pasado? ¿Por qué te has marchado?

Me estaba mareando, tenía mucho calor – se justificó el chico.

Creo que no es sólo eso, desde el principio esta boda no te ha parecido bien.

No digas tonterías – le recriminó Vicente a su novia - me alegro de que hayan dado este paso.

Justo en ese momento los novios entraron en el salón y se dirigieron a la mesa presidencial tomaron un poco de aperitivo e inmediatamente les hicieron pasar al comedor. La comida fue tranquila, aunque Vicente no dejó de mirar a Rafael, Gabriela estaba cada vez más nerviosa por la situación.

¿Se puede saber qué le pasa a Vicente? – le preguntó a su ya marido – No deja de mirarte con esa cara de desaprobación, me pone nerviosa.

No digas tonterías – le recriminó Rafael – será que no se encuentra muy bien. No te preocupes y disfruta.

Cinco minutos más tarde Rafael se marchó hacía el lavabo, también Vicente se marchó pocos segundos después, cuando entró Rafael le estaba esperando, gracias a Dios el baño estaba vacío, Rafael tenía cara de pocos amigos.

Ya está bien, ¿no? Llevas varios días intentando fastidiarme este día y empiezas a conseguirlo. Las chicas empiezan a sospechar. – le recriminó a su amigo.

Me da igual si las chicas se entera. Eso es lo que quiero, que todo el mundo sepa que te quiero.

Vicente, por favor, compórtate.

Vicente se acercó a Rafael y le acarició la mejilla diciendo:

Quiero compartir el resto de mi vida contigo.

Por favor, Vicente - le increpó Rafael apartándose – Parecemos dos mariquitas, sabes que lo nuestro no puede ser. Quiero a Gabriela y quiero pasar el resto de mi vida con ella, lo nuestro sólo ha sido una pequeña aventura, una equivocación. Todavía no puedo entender como acabamos... – Rafael calló, no podía pensar en aquello, le producía una extraña sensación desconocida por él hasta ese instante.

Haciendo el amor, dilo, no te avergüences. Por que hicimos el amor, como cualquier pareja que se ama, no seamos hipócritas, hicimos el amor, debemos aceptarlo.

Rafael cerró los ojos y negó con la cabeza, luego los abrió y se encontró a Vicente frente a él apunto de besarlo.

¡Déjame! – gritó saliendo del baño.

Volvió al comedor y Gabriela le dijo que era la hora de entregar el ramo. Vicente entró en ese momento en el comedor visiblemente enfadado. Rafael avisó a la orquesta que pusieron la música adecuada, y él y Gabriela empezaron a dar vueltas por la sala, pasaron varias veces junto a Mercedes y Vicente y en la última se acercaron a ellos y Gabriela le dio el ramo a Mercedes. Mercedes emocionada se puso a llorar, Vicente trató de aparentar que se alegraba, aunque todo aquello le parecía una farsa. Tras hacer la foto, Mercedes y Gabriela se fueron la lavabo.

Gracias, Gabriela, no me lo esperaba.

Tú tienes que ser la próxima.

¿Estás nerviosa, por esta noche? – le preguntó Mercedes.

La verdad es que sí. Será la primera vez que Rafael y yo lo hagamos.

No sé como has podido aguantarlo – comentó Mercedes.

Ya te lo he dicho, hacer el amor no es sólo la penetración, hemos hecho otras cosas, sexo oral, masturbación, etc.

De todos modos, os admiro a ambos por haberos mantenido firmes en vuestra promesa de manteneros vírgenes hasta esta noche.

Lo nuestro nos ha costado – agregó Gabriela.

Salieron del baño y volvieron al salón, la orquesta empezó a tocar, Rafael que estaba en la mesa presidencial, se levantó en busca de su novia, y empezaron a bailar el tradicional vals. Luego poco a poco fueron uniéndose los invitados. Tras el vals empezaron con la música movida y Rafael se dirigió hacía donde estaba Vicente ya que no le gustaba bailar, Gabriela y Mercedes se quedaron bailando.

Vamos fuera. – le suplicó Vicente a Rafael.

Está bien – aceptó el novio.

Ambos salieron a la calle. En silencio caminaron por la acera alejándose del restaurante, que estaba situado en una urbanización a las afueras de la ciudad. Vicente encendió un cigarrillo y empezó a fumar. Rafael nervioso, no hacía más que estrujarse las manos.

¿Quieres parar quieto? – le riñó Vicente.

Lo siento.

Llegaron al final del camino, donde empezaba el bosque y se adentraron en él. Vicente se había terminado ya el cigarro, lo tiró al suelo y lo pisó para apagarlo.

Siento lo de antes – se disculpó Rafael –. Pero entiéndelo, a pesar de lo que ha pasado entre nosotros, yo quiero a Gabriela y no quiero romperle el corazón.

¿Entonces qué pretendes que hagamos? ¿Escondernos?

Vicente no me lo pongas más difícil. Te quiero, es cierto, no lo puedo negar y lo que sucedió el otro día entre nosotros fue algo fantástico, me hiciste sentir cosas que nunca había sentido con nadie más.

Lo sabia – dijo Vicente como si se sintiera el campeón, entonces ambos se detuvieron. Vicente miró a Rafael y este a Vicente y sin decirse nada más se fundieron en un apasionado beso. A partir de ahí todo volvió a desatarse entre ellos, Vicente acarició el miembro de Rafael por encima del pantalón, y en pocos segundos se puso tieso, Rafael le acarició el culo a su compañero, luego dirigiendo sus manos a la cremallera del pantalón se lo desabrochó y buscó el erecto sexo.

Dios, estás ansioso hoy. – Exclamó algo sorprendido Vicente.

Rafael se puso de rodillas ante su amigo, sacando el erguido sexo de su refugio y con desesperación empezó a lamerlo. Vicente puso sus manos sobre la cabeza de su amigo y mientras este le chupaba la polla, le empujaba la cabeza con fuerza. Vicente se entregaba a la labor de mamar aquel pene, como si fuera un helado.

En el salón Gabriela y Mercedes estaban bailando, cuando mirando a su alrededor Gabriela se dio cuenta de que tanto Vicente como Rafael había desaparecido.

¿Dónde están los chicos? – le preguntó a Mercedes.

Habrán ido a dar una vuelta.

¿Vamos a buscarles? – propuso la novia.

No, déjalos tranquilos.

Bueno, voy al lavabo, espérame aquí – le dijo Gabriela a Mercedes.

Gabriela salió del salón, pero en lugar de ir al baño salió a la calle. Primero buscó alrededor del restaurante, pero no vio a nadie, así que decidió dirigirse hacía el bosque, pensó que estarían allí hablando entre los arboles. A medida que se iba acercando empezó a oír unos gemidos, luego la voz de Vicente diciendo:

¡Oh, sí, dale cabrón, chúpamela!

Su corazón empezó a acelerarse al comprender lo que sucedía, le temblaba todo el cuerpo. De repente empezó a distinguir dos figuras en la oscuridad, ahora ambos estaban de pie.

¡Vamos métemela en el culo, machomen! – le ordenó Rafael a su amigo.

Dos lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de Gabriela, lo que estaba viendo le dolía inmensamente. Allí frente a ella a unos cinco metros estaba su marido follando con otro hombre.

Vicente ajeno a la presencia de la chica, dirigió su sexo erecto hacía el agujero de su compañero que apoyado en un árbol le mostraba su culo desnudo y abierto y lo penetró de un solo empujón, y agarrándolo por las caderas comenzó a bombearlo. Gabriela sintió como si le clavaran un puñal en el corazón, miles de preguntas afloraron en su mente. ¿En que se había equivocado? ¿Debía haberle entregado su virginidad la primera vez que se lo pidió? ¿Y qué le daba Vicente que no le pudiera dar ella? Sentía que iba a desfallecer, cuando oyó a Rafael decir:

¡Oh, si cabrón, métemela bien adentro!

Ambos hombres gemían y se retorcían excitados, mientras la pobre mujer sentía que le fallaban las fuerzas, y sus piernas cedían, haciéndola caer al suelo. Repentinamente Gabriela reaccionó y se levantó, y empezó a correr en dirección al restaurante.

Los dos hombres ocupados en la labor de darse placer mutuamente, no se dieron cuenta de nada. Vicente seguía empujando, mientras Rafael excitado se masajeaba el miembro viril. Ambos estaban a punto de correrse, Vicente aceleró sus movimientos y fue el primero en alcanzar el orgasmo, segundos después le siguió Vicente. Tras limpiarse se vistieron.

¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Vicente.

No lo sé, necesito tiempo para pensar – le solicitó Rafael.

Está bien, está bien. Volvamos a la fiesta antes de que las chicas empiecen a impacientarse.

Entretanto, Gabriela había llegado al salón corriendo y nerviosa, con la cara desencajada, cuando Mercedes la vio enseguida se dio cuenta de que sucedía algo, se acercó a ella y le preguntó:

¿Qué te pasa? ¿De dónde vienes?

Gabriela permaneció callada unos segundos, intentando ordenar sus ideas y decidiendo si debía decírselo a Mercedes o debía callar.

Gabriela, ¿te encuentras bien? – volvió a preguntarle su amiga nerviosa, al ver sus ojos llenos de lágrimas y el rimmel corrido.

Sí, sí, estoy bien. Pero tengo que decirte algo.

¿Qué pasa? Me estás asustando.

Vamos al baño ó a algún lugar que podamos estar a solas.

Está bien.

Ambas se encaminaron hacía el baño, pero cuando estaban en el vestíbulo vieron a Rafael y Vicente entrando. Gabriela empezó a llorar a moco tendido, cuando Rafael la vio se acercó a ella.

¿Qué te pasa, cariño?

¡Déjame en paz, maricón! – Gritó Gabriela enfadada – No me toques, me das asco – cogió a su amiga de la mano y se dirigieron al baño dejando a los chicos en medio del vestíbulo.

Creo que sabe algo – le dijo Vicente a Rafael.

No, no puede ser.

En el baño, Gabriela y Mercedes se encerraron en uno de los lavabos.

Les he visto, Mercedes – empezó a explicar Gabriela a su amiga. – Les he visto follando, tú novio y mi marido son amantes.

Gabriela incrédula le dijo:

Venga, ya, no digas tonterías, eso no es verdad.

Sí que lo es, lo he visto con mis propios ojos, esta misma noche, en el bosque.

En ese momento Vicente entró en el baño y tras escuchar se dirigió hacía la puerta del lavabo.

Gabriela, por favor, tenemos que hablar.

No quiero hablar contigo, déjame en paz.

No sé lo que te habrán contado, pero sea lo que sea no es verdad, no es lo que tú crees.

No me han dicho nada, lo he visto con mis propios ojos, maldito maricón. He visto como tu amigo y tú follábais.

Gabriela, abre, puedo explicártelo.

No hace falta que me expliques nada, déjame en paz, sal de este lavabo, sal de mi vida y déjame en paz.

Rafael dio media vuelta y salió del baño. Gabriela se echó a llorar, Mercedes también empezó a llorar.

No puede ser verdad – sollozó Mercedes, ambas abrazadas lloraban sin consuelo.

Rafael se encontró frente a su amigo al salir del baño.

Lo saben, Vicente, lo saben. Esto es el fin – le dijo a su amigo con abatimiento.

Es lo mejor, Rafael, teníamos que habérselo contado antes, el otro día. Pero es mejor así, aunque sea tarde.

La quiero Vicente, esta noche tenía que ser especial para ella, y se ha convertido en una pesadilla.

En el baño, Gabriela empezó a serenarse. Se separó de su amiga, se secó las lágrimas, se las secó a Mercedes y dijo:

¿Sabes? Estos cabrones no van a estropear mi noche de bodas, hoy dejaré de ser virgen, aunque tenga que buscarme a otro.

Tienes razón, estos cabrones no se merecen nuestras lágrimas.

Ambas mujeres salieron del lavabo, se limpiaron la cara y salieron del baño. Rafael y Vicente seguían en el vestíbulo, al ver a Gabriela, Rafael se acercó a ella:

Gabriela, por favor, yo te quiero.

¡Yo también, pero me has roto el corazón! Pero ¿sabes una cosa? No me vas a estropear esta noche, va a ser tan especial como habíamos planeado, aunque sea con otro. – Le aseguró a su marido.

Las chicas entraron en el salón y Gabriela se fue directamente en busca de su primo Ángel que estaba de pie junto a la barra. Ángel era un chico moreno y alto, muy guapo, con el cual había tonteado siendo una adolescente.

¡Hola Ángel! – lo saludó.

¡Hola!

Seguidamente se abrazó a él, buscó su boca y lo besó metiendo su lengua en la boca de él. Ángel la apartó diciéndole:

Pero ¿qué haces? ¿Estás loca? ¿Y Rafael? Acabas de casarte con él.

Sí, y mañana mismo me divorcio, porque esta misma noche me ha puesto los cuernos ¿sabes? Y ni más ni menos que con su mejor amigo.

Pues se acerca a nosotros – le avisó Ángel.

Vámonos, Ángel, sácame de aquí, no quiero hablar con ese cretino maricón. Vámonos, llévame a casa. – le suplicó Gabriela.

Vale, pero espera. – dijo Ángel, esperando a que Rafael se acercara a ellos.

Cuando lo tuvo enfrente y sin dejar tiempo a que Rafael dijera nada, le descargó el puño en todo el ojo izquierdo, haciendo que este perdiera el equilibrio y cayera. Luego cogió a Gabriela de la mano y salieron del salón. Los invitados se quedaron perplejos sin entender lo que estaba sucediendo. Mercedes salió detrás de su amiga, mientras Vicente ayudaba a Rafael a ponerse en pie.

¡Maldita sea! Ves lo que ha pasado. – le recriminó a su amante amigo.

Tarde o temprano tenia que pasar – arguyó Vicente.

Gabriela, no me dejes sola. – Gritó Mercedes a su amiga, pero esta ya se había metido en el coche de Ángel y salían en dirección a la autopista.

Mientras Ángel conducía Gabriela empezó a hablar.

Ángel ¿puedo hacerte una pregunta?

Sí, claro.

¿Todavía sientes algo por mí?

Claro, nunca he dejado de quererte, lo sabes de sobra. Fue por nuestros padres que dejamos lo nuestro, ¿lo recuerdas?

Sí. Ángel ¿aún quieres que sea tuya? ¿Quieres que te dé mi virginidad?

Gabriela, creo que estás yendo muy lejos. – protestó el chico.

¿Quieres o no? – le preguntó de nuevo su prima.

Bueno, sólo si tú quieres, ya lo sabes.

Pues, si quiero; quiero ser tuya.

¿Dónde vamos? – preguntó el chico.

No sé, a cualquier hotel – le respondió Gabriela.

Ángel condujo hasta que encontró un hotel que visto desde fuera parecía estar bastante bien. Aparcaron y entraron, preguntaron si tenían alguna habitación libre y al ver a Gabriela vestida de novia pensaron que eran novios recién casados y les dieron la suite. Ambos estaban nerviosos, subieron en el ascensor, en silencio, cogidos de la mano. Cuando llegaron al último piso, salieron del ascensor y justo antes de meter la llave en la cerradura, Ángel miró a su prima y le preguntó:

¿Estás segura?

Esta afirmó con la cabeza y entonces, Ángel metió la llave en la cerradura y abrió la puerta.

Entraron en la habitación y tras cerrar la puerta, Ángel abrazó a su prima y la besó con pasión fundiendo su boca con la de la chica en un baile sensual que fue correspondido por la chica. Cuando se separaron este le dijo:

Hacía tanto tiempo que deseaba hacer esto. ¡He echado tanto de menos tus besos!

Yo los tuyos también, Ángel. No debíamos de haberlo dejado.

Teníamos demasiadas cosas en contra.

Y éramos demasiado jóvenes para hacerles frente.

Pero está noche ya no existe nadie más, ¿vale? Sólo tú y yo. – sentenció el chico.

Vale – aceptó ella.

Entraron en la habitación que era muy grande y espaciosa, la primera puerta daba al baño que poseía un jacuzzi. Ángel lo puso en marcha y empezó a llenarlo. La siguiente puerta daba a un pequeño salón con un sofá, una mesa al lado con dos sillas y en la pared de enfrente había una televisión y junto a ella otra puerta tras la cual estaba la habitación, con una gran cama de matrimonio. Ambos entraron en ella, Gabriela se echó sobre la cama.

Tengo los pies destrozados – dijo Gabriela quitándose los zapatos blancos.

Luego se puso en pie y dándole la espalda a su primo que estaba sentado en la cama le pidió:

Desabróchame el vestido.

Ángel con toda la paciencia del mundo fue desabrochando todos los botones que el vestido tenía en la espalda, de arriba abajo quejándose.

¿No le podían haber puesto una cremallera?

Gabriela rió.

Vaya, me alegro de que hayas recobrado el humor.

Es que contigo todos mis males desaparecen.

Cuando por fin hubo desabrochado todos los botones, dirigió sus manos hacía los femeninos pechos y los acarició suavemente por encima del sujetador a la vez que le besaba el cuello. Gabriela se quitó el vestido y lo dejó caer al suelo, cerró los ojos al sentir los labios de su primo sobre su cuello y suspiró. Ángel se pegó a ella y besó su oreja, la lamió con delicadeza, mientras seguía acariciando los senos del a muchacha, que se dejó hacer. Las manos de Ángel recorrieron el femenino cuerpo hasta llegar al sexo, que acarició por encima de las bragas, mientras su boca seguía besando y lamiendo la oreja de la chica. Entonces Gabriela se deshizo de la manos de su amante y se dio media vuelta, se besaron con pasión, aquella pasión que un día les tocó el corazón y que por circunstancias de la vida habían dejado en letargo. Ahora todo renacía entre ellos, las brasas de su amor volvían a arder, haciendo que sus manos recorrieran el cuerpo del otro, Gabriela le desabrochó el pantalón a Ángel y acarició el ya erecto miembro por encima de los calzoncillos. Entretanto Ángel le había desabrochado el sujetador a su prima y se lo había quitado, así sus manos recorrían la suave piel de los senos, dirigió su boca hacia estos y los besó con ternura, primero uno y luego el otro, luego fue descendiendo poco a poco por el vientre de la muchacha hasta alcanzar el sexo que primero besó por encima de la tela, hizo tumbar a Gabriela sobre la cama, la abrió de piernas y siguió besando su sexo por encima de la tela, seguidamente le quitó las medias y besó sus piernas desde el pie hasta los muslos, subiendo beso a beso, hasta alcanzar de nuevo el sexo. Le quitó las bragas y empezó acariciando el femenino sexo con sutileza, pasando un dedo por sus labios mayores primero y por los menores después, e introduciéndolo finalmente en la ya húmeda vagina y moviéndolo en ella en busca del punto G. Gabriela se estremeció al sentir un placer desconocido producido por la presión de aquel dedo en el interior de su sexo, entonces Ángel acercó su boca al sexo y con la lengua buscó el clítoris y comenzó a chuparlo y lamerlo. Gabriela gemía con excitación, su cuerpo se estremecía como nunca antes lo había hecho, mientras Ángel jugueteaba con su lengua sobre el clítoris femenino y a la vez movía su dedo dentro y fuera del sexo femenino. En pocos segundos logró que la chica se corriera, tras eso se acostó a su lado y se besaron.

En el restaurante la mayoría de invitados se habían ido. Mercedes y Vicente discutían, mientras Rafael los observaba y pensaba que era un cretino insensible.

Entre tú y tu amigo habéis estropeado el día más feliz de Gabriela – le gritaba Mercedes a Vicente – no quiero volver a verte, me das asco.

Tienes toda la razón – le dio la razón Vicente – soy el tío más mezquino del mundo, pero no sabía como decírtelo, hace sólo unos días que he descubierto mis verdaderos sentimientos hacía Rafael – se justificó.

Ya, pues se lo podíais haber dicho antes a la pobre Gabriela, aunque hubiera sido ayer.

¿Queréis dejar de discutir? – Les interrumpió Rafael – Deberíamos ir a buscar a Gabriela, la quiero y quiero solucionar esto.

No creo que tenga solución, probablemente Gabriela esté con Ángel en la cama de la habitación de algún hotel haciendo lo que deberías estar haciendo tú con ella. – le dijo Mercedes.

No, no creo. Gabriela no haría eso.

Gabriela es una mujer enfadada y traicionada, es capaz de hacer eso y mucho más – confirmó Mercedes.

Entonces lo nuestro ha terminado – agregó Rafael abatido.

Claro, ¿tú que creías? Desde el momento en que te vio con este insensato – dijo Mercedes señalando a Vicente – lo vuestro está terminado.

Y encima me ha puesto los cuernos antes de que pudiéramos consumar.

Pues tú también lo has hecho - le señaló Rafael.

Es diferente – se justificó Vicente.

Me voy, vuestra conversación me cansa. Anda espero que seáis felices juntos, hasta nunca – les dijo Mercedes alejándose de ellos.

Anda vámonos a mi casa – le propuso Vicente a Rafael – Ahogaremos las penas con una botella de whisky.

Bueno – aceptó Rafael.

En la habitación del hotel, Ángel ya se había desnudado y se disponía a besar el cuerpo de su amada prima centímetro a centímetro, tratando de excitarla al máximo. Tras eso, le preguntó mirándola a los ojos:

¿Estás segura?

Completamente – le respondió ella – Hazme tuya para siempre.

Entonces el guió su erecto pene hacía la húmeda vagina y muy despacio empezó a introducirlo. La muchacha sintió un pequeño dolor y se quejó un poco.

¿Te duele? – le preguntó Ángel con dulzura.

No, no te preocupes.

El chico continuó introduciendo un poco más, mientras Gabriela sentía que el dolor poco a poco se iba disipando. Ángel introdujo un poco más y sintió como la membrana del himen se rompía. También Gabriela lo sintió y en ese momento abrazó a Ángel y le susurró al oído:

Te quiero.

Se miraron a los ojos, y se besaron comprendiendo que en realidad nunca habían dejado de amarse. Ángel empezó a moverse muy despacio haciendo que su sexo entrara y saliera de Gabriela, poco a poco el placer fue creciendo y Ángel fue acelerando sus movimientos, mientras Gabriela suspiraba y gemía sintiendo el placer recorriendo su cuerpo. Dos cuerpo amándose en un baile interminable de pasión, amor, respeto, se habían olvidado de todo lo demás y sólo existían ellos dos en aquella habitación. En pocos segundos ambos alcanzaron el orgasmo en una comunión perfecta de sus cuerpos, luego se quedaron dormidos, abrazados.

El timbre del teléfono móvil de Ángel los despertó pocas horas más tarde. Eran los padres de Gabriela y querían saber si estaban bien.

Son tus padres – le dijo Ángel pasándole el aparato a Gabriela.

Sí,... no voy a volver con ese cretino mamá, me ha traicionado, a partir de mañana haré todo lo posible para que anulen nuestro matrimonio, díselo. Y dile también que no quiero volver a verle. ¿Vale? Adiós mamá.

Gabriela colgó y luego besó a Ángel y le dijo:

Te quiero.

Y yo a ti – le respondió Ángel.

El resto del día se quedaron en la habitación descansando.