Las andanzas de un Don Juan. 3ª parte

– Creo que te equivocas. No he venido a entretenerte ni a darte gusto. Tu quieres una cosa y estás dispuesta a todo para conseguirlo, incluso utilizarme a mí, pero ya que soy el utilizado, soy el que impone las reglas. Como les dije a tus hijas, harás lo que te diga, cuando te lo diga...

4º Capítulo. Contubernios cortesanos

Yo volví a mi rutina semanal, esa noche y las siguientes las pasé follando con Dulce, trabajando en la finca, atendiendo a mis clases, practicando con la espada y la pistola, y pensando en el próximo encuentro, el cual llegó sin casi darme cuenta. Como siempre, fuimos despedidos con la sonrisa de la madre y su deseo de que lo pasásemos bien y nos fuimos a la fuente. Volví a extender la manta colocando los apoyos como la otra vez, mientras les pedía que se desnudaran. Iban como la vez anterior, solamente con el vestido. Al ver la misma disposición que el día anterior, se colocaron en la misma posición, lo que tuve que corregir, diciéndoles que una tenía que poner la cabeza sobre el apoyo, lo que hizo inmediatamente Mariana, luego les informé que la otra debería ponerse a la inversa sobre ella, y que deberían estimularse el coño y el clítoris mutuamente…

– Y espero que me hayáis hecho caso y os hayáis dilatado bien, porque os voy a encular hasta cansarme.

Claudia se colocó a cuatro patas sobre su hermana, puso su coño en su boca y se inclinó para hacérselo a ella. Ambas comenzaron a lamerse y chuparse, en principio con repelús, pero como no se atrevían a contradecirme, se centraron en la tarea hasta que poco a poco comenzó a gustarles. Yo saqué el aceite de la vez pasada, me embadurné bien mi polla, unté bien dos dedos y se los metí en el culo a Claudia, que gimió un poco por el dolor de la intromisión.

Los moví en círculo, comprobando que dilataba bien, aproximé mi polla a su entrada y la fui metiendo poco a poco. Ella dejó el coño de su hermana, levantándose y gimiendo más fuerte…

– ¡Aaggmm! Despacio, me hace daño.

Detuve mi avance para que se fuese acostumbrando, y fui metiendo y parando hasta que entró toda. La mantuve un rato para que se acostumbrara y dilatara.

– ¡Oh! Me siento llena por dentro, dijo Claudia.

– Sigue comiéndole el coño a tu hermana, le espeté yo.

Empecé un bombeo suave que fui incrementando poco a poco, acompañado por suaves lametazos a mis huevos que me daba la hermana a indicaciones mías, mientras recorría el coño. Pude sentir, por las contracciones de su ano, que tuvo al menos dos orgasmos. Yo les animaba a seguir, mientras le daba azotes en el culo cuando casi sacaba mi polla, para seguidamente meterla con fuerza. Cuando alcanzó su tercer orgasmo y aprisionó mi polla, no pude aguantarme más y me corrí abundantemente dentro de su esfínter. Luego, tras sacarla, les hice rodar por el suelo y colocarse en el apoyo contiguo, pero esta vez con Claudia debajo, y les di la orden de seguir con lo que estaban.

Mi erección no había bajado del todo, y tras limpiarla, me la estuve acariciando mientras veía lo que habían llegado a aprender en materia de darse mutuamente placer, lo que ayudó mucho para que se me pusiese dura otra vez. Repetí la escena con Mariana. Unté bien su ano con aceite, probé con mis dedos el acceso, unté nuevamente mi polla procedí a meterla lentamente en su culo, con pequeños avances. Ella se tensaba y aflojaba cada vez, soltando algún gemido… ¡HUUMMPF! Pero al cabo de poco tiempo, la tenía toda dentro. Estuve un rato quieto para que se acostumbrara….

– ¡Uuuufff! Tenías razón hermana, también me llena completa.

Empecé mi mete saca despacio y le pedí a Claudia que atendiera bien a mis huevos y tronco al salir. Esta vez conté cuatro contracciones de su culo antes de que, a la quinta, le llenase también el culo, pero con menos cantidad. De nuevo caímos derrengados sobre la manta, donde estuvimos un buen rato recuperándonos. Tras lo cual, nos fuimos a lavar, primero ellas y detrás yo, por lo que pude observar su andar incómodo y cómo manaba mi leche de sus culos y les caía por las piernas. Mientras me lavaban, les dije…

– Quiero follarme a vuestra madre.

– ¿Quéee? Respondieron a una.

– Lo que habéis oído… Que quiero follarme a la puta de vuestra madre. Ya que ella está también muy interesada en esto. Quiero que participe en las tareas para conseguirlo… Además ella podrá poner un poco más que vosotras que sois vírgenes, o de lo contrario tendré que romperos a vosotras el coño y supongo que vuestra madre no lo permitirá.

– Pero ella no puede venir con nosotras. Tiene que quedarse con mi padre y los tuyos.

– Me da igual otro día, el caso es que participe.

– Bueno…. Dijo Mariana dudosa… Mi madre también ha comentado algo así, quizás si se lo planteamos tus intenciones de follarnos por el coño, bien acceda a tu petición…

– ¿Ah sí? ¿Y qué os ha dicho?

– Nos ha dicho que, si quieres… bueno que… los martes por la mañana sobre las 10, podría ir a una cabaña abandonada que hay cerca del linde de nuestras tierras con las vuestras, en el antiguo camino de la montaña. Es un sitio que cae cerca de ambas casas, solitario y no cuesta mucho llegar.

“Joder, estas tías van muy por delante de mí”. Pensé yo. – Conozco el lugar. Estaré allí el martes a las 10 de la mañana. Espero que no falte quiero probar sus encantos…

Di por terminada la conversación y salimos del agua. Como siempre, dimos buena cuenta de la merienda, volvimos a casa con algunos problemas al sentarse, hubo un doble intercambio de señas y confirmaciones, aunque esta vez se movieron poco y despacio. No sé qué dirían cuando las vieran moverse constantemente para encontrar acomodo a su culo. Ni se lo pregunté.

El martes siguiente llegó y yo aparecí por la cabaña unos minutos antes de las 10. Sin embargo, ya había un caballo atado a una cerca con abrevadero, donde até el mío también, procediendo a entrar en la vivienda. Lo primero que observé al entrar era que no estaba muy abandonada, ya que no se observaba polvo ni suciedad por ningún sitio, constaba de una sola habitación, con un fogón en un lado y una cama grande en el otro, con una cortina de separación, que permanecía abierta, una mesa grande y tosca en el centro con varias sillas alrededor igual de toscas y un jarrón con flores encima. En un lado, había un altillo en el que se veía lo que parecía otra cama o catre. La puerta tenía una cerradura y las ventanas postigos y cortinas. La ropa de la cama parecía nueva y se encontraba perfectamente hecha y se veía un aguamanil con su palangana, toalla y jarra de agua. En la habitación había dos mujeres, Amanda Castro y una criada, que se volvieron al entrar yo…

– ¡Vaya, eres muy puntual! Dijo Amanda, la madre.

– Procuro serlo, máxime cuando una dama me espera, pero permítame una pregunta… ¿Esto no parece una simple vivienda abandonada en medio de la nada?

– Entiendo a lo que te refieres. Permíteme que te lo explique. Como comprenderás, no iba a meterme en cualquier chamizo sucio y lleno de piojos, ratas y cualquier otro animal, por lo que he mandado que arreglaran esto. Además, te presento a Brígida, una de las muchachas a mi servicio, que se encargará de que se encuentre limpio para cuando vengamos.

– Encantado Brígida. Dije.

– No te molestes en entablar conversación con ella. Es muda desde que unos soldados invadieron su pueblo en Teruel, la violaron y torturaron, en tal altercado perdió media lengua y no pude hablar, pero es muy servicial, trabajadora y lo mejor… no se va de la lengua. Espéranos fuera, Brígida, y cierra la puerta al salir.

Ella salió, dejándonos solos. Inmediatamente Amanda me dijo… – Espero que seas la mitad de bueno de lo que me han contado. Si es así, vamos a pasarlo muy bien.

– Creo que te equivocas. No he venido a entretenerte ni a darte gusto. Tu quieres una cosa y estás dispuesta a todo para conseguirlo, incluso utilizarme a mí, pero ya que soy el utilizado, soy el que impone las reglas. Como les dije a tus hijas, harás lo que te diga, cuando te lo diga y como te lo diga. Tu máxima será darme placer a mí. Solamente te dedicarás a ello. Y tendrás el placer que yo quiera darte. Aquí seré tu amo, tú la esclava. Si no te gusta, puedes marcharte ahora mismo y deshacemos el trato. ¿Lo has entendido?

– Sí.

– ¿Si, qué?

– Sí amo , dijo bajando su cabeza.

– Desnúdate. Rápido Se quitó el vestido, mostrando que no llevaba nada debajo.

Ante mi mirada dijo… – Ya sé que te gusta que las mujeres queden desnudas con rapidez.

Observé que no llevaba ni un solo pelo en el coño. Ante mi mirada de extrañeza, me dijo…

– ¿Te gusta? Es una costumbre que aprendí cuando estuve viviendo en Francia. Es la última moda allí. Mis amigas de allí, con las que me carteo y visitamos, me mantienen informada de todo las novedades que se presentan.

– Me parece muy bien, dije sin darle importancia… Pero ahora, desnúdame a mí.

Ella lo hizo despacio, recreándose con cada trozo de piel que descubría. Cuando bajó mis calzones dijo… – ¡¡Vaya lo que tenemos aquí!! No me habían engañado. No sé si lo voy a disfrutar o a sufrir cariño.

“Maldita puta, otra que me dice que la tengo pequeña”. Pensé yo, y estuve a punto de marcharme, pero en cambio… Me acerqué a la mesa y me senté en una de las sillas, después de colocarla convenientemente.

– Ven aquí y recuéstate boca abajo sobre mis rodillas. Le dije.

Obedeciendo, se colocó como había pedido. Puse una mano en su espalda y con la otra comencé a acariciar su culo con movimientos circulares hasta que oí un suave ronroneo. ¡¡ZAS!! La sorprendí con una fuerte palmada que dejó mis dedos marcados en su culo y mi mano roja y dolorida.

– ¡AAAAHHHGGG! ¿Pero qué te has creído, maldito niñato? ¿Cómo te atreves a pegarme? ¡Te voy a….!

– ¡Cállate! Si no estás de acuerdo te vistes y te vas. Aquí has venido a hacer lo que yo diga y aguantar lo que te haga. Dije con mi expresión más salvaje y dura que pude. – Pensaba darte dos azotes por olvidarte de llamarme amo y decirme cariño, pero ahora serán seis por la falta de respeto añadida.

Se quedó callada un momento y empezaron a caerle lágrimas, pero al fin, volvió a recostarse en mis piernas, al tiempo que decía… – ¡Por favor, amo, tráteme con cuidado!

Volví a colocar mis manos en la espalda y culo respectivamente y comencé mis caricias de nuevo. Estaba tensa. No disfrutaba. Relájate y disfrutarás. Separa bien las piernas. Ella las separó, yo seguí acariciando. Cuando me pareció que estaba ya algo relajada… ¡ZAS! Nueva y fuerte palmada.

– ¡Aaaaay! Duele mucho, amo.

Seguí acariciando su culo, pero esta vez bajando mi mano entre sus piernas y frotando su coño depilado con suavidad. Alternaba movimientos circulares en su culo con verticales sobre su coño. Su coño mojado se iba abriendo como una granada, pero seguía sin tocarle los puntos que ella quería. Seguí con mis caricias. Bajé a su coño que parecía una fuente. Coloqué mi dedo medio a lo largo de su raja y empecé un movimiento arriba y abajo, que terminaba chocando con su clítoris. Empezó a jadear con fuerza y a clavar sus dedos en mi pierna y en la silla hasta que le saltó un orgasmo fuerte y largo que la hizo gritar como si estuvieran torturándola…

– ¡AAGG! SIGUEEE ¡ME CORROOO! ¡ME CORRO AMO SIGUEEE!

Se quedó como ida durante un buen rato, y comenzó a resbalar hasta el suelo, donde quedó tumbada durante un tiempo. Cuando se recuperó, dijo… – ¡Dios mío! ¡Nunca había tenido un orgasmo así! REALMENTE, NO HE TENIDO NUNCA UN ORGASMO.

Yo, que estaba totalmente empalmado… – Estupendo entonces. Hemos terminado por hoy. Vístete y vete… por hoy has cumplido con el cometido.

Ella, mirando mi erección… – ¿Y te vas a quedar así? ¿No quieres relajarte conmigo? Hoy no te lo has ganado. No deseo que mi amo sufra congestión de testículos ¡Sé que es doloroso!

– Vete.

Ella sacó unas prendas de un bolso que no había visto y se las puso, eran unas bragas de extraño diseño y una camiseta también un tanto raro.

– ¿Te gustan, amo? Son diseños de París. Mi ropa interior la traigo de allí.

– Me parece muy bien. Dije mientras seguía mirando su cuerpo sin moverme.

Cuando terminó, dudó un momento, pero abrió la puerta y se fue. Inmediatamente entró Brígida dirigiéndose a la cama, probablemente con intención de arreglarla de nuevo, pero al ver que no la habíamos tocado, se dio la vuelta mirando alrededor. Me miró, miró mi polla erecta, volvió a mirarme y volvió a mirar mi polla.

– ¿Te gusta? Afirmó varias veces con la cabeza.

“Menos mal que hay una que no le preocupa el tamaño”. Pensé.

– ¿Por qué no te desnudas y la disfrutas?

No tardó ni un segundo en quedarse totalmente desnuda. Tenía un cuerpo precioso, lleno de curvas cada una en su sitio, unos pechos generosos y un coño no muy peludo de fino vello aterciopelado.

– Vaya, tú no te lo afeitas a la moda Francesa, como tu ama, comenté.

Ella negó con la cabeza mientras se acercaba. Se arrodilló ante mí y se la llevó a la boca, comenzando una felación donde se notaba que tenía gran experiencia. Empezó lamiendo desde la base hasta el prepucio, ensalivándola bien, para luego metérsela en la boca toda entera, hasta que le dio un amago de arcada, pero la tenía toda completamente dentro. No sé como lo hacía, pero al mismo tiempo me masajeaba con la lengua. No usaba las manos, solo su boca. No duré ni cinco minutos. Por primera vez en mi vida, fui eyaculador precoz.

Ella se tragó toda mi lechada, limpió bien mi polla y se enderezó siguiendo de rodillas. Tenía la mano en su coño y se acariciaba.

– ¿Nos has oído? Le dije. Afirmo con la cabeza. Estas excitada. Nueva afirmación . Se ve que tienes experiencia en esto, ¿verdad? Afirmó otra vez. ¿El Duque? Pareció dudar, pero afirmó ¿La condesa? Negó ¿Alguien más de la casa? Afirmó ¿Quién? Hizo unos gestos con la mano ¿Intentas decirme algo? ¿Esos gestos quieren decir algo? Afirmó. Me gustaría saber que dicen, pero antes…. Vamos a solucionar lo tuyo.

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La tomé de la mano y la llevé a la cama. La puse boca arriba y comencé a besarla. Sus labios, su cuello, lamí los lóbulos de sus orejas, acaricié sus tetas y lamí y chupé sus pezones, bajé hasta su coño, que me recibió empapado, con un clítoris exageradamente grande que sobresalía del capuchón como un glande… enseguida me puse a chuparlo y lamerlo. Ella se retorcía, y era extraño no oírle emitir ningún sonido. No sabía si le gustaba o le hacía daño. Solo mi experiencia me decía que disfrutaba. Su orgasmo llegó pronto y llenó mi boca de gran cantidad de flujo, hasta el punto que pensé que se estaba meando.

Cuando se recuperó, me miró con una sonrisa e hizo unos movimientos con sus manos. Yo le sonreí también, me enderecé y le mostré mi polla otra vez enhiesta. Ella asintió y volví a mis besos por sus labios, cara y cuello, mientras se la metía poco a poco. Era tremendamente estrecha, la sentía tan aprisionada que pensé que se la había metido por el culo. Cuando llegó al final, hizo otros gestos con la mano mientras tomaba aire…. Tras una corta espera, comencé a moverme en su interior, lo que provocó que su respiración se acelerara nuevamente. Durante un buen rato estuve bombeando a placer, sintiendo sus corridas y volviendo a empezar. Cuando me sentí próximo a correrme, me incorporé y acompañé mis embestidas con una frotación circular con el pulgar sobre su clítoris. Notaba como me subía la presión, mis ganas de eyacular eran imparables por mucha voluntad que le pusiese.

Cuando sentí recorrer la leche por mi tronco, la clavé a fondo de su vagina y me fui corriendo a grandes chorros dentro de ella dándole duros empellones a cada convulsión que retorcía mi cuerpo. La excitación era tan grande que pensando haberme corrido por completo, la saqué, y con dos meneos que me dio la sirvienta, me acabé de correr sobre sus tetas.

Nos acostamos juntos y abrazados. Ella se quedó dormida y yo estuve admirando sus tetas embadurnadas, su figura llena de curvas. Pese a que era algo baja de estatura, lo tenía todo muy bien colocado. Mis pensamientos pronto evolucionaron a la situación que me había llevado allí, analizando a la madre, las hijas, incluso al padre que tan honorable parecía. Cuando despertó, parecía desorientada, pero pronto se centró y comenzó a darme besos y a gesticular con las manos.

– ¡Hey, hey, hey!  Para, para. Que no te entiendo. ¿Por qué no empiezas enseñándome lo que significan esos gestos?

Y comenzó a explicarme, con gestos, una libretita y un lápiz que llevaba. Cuando me marché, ya sabía decir los nombre con signos y alguna otra palabra tan sencilla como inútil por el momento. Quedamos en que iría todos los días, excepto domingos y los días que quedase con ellas, ya que ella tenía que ir a revisar y limpiar la casa, debiendo tenerla en perfecto estado de uso. Le pregunté si la señora traía a alguien más, pero negó tal hecho. También me enteré que vivía con un sirviente de los señores, el mayordomo, que la compartía con el amo a veces, y que a ambos les gustaba que se la chupase, pero nunca se preocupaban por su placer, por eso, cuando yo le di tan maravilloso orgasmo y luego le hice repetir hasta desfallecer, se sintió morir de felicidad. Después de esto no me extrañó que fuese tan estrecha… – Se hace tarde, volvamos. Ella me dio a entender que tenía que dejarlo todo recogido y que volvería más tarde. Yo me fui a casa a esperar mi hora con Dulce.

Al siguiente día con las hermanas, seguí profundizando en sus culos, que parece que no les molestaba tanto. La madre parecía más seria y no gastó bromas, solamente los saludos de rigor. Los demás días, iba a la cabaña, donde Brígida me enseñaba el lenguaje de signos, el cual aprendía con rapidez. Follábamos hasta que le sacaba un par de orgasmos y me volvía a mis quehaceres. El martes siguiente.... C *O NTINÚA.***