Las amigas de Pierina (2)

Las cuatro muchachas empezaron a moverse siguiendo la cadencia de una canción de moda. Al principio lo hicieron con algo de torpeza, pero luego fueron tomando más confianza y sus movimientos eran cada vez más sensuales.

Las amigas de Pierina (2)

Carlos tenía a cinco bellezas a su entera disposición, además del novio de una de ellas como mudo e inerme testigo a unos metros.

El hipnotizador dudó unos segundos, al ver a ese ramillete de beldades completamente sometidas a su voluntad. Quedó indeciso unos segundos al ver esa plenitud de carnes, en minifaldas o shorts diminutos y esos escotes pronunciados. Admiró en silencio esas espectaculares jovencitas, antes de decidirse por Lizbeth, la más reacia a creer en el poder de la hipnosis. La tomó de la mano y la llevó hasta el sillón más lejano. Se sentó e hizo que ella se arrodillase frente a él.

-          Pierina, pon algo de música – ordenó con voz suave.

La dueña de casa abrió los ojos y con rostro inexpresivo, encendió el equipo de música, luego se quedó de pie, sin moverse, esperando la siguiente orden de su Amo.

-          Ahora, chicas – dijo Carlos -, bailen sensualmente para mí.

Las cuatro muchachas empezaron a moverse siguiendo la cadencia de una canción de moda. Al principio lo hicieron con algo de torpeza, pero luego fueron tomando más confianza y sus movimientos eran cada vez más sensuales. Movían sus caderas siguiendo el ritmo de la música, lentamente al principio, luego con mayor énfasis. El ambiente se fue cargando de una sensualidad cada vez más creciente.

Las miró con complacencia y luego le ordenó a Lizbeth que le hiciera la mejor mamada que hubiera hecho en toda su vida. Ella obedeció de inmediato, abriendo los ojos con mirada de cordero degollado. Le abrió la cremallera del pantalón y extrajo el largo falo de Carlos, completamente depilado. Abrió la boca ampliamente y se tragó todo el glande, empezando a chupar con maestría.

Carlos comprendió al instante que Lizbeth era toda una experta en sexo oral, así que la detuvo un momento, para desembarazarse por completo de los pantalones. Se puso de pie y acomodó a Pierina delante de Melissa, porque eran casi de la misma talla, aunque la primera era un par de centímetros más alta, sobre todo por los tacos que usaba. Les indicó que empezaran a besarse y acariciarse como una pareja de enamorados.

Colocó a Kiara al lado derecho de esa pareja y a Meredith al lado izquierdo. Les indicó que continuasen bailando sensualmente y luego volvió a acomodarse en el sillón para disfrutar de las hábiles caricias bucales de Lizbeth.

Todas obedecieron sus órdenes, cada quien comprometida en su papel. La menudita Kiara se movía de manera realmente erótica. Pierina y Melissa se besaban y manoseaban con mucha pasión, de una manera que hacía crecer la excitación de todo el ambiente a cada instante. Meredith se movía de manera más lenta que las demás, resaltando cada curva de su espectacular anatomía.

El espectáculo que daban Pierina y Melissa era particularmente lascivo. Melissa tenía puesto un vestido sofisticado, muy ceñido a su cuerpo. Con amplias aberturas a los lados, por donde se introducían las manos de su amiga para estrujarle las tetas. La falda era larga, con un corte hasta las caderas por donde podían verse sus bien torneadas piernas. Ambas se frotaban mientras se besaban con pasión redoblada.

La mamada que Lizbeth le prodigaba al hipnotizador era realmente de campeonato. Sus labios atraparon el pene del hombre de una manera desenfrenada, como si fuera la última verga que pudiera mamar en toda su vida.

Carlos comprendió que de seguir así, no tardaría en terminar llenando la boca de la joven con su semen, así que volvió a tomar una pausa y atrajo hacia sí a Meredith, su favorita de las cinco. Hizo que también se arrodille frente a él.

El hipnotizador permaneció de pie para ver desde un mejor ángulo, a las dos hermosas jóvenes chupando su verga.

Ambas parecían dispuestas a hacerlo disfrutar como nunca. Meredith se tragó el pene del muchacho mientras Lizbeth se dedicaba a los testículos. Luego cambiaron de lugar con total naturalidad, haciendo que Carlos sospechase que no era la primera vez que ambas mamaban una verga al unísono.

El hipnotizador cogió los cabellos lacios de Meredith y la hizo tragar todo el sable de carne que estaba a punto de estallar. La muchacha casi se atragantó pero no dejó de chupar. Luego la separó y repetió el procedimiento con Lizbeth, cogiéndole el pelo color azabache. Se lo introdujo hasta la empuñadura, mientras su amiga le lamía sabiamente los testículos.

Aprovechando su nueva posición, más cerca al grupo de las tres mujeres que estaban de pie. Carlos estiró la mano derecha y empezó a manosear el redondo culito de Kiara. Ella giró sin dejar de bailar para que la mano del hombre apretase a su completo deleite sus rotundas nalgas, por encima y por debajo del vestido enterizo de color negro que lucía, de tela muy delgada. Pudo tocar la breve prenda interior que usaba la muchacha, que no dejaba de moverse para satisfacer a su Amo.

Pierina y Melissa estaban cada vez más excitadas, mientras frotaban sus cuerpos. Las manos de Pierina tenían atrapadas las rotundas nalgas de su amiga. Con ambas manos introducidas por las aberturas laterales. Mientras Melissa no dejaba de acariciar los generosos pechos de su amiga.

Carlos comprendió que no podría resistir mucho más tiempo, debido a la espectacular mamada doble de que era objeto. Así que hizo que las cinco se pusieran de rodillas frente a él. Con premura fue haciendo que todas le chupasen la verga, que estaba a punto de estallar.  No resistió mucho y dejó que una profusa eyaculación se derramase sobre el rostro de Meredith y Pierina, principalmente.

Indicó a las otras tres que lamiesen el rostro y los labios de sus amigas para tragarse todo el semen. Lo cual hicieron de manera realmente minuciosa, lamiendo las caras de sus amigas mientras gemían excitadas. Besándose los labios, las mejillas y todo el resto de la cara donde estaban los efluvios masculinos.

Carlos no estaba totalmente satisfecho, así que indicó a las otras chicas que continuasen besándose y se dedicaran a masturbarse entre ellas. Mientras él cogía a su favorita Meredith, la llevó al sofá más amplió y la acomodó boca abajo, levantándole el vestido y quitándole el hilo dental que se había puesto, para empezar a lamerle las nalgas. Dejándose llevar por la excitación llegó al estrecho ano de la joven y metió la lengua hasta donde pudo. La joven no dejaba de gemir ante la estimulación bucal del depravado hipnotizador.

Detrás suyo escuchaba los gemidos de las cuatro amigas. Pierina estaba sobre la menuda Kiara, ambas entrelazadas con sus manos hurgando en sus vaginas. Melissa y Lizbeth estaba en un 69 muy unido. Se besaban el pubis mutuamente, mientras sus dedos se hundían en las vaginas de ambas.

Carlos recuperó su erección y sin la menor vacilación se acomodó sobre la hermosa Meredith para sodomizarla. Gracias a la lubricación de su saliva, pudo entrar sin mucha dificultad en el estrecho agujero anal de la hermosa muchacha.

La bombeó sin piedad durante un buen rato y luego, sintiendo que volvería a eyacular, acomodó nuevamente a las cinco de rodillas en medio de la sala para repetir el procedimiento de la vez anterior. Esta vez eligió los rostros de Kiara y Lizbeth para terminar eyaculando profusamente. Por un momento pensó que no terminaría de eyacular. Sus rodillas flaquearon mientras brotaban los chorros de semen.

Nuevamente ordenó a las cinco hermosas hembras que se lamiesen la cara y los labios para tragarse todo su semen. Ellas obedecieron con total sumisión, sin dudar. Lamían y chupaban hasta la última gota de semen de Carlos.

El hipnotizador fue a lavarse y luego regresó a la sala para disfrutar de su obra. Las cinco jóvenes estaban jadeantes y satisfechas.

Sin dudar, dijo con voz estentórea:

-          A partir de ahora no podrán vivir sin el delicioso sabor que sienten en sus bocas. Cada una de ustedes vivirá soñando con repetir esta fabulosa experiencia de tragarse mi semen. Recordarán que lo han probado de mi pene y querrán volver a probarlo cuando yo se los ordene.

Las cinco chicas asintieron sin dudar. Él continuó hablando con su particular voz de mando

-          Ahora despertarán y no recordarán nada de lo sucedido, pero estarán totalmente bajo mi voluntad cuando yo se los ordene.

El hipnotizador las despertó a todas juntas y les indicó que se lavasen la cara y maquillasen nuevamente para ir a la fiesta. Él las acompañaría pues deseaba jugar un rato más con ellas, además de saber si tenían más amigas tan liberales como ellas.

Carlos también despertó a Federico para conversar un poco sobre fútbol mientras las chicas se alistaban para salir.

Continuará…