Las amigas de mi vecina
Que puedes hacer, si unas chicas pasadas de alcohol, te hacen subir a un coche porque conoces a una y te inmovilizan
La noche para mí, casi había terminado, eran las tantas de la madrugada e iba caminando a mi casa, si es que se puede decir que es mía, pero eso no importa, iré al grano.
Serían las cuatro de la madrugada, a mi lado un coche azul paró, eran unas chicas que iban de despedida, borrachas, como no, la copiloto abrió la ventanilla y me pregunto por un local de moda, El Tiqui, resultó que la cara me era conocida, era una vecina mía, Mari, una pelirroja separada de veinticinco años. La que llevaba el coche o el coche a ella, era Ángela ,una morenaza alta, con una sonrisa espectacular, no tenía mucha pechonalidad , pero era encantadora, la que gritaba y llevaba una banda muy colorida, como de fallera, "La reina de las po ." rezaba; era la novia, Cris, una rubia de bote, para mi gusto, anoréxica, que con sus treinta años, iba por su segundo matrimonio, el primero fue un fracaso por la escasa fidelidad que guardó ella, caliente y sin hijos; con un trabajo fijo de enfermera, que fuesen detrás de ella. Las acompañaba una morena de tez muy blanca, que me impresionó, yo, nada más verla la bauticé, la China, por los ojos almendrados y las manos menudas y frágiles.
El local, estaba a unos doscientos metros e iban en dirección a mi casa, así que me ofrecía guiarlas, más por lo borrachas que iban, que por salidas, me acomodaron detrás e insistieron que fuese en medio, que vería mejor las calles, entre la novia y la china, hubo unos roces que me agradaron y poco más.
-Vamos a parar, dijo Ángela, al darle arcadas a la pelirroja. Salimos del vehículo y en la acera, se liberó de mucho alcohol, que había estado ingiriendo horas antes. El reloj marcaba las 4.30 h y decidimos, ir caminando los cincuenta metros que faltaban hasta el edificio en el que vivíamos los dos. La conductora fue a aparcar el vehículo y luego nos iría a buscar.
La vecina se quedó medio muerta y la subimos entre los tres al segundo piso, le sacó Cris las llaves de dentro del bolsillo del bolso, ya que después de hurgar en los de los vaqueros, sin éxito, fue la mejor opción, abrió la puerta y yo las orienté por la casa, ya que vivo arriba y conozco la distribución perfectamente.
La dejamos boca arriba, semidesnuda, con ropa interior y tapadita, esperando que le pasase la mona. Sus enseres, los dejamos en el cajoncillo de madera de la mesita de noche, que al abrirlo, nos deja ver más de un vicio secreto.
Nos sentamos en el sofá los tres, cuando sonó el timbre, era Ángela, que se acercaba a ver cómo estaba la borracha de su amiga. Con cierta libertad, hice café y les propuse de bebérnoslo rápido y dejarla descansar. Me senté en el tresillo, en el centro, después de dejar abierta la puerta para que entrase la amiga. La novia y la china a los lados se me acercaron con una musiquita bucal de tarara, tarara, me echaron a un lado, boca abajo, me cogieron de los brazos y oí un crac, note una cosa fría en las muñecas. Las locas, se habían comprado, cada una de las amigas, unas esposas para salir de marcha, todas con la misma llave o con una distinta me pregunté yo.
- Eh, no os paséis, dije mosqueado, me volvieron a sentar encima del sofá, fue cuando entró Ángela por la puerta del comedor. Al verme con esa guisa, se rió.
-No habéis perdido el tiempo, ja, ja, ja
La china me tumbo boca arriba y se sentó encima de mi cara, un ratito, me hacía daño el peso de su cuerpo y el roce de sus vaqueros en mi rostro, hacia movimientos sexis, que para mí, resultaron muy dolorosos.
-Levanta me dijo la rubita casamentera, al resistirme un poco, me abofetearon, me tiraron de las orejas e me inmovilizaron; con unas tijeras de cocina cortaron los pantalones y la ropa interior, me quitaron los zapatos y los calcetines.
- Nos la lames y algo más y te soltamos, acepta por las buenas o por las malas, esta noche mando yo, me dijo la rubita. Estuvieron un ratito echándose a suertes la primera lamida con piedra, papel, tijeras y ganó la China, la morena, pelo tipo Cleopatra. Fue la primera en quedarse sin bragas y sentarse en el taburete de la cocina, allí me condujeron, a la barrita americana. Las tres se habían preparado unos cubatas, a ver cuál de los tres más cargado. La morena, que de verdad lo era, no tenía muy rasurado el pubis, así que me comí bastante pelillo, yo, estaba acojonado y seguí el juego y el jugo con mi boca, hasta que le entro el pis y se marchó corriendo al servicio.
Ángela cogió un cuchillo y las dos prendas superiores que me quedaban, fueron cortadas en zigzag. Me quede desnudo y maniatado frente a las tres.
Yo mostré mi enfadado con ellas y ellas se mofaban de mí, llamándome marica y poco hombre. Me metieron un trozo de mis calzones en la boca y con un jirón de la camisa me amordazaron. Me cogieron de las orejas y me condujeron a la cama de invitados, al lado de donde descansaba me vecina. Allí me dejaron boca arriba. Cris saco sus esposas y me inmovilizo los pies. Se oía que se jugaban a suertes, algo.
He ganado, era la voz de Ángela, yo yacía boca arriba y vi cómo se quedaba en pelotas mientras que las dos amigas iban a la cocina, era espectacular y terrible al mismo tiempo, la morenaza me acarició el pecho, me pellizcó los pezones y empezó a pajearme lentamente, cuando vio que aquello se puso duro, sacó del bolso un preservativo, me lo acondiciono y de cuclillas mirándome y con las manos sobre mi pecho se dio un buen revolcón. Continuó un ratito más después de mi gran eyección. La oí soplar y gemir, al levantarse, me sacó la goma, hizo un nudo y con una toallita me medio limpió. Y fue a darse una ducha.
Yo estaba apurado, me sentía incómodo, humillado, cuando entraron desnudas las dos, la china y la anoréxica de la rubia con un pepino en la mano.
La rubia, la enfermera, me inspeccionó minuciosamente el maltrecho pene, sacó un tapón cónico de espuma para las orejas, lo apretó fuertemente con sus dedos y me lo introdujo en la uretra.
-Así me follaras y no te correrás, ya tienes suerte de que no traigo la sonda, ya. Me cogieron de las orejas y ella se arrodillo en la cama, como una perrita y mientras que yo la penetraba, la china me introdujo de manera brutal el pepino por mi cada vez, más sangrante ano. Me tuvieron así un buen rato, hasta que la zorra de la rubita casamentera, se corrió, Me pusieron de rodillas y con la cabeza apoyada en el borde de la cama ,para no caerme , la china me azotó el pompis unas treinta veces, estando sentada encima de mí a horcajadas, dándome la espalda. Fue entonces, cuando me liberaron del metal y me quitaron la mordaza.
-Coge las llaves y la cartera, la cual vaciaron las muy zorras y súbete a tu casa.
Fue lo que hice, desnudo, llegué a mi casa llorando por la impotencia y el dolor, me duche y me acosté al cabo de un trato de meditar, sin poder dormir.
Al día siguiente, por la tarde, me decidí dar un paseo por el barrio, yo, bajaba cabizbajo por las escaleras, cuando me crucé con mi vecina pelirroja, la cual se quedó mirando, entre nerviosa y asustada. Nos saludamos y rápidamente ella quiso hablar conmigo. Se sentía culpable, por lo que sus amigas le habían contado de mí. El resarcimiento del hecho tenía que ser, hacerles a las tres una buena jugada y ella se mostró proclive a ayudarme.
El plan era el siguiente, ella iría llamando a cada una de sus amigas a su piso y una a una, entre los dos, las iríamos reduciendo y amanillando, para luego vengarme, a veces, actuamos como niños grandes que somos.
La primera que entro fue la china, que inmovilizamos y aplicamos el tratamiento de las tijeras, a su ropa, en pelotas, la llevamos al baño y con maquinillas le rasuramos el pubis, el que yo me había medio comido aquel día. Guardamos todo el vello en un folio blanco, el que cerramos, a modo de sobre. La pelirroja, tenía unos collares eléctricos, para una bestia de mastín que tuvo de soltera, que aun guardaba, ese, fue el que le pusimos a la china para que colaborara, no quería quedar inconsciente con una potente descarga eléctrica. Al entrar, vio que llevaba puesto uno igual, mi vecina, la pelirroja. Como me gusta la electrónica, bajé de casa un vibrador con mando a distancia, el que introduje en la rasurada vulva de la china y lo sujeté con cinta de carrocero gris metalizado, de delante hacia atrás y luego de modo circular sobre su cintura.
Al cabo de dos horas ya estaban las tres maniatadas y desnudas en el sofá. Con la ayuda de un cuchillo de cocina, porque yo no impongo mucho respeto.
-A Mari, la he amenazado yo para que me ayude con el collar que lleva puesto, ahora la voy a atar a la cama y jugaré un ratito para que nos divirtamos todos, dije irónicamente en su defensa.
-Ahora nos iremos a cocina donde la China, así la llamaba yo, os dará de merendar con mucho gusto. Me costó un poco llevarlas a la cocina, pero, con unos buenos pellizcos en los pezones, ellas se ablandan un poco. Estaban sentadas a la silla y con los pies sujetos a las patas con la cinta gris.
-Ahora, la China os dará de comer sopa, que está de coño, porque tendrá una sorpresa, cogí el folio y esparcí lentamente entre los dos platos el vello púbico que le había rasurado. Encendí el vibrador para que diera la sopa con gusto. Que no quede nada en el plato , insistí y me senté a mirar.
Yo, mantenía los dos mandos en mi pecho, mientras que reclinado en el sofá y los pies en una silla, miraba el espectáculo. La hice correr unas tres veces, yo iba jugando con el mando y controlando las vibraciones, la excitación de ella y hasta la mía.
Para que abrieran la boca y tragaran, les pellizcaba severamente los pechos, la china, un poco sádica, sí que era, sí y se la veía disfrutar. Se esforzaban en ingerir el líquido, se les enganchaban entre los dientes los pelos, por fin, se terminaron la rica merienda.
-Ahora os dejareis meter un pepinillo por el culo las dos, sino, os tendré que curar con Tabasco, porque me parece que padecéis de vulvitis y rectitis, y la medicina no será dulce precisamente.
Las dos, al ver mi convicción, con dificultad se pusieron de rodillas, se doblaron y se dejaron introducir el vegetal, yo le había pedido expresamente, que el más grande y rugoso fuera para la rubia, que sufriera un poco la cabrona, que a mí aún me dolía el pompis. Las puse de pie, juntamos sus espaldas y enroscamos sobre sus cuellos cinta gris, avisándolas que no dejasen caer la hortaliza. Yo jugaba con sus coños, con sus pechos, con un cepillo de dientes, metiéndoselo por el mango, por la cabeza. Y jugando con las llavecitas de las esposas.
Ay, la China que me azotó el pompis, le puse las esposas en la espalda y le inmovilicé los pies, de rodillas y con la cabeza apoyada en la pared para no caerse , recibió una tanda de correazos , hasta cincuenta, que le deje contar en voz alta , todo el tiempo que recibió los azotes, tuvo el vibrador al máximo , veía como se retorcía de dolor y placer, lástima que las pilas no durasen lo que me hubiese gustado, ya que en los últimos veinte correazos, ya casi no se oía el zummmm del aparatito.
Bruscamente, le quite la cinta, saque el vibrador de su chorreante coño , que era mío, le liberé una mano y le dije :
-Ahora mira en el coño de tus amigas, quizás encuentres las llaves.
Fin
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