Las amigas de Elsa (5)

Monica me da a elegir entre seguir con ellas o marcharme.

Cuando me desperté ya no estaba en la cama, estaba tumbado sobre una cruz en forma de x con tiras de cuero sujetando mis tobillos, muslos, cintura, brazos, muñecas y la cabeza. No tenia nada encima ni llevaba nada puesto, pero tenia una erección terrible. Al cabo de un rato la puerta se abrió y la x se puso de pie. Entro una señora de unos cuarenta y tantos, maquillada y con el pelo más bien corto y moreno, delgada. Iba bien arreglada para los domingos, en plan ir a dar un paseo. Se sorprendió mucho al verme.

-¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¡¡¡Bah¡¡¡

Salió muy enfadada. Yo no podía decir nada porque tenía una mordaza en la boca. Volvió y me miro indignada. De arriba abajo.

-¿Otro amiguito de Mónica eh? ¡¡¡Te prestas a estas cosas eh¡¡¡ ¿Te gusta? ¡A mí me parece que tienes mucho que aprender¡

Acto seguido sus frías manos cogieron mis testículos y los dio un apretón.

-¿Te gusta? Yo creo que debe ser que sí, porque no se te baja para nada.

Soltó mis testículos y fue a por mi pene.  Lo empezó a examinar detenidamente. Después empezó a tocar el glande. Sin más salió de la habitación. Tardo poco en volver. Tenía un estropajo en la mano. Después cogió un instrumento de dar descargas de la pared. El instrumento tenia forma alargada y curva. Me lo metió por culo y apretó el botón dándome una descarga. Para terminar me puso un cordón apretándome los testículos. Mi erección no bajaba y eso parecía desafiarla.

-Vamos a ver lo que te pone esto. - De repente puso un trozo de esparadrapo en el botón de dar descargas y yo me puse muy tenso. Agarro el estropajo y rodeo mi pene sin echar ningún lubricante.

-Vamos a ver si esto te gusta más que lo que te hace Mónica.

Empezó a pajearme con el estropajo puesto. Era super irritante, es más, me estaba despellejando vivo. Las corrientes que notaba en mi ano tampoco me estaban ayudando mucho.  No podía moverme y ella empezaba a subir el ritmo todo lo que podía. Entonces entro Mónica corriendo.

-¡¡No te pases mama¡¡ ¡¡No te pases¡¡

Mónica  aparto a su madre.  Mi pene estaba sangrando por un montón de pequeñas heridas. Me dolía bastante.

-¿Pero que le has hecho? ¡Es mi primer exclavo¡ ¡¡Solo quería ver que te parecía¡¡

La madre de Mónica la miro sin darle importancia a lo que acababa de hacer. Mónica saco unas cremas y empezó a untarlas en mi pene. No habían desconectado el aparato eléctrico, así que aquello empezó a parecerme más placentero.

-¿Pero que le pasa a este chico? ¡¡No se le baja de ningún modo¡¡

-Le hemos dado viagra. ¿Por qué has usado el estropajo tan fuerte? ¡No hacía falta sobrarse tanto¡

-Me apetecía jugar fuerte con él. Ya sabes que a mí me gustan los chicos fuertes.

-Pero este es de los míos. A mí me gusta jugar más con ellos, no hacerles tanto daño.

-Si me lo dejaras una semana le enseñaría yo todo lo que tiene que aprender, conocería el dolor y aprendería que nosotras somos las únicas que debemos recibir placer. Tiene que ser un exclavo.

Me dio miedo aquella mujer. Mónica la escuchaba mientras vendaba mi pene. Me quería correr pero parecía más ocupada en curarme bien de verdad que en darme placer.

-Mi exclavo no es un exclavo voluntario. Ahora con estas heridas ya no le puedo poner el cinturón de castidad otra vez. Además, no creo que él quisiera ser tu exclavo ni loco.

Estuvieron un rato discutiendo, me quitaron el aparato de descargas, y al final se fueron hacia otra habitación. Me dolía el pene, no solo por las heridas, sino porque llevaba mucho tiempo duro. Después solo volvió Mónica.

-Veo que aun no se te ha bajado. Debe ser que me pase poniéndote viagra. El caso es que no te voy a poder poner el cinturón otra vez. Pero creo que estos días te has divertido con nosotras, así que espero que vuelvas aquí y sigas siendo nuestro exclavo. Lo primero que quiero que sepas es que mi madre no volverá a tocarte. Eso siempre que quieras no volver a verla, porque ella quiere tenerte como exclavo. Aunque si tu quisieras pues te puedes ir con ella.

Me desato la mordaza y yo la mire con cierto temor. Su mano bajo a mi pecho y ella la puso justo encima de mi corazón.

-¿Qué decides? ¿Volverás con nosotras y seguirás siendo nuestro juguete?

No sabía muy bien que responderle. Era cierto que también me había divertido, pero más que nada había sufrido.

-¿Qué pasara si sigo siendo tu exclavo?

-Pues que seguirás sometido a nuestros juegos, y te divertirás como hasta ahora.

-¿Y si decido dejarlo?

Se acerco a mí, poniendo su cara a pocos centímetros de la mía. Note sus pechos bajo la camiseta que llevaba puesta.

-¿En serio quieres perderte todo esto? ¿Ya no te gustamos?

-Yo no he dicho que no me gustéis- dije un poco tembloroso- pero no me gusta todo este juego. Preferiría que pasásemos a tener sexo normal.

Me miro, pareció un poco pensativa, y entonces me empezó a quitar las vendas. Mi pene permanecía bien duro. Volvió a coger un poco de crema y empezó a untarme otra vez. Lentamente y de arriba a abajo. Quería correrme, pero también notaba pequeños aguijonazos por culpa de las heridas.

-Yo si quieres te dejamos en paz. Has sufrido mucho hoy, y he llegado a la conclusión de que quiero un exclavo que quiera estar conmigo de verdad. Mi madre tiene razón en eso. Debes estar dispuesto a sufrir por mí. Así que si quieres serás libre.

Ella me masturbaba lentamente, asegurándose de que la crema no provocaba ningún tipo de roce que me fuera a hacer daño. Me estaba gustando mucho, pero por desgracia para ella, lo estaba teniendo que hacer demasiado lento,  y podía mantener  mi mente lo suficientemente clara.

-Mira Mónica, me encantas, y desde luego follas muy bien, pero eso es lo que quiero, que follemos. Esto de ser tu exclavo no lo quiero - Mi voz se entrecortaba un poco ante la estimulación.

Mónica cogió un poco más de crema, y empezó a aumentar el ritmo.

-¿Seguro que no echaras cosas como esta? ¡¡ Venga dime que te quieres quedar con nosotras¡¡

-Mónica……oh…..yo………

-¡¡Dímelo¡¡

-Yo……..no………

Mónica siguió un poco más, y justo cuando me iba a correr…..paro. Sentí una frustración enorme, más que la del primer día cuando estaban todas y no me dejaron correrme. Después me dio varias patadas en los huevos, gritándome por no querer quedarme con ellas, y que desde luego no me iba a convertir en alguien que pudiera follarselas. Cuando se calmo me volvió a vendar todo de nuevo. Esta vez con más cuidado, ya que mis partes habían sufrido nuevos daños. Me dijo que no podría tocarme en una buena temporada. Cuando me desato, mi pene ya había vuelto a su tamaño normal, y sin dejar que me vistiera me hecho por la puerta, tirando mis ropas tras de mí.

Han pasado unos meses, y no puedo evitar recordar aquellos pocos días en los que fui un exclavo. La verdad es que desde entonces….el sexo no ha vuelto a ser lo mismo.