Las alas de mi abuelo
Hoy es cuatro de Enero y recuerdo la última vez que lo vi.
La última vez que lo vi fue en una pequeña y fría habitación de hospital, me escapé de clase para verlo un lunes a primera hora de una mañana gris. El Alzheimer le había borrado las huellas de su memoria pero esa mañana se aferró a mi mano al reconocer mi voz, es el último recuerdo que tengo de él, de sus lágrimas al hablarle de lo mucho que lo quería, le mentí diciendo que pronto estaría en casa, él sabía que no era verdad y me apretaba la mano con una fuerza que casi le había abandonado.
Murió pocos días después en una navidad llena de tristeza, con el silencio y sin apenas hacer ruido para no molestar a la vida, se fue con dos alas cosidas a la espalda y con sus lágrimas pegadas a mi piel para siempre.
Han pasado muchos años de aquello, pero su recuerdo no morirá hasta que no venga a darme la ultima visita y coserme sus alas de papel en mi cuerpo.
Ese hombre era mi abuelo, y sigue aquí conmigo encerrado en mi pecho después de abandonar ese cuatro de enero los momentos que han creado estos recuerdos llenos de melancolía.
Cuando acabe mi viaje te buscaré y sé que serás tú el que venga a mi encuentro para limpiar mis lágrimas y aferrarte de nuevo a mi mano.