Las 7 tentaciones de Laura. Cap. I - Otras manos
Durante toda esta serie de relatos iré contando detalles de la vida de Laura, la protagonista, la mujer que pasó de ser una ama de casa abnegada y activa participante del grupo religioso de la escuela de sus hijos; a vivir una vida oculta de aventuras que la hicieron rejuvenecer en cuerpo y alma.
Durante toda esta serie de relatos iré contando detalles de la vida de Laura, la protagonista, la mujer que pasó de ser una ama de casa abnegada y activa participante del grupo religioso de la escuela de sus hijos; a vivir una vida oculta de aventuras que la hicieron rejuvenecer en cuerpo y alma.
‘Hola, soy la Señora Laura, mamá de uno de sus compañeritos de 3ero de Primaria, y voy a ser su instructora del catecismo durante los próximos 3 meses’. Asi comenzaba Laura lo que tal vez era en aquel tiempo la mayor distracción de su monótona y aburrida vida, dos veces a la semana, seis meses de cada año.
Hacía lo posible por esconder un par de enormes tetas debajo de corpiños y blusas abotonadas hasta el cuello, esas tetas que tan mal la habían hecho sentir durante tantos años, pues atraían las miradas de los libidinosos hombres que la asediaban y a los cuales nunca había sabido como quitarse de encima, o cómo decirles que ardía en deseos de que se las besaran y manosearan durante toda la noche.
El Padre García era uno de ellos, incluso, Laura tenía la sospecha de que la había invitado a ser coordinadora del programa de catecismo del colegio solo porque le gustaba mirarla con ojos distintos y, aunque aquello no podía ser posible pues él era un ciervo del Señor, en innumerables ocasiones lo había descubierto clavado en aquel par de tetas mientras ella platicaba con los niños al frente del salón.
Aquella tarde Laura había terminado ya su cátedra y se dedicaba a conversar con algunas de las madres de los niños a los cuales aleccionaba. Rodeada de 4 señoras que parecían todas hablar al mismo tiempo, Laura se sintió asediada por una mirada. Aquella pesadez venía de un hombre que tenía de la mano a Claudia, una de sus alumnas, y que desde un par de metros alejado la miraba incesantemente con una ligera sonrisa en la boca.
Aquel hombre la miraba a los ojos como diciendo que esperaba el término de su plática señorial para hablar con ella, pero era solo por instantes, pues el resto del tiempo, recorría su cuerpo con la mirada de manera libidinosa como el mismo sacerdote lo hacía de diario, pero en esta ocasión, la sensación era muy diferente.
Laura sentía el mismo calor que incontables veces sintió a media tarde cuando mirando la telenovela ocurría una escena romántica. Claro que sabía el significado de aquello, sin embargo su educación no le permitía tener ese tipo de pensamientos, asi que siempre que pasaba eso se limitaba a esperar a su parco marido vistiendo algo de ropa que le ajustara y esperando que el hombre se dignara a tumbarla en la cama y hacerle el amor.
No podía quejarse del todo, pues su recatado marido resultaba ser un tanto caliente también, asi que le cumplía su deseo de vez en cuando tirándola sobre la cama y haciéndola suya… siempre en la misma posición, siempre durante el mismo tiempo y siempre con un final en donde ella sentía que aquello podía ser mucho más excitante sin tener que cometer ningún tipo de pecado adicional.
Esa tarde llegó a casa y se encerró en el vestidor de su cuarto. Se puso frente al espejo y poco a poco fue quitándose una prenda y mirando a detalle cómo se veía su cuerpo, porqué era que los hombres se fijaban en una mujer de 39 años que tenía algunos kilos de más y pensando en qué era lo que ellos imaginaban mientras la veían.
No pudo evitar que su entrepierna se humedeciera. Veía sus desnudos pechos en el espejo y mientras se los apretaba y le retorcía suavemente a los pezones imaginaba cómo sería que esas manos fueran las de otro hombre, tal vez y solo tal vez, las del padre de Claudia, su alumna del catecismo.
Ya no pudo aguantar más. Se dejó caer sobre una de las cajas de ropa vieja que tenía en el vestidor y se llevó una de sus manos a la entrepierna. Cerró los ojos e intentó no ser infiel a su marido paseando por su mente los mejores momentos que había vivido con él: Su primer beso, la primera vez que se había atrevido a manosearle las tetas en la cochera de su casa, las veces que al calor de las copas perdía su timidez y le besaba todo el cuerpo… pero en cada escena en la que su imaginación había fabricado a su marido como protagonista, terminaba traicionándola y reemplazando su figura por la de otro hombre.
Minutos más tarde fue el rostro del padre de su alumna el que en su imaginación sonreía sobre ella mientras la penetraba, en la escena donde no pudo aguantar más, y ahogó en un orgasmo apretando sus manos entre las piernas. No cualquier orgasmo, sino el más delicioso que pudo haber tenido tal vez en el último año.
La humedad en su entrepierna volvió un par de días después, en esa ocasión, cuando aquel hombre se acercó a ella al final de la clase y se presentó como Daniel, estrechando su diminuta mano con una fuerza que hizo que Laura sintiera algo que no había sentido en mucho tiempo.
Su fantasía ya tenía nombre, asi que esa misma tarde en casa se volvió a encerrar en el vestidor, y perdiendo todo el pudor de años, se plantó frente al espejo y se tocó mirando el reflejo de su mano acariciando sus enormes tetas y su rosada entrepierna mientras en voz baja repetía el nombre de Daniel... Daniel, asi, Daniel.
Nunca en su vida se había masturbado 3 veces en una misma semana, ni tampoco había tenido el valor de asistir a su clase de catecismo con un par de botones de la blusa desabrochados.
La lujuriosa mirada del Padre García en la piel de sus tetas que esa tarde mostraba ni siquiera le molestó, pues lo que Laura esperaba era la mirada de Daniel cuando la clase terminara.
Daniel estuvo a tiempo como cada día. Los cuchicheos de las madres de otros niños no se dejaron esperar, pues ya era notorio como la maestra Laura dejaba todo al momento de terminar la clase para ir de la mano de Claudia a entregarla a su padre de inmediato, quedándose cada día más tiempo en la conversación con aquel hombre, que cabe mencionar, era también el objeto del deseo de varias de las señoras que asistían a recoger a sus hijos.
‘Vaya que te ha afectado el calor’, le dijo Daniel a Laura mientras fijaba de una manera descarada la mirada en sus tetas, 'siempre vienes vestida como si murieras de frío'. ‘Daniel por favor’, le contestó Laura llena de un sentimiento que rondaba entre una profunda vergüenza y un incontenible deseo de arrancarse la blusa. ‘Bueno, me voy entonces, hasta el viernes’, le dijo Daniel. ‘No, espera’ contestó Laura en voz muy baja. ‘Te gustaría…. No nada, olvídalo por favor’.
Daniel se sonrió y acercándose un poco a ella, lo cual solo logró ponerla más nerviosa, le contestó: ‘Claro que me gustaría, de hecho llevo semanas esperándolo, pero aquí no es el momento ni el lugar para ponernos de acuerdo’. Laura no supo cómo fue que aquello sucedió, pero de su boca salieron las palabras prácticamente sin poder controlarlas: ‘Parque de la Independencia a las 6 PM’… si, en su imaginación había planeado que ahí fuera su primer encuentro, pero jamás esperó terminar siendo ella quien lo propusiera, y asi de rápido.
Subió enfurecida a su coche por aquel atrevimiento que se había permitido a sí misma. Gritó y maldijo de camino a casa. Planeó cómo iba a zafarse de ese ‘malentendido’, pensó simplemente en dejarlo plantado y nuevamente se encerró en el vestidor apenas llegó a casa.
‘Eres una puta’ se dijo frente al espejo mientras las lágrimas de coraje comenzaban a recorrer su rostro. Sin embargo, esas lágrimas no eran de arrepentimiento por algo que hubiera hecho, sino de perdón previo por algo que en su interior estaba totalmente dispuesta a hacer.
Tomó una ducha y se resistió a masturbarse nuevamente aunque ardía en deseos de hacerlo. Maquinó en su mente qué le diría a Daniel, cómo haría para aclararle que ella era una mujer casda, decente, y que solamente estaba experimentando la sensación de planear una aventura pero… pero en realidad no estaba dispuesta a tener nada físico con él. ¿O si?. Entre más pensaba más adrenalina sentía correr por su cuerpo, pero ningún pensamiento la detuvo de vestir con la ropa más reveladora que encontró en su guardarropa, mirar el reloj, y salir como despavorida hasta el privado parque donde le habían contado que se llevaban a cabo encuentros furtivos.
Se estacionó y se mantuvo dentro de su coche completamente invadida por el pánico. Minutos más tarde, un coche azul estacionó detrás de ella, y en la escena que más la había aterrorizado en los últimos años, Daniel bajó del coche y vino a pararse a un lado de la puerta del copiloto tocando en la ventana en un par de ocasiones.
Laura le abrió la puerta y rápidamente Daniel entró en el coche. ‘Hola Laura’ le dijo intentando fingir una voz sensual, sin embargo ella no le contestó el saludo, sino que hizo silencio por un momento y luego mirándolo fijamente se limitó a decirle con voz entrecortada: ‘Otras manos, lo único que quiero es saber cómo se sienten otras manos’.
Él nunca pensó que aquello sería tan fácil, asi que con una sonrisa en la boca se limitó a inclinarse un poco sobre ella y llevar su mano derecha lentamente hasta sus pechos. Los segundos donde Laura vio venir la mano la hicieron sentir una tremenda taquicardia y, el momento en que Daniel colocó su mano sobre una de sus enormes tetas y comenzó a masajearla, por poco le causa tener un orgasmo en ese mismo momento.
Daniel comenzó a darse gusto sobre la blusa de Laura, mientras ella mantenía sus ojos cerrados y sus dientes apretados con fuerza. El las acariciaba de un lado a otro, las apretaba y las masajeaba de una manera que su esposo no hacía comúnmente.
Pronto dio el siguiente paso, y llevando una de sus manos hasta el abdomen de Laura comenzó a meterla por debajo de la blusa. Ella quiso detenerlo pero el éxtasis que estaba viviendo era demasiado, asi que permitió que de un movimiento su nuevo amante le subiera el bra por debajo de la blusa y comenzara a manosearle los pechos a placer – ese roce, esa sensación de la piel de otras manos sobre su piel, era precisamente con lo que había soñado – Asi que lo dejó jugar con ellas durante largo rato sin abrir los ojos.
Sintió como la mano izquierda de Daniel comenzó a meterse entre su espalda y el asiento del coche, y bajar. Sin pensarlo mucho Laura arqueó su cuerpo para darle a su amigo acceso a un par de carnosas nalgas cubiertas con un pantalón deportivo y nada más. Si, Laura había tenido el descaro de salir de casa sin llevar ropa interior.
La mano de Daniel entró por entre la piel y el pants para encontrarse con su trasero. ¡Dios!, que sus dedos no vayan tan adentro, pensaba Laura mientras Daniel le apretaba las nalgas y paseaba las yemas de sus dedos muy cerca de su culo. Pero sus súplicas mentales no hicieron efecto, pues su amigo comenzó a darse gusto metiendo la mano entre las nalgas y buscando cualquier cavidad que se encontrara en el camino.
El primer roce de la mano de Daniel con la húmeda rajita de Laura le provocó un incontenible orgasmo que no pudo mantener en secreto.
Daniel sonrió y le dijo en voz muy baja: ‘Vaya, y eso que esto apenas comienza’. Acto seguido retiró su mano derecha del pecho de su amiga y la llevó poco a poco hasta la entrepierna pasando por debajo del pantalón deportivo.
Aquello ya no podía detenerse, Daniel estaba inclinado sobre ella, juntando los dedos de sus dos manos unos entrando por delante y otros por detrás de su cuerpo. La humedad de Laura estaba ya untada por todos lados y Daniel continuaba haciendo con ella lo que le venía en gana. Sin siquiera abrir los ojos Laura sintió como mientras el tipo comenzaba a introducirle los dedos en la vagina, se inclinaba más para lamer uno de sus pezones, situación que la volvió a poner a tono de inmediato, olvidándose ya del entorno en el que estaba y la persona que la estaba disfrutando.
¡Sus dedos eran tan largos!, o al menos asi lo sentía Laura en ese momento. Entraban y salían de su vagina haciéndola sentir como hacía mucho tiempo no se sentía, incluso, habían ya pasado en un par de ocasiones por su ano, situación que lejos de molestarle le hizo sentir unas extrañas cosquillas que la llevaron a soltar en voz baja un: ’si, ahí’.
Daniel no tuvo piedad, pero Laura no quería que la tuviera. Sus dedos exploraron su interior tan adentro como podían llegar. Al mismo tiempo la penetraba por lugares que ella consideraba incorrectos como por lugares donde durante semanas deseó que la exploraran. Su lengua hacía de las suyas en aquel par de enormes tetas que colgaban a su disposición, hasta que sin más ni más Daniel dejó de usar sus dedos para comenzar a quitarle el pantalón, al mismo tiempo que su cabeza bajaba lamiendo su abdomen hasta encontrarse directamente con su entrepierna.
Laura estuvo a punto de soltar su segundo orgasmo de la tarde, pero se contuvo. Recordó entonces cuándo había sido la última vez que una lengua se había paseado por su entrepierna, y no pudo fijar la fecha con precisión. Fue tal vez aquella ocasión hace años cuando su marido se pasó de copas y la tumbó sobre la cama después de la cena, pero a quién le importaba, en ese momento ella solo pensaba en acomodarse de alguna manera en que él pudiera tener acceso pleno y ella disfrutarlo al máximo.
Se recostó de manera incómoda sobre el asiento y aventó su pierna izquierda sobre el tablero del coche. La cabeza de Daniel tuvo entonces acceso completo para comenzar a lamer y besar su entrepierna de una manera que jamás nadie lo había hecho. Con sus manos trataba de separar más sus piernas pero la posición no lo permitía, mientras que con sus labios mordisqueaba tanto su vulva como sus labios vaginales.
La mano derecha de Laura fue hasta el cabello de su amante y tomándolo con fuerza lo empujaba hacia ella para que su lengua entrara más y más en su ser. ¡Qué sensación!, jamás había sentido una lengua dentro de su vagina lamiendo de arriba abajo y moviéndose con una velocidad que la hacía ir al cielo y regresar de un golpe.
El éxtasis llegó cuando Daniel incorporó una de sus manos a las nalgas de Laura, primero manoseándolas fuertemente y después buscando con el anular un culo que se apretó cuando sintió el contacto, pero se relajó a la primera sensación de placer dejándolo entrar hasta donde nunca nadie había entrado. Su lengua, sus labios, sus dedos, su saliva, todo al mismo tiempo le provocaron un orgasmo diferente, muy diferente inclusive al que años atrás su esposo le había provocado una noche después de haberle quitado la virginidad.
Daniel se incorporó y comenzó a desabrocharse el cinturón. Laura de un solo golpe se sentó y se subió el pants mientras se quedaba pasmada viendo como un enorme y erecto pene salía de entre la ropa de su amigo. ‘Guarda eso, guárdalo’ le dijo Laura sin poder quitarle la vista de encima. Daniel se lo acariciaba retirando el prepucio como ofreciéndoselo a su amante, sin embargo ella continuaba arreglando su ropa y repitiéndole que guardara su ‘cosa’.
Laura terminó por gritarle a Daniel que bajara del coche mientras él con tremenda molestia le preguntaba si lo iba a dejar ir asi. Su pene no cedía la erección y le resultaba difícil guardarlo en un ajustado pantalón, sin embargo ella se disculpó en repetidas ocasiones, y comenzando a llorar encendió su coche mientras Daniel bajaba y se dirigía fúrico a su coche.
Ella gritó y lloró en el camino de regreso a casa, sin embargo una vez que estuvo nuevamente encerrada en aquel santuario en el que se había convertido su vestidor, cerró los ojos y acarició su cuerpo recordando lo vivido esa tarde mientras se preparaba para tomar una ducha y borrar cualquier rastro de lo sucedido.
Esa noche su marido le preguntó si le sucedía algo. Ella simplemente lo miró con una sonrisa en la boca y le contestó: ‘Estoy feliz, aunque no suceda muy seguido estoy feliz’. Su marido sonrió y continuó cenando mientras ella regresó a sus pensamientos y se convenció a si misma que si aquello no había afecatdo en ese momento su relación, no lo haría más adelante.