Las 7 Pruebas (III)
Marta le fue infiel a Javi y hará lo que sea para que este la perdone. Como venganza, Javi la ha convertido en su puta, pero las cosas empiezan a escapar a su control. [Aviso: Misoginia, prostitución, sexo homosexual y transexual]
Yo seguía teniendo mis dudas, pero le mandé videos de hipnosis, unos videos que encontré en internet y que, para mi sorpresa, eran muy populares y numerosos. Consistían en imágenes supuestamente subliminales y con sonidos que inducían al trance. Las imágenes y los textos que aparecían intentaban lavar el cerebro de quien los veía, convertirlos en máquinas de sexo, adictos al porno.
El problema es que no abundaban los vídeos de estas características que estuvieran pensados para mujeres. La gran mayoría era para "sissies", hombres que anhelaban ser putas, vestir y comportarse como una mujer y obsesionados con las pollas. Otros vídeos mostraban ya personas transgénero o incluso hombres gays. Aunque también había algunos pensados para mujeres, como digo, vídeos que se suponía que hipnotizaban y convertían a las chicas que los vieran en "bimbos", es decir, mujeres entregadas al placer de los hombres y que procuraban ser lo más sensuales posible. La hipnosis buscaba convertirlas en poco más que muñecas para el sexo, con tetas, culo y labios enormes y operados, ropa provocativa y maquillaje excesivo. Muchos de esos mensajes subliminales intentaban animar a las mujeres y las sissies a ser "tontos", no tener pensamientos ni voluntad propia, pensar solo en el sexo y en someterse a hombres alfa, fuertes, varoniles y, frecuentemente, de raza negra.
Al día siguiente, Marta llegó a casa con una sonrisa, un top que a duras penas podía tapar sus tetas, y los labios, según me dijo, abundantemente "pintados" con semen. Me confesó que no pudo contenerse y se untó más semen por la cara. Luego se pintó "PUTA" en la frente y "CHUPAPOLLAS" en las tetas. En la sesión, nos pusimos a ver más de estos vídeos y masturbarnos. Creo que Marta esperaba algo más, pero yo tenía un poco de miedo y no sabía qué otras perversiones pedirle. Tras lo del glory hole, lo siguiente ya sería follar directamente con otra gente. Pensé que sería buena idea dar un paso atrás y hacer algo que no fuera tan atrevido. Estos vídeos parecían tener intenciones muy morbosas y salvajes, pero yo no pensaba que realmente pudieran llegar a funcionar y convertir a hombres hetero en travestis sedientos de semen, o a mujeres normales en auténticas putas sumisas y descerebradas.
Pero Marta parecía recibir esos mensajes con ganas e imitar todo lo que veía en la pantalla. Estoy seguro que no estaba siendo hipnotizada ni se estaba volviendo tonta, pero ella jugaba a que sí. Se lo pregunté directamente y me dijo que ya era una puta, pero que no me preocupara, solo lo sería para mí. Que la hipnosis era solo un juego excitante.
Pensándolo en retrospectiva, creo saber por qué Marta ya estaba disfrutando tanto de algo que unas semanas antes le habría parecido una aberración. En el glory hole ella debía sentirse humillada y usada, pero también muy deseada. Su autoestima nunca había sido demasiado alta. A pesar de que yo la consideraba una mujer muy atractiva (y de hecho, lo era, desde cualquier punto de vista), ella me confesó al poco de empezar a salir conmigo que se sentía fea. Que cuando era joven, unas compañeras de clase más mayores y más resabiadas se pasaron varios cursos haciéndole bullying y llamándola "fea", solo porque no se vestía como una chica mayor ni se maquillaba. Jamás superó del todo aquello, aunque cuando creció se convirtió en una mujer indudablemente guapa y con un cuerpo que cualquiera catalogaría de muy apetecible. Pero nunca se dio cuenta de ello y nunca pensó que podría resultar deseable a los hombres. Aquello me benefició cuando la conocí, porque ella se sintió muy halagada por fijarme en ella. Había tenido algunos novietes antes, pero no solía salir mucho y tenía poca experiencia. El resultado es que yo, siendo menos atractivo que ella, me llevé el premio gordo cuando empezamos a salir. También sospecho que esa falta de autoestima pudo haber provocado aquella infidelidad en la que la pillé. Seguro que aquel chico la había estado halagando y haciéndola sentir muy sexy. Era su punto débil. Supongo que debió sentirse en deuda con él y eso, unido al alcohol y a que habíamos tenido una fuerte discusión, la hicieron terminar chupándole la polla. Me sorprendí a mí mismo al pensar que solo había pasado poco más de un mes de aquello, pero ahora Marta se comportaba como una auténtica ninfómana.
En el glory hole, con tantísimos hombres haciendo literalmente cola para tener sexo con ella, debió darse cuenta por fin de lo atractiva que era. Paradójicamente, aquellos salidos se habrían follado a cualquier cosa que tuviera coño y estuviera allí disponible, porque escasean bastante las mujeres en ese tipo de locales, pero a ella eso le dio igual, o no se le ocurrió. Marta solo pensaba en que, en unos pocos días, había hecho disfrutar a decenas de hombres. Debió sentirse toda una mujer por primera vez, orgullosa, atractiva. Aunque fuera de aquella manera tan retorcida.
En todo esto pensaba yo, mientras Marta seguía sin apartar la mirada de los vídeos, y, en trance, se puso de rodillas en el suelo. Hacía gestos de rubia tonta, soltaba risitas y hacía que sus tetas se bambolearan arriba y abajo. Y con una voz aguda y juguetona, repetía los mensajes que aparecían, que eran del tipo "Soy una puta chupapollas", "obedezco a mi amo", "no tengo cerebro", "solo sirvo para follar", "solo soy tres agujeros y dos tetas", y cosas así. Luego, me miraba, llevaba los ojos hacia arriba hasta casi ponerlos en blanco, sacaba la lengua y dejaba que hilos de saliva cayeran hacia sus tetas, mientras emitía un gemido largo, suave y arrastrado.
Finalmente, me chupó la polla mientras repartía su mirada entre mis ojos y los vídeos hipnóticos de la pantalla. Iba pasando de una visión a otra, mientras su cuerpo se agitaba cada vez más. De vez en cuando sacaba la polla de su boca y ponía una mirada perdida, como si estuviera drogada o fuera retrasada mental. Era grotesco y casi desagradable, pero, de alguna manera me excitaba verla tan entregada. Parecía feliz.
El martes hicimos lo mismo. Ella, que antes y después de la sesión se comportaba con normalidad, en cuando empezaban los vídeos, volvía a ser una bimbo, tonta y entregada. Decía cosas como: "No soy nada, no tengo mente, no soy una mujer, solo soy una boca, unas tetas, un coño y un culo".
El miércoles, sus gestos, sonidos y movimientos eran cada vez más exagerados. Llevaba mucho maquillaje, los labios pintados de un rojo intenso y, para mi sorpresa, se había teñido el pelo de rubio (un color que ella siempre me había dicho que no le gustaba). Su ropa era muy provocativa, llevaba un vestido que yo no había visto nunca, debía habérselo comprado ella. El vestido no podía ser más corto y más escotado. Me fijé que tenía manchas aquí y allá. Probablemente, del semen guardado en el tapper. Ella me lo confirmó: "Me encantó ir por la calle así manchada."
Hizo botar sus tetas arriba y abajo y se le salieron del vestido enseguida, pues no llevaba sujetador (y tampoco braguitas, según me dijo). Siguió con sus movimientos, gemidos y repeticiones de mantras sexuales que proponían los videos, mientras se masturbaba con ganas. Hasta que en un momento dado, se quedó quieta, de rodillas a escasos centímetros de la pantalla, con la boca abierta, babeando y dejando en el suelo justo debajo de ella un charco de saliva que brillaba al ritmo de las morbosas imágenes subliminales que se sucedían a una velocidad vertiginosa. En su cara se reflejaban los rápidos cambios de color e iluminación del video. Ponía los ojos como platos viendo unas espirales que aparecían en la pantalla, alternándose con imágenes de mujeres trans siendo folladas, recibiendo corridas en la cara o corriéndose a su vez encima de las caras de hombres. El vídeo se complementaba con voces sensuales de mujer que le daban órdenes de no correrse, de mantenerse todo el tiempo en un estado de excitación y paroxismo. Al final, por fin, se lo permitieron. Marta entonces se corrió salvajamente. Yo me masturbaba a un lado de ella y eché mi semen sobre su cara, pero ella parecía no notarlo, estaba completamente entregada a lo que veía en la pantalla. La sesión terminó y nos quedamos dormidos en el sofá, abrazados.
El jueves, a la mitad de la sesión, me dijo:
-Amo, quiero que nos follemos a una trans, y que me folle a mí, y que os corrais los dos en mi cara, y que ...
-Espera, espera... ¿qué? ¿eso quieres de verdad?
-Siiii... - decía mientras todo su cuerpo se movía sensualmente y ponía otra vez esa cara de retrasada, dejando que la baba cayera.
-Esta bien, vamos a buscar algún teléfono o algún club.
Finalmente, me decidí a ir mejor a un club, no quería meter a una prostituta trans en casa, por si la veían los vecinos o por si pasaba algo desagradable. Me daba un poco de miedo el mundo de la prostitución. Mientras caminábamos hacia el club que habíamos buscado en internet, Marta mantenía la compostura otra vez, pero, cuando pensaba que no nos veía nadie, se estrujaba las tetas, se las sacaba del vestido, las hacía botar mientras se reía como una tonta o incluso intentó sacarme la polla y chupármela en medio de la calle. Era aún relativamente temprano y pasaba gente continuamente, así que no me parecía una buena idea. Por fin, llegamos al club, nos sentamos en la barra y esperamos a ver qué pasaba. Supongo que no solían entrar muchas parejas, porque pronto fuimos el centro de atención de clientes y trabajadoras.
Escogimos a una chica trans que nos pareció la más guapa y la más femenina. Nos hablaba con mucha dulzura y un leve acento extranjero que no pude ubicar. Entramos en una habitación y Marta tomó la iniciativa:
-Este es mi amo y yo soy su puta asquerosa, una esclava tonta cuya única misión es complacer. Quiero ser tu puta también, quiero que me folleis.
-Ah, muy bien, mi amor... - contestó la trans, que dijo llamarse Amber. Tras esto, ignoró a Marta y se dirigió a mí - Así que tú eres su amo... ¿Es buena puta?
-Sí - dije, intentando mantenerme en mi papel, aunque la situación no me estaba gustando - Como ves, está totalmente entrenada.
-Así que puedo hacer con ella lo que quiera ¿no?
-Eeeeh, bueno, sí - Mi determinación flaqueaba.
-Bueno, pues serán 500.
-Un momento, en el anuncio ponía 100 y en la barra me dijiste 200. No quise decir nada, pero ...
-Cariño - me interrumpió, - sois dos. Tenéis que pagar el doble...
-Eso son 400 - Interrumpí.
-... Más el "plus Amber" - Dijo, completando su frase.
-¿El plus Amber? - Pregunté mientras me daba cuenta de que estaban clarísimamente tratando de timarnos.
-Sí, guapo. Yo valgo un poco más.
-No tengo tanto dinero encima...
-Bueno, pues pagadme 200 y podéis iros.
-¿Qué? Llevamos 5 minutos aquí y no hemos hecho nada. No quiero problemas. Te voy a pagar 50 por las molestias y nos vamos.
Amber se me quedó mirando un momento, parecía que estaba analizándome. Al fin, dijo:
-Sois una parejita preciosa... - Y concluyó - Muy bien, por esta vez os dejo una hora por 200. Me habéis caído bien ¿Queréis algo de beber?
-Ron con coca-cola, por favor. Para mi puta un zumo, el que sea. - Contesté visiblemente aliviado.
Amber salió un momento y volvió con las bebidas y dijo con una sonrisa:
-Al bebercio invita la casa - y añadió: -¡Tú, puta! ¡Desnúdate y ponte de rodillas!
La voz le había cambiado, ahora Amber era cortante, fría y tenía el control de la situación. Para disimular mi nerviosismo, bebí un trago largo de mi bebida y acto seguido intenté imponerme y reconducir la situación, se suponía que el amo (y el cliente) era yo.
-Amber, solo yo le doy órdenes a mi puta.
-¿Ah sí? Que machito eres, amo... - Pronunció la palabra "amo" con ironía, y luego me empujó suavemente en el pecho con la punta de sus dedos.
Inexplicablemente, y a pesar de lo débil que había sido el empujón, me tambaleé. Sorprendido y confuso, intenté quejarme, pero antes de hablar, me invadió un mareo. Me sentía fatal. Tomé otro trago de la bebida para que no se me notara y me senté en un sofá cercano. Intenté respirar hondo, pero cada vez me costaba más mantenerme en condiciones. Amber se me acercó y rebuscó en mis bolsillos mientras yo era incapaz de resistirme. Comprobó que solo tenía 280 euros, resopló y se quedó pensando unos segundos. Se los guardó y luego dijo: "Yo siempre cobro, cariño". Yo mientras me sentía cada vez más débil y me pesaban los párpados. Mi último pensamiento lúcido me hizo mirar la bebida que aún tenía en la mano y entonces lo comprendí todo. Pero ya era tarde, el vaso se me cayó y yo le seguí unos segundos después. Antes de que se me cerraran los ojos, pude ver como Amber cogía del pelo a Marta, que aún seguía de rodillas, y la obligaba a desplazarse hacia alguna otra parte de la habitación que yo ya no podía ver. El oído fue el último sentido que perdí, justo cuando escuché como la puerta se abría y voces de un par de hombres decían algo incomprensible para mí. Y ya no percibí nada más.
Me despertó una sensación cálida y húmeda en la cara. Abrí los ojos lentamente. Estaba desnudo, tumbado en el suelo y me sentía bien, pero ese bienestar solo duró unos segundos cuando pude procesar la información que mis ojos y mis oídos empezaban a mandarme. No sabía cuánto tiempo había perdido el conocimiento. Lo primero que vi fue la cara de Amber, muy cerca, mientras me escupía en la cara. Oí gemidos fuertes a mi derecha y giré la cabeza para ver a Marta a cuatro patas, siendo follada por dos hombres, uno por la boca y otro no sabría decir si por el coño o el culo. Intenté levantarme lo más deprisa que pude, pero todo el cuerpo me pesaba muchísimo. Los codos y las rodillas me fallaron y volví a caer en redondo. Todo me daba vueltas, pero tenía que conseguir levantarme, coger a Marta y escapar de allí. Escuché a Amber que decía "ya está despierto, ponedlo aquí". Los dos hombres dejaron de follar a Marta, que se quedó tirada en el suelo. Me miraba o eso creo. No sabría decirlo con seguridad, porque su expresión denotaba que no parecía ser consciente de lo que estaba pasando. Probablemente, la habían drogado también. De repente, algo tiraba de mí con fuerza, eran los dos hombres, cogiéndome por las piernas y arrastrándome hacia Marta. Me pusieron tumbado junto a ella. Yo apenas era capaz de mover mis extremidades y menos aún cuando cogieron a Marta y la soltaron sobre mí. Cayó como un peso muerto. Yo estaba tumbado bocarriba y ella justo encima de mí, bocabajo. Su cara pegada a la mía. Me miró y esta vez sí noté que me reconocía. Me susurró "Estos hombres son clientes, van a pagar nuestra deuda. Tranquilo, no quieren hacernos daño". Pero aquello no me tranquilizó para nada.
Le iba a contestar algo, cuando su cara se desencajó y empezó a gemir. Conseguí con dificultad elevar un poco la cabeza y mirar hacia delante. Vi a Amber, que había empezado a follarse a Marta. Débil como estaba y con todo su peso encima, me resultaba imposible moverme. Todo el cuerpo de Marta se movía adelante y atrás. Su boca entreabierta pasaba de mi barbilla hasta casi mi frente. La miré y parecía estar disfrutando. De su boca empezaron a manar babas que pronto me dejaron toda la cara empapada. Sus tetas se rozaban completamente sobre mi torso. Marta empezó a gemir más fuerte, pues Amber aceleró el ritmo y la violencia de las sacudidas. Yo estaba aún drogado. No podía pensar con claridad y lo único que veía eran manchas color carne, pues la cara de Marta se movía rítmicamente a escasos milímetros de la mía. Todo lo que oía eran sus gemidos. Unos sonidos que invadían todo, que parecían salir de su garganta como el agua al abrir una presa. Mi sentido del tacto estaba también totalmente colapsado con la carne de Marta, que se deslizaba sobre la mía limpiamente, gracias al sudor y quién sabe qué otros fluidos.
Apenas podía respirar y abrí la boca. Juraría que Marta aprovechó justo ese momento para dejar caer gran cantidad de saliva sobre mí. Mucha de ella cayó dentro de mi boca, caliente y viscosa. Me miró a los ojos y esta vez fue una mirada inteligente. La sostuvo un momento y luego giró la cabeza para mirar a Amber y dijo: "soy una puta". E inmediatamente, volvió a mí y empezó a besarme muy profundamente. Ahora, mientras nuestros labios estaban pegados, notaba como sus gemidos hacían vibrar el interior de mi boca. Yo aún seguía pensando en cómo escapar de esa pesadilla, cuando me dí cuenta de que estaba empalmado. Mi polla debía estar muy cerca del coño de Marta, porque notaba como la polla de Amber, mientras entraba y salía, se rozaba con la mía. Amber también debió notarlo, porque la sacó, me cogió la mía y la introdujo en el coño de Marta. Instintivamente, yo comencé a mover mi pelvis hacia arriba y abajo. Marta susurró: "Gracias, amo". Colocó los ojos en blanco, sacó la lengua y volvió a babear. Todo me cayó a mí en la cara y tras esto ya dejé de intentar pensar. Mi cerebro se desconectó y me dediqué a follarme a Marta sin importarme qué pasaba alrededor. Oía las voces de los hombres y de Amber, pero no las escuchaba. Solo escuchaba los gemidos de Marta y el sonido de nuestras bocas chocando y compartiendo saliva.
Sin embargo, unos minutos después, noté algo duro dentro del coño de Marta. Además, ella ahora casi gritaba. Encontré algo de lucidez para mirar otra vez y vi que Amber estaba embistiendo a Marta, así que deduje que se la estaba follando por el culo. Aquello duro que notaba era la polla de Amber, al otro lado de la "pared" que separaba ambas cavidades. Marta ahora estaba como poseída, parecía que le dolía un poco, pero al mismo tiempo, no estaba dispuesta a parar o quejarse. Sus gemidos casi me hacían daño en los oídos.
Estuvimos un rato así, hasta que noté que me quitaban a Marta de encima y me movían bruscamente. Casi sin darme cuenta, ahora estaba a cuatro patas y justo frente a mi cara estaba otra vez la cara de Marta, que también estaba en la misma postura que yo. Cuando comprendí lo que iba a pasar ya era tarde. Noté algo frío y viscoso en el culo e inmediatamente después un dolor y una presión insoportables. Mis codos me volvieron a fallar y me golpeé la barbilla contra el suelo. Estaban follándome el culo. Intenté moverme, pero alguién estaba empujándome los hombros hacia abajo para mantenerme quieto y pegado al suelo. Miré y comprobé con sorpresa que era Marta quien me inmovilizaba. En condiciones normales, habría podido con ella, pero lo que fuera que echaron en mi bebida me había debilitado completamente. Si habían drogado a Marta, se trataba de otra clase de droga, porque ella conservaba toda su fuerza. En mi mente no paraba de darle vueltas a la actitud de Marta. Claramente estaba disfrutando con esto. Y la culpa era mía. La había convertido en una puta constantemente cachonda. Con aquello del glory hole y los vídeos de hipnosis de bimbos, Marta era ahora sumisa no solo para mí, sino para cualquiera que le ofreciera cualquier tipo de sexo.
Mientras pensaba en todo esto, casi había olvidado que una polla estaba ya penetrándome el culo fuerte y con ritmo. Miré hacia atrás y era Amber. Por suerte, me había fijado antes que su polla era bastante pequeña y me habían embadurnado con un buen puñado de vaselina o similar, era aquello frío y viscoso que noté antes. La verdad es que la polla entraba y salía con facilidad. No podía decir que me estuviera gustando, pero no estaba siendo algo tan atroz como cabía esperar. Era simplemente una sensación desagradable tener algo entrando y saliendo de mi interior. Me pregunté si estaba sintiendo lo mismo que sentía Marta cuando yo se la metía. Sin posibilidad de moverme, mi única opción era dejarme hacer. Incluso si pudiera zafarme de Amber, aún quedaban dos tipos bastante fornidos que, sin duda, podrían conmigo, debilitado como estaba por la droga. Marta debió sentir que yo había dejado de resistirme, porque me soltó, acercó su boca a mi oído y me dijo "Aguanta, cielo. Yo estoy aquí contigo".
Acto seguido, se alejó un metro y se puso de rodillas, me miró un momento, sonrió y justo después giró la cabeza para recibir la polla de uno de los hombres. No había empezado aún a chuparla, cuando el otro hombre se acercó por el otro lado y le puso la polla en la cara. Sin dejar de mirarme, Marta cogió las dos pollas, una a cada lado de la boca e intentó meterse las dos. Los hombres empezaron a magrearle las tetas, Marta cerró los ojos y ya no me miró más. Mientras tanto, yo tenía mis propios problemas. Nada menos que una polla en el culo. Amber embestía sin piedad y yo resistía, mientras no quitaba ojo a la doble mamada que Marta le hacía a esos dos. Ahora, sin Marta agarrándome, tal vez podría sacudirme y quitarme de encima a Amber, pero volví a mirar a Marta, claramente disfrutando siendo una puta. Pensé en las siguientes fases de mi plan, que consistían en tríos, intercambios de parejas y orgías, para terminar con prácticas sadomasoquistas. Yo estaba dudando sobre si llegar a esos extremos, pero, claramente, Marta había decidido por mí. Ahora ya estábamos en toda una orgía, aunque no como yo la había imaginado, obviamente. No mediante drogas en la bebida y sexo homosexual. Pero ahí estaba Marta, ahora en cuclillas encima de uno de los tíos y botando sobre él. Las tetas girando en todas direcciones, la cabeza caída hacia la derecha y de la boca saliendo babas y guarradas. Intenté entender lo que decía: "Fóllame, soy una guarra, una puta asquerosa, todos sois mis amos ahora... haré lo que queráis, no tengo voluntad, humílladme, sometedme, pedidme las cosas más sucias que se os ocurran... se la chuparé a quien queráis, a gente asquerosa... quiero que se corran en mi cara un grupo de vagabundos... soy una zorra, una muñeca hinchable, pégame, estrújame fuerte las tetas, por favor, amo... siiii... soy una puta...."
Me fijé entonces que el otro tipo estaba ahora follándose a Amber, mientras esta me follaba a mí. Sentí un poco como si me estuvieran follando los dos a la vez. Ahora Marta estaba otra vez chupando la polla, o más bien, el tipo estaba follándole la boca. Se la metía muy adentro y la mantenía ahí unos instantes. Temí que Marta se ahogara, pero, tras sacarla, respiraba profundamente y ella misma lanzaba la cabeza hacia el viente del tipo, hincándose la polla en la garganta otra vez. Tras un par de veces, salió de su boca algo parecido al vómito, que se derramó por todo su cuerpo, dejándole unas manchas de un color amarillento oscuro. Ahora, el tipo tenía en la mano una pequeña caja, del tamaño de un mando a distancia. Le dijo a Marta: "Escúchame, cada vez que pulse este botón, sonará un zumbido. Cuando lo oigas debes decir que eres una puta ¿entiendes, zorra?" Marta asintió mientras seguía chupando. El tipo inmediatamente pulsó el botón, sonó un zumbido leve. Marta se sacó la polla de la boca en ese momento y dijo: "Soy una puta". El tipo, como respuesta, le dio una fuerte bofetada en la cara. Yo me sacudí y tuve un momento de ira al ver aquello, pero fue justo el momento en el que Amber sacó su polla de mi culo, y el otro tipo la sustituyó. Mi culo ya estaba bien abierto, pero aún así, me doblé de dolor al notar un polla mucho más grande. El tipo me agarró los hombros y siguió penetrándome. Yo ya no sabía qué pensar. Descubrí que llevaba gimiendo ya un rato.
Mientras tanto, el que estaba con Marta le explicaba: "He dicho que digas que eres una puta, no que dejes de chupar, zorra estúpida". Marta contestó "Sí, soy estúpida, amo. Perdóname, no volveré a equivocarme, pero puedes pegarme más en la cara, si quieres. Estoy totalmente sometida, cualquier cosa que me hagas me dará placer". Ante eso, lógicamente, el tipo le dio otra sonora bofetada y le metió la polla en la boca otra vez. Volvió a pulsar el botón. Esta vez, Marta, con la boca llena, apenas acertó a pronunciar correctamente "soy una puta", pero lo intentó con ganas.
Ahora, cada pocos minutos, sonaba el zumbido y Marta decía (cada vez más alto) "soy una puta". Amber se acercó y empezó a follársela. Yo, sin darme cuenta, estaba ahora moviéndome hacia delante y atrás. Cuando fui consciente, no me importó. Seguí moviéndome, ya consintiendo totalmente que me follara por el culo aquel desconocido. Seguían sonando zumbidos, cada vez más frecuentes. Marta, cuando apenas había terminado de decir "soy una puta", tenía que volver a decirlo. Cada vez que lo decía, perdía más y más el control. Se estaba corriendo. Abrió los ojos y me miró. Yo, en ese momento, estaba ya gimiendo como una perra y moviendo mi culo para meterme esa polla lo más dentro posible. Marta puso los ojos en blanco y babeó. Yo, inexplicablemente, sentí un deseo incontrolable de hacer eso también, y lo hice. Ahora el zumbido era tan frecuente que Marta no paraba ni un segundo de decir "soy una puta". Amber y el tipo sacaron sus pollas y empezaron a pajearse cerca de sus tetas. Marta, de rodillas, se masturbaba y gritaba a pleno pulmón "soy una puta, soy una puta, soy una putaaaa..." El tipo ya mantenía apretado todo el tiempo el botón y, en el momento en el que el semen de las dos pollas cayó sobre sus tetas y cara, Marta enloqueció. Gritaba "Soy una puta" tantas veces seguidas y de una manera tan desgarrada que parecía un animal salvaje al que estaban sacrificando.
Por fin se calló y vino gateando hasta mí. Puso su cara a un centímetro de la mía. Podía ver y oler todo el semen de sus mejillas. Sus ojos estaban muy abiertos y tenía una sonrisa inquietante. En ese momento, el que me follaba sacó la polla de mi culo y se desplazó rápidamente hacia donde estaban nuestras caras. Marta me agarró la cabeza con las manos y empezó a restregar mi cara contra la suya. Al mismo tiempo, sentí como caía más lefa sobre mi frente, mi nariz y mis mejillas. Marta continuó restregando nuestras caras, hasta que se apartó y me dijo "Te acaban de follar el culo y correrse en tu cara, Javi. Ahora tú también eres una puta. Dilo, di que eres una puta."
Yo estaba agarrotado, me derrumbe en el suelo. El culo me dolía a rabiar, pero al mismo tiempo, el hecho de no tener ya la polla dentro me proporcionaba un alivio mezclado con placer. No podía pensar. Marta me sacó de mi ensimismamiento con una bofetada en la cara y repitió con voz dulce y juguetona: "Ahora eres una puta tú también. Vamos, dilo". Yo seguía callado, tratando de pensar con claridad, en el fondo de mi mente aún había cierta preocupación por una situación que, claramente, se me había ido de las manos. Por primera vez, no tenía el control. Marta me escupió una mezcla de saliva y lefa en plena cara e insistió: "Di que eres una puta. Me encantaría que fuéramos compañeras putas. Dos zorras siendo folladas y humilladas. Disponibles para cualquiera... ¿Te gustaría ser mi compañera puta? jijiji".
Dije "Sí". No comprendo de dónde salió aquella palabra, supongo que, de alguna manera, la droga, aunque no llegaba a anular del todo mi voluntad, sí me hacía bastante sugestionable y manipulable, si las órdenes eran muy repetitivas o vehementes.
-Sí ¿qué? - Me animaba Marta.
-Sí, quiero que seamos ... compañeras putas - No quería decirlo, y sin embargo, lo dije. Todo me daba vueltas. Llegué a pensar que estaba soñando. Marta me confirmó que no con una bofetada:
-Muy bien, putita. Somos dos putitas, jijiji. ¿Te han follado bien?
-...Sí, me han follado bien.
-¿Te ha gustado?
-Al principio no, pero cuando te vi chupando y follando, perdí el control.
-Sí... No te he quitado ojo, he visto como movías el culo adelante y atrás, como te clavabas esa polla y, por tu mirada, veía tus barreras mentales rompiéndose, a medida que el placer se apoderaba de tu mente. Esa polla en tu culo te convirtió en puta, Javi... Dilo, di que eres una puta.
-Soy una puta...
-Otra vez.
-Soy una puta.
-Más - dijo Marta, mientras agarraba la cajita y pulsaba el botón. Un hombre se acercó a nosotros.
-Soy una puta.
-Ya sabes lo que hacer, putita... - Marta pulsó el botón. El hombre empezó a mover su polla a escasos centímetros de mi cara.
-Soy una puta.
Marta siguió pulsando el botón cada 10 o 15 segundos y yo no dejé de decir "soy una puta". A cada repetición, las cosas parecían importar menos. Marta ya estaba masturbándose frente a mí, sonriendo pícaramente y diciendo "puta" con los labios, aunque sin emitir sonido alguno. La polla chocó con mi boca. Dudé un instante, pero Marta en ese momento abrió mucho la boca y sacó la lengua. Por puro instinto, la imité sin quererlo y la polla aprovechó para entrar. Sonó el zumbido, pero yo estaba ocupado tratando de asimilar los acontecimientos. El tipo, sin sacar la polla de mi boca, me dio una hostia en la cara y me dijo "¿No escuchas el zumbido, puta?", así que yo pronuncié como pude, con la boca llena, "soy una puta" una vez más. La polla cogió ritmo y pronto estaba follándome la boca sin piedad. Yo me dejaba porque mi mermada mente tenía poca capacidad de concentración, y la necesitaba toda para escuchar el zumbido para saber cuándo decir "soy una puta". Marta cogió la polla y empezó a pajearla mientras seguía entrando y saliendo de mi boca.
-Soy una puta, soy un puta, soy una puta, soy una puta... - Pronto, el zumbido se hizo continuo. Marta se unió al coro, aunque a destiempo, creando un galimatías en el que solo se entendía la palabra "puta". Al final, simplemente repetía "puta" una y otra vez, y yo hice lo mismo. Nuestras voces aumentaban de volumen y sonaban cada vez más desgarradas. Debido a que seguía teniendo una polla en la boca, me era imposible pronunciar correctamente, así que la palabra "puta" dejó de ser una palabra, para convertirse en un sonido animal, una repetición obsesiva que ya invadía mi mente. Mi cerebro solo funcionaba para realizar una tarea: decir "puta" cada vez más alto. Terminé entrando en trance, mientras observaba a Marta arañarse la piel de las tetas y el vientre hasta hacerse sangre, pegarse ella misma y moverse como si estuviera sufriendo un ataque epiléptico. Casi olvidé que una polla me follaba la boca, hasta que lo recordé de repente cuando salió y chorros de lefa caliente chocaron con mis mejillas y mi boca. Yo seguía gritando "puta", ahora entusiasmado pudiendo pronunciarlo correctamente. Mi boca se abría al hacerlo y la lefa caía dentro. Era un sabor desagradable y por un momento volví a la realidad. Pero Marta se lanzó entonces a lamerme la cara y a decirme: "Eres una puta... una zorra de mierda... jajajaja... ahora tú también eres una puta, tú también eres una putaaaa... ¡¡¡TU TAMBIÉN ERES UNA PUTA!!!" Marta ya no gritaba estas frases, las aullaba, reía histéricamente y volvía a empezar, mirándome con ojos de loca de atar, estaba disfrutando viéndome así. Abrió la boca y gritó incoherencias, sonidos salvajes, mientras se arañaba la cara con las dos manos. Luego, volvió a gritar con tanta fuerza que la garganta se le quebró, sonando las últimas palabras ya con una ronquera como si hubiera estado en un concierto cantando a pleno pulmón sus canciones favoritas: "AHORA TÚ TAMBIÉN ERES UNA PUTA. BIENVENIDA A TU NUEVA VIDA." Trataba de entender qué significaba exactamente eso de la "nueva vida" cuando llamaron a la puerta. Amber abrió y entraron otros tres hombres.