Las 7 Pruebas (II)

Marta ha sido infiel a su novio Javi. Para demostrarle que está arrepentida, ha decidido someterse a él como su esclava sexual durante 7 semanas. En este capítulo continúan las pruebas, cada vez más degradantes [Aviso: Misoginia, lluvia dorada]

Aún quedaba una última sesión para completar la Fase 1, pero, dado que Marta estaba preparada para avanzar y que al día siguente era Lunes, me pareció buena idea empezar con la Fase 2. Así se lo hice saber en el email de esa noche; de esta manera también le daba a entender que por fin había hecho las cosas bien. Esta vez, los vídeos que le mandé eran diferentes. Se trataba de recopilaciones de cumshots, cortes de escenas de distintas películas porno que solamente mostraban corridas en la cara y en las tetas de las chicas.

La primera sesión de la Fase 2 fue a pedir de boca. Ella se masturbaba con ganas mientras veía caras, tetas, pollas y semen. Chicas que se arrodillaban y recibían la corrida como si fuera una ducha refrescante una tarde de Agosto. Yo había elegido vídeos en los que las protagonistas más parecían disfrutar. Mi intención era grabar en la mente de Marta esta idea: tener la cara, la boca y las tetas brillantes y mojadas de cremosa lefa es algo que puede llegar a excitar a una mujer.

Durante los siguientes días Marta fue soltándose muy gradualmente; no hubo ese punto de inflexión de la semana anterior, pero el progreso era satisfactorio. No podía decirlo con seguridad pero mi impresión era que le gustaba de verdad ver aquello. En los últimos días, noté que siempre que, en el video, la polla estaba apunto de eyacular, Marta, mientras seguía masturbándose, abría la boca y sacaba ligeramente la lengua; y cuando el semen caía sobre la actriz, sus suspiros se volvían más audibles y alargados. A veces, se corría justo en ese momento.

El último día, cuando ya llevábamos un rato de sesión, me miró y, mientras jadeaba y hacía gestos involuntarios de placer (arrugando la nariz, cerrando fuerte la mandíbula), me pidió con una voz gutural que casi me dio miedo: "Por favor, quiero..." - trago saliva y casi se atragantó- "... necesito chuparte la polla."

-¿Qué más? -contesté, aguantándome las ganas de meterle la polla hasta la garganta.

-Y que te corras en mi cara...

-¡Mal! -, la corregí, - al final de cada frase debes decir "amo". Ahora dilo todo junto.

-Quiero chuparte la polla y... que... te corras... en mi cara... amo. -Dijo la frase interrumpiéndose mucho, como si le costara hablar. Yo sabía que la dificultad estribaba en que estaba reuniendo fuerzas para decir la palabra "amo".

-Mmmm, no sé. No me convences. Tienes que ser más... persuasiva.

Ella me miró confundida un momento y luego bajó la mirada. Esta era una nueva prueba que debía superar. Un muro mental que tenía que derribar. Por suerte, lo hizo rápido.

-Mi amo... por favor... necesito tu polla. Soy tu puta y tu puta quiere que se la metas en la boca hasta el fondo.

Me mostré aún inflexible, negué con la cabeza. Pero al mismo tiempo, quería mostrarle que ese era el camino correcto, para alentarla a seguir; así que me acerqué más, me incorporé un poco y acerqué la polla a sus tetas, aunque teniendo cuidado de no rozarlas. Efectivamente, Marta captó el mensaje y aumentó la dosis de lascivia en sus palabras y su tono de voz.

-Por favor, te lo suplico, amo. Llevo días soñando que me llenas la boca con tu polla. Llevo toda la semana viendo porno sin parar, sola en mi casa. Estoy tan caliente que sólo puedo pensar en tu semen cayendo por mis tetas. - Como yo seguía sin acercar la polla, se le ocurrió continuar así: - Mira... -abrió la boca y sacó la lengua - esto es para ti. Haz lo que quieras conmigo. Fóllame la boca hasta que te corras.

Entonces, se metió los dedos índice y corazón en la boca y actuó como si chupara una polla mientras me miraba y gemía. Yo aumenté el ritmo de mi paja, pero seguí sin acercarme. Marta se esforzó más:

-Amooooo... conviérteme en tu puta de verdad. - dijo mientras seguía metiendo y sacando sus dedos totalmente rectos y ya brillantes, empapados. Cada cinco segundos los sacaba para seguir hablando - No puedo ser tu puta hasta que no me bautices con tu leche. Quiero sentirla, chorreando por mi cara, por mi boca, por mis tetas... - Volvió a chuparse los dedos un instante y volvió a sacarlos para hablar - Dame tu polla, amo. Dámela... soy tu puta... soy tu puta... soy tu puta... - Esas últimas repeticiones casi parecían un mantra. La palabra "puta" iba calando en su vocabulario. Cada vez que la pronunciaba le salía más natural.

No pude más, la agarré de la nuca y clavé mi polla hasta su garganta. Ella retrocedió un poco y vaciló, pero se recuperó pronto y comenzó a chupar como no había chupado nunca.

Aquello era demasiado y yo no iba a tardar en correrme. La saqué y la agité con fuerza a un centímetro de su nariz; ella empezó a gemir más fuerte y se agarró las tetas.

-Saca la lengua al máximo y súbete las tetas. Deja la lengua fuera todo el tiempo - le ordené.

-Sí, amo... dámelo, échamelo todo. Lo quiero. Quiero tu semen...

En ese momento, mi polla escupió el chorro blanco sobre su lengua y luego se derramó en goterones hacia las tetas. Me aparté un palmo para disfrutar de la vista: Marta seguía con la boca abierta y la lengua fuera, con hilos de semen que llegaban hasta su pecho. Ahora las manos recorrían toda la zona esparciendo el líquido, y así permaneció unos minutos hasta que se quedó dormida.

Despertó unos cuarenta minutos más tarde y lo primero que hizo fue mirarse las tetas y contemplar todo el semen seco cubriéndolas. Se vistió pensativa, me besó para despedirse y salió de casa sin decir ni una palabra.

Yo sospechaba que debía estar preguntándose cómo sería la fase 3 y, sobre todo, hasta donde llegaríamos, pues debió recordar de repente que eran 7 fases. Tal vez se asustó pensando qué perversiones la esperaban.

Efectivamente, la tercera semana yo tenía pensado un gran salto.

Le mandé vídeos de parejas amateur follando en sitios públicos o películas porno en donde chicas disfrutaban practicando sexo mientras eran observadas por mirones.

El lunes, cuando llegó a casa y me vio esperándola en el portal, vestido para salir y con las llaves del coche en la mano, estuvo a punto de darse la vuelta. Pero algo la mantuvo junto a mí. Si bien, me lanzó una mirada suplicante.

Yo la agarré del brazo y la metí en mi coche. Conduje un rato por la ciudad, en silencio y sin prestar atención a sus preguntas, hasta llegar a un polígono industrial, ya totalmente desierto, pues era tarde-noche.

Una vez el coche aparcado, la hicé desnudarse completamente dentro del coche y chuparme la polla. Marta, lógicamente, intentaba colocarse de manera que fuera lo menos visible posible, pero yo la obligaba a estar muy cerca de la ventanilla y bien erguida. Cualquier persona que pasara podría habernos visto perfectamente, aunque no vimos a nadie. A veces pasaba algún coche junto al sitio donde estábamos aparcados, pero nada más. Ninguno paró.

Estuvo muy nerviosa y mirando a todas partes todo el tiempo, pero cumplió.

El martes y el miércoles hicimos lo mismo. Ella estaba un poco más suelta y yo lo aproveché poniéndola a cuatro patas y agarrándola del cuello para colocar su cara mirando hacia arriba. Su espalda se arqueaba hacia abajo y ella quedaba con la cara y las tetas casi erguidas. Entonces la empujaba mientras follábamos, de manera que sus tetas quedaban rozando la ventana. La empujaba un poco más hasta que se le aplastaban contra el frío cristal. Ella se resistía al principio, pero yo me mostraba inflexible, mientras mi polla entraba y salía sin piedad.

-Eso es, puta. Quiero que restriegues tus tetas de zorra contra la ventana. Imagina que hay alguien mirándote desde fuera, pensando en lo guarra que eres.

-Mmmmmm...

-¿Te gusta, puta? - Ella no contestó, así que insistí: Dime, perra ¿te gusta?

-Mmmm, no sé...

-Imagina que se pajean ahí afuera, viéndonos follar. Que se corren en el cristal.

-Mmmm... sí, amo

-Lame el cristal desde dentro, como si recogieras ese semen.

El jueves tenía preparado un golpe de efecto: contacté por internet con un par de mirones. Hombres que disfrutaban viendo a parejas follando, pero que no tenían ninguna intención de participar. Eran inofensivos, en una palabra. Por si acaso, les metí un poco de miedo. Les dije que si intentaban algo, tenía una pistola en el coche y que además, todo estaría siendo grabado con una cámara, así que podría denunciarlos. No hizo falta, eran unos pobres diablos pervertidos cuya única emoción sexual era mirar. Les dije donde iba a estar mi coche aparcado y a qué hora.

Y efectivamente, mientras follábamos como los días anteriores, Marta pegó un grito de repente. Vio la silueta de un hombre que clarísimamente se estaba masturbando, muy cerca de la ventana. Luego se le unió otro.

-¡Vámonos, vámonos, rápido! - gritaba.

-Nada de eso, puta. Esos dos están ahí porque yo los he citado aquí. Quiero que vean lo puta que eres.

-¡¡¡¿Qué?!!! - la antigua rabia de Marta se abría paso.

-Contrólate, zorra. No te harán nada, sólo quieren mirar. Las puertas están cerradas y tengo las llaves en el contacto. Si hubiera algún problema, podríamos huir fácilmente. Pero no lo habrá. Me he asegurado de ello.

-¡Estás como una puta cabra, vámonos, por favor!

-¡He dicho que no, puta! Ahora, chúpame la polla.

Marta se bloqueó y le resultó imposible hacer nada. Estaba como ida; lloraba y suplicaba que nos fuéramos de allí.

Pensé "aquí acabó todo". Había ido demasiado lejos y ahora estaba maltratándola.

-Muy bien, nos vamos. Pero, lógicamente, no has cumplido con tu parte del trato. Así que, así termina esto. Estoy decepcionado... - Confesé mientras me incorporaba en el asiento y me disponía a arrancar el coche.

-No, espera...

-¿Sí?

-¿De verdad sólo van a mirar?

-Te lo juro.

-Está bien, quiero demostrarte que estoy comprometida con esto.

Soy consciente de que aquello fue un chantaje emocional en toda regla. Pensé que la situación se parecía demasiado a una violación. Pero, mientras dudaba sobre qué hacer, me fijé en que Marta desviaba la mirada hacia los hombres de fuera. Percibí que no estaba mirando con miedo, sino con cierto indicio de excitación. Estoy seguro de que ella misma no era consciente, pero sus manos, que estaban tapando sus tetas, se movieron ligeramente arriba y abajo. Vi sus ojos bajar hacia las pollas de los hombres y vi sus dedos apretar ligeramente la carne. Decidí ponerle la polla en la cara. Ella miró hacia afuera tímidamente. Los hombres seguían ahí, expectantes.

Marta suspiró hondo y empezó a chupar.

-Eso es, puta. Que te vean bien.

-No, por favor...

-Sigue chupando. Y acércate a la ventana.

Marta chupó hasta que me corrí en su boca y luego la obligué a mirar por la ventana, sin desviar la mirada, hasta que se corrieran los dos hombres sobre el cristal. Era un espectáculo ver su cara, mojada de semen, tan cerca de otras dos pollas, aunque separadas por la ventana cerrada del coche. El semen cayó como lluvia sobre el cristal y sólo entonces le permití vestirse. Arranqué y nos fuimos de allí.

-¿Vamos a hacer esto los días que quedan, verdad? - me preguntó, visiblemente asqueada.

-Así es.

Los videos que le mandé a partir de ese momento mostraban escenas parecidas. Mirones fuera de un coche y una pareja follando dentro. A veces, la pareja les dejaban entrar y unirse.

El viernes, Marta llegó muy asustada porque pensaba que yo les dejaría entrar también. Pero le aseguré que no.

Y así fue, viernes, sábado y domingo, follamos dentro del coche mientras hombres (eran cada vez más, el domingo llegaron a ser seis) nos miraban y se corrían en las ventanas.

El domingo, Marta empezó por fin a disfrutar de la situación. Al fin y al cabo, por muy incómoda que fuera, Marta ya había pasado por ella en los días anteriores y, además, yo me estaba esmerando en follarla bien y hacerla disfrutar. A pesar de su pudor, el placer fue abriéndose paso poco a poco, hasta que debió pensar "a la mierda" y comenzó a gemir y ponerse muy cachonda. Pasaba las tetas y la lengua por la ventana sin que yo se lo ordenara. Descubrió que la excitaba muchísimo provocar reacciones en los hombres de fuera. Los tentaba, los miraba, les ofrecía las tetas y abría su boca al máximo con los labios rozando el cristal cuando se corrían.

Esa noche le mandé la serie de vídeos para el primer día de la Fase 4. Se trataba de compilaciones de mamadas y corridas en glory holes. Las chicas estaban solas en una pequeña cabina, a veces era un baño. En las paredes había agujeros y de ellos salían pollas. Las chicas las chupaban con placer. Esa noche, me llamó y con voz compungida me preguntó "¿de verdad tengo que hacer eso?". Como única contestación, le dije "te veo mañana" y colgué. Pasé todo el lunes preguntándome si se presentaría. Aquello era otro salto al vacío: chupar pollas de otros. Cuando vi que llegaba, como siempre, a la hora prevista, solté un "¡bien!" mentalmente y salí a su encuentro. Sin dejarle tiempo para hablar, la agarré del brazo y se lo puse en su espalda, manteniéndola inmovilizada. Ella se dejó hacer. La besé con ganas y luego le coloqué un collar. Era una pieza muy simple: solo un aro plateado bastante discreto y de escaso diámetro, quedaba rozando la piel del cuello. Marta respiraba profundamente y el collar se hundía ligeramente entre su carne. Su único rasgo distintivo era un candado pequeñito que colgaba de la parte delantera. Luego saqué un rotulador y pinté en su frente: "PUTA". Nos montamos en el coche y conduje al centro de la ciudad, hacia un club que yo había buscado previamente por internet.

Entré en un parking privado y pagué por aparcar el coche. Subimos unas escaleras y curzamos una puerta; de repente estábamos en un local escasamente iluminado. Caminamos por un pasillo lleno de puertas a ambos lados; de ellas salían sonidos que sólo podían calificarse como sexuales. Marta debía estar muy nerviosa, pero no dijo nada. Entramos por una de las puertas, y tras ella había una cabina con una pantalla en la pared opuesta. La puerta, al cerrar, descubría un espejo en su reverso. En la pantalla había una ranura para meter billetes. Introduje 10 euros y la pantalla se activó, mostrando una película porno.

De unos agujeros en las paredes no tardaron en salir un par de pollas flácidas. Ella me miró.

-Has llegado hasta aquí. Ahora solo te queda continuar, aunque recuerda que puedes abandonar cuando quieras. - Dije, y le di un beso lo más cariñoso y cálido que pude. Sabía que ahora necesitaba un poco de apoyo.

-¿De verdad quieres que haga esto? ¿Que chupe la polla de otros? ¿Esto te excita? - Decía en voz baja.

-La verdad es que no lo sé. Pero esto es lo que hace una puta. Y eso es lo que tú eres. Mira lo que he escrito en tu frente.

Marta se miró al espejo y vio en su frente la palabra "PUTA". Luego miró el candado que colgaba de su collar. Y por último, dirigió la mirada a las dos pollas en sus agujeros.

Durante un minuto largo, los gemidos de la película porno que mostraba la pantalla eran el único sonido. Poco después, sonó una voz de hombre desde el otro lado. Sin duda, uno de los que tenía la polla saliendo del agujero. Dijo: "Ven, amor, cómete este chupa-chups. Verás qué rico." El tono y las palabras eran realmente soeces, poco elegantes y nada originales. Tanta vulgaridad me hizo pensar en si sería mejor largarnos de allí.

Pero justo en ese momento, Marta se puso de rodillas y se acercó a una de las pollas. Me volvió a mirar, como suplicándome que terminara con esto. Pero solo ella podía hacerlo. Podía hacerlo cuando quisiera. Le dije:

-Vamos, zorra ¿No es esto lo que hacías cuando te pillé con aquel tío? Pues venga, seguro que puedes hacerlo otra vez.

-Sí, perrita, haz lo que te dice tu chico. Parece que eres una chupapollas de campeonato ¿Se la chupaste a otro? - Dijo la voz.

Aquello le hizo recordar por qué hacía esto. Ella quería obtener mi perdón y yo no le dejaba alternativa. Tímidamente, agarró la polla, cerró los ojos y se la metió en la boca. Chupaba fatal.

-Así no, como lo has hecho estos últimos días. Demuestra lo puta que eres - dije mientras le sacaba las tetas del top de un tirón - No me dejes en mal lugar con el hombre que está al otro lado - La animé, al tiempo que la cogía por la nuca y la forzaba a meterse la polla hasta la garganta.

Me mantuve obligándola a mover la cabeza hasta que, por fin, ella empezó a moverla por sí sola, mientras la voz del tipo seguía diciendo guarradas, a las que ella contestaba con un gemido de disgusto. Casi al mismo tiempo, el tipo se corrió y Marta casi se atragantó, mientras hacía pucheros, casi a punto de llorar. Le cayó algo de semen en los pechos. Le ordené que se chupara las tetas, pero no quería. Le dije "venga ya... ¿acaba de correrse en tu boca y ahora te da asco chupar el resto de la corrida?"

Mientras respiraba entrecortadamente, yo le señalé sin piedad otras dos pollas en sendos agujeros. Marta comenzó a chupar una de ellas, y yo le agarré la mano derecha y la llevé hacia la otra polla. Instintivamente, la mano se cerró en torno a la polla, pero antes ella me miró, como pidiendo permiso. "Ya sabes qué hacer", le dije.

Claro que lo sabía, su boca se llenó de carne y su mano masajeó rítmicamente. La polla que chupaba comenzó a moverse hacia delante, buscando la profundidad de su garganta. Aquello pilló a Marta desprevenida y sufrió una arcada. Agarré su cara rápidamente y la hice escupir sobre sus tetas. E inmediatamente dirigí su cabeza nuevamente hacia la polla, esta vez obligándola a metérsela hasta el fondo. Marta gemía más fuerte y emitió sonidos guturales que fueron la antesala de más y más saliva que, sin ella quererlo, salía hacia su barbilla, y de allí a su pecho, lentamente, en hilos viscosos, casi sólidos. Curiosamente, fue la otra polla, la que pajeaba, la que se corrió, empapándole la mano. Marta no paró de mover aquella mano hasta que ya no hubo razón para ello, y me pareció una excelente señal. Tampoco paraba de mover la cabeza, consintiendo en la follada de boca que estaba recibiendo. Pero no quería que se relajara, así que le cogí la mano llena de semen y se la llevé a la cara, pelo y tetas. Ella abrió los ojos brevemente y creí notar cierto disgusto en su mirada. Pero en ese momento una voz amortiguada por la estrecha pared que separaba las pollas de Marta anunció que se corría. Marta continuó. No podría jurarlo, pero me pareció que Marta aumentó el ritmo y sus gemidos se hicieron más cortos y casi inteligibles. Parecían ser un intento de lenguaje articulado. Un especie de mensaje inequívoco que significaba "Sí, córrete." No sabría decir cuándo ocurrió eso, porque Marta siguió chupando unos segundos más y cuando dejó libre la polla, esta estaba reluciente y sin rastro de semen. Marta se lo había tragado todo.

Tras esto, los agujeros se mantuvieron vacíos unos minutos. Marta miraba a la pared pensativa, y al cabo de un momento, posó su mirada en el espejo. Aún estaba vestida, el top desplazado hacia abajo mostrando sus tetas mojadas, la falda negra con varios chorreones de lefa y saliva, a veces mezclados y otras no. Su cara enrojecida y la palabra PUTA en la frente aún bien visible. Reinó el silencio durante un rato. Los dos estábamos encajando lo que acababa de ocurrir. Para mí también estaba siendo un shock. Pero noté mi polla durísima chocando con el pantalón. Ella desviaba de vez en cuando la mirada hacia los agujeros. Cuando por fin salió otra polla más de uno de ellos fue como si apareciera un buen amigo inesperadamente, durante una reunión incómoda, de esas en las que no se sabe de qué hablar.

Esta vez lo hizo todo sola. Pajear la polla, mover la cabeza adelante y atrás, y gemir. Yo me saqué la polla y empecé a masturbarme. Ella alzó la mano para pajearme, pero le señalé a otra polla que acababa de aparecer en el agujero contiguo.

-Las buenas putas complacen a todo hombre que se acerca - Dije, por toda explicación.

Esa tarde se corrieron en la boca, cara y tetas de Marta 11 pollas. Cuando terminó la sesión, no la dejé limpiarse. Se subió el top salpicado aquí y allá de chorreones de lefa y cubrió sus tetas empapadas. Nos montamos en el coche y fuimos a casa. Ella pasó todo el viaje en silencio y con la mirada perdida, mirando por la ventanilla. Al aparcar, la hice salir, ponerse de rodillas y chuparme la polla entre dos coches. Cuando me iba a correr, la saqué de su boca y eché toda la leche sobre la puerta del coche. Le acerqué la cara para que la lamiera. Ella lo hizo todo sin protestar. Solo al terminar preguntó "¿tengo que entrar en casa así? ¿Y si me ve alguien en el portal?".

-Si ves a una mujer, simplemente mírala fijamente y sigue andando. Si es un hombre, deja caer de tu boca toda la saliva que puedas hasta que caiga sobre tus tetas, mientras le miras.

Marta solo cerró los ojos, pero no dijo nada. Me dio la impresión de que lo haría. Me quedé fuera mirando hasta que entró, pues vivía en un bajo, y se veía su puerta desde donde yo estaba. No pasó nada. Ella entró en su casa sin encontrarse a nadie.

El martes y el miércoles fueron parecidos, excepto que le ordené que saliera de casa ya con la palabra "PUTA" escrita en la frente. Me contó que varios tíos se le quedaron mirando, pero nada más.

-¿Te dio vergüenza? - Le pregunté.

-Un poco...

El jueves le traje un consolador y le dije que se pasara todo el viaje en el coche follándose con él, a cuatro patas, en el asiento trasero. Yo conducía mientras escuchaba sus gemidos. Cuando me detenía en los semáforos, ella hacía amago de parar y cubrirse, pero no la dejé. Varias personas en los coches de al lado miraban con ojos como platos. Ordené a Marta que, sin dejar de follarse con el consolador, mirara directamente a esas personas. Comprobé por el espejo retrovisor que, efectivamente, cumplió mi orden.

Al entrar en el glory hole, le dije que saldría fuera solo unos segundos porque quería comprobar algo. Le ordené que se masturbara mientras tanto y que gimiera fuerte, quería oirlo desde fuera. Entré en la cabina de al lado, que estaba vacía y fijé una cadena a una sólida tubería. El otro extremo quedó en el suelo. Dejé una nota que decía "Pasa la cadena por el agujero de la derecha. La puta que está ahí al otro lado se encadenará con ella y podrás obligarla a chupar como quieras." Volví donde estaba Marta y esperé un rato mientras ella seguía masturbándose y mirando hacia los agujeros. Por fin, del agujero previsto salió primero una cadena y luego una polla. Cogí ese extremo de la cadena y lo enganché en el collar de Marta, con el candado. Ya que el otro extremo de la cadena la controlaba el hombre del otro lado, Marta estaba a su merced. El hombre pegó un tirón y obligó a Marta a estar lo más cerca posible del agujero. Me fijé que en esa esquina de la cabina era donde estaba la pantalla y la máquina con la ranura para meter billetes. Tenía un saliente y casi encajonaba a Marta, dejándola con muy poco espacio; su espalda y su cabeza quedaban casi rozando el saliente. Tomé nota de ese detalle, pues me serviría más adelante. La cadena estaba tirante y bien agarrada por el hombre, así que Marta no podía alejarse del agujero y sus rodillas y tetas estaban casi rozando con la pared. Dejé en el suelo unas esposas.

-Ahora coge esas esposas, las manos en la espalda y póntelas.

Ella lo intentó, pero se le caían y no lograba cerrarlas en una posición tan incómoda.

-No puedo, ¿me las puedes poner tú? - preguntó.

Pero yo no quería ponérselas. Quería que se las pusiera ella. Quería que, a partir de ahora, todos los actos de sumisión y humillación los realizara ella misma.

Tras varios intentos, complicados más aún porque ya había una polla que luchaba por entrar en su boca, por fin se las pusó. Inmediatamente abrió la boca y empezó a chupar. Tal y como estaba, Marta ya no podía moverse de allí. La cadena, de la que tiraban desde el otro lado, la mantenía pegada al agujero y a la polla que salía de él, y las esposas impedían que pudiera quitarse la cadena. Contemplé cómo se corría esa primera polla y esperé a que saliera una segunda. Le di un par de azotes en el culo y dije: "Me voy al cine porno que hay en este mismo local. Volveré a recogerte dentro de dos horas". Al escuchar eso, ella intentó sacarse la polla de la boca para protestar, pero le resultaba imposible, la cadena estaba tan tirante que ni siquiera le permitía girar la cabeza. Trato de hablar, pero la polla del agujero respondió con violentas embestidas que le llegaban a la garganta. Mientras cerraba la puerta con llave, oía sus lloriqueos. Me quedé escuchando tras la puerta y sus quejidos duraron unos 10 minutos, y después fueron sustituidos por gemidos y sonidos húmedos típicos de chupar pollas. Los momentos en los que no había ninguna polla en el agujero eran de puro silencio, para volver a los gemidos en cuanto aparecía otra más. Finalmente, me fui tranquilamente al cine porno. Estuve allí una hora más o menos, pero me aburrí. En las butacas solo había tres o cuatro viejos pajeándose y fumando. Por supuesto, ninguna tía. La película no me gustaba y además, tenía mucha más curiosidad por saber qué tal le iba a Marta. Fui para allá, pero me volví a quedar escuchando tras la puerta, pues lo importante era que ella se sintiera completamente sola y abandonada, encadenada y obligada a comer tantas pollas como salieran del agujero. Comprobé que los gemidos eran ahora más altos, casi salvajes, se diría que estaba disfrutando. Cuando pasó el tiempo, entré. Ella ya no estaba chupando ninguna polla y me miró por el rabillo del ojo. Me dijo simplemente "hola, amo". Aquello me complació mucho. Había aceptado completamente su lugar y no protestaba. Le quité las esposas y la cadena y se derrumbó en el suelo, jadeando.

El viernes repetimos el ritual: ella se follaba con el consolador en el asiento de atrás mientras íbamos al club. Una vez allí, la encadenaba otra vez y la miraba mientras se ponía las esposas. E inmediatamente empezaba a chupar la polla que salía del agujero. Salí y cerré la puerta tras de mí, pero sin echar la llave. Esta vez caminé por los pasillos y a todo tío que me encontraba le decía que en la cabina 14 había una tía completamente inmovilizada y hambrienta de polla. La postura en la que estaba Marta, de rodillas y casi pegada a la pared, y su ubicación en la cabina, en una esquina y con aquel saliente a la espalda y arriba, hacía imposible que ningún tío pudiera metérsela, no había espacio para otro cuerpo, así que estaba tranquilo de que no se la follarían. Me quedé en una esquina y observé como uno de los tipos con los que hablé se apresuró hacia la cabina de Marta y entró. Me fui al cine porno y pasé allí casi todo el tiempo. Cuando volví, me quedé en la puerta escuchando. Había un hombre dentro que le decía guarradas a Marta. Esperé hasta que se abrió la puerta y el hombre salió. Me dijo: "Menuda puta hay ahí. Que la disfrutes". Entré y la vi allí, sola, de rodillas y con todo su pelo, su ropa y sus muslos chorreando semen. El suelo estaba encharcado, pero, en ese momento, no le di importancia. Cuando volvíamos en el coche le pedí que me contara qué había pasado. Me explicó que no pararon de entrar hombres que intentaban follarla, pero al estar encadenada no podía cambiar de postura, tenía que permanecer de rodillas, el saliente le impedía incorporarse. Así que, invariablemente, lo que hacían era pajearse a unos centímetros de ella y esperar a que terminara de chupar la polla que había en el agujero, entonces ocupaban su lugar y finalmente se corrían encima de ella. Casi todos la manosearon. Le estrujaron las tetas sin piedad y le dieron azotes en el culo y bofetadas en la cara.

-¿Cómo te sentiste? - quise saber.

-Fue un poco desagradable, tenía miedo, creía que me iban a hacer daño de verdad.

-¿Y tú qué hacías? - pregunté mientras sentía una punzada de culpabilidad.

-Al principio me resistía, pero era inútil. Pensé que, si las cosas se ponían feas, siempre podría moderles la polla, pero luego pensé que eso les podría enfurecer y yo estaba totalmente indefensa. Estaba deseando que llegaras y quería acabar con esto de las pruebas. No podía más.

-Fue un mal rato entonces, mañana no haremos eso. - Dije, pensando yo también en terminar con esta locura, antes de que fuera demasiado tarde.

-Bueno, al rato me tranquilicé y ... bueno, empezó a gustarme.

-¿Ah, sí? ¿Qué era lo que te gustaba?

-Los hombres me insultaban y me trataban mal, pero también me sentí muy deseada. Notaba cómo estaban locos por mí. Al mismo tiempo, me sentí la puta más asquerosa y tirada del mundo.

-¿Y eso te gustó?

-Sí, no dejaba de pensar que quería ser la más puta para ti. Me imaginaba cuando tú llegaras y me vieras totalmente cubierta de semen.

-Continúa...

-Empecé a mover mis caderas y hacer botar mis tetas mientras se pajeaban. Hubo un momento en el que había tres a la vez dentro de la cabina, además de la polla del agujero. Me magreaban, me pegaban, me escupían, me llamaban puta. Yo, cada vez que escuchaba la palabra "puta", gemía más fuerte y, si tenía la boca libre, les contestaba que sí, que era una sucia puta, que se corrieran en mi cara, en mis tetas, en mi boca, en mi pelo. Quería ahogarme en semen. Nunca había estado tan cachonda.

Me fijé que mientras decía esto último, su mano derecha se dirigía a su coño y su mano izquierda a sus tetas.

-Bueno, está claro, ya eres una auténtica guarra. - Concluí, preparando el terreno mentalmente para la conversación sobre dejar las pruebas aquí.

-Mmmm, sí... pero te eché de menos... estaba deseando tener tu polla en mi boca y que me la llenaras entera. Que me la metieras hasta la garganta y me entraran arcadas, y mis babas cayendo a mis tetas... y... te corres y... mmm... sí, Javi... soy una puta, quiero chupar todas las pollas que se me pongan a tiro, pero sobre todo la tuya, amo... soy tu puta... soy una zorra asquerosa llena de semen de desconocidos, lefa seca sobre mi cuerpo... quiero más... quiero tu lefa...

-Quizá te deje tener mi semen sobre ti, pero tienes que convencerme... - Contesté para ganar tiempo y pensar qué hacer. Ya casi había decidido no obligarla a nada más, decirle que había superado las pruebas y que nunca más haríamos esto. Ya podía dejar de ser mi puta y volver a tener una relación normal, pero ahora ella parecía animarme a seguir.

-Mmmmm... amo... te lo suplico... déjame chuparte la polla... voy a usar mucha saliva... quiero mancharme la ropa, quiero estar hecha un asco, quiero ser la puta más tirada... quiero... chupar todas las pollas del mundo, y que se corran todas encima de mí... soy una jodida zorra de mierda... soy tu esclava, soy una PUTA, joder... todo me da igual, solo puedo pensar en chupar, en abrir la boca, sacar la lengua y dejar que caiga todo sobre mí, que mi cara esté brillante y pringosa, y mis tetas chorreando, la saliva deslizándose por mi tripa hasta mi coño... por favor, quiero chuparte la polla, quiero chuparte la polla, QUIERO CHUPARTE LA POLLA, AMO.

No pude más, aprovechando que pasábamos por un polígono industrial, vacío a esas horas, paré el coche, la hice bajarse y empecé a follarle la boca con violencia. Luego empecé a pajearme a centímetros de su cara, mientras ella se movía como poseída. Sus manos recorrían todo su cuerpo, como si quisiera tocarse toda su piel a la vez. Mientras tanto, seguía diciendo guarradas.

-Córrete, amo... córrete en la cara de tu sucia puta... mírame, tengo la cara entera llena de lefa de todos los tíos... las tetas... en mi ropa, estoy hecha un asco... todas las pollas corriéndose encima de mí... y yo recibiéndolo... como una jodida zorra de mierda... me han dejado toda pringosa... quiero tener semen por todas partes, quiero ser la más puta... mira, me embadurno de saliva para mojar la lefa seca que me cubre toda la cara, para que vuelva a estar líquida... me encanta tener mi cara de puta asquerosa brillante y con lefa de tío... yo les miraba, miraba sus pollas, abría la boca al máximo hasta que me dolía la mandíbula y sacaba la lengua... me la cubrieron de lefa... me daban golpes en la lengua con las pollas... yo les animaba, les decía que me escupieran, que me echaran todo... que me trataran como la jodida puta de mierda que soy... cuando caía semen al suelo, yo intentaba pasar mis piernas por él y untármelo todo lo que podía y me lo untaba por el coño... ellos no paraban de insultarme... me sentía tan sometida y humillada... TAN PUTA que no podía parar de gemir y de decir guarradas... me pegaban, me magreaban, uno me meó y todo encima... caliente... no me gustó al principio, pero otro seguía escupiéndome en la lengua mientras se corría en mis tetas... y el que meaba me pegaba en las tetas y yo seguía moviéndome de rodillas, haciendo botar mis tetas... al final, no lo pude evitar y les pedí a los demás que también se mearan encima de mí, el suelo estaba tan mojado, que mis rodillas resbalaron y me golpee la cabeza con la pared... entonces, empecé a darme golpecitos yo misma en la frente contra la pared mientras gritaba que era la mujer más guarra del mundo... que solo quería semen encima, semen y meado... que dejaran la puerta abierta, que entraran todos a tratarme como una sucia, sucia, sucia guarra, puta de mierda...

Aquello del meado me dejó pensando, no me terminó de gustar, pero ya me había corrido y ella se bamboleaba y gemía. Decidí olvidarlo.

Cuando llegamos a su portal, se bajó tímidamente y corrió hacia su casa para que nadie la viera como estaba, con todo el maquillaje corrido y la ropa manchada de todo. Su comportamiento de esa noche me había excitado tanto que decidí al menos terminar esa Fase 4. Le volví a mandar su ración de porno y nuevas instrucciones. Mañana traería un tapper pequeño, aunque no le expliqué para qué.

Era sábado y llegó a mi casa con su tapper y una sonrisa. Intuí que ella imaginaba para qué sería. Efectivamente, ya en el glory hole y sin que yo le dijera nada, intentaba que las corridas cayeran sobre el tapper. Esta vez, no la encadené ni le dije a otros hombres que entraran, simplemente dejé que chupara las pollas de los agujeros mientras yo me pajeaba, viéndolo todo. Finalmente, comencé a follarla, mientras su boca seguía llena de otra polla y sus manos pajeaban como podían a otros hombres. Le resultaba difícil porque mis embestidas y su postura le impedían tener demasiada estabilidad y control de sus movimientos, pero en ningún momento paró de complacer a todo hombre que metía la polla por aquellos agujeros. Al final, le dije que guardara el tapper, lleno de semen, en el frigorífico y que, a partir de ahora, cada vez que saliera de casa, a trabajar o lo que sea, lo calentara ligeramente para volverlo líquido y que tenía que ponerse un poco en los labios, como si se los pintara con la lefa, en vez de con el lapiz de labios. Ella asintió con una sonrisa y nos fuimos.

El sábado terminó y le dije que el domingo se lo dejaría de descanso, pues su progreso era inmejorable. En realidad, yo había decidido parar ya. Pensaba que la había humillado demasiado, me sentía muy culpable. Estaba a punto de decirle que la prueba había terminado, aunque aún quedaran tres fases. Lo cierto es que no tenía claro en qué iban a consistir. Me daba miedo aumentar aún más la perversión. Lo siguiente ya tendrían que ser cosas muy fuertes.

Pero ella entonces me dijo: "No quiero descansar el domingo, quiero hacer algo. Aunque sea ir a tu casa y que me folles como la puta que soy."

-Bueno, en realidad, Marta, he pensado que ya no hace falta que... - pero ella seguía hablando.

-Tengo ganas de saber cuál es la fase 5. Quiero más. Quiero pollas, quiero follar, quiero tragar semen. Quiero sentirme completamente sumisa y entregada al sexo.

-Está bien - dije mientras pensaba rápido -, la fase 5 es convertirte en una puta sin cerebro, un robot de follar.

-Mmmm, siiii, gracias, amo.