Las 7 habitaciones V

Para Mar, la prostitución no había sido más que una fantasía erótica. Ahora, tras pasar por la quinta habitación, ya podrá considerarse toda una puta.

Seguía tumbada en la cama esperando a Eros para visitar una nueva habitación. Hacía un rato ya que Venus, Ares y Febo me habían dejado sola, relajada después del intenso placer obtenido con ellos. Notaba todavía un molesto resquemor en el culo, pero pese a todo, mi primera vez por atrás no había sido tan traumática como yo imaginaba que sería. Es cierto que la gruesa polla de Ares había ayudado mucho en eso, y que el placer que sentía en mi coño mientras me penetraba anulaba cualquier sensación de dolor en otras partes de mi cuerpo. Ni siquiera había sentido dolor cuando Venus me mordisqueaba los pezones en el momento en que me corría.

La puerta se abrió y entró Eros. Se acercó hasta la cama y se tumbó a mi lado. Llevaba puestos los mismos pantalones cortos que cuando me dio el masaje en la primera de las habitaciones. ¿Cuánto tiempo hacía ya de eso? ¿Cuatro horas? ¿Cinco? Había perdido la noción del tiempo.

¿Lo has pasado bien aquí? –Me preguntó aunque ya sabía la respuesta por cómo me había encontrado.

Muy bien.

¿Estás preparada para pasar a la siguiente habitación? –Me dijo mientras me acariciaba el trasero con una mano.

Depende. Tus amiguitos me han dejado un poco maltrecha. –Le dije mientras le mostraba los moratones de mis pechos.

Pues a mi me han contado que te corriste como si nunca te hubieran follado así.

Es que nunca me habían follado así.

Vaya. Y yo que pensaba que lo nuestro en el jacuzzi había sido tu mejor experiencia sexual hasta ahora.

Probablemente hasta hace una media hora.

Eros fingió hacerse el ofendido y me palmeó el trasero para animarme a levantarme. La quinta habitación nos esperaba.

Fui a ponerme el albornoz, que había quedado tirado en el suelo pero Eros me dijo que no lo iba a necesitar más, así que desnuda  fui caminando hasta la siguiente habitación. Por el camino Eros me fue explicando  qué era lo que me iba a encontrar allí.

¿Sabes? La sexualidad de una mujer es como un huerto. Hay quien sólo planta pepinos en él durante toda su vida, y cree que los pepinos es el mejor alimento que existe. Y sí, los pepinos son buenos, pero existen otras cosas en la vida que los pepinos.  Hay mujeres que se atreven a plantar cebollas, ajos, pimientos, tomates, y que tienen una visión más real de lo que es el sexo. También es cierto que hay mujeres que tratan de sembrar hasta los zapatos, pero eso son casos muy especiales. Hay mujeres que sueñan con plantar lechugas, legumbres, patatas, pero no se atreven. Yo voy a darte la posibilidad de que hoy siembres algo diferente a lo que has sembrado hasta ahora.

¿Alguna vez has fantaseado con dedicarte a la prostitución? ¿Has tenido alguna fantasía en la que tenías sexo con alguien a cambio de dinero?

Mmmm, mmm, puede ser, creo que sí, alguna vez.

Bueno, de hecho es una fantasía muy habitual entre las mujeres, aunque evidentemente casi nunca nadie se atreve a realizarla. El miedo a lo desconocido, a que algo pueda salir mal, a ser reconocida por alguien, son las excusas más frecuentes para que eso siga siendo, en la mayoría de los casos, una fantasía.

Entramos dentro de la quinta habitación. En ella había un armario enorme y el tocador de un baño  repleto de productos de maquillaje  con un gran espejo.

Eros abrió el armario, que estaba lleno de ropa de todos los tipos.

Aquí está la semilla que yo te ofrezco. ¿Te atreves a sembrarla? Obviamente, si decides que sí, estaremos vigilándote en todo momento para que no te suceda nada malo o nada que tú  no quieras. En ese sentido, nada más tendrás que levantar uno de tus brazos para que yo, o Ares  vayamos en tu ayuda. ¿Qué me dices?.

Pensé unos segundos en ello. Recordé  que una vez me había disfrazado de puta para mi novio, y que había sido una situación muy morbosa. Luego, después del polvo, mi novio me dijo que nunca me vistiera así para otro. Ese recuerdo fue lo que me hizo decidirme.

Está bien, lo haré. –Le dije a Eros mientras pensaba…. Que le jodan a mi ex.

En uno de los cajones del armario encontré todo tipo de ropa interior. Me puse un finísimo tanga de hilo negro, muy parecido al que había llevado puesto Venus. Lo acompañé con una cortísima minifalda de cuero negro   y un top blanco  de tirantes muy escotado. Para finalizar encontré unas botas altas que me encantaron.

Me miré en el espejo. Se me veía muy sexy pero todavía me faltaba algo. Me pinté los ojos y los labios y me di un poco de color en la cara.

Eros me había estado observando durante todo el rato y parecía muy satisfecho con mi transformación. Me acercó uno de los bolsos, que había seleccionado yo previamente, y me pidió que le acompañara.

Saldremos por la puerta de atrás a la calle. No es muy transitada pero los coches podrán aparcar si consigues hacer algún cliente.

¿Lo dudas? –Le pregunté yo muy segura de mi misma.

Jaja, Así me gusta. Bueno, recuerda que estaremos observándote para que no corras ningún riesgo.

Gracias, pero sé defenderme yo solita.

Salí a la calle. Ya era de noche. Me sorprendió, pues aún había sol cuando mis amigas y yo entramos al local. ¿Qué hora será?

Tal y como me había dicho Eros, la calle estaba desierta. Sin embargo de vez en cuando pasaban algunos coches. No tardó en parar uno con la música a toda pastilla.

Eran unos críos que salían de fiesta. El que conducía bajó la ventanilla y comenzó a hablar conmigo.

Ei, guapa, ¿te subes con nosotros? ¿Quieres que te demos una vuelta?

No, gracias, estoy esperando a alguien. –Les dije yo un poco nerviosa. Obviamente, mi estreno como puta no iba a ser con tres adolescentes en celo.

Pregúntale si quiere que le echemos un polvo. Dijo otro de los chicos y los demás se rieron a carcajadas.

Mi amigo dice que si te levantas un poco más la falda te come el conejo gratis.

Más carcajadas. Estaba siendo un inicio complicado en mi nueva profesión, pero pensé que seguro era algo habitual entre las chicas que se dedicaban a eso, así que me resigné y esperé a que se fueran.

El que estaba sentado atrás bajó también la ventanilla y bajándose los pantalones me enseñó el culo entre aplausos y vítores de sus amigos.

Vamos nena, ¿por qué no nos enseñas tú algo también?

Largaros de aquí si no queréis que llame a la policía. –Les dije muy seria.

Tú te lo pierdes, zorra. Me dijo el que conducía y arrancó de nuevo el coche para irse.

Pasó un rato sin mayores novedades. De vez en cuando algún coche se acercaba lentamente y me decían alguna obscenidad o se burlaban de mí, pero en general nada importante. Luego, cuando ya creía que no iba a conseguir mi objetivo paró otro coche. Era un hombre de mediana edad, calvo, y sinceramente, poco agraciado, que con un gesto de la mano me pidió que me acercara a él.

¿Cuánto pides? –Me preguntó en voz baja cuando ya estaba cerca de la puerta de su coche.

Sólo hago sexo oral, y son 50 euros hasta que te corras. –Le dije yo.

¿50 euros? Eso es mucho. Zorras como tú me las he tirado por 20.

Ese es mi precio. Lo tomas o lo dejas.

Seguro que un par de calles más adelante encuentro otra que me lo hará por menos.

Está bien, ves a buscarla. –Le dije yo y me aparté un poco del coche.

Sólo tengo 40. –Me dijo enseñándome dos billetes de 20.

Yo no quería reconocer mi derrota delante de Eros así que bordeé el coche y entré. Él ya se estaba desabrochando los pantalones.

Mi dinero. –Le pedí yo. El me acercó los dos billetes de 20 y aprovechó para sobarme los pechos por encima del top.

No llevas sujetador. –Me dijo mientras tiraba hacia abajo de mis tirantes para dejar mis pechos al descubierto y después agarrarlos con más fuerza de la necesaria.

Tengo que reconocer que el hecho de estar dentro del coche de un extraño, cobrando por mamarle la polla me estaba poniendo muy caliente otra vez.

¿Quién te ha hecho esos moratones en las tetas? –Me preguntó.

¿A ti qué te importa eso?

Está bien, está bien, sólo preguntaba.

Llevé una mano a su paquete y se lo sobé por encima de los pantalones. No era gran cosa,  aunque quizás   lo que pasaba es que en comparación con las pollas de Eros y los demás esa parecía muy pequeña. Acabé de bajarle la cremallera de la bragueta  para tener un mejor acceso a su pene.

El, mientras tanto, parecía un pulpo. No dejaba de tocarme y apretarme las tetas y cuando se cansó de ellas pasó a mis piernas. La sutileza no iba con él. Apenas puso una mano en mi muslo y al segundo siguiente ya la tenía apartando el tanga para tocar mi coño.

Estás muy mojada. Me dijo orgulloso con una sonrisita idiota en la cara.

Sí, estoy caliente. –Le dije yo aunque pensando: por la situación, no por ti, capullo.

Animado por mis palabras decidió que ya era el momento de ponerme a trabajar. Se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos y  me mostró su ridícula polla.

Vamos zorra, chúpamela. –Me ordenó y pese al desagrado que sentía en esos momentos no tuve más remedio que hacerlo.

Me recosté sobre él y se la agarré con una mano mientras llevaba mis labios directamente hacia su glande. Él volvió  a meter una mano dentro de mi falda, mientras con la otra ahora me acariciaba el trasero.

Qué buena que estás, zorra, si llego a saber que estabas tan cachonda no te hubiera pagado.

Yo traté de no prestar atención a la repulsión que generaba en mí ese individuo, y me concentré en hacerle la mejor mamada de su vida. Al fin y al cabo, él había pagado por mis servicios y no pensaba defraudarle.

Lamí la punta de su rabo con la lengua, muy suavecito, mojándola con mi saliva, tratando de no prestar atención al fuerte olor a hombre que desprendía su sexo. Una buena ducha no te vendría nada mal, cabrón, pensaba yo mientras comenzaba a meterme toda su polla en la boca, llegando casi hasta los uevos. Lo pajeé con la boca, subiendo y bajando por su tronco con los labios bien apretados,  y lo sorbía como si de su polla brotara el más rico néctar que nunca hubiese probado y no quisiera que se me escapara ni una sola gota. Le agarré de las pelotas y me metí todo su rabo otra vez, hasta casi tener una arcada.

El cabrón lo estaba pasando en grande. A su manera, trataba de pajearme también a mí moviendo sus dedos por mi coño, con tan poca  habilidad, que lo único que conseguía, de vez en cuando, era sacarme algún quejido de dolor, que no de placer, aunque claro, seguramente él pensó que yo estaba a punto de correrme.

Te gusta, ¿verdad zorra? Si lo digo yo que no tendría que haberte pagado ni un euro. Eres tan zorra que me la hubieses mamado gratis. ¿A que sí?

En esos momentos agradecí tener la boca ocupada en otras cosas. Seguí con la mamada, dispuesta a hacerle acabar pronto. Aumenté la velocidad de mis lamidas y  succiones, incluso me ayudé de la mano para pajearle y cuando supe que estaba a punto de escupirme todo su semen me amorré de nuevo a ella. Con movimientos rápidos de arriba y abajo en la punta de su glande conseguí mi objetivo. De repente su polla comenzó a convulsionarse y a escupir grandes cantidades de semen. Obviamente no lo tragué, dejé que se escurriera por mi boca hasta su barriga.

El tío se había quedado tan extasiado con la mamada que ni cuenta se daba que su semen se deslizaba por sus muslos y estaba manchando el sillón. Hasta que no me aparté de él y me recompuse mi ropa no abrió los ojos.

Quiero volver a verte. ¿Sueles trabajar por esta zona? –Me preguntó.

Yo ni le contesté. Salí del coche y caminé ligera hacia la entrada del edificio donde me esperaba Eros. Poco después el coche arrancó y mi cliente se fue.

¿Qué tal ha ido todo? –Me preguntó Eros con una sonrisa burlona.

Bien. –Contesté secamente.

¿Te ha pagado?

Yo abrí mi bolso y le enseñé los 40 euros.

Enhorabuena, ya eres toda una puta.

Continuará