Las 7 habitaciones IV

¿qué harías si tuvieras a dos hombres y una mujer dispuestos a hacer casi cualquier cosa que le ordenaras?

Después del increíble polvazo en el jacuzzi con Eros, me sentía completamente satisfecha. Y sin embargo, todavía me quedaba recorrer 4 de las 7 habitaciones. Hasta el momento, lo que había encontrado dentro de cada habitación me había sorprendido y agradado enormemente. Cuando saliera de allí tendría que darles las gracias a mis tres amigas por el fabuloso regalo que me habían hecho. Si lo que querían era levantarme el ánimo, lo estaban consiguiendo a base de bien, pero…  ¿A qué mujer no se le levantaría el ánimo con un semental como Eros como guía por la ruta de las 7  habitaciones?

Con el fino albornoz  como única prenda de vestir y con Eros a mi lado me dispuse a conocer cuál era la sorpresa que me deparaba la cuarta habitación.

Entramos. La iluminación era tenue, proviniendo de las velas de los candelabros  distribuidos por toda la sala. En un extremo de la misma había una enorme cama y sentados en ella tres personas, dos hombres y una mujer. Una silla, situada a unos metros en frente de la cama, era el  resto  del pobre mobiliario existente. Eros me indicó que me sentara en la silla para darme unas instrucciones.

Mar, te presento a Venus, Ares y Febo. Aunque aún no te los había presentado pero creo que ya los conoces bastante bien, y ellos a ti. Tuviste el placer de compartir algunas caricias con ellos en la segunda de las habitaciones. En esta ocasión, ellos serán tus esclavos, podrás pedirles que hagan cualquier cosa y ellos lo tendrán que hacer. Sólo hay dos condiciones. La primera, tú sólo podrás observar, sin poder intervenir de forma activa o pasiva en las órdenes que des, para ti será como observar un show erótico en el que los protagonistas harán lo que tú les pidas. La segunda de las condiciones es que podrás pedirles cualquier cosa, a excepción de una, la cuál, en caso de que llegues a pedírsela, te comportará un castigo. Sólo hay una cosa que es tabú  entre ellos, si se lo pides ellos se revelarán y te impondrán algo que no te podrás negar a realizar. Disfruta del poder que se te ha concedido.

Dicho esto Eros abandonó la habitación, dejándome con mis tres esclavos a solas. Lo primero que hice fue echarles un buen vistazo. La primera que me llamó la atención era la chica. Como había tenido ocasión de comprobar en la segunda de las habitaciones, era bajita, pero ni rastro de la niña que imaginé. Era una mujer joven, de unos 24 o 25 años, morena, con el pelo largo y una mirada felina. Tenía un rostro muy femenino y sensual, remarcado por su maquillaje que la hacía parecer una mujer fatal. Llevaba puesto un escotado vestido negro y zapatos con tacón de aguja. A su lado, el hombre que Eros llamó Ares. Parecía un hombre alto y musculoso, también joven aunque mayor que la chica, aproximadamente de unos 30 años. Moreno y de ojos marrones, su aspecto era atractivo sin llegar a ser guapísimo. Vestía nada más con unos pantalones cortos y sandalias, dejando el torso al descubierto. Finalmente Febo, era el más guapo de los tres para mi gusto, rubio, de ojos azules, con una sonrisa seductora que invitaba a besarle. No era tan musculoso como Ares pero se le veía muy bien. Vestía con una fina camiseta y unos vaqueros desgastados.

Mis esclavos me miraban a mí también, esperando cuál iba a ser la primera de mis órdenes para ellos. Elegí a Febo. Le pedí que se pusiera de pie y que se desnudara para Venus. Él se levantó de la cama y cara a cara con Venus comenzó a quitarse la camiseta.

Desde mi posición podía observarles perfectamente. Febo se movía graciosamente alrededor de Venus. Se levantaba la camiseta, luego la volvía a bajar para finalmente sacársela de un tirón. Luego desabrochó el botón de sus vaqueros pero no hizo intención de bajarlos. Se agarró el paquete   muy cerca de la cara de Venus. Seguidamente se giró hacia mí frotándose el bulto que empezaba a formarse en sus pantalones, mientras bailaba moviendo el culo y las caderas para Venus. Todavía encarado hacia mí comenzó a bajar la cremallera de sus vaqueros y pude ver que debajo de ellos no llevaba nada. Mis ojos fueron directamente hacia el pedazo de carne   morcillona de su miembro. Fue bajando su pantalón lentamente dejando ante mi vista cada vez una porción más grande de su polla hasta que se la pude ver por completo, todavía colgando semi flácida entre sus huevos. Luego se giró y se exhibió ante Venus mientras yo tenía una buena vista de su trasero. Febo acabó de sacarse los pantalones quedando completamente desnudo ante las dos.

Es tu turno. –Le dije a Ares. Él se descalzó antes de levantarse de la cama. Luego sin demasiados miramientos se quitó el pantalón corto que llevaba. Quedó con un bonito bóxer de color negro como única prenda de vestir. Llevó sus manos a los laterales del bóxer y lo comenzó a deslizar hacia abajo muy lentamente, ante la atenta mirada de Venus, que había dejado de prestar atención a Febo. Poco a poco fue apareciendo un miembro no demasiado grande,  pero de  un grosor considerable pese a encontrarse todavía en reposo. El  bóxer cayó al suelo y Ares se lo acabó de quitar con un ágil movimiento, lanzándolo cerca de donde yo estaba.

Venus, es tu turno. Quiero que hagas lo que sea necesario para poner esas dos pollas duras como piedras.

Sin levantarse siquiera de la cama, Venus agarró del trasero a sus dos compañeros acercándolos hacia ella. En esa posición las dos pollas quedaban relativamente cerca de su cara. Venus llevó una mano a cada verga y las comenzó a frotar. Les agarraba de los huevos primero y luego abarcaba sus miembros con la mano comenzando pequeños movimientos de sube y baja. Con eso, los dos rabos no tardaron en aumentar de tamaño. La de Ares no crecía mucho pero se hinchaba como un globo en la mano de Venus.

Chúpasela a los dos. –Le pedí a Venus y la chica  cumplió mi orden de inmediato. Primero se llevó a la boca la polla de Febo, la más larga de las dos, ya prácticamente completamente erecta. Lo descapulló y le lamió el glande con la lengua, luego posó sus labios en la punta del miembro y lo comenzó a succionar como si fuera un helado. Después de unos segundos así, cambió a la  polla de Ares. Era tan gorda que le costaba metérsela en la boca, así que le lamía el tronco de arriba abajo, llegando hasta sus testículos y de nuevo hasta arriba, dejando en el camino un buen reguero de saliva.

Viendo a Venus comerse esas dos pollas comencé a sentir nuevamente un cosquilleo en la entrepierna. Sin duda estaría encantada de unirme a ellos y mamar ese pollón tan gordo de Ares. Pero las reglas, una vez más, estaban hechas para hacer crecer mi  deseo. Crucé las  piernas y al hacerlo mi albornoz se abrió un poco, dejando a la vista buena parte de mis muslos. Ares, que se encontraba en frente de mí, no perdió la ocasión para enviar una mirada de reconocimiento a mis piernas.

Venus seguía alternando sus lamidas de una polla a la otra. Los miembros se encontraban ya totalmente duros y dispuestos. Era el momento de animar un poco la fiesta.

Ya es hora de que desnudéis a ese zorrón, chicos. –Les dije con una sonrisa pícara. De forma coordinada Ares y Febo desataron el vestido de Venus y se lo sacaron sin más dilación. Se notaba que no era la primera vez que hacían eso, nada que ver con los torpes intentos de muchos hombres que no conocen como funcionan las ropas de una mujer. En un segundo Venus se había quedado nada más que con un fino tanga de color morado y sus tacones de aguja  Como únicas prendas.

El tanga también, chicos. –Les pedí yo y una vez más me obedecieron de inmediato. Ares tomó la parte delantera con un par de dedos mientras Febo tiraba de la parte trasera, enrollada  y metida entre las nalgas de la chica. Ambos tiraron en dirección contraria,  con lo que la parte inferior del tanga se metió entre los labios vaginales de Venus, hasta que la presión hizo que la tela se rasgara y el tanga cayó roto al suelo.

Venus tenía el coño completamente depilado. Intuía que, como en el mío, su flujo ya lo estaría humedeciendo fruto de la excitación.

Febo, ponte detrás de Venus y agárrale los pechos mientras le frotas tu polla por el culo. –Le ordené y de inmediato se pusieron así.

Ares, tú arrodíllate ante Venus y cómele el coño.

Era muy excitante para mí ordenar ese tipo de cosas a unos desconocidos y que ellos lo cumplieran sin rechistar. Me sentía muy poderosa y eso me estaba excitando sobre manera. Me habían dicho que no podía participar de las órdenes, pero no me habían dicho nada de disfrutar yo también de mi cuerpo. Me abrí un poco más el albornoz dejando, ahora sí, mi sexo al descubierto, y llevé una mano a mi chochito mientras me calentaba aún más viendo como Venus disfrutaba de lo lindo.

Tanto Febo como Ares me lanzaban miradas de vez en cuando, no sólo para reclamar cuál sería la siguiente orden a cumplir, si no porque les estaba ofreciendo una visión casi perfecta de mi coño.

Venus, ponte a cuatro patas. Tú Ares, penétrala desde atrás por el coño y tú Febo, dale esa rica polla a mamar.

Los tres cambiaron sus posiciones hasta adoptar la escena que yo había pedido.

Yo tenía una mano acariciándome los pechos mientras que la otra recorría mi sexo. No quería tocarme el clítoris directamente, sentía que si lo hacía me correría de inmediato y quería disfrutar aún más del placer que me producía ser la dueña de mis tres compañeros. Viendo la forma salvaje en que Ares penetraba a Venus, yo misma recordé el polvo que pocos minutos antes había estado echando con Eros. Mmm, mmmm, lo que daría por tener otra vez la polla de ese cabrón aquí dentro. –Pensaba yo mientras me seguía tocando. Ares se corrió dentro de Venus entre grandes gritos de placer. Entonces le pedí a Febo que se tumbara boca arriba en la cama y a Venus que lo montara.

La chica lo cabalgaba con ganas. Desde atrás tenía una visión excelente del pollón de Febo perdiéndose en las profundidades del coño de Venus. Entonces fue Venus la que alcanzó el orgasmo y descabalgó a Febo, quedando tumbada a su lado.

Febo seguía con la polla bien tiesa sobre la cama. De buena gana hubiese ido hasta allá y yo misma me hubiera sentado encima de él para follármelo, pero las reglas eran las reglas. Se me ocurrió una idea traviesa…

Ares, chúpale la polla a Febo hasta que se corra en tu boca.

Ares no se inmutó. Al principio pensé que no me había escuchado así que repetí la orden. Sin embargo enseguida comprendí lo que sucedía. De repente mis esclavos ya no lo eran más, y ahora sería yo quien tuviera que cumplir  lo que ellos me ordenaran.

¿Qué tal si le damos una lección a esta putilla? –Dijo Ares mientras se agarraba la polla que volvía a estar dura.

Febo, que se había levantado de la cama y me miraba a pocos pasos de distancia estuvo de acuerdo con Ares y entre los dos me cogieron en volandas y me tiraron en medio de la cama, junto a Venus. La chica ni siquiera se había inmutado pese al cambio de roles.  Entre Ares y Febo me quitaron el albornoz.

Para mí el coño. –Dijo Ares. Dudo mucho que a ésta le quepa mi rabo en el culo.

Yo estaba ya tan caliente que me daba igual lo que me hicieran, lo único que quería en esos momentos era tener un orgasmo, y sabía que en cuanto la polla de Ares entrara en mi vagina lo obtendría.

Me pusieron de lado en la cama y Febo se situó detrás de mí. Noté su miembro duro entre mis nalgas tratando de forzar mi ano pero estaba muy cerrado, pues nunca nadie había entrado antes por ahí.

Por el culo no. –Traté de protestar pero sabía que mis quejas no serían escuchadas esta vez. Con la mano Febo arrastró los jugos de mi coño hasta mi ano y lo fue lubricando hasta poder meter la punta de su polla. Fue menos doloroso de lo que había imaginado. Tampoco diré que me gustara en exceso sentir una polla en la puerta de atrás. Sin embargo Ares empezaba a forzar mi coño con su grueso pene, y eso sí que era realmente delicioso. En un momento estaba completamente ensartada por delante y por detrás, sintiendo un enorme placer con las embestidas de Ares y un poco de dolor con las de Febo.

Venus se unió a la fiesta. Recostada sobre Ares llevó su boca a mis pechos y los comenzó a lamer con devoción. Eso fue demasiado para mí, que ya me había encendido como espectadora, y ahora como protagonista estaba gozando de una rica doble penetración. Me corrí, me corrí de una forma muy intensa, sintiendo las dos pollas bombeando dentro de mí y los labios de otra mujer en mis tetas. Febo fue el siguiente en hacerlo, inundando mi maltrecho culo con su tibio néctar, y finalmente Ares, que aún siguió un buen rato clavado entre mis piernas, se vino en un sonoro orgasmo  y se recostó a mi lado.

Continuará.