Largo camino a la nada - Prologo y capitulo 1

Saga que relata el largo camino de una mujer que deja de lado toda moral y sentimientos en pos de lograr el gozo total del sexo incestuoso.

Autor: Salvador

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Largo camino a la nada

Prólogo

Nota: Este relato contiene fotos, las que no se copiaron y no sé como hacerlo para que aparezcan.

La oscura garganta del  túnel la atraía  con un poder hipnótico. Sus pasos, vacilantes pero sin pausa,  la conducían hacia esa misteriosa entrada que la atraía  inexorablemente. No quería entrar, ella no estaba preparada aún, no, no puedo  traspasar el umbral, no, pero nada podía hacer para detener su propia marcha, no era ella la caminaba hacia un destino que no deseaba, pero sus pies no la obedecían y continuaban acercándola a la oquedad que se abría ante ella y que sabía sin saberlo, era su destino final. ¿Destino para qué? Temía lo que le esperaba cuando traspasara esa puerta. Algo en ella le decía que había llegado el momento en que tendría que  enfrentar su pasado y responsabilizarse de todo lo que había hecho en su vida.

Mientras avanzaba, su vida pasaba ante ella como si fuera una película. Y las escenas se sucedían como dedos acusadores que ahora le mostraban el vacío en que había convertido su vida, abandonándose a la lujuria como si fuera la piedra angular de una existencia que derrochó   sin que los sentimientos tuvieran cabida en ella. Y ahora lo comprendía, pero era tarde para  reaccionar y enmendar rumbo. Había llegado la hora de rendir cuentas.

Repasaba todos los sucesos que la llevaron a este momento y comprendía, aunque tarde, que ya nada importaba de lo que había conseguido y ahora se perdía irremediablemente en la inmensidad desconocida de una dimensión que la atraparía por siempre jamás. Se había preparado para un destino que creía sería una vida de sueño, sin tener conciencia de aquello que la atrapó apartándola de todo lo que era valioso en le vida, para llevarla  ahora  a este momento, en que  se enfrentaría con la verdad final.

En esos momentos, en que dejaba atrás y para siempre toda una vida entregada al placer de la carne, sin más horizonte que la satisfacción, sin límites de ningún tipo, mientras cruzaba hacia lo desconocido, su vida, en un racconto vertiginoso, le llevó las imágenes de todos los que de una manera u otra cooperaron con una palada a su perdición: su padre, su marido, su hermana, sus hijos. Si tuviera que encontrar el punto de inflexión en su vida que la llevó a donde se encontraba ahora, debía admitir que no fue su primera experiencia con su padre, la violación consentida, ni sus tempranas experiencias sexuales con su hermana donde se marcó su existencia irremediablemente. Y la imagen de un camino, una noche, un coche y  su esposo volvía a su mente una y otra vez. Sí, fue un camino solitario, una noche de juerga, los elementos que se conjugaron para marcar su destino. Ese camino, esa noche, y ella con su carga de sexo, lujuria y pasión, que la llevó a este instante, al que hubiera preferido no llegar.

El recuerdo de su vida a partir de esa noche a la vera de un camino donde su esposo estacionó el vehículo, la revivió nuevamente, pero ahora como espectadora lejana, lo que le daba una nueva perspectiva de las cosas. No era la protagonista de entonces, con su carga de insensatez,  erotismo, lujuria y ardor que la llevara por los senderos de la perversión carnal, no. Ahora todo tomaba una nueva dimensión al verlo desde la distancia de un pasado irremediable, de lo que no nunca más volvería a ser.  Si hubiera resistido a la tentación de dejarse llevar por su morbosidad, si hubiera desechado esos pensamientos que la llevaban a cruzar las barreras de la moral, si hubiera sido más fuerte que el pecado que la atraía, si se hubiera sobrepuesto a sus experiencias anteriores... pero no, esa noche a orilla del camino, no hizo nada de lo que ahora se arrepiente y fue ahí, esa noche, en el interior de ese vehículo, donde se marcó su destino. Y la razón por la cual ahora está enfrentándose a la verdad, pura y simple.

Ay, ¡si no fuera por ese camino, por esa noche!. Pero es demasiado tarde.

Capítulo 1

El camino

El paisaje nocturno iba quedando rápidamente atrás mientras el plateado vehículo seguía corriendo por sobre los 100 kilómetros por hora, una velocidad excesiva considerando lo bebido que iba el chofer. El y su acompañante, a decir verdad. Karen bajó el vidrio de su lado  y asomó su cabeza a la noche para que el viento nocturno jugara con su negra cabellera y sintió que el fresco nocturno le daba una sensación de bienestar que aminoraba en parte la embriaguez que sentía.

El vehículo seguía sin disminuir la velocidad, en una noche plácida e iluminada por una luna que pintaba de plata el paisaje que iban dejando atrás. La pareja iba feliz, ansiosa por llegar a casa, donde esperaban tener un digno final de jornada a la celebración de la que venían, donde habían bebido hasta quedar excitados. El alcohol siempre había sido un buen aliado para alimentar en ellos el apetito sexual y esa noche se sentían ambos particularmente deseosos de dar rienda suelta a su fogosidad. Marido y mujer se sentían llenos de deseo y los dos ansiaban poder entregarse pronto a las delicias del sexo sin restricciones. Sí, porque cada vez que bebían en exceso el apetito sexual aumentaba en ellos y por regla general tenían sexo del bueno, en que las inhibiciones quedaban fuera y se sentían transportados a los primeros años de su matrimonio, cuando ambos incursionaron en los recónditos vericuetos del placer.

Esa noche el fuego de la lujuria estaba esperando para que ellos ardieran en él y los dos deseaban quemarse en sus llamas.

Cada cierto rato, Mauricio apartaba la vista del camino y daba fugaces miradas a las piernas de Karen , que mostraba buena parte de ellas ya que la negra faldita corta que había lucido esa velada  al momento de sentarse en el vehículo se había subido hasta mostrar completamente sus muslos. Ella seguía  con su cabeza fuera de la ventana, gozando de la brisa nocturna que golpeaba su bello rostro, pero no dejó de percibir las miradas de su marido a sus muslos y  no hizo ningún esfuerzo por corregir su posición. Más bien se sintió feliz de estarlo provocando, ya que suponía que se calentaría mirando  sus hermosas piernas que ahora le provocaban y estaría ansioso de follar cuando llegaran a casa. Y ella se sentía particularmente caliente esa noche.

Karen se sentía feliz con esos momentos de locura etílica, ya que si bien era una adicta al sexo, no era ésta una actividad que practicara muy seguido con su marido, el cual se había vuelto rutinario y por momentos indiferente a sus encantos. Si él la buscara todos los días, como cuando recién se casaron, ella estaría dispuesta a entregarse y explorar nuevos horizontes en la cama, lo sabía. Pero los momentos de intimidad se habían distanciado y ella veía que día a día el sexo se había ido alejando de su vida matrimonial, exceptuando los momentos  en que ambos habían bebido, como esta noche, cuando renacía el deseo y los dos se entregaban con ímpetu juvenil a revivir sus mejores momentos de amantes. Era como una catarsis en que ambos se sentían jóvenes nuevamente y la fogosidad con la que se entregaban se los demostraba, aunque al dia siguiente actuaran como si nada novedoso hubiera pasado la noche anterior y la rutina volvía a imperar en sus vidas. Pero comprendía que para obtener un remedo de felicidad sexual era preciso emborracharse primero y lo que finalmente quedaba era una resaca y un sentimiento de insatisfacción que la sumía en un estado de pesimismo permanente.

Los pocos momentos de sexo intenso que Karen tenía actualmente los vivía intensamente, aunque después tenía que  esperar una nueva oportunidad, en que el licor jugara nuevamente de aliado para conseguir que su esposo volviera a ser el amante que la dejara satisfecha.

Salieron de la carretera y el auto enfiló por un camino vecinal adornado de altivos árboles que ensombrecieron el paisaje. La pareja se sintió que  la tensión de conducir a alta velocidad y a altas horas de la noche dio paso a la tranquilidad de saberse en un camino poco concurrido y sin peligros. Mauricio, ahora más relajado, fijó nuevamente su mirada en las piernas de su acompañante, cuya falda mostraba una piel blanca y firme, unos muslos gruesos y atrayentes. Su esposa aparentaba unos diez años menos, con una falda negra corta que resaltaba sus hermosas piernas y una blusa que a duras penas contenía sus turgentes senos. A sus 37 años se sabía aún atrayente, seductora y llamativa, con atributos que captaban la atención de los varones cuando la veían pasar. Y ahora, sentada mostrando sus muslos a su marido, lucía espléndida y sabía que él sería presa fácil y caería rendido a sus encantos, ayudada por el licor que el tenía en el cuerpo.

Karen estaba eufórica esa noche. A los dos se les había pasado la mano con los tragos. Ella deseaba sexo esa noche, pero sexo en grande. Quería que la hicieran acabar varias veces, como cuando lo hacían recién casados. Hacía tiempo que el ímpetu sexual en Mauricio había disminuido, pero en ella seguía igual. Y esta noche se sentía especialmente deseosa de follar. Y bien sabía que a su marido el licor le producía un efecto parecido que a ella, por lo que aguardaba esperanzada la llegada a casa.

Mauricio disminuyó la marcha y manteniendo fija la vista en el camino, sacó su mano de la palanca de cambios y la puso sobre el regazo de ella, en una clara señal de sus intenciones para cuando llegaran a casa. Karen , a la cual el viento nocturno le había refrescado la cabeza pero no había disminuido su embriaguez ni su apetito sexual, sintió que la situación era propicia para lograr lo que deseaba y sin perder el tiempo decidió  alentar los deseos de su marido

Uyyy, que vienes fogoso.

Es que tus piernas se ven exquisitas.

Tranquilo, que pronto llegaremos a casa.

Siente como me tienen tus piernas

Tomó la mano de ella y la llevó a su entrepierna. Karen se dejó hacer y  su mano se encontró con el bulto que formaba la erección  bajo el pantalón. Apretó con suavidad y ello bastó para que un espasmo sacudiera el cuerpo de Mauricio, que estuvo a punto de eyacular prematuramente; hizo un esfuerzo por no acabar ahí mismo, apartando la mano y la puso  entre los muslos de ella, apretando. Karen comprendió que la visión de sus piernas tenía enloquecido a su marido y empezó a subir lentamente el vestido,  de manera que él pudiera ver bien el resto  de sus muslos. Este seguía con la vista fija en sus hermosas piernas, que a cada instante mostraban un poco más, mientras ella aumentaba su excitación con palabras de aliento.

¿Te gustan, querido?

Se ven exquisitas, amor

Sonriendo picarescamente, siguió subiendo la falda hasta que dejó expuestos a la visión de Mauricio todos sus hermosos muslos, que lucían robustos y plenos.

Mmmmmm, como me provocas, mujer

¿En serio, te provocan mis piernas?

Y seguía subiendo su falda, hasta que se asomó la blanca tela de su calzoncito, que cubría el paquetito que formaba su sexo bajo la seda.

¿Estás conforme ahora, querido?

Mauricio no perdía detalle de la mano de su esposa subiendo la falda y dejando a su vista sus hermosos muslos, acariciándolos con una lentitud exasperante, hasta tocar el paquete que ocultaba el calzoncito, cuya tela mostraba la humedad propia de la excitación que le producía el espectáculo que le estaba dando. Karen entornó los ojos y sus caricias se hicieron más intensas, sabiendo que con ello lo excitaba más aún. Era exquisita la sensación de estar tocándose sabiendo que él la miraba y que devoraba con los ojos cada rincón de su intimidad. Con lentitud, pero siempre provocativamente, iba pasando sus dedos sobre la blanca seda del calzoncito, maniobra que a su esposo tenía completamente excitación.

Mmmm, sigue, mijita

¿Te gusta?

Es rico ver como lo haces, mijita

¿Asi?

Siiiii, asíiiiiiiiii

Abrió las piernas y todo quedó expuesto a la vista de Mauricio: esas hermosas extremidades de blanca piel, sus muslos gruesos y apretados y, al final, el tesoro que formaba la tela del calzoncito blanco donde las primeras gotas del gozo de Karen lo habían manchado completamente, en tanto su mano subía y bajaba con un dedo marcando el canal que se formaban sus labios vaginales  en la tela húmeda.

Quiero verte acabar, mijita

¿En serio?

Si, sigue hasta que acabes, por favor

Pero tendría que meter mis dedos bajo el calzón

Siiiiii, por favorrrrrr

Mmmmm, las cosas que me pides, Mauricio

Por favorrrrrr

Bueno, pero no te acostumbres, picaron.

Gracias, mijitaaaaa

Dime cosas lindas, por favor

Metió su mano bajo el calzoncito y bajo la tela del mismo se dibujaba la silueta de sus dedos paseándose arriba y abajo por el canal que formaban sus gruesos labios, lentamente, suavemente, como dilatando al máximo el placer que sus dedos le proporcionaban.

Así, mijita, asíiiiiiiii

Sigue, más, másssssss

Mmmmm, que rico lo haces, mijitaaaaa

Mi niña, sigue, sigueeeeeeeee

Karen , con los ojos entornados, escuchaba las palabras insinuantes de su marido y sintió una oleada de recuerdos que volvían de un pasado lejano, de aquella época  cuando su padre le decía lo mismo mientras se la follaba o cuando ella lo pajeaba. El recuerdo incestuoso de su padre avivó su excitación, levantando su cuerpo mientras aumentaba las caricias de sus dedos en su vulva a estas alturas completamente mojada. Poco a poco, el recuerdo de la figura de su padre empezó a envolverla y apoderarse de ella, mientras aumentaba el ritmo de sus dedos en su vagina completamente mojada.

Mauricio  estacionó a un costado del solitario camino y, sin poder contenerse,  sacó su verga e inició una paja pasando con lentitud sus dedos por el tronco enhiesto de su pedazo de carne mientras miraba ávido a su esposa cómo incursionaba en su calzoncito, creyendo que se estaba masturbando para él, sin sospechar que el verdadero objeto de esa masturbación era el padre de ella y el recuerdo incestuoso de las veces que la hiciera gozar.

Asíiiiiii, mijitaaaaaaaa. Qué ricoooooo, sigueeeeeeee, sigueeeeeeeee. Mi niñaaaaaaaaaaaaaaa.

Mauricio no imaginaba el verdadero efecto que sus palabras producían en su esposa, que se masturbaba con creciente placer, imaginando a su padre follándosela nuevamente, con ese ímpetu que solamente en Salvador había encontrado.

Mientras tanto, Mauricio aumentaba la intensidad de su paja sin apartar la vista de los muslos de Karen , su blanco calzoncito donde se dibujaban sus dedos moviéndose a creciente velocidad y   presentía que su mujer estaba pronta a acabar. Pero esas piernas que Karen movía con desesperación, por efecto de la creciente excitación que la dominaba, se fueron transformando en otras, más juveniles, las piernas de Ana, su hermosa niña de dieciséis años, a la que venía deseando desde hacía varios meses. Y dado que madre e hija eran parecidas, no le fue difícil a Mauricio imaginar a su hija en lugar de su mujer, metiéndose los dedos en el calzoncito y pajearse intensamente.

Acaba para  papiiiiiiiiiiiiiiiii, mijitaaaaaaa

Esta última frase fue demasiado para la mente afiebrada de deseo de Karen por el recuerdo de sus folladas con su padre y abriendo completamente sus piernas, soltó sus líquidos, que golpearon contra la tela del calzoncito, mientras echaba su cabeza atrás y gemía con desesperación, recordando la verga paterna que tantas veces la penetrara.

Papitoooooooooooo

Mauricio sintió como si fuera su hija la que respondía a sus palabras de estímulo y la paja terminó por transformarse en una real visión de las piernas de su hija, que se pajeaba para él mientras  él hacía lo mismo para ella.

Mi niñaaaaaaa ricaaaaaaaaaa

Papitooooooooooo

Quedaron agotados un rato después de la tremenda acabada que cada uno había tenido, ella con la mente puesta en su padre y él en su hija. Mauricio ignoraba que no era a él a quien Karen decía “papito” mientras acababa sino a  su propio padre, y, en cambio, en su mente afiebrada empezaba a abrirse paso la imagen de su hija Ana, a la que deseaba secretamente. Y cuando sintió que ella aceptaba con gusto el “mi niña” con que la alentaba a seguir, se dejó llevar por su imaginación y empezó a ver a su hija pajeándose a su lado, mostrándole sus piernas, muslos y calzoncito en lugar de su mujer, cuya figura poco a poco empezó a desdibujarse. Fue como si una compuerta se hubiera roto en él, una barrera que hasta ese momento impedía vivir la fantasía de tomar a su hija y follarla con todas sus ganas. A partir de ese momento, sería Ana y no Karen con la que tendría sexo. No podría evitarlo, ya que su mujer había aceptado el tratamiento de padre e hija mientras se estaba masturbando para él y él trataría de que de ahora en adelante ese tratamiento no cambiara, que sería su manera de sentir que se follaba a su niña preciosa.

Mauricio no se imaginaba que Karen estaba tanto o más interesada que él en que tuvieran el tratamiento de padre a hija durante el sexo, ya que ella  había vislumbrado la posibilidad de hacer nuevamente realidad los imborrables momentos incestuosos vividos con su padre en la juventud y que desde hacía un tiempo revivía a solas en el baño, donde se refugiaba para masturbarse con desesperación.

Ahora podría revivir esos recuerdos en la persona de su marido, al que parecía gustarle el jueguito de padre e hija, juego que a ella le permitiría reemplazar la figura de Mauricio por la de Salvador, su padre. Pero Karen no sospechaba las  intenciones de su marido.

Reanudaron la marcha rumbo al hogar, a hacer realidad la fantasía que cada uno sacó a luz para satisfacer sus propios fines. ¡Cuán separados y unidos estaban esa noche!

Ese camino, esa noche, marcaría un punto de inflexión en la vida de Karen, el inicio de una etapa en su vida de la que no tendría tiempo para arrepentirse sino hasta cuando fuera demasiado tarde.